Cuando Mina no podía conciliar el sueño solía bajar a su jardín, en las noches cálidas del verano.
Aquella noche en particular su insomnio no le permitió dormir por más que lo intentara, así que dejó la cama al lado de su esposa con cuidado para no despertarla y bajó las escaleras sin hacer ruido, porque Haewon tenía el sueño tan ligero que dormía con una almohada sobre su cabeza para no ser molestada por los ruidos que pudieran arrebatarle su descanso.
Corrió la puerta de vidrio y se sentó a admirar la luna menguante, con la brisa afable y las estrellas de compañía. Sentía que podía perderse en la imagen de las constelaciones, o en el oscuro césped alumbrado por la pálida luz de luna.
Apareció una luciérnaga, y no se sorprendió cuando más se unieron a esa solitaria criatura.
— Que bonitas... — exclamó en voz alta con su suave voz.
— De verdad que lo son.
Se sobresaltó un poco cuando escuchó a Chaeyoung detrás de ella. La coreana se sentó a su lado, incluso vestida con pijamas se veía hermosa.
—¿Otra vez no puedes dormir? —preguntó, retirando unos mechones oscuros de la frente de la mayor.
Mina suspiró y negó con la cabeza. Chaeyoung bajó la mirada con preocupación, quería que su esposa descansara sin problemas, pero últimamente sus episodios de insomnio eran más frecuentes.
— Lo bueno de no poder dormir es que no me pierdo cosas como esta. —Mina señaló a las luciérnagas que parpadeaban en luces intermitentes, encendidas en la noche como pequeños faroles.
— Supongo que ese es el lado bueno. — Chaeyoung observó a las noctilucas volando en su jardín.
— Intento ser como tú en ese aspecto. Jamás te has quejado de nada malo porque siempre encuentras lo positivo en todo.
Chaeyoung se encogió de hombros.
—Es algo que no puedo evitar.
— No lo hagas, es maravillosa esa manera de pensar.
Se sonrieron mutuamente. Los años les habían regalado tantos momentos difíciles que aprendieron a pintar soles en las nubes grises.
— A Haewon le encantaría ver esto. No por nada su gato se llama Hotaru.
(N/A: 'Hotaru' en japonés significa luciérnaga).
— Concuerdo contigo, le fascinaría ver esto.
—No está bien hablar de las personas a sus espaldas...
Una voz aguda de niña, pero ronca y balbuceante, se unió a ellas.
Su hija, descalza en sus pijamas largas, caminó hacia ellas, frotándose los ojos con una mano. Tenía el cabello castaño apuntando en todas las direcciones y un puchero en los labios.
—¿Qué haces despierta a esta hora, mi amor? —Mina preguntó preocupada, estirando un brazo hacia ella para que se acercara.
— Mami Chaeyoung me despertó con sus ruidosas pisadas.
La mayor de todas las presentes le dirigió una mirada acusadora a su esposa, que se rascó el cuello apenada
— Discúlpame, Hae.
La niña se acercó a ellas y mientras su vista se ajustaba a la poca luz que había en el patio, las adultas le hicieron un lugar en medio de ellas para que se sentara a acompañarlas
—¿Ya viste lo que hay ahí? —Chaeyoung señaló hacia delante.
—¿Qué cosa? —Haewon abrió los ojos por completo y se dio cuenta de las muchas luciérnagas decorando su jardín.
—¡Woah! ¡Qué preciosas! —La niña saltó de donde estaban sus madres y corrió hacia los insectos luminosos, pies descalzos en la hierba fresca—. ¡Hotaru debería de verlas! Pero es un gato flojo. —Haewon comenzó a dar vueltas y bailar en medio de todas las luciérnagas que había.
Chaeyoung acercó a Mina hacia sí misma, para que la mayor se recargara en su pecho.
—¿Ves? El lado bueno. Si estuviera durmiendo me habría perdido a mi bella hija siendo ella misma, y a mi adorable esposa sosteniéndome a su lado. Debo agradecerle a Dios por estos pequeños momentos que me regala con mi familia, porque son los que valen más.
Chaeyoung le concedió un beso en la frente.
Mina tenía razón. Ni los sueños eran más hermosos y magníficos que esa realidad.