2. La olvidada ©

By euge_books

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ATENCIÓN: NO LEER SI NO LEYERON LA EXTRAÑA. ESTA ES LA CONTINUACIÓN. Han pasado cinco años desde la muerte de... More

Antes de leer
Prefacio: Correr o morir
Estallido
Días oscuros
Tormento
Eliminación
La estación olvidada
El esperado encuentro
Rescate
Viaje
La llegada
Bomba de información
Advertencias
Compañía
Un pequeño avance
Suposiciones peligrosas
Enemigo a salvo
Introducción a la milicia
Entrenamiento oficial
Pocas pistas

Secretos

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By euge_books

12 de febrero de 2028

Iriana

A la mañana siguiente, me sentía un poco mejor. Las secuelas de esos años descuidándonos todavía estaban bajo la superficie. Las vitaminas que me transmitían por una sonda hicieron su efecto, al igual que los pequeños tentempiés que nos habían acercado por la noche.

Fui la primera en despertar. Matt seguía en el séptimo sueño, con la boca semi abierta y un hilillo de baba cayendo por el costado. Hacía tiempo que no lo veía tan relajado, y rogué para que no tuviera pesadillas como las que me habían perseguido a mí.

A las siete en punto (lo supe por el reloj electrónico que descansaba sobre la mesa de luz entre nuestras camas), una enfermera vino a chequearnos. Hizo un par de anotaciones en su libreta bordó con estampado de ositos y dijo que traería el desayuno en breve. Parecía que había habido una especie de fuga en un edificio y habían ingresado pacientes. Claramente se le había escapado la información.

―¿Dónde está Tessa? ―pregunté antes de que se fuera.

―No tardará en venir. Coordinó el rescate junto su equipo Beta.

¿Beta? ¿Primer Comando? ¿Eso eran lo mismo? Supuse que era parte de lo que tenían que explicarnos.

Matthew abrió los ojos cuando la bandeja con delicias dulces cruzó la puerta. Me dio los buenos días con la boca llena de comida y yo le revoleé mi servilleta como premio. El doctor Blancher llegó poco después, con una sonrisa que enseñaba sus dientes blancos a pesar de la edad, y con buenas noticias: podríamos irnos, si los resultados de los últimos estudios daban por encima de lo científicamente aceptable.

―Espero que hayan dormido bien.

―Con esto haciéndome un masaje que no he pedido no creo que pueda considerarse como una buena noche ―contesté con sarcasmo.

―Lo desconectaré enseguida, de todos modos, ya no los necesitan.

El alivio fue instantáneo cuando los electrodos pegajosos se quitaron de mi pecho. No me agradaban las sensaciones que despertaban. Por un instante, la imagen de Rowan se confundió con la antigua versión de Elton, aquella que atesoraba en mi memoria, antes de que me abriera en dos como una sardina.

Sacudí la cabeza y controlé el impulso de golpearlo. Me repetí mentalmente que no era motivo de mi ira. Respiré profundo y me incorporé, utilizando el control de la camilla para enderezarla automáticamente. Matt hizo lo mismo y aprovechó para bajarse todo el vaso de agua, abriendo la mandíbula de una manera atroz. Realmente me sorprendió que no se la dislocara.

―Tessa vendrá a verlos más tarde.

―¿Por qué? ¿Será nuestra niñera a partir de ahora?

Soné borde, tal y como pretendía. ¿Cómo podía confiar en alguien cuyo padre me había convertido en una máquina de matar? ¿Acaso se podría superar esa línea?

―Dado que ella y su equipo los encontraron, es lógico que quiera asegurarse de que están bien. Además, es la Comandante. Ir contra sus órdenes implicaría un castigo por la ley.

Tenía un punto allí. Me encogí de hombros y me limité a comer en silencio las sobras de mi comida. A lo mejor, si pensaba en otras cosas, las horas transcurrirían más rápido. Desafortunadamente, iban más lento. Matt comenzaba a desesperarse por mis suspiros exagerados y vi que estaba barajando la posibilidad de tirarme la taza a la cara.

Dos toques resonaron y la puerta se abrió, revelando la larga cabellera marrón de nuestra salvadora. Llevaba el mismo uniforme del día anterior, seguramente no había tenido tiempo para cambiarse. Estaba sudada y sus ojeras delataban lo cansada que estaba, pero su sonrisa amable contrastaba con cualquier impresión que hubiera tenido.

―Buenas tardes. ¿Cómo se sienten?

―Con ganas de salir corriendo de aquí ―contestó mi amigo. Ella se rio y asintió antes de tomar asiento a mi lado.

―Rowan dijo que están en condiciones. Vine para traerles algunos suministros y a guiarlos.

Se me estrujó el corazón ante la última palabra. Daba por sentado que íbamos a quedarnos, pero quería volver a Londres. Todos nuestros recuerdos estaban allá, estar bajo la tutela de la hija del maníaco que causó el desastre mundial no formaba parte de mis planes. Sin embargo, en vista de que no parecían dejarnos ir, me había resignado.

―Verán ―siguió diciendo Tessa―, la base cuenta con varias áreas aparte del ejército. Los nuevos reclutas siempre serán bienvenidos, aunque entenderé si esa no es su decisión. También pueden ayudar a la comunidad, conseguir trabajos, en fin, vivir una vida normal dentro de las posibilidades.

Matt la interrumpió.

―Si decidiera ir por la opción fácil, ¿podría conservar mis sais?

―Los ciudadanos tienen prohibido el uso de las armas a menos que pertenezcan a algún organismo de la ley, de modo que no, no podrías.

―Qué aburrido, mujer. Entonces tendré que unirme a tu séquito de barbies. No me queda otra.

―¡Matt! No lo hemos discutido aún ―le reproché, pero el mero pensamiento de no usar mis katanas era aterrador. Con ellas me sentía segura, eran mis hermanas, mis compañeras. Sería imposible vivir sin ellas. Se encargó de resaltar ese hecho un segundo más tarde, dejándome muda.

Todavía me quedaba un poco de alma, ¿o no? Una parte de mí quería intentarlo. La otra, la que seguía dudando, me susurraba que lo pensara mejor. Con todo lo que habían expuesto, no había mucho que analizar más que dar una respuesta.

―Hecho.

Tramitamos la salida del hospital lo que pareció una eternidad y Tessa no paró de hablar en ningún momento. Escucharla decirnos lo bien que la pasaríamos haciendo ejercicio y fortaleciéndonos me reconfortaba hasta cierto punto, pero otra parte de mí sentía que estaba desviándose de temas mucho más importantes.

―La comida en la base es deliciosa, pero hay que racionarla porque hemos incorporado a más cadetes en los últimos años ―bromeó. Sonreí por educación y mi estómago traicionero la secundó.

Agité las manos para quitarme el temblor nervioso que se había apoderado de ellas. Tessa estaba pintando todo como una aventura de la que no nos arrepentiríamos, era su trabajo como comandante. Era todo un acto, por la postura de sus hombros y la curva de su sonrisa. Mi pecho se hundió cuando siguió hablando y yo solo quería decirle lo que pensaba de su estúpida cama y los sillones de cuero para leer.

Caminamos hasta una camioneta, donde Alexander estaba esperándonos en el lado del conductor.

―Tendré que llevarlos a la central para que se registren correctamente ―dijo nada más acercarnos. En mi interior musité un "hola" en tono irónico.

―Puede esperar hasta mañana ―contestó su novia y lo miró con una expresión extraña.

Subimos atrás y nos quedamos en silencio mientras ellos hablaban de algo que no entendía. Probablemente utilizaran un código porque no éramos miembros oficiales del ejército.

Por mi parte, no se me borraba de la cabeza el intercambio que había tenido con el doctor Blancher a nuestras espaldas y que había dejado varios interrogantes. Abordarlo en un auto no era ni de cerca el escenario adecuado. Me pregunté si pensaban llevarnos a una sala de esas de las series de investigación que solía ver con mamá para tener la verdadera conversación.

Matt alargó la mano para tomar la mía, la apretó para separarlas y dejar de lastimarme. Inconscientemente me había estado clavando las uñas y ahora me escocían. Esbocé una mueca de agradecimiento y permití que la sostuviera el resto del camino. Dejó de doler al cabo de unos segundos.

Me desconecté, dejé de pensar solo por un segundo para admirar el paisaje que se extendía frente a mí. Los edificios se alzaban en la distancia, como una ciudad en crecimiento. No quería destrozar sus sueños, pero fuera seguía siendo igual. La perfección no duraría mucho, tarde o temprano, la realidad que habían construido se desmoronaría y todo lo que habían querido olvidar aparecería de nuevo. Como la historia siempre mostró.

―Bienvenidos a la Base Sur.

Frenamos delante de una verja que se abrió con un pitido automático. La calle estaba en cuestionables condiciones, cada bache se sentía como una pequeña montaña rusa. Continuamos hasta que llegamos a una caseta de vigilancia a unos doscientos metros de la entrada, y saludaron a un guardia que se encontraba dentro. Este vestía un uniforme diferente y tenía cara de que le habían asignado el peor trabajo del mundo. Registró la entrada y unos cuantos metros más adelante había una cabaña de troncos. Se notaba a leguas que era vieja y me sorprendía que estuviera en pie todavía.

Bajamos del vehículo y nos aproximamos a la entrada. Me di cuenta antes de ingresar que era un comedor, uno de los tantos que conocería. Se respiraba el aroma a bollos recién salidos del horno y a café caliente.

―Doy por hecho que querrán comer antes de llenarse de información ―dijo Tessa, animada―. Me muero de ganas de un tentempié desde la mañana.

Con el ajetreo y las demás cosas, me di cuenta que era pasada la hora del almuerzo y mis entrañas se hacían oír. Lo acepté a regañadientes y Alex abrió la puerta para que pasáramos.

Al menos un tercio del ejército estadounidense estaba allí. Carne fresca no pasaba desapercibida. Mucho menos nuestra carne. Estaba consciente de cada par de ojos que pinchaba mi piel y comencé a agitarme. Había pasado años sin contacto estrecho con otras personas, los amigos de Tessa eran una cosa, pero enfrentarme a decenas de ellas en pocos días era desear demasiado.

En una de las mesas cercanas a la barra de madera del fondo, estaba él. El enigmático Curtis no me quitaba la vista de encima. La esquina de su boca estaba erguida hacia arriba en una pequeña sonrisa. Creo que se la respondí a medias, pero luego me di la vuelta y salí despedida hacia el exterior, donde no había nadie que pudiera acribillarme a preguntas.

Matt me siguió con semblante preocupado y me abrazó por detrás. Sus manos se posaron en mis brazos y se movieron de arriba abajo, intentando que entrara en calor. El frío de aquí no era nada comparado con el de Londres, pero de todas formas tenía los vellos erizados.

―Tranquila. Todo estará bien ―me susurraba una y otra vez.

―Esa gente... me miraba como...

―Lo sé. Yo también estaba ahí.

Bueno, eso no me dejaba tranquila, pero al menos mis pulsaciones estaban bajando. Cuando estuve segura de que no saldría corriendo, me liberé y lo enfrenté. Le apreté la mano con fuerza.

Tessa salió de la cabaña agitada y respiró profundamente al verme.

―Ahí estás. Lo lamento, no pensé que sería un problema. Nos iremos de aquí rápido y hablaremos, lo prometo.

Me zafé del agarre de Matt y la miré, desafiante. Su faceta amable cayó un poco cuando lo hice.

―¿Hablar de qué, exactamente? ¿De la verdadera razón por la que estamos aquí? ¿De tus cuchicheos a nuestras espaldas? ¿Algo que en serio sea verdad? ―exploté. Tragó duro y su máscara se esfumó de un segundo a otro, dejándome ver a una comandante fría y calculadora, pero en sus ojos había un brillo peculiar. ¿Miedo? ¿Decisión?

Se cruzó de brazos y asintió lentamente.

―Puedo decírtelo, pero no en ese estado. Estás alterada, y para comprenderlo todo deberás estar tranquila.

Mi respiración errática me delataba. Era cierto. Desbordaba emociones y no sabía cómo controlarlas, además, me dolía muchísimo la cabeza y detrás de los ojos. Si hubiera tenido mi katana, ya la habría atravesado con ella, por simple método de defensa y mi pobre dominación de impulsos.

―Bien. ¿Dónde me llevarás? ¿De nuevo al laboratorio? ―cuestioné. Ella negó con la cabeza y le hizo una seña a alguien que estaba detrás de nosotros y a quien no habíamos notado.

Me atraparon con los brazos a la espalda y me bajaron la cabeza hasta que mi barbilla chocó con mi pecho. Me revolví, angustiada, incapaz de gritar y de luchar. De reojo, vi que Matt estaba en la misma situación.

Una aguja larga y gruesa se insertó en mi brazo y un líquido caliente se extendió por mis venas con total rapidez hasta que mi visión se oscureció y caí inconsciente.

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