Jan, diez años sin ti

By Lepidoptera84

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Jan convive con su propio trauma. Sin saber cómo avanzar, hace una introspección de su vida y en medio del ca... More

Al lector y la lectora
Cita
Libro 1: Jan
Prefacio
Capítulo 1: Favores
Capítulo 2: La casa.
Capítulo 3: Aprendiendo a sentir.
Capítulo 4: Problema. Solución.
Capítulo 5: La mudanza.
Capítulo 6: Primer asalto.
Capítulo 7: La ladrona.
Capítulo 8: Escondida.
Capítulo 9: La prueba.
Capítulo 10: Melodía.
Capítulo 11: Sueños de medianoche.
Capítulo 12: Momento inapropiado.
Capítulo 13: El hospital.
Capítulo 14: Al descubierto.
Capítulo 15: El reencuentro.
Capítulo 16: Tus amigos son mis amigos.
Capítulo 17: Estrechando lazos.
Capítulo 19: El evento.
Capítulo 20: Bajo las estrellas, una vez más.
Capítulo 21: El cambio.
Capítulo 22: Mero observador
Capítulo 23: Cuando los sueños se hacen realidad
Capítulo 24: Despertar.
Capítulo 25: Premonición
Capítulo 26: Punto de partida.
Capítulo 27: Trauma.
Capítulo 28: Soledad.
Capítulo 29: Mi otra vida.
Capítulo 30: Cara a cara.
Capítulo 31: Sentir, amar y ser feliz.
Libro 2: Judith.
Prefacio
Capítulo 1: El diagnóstico.
Capítulo 2: El día en que te conocí.
Capítulo 3: Amistad.
Información para la autora

Capítulo 18: La fiesta.

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By Lepidoptera84


"Hice lo que pude para no encontrarte: no quise sentirte, ni verte, ni hacerte caso... yo solo trataba de buscarme y por el camino tropecé contigo".

―Jan.



Nunca había celebrado una reunión en mi casa, jamás había invitado a nadie exceptuando a Javi y, para ser exactos, ni siquiera a él lo invité, se auto invitó que es diferente. Había eliminado completamente los momentos de ocio de mi vida, las relaciones sociales y todo eso ya no iba conmigo, tal vez por ese motivo estaba tan nervioso. Javi me obligaba a hacer cosas diferentes, cosas para las que aún no estaba preparado; por otro lado, no podía asegurar si alguna vez llegaría a estarlo.

Me di una ducha, me vestí con unos vaqueros y una camiseta negra y fui junto a mi amigo para ayudarle con los preparativos.

―Es increíble esta aplicación ―dijo lanzándome el móvil al vuelo―. He hecho el pedido como me has dicho y en menos de media hora lo han traído todo.

―Yo lo hago casi todo así, no acostumbro a hacer la compra.

Asintió y miró hacia la mesa donde había dispuesto todas las bebidas.

―¿Habrá suficiente?

―¿Bromeas? ¡Hay un montón de alcohol! Y Holly y Nathan no beben.

―¿Nathan tampoco?

―Es abstemio total.

Arqueó las cejas, impresionado.

En ese momento llamaron al timbre y Javi saltó del taburete con energía.

―¿Crees que estoy bien? Ya sé que sí, pero solo necesito que me digas si crees que a Eli le gustará.

Sonreí.

―¿Por qué no iba a gustarle un pantalón y una camiseta?

―¡No bromees, por favor! Solo quiero causarle una buena impresión. ¿He elegido bien la ropa y el color de la camiseta?

Miré sus vaqueros negros desgastados y su camiseta azul claro sin más adornos y reprimí la risa. Lo cierto es que él también había cambiado con los años, ahora su vestuario era más convencional.

―Por eso no te preocupes, estás muy bien.

―¿Pero bien de: "es un hombre aseado y limpio" o bien de: "le arrancaría la ropa y me lo follaría ahí mismo"?

Solté una sonora carcajada.

―Creo que no soy la persona adecuada para contestar a esa pregunta, ¿por qué no se lo preguntas a ella?

―¡Vamos Jan!

Puse los ojos en blanco y asentí, diciéndole justo lo que quería oír:

―Sin duda es la segunda opción, si fuese mujer no me lo pensaría...

Sonrió.

―Gracias. Ahora corre, ve a abrir, estoy nervioso.

Me dirigí hacia la puerta de entrada y las primeras personas que aparecieron fueron Judith y Holly. Intenté que no se me notara que yo también estaba algo nervioso, y más después de ver a Judith. Nunca la había visto tan femenina, se había puesto una minifalda tejana y una blusa de color beige. En esa ocasión llevaba la melena recogida en una trenza que le llegaba a media espalda; estaba impresionante. El maquillaje, su elegancia, sus característicos ojos rasgados enmarcados por unas curvadas pestañas rojizas, sus largas piernas torneadas... Hasta ahora las mujeres me eran indiferentes, después de Claudia sentía que ninguna me llenaba realmente, por muy guapa que fuera no lograba intimidarme lo más mínimo, pero desde hace unas semanas Judith era la única mujer capaz de provocarme un sentimiento; algo extraño, pequeño, pero a la vez muy intenso se alojaba en lo más profundo de mi estómago cada vez que la tenía delante.

Ella y Holly saludaron a Javi y me relajé un poco al ver que Judith había decidido bajar la guardia. Sabía lo que pensaba de mi amigo y puede que de todos los hombres en general, pero esa noche decidió concederse una tregua y simplemente disfrutar de la alegría de su hermana.

Después de un rato llegaron Nathan, Eli y Charlie y ya estábamos todos. Observé en silencio cómo Javi se había convertido en la sombra de Eli y se esforzaba muchísimo para hacerse entender. Ella no podía dejar de reír, pues mi amigo pasaba de las palabras a los gestos como si estuviera inmerso en una interpretación teatral.

Nathan estuvo ausente gran parte del tiempo, no se le veía cómodo, pero cuando quise darme cuenta se atrevió a traspasar las barreras y, finalmente, se acercó a Holly. Empezaron a hablar algo cohibidos, pero a medida que transcurrían los minutos podía apreciarse una conversación más fluida donde no faltaba el buen humor. Me alegré por ellos y admiré la valentía de Nathan, pues se podía decir que esa noche había vencido uno de sus arraigados miedos. Holly era todo alegría y en ningún momento se lo puso difícil, se limitó a seguir la conversación con familiaridad, incluso a gastarle alguna pequeña broma... Era agradable ver cómo poco a poco las piezas empezaban a encajar y todos encontraban su lugar, todos menos yo, que era claramente la pieza sobrante.

Nathan había estado nervioso las últimas semanas, inquieto con todo el asunto de sus hermanas, ni siquiera se había sentido con fuerzas de comunicarme su malestar, pero esa noche simplemente volví a ver al Nathan que conocía y eso me llenó de felicidad.

Tragué saliva y desvié súbitamente la mirada; me costaba concederme el privilegio de ser feliz y encontrarme a gusto con los demás, así que me serví una copa y caminé sin rumbo por el jardín para aislarme.

Pero ni siquiera entonces conseguí alejarme del todo, localicé a Charlie y todas las alarmas saltaron a mi alrededor. Como era de esperar no estaba solo, invertía todo su esfuerzo y dedicación en acaparar la atención de Judith. Ser testigo de cómo la avasallaba con palabrería superflua me enervaba sobremanera. Solo deseaba que se fuera de mi casa cuanto antes; sin duda tener que soportarlo era lo peor de toda la maldita noche. En ese momento Javi me miró e inmediatamente detectó mi hastío, verme así le produjo una carcajada.

«Ya puedes reír, ya... lo has hecho a propósito, siempre te ha encantado ponerme de los nervios».

Me concentré en mi bebida y tras esa vino otra, y luego otra más... A mi alrededor se habían formado parejas extrañas y eso me hizo sentir desplazado. No podía hacer nada salvo permanecer impasible en un extremo del jardín, sentado en una hamaca, escuchando música y acabando mi quinta copa. De tanto en tanto tenía la necesidad de mirar cómo el capullo de Charlie se las ingeniaba para tocar a Judith mientras vertía cientos de palabras en su oído, y pese a que ella procuraba mantener las distancias en todo momento, él insistía constantemente en invadir su espacio vital para dejar bien claro que le pertenecía.

¿Por qué me consumía tanto mirarles? Si salían o se acostaban juntos a mí no tenía por qué afectarme. Me reí silenciosa e irónicamente al pensar hasta qué punto me trastornaba esto. ¿Qué pasaba si mantenían una relación? Judith no era nada mío y podía hacer lo que quisiera.

Iba a por la sexta copa cuando un deseo incontrolado emergió de mí y decidí que ya no lo aguantaba más; cambié de rumbo en el último segundo y caminé decidido en la dirección de Judith. Charlie me contempló extrañado por mi repentino acercamiento, pero hice ver como si no existiera y me limité a coger a la chica del brazo, separándola de las garras de ese indeseable y llevándomela conmigo sin decir una sola palabra.

―¿En serio vas a seguir el rollo a ese pedazo de gilipollas? ―pregunté destilando todo mi rechazo una vez estuvimos lo bastante lejos.

―¿Qué quieres decir? Charlie no es un gilipollas.

―Por lo poco que he podido ver, sé que él no te gusta, solo le soportas por... Bueno, no sé realmente por qué lo haces, pero sea por lo que sea, no vale la pena semejante esfuerzo. 

 Ella me contempló horrorizada, no tuve claro si fue por haber dado en el clavo con mi observación o porque había malinterpretado sus intenciones hacia ese tipo.

―No sé por qué dices eso, Charlie es... ―Dio un último trago a la bebida que tenía en la mano―. Tienes razón ―reconoció con un gemido ahogado―, me pone de los nervios.

Conocer ese detalle me hizo sonreír. ¡Al fin lo había admitido!

―Entonces no le hagas caso, pasa de él.

―Es muy atento con mi hermana y ha hecho muchas cosas por nosotras, no puedo pasar de él sin más.

―No le debes nada. Él solo hace lo que cree que es mejor para alcanzar un fin, es atento con vosotras porque le gusta saber que así te sientes en deuda con él y eso le da ciertos derechos sobre ti. A mí me pone enfermo; francamente, no soporto a la gente así y no sé por qué tengo la habilidad de calarla enseguida.

Suspiró y empezó a caminar muy despacio alrededor de la piscina. La seguí.

―Tú no tienes ni idea de todo lo que ha hecho por Holly. Llevamos muchos años combatiendo su enfermedad y siempre se ha mostrado muy atento y nos ha ofrecido soluciones a sus problemas...

―Él no es la medicina.

―¿Qué?

―¿Sabes cuál es la diferencia entre la medicina y el veneno? La dosis. Él no es vuestro salvador y todos esos gestos, aparentemente desinteresados que según tú ha tenido, se convertirán en veneno para ti.

Judith se echó a reír.

―Madre mía Jan, creo que he bebido demasiado para entender tus metáforas.

Sonreí y me toqué la frente; tampoco era mi mejor momento, me sentía incluso un poco mareado.

―No hace falta que entiendas todo lo que digo, solo quédate conmigo un rato ―dije mirando de soslayo a Charlie, que estaba empezando a impacientarse―, por favor.

Esa última palabra me puso en tensión.

«¿Por qué le había prácticamente rogado que se alejara de ese indeseable y se quedara conmigo? Realmente me daba igual lo que hiciera, eso lo tenía claro, ¿entonces por qué actuaba de ese modo? ¿Era algo tan primitivo como que necesitaba retar a los que consideraba mis adversarios naturales dándoles donde más les dolía?»

El alcohol estaba empezando a abrasarme desde dentro, no entendía lo que estaba haciendo y lo que más me preocupaba era que en el fondo no quería dejar de hacerlo.

Me quedé helado cuando volví a centrarme y regresé al presente. Judith parecía haber escuchado mis pensamientos y me miraba fijamente, seguidamente volvió a sonreír con suficiencia con aquella boca suya tan bonita.

Tras unos segundos me di cuenta de que esa mujer hacía mucho tiempo que se había colocado una armadura con la esperanza de que nadie pudiera atravesarla, pero, por intuición o porque lo deseaba, creí poder ver lo que ocultaba aquella coraza, como veía la emoción que tanto se esforzaba por disimular. Estaba a la defensiva con todo aquel que se le acercaba, prefería dejar pasar decenas de oportunidades antes que vivir una nueva decepción o derrota en su historial, y lo cierto es que, aunque éramos personas diferentes, entendía su actitud porque había cosas que me recordaban a mí.

Desde el otro extremo del jardín vi que Charlie se acercaba a nosotros y me giré disimuladamente obligando a Judith a hacer lo mismo para llevarla a un lugar más apartado, lejos de ese individuo que me ponía los pelos de punta.

Ella se echó a reír; no se le escapaba nada y supo interpretar a la perfección a qué se debía mi última maniobra.

―Sé lo que intentas hacer... ―dijo apretando una sonrisa.

―¿Y qué hago? ―pregunté haciéndome el tonto.

―¿Tanto te molesta que Charlie vaya detrás de mí?

Su pregunta me hizo alzar el rostro y mirarla; dicho así parecía como si estuviese celoso y no sentía celos de él, en absoluto.

―Judith, por favor ―volví a suplicar―, con él no. Te tengo por una mujer más inteligente.

Nada más decir aquello me arrepentí. No tenía ningún derecho a pedirle nada, pero es que no soportaba a ese tío y estaba empezando a apreciar a esa víbora pelirroja y preocuparme por ella.

Entonces, en mitad de ese caos interno, con la música de fondo, el alcohol hirviendo en nuestras venas y sin testigos a la vista, Judith dio un paso hacia delante y quedó prácticamente soldada a mí. El corazón amenazaba con salirme del pecho en cualquier momento y me fue imposible controlar la respiración. Mirándonos a los ojos, con su cuerpo contra el mío, olvidé dónde estábamos. Me olvidé de todo. Y sabiendo lo que iba a ocurrir, pero sin fuerzas para detenerlo, bajé la cabeza y nuestras bocas se encontraron a medio camino. No podía asegurar quién dio el paso decisivo, pero desde el momento en que nuestros labios se tocaron, ya no hubo duda de quién estaba al mando. Ella me rodeó la cara con las manos y me besó con una determinación pausada y relajada. Hubo algo brusco en el modo en el que me hizo su prisionero, pero también algo infinitamente delicado en la tierna presión de su boca sobre la mía. Con cada roce de sus labios y cada caricia de su lengua, avivó el fuego hasta que estuve mareado de deseo. El placer resultaba desorientador; se deslizaba por mi vientre, era como una trémula electricidad sobre mi sensibilizada piel. Bajé las manos por su espalda para atraerla más a mí. La creciente marea de excitación arrasó consigo toda razón y toda lógica. Me vi incapaz de hablar. Lo único que podía hacer era sentir. ¡Sentir! No creía en la magia, pero por un momento llegué a ver las estrellas. El mundo a mi alrededor se desvaneció hasta que solo quedó el roce erótico de la boca de Judith contra la mía.

Su olor, el calor de su piel, su sabor, ardiente e intenso... Todo eso me inundó cuando su mano se colocó tras mi nuca y bajó la otra hacia mi vientre.

No recuerdo un momento en el que el corazón me latiera más rápido, pensaba que literalmente saldría disparado del pecho. Comprendiendo lo que quería, deslicé mis manos por sus caderas y las llevé hacia las nalgas para apretarla contra mí. Me sujetó con más fuerza al sentir que le correspondía y gimió sobre mis labios, percibí el sabor del alcohol mezclado con su saliva y perdí totalmente el control de mi cuerpo. Sin pensar demasiado en las consecuencias de mis actos, trabé mi boca a la suya con una insistencia despiadada y quedó completamente a mi merced. Jadeábamos y nos buscábamos la boca como si deseáramos hundirnos el uno en el otro. La empujé sin detenerme hasta que su espalda chocó contra la pared del cobertizo y acaricié su cuerpo entero a través de la ropa deseando llegar más lejos. Todo a mi alrededor giraba confuso, no veía con claridad, pero sentía un deseo indescriptible, unas ganas locas de llevarla a mi cama, quitarle la ropa y hacerla mía toda la noche.

La llamada de Javi a lo lejos fue como el timbre de un despertador y me separé de Judith como si me quemara, intentando recobrar la compostura en un tiempo récord.

―Tío, ¿dónde guardas el hielo? No queda.

Me masajeé las sienes; necesitaba pensar con claridad.

―Si no has comprado tú esta tarde, yo no tengo.

―¿Bromeas? Pues si esa bolsa era lo único que tenías en el congelador, se ha acabado hace un buen rato.

―¡Yo tengo hielo! ―se afanó en contestar Judith―. Voy a buscarlo.

Me esquivó y empezó a bajar los escalones de madera en dirección a su casa. Corrí para alcanzarla.

―Te acompaño.

Me miró un fugaz segundo y enseguida apartó la mirada. Pasada la euforia inicial nos sentíamos cohibidos por lo que acabábamos de hacer. ¿Cómo podíamos haber llegado tan lejos?

―Judith, verás, respecto a lo que acaba de pasar, yo no...

―Ya lo sé, Jan, no hace falta que digas nada. Por mi parte siento mucho lo ocurrido. Sé que no ha significado nada, entre otras cosas porque yo no entro en tus planes y tú tampoco entras en los míos, así que hagamos como si no hubiera pasado y ya está.

Arqueé las cejas sorprendido. No esperaba que me lo pusiera tan fácil y, lejos de sentirme aliviado, su abrupta sinceridad me molestó. Sonreí para mí porque por primera vez en mucho tiempo estaba identificando mis emociones y poniéndoles nombre. Todo se estaba revolviendo y puede que eso fuese algo bueno; después de todo, los últimos acontecimientos me hacían sentir humano.

Cuando llegamos a la casita del jardín, caminé dos pasos por detrás de ella. Como siempre, todo estaba limpio y ordenado, acondicionado a las necesidades de Holly. Llegamos a la cocina y ella abrió el arcón congelador. Sonreí al ver varias de bolsas de hielo apiladas.

―¿Y todo esto? ¿Te vas a aficionar a hacer esculturas de hielo o qué?

Se echó a reír y cogió una de las bolsas antes de cerrar el arcón de un golpe contundente.

―Cada uno tiene sus aficiones, pero siento decepcionarte, no tengo ni idea de esculpir hielo; todo esto es por Holly, sus fiebres y demás, ya sabes...

—Ah...

Me dedicó una resplandeciente sonrisa y me quedé unos segundos en shock. Cuando pude reaccionar le arrebaté la bolsa para llevarla yo, pero no llegué a avanzar. Mis ojos se quedaron nuevamente prendados de ella, con la tenue luz del porche que se filtraba a través de la ventana se veía aún más hermosa, por lo que sentí la necesidad de detenerme a contemplarla. Era obvio que estaba un poco achispado, lento de reflejos y algo cansado también, pero en ese momento no pensar en nada y concederme un minuto para mirar a la chica que tenía delante era una prioridad absoluta; hasta ese día no me había atrevido a hacerlo con ninguna otra, pero en esa ocasión quería contar las diminutas pecas de sus mejillas, atravesar su mirada verde esmeralda, estudiar los movimientos de sus labios al hablar... quería memorizar todo lo que tenía que ver con ella.

Judith aguantó mi mirada poco tiempo, la desvió al suelo y luego volvió a alzarla. En cuanto sus ojos me encontraron la noté diferente y, sin mediar palabra alguna, volvió a besarme. Se lanzó sobre mí sin que pudiera detenerla, era rápida, salvaje y tremendamente hábil. No toda la culpa fue suya, ella había iniciado el beso dos veces aquella noche, pero yo se los había devuelto con creces. La deseaba y eso me excitaba y me ponía furioso al mismo tiempo; de todas las mujeres del mundo, tenía que ser precisamente ella.

Mis emociones se alimentaron del beso. Dejé que me abrazara el cuello y hundiera los dedos en mi pelo mientras su beso se expandía por todo mi cuerpo, atravesándome, llegando incluso a lugares recónditos. Ella llevaba la iniciativa en todo momento, me utilizaba como a un juguete, moviéndome constantemente para acomodarme a sus demandas y lo curioso es que yo no me resistía, quería que lo hiciera, quería que fuese ella quien tomara el control porque tenía miedo de mí mismo, de lo que podía llegar a hacer si me dejaba vía libre o peor aún, de cómo podría reaccionar después.

Mientras me empujaba con sutileza, sus manos se infiltraron dentro de mi camiseta y la suavidad de sus dedos me produjo un escalofrío. Mi respiración se aceleró y cerré las manos en fuertes puños para no volver a tocarla, ahora estábamos completamente solos y nadie podía interrumpirnos, si rebasábamos los límites no podríamos parar.

Antes de que las cosas se descontrolaran Judith tuvo un momento de lucidez y se separó de mí tocándose la frente al mismo tiempo.

―Creo que he bebido demasiado... ―susurró dándose la vuelta―. No me encuentro bien...

Entonces todo aconteció a cámara rápida. Se dio la vuelta y corrió hacia el cuarto de baño y lo último que escuché fue el sonido de la cisterna. Cuando salió del baño diez minutos después vi que estaba muy pálida.

―¿Estás bien? ―me atreví a preguntar.

―Oh, mierda, Jan... ¿lo he vuelto a hacer? Te he besado, ¿verdad?

Me quedé petrificado. ¿En serio no lo recordaba?

―Eh... ―No sabía qué decirle―. No, que va... Te has puesto blanca y has salido corriendo.

Emitió un suspiro de alivio.

―Menos mal. ―Sonrió―. Ahora me encuentro mucho mejor y no pienso beber nada más esta noche, todavía estoy algo revuelta.

―Deberíamos regresar ya ―dije mostrándole la bolsa de hielo―, creo que ellos sí quieren seguir bebiendo.

Se puso en marcha enseguida y yo la seguí. Era mejor así, de este modo nos evitábamos las explicaciones, pero una parte de mí, un pequeño brote de orgullo se sentía molesto de que ella tuviese esa facilidad para olvidar o para confundir la realidad con sueños.

Regresamos a la fiesta y nos dimos cuenta de que esta vez la acción estaba dentro de la casa, aunque con una gratificante sorpresa: el capullo se había ido. Sin duda había captado el mensaje y eso me hizo regodearme de satisfacción. Nathan también había decidido retirarse y solo quedábamos las chicas, Javi y yo. Me senté en el sofá junto a mi amigo y traté de seguir con la conversación.

―Antes hacíamos unas fiestas increíbles, tendríais que haberlas visto, podíamos aguantar hasta las diez de la mañana y seguir frescos como una rosa...

Miré a Javi con escepticismo tras ese comentario.

―Pues yo recuerdo que muchas de esas noches te quedabas dormido en cualquier sofá.

Sonrió y me miró con picardía.

―Solo era una cabezadita, el que solía irse cuando las cosas se ponían interesantes eras tú, pasabas tanto tiempo en tu habitación rodeado de ordenadores... ¿te acuerdas?

Me incliné sobre la mesa y alcancé el paquete de tabaco; esta prometía ser una noche muy larga. No obstante, cuando reparé en Holly y recordé su bombona de oxígeno volví a meter el cigarrillo en su caja.

―Éramos más jóvenes.

―Esta es mi primera fiesta ―comentó Holly acercándose a Judith en el sofá―. Pero espero que no sea la última, ¿al final has podido conseguir entradas para el Networking Event?

Me miró a los ojos y sonreí de medio lado. Lo cierto era que hace unos días recibí una carta con todas las acreditaciones de acompañantes que había solicitado. Tuve que mover algunos hilos, hablar con muchas personas y hacer promesas a otras tantas. Puesto que tenían muchas ganas de conocerme personalmente algunos empresarios del sector, acataron todas mis demandas sin hacer preguntas, pero yo había decidido omitir el detalle de que había conseguido las entradas, esperaba que se olvidaran de eso y no tener que acudir a un acto que me daba bastante pereza.

―Holly, sabes que es muy difícil, normalmente dan un pase de acompañante por cada persona que va a acudir ―dijo Judith rodeando los hombros de su hermana.

―Es comprensible, pero no deja de ser una lástima... ―continuó Eli―. Hablé con mi hermano el otro día por si había una pequeña posibilidad de que pudiera colarnos en la fiesta y me dijo que era completamente imposible. Ese día hay mucha seguridad, qué le vamos a hacer.

―¿Una fiesta? ¿Acompañante? —Intervino Javi con curiosidad— Jan, ¿de verdad no puedes hacer nada? Te he visto falsificar cosas más laboriosas que unos simples pases de acompañante...

Se me escapó la risa y las chicas se giraron en mi dirección.

―Pues resulta que no me ha hecho falta falsificar nada ―dije levantando las palmas de las manos―. Lo admito, soy más importante de lo que creía y me han dado con sumo gusto cinco entradas.

Javi me miró impresionado.

―¡Joder tío! ¡¿De verdad?! ¿Cinco? ¿Yo también voy?

Le reprendí con la mirada.

―¿Tú? ¡Qué va! La quinta entrada es para el bueno de Charlie.

Todos rompieron a reír.

―De eso quería hablar, ahora que estamos solos. ¿Qué os pasa a vosotros dos? Cuando estáis juntos en la misma habitación crepita el aire a vuestro alrededor.

Miré a Javi negando con la cabeza.

―¿Y sabiendo eso vas y le invitas a venir? —Pregunté asqueado— ¡Admítelo! Te lo pasas en grande llevándome al límite.

Volvieron a reír y yo me pregunté si esta conversación era la adecuada teniendo en cuenta que Eli estaba presenciándola.

―Bueno, en mi defensa alegaré que quería encontrarme con el antiguo Jota, llámame nostálgico, pero quería volver a ver esa cara de cabreo y cómo buscabas, de forma sutil, la forma de deshacerte de él. Y mira por dónde no me he equivocado.

Sonreí.

―Reconozco que en ocasiones Charlie puede llegar a ser un fastidio, pero es un auténtico genio en lo suyo. No únicamente es el mayor entendido en fibrosis quística del hospital y uno de los mejores cirujanos del mundo, además tiene una larga lista de espera. Yo le admiro por su dedicación y trabajo.

Asentí, lanzando una afilada mirada a Javi; ya debería haber supuesto que Eli era su compañera de trabajo y rompería una lanza a favor de ese capullo.

―Y nosotras tenemos la suerte de poder contar con él ―continuó Judith, acariciando el pelo rizado de su hermana.

Eli acabó su copa y se echó a reír.

―Es muy divertido ver cómo te persigue a todas horas y tú buscas cientos de excusas para esquivarle. No sé mucho de él porque es bastante reservado en cuanto a su vida privada se refiere, pero se nota a leguas que está interesado en ti.

Judith cerró los ojos y suspiró al cielo de forma cómica.

―¡No se rinde!

―Creo que piensa que puede tener algo contigo ―confirmó Holly―, eso es que no te conoce.

Nos reímos al unísono tras ese comentario.

―Sí, es increíble cómo lo intenta una y otra vez... yo en tu lugar estaría agobiadísima, la verdad, detesto a los pesados —admitió Eli.

―Dímelo a mí... ―confirmó Judith entre dientes.

―Entonces deberías ser más clara ―apunté mirándola con gran intensidad―. Prueba con un: "déjame en paz, no quiero saber nada más de ti". Suele ser bastante efectivo.

Las chicas volvieron a reír; Javi, sin embargo, me miró fijamente a los ojos.

―Creo que todos deberíamos aplicarnos eso de ser más claros, ¿no te parece?

Me puse en tensión, temiendo que el alcohol le hiciera decir alguna tontería y después del beso que Judith y yo nos habíamos dado, todo podría dar lugar a malos entendidos.

―En fin ―continuó inclinándose sobre la mesa para servirse otra copa―, no sé si estaréis conmigo, pero este es el mejor momento de una fiesta: cuando es tan tarde que la música cae, el alcohol nos envalentona y empezamos a conocernos de verdad. Juguemos a algo.

Recosté la cabeza contra el respaldo del sofá y cerré los ojos; odiaba ese tipo de memeces con todas mis fuerzas.

—Javi, no empieces... —me quejé.

—¿Qué propones? —preguntó Judith entrecerrando los ojos.

Javi sonrió al advertir que al menos alguien tenía ganas de prolongar la noche y se acercó a la mesa donde colocó más de diez vasos de chupito en fila.

—A este juego podemos jugar todos, en lugar de alcohol usaremos contenido trampa.

—¿Qué es eso?

Holly se incorporó para no perder detalle de los movimientos de mi amigo.

—Verteremos en estos vasos un poco de agua —dijo vertiendo agua en ellos—. A continuación, pondremos sal en unos pocos y revolveremos bien el contenido de todos los vasos antes de empezar a jugar...

—¿Y qué es lo que tenemos que hacer?

«¡Genial! Eli también estaba interesada. Ninguna de ellas se imaginaba lo que venía a continuación, Javi era único proponiendo juegos que le permitieran recopilar información de la gente. Seguramente pretendía descubrir más acerca de Eli, cualquier cosa que pudiera utilizar en un futuro para conquistarla. Eso no era algo malo; al fin y al cabo, formaba parte de sus estrategias y ya le había visto hacer eso en otras ocasiones, pero lo que sí era un reto imposible para mí era jugar y acabar haciendo algo de lo que pudiera arrepentirme al día siguiente, cuando los efectos del alcohol en sangre se hubiesen disipado».

—Jugaremos al...: "yo nunca, nunca..." y diremos una afirmación que puede ser verdadera o falsa, los demás intentaremos adivinar si se ha producido de verdad o no. Quien se equivoque tiene que beber. Claro que esto es como una ruleta rusa, puede tocarte el vaso de agua o el que tiene sal; nunca se sabe.

—¡Me parece genial! —exclamó Holly contenta.

Había sido todo un detalle no incluir alcohol en el juego para que Holly pudiera participar.

—¡Me encanta ese juego! —la secundó Eli—. Me apunto.

—¡Bueno pues vamos allá! ¿Quién empieza?

—Se me ha olvidado mencionar que si alguien sabe la respuesta de antemano no puede contestar, es obvio que Judith y Holly sabrán mucho la una de la otra, igual que Jan y yo.

—Perfecto —contestó Judith y se incorporó en el asiento, preparándose para jugar.

Javi acabó de mezclar los vasos para que nadie supiera cuáles tenían la sal y luego se sentó a mi lado.

—Empezaré yo, marcaré el nivel del juego—me guiñó un ojo—. Yo nunca, nunca he robado un Ferrari.

Las chicas se quedaron boquiabiertas ante la primera afirmación y yo me cubrí la frente con la mano; no podía contestar porque sabía la respuesta; Javi había empezado lanzando la bomba más grande.

—Es mentira —se afanó en contestar Eli.

—Yo también lo creo —se sumaron Judith y Holly.

Javi me miró y yo incliné la cabeza, invitándole a continuar.

—Fue, sin lugar a dudas, mi mayor logro. Tenía catorce años y le robé las llaves a un tío que llevaba un tiempo observando. Solo deseaba conducir su coche y eso hice, al menos unos metros antes de que me estrellara contra un árbol.

—¡Vaya!

Javi asintió.

—¿Y qué pasó después? —preguntó Eli.

—Un brazo roto y una multa que tuvo que pagar mi padre, pero desde entonces ya tenía claro que me gustaban los coches.

Las chicas bebieron, algunas hicieron alguna que otra mueca antes de continuar.

—Yo nunca, nunca me he quedado dormida en mitad de un trasplante de corazón —continuó Eli, mirándonos a todos.

—Eso es mentira —se adelantó Holly—. Sería demasiado obvio si nunca te hubiese pasado, así que creo que te has quedado dormida de verdad, es decir; no un sueño profundo ni nada de eso, pero un leve pestañeo... de esos en los que tenemos microsueños...

—Puede ser —intervino Javi—. A ver, es posible. Yo a veces me quedo dormido de pie en el metro, ¿por qué no ibas a quedarte dormida en mitad de una operación?

Todos dimos nuestra opinión y Eli se afanó en contestar; parecía consternada.

—¡Madre mía! ¿Creéis que podría dormirme en un momento así? Vale que me paso la mayor parte del tiempo bostezando, pero siempre me he tomado estas cosas muy en serio.

Rompimos a reír y seguimos jugando. Teniendo en cuenta las verdades y las mentiras, pasada una hora me quedó claro que Holly estaba llena de sueños, pequeños objetivos que se había marcado en su vida esperando poder cumplirlos algún día, eran cosas sencillas como viajar, montar a caballo o subir a un barco. Eli era sumamente responsable en su trabajo, tenía poco tiempo libre porque prefería estar en el hospital a cultivar sus aficiones en casa. Javi había descubierto aspectos de su pasado ante esas mujeres e inevitablemente, había desvelado parte del mío. En lo que a Judith se refiere no dijo nada que no supiera: odiaba su vida anterior y a cada una de las personas que formaban parte de ella, exceptuando a sus hermanos, que se habían convertido en su prioridad absoluta. Mientras las risas cesaban y acabamos de beber los vasos intentando no mostrar ninguna reacción, Judith clavó su felina mirada en mí y automáticamente me puse tenso.

—Tú no has dicho nada, Jan —me recordó.

«Mierda».

—Es que a mí no se me dan bien estas cosas.

—Inténtalo —me animó Javi—. Todos lo hemos hecho varias veces. Toca que ahora tú digas algo.

Inspiré profundamente y me concedí unos minutos para pensar. Sentía la mente embotada y el estómago revuelto por los vasos con sal que había ingerido ya; no obstante, intenté seguir con el juego y dar algo de mí, para variar:

—Yo nunca he dicho a las personas que me importan lo mucho que las quiero.

Se hizo un incómodo silencio y yo temí haberme excedido con la afirmación.

—No me lo creo —empezó Holly escrutándome con la mirada.

—Yo tampoco —reforzó Eli.

Judith permaneció en silencio, observándome, pasado un tiempo se sumó a las chicas desmintiendo mi afirmación.

—¿Nunca has dicho "te quiero" a nadie, Jan? ¿Ni siquiera a tus padres cuando eras pequeño?

Suspiré y con todo el dolor del mundo negué con la cabeza.

—Desde mi punto de vista hay muchas formas de decir "te quiero" a una persona sin tener que verbalizarlo. A veces está en los pequeños gestos, incluso en las miradas... Pero comprendo que para muchas personas no decirlo con palabras resulte insuficiente.

—¿Entonces es cierto? —preguntó Holly alucinada.

—Eso me temo —reconocí.

Javi se incorporó y me dio una palmadita en la rodilla.

—Como todo en esta vida, solo es cuestión de práctica, tío.

El juego siguió pero yo ya estaba cansado. Había sido una noche repleta de tensiones con acontecimientos dignos de analizar, así que cuando me sentí con fuerzas me puse en pie y los demás lo hicieron también.

—Gracias por esta noche, nunca la olvidaré, lo he pasado genial.

Asentí a Holly y observé cómo se marchaba junto a su hermana. Javi no perdió la oportunidad de acompañar a Eli a casa, así que volvía a estar solo con mis pensamientos.

Me metí en la cama y no sé cómo ni cuándo ocurrió, solo sé que me quedé profundamente dormido y agradecí ese sueño largo y reparador, como hacía años que no tenía.


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