La primera canción

Por JoanaMarcus

7.1M 718K 2.1M

SEGUNDA PARTE DE 'LA ÚLTIMA NOTA', DISPONIBLE EN MI PERFIL Apenas sé nada de ella. Sé que le gusta la música... Mais

LA PRIMERA CANCIÓN (+ preguntas y respuestas)
Capítulo I
Capítulo II
Capítulo III
Capítulo IV
Capítulo V
Capítulo VI
Capítulo VII
Capítulo VIII
Capítulo IX
Capítulo X
Capítulo XI
Capítulo XII
Capítulo XIV
Capítulo XV
Capítulo XVI
Capítulo XVII
Capítulo XVIII
Capítulo XIX
Capítulo XX
Interludio
Capítulo XXI
Capítulo XXII
Capítulo XXIII
Capítulo XXIV
Capítulo XXV
Capítulo XXVI
Capítulo XXVII
Capítulo XXVIII
Capítulo XXIX
Capítulo XXX
Capítulo XXXI
Capítulo XXXII
Capítulo XXXIII
Capítulo XXXIV
Capítulo XXXV

Capítulo XIII

147K 17.5K 14.3K
Por JoanaMarcus

XIII - PASTELES


No estoy segura de cuánto tiempo ha pasado, pero ahí sigo, congelada en mi sitio. Jane ha desaparecido en el interior de la casa, y yo soy incapaz de moverme.

Sin embargo, todo el mundo sigue mirándome. Especialmente Astrid y Ashley, que parecen pasmadas. Tommy es el único que se muerde el labio para no reírse, mientras que Rebeca parpadea como intentando recuperarse de la impresión.

¿Mi cara? Mejor no saber cuál he puesto, porque honestamente no sé cómo me siento en estos momentos.

Por fin consigo volver en mí, y lo hago justo a tiempo para oír la carcajada nerviosa que suelta Rebeca. Dice algo, no sé el qué, y el grupo entero se ríe con la misma incomodidad antes de seguir jugando. Yo miro en dirección a la puerta por la que ha desaparecido Jane.

¿Debería seguirla?

¿Sería peor si lo hago?

Yo lo haría, que sino nos quedamos sin argumento.

Al volverme hacia delante, encuentro la mirada de Astrid, que se apresura a apartarla. Pese a que al inicio de la fiesta me ha parecido que se enfadaría por algo así, no siento que ahora mismo esté furiosa. Está, más bien... triste. Agacha la mirada y veo cómo juguetea con su copa solo para tener alguna distracción.

—Oye, Livvie —dice entonces Tommy, tan tranquilo como si no hubiera pasado nada—, ¿no tenías que ir al baño?

—¿Yo?

—Sí, tú.

—¿En qué moment...?

—Que. Vayas. Al. Baño.

—Aaaaah... sí, vale.

Me pongo torpemente de pie, como si ahora me costara mantener el equilibrio, y me marcho mientras ellos siguen jugando. Me giro una última vez y veo que Rebeca me levanta los pulgares en señal de ánimos. No sé si necesito ánimos o un milagro, la verdad.

Entro de nuevo en la casa de Ashley, que siento que ahora está mucho más llena que la última vez que la he cruzado. Con una mueca, consigo abrirme paso entre la masa de gente que pasea de un lado a otro, tratando de salvar sus bebidas, y me choco varias veces con completos desconocidos.

Ya estoy empezando a agobiarme cuando consigo salir al patio delantero de la casa. Me quedo mirando a mi alrededor, confusa, pero no hay rastro de ella. Lo más seguro es que ya se haya ido, pero solo por si acaso me acerco a una parejita que está sentada en los escalones de la entrada.

—¿Habéis visto a una chica alta, de pelo oscuro y cortito, con muchos piercings y pulseras, que caminaba como si quisiera cargarse a alguien?

Uno de los chicos parpadea, confuso.

—Eh... no.

El otro, sin embargo, le mete un codazo que casi le deja sin costillas.

—¡Creo que sí!

—¿De veras? —pregunto, ahora con un poquito de esperanzas.

—Sí, sí. Ha salido, se ha parado en medio del patio para gritarle a alguien y acaba de irse por esa calle de ahí.

Vale, ¿me estará engañando para secuestrarme o realmente se trata de Jane?

Solo hay una manera de descubrirlo.

Me apresuro a correr en la dirección que me ha indicado. Se trata de un callejón que da con una de las calles principales, así que podría ser que Jane se haya marchado por aquí. Sobre todo, si no hay nadie que pueda acompañarla en coche. Bajo por la acera. Mis pasos resuenan en las paredes del callejón, que está completamente desierto, y es el único sonido que me acompaña hasta que llego a la calle principal.

Aquí sí que hay mucha gente, la mayoría jóvenes que vuelven o se van de fiesta por algún lado, y coches que no dejan de ir de un lado a otro. Esquivo a un grupo de forma tan patosa que me miran mal, pero no me importa, porque de repente veo un destello reconocible al otro lado de la calle.

Y... ¿qué haría una persona decente y normal?

Pararse en el semáforo y esperar que se ponga verde.

Pero ¿qué hago yo?

Cruzar corriendo, por supuesto

Echo a correr y, a medio camino, oigo un claxon justo al lado de mi cabeza. Suelto un chillido de disculpa mientras que la carretera se llena de maldiciones e insultos, y de alguna forma consigo llegar viva al otro lado de la carretera.

He sido tan poco discreta que Jane, igual que todos los peatones, se ha parado y me mira con perplejidad. No puede importarme menos. Me paro a su lado, hiperventilando por la maratón que acabo de hacer, y me apoyo en las rodillas.

—Pero ¿qué...? —empieza.

—Por favor —digo entre jadeos—, no me grites ahora..., no tengo oxígeno para responderte.

Lo digo de forma tan lastimera que se apiada de mis pulmones y contiene una sonrisa. No obstante, se le borra muy rápido.

—¿Te has vuelto loca? —ataca—. ¿Acabas de cruzar cuatro carriles de golpe?

—Es que, si gritaba que te detuvieras, no me habrías oído.

—¡Podrías haberme mandado un mensaje! ¡Bienvenida al siglo veintiuno!

Parpadeo varias veces. Pues no le falta razón.

—Vaya —murmuro—. Pensaba que esto quedaría como un final de película dramática, pero ahora me siento un poco ridícula.

—No, no te sientas ridícula, no me refería a... —Hace una pausa, se pellizca el puente de la nariz y luego sacude la cabeza—. Da igual. Me voy a casa.

—Espera, solo quería decirte...

—Ahora mismo, no me interesa.

—¡Pero solo quiero...!

—¿No puedes dejarlo estar? —espeta de pronto, y yo doy un pasito atrás, a lo que ella suspira—. Mira, ahora mismo no... no me interesa, ¿vale? Solo necesito un respiro social. Quiero volver a casa.

Abro la boca, a punto de ofrecerme a acompañarla, pero al final decido callar. No me esperaba que me rechazara antes incluso de poder hablar.

—Vale —murmuro.

Jane asiente, aliviada.

—Pásatelo bien en la fiesta.

No espera una respuesta, sino que se vuelve y echa a andar en dirección opuesta. Me quedo mirando su espalda con una mueca y, cuando empieza a estar alejada, me resigno a volver.

Y entonces se gira de nuevo en mi dirección.

—No —dice, un poco fuera de contexto, y me quedo tiesa por si acaso. Especialmente cuando se planta delante de mí y me señala con un dedo—. Tú deberías ser la que se va, no yo.

—¿Eh?

—¡Que tú eres la que la cagó, no yo! Deberías ser tú la que se va derrotada a casa. Y yo, después de una noche horrible fingiendo que me lo paso bien con los demás, volvería a mi casa y me haría la interesante dos días antes de dejar que te disculpes.

—Em...

—Así que ya sabes.

—No creo que ahora mismo sepa nada.

—¿No has entendido lo de las disculpas?

—¿Quieres que me disculpe? —repito, confusa—. ¡Si acabo de intentar hacerlo y no me has dejado!

—¡No has insistido lo suficiente!

—Pero ¿qué te crees que tengo en la cabeza?, ¿un manual de instrucciones?

—¡No finjas que no me has entendido!

—¡Lo que he entendido es que quien ha besado has sido tú, no yo!

—¡Solo he hecho lo que tú no tuviste valor para hacer!

—¡Estaba haciendo las cosas... más interesantes! ¡Y deberías disculparte por besarme a traición!

—¡La que jode las cosas es la que se disculpa!

—¡ES LO QUE INTENTO HACER!

—¡PUES HAZLO!

—¡LO SIENTO, JODER!

—¡ESO NO HA SIDO DE CORAZÓN!

De nuevo, abro la boca para decir algo de lo que me arrepentiré y, muy sabiamente, decido callármelo. Cierro los ojos un instante, respiro hondo, y, cuando vuelvo a mirarla, lo hago con la paz mental de un profesor de yoga.

—A ver —digo con tono controlado—, tú has dicho cosas, yo he dicho cosas... diría que hemos llegado a un punto de inflexión.

Un poco más calmada, ella se cruza de brazos.

—¿Y qué quieres decir con eso?

—Que hoy estamos demasiado alteradas para llegar a una solución pacífica.

—¿Entonces? ¿Cada una a su casa?

—Eso, o podríamos volver a la fiesta para disculparnos con Ashley por estar ignorándola en su cumpleaños.

Ante eso, veo que sus defensas bajan un poco y la cara se le vuelve ligeramente roja. Jane descruza los brazos, ahora incómoda.

—Sí... quizá tengas razón.

—No hace falta que vayamos juntas, si no quieres.

—Está bien. Podemos ir juntas.

Y eso hacemos. Volvemos andando, aunque sin apenas mirarnos. Una mira a un lado y la otra al otro, y mantenemos la sana costumbre de fingir que no nos damos cuenta de lo incómodo que está resultando el silencio.

Por lo menos, en eso os coordináis.

Sin darme cuenta, intento ralentizar mis pasos para tardar lo máximo posible en llegar a la fiesta. Una parte de mí tiene la esperanza de que, en algún momento, una de las dos diga algo y las cosas se relajen un poco, pero no llega a suceder.

Y entonces estamos otra vez en el patio trasero. Los demás ya no están jugando, pero veo a Tommy enrollándose con una chica que he visto alguna vez en clase, a Ashley y Astrid con un grupo de amigos y a Rebeca...

Oh, oh.

A Rebeca hablando con Jules.

Alerta bandera roja.

Jane ha empezado a avanzar hacia Ashley y no se da cuenta, pero yo sí. Y más cuando detecto la sonrisa incómoda pero educada de mi amiga, y la forma en la que la otra persona está intentando retenerla para decirle algo que, claramente, no debe ser muy agradable.

Mi sentido de protección se activa de forma automática, y avanzo rápidamente hacia ellas.

La verdad es que, de alguna forma, estoy preparada para lo peor. Una pelea, una discusión a gritos...

Y no. En cuanto me acerco, Jules me ve y se apresura a alejarse. Rebeca suelta un suspiro de alivio. Tarda un momento en darse cuenta de que estoy junto a ella.

—¿Estás bien? —pregunto, preocupada—. No te habrá dicho nada malo, ¿no?

—¿A mí? Qué va. —Sacude la cabeza con perplejidad—. Estaba preguntando por ti.

—¿Por... mí? —repito, confusa.

—Sí. Que si somos muy amigas, que si te conozco bien... no sé, cosas un poco raras. No le he contestado a nada, y creo que se ha enfadado. Menos mal que has venido a salvarme.

Fuerzo una sonrisa, pero mi cerebro sigue procesando la información que me ha dado. ¿Por qué puñetas pregunta esas cosas?

—Sí, menos mal —murmuro, todavía medio distraída.

Quizá seguiría con la conversación, pero de pronto me acuerdo de que Jane está disculpándose con Ashley. O lo ha intentado, por lo menos, porque acabamos de llegar al momento pastel de la noche y la han interrumpido. Astrid transporta el plato junto con dos amigos, se la acercan a su amiga y todo el mundo empieza a cantarle las felicidades. Rebeca y yo nos situamos junto a Jane, que canta sin mucha concentración. Tommy se planta a nuestro lado con media cara llena de pintalabios rojo. Enarco una ceja y él sonríe con inocencia.

Y entonces Ashley sopla las velas. Todos aplaudimos, algunos con más entusiasmo que otros, y ponen el enorme plato encima de la mesa. La cumpleañera empieza a cortar pedazos para repartir y, aunque yo no quiero, Jane sí que se hace con un trozo y empieza a comérselo sin apenas mirarlo. Intercambiamos una mirada que no entiendo demasiado bien, y entonces me topo con los ojos de Jules.

Vaaaaale, igual esto de volver no ha sido tan buena idea.

¿Tú crees?

La única excusa que se me ocurre es decir que tengo que ir al baño, y termino haciéndolo de verdad. Tardo casi diez minutos en encontrarlo, pero entonces me encierro en el lavabo de la planta baja, me planto frente al espejo y me miro a mí misma.

Lo de salir corriendo me ha jugado una mala pasada y se nota, porque de pronto veo que tengo el pelo completamente desordenado. Me lo aliso con los dedos, me echo agua para arreglar los peores mechones y luego intento arreglarme un poco el maquillaje con los dedos. Me enredaría más tiempo, pero entonces llaman a la puerta y tengo que cederle el sitio a otra chica que se apresura a cerrar tras de sí.

Y entonces, cuando estoy a punto de girar la esquina del pasillo y volver a meterme en la fiesta, oigo voces conocidas en las escaleras del sótano. Me dan la espalda, pero enseguida reconozco a Astrid sentada en el último escalón con Jules a su lado.

—Es que ha sido muy feo —insiste Jules—. A mí me ha parecido incluso violento hacer eso ahí, delante de todo el mundo...

—No sé —murmura Astrid, mucho menos convencida.

—Y encima en el cumpleaños de su amiga, ¿sabes? Que se supone que tiene que ser la protagonista. Es que siempre tienen que intentar llamar la atención, son insoportables.

—Tampoco creo que haya sido por eso...

—Oh, vamos, Astrid. Si no fuera para llamar la atención, no lo habrían hecho delante de todo el mundo.

Ahí mi otra amiga no responde, sino que se queda mirándose los zapatos. Jules la observa con atención, comprobando cuál es su reacción ante cada palabra.

¿La mía? Mi reacción es apretar los puños con mucha fuerza. Está claro que habla de nosotras, ¿de qué otra cosa, si no? Parece que no tiene más tema de conversación que ese.

Estoy tentada a carraspear, pero entonces Jules le pone una mano en el brazo, como si quisiera consolarla.

—Mira, yo lo siento, pero mejor así, ¿no? Es una forma de darte cuenta de que no son tus amigas de verdad. Mejor enterarte ahora que más adelante.

—Es que...

—Seguro que ha sido idea de Livvie, a ella le gustan estas cosas, ¿no ves que no le ha interesado Jane hasta que te ha empezado a gustar a ti? No me gusta la actitud que tiene contigo, parece que quiere quitarte todo lo que tienes, ¿no?

—Oye, Jules...

—Yo que tú iría con cuidado con Ashley, porque seguro que también intenta robártela, ya verás.

—Jules. —Esta vez, el tono de Astrid es mucho más firme—. De verdad que agradezco tu preocupación, pero... ¿te importaría dejarme sola un rato?

—Oh, solo quiero ayudar, perdona, no sabía que estuviera molestando...

—No he dicho que me molestes, sino que me dejes sola, es que... necesito despejarme un poco la cabeza, ¿vale?

Lo ha tratado con toda la diplomacia que ha podido, pero Jules tuerce el gesto igual. Sin mediar palabra, se pone de pie y gira hacia la fiesta, por lo que no llega a verme ahí plantada. Casi lo agradezco.

Y entiendo a Astrid. Entiendo que quiera estar sola, y más después de lo que ha pasado. Sin embargo, no puedo evitar una oleada de responsabilidad. Hago un ademán de moverme a un lado, pero finalmente me acerco y me siento en el escalón con ella.

Para mi sorpresa, en lugar de enfadarse, fuerza una pequeña sonrisa nada más verme.

—Ah, hola, Livvie...

—Hola. ¿Cómo estás?

¿Será esta la peor pregunta posible para iniciar una conversación?

Astrid duda visiblemente, me echa una ojeada de incertidumbre y luego vuelve a mirarse los zapatos.

—He tenido noches mejores —comenta al final.

Su tono no parece resentido, ni enfadado, ni siquiera malintencionado. Simplemente, suena triste.

—Sí, lo imagino... —Yo también hago una pausa, sin saber cómo continuar—. Mira, sé que esto suena un poco a excusa, pero lo que ha pasado antes...

—No hace falta que me expliques nada.

—Pero creo que mereces una explicación.

—Pues yo no. Está claro que os gustáis, si no estoy ciega, algo que he visto desde que conocí a Jane. Pero... no sé, como me dijiste que no había nada...

De nuevo, no suena a reproche, pero a mí me invade una dolorosa sensación de culpabilidad.

—Lo siento. Debí ser más sincera.

—Lo habría agradecido —admite—. Pero, a la vez... no tenías por qué hacerlo. Yo no soy la pareja de Jane. No tenemos nada en común. Lo único que he sentido por ella es que me gustaba, pero dudo que alguna vez haya sido recíproco.

—Quizá sea un poco raro que lo diga yo, pero creo que sí que se lo pasa muy bien contigo y que le gustas mucho, es solo que...

—Es solo que, siempre que me gusta alguien, hay otra persona que le atrae más que yo. No pasa nada, entendí hace tiempo que siempre voy a ser la segunda opción.

De nuevo, no sé qué decirle. Podría insistir en que eso no es cierto, pero tampoco creo que sea mi posición para recalcarlo. Después de todo, esto debería hablarlo con Jane. Yo solo puedo tratar la parte que me concierne.

—No eres la segunda opción de nadie, Astrid. Y, desde luego, no te lo mereces.

—No sé...

—Yo sí que lo sé —insisto—. Eres una chica dulce, simpática y divertida, y se puede hablar contigo de cualquier cosa. Puede que no te hayas encontrado con nadie que sepa apreciarlo, pero desde luego que no siempre te vas a sentir así. No sé si esa persona es Jane, pero sí que creo que vas a encontrar a alguien que sepa apreciarte tal y como eres, y que no va a querer nada que no seas tú, exactamente tú.

Astrid sigue con la mirada clavada en sus zapatillas, y se queda en total silencio. El único indicio que tengo de que ha oído todo lo que le he dicho es que se ha sonrojado.

Pasados unos segundos, me pongo de pie.

—Bueno, imagino que querrás estar sola —murmuro—. Ya nos veremos por ahí. Si necesitas cualquier cosa..., ya sabes.

Es un poco vago, pero es lo único que se me ocurre. Suspiro y me vuelvo hacia la fiesta, donde todo el mundo sigue bailando y cantando. Detecto a Ashley en medio del salón, con un paraguas en la mano que utiliza como micrófono y con el que se dedica a cantar las canciones que van sonando. Paso de largo y voy directamente al patio trasero, donde supongo que seguirán mis amigos.

Efectivamente, encuentro a Jane y a Rebeca sentadas en los escalones del porche. No están hablando, pero aun así cuando llego siento que he interrumpido alguna cosa. Ambas me miran de forma un poco rara.

—¿Me he perdido alguna cosa? —pregunto, confusa.

—Solo una —murmura Rebeca, y señala a lo lejos.

Me vuelvo con confusión para encontrarme, junto a la mesa de las bebidas, a Jules hablando con Tommy. Y no solo hablando, sino colgándose de su brazo de forma muy insistente.

Vaya, vaya.

Debería quedarme donde estoy y pasar de ella, porque ya sé cómo funciona la gente como ella y que, de hacer algo, lo utilizará en mi contra. Y, pese a todo, me encuentro a mí misma avanzando hacia ellos.

Tommy sigue metiéndose bebida en el vaso sin hacerle mucho caso, mientras que ella insiste en tirar de su brazo. No sé cómo él se las arregla para no derramar nada, con semejantes tirones.

—¡Tommy! —exclamo a unos metros de ellos.

Es como si Jules oyera al diablo, porque se separa de un salto y se queda mirándome con el ceño fruncido. Tommy en cambio, se da la vuelta con una gran sonrisa.

—Anda, mira quién ha reaparecido —comenta con diversión.

—Tu peor pesadilla —comento con una sonrisa que me llega a los ojos.

Hago especial hincapié en ignorar la presencia maligna que revolotea a nuestro alrededor y, en lugar de decirle nada, lo que hago es hacer un gesto con la cabeza a Tommy.

—¿Te vienes a la casa? Creo que han sacado comida.

—Cómo conoces el camino a mi corazón, ¿eh?

Él tampoco se despide de Jules, y parece que esta no lo espera, porque desaparece jardín arriba hasta girar alrededor de la casa. En cuanto se esfuma, Tommy me mira con una ceja enarcada, ahora y sin sonrisa.

—¿Qué le pasa a esa chica?

—Es una pregunta que nos hacemos todos...

—Pero ¿qué le has hecho?

—¿Yo? ¡A parte de existir, nada!

Tommy silba por lo bajito y sacude la cabeza, confuso.

—Pues está claro que eso de tu existencia le molesta, porque no ha dejado de preguntarme cosas de ti.

—¿A ti también?

—¿Eh?

—A Rebeca ha empezado a preguntarle que por qué somos amigas, que si hace mucho que nos conocemos...

—Oh, pues sí, era un poco de ese rollo. Quería saber si estamos juntos, básicamente, y luego me ha dicho lo mala que eres por liarte con Jane delante de mí, que seguro que me ha dolido un montón.

Lo comenta con diversión, pero a mí no me hace ninguna gracia.

—¿Y qué le has dicho? —pregunto.

—Que no hay que meterse en lo que hacen los demás, lógicamente.

Sacudo la cabeza, agotada, mientras nos acercamos a Jane y Rebeca. Esta última tiene la mandíbula apoyada en un puño.

—¿Alguien quiere irse ya a casa? Porque yo empiezo a estar cansada.

Miro a Jane, como buscando su aprobación con la mirada, y ella se encoge de hombros. Sí, supongo que no es el mejor día del mundo para hablar con Ashley. Mejor que disfrute de su cumpleaños sin preocupaciones.

—Vámonos, sí —murmuro.

Terminamos todas en el coche de Tommy, con Rebeca en el asiento del copiloto y yo detrás con Jane. Podría ser una buena oportunidad de hablar de alguna cosa, pero ninguna dice nada. Nos limitamos a mirar por la ventanilla.

Jane es la primera en bajar, y se despide en voz baja y sin llegar a mirar a nadie. Yo soy la siguiente, y le agradezco a Tommy y Rebeca el haberme acompañado.

Me meto en casa con los ánimos un poco por los suelos, y agradezco que los demás ya estén durmiendo. Subo a mi habitación, me meto en la cama sin siquiera cambiarme de ropa y me quedo mirando mi móvil, ahora vacío de notificaciones porque todo el mundo está en la fiesta. Miro sus fotos y vídeos, y me pregunto si será posible que hayamos estado en dos fiestas diferentes, porque yo no la recuerdo tan divertida.

Suelto un suspiro y dejo el móvil sobre la almohada. Entonces, casi al mismo tiempo, la puerta de mi dormitorio se entreabre sin hacer apenas ruido. Miro a mamá, que está asomada con cara de sueño.

—Hola, cariño —murmura—. Solo quería ver si habías llegado bien.

—Ah, sí... perdona por no avisarte.

—No pasa nada. ¿Cómo ha ido?

Me quedo callada el tiempo suficiente como para que sepa que algo va mal, y entonces suspira y se acerca para tumbarse a mi lado. No nos hemos puesto así en muchos años, pero hoy no me quejo, lo cierto es que me viene bien tener un poquito de contacto humano, para variar.

Mamá se queda a mi lado, me pone un mechón detrás de la oreja y tuerce el gesto como si no le gustara demasiado la expresión que mantengo.

—Bueno, algunas noches no son tan divertidas como otras —dice al final.

—Sí, de eso me he dado cuenta...

—Lo importante es que no pienses que siempre es así, ¿eh? Que, aunque haya noches malas, también las hay muy buenas.

—Supongo...

No sé por qué estoy poniéndole tan difícil la posibilidad de consolarme, pero ella no se da por vencida. Sonríe de medio lado.

—¿Quieres que hoy duerma aquí?

—Mamá, que ya no tengo diez años.

—No te he preguntado eso.

Dudo un momento, mirándola, y luego me encojo de hombros de forma apenas perceptible. Ella sonríe y me hace un gesto para que me dé la vuelta. Eso hago, y en cuestión de instantes me pasa un brazo por encima para darme un abracito desde atrás. Cierro los ojos, dejándome.

Sí, quizá esto es justo lo que necesitaba, y no una fiesta.

Tras comprobar otra vez que Jane no me ha respondido, me rindo al sueño y cierro los ojos.


Continuar a ler

Também vai Gostar

609 89 24
Emma es una chica de preparatoria que después de tener un accidente y queda en coma, despierta sin sus recuerdo dos años después del accidente y busc...
56.5K 5.2K 26
Deuce había mantenido sus pasatiempos en secreto por temor a que alguien más se enterara, pero cuando tú lo haces, no está tan molesto como esperaba...
219K 16.2K 27
Escucho pasos detrás de mí y corro como nunca. -¡Déjenme! -les grito desesperada mientras me siguen. -Tienes que quedarte aquí, Iris. ¡Perteneces a e...
3.9K 627 7
*KookJin* *Historia corta* Créditos a autor