2. La olvidada ©

By euge_books

2.4K 328 14

ATENCIÓN: NO LEER SI NO LEYERON LA EXTRAÑA. ESTA ES LA CONTINUACIÓN. Han pasado cinco años desde la muerte de... More

Antes de leer
Prefacio: Correr o morir
Estallido
Días oscuros
Tormento
Eliminación
La estación olvidada
El esperado encuentro
Rescate
Viaje
La llegada
Secretos
Bomba de información
Advertencias
Compañía
Suposiciones peligrosas
Enemigo a salvo
Introducción a la milicia
Entrenamiento oficial
Pocas pistas

Un pequeño avance

48 11 2
By euge_books

5 de marzo de 2028

Iriana

El mes pasó rápido. Una brisa y ya habíamos progresado muchísimo.

Tessa había mantenido su palabra cuando se aseguró que nosotros mantendríamos la nuestra. Había trabajado duro para controlar mi temperamento, a veces me traicionaba, pero no tanto como antes. La terapeuta tenía una paciencia de oro y no juzgaba mi historia ni lo que había tenido que hacer. Se espantó un poco cuando hablé sobre comer carne de mi misma especie, pero comprendió que yo no había tomado la decisión y era eso o morirme de hambre. Suponía que le diría a Tessa ni bien tuviera la oportunidad, porque era un dato importante, no queríamos que me diera una rabieta y le arrancara un brazo a un compañero. Para clarificar: jamás habría entrado en mis opciones, apenas toleraba ver un trozo de carne en mi plato.

Matt avanzó también con su terapia y lo veía mejor. Estábamos mejor. Nuestros demonios aún nos perseguían en la noche, pero durante el día se dormían y dejaban que viviéramos.

El doctor Blancher continuó haciéndonos exámenes. No era muy abierto con los resultados, solamente negaba y continuaba probando otras máquinas que no sabía para qué funcionaban. Ni Matt ni yo nos animábamos a preguntar. Cuando terminaba de analizar nuestros cerebros, nos decía, a veces animado y otras decaído, que podíamos retirarnos. Tenía una charla pendiente con Tessa al respecto, porque si iba a perder mi memoria por completo lo menos que podía hacer era estar preparada.

Aquella tarde nos tocaba entrenar con ella en una de las salas privadas que habían decidido tomar prestada de otra liga. Según nos había explicado, ahora que la base estaba dentro de una SHN, a diferencia del pasado que había estado aislada y protegida por muros altos, se aplicaban otras reglas, tanto para las edificaciones y sus divisiones como para el funcionamiento correcto del ejército.

Matt sabía mucho más de esas cosas que yo y siempre que podía me explicaba. Sus prácticas habían durado solo unos meses, antes de que abandonara tras la muerte de su padre. Entrenábamos en un gimnasio techado, equipado solo con un par de máquinas de peso. Luego de fortalecer un poco los músculos, lo que cada día nos salía mejor, practicábamos técnicas de pelea y otras cosas.

―Nuestros ojos tienen la capacidad de cambiar por las emociones que sentimos ―explicó Tessa, sentada frente a nosotros en la clásica posición flor de loto. Sus manos descansaban pacíficamente sobre sus rodillas, y su expresión relajada demostraba que no era difícil para ella―. El celeste representa la tristeza, el verde la alegría, el rosa es amor, el violeta el miedo, el rojo es enojo y el negro es el odio. Si se sienten con demasiada intensidad, podrían combinarse los colores.

―¿Pueden quedarse atascados? No volver a mi color original ―preguntó Matt, confundido. Yo me frotaba las sienes, sintiendo lo que ella decía.

―No si lo controlas.

―¿Cuál es el punto? Duele y además tenemos que esconderlo, no le veo el sentido ―me quejé. La mirada de Tessa se enfocó en mí y pude ver claramente cómo el centro de sus iris se enrojecía, en un parpadeo desaparecía.

―En la nueva sociedad en la que vivimos, no hay personas que tengan esta habilidad. Podemos hacerlo gracias a nuestra alteración genética. El esconderlo causa mucho dolor, y es necesario liberarlo, siempre en espacios seguros.

Me mordí el labio inferior y cerré los ojos, intentando concentrarme en las sensaciones. Me pesaban los párpados, me sentía en un limbo antes de desmayarme, pero sin llegar a caer en la negrura. Respiré profundo cuando la primera oleada de dolor me enderezó la espalda y apreté los puños. Matt gruñó.

―Piensen en un recuerdo, el que deseen, y métanse en él. Siéntanlo todo.

Sin quererlo, la imagen de mi madre apareció en mi cabeza. Su cabello, su sonrisa, sus impecables atuendos y sus abrazos espontáneos siempre que estaba en casa. Papá no demostraba cariño como ella tan abiertamente, sino que lo hacía a escondidas, como cuando entraba a mi cuarto para darme un beso en la frente, todos los días antes de irse a trabajar. La noche anterior a la invasión lo había hecho y me había dicho esas dos palabras que hacía tanto no lo oía decir: "te amo". Habría dado mi alma para poder verlos una vez más.

El dolor de cabeza era insoportable, me pedía que lo quitara, que lo dejara libre.

Cuando abrí los ojos, Tessa me contemplaba con asombro y preocupación.

―No puedo hacerlo.

―Relájate. No funciona si estás tensionada...

―No, no entiendes ―se metió Matt, sus hombros tensos y los nudillos blancos―. Hemos sido entrenados para controlar lo que sentíamos cuando quisiéramos y en batalla.

―La única batalla que tienen que ganar es contra su propia mente. Ahora, canalicen ese sentimiento y déjenlo salir.

Tragué saliva con fuerza y volví a intentarlo. Cuando dejé que la pena y el duelo se hicieran uno, casi pude sentir mi corazón romperse en miles de pedazos. Las lágrimas bajaron incontrolables por mis mejillas, no habría podido detenerlas de haberlo querido. Sin embargo, el peso en mis hombros y cuello había disminuido considerablemente. Al abrir los ojos, Tessa me enseñó un espejo.

Mi característico color verdoso había sido reemplazado por una brillante tonalidad de celeste. Poco a poco se fue desvaneciendo y mi corazón volvió a latir con normalidad.

Los ojos de Matt habían adquirido un tinte violáceo. Sus comisuras temblaban y se estaba pasando las manos por las rodillas, intentando limpiarse el sudor.

―Tranquilo, todo está bien ―susurré, pasándole las manos por el pelo de la nuca. Mi otra mano se aferró a su mano y la apreté hasta que sus ojos dejaron de brillar y su mirada me devolvió a un chico roto con ojos pardos―. ¿Joe?

Asintió brevemente. Tessa no había emitido palabra, estaba anotando en su cuaderno con la vista dividida entre sus apuntes y nosotros.

―Terminamos por hoy. Pueden ir a descansar. Creo que en el comedor están horneando pasteles.

Acepté la oferta, porque me estaba muriendo de hambre. Entrelacé mi brazo con el de mi amigo y comenzamos a caminar. Me di cuenta que Tessa no nos estaba siguiendo cuando llegué a la entrada.

―Iré luego ―avisó ella y se dio la vuelta para hacer cosas de Comandante, suponía yo.

Transitamos la distancia que nos separaba del comedor charlando. Tratábamos de recordar si habíamos sentido lo que Tessa había mencionado, haber estado en una situación de dolencias extremas, pero, o bien esas memorias se habían borrado o no habían existido en primer lugar. De todas formas, nuestra memoria muscular estaba intacta. Podía notar mi abdomen más firme y la piel ya no colgaba de mis brazos como peso flácido.

Le habíamos pedido al doctor Blancher que nos creara la cartilla de alimentos sin carne. No tuvo ningún problema, así que ahora comíamos alimentos vegetarianos y veganos, aunque no me incomodaba comer algo que tuviera derivados de carne o de algún animal. Los suplementos que tomábamos ayudaban a que nos acostumbráramos al cambio y no bajaran nuestras defensas.

No estábamos tan bien, pero habíamos estado peor.

Los muslos me ardían para cuando llegamos al comedor. Estaba a rebosar de gente, la gran mayoría de las mesas llenas de dulces y toda clase de chuchería que no tenía muy claro si se podía consumir aquí. A lo lejos, divisé unas caras conocidas. Kara y Carter, si mal no recordaba, estaban sentados uno al lado del otro y se hacían arrumacos como cualquier pareja feliz. Estaban rodeados por los mismos chicos que habían participado de nuestro rescate, y eso me recordó que no les había agradecido apropiadamente porque no había tenido oportunidad. Antes de que pudiéramos escabullirnos, Kara nos vio y gritó.

―¡Iriana, Matthew, vengan!

Era imposible pasar desapercibidos así.

Gracias, Kara.

Esbocé una sonrisa y caminé entre las mesas fingiendo que no notaba la forma en la que nos miraban. Detrás de mí, Matt fulminaba a un chico que se había quedado demasiado tiempo viendo mi trasero.

Gracias, Matt.

―Lamentamos interrumpir, solo veníamos a agarrar un par de pasteles y...

―¡Tonterías! ―saltó la pelirroja, Helena, quien estaba sentada al lado del chico de ojos negros―. Ahora que están aquí, pueden sentarse. Tan, muévete.

La otra chica se sentó sobre el que parecía ser su novio, quien se presentó como Dustin y nos dio una sonrisa amigable mientras rodeaba la cintura de la chica. Kara hizo lo mismo con Carter, aunque no había ninguna diferencia con la posición anterior, y nos sentamos.

Había pasado muchísimo tiempo desde la última vez que habíamos compartido la mesa con un grupo de gente. Nuestras habilidades sociales estaban algo oxidadas.

―¿Cómo van con el entrenamiento? ―preguntó la rubia. Carter me pasó una bandeja de galletas con la mano que no estaba en el cuerpo de su novia y me alentó a que tomara una―. Están deliciosas, no se van a arrepentir.

―¿Cómo permite Tessa que sirvan esta clase de alimento? Cuando yo me enlisté, solo podíamos soñar con algo así ―mencionó Matt, para sorpresa de todos, que al parecer no habían investigado esa parte de su vida que había sido parte del ejército inglés.

―Es específicamente por ella que tenemos estos días de permitidos ―contestó Carter―. No hay persona en este mundo que ame tanto las galletas como ella.

―Nadie sabe de estos gustos prohibidos. Será mejor que guarden el secreto, o los demás pensarán que tenemos trato preferencial ―dijo Helena, con cara seria. Matt y yo asentimos, ella no pudo mantener la fachada y se echó a reír―. Todo el mundo sabe que el Primer Comando disfruta de placeres como estos. Relájense.

―¿Primer Comando?

Había tantas cosas que se habían olvidado de comentarnos que ya había perdido la cuenta.

―Nosotros formamos parte de tan distinguido grupo ―comenzó a relatar teatralmente Kara. A su performance se agregó una rebanada de pastel de chocolate―, nos encargamos de las excursiones y las amenazas que se distribuyen por el país y afueras. También tenemos otros grupos, por supuesto, planes de respaldo, etc, pero no es un tema para discutir esta noche.

Matt la miró un instante, luego hizo una inclinación con la cabeza y se metió en la boca un panecillo de dulce. Yo hice lo mismo y nos limitamos a escuchar la conversación.

Se notaba lo unidos que eran. Había años de historia, luchas y cosas que no podía ni siquiera imaginar. El chico de los ojos oscuros, Curtis, me miraba intensamente. Él no participaba de la charla tanto como los demás, parecía un tipo reservado y serio, y también parecía que quería leerme la mente.

¿Eso sería posible en una época como la de hoy?

Aparté la vista y me concentré en lo que Kara decía, algo sobre una anécdota cuando recién habían conocido a Tessa. Se había desmayado luego de una lucha y Carter quería despertarla tocándole los ojos.

―En mi defensa, parecía muerta.

―No puedes decir nada en tu defensa ―interrumpió la protagonista de la historia. Portaba una cara de cansancio que no había estado allí antes y en sus manos había una cantidad considerable de carpetas. En una de ellas estaba el nombre de Matt.

―Lo siento, mi dedo encuentra su propio camino hasta tus párpados ―se mofó su amigo.

Tessa se estiró y alcanzó unas cuantas galletas para guardarlas en sus bolsillos.

―¿Harás trabajo tardío? ―le dijo Tania. Yo giré la cabeza para contemplar su rostro cuando diera la respuesta, pero simplemente le dijo que sí y se encogió de hombros, alegando que Alex tendría que esperarla un rato.

―¿Puedo hacerte una pregunta?

Matt se levantó despacio para quedar frente a Tessa, sus ojos viajando un milisegundo hacia la carpeta que contenía su apellido. Sabía sin necesidad de indagar sobre qué se trataba. La Comandante no se inmutó y alzó la barbilla, interesada y dispuesta a responder.

―Lo que sea.

Hubo un instante en el que creí que la enfrentaría, que diría algo sobre ella investigándolo, pero solo sonrió.

―¿Cuándo comenzaremos a entrenar en grupo? Ya me estoy aburriendo de verle la cara a esa mujer ―me señaló en broma. Yo dejé salir el aire y le pegué una patada en el trasero―. Me pega siempre que puede, no es justo.

Reí, un poco forzado, un poco de verdad.

―Eso es porque lo mereces.

Tessa acomodó los documentos contra su cintura y alzó la mano para darle unas palmaditas en el brazo.

―No tengo nada que decir en contra de eso, Matt. Puedes hablar con los chicos, de todas formas, estaba pautado que empezarían a partir de la semana que viene. Buenas noches, que descansen.

Le robó la taza de café a Carter, se la tomó completa y se fue carcajeándose. Yo camuflé mi disgusto. No era partidaria de los secretos, si iban a investigar el expediente militar de Matthew, quería saber por qué y con qué fines. Podía preguntarle, en cambio prefería ir por detrás de nosotros y averiguarlo por ellos mismos.

No me había dado cuenta de que estaba frunciendo el ceño hasta que una presión en el medio de mis cejas me lo alertó. Esperé que nadie se hubiera dado cuenta.

Matt fue quien salvó la situación.

―Entonces, ¿cuáles son las órdenes?

―Solemos hacer muchas cosas, entre ellas partirnos la espalda... ―comenzó a relatar Carter, su novia le pegó con una trufa en la nariz, manchándolo con chocolate.

―Entrenamos duro, pero no rompemos huesos.

Nos contaron de los diferentes espacios que utilizaban, adelantándonos un pequeño mapa para orientarnos, ya que Tessa y los demás entrenadores detestaban la impuntualidad. Nos permitían dos horas libres diarias y una opción de entrenamientos nocturnos. Dijeron que no eran obligatorios, pero que sumaban puntos de desempeño. Además, tendríamos que atender a unos exámenes dentro de unos meses, para evaluar nuestra posición y también otros tipos de habilidades, tales como electrónica y teóricas.

―¿Tenemos que estudiar historia? ―me quejé. Si había una materia que detestaba, era esa. Se resumía en dos simples cosas: humanos y error. Una y otra vez la raza humana se tropieza con la misma pared, hasta que se les cae el castillo encima y ya es demasiado tarde para evacuar. No tenía intención de aprender cómo la historia volvía a repetirse. Sin embargo, entendía que por otra parte era necesario, puesto que nos habíamos perdido de muchos años enterrados bajo tierra en aquella estación, y teníamos que ponernos al día culturalmente.

Me sentía una niña de preparatoria.

―Será cada dos meses. No es tan grave si empiezas a leer ahora ―aconsejó Tania.

Eso es algo que sí podía hacer.

Matemática, química, todas esas cosas eran como chino mandarín para mí. Yo me había dedicado al arte, había logrado entrar en una de las universidades más importantes, y luego lo había perdido todo.

―¿Hay áticos sin usar?

―Creo que hay algunos, ¿por qué?

―Nada, solo quería saber si podía pintar. No lo hago hace tiempo y la doctora Hensler cree que podría ser terapéutico.

―¿Eras artista? ―Curtis rompió el silencio por primera vez, sus ojos se ensancharon y la comisura de su boca se alzó unos milímetros.

―Ambos lo éramos ―respondió Matt por mí. Una mano pesada cayó sobre mi hombro―. Iriana había conseguido entrar a la Escuela de Artes Sheffield Moore, tenía un gran futuro por delante.

Las lágrimas se arremolinaron en mis ojos. Había trabajado muy duro para armar esa carpeta, ahora no valía nada. Matt también lo había intentado, pero no lo había conseguido. No sabía qué era peor, si haber estado a punto de cumplir tus sueños o no haberlos cumplido en lo absoluto.

―Estoy segura de que encontrarán algún lugar ―dijo Kara con una sonrisa de aliento.

A partir de ese entonces, la conversación giró en torno a chistes y anécdotas. Ni Matt ni yo participamos tanto, nos limitamos a escuchar y sonreír. Cuando el reloj dio la una de la madrugada, el comedor ya estaba vacío. Carter y Kara se despidieron, no sin antes recordarnos que tendríamos que reunirnos más seguido.

Matt y yo caminamos abrazados bajo el cielo encapotado. Algunos copos de nieve habían comenzado a caer y él intentaba atraparlos con la lengua. Ese era el amigo que recordaba. Tal vez, después de tanto sufrimiento, por fin estábamos volviendo a encontrarnos.

Continue Reading

You'll Also Like

52.7K 2.7K 18
𝙻𝚞𝚌𝚒𝚏𝚎𝚛 𝚛𝚎𝚢 𝚍𝚎𝚕 𝚒𝚗𝚏𝚒𝚎𝚛𝚗𝚘 ¿𝙷𝚊𝚌𝚒𝚎𝚗𝚍𝚘 𝚞𝚗 𝚝𝚛𝚊𝚝𝚘 𝚌𝚘𝚗 𝚎𝚕 𝚐𝚛𝚊𝚗 𝚝𝚎𝚖𝚒𝚍𝚘 𝚍𝚎𝚖𝚘𝚗𝚒𝚘 𝚍𝚎 𝚕𝚊 𝚛𝚊𝚍𝚒𝚘...
176K 4.4K 44
One shots de futbolistas. PEDIDOS CERRADOS.
14.8K 1.4K 19
izuku midoriya un chico de 16 años quirkless con el sueño de ser un gran heroe le ocurrira algo que le cambiara el destino que tenia no soy dueño de...
64.8M 6.2M 118
¿Qué harías si una noche encuentras a un chico semi desnudo y cubierto de sangre en tu patio? ¿Qué harías si es atractivo, pero también es perturbad...