ASFIXIA ©

By Alexdigomas

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Sinopsis: El primero de septiembre de 2019, sucedió. Parecía un día normal hasta que las personas comenzaron... More

Prólogo.
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6: primera parte.
6 - segunda parte.
7 - Primera parte
7 - Segunda parte
8 - primera parte
8 - segunda parte
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20 - Primera parte
20 - Segunda parte
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EN ALGÚN LUGAR

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By Alexdigomas

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—¡Palafox, o mueves esas piernas o te haré trotar hasta que se te despeguen del cuerpo! —gritó con severidad el subcomandante Ligre.

Todos los miembros de una de las tropas de La RAI, trotaban alrededor de un campo bien aplanado bajo las órdenes de Ligre. Los soldados lucían enérgicos y sudorosos, excepto Exen. Él corría como si cinco kilos de tierra estuviesen sujetos a sus pies, con una expresión de que se habría arrancado las uñas antes que estar ahí.

Durante el poco tiempo que llevaba en La RAI, en ningún momento me había detenido a hablar con el subcomandante. Ya era el momento. Después de cuatro días de intentos fallidos al pedirle a Levi que me aceptara en el equipo de combate y con un veredicto del doctor Julian, mi brazo estaba completamente sano. Es decir que estaba lista para unirme a las filas. Pero viendo inútil tratar con el comandante, decidí hablar con el segundo al mando.

Ligre me miró con ojos entornados. Sin duda era un hombre que impresionaba. A pesar de su rostro jovial, debía de tener unos cuarenta años. Llevaba la mata de cabello castaño oscuro engominado y cortado sobre las orejas, lo cual le daba un aire intimidante y de rectitud. Su cuerpo fornido cubierto por el uniforme junto a esas robustas botas negras, le hacían resaltar la musculatura.

—¿Y por qué quieres unirte? —me preguntó después de asegurarse de que todos, sobre todo Exen, estuviesen trotando como él lo había ordenado.

—Estoy segura de que ya has considerado todo lo que podrían hacer teniéndome en el equipo —respondí con firmeza—. Sería beneficioso.

No quería mostrar ni una pizca de duda o debilidad.

—Antes de darte una respuesta debo hablarlo con Levi. —De inmediato su atención recayó en Exen quien se había detenido entre todos los que aún corrían. Entonces el subcomandante descargó un grito potente—: ¡Te dije que te muevas, Exen, o créeme que te vas a arrepentir!

—¡Ya estoy arrepentido de haber venido, no creo que usted pueda superar eso! —bufó el soldado desde su lugar y volvió al trote.

Ligre puso mala cara por esas palabras. Después me miró con más calma. No estaba convencido, y eso era culpa de Levi.

—Levi ya sabe que quiero unirme, y aunque se oponga no podrá impedirlo —objeté con un dejo de molestia.

Ligre se cruzó de brazos y esbozó una pequeña sonrisa que me pareció casi de lástima.

—Me agrada tu actitud, Drey, en serio. Me pareció magnífico lo que hiciste aquella noche con el misil, pero tengo órdenes de hablar con él antes de tomar cualquier decisión referente a ti.

Sentí que si volvían a decirme que alguien tenía que aprobar algo que yo exigía, explotaría en un ataque de ira colosal.

—Ninguno puede tomar una decisión por mí. Quiero unirme al equipo, así que creo que al menos deberías considerarme, ¿no? Sé que tú lo ves como una gran oportunidad —alegué casi con insistencia.

—Podría ser una buena oportunidad, claro que sí, pero no es tan simple como unirse y ya. Necesita tiempo y entrenamientos de prueba. A veces no todos cumplen con los requisitos físicos y mentales que se necesitan para entrar. Sobre todo los físicos... —Me echó una mirada de soslayo, como evaluando mi aspecto—. Lo primordial es no ponerte en peligro, así que tendrás que esperar a que me reúna con Levi para decidir si aceptarte o no.

No me pareció justo el hecho de que pensaran que podían decidir lo que haría y lo que no. Quería ser parte del equipo y actuar en beneficio de todos, pero se empeñaban en hacerme sentir que no tenía voz propia o que podían hacer caso omiso a mis peticiones solo porque era la única persona inmune.

Pero algo aprendí la noche en la que había derribado al predator. Si pretendía hacer valer mis decisiones y si necesitaba dirigir los hilos de mi vida, tenía que hacer lo que yo creía correcto y no lo que los demás dictaran. En palabras más sencillas: a la mierda lo que decían todos.

Sin que Ligre me observara comencé con una corta rutina de estiramiento. Luego, sin avisar, corrí hacia el terreno y me uní al trote. Nadie se alteró por mi presencia, pero Exen pareció un poco confundido. Me fijé en el rostro de Ligre por un momento. Era neutral y analítico. Y a pesar de que pudo haberme sacado de ahí, no lo hizo.

Esa mañana me ejercité como nunca antes lo había hecho.

•••

—¿Todavía no te dejan regresar al equipo? —me preguntó Nina en un susurro.

—No. No quieren que entre por mis heridas, pero el doctor Julian me dijo que ya están curadas en su mayoría —respondí y me llevé una cucharada de sopa a la boca—. De igual modo me uní al entrenamiento.

La hora del almuerzo en el comedor era como todos los días, bulliciosa pero agradable. A medida que pasaban los días, la amistad con Nina se fortalecía. Me gustaba lo que se formaba entre nosotras. Cuando nos reuníamos para comer o charlábamos dentro de la cabaña, de alguna manera hallaba la forma de hablarle acerca de lo que me sucedía sin que ella supiera la verdad sobre mi inmunidad.

—¿Y a ti cómo te fue en las clases? —le pregunté.

—¡Maravilloso! El profesor piensa que soy de las mejores, dice que hasta podría reparar las máquinas de la fosa del Este para que podamos volver a usarla, ¿puedes creerlo?

—Claro que puedo creerlo. Yo también pienso que puedes repararlas.

Los grandes ojos de Nina parecieron iluminarse, pero su gesto cambió muy rápido a uno más serio.

—Te diré algo, Drey, no solo me siento capaz de reparar las fosas, sino que también sé que puedo crear cosas muy útiles para La RAI —murmuró después de inclinar su torso hacia adelante.

—¿Y por qué no se lo dices a los superiores? —inquirí y empleé el mismo tono de voz bajo que ella había usado.

—No me escucharían mientras soy una simple estudiante. Quiero que veas esto.

Nina cogió algo que estaba debajo de su silla. Después de alzarse, colocó una mochila sobre la mesa y sacó un libro de tapa dura que me hizo recordar al diario de Levi.

—Este es mi cuaderno de ideas, aquí tengo todas mis creaciones.

Lo abrió sobre la mesa. Cada página mostraba ideas, diagramas, esquemas, bosquejos y anotaciones, todos perfectamente escritos y trazados de forma profesional. Las líneas tenían curvas atractivas y los modelos estaban bien definidos. Pero lo que más atrajo mi atención se delineaba sobre una de las hojas con el título: «segunda cúpula», encima de un dibujo detallado en todos sus ángulos y con cada una de las medidas aproximadas.

—¿Segunda cúpula? —le pregunté.

Nina asintió con entusiasmo. Se notaba que no había compartido eso con nadie.

—Mantiene el diseño básico de la cúpula de aluminio, pero esta no solo sirve para protegernos de la detección térmica, sino que también es capaz de resistir un bombardeo y de mantener estables las lámparas —explicó.

—Esto es increíble y absolutamente necesario —murmuré sin dejar de pasar las páginas—. Tienes que mostrárselo a Levi.

—No lo creo —resopló con cierto desánimo—, quien toma las decisiones en esa área es Butterfly, y casi no toma en cuenta a nadie. Sus diseños son los únicos que se desarrollan. Ella ideó las abejas.

Butterfly no me agradaba mucho. No había tenido tiempo de hablar más con ella, pero ni siquiera quería hacerlo. Su actitud era como un repelente de humanos. Estaba todo el día yendo a todos lados, ordenando cosas y buscando a Levi. Hasta sus pasos parecían furiosos, y daba la impresión de que si le hablabas abriría la boca y te arrancaría la cabeza de un mordisco.

—Es injusto —opiné—. Lo que tienes aquí son ideas muy ingeniosas, algo que nadie más ha pensado.

—Pues creo que se quedarán siendo solo eso, ideas —murmuró con un dejo de resignación.

Nina cerró el cuaderno sobre la mesa y lo guardó de nuevo en la mochila. Después la conversación pasó a ser más trivial y nos entretuvo hasta que una risa pretenciosa y escandalosa captó toda nuestra atención.

En otra mesa, Didi reía al lado de su novio. Estaban sentados junto a un par de muchachos. Lo que fuera que estuvieran hablando parecía ser muy divertido para todos, menos para Exen. Él lucía completamente hermético. Tenía la vista fija en donde Nina y yo nos encontrábamos, ignorando lo que sucedía en su propia mesa.

—No puedo creerlo, ella es aún más tonta que él —resopló Nina mientras observaba a la rubia.

Dejé de verlos porque se me encendió una chispa de curiosidad.

—¿Qué sucede entre Exen y tú? —le pregunté a Nina, como si nada—. No te agrada, ¿cierto?

Ella hundió las cejas, extrañada.

—¿No recuerdas lo que sucedió por su culpa?

—No —negué de inmediato, tratando de no cometer algún fallo respecto a la mentira—. Ya sabes que el golpe fue muy fuerte. Quizás si me cuentas un poco pueda recordarlo.

Nina suspiró. Su semblante cambió y toda la alegría que acostumbraba a demostrar, se esfumó. Aunque intentó relajarse, la vi tensa.

—Fue el mismo año del incidente. Ahora me doy cuenta de que Adela estuvo muy deprimida e inestables por la catástrofe, y que por eso pasaron las cosas.

—¿Adela?

—Sí, mi prima, la chica que se enamoró de Exen.

Comencé a jugar con el borde de mi vaso como si no me sorprendiera oír nada eso, y tuve la leve sospecha de que escucharía algo que no me esperaba. Nina continuó:

—Adela fue la única de mi familia que pudo escapar porque estaba de visita en nuestra casa cuando nos alertaron de lo que sucedería con ASFIXIA. —Hizo una pausa para respirar, como si le costara hablar—. Cuando ella lo conoció, el incidente aún no nos había hecho madurar. Supongo que al haberse quedado sin nada se refugió en él y creyó todas las tonterías que él le prometía. Se cegó, creía que él era perfecto, hasta que un día lo descubrió escondido tras unas rocas con otra chica, con esa chica... —Con disimulo miró hacia la mesa en donde se hallaban y comprendí que hablaba de Didi—. Entonces Adela colapsó e hizo algo horrible.

Para ese momento ya había dejado de jugar con el vaso. Estaba rígida e impresionada, y quería saber más.

—¿Qué hizo? —susurré.

—Enloqueció. Entró a la fosa del Este y comenzó a golpear las máquinas con todo lo que encontró. Incendió unos cables y provocó una gran fuga que la asesinó a ella y a cinco trabajadores más. Fue casi una catástrofe. Todos tuvimos que refugiarnos en la cámara especial por si el aire contaminado entraba por algún otro lugar mientras que Levi y los superiores se encargaban del asunto —bajó la mirada con algo de vergüenza—. Lo peor es que yo la vi esa misma mañana. Ella me lo contó todo. Me dijo que sentía mucha rabia hacia él, pero no dijo lo que pensaba hacer. La habría detenido si tan solo... es que yo... no tenía ni idea.

—¿Ella causó el cierre de la fosa del Este? Pero... —murmuré con desconcierto.

Lo que Exen me había dicho sobre el cierre de la fosa por una fuga accidental a causa de una grieta, no concordaba de ninguna manera con lo que Nina acababa de contarme. Si era cierta esa historia, entonces él me había mentido. Pero, ¿por qué?

—Por eso no soporto ni siquiera verlo. A Exen no le importa nadie más. Es egoísta, es un completo idiota —soltó con furia. Sus ojos se humedecieron y me preocupó no saber qué hacer si lloraba—. Y sigue estando con Didi. No entiendo por qué, pero sé que ambos tuvieron la culpa. Ambos asesinaron a Adela.

—Lo lamento mucho —le dije con voz suave, dedicándole una sonrisa afable—. ¿Sabes? Creo que ahora lo recuerdo todo, y sí, es un completo imbécil.

Le eché una última mirada a la mesa en donde Exen se encontraba. Ya había dejado de mirarnos y le hablaba a Didi muy cerca del oído. A simple vista parecían una pareja normal. A ella le brillaban los ojos y la sonrisa de tan solo tenerlo cerca, pero él parecía más serio y neutral.

Ahora pensaba que si era capaz de mentir de esa manera, había algo mucho más oscuro detrás del soldado.

•••

Después del almuerzo, Ligre me mandó a decir que me reuniera con él en el edificio de control.

No sabía para qué y tampoco me detuve a adivinar. Me dirigí al edificio. Cuando llegué, un soldado me informó que el subcomandante me esperaba en la sala de reuniones. Me guiaron hasta dicha sala y me dejaron sola frente a la puerta.

Entré. Era una gran sala con sillas perfectamente enfiladas frente a una pantalla creada por un proyector. La pantalla reflejaba las iniciales de La RAI. Ligre estaba de pie junto a un librero y sostenía una carpeta de color amarillo; a su lado, un muchacho con uniforme del equipo de combate y con el cabello de color cobrizo, se encontraba sentado leyendo un libro.

—Siéntate, Drey —me ordenó el subcomandante después de notar mi presencia.

Obedecí y me senté en el centro. Desde ahí podía verlo muy bien a él y a la pantalla, aunque no hubiera nada interesante que ver en ella.

Ligre dejó a un lado la carpeta y se dirigió a mí:

—Fuiste muy osada al unirte al entrenamiento, aunque te dije que debías esperar.

Claro, ya iba a regañarme. ¿Cómo no lo había esperado? De seguro Levi le había ordenado gritarme que no tenía que ponerme en peligro y toda esa lata de la inmunidad.

—Esperar no me parece una buena opción —defendí—. No me arrepiento de lo que hice.

Él asintió y alzó una mano para hacer un ademán de indiferencia.

—Eso estuvo bien para mí, pero sabes que Levi no te quiere en el equipo y es él quien tiene la última palabra. —Intenté objetar algo, pero me hizo callar para poder continuar—: Sin embargo, yo sí te quiero en el equipo. Como soy el subcomandante me tomé el atrevimiento de refutar su decisión, así que lo discutimos y llegamos a un consenso. Estarás en el equipo, pero no como una simple aprendiz de tropa, sino como la aprendiz de la Unidad de Operaciones Especiales o mejor conocida como OPE. Esto quiere decir que tu entrenamiento será más duro que el de los otros soldados y que deberás estar dispuesta a asistir a cualquier misión que se te ordene, en cualquier momento y ante cualquier circunstancia. Si quieres hacerlo, tendrás que estar enteramente comprometida con el equipo.

Fue tan inesperado no recibir los gritos y el regaño que esperaba, que mi expresión lo demostró. Pero eso era mejor, mucho mejor.

—Estoy decidida a hacerlo —acepté con firmeza.

Ligre asintió.

—Muy bien, hay algunas cosas que debes saber. —Comenzó a pasearse frente a las filas de sillas. Le seguí con la mirada—. Formar parte de la OPE significa que estarás al tanto de situaciones e información que no se les comunican a los soldados de las tropas. Ahora eres parte de un equipo élite, por lo tanto tienes un nivel más alto y mayores posibilidades de cumplir misiones mucho más peligrosas, pero sobre todo confidenciales.

—¿Y por qué me asignan a esta unidad especial? —me atreví a preguntar, un tanto sorprendida.

Ligre alzó la comisura derecha de su boca en una mínima sonrisa, como si hubiera hecho la pregunta correcta.

—Esa fue la condición que Levi impuso para permitir que te unieras. Esto era lo que querías, ¿no es así? Beneficiar a La RAI con tu inmunidad.

—Sí, pero...

—Eso no podrías haberlo hecho siendo parte del equipo de combate —me interrumpió—. Ellos solo se dedican a entrenar para una futura batalla. Por el contrario, la OPE está en constante movimiento, hace expediciones a la superficie y lleva a cabo misiones que nos benefician.

La puerta de la sala se abrió y Levi entró. Sus botas negras ni siquiera hicieron algún sonido tras sus pasos. Su expresión facial era circunspecta, propia de un comandante. Su uniforme estaba bien puesto y la boina dorada adornaba su cabeza para darle el toque distintivo de superioridad.

El muchacho desconocido finalmente apartó la mirada del libro y observó la escena con curiosidad.

Yo ya no sabía a quién mirar.

—Querías que viéramos las posibilidades y los beneficios, ¿no? —dijo Levi—. Entonces es lo único que hemos tomado en cuenta. Te utilizaremos dependiendo del nivel de tus capacidades, y como ya sabemos que eres capaz de disparar un misil y también de desobedecer, creo que es conveniente que te tratemos como lo que quieres ser: un soldado inmune al gas —su voz era firme e imponente, pero también fría y un tanto dura—. Así que respetaremos tus decisiones. Tienes un gran potencial, y como ahora perteneces a La RAI, lo vamos a explotar.

Parpadeé como una estúpida. Sí, yo había exigido entrar al equipo sin saber que había unidades especiales, pero la decisión de Levi sonaba en completo abrupta, como si su objetivo fuera hacerme temer hasta que me negara a hacerlo.

Bueno, no le daría el gusto.

O creí que no se lo daría hasta que añadió:

—Te entrenarás con Ligre desde las cuatro de la mañana hasta la hora del almuerzo; después del almuerzo tendrás práctica de tiro hasta las tres de la tarde; desde las tres hasta las seis te entrenarás con Carter, y después de eso podrás ir a descansar —indicó—. Esa será tu rutina diaria.

Eso causó un escalofrío en mi cuerpo. Las heridas más profundas, aquellas marcadas en mis recuerdos, palpitaron como si lo sintiesen cerca. Si en general rogaba por no tener que toparme con Carter en el camino a algún lado, pensar en tener que enfrentarlo todos los días hacía que me redujera a nada, como si realmente fuera eso, nada.

—No, no puedo... Yo creo que... —musité con inquietud, negando con la cabeza al mismo tiempo.

Levi hundió un poco las cejas como si fuera a regañarme.

—Accediste a unirte, ¿no? Estas son las reglas. Todos los soldados especiales se entrenan con Carter. No hay excepciones. Después de tu entrenamiento con él podrás visitar al doctor Julian para recibir terapia psicológica —No había ningún rastro de condescendencia o de piedad en lo que decía—. Necesitamos soldados preparados y capacitados, no queremos mentes débiles. Me parece que has querido dejarnos claro que no eres débil.

—No lo soy —susurré más para mí misma que para ellos.

—Bien, porque no aceptamos gente cobarde entre nuestras tropas.

El comandante se acercó a Ligre para decirle algo que no alcancé a escuchar. Mientras tanto, sentí el peso de la mirada del desconocido sobre mí. Pero acababa de recordar aquellos espantosos momentos dentro de la sala de torturas. Había sido golpeada y humillada, me habían dejado débil y muy asustada. Ahora era paranoica. No dejaba de pensar que podía repetirse. Pero mi voluntad —una que no sabía de donde había surgido— me mantuvo rígida y sentada frente a los superiores, inmóvil ante la mirada del extraño.

Quería unirme al equipo. Levi no quería. De seguro estaba esperando que saliera corriendo, asustada, y me arrepintiera. Pero no lo haría. No caería en su juego.

Ligre se situó frente a la pantalla que reflejaba las iniciales. La imagen cambió y exhibió otra. Era un hombre. Sus rasgos eran caucásicos, pero bastante comunes. Llevaba el cabello recortado al estilo militar, muy bajo, y tenía unos pequeños ojos fríos, duros y ovalados. Desde la fotografía no inspiraba confianza, y si se le observaba muy bien llegaba a incomodar.

—Este hombre es Gregori Nikolayev, exministro federal de defensa, actual líder de El Imperio y uno de los creadores del proyecto —explicó Ligre al tiempo que señalaba la imagen—. Es nuestro principal enemigo. Un tirano capacitado para dominarlo todo. Un tipo inteligente según muchos; un imbécil sediento de sangre, según yo.

Levi carraspeó la garganta. Ligre disimuló un gesto de burla.

—Cuando hablamos del proyecto ASFIXIA —continuó Ligre, ya más serio—, hay dos partes implicadas: creadores y desarrolladores. Entre los creadores tenemos a aquellos que idearon el proyecto y lo propusieron. En número: seis personas incluyendo a Gregori. Ellos fueron las mentes tras la catástrofe, pero desconocemos en donde se encuentran. Por otro lado, los desarrolladores fueron todos aquellos que le dieron vida al proyecto. En número: seis científicos de los cuales cinco siguen vivos.

Esa vez quien habló fue Levi:

—Gregori actúa para su propio beneficio, no para el beneficio de quienes viven dentro de su imperio. Eso es lo que le diferencia de nosotros. Es poderoso, tiene armas, equipo, un gran sistema de defensa y especialistas, pero no avanza. El proyecto se le salió de las manos y está igual de atrapado que nosotros porque aún no encuentra la forma de neutralizar el gas.

—Gregori tiene dos objetivos en estos momentos —indicó Ligre—. Uno es recuperar al doctor Julian Palafox, el quinto científico que trabajó para desarrollar el proyecto. Y el segundo objetivo es destruir por completo a La RAI porque representamos una amenaza para su nuevo orden mundial. Mientras podamos no permitiremos que ninguna de esas dos cosas pase.

La pantalla volvió a mostrar el logo de La RAI, pero el rostro de Gregori ya se había grabado en mi mente.

—Esto es lo único que debes saber por los momentos, ¿tienes alguna pregunta? —me dijo Ligre.

—No.

—Perfecto, hoy puedes tomarte la tarde para que Julian te examine y para que busques tu nuevo uniforme —agregó Levi.

Asentí y él me dio la espalda. Su actitud era muy diferente a la del hombre que me había hablado en la habitación médica, pero decidí no darle importancia.

La reunión terminó cuando Ligre se despidió diciendo que tenía asuntos que atender. Después de que ambos salieran de la sala me quedé postrada en la silla pensando en una sola cosa: Carter, pero el nombre se desvaneció debido al inconfundible sonido de un libro cerrándose de golpe.

Contemplé al soldado que seguía dentro de la sala y admiré por un instante el brillo en el ámbar de sus ojos. ¿Es que todos en La RAI tenían ese aspecto de patea culos?

—¿Asustada? —me preguntó. Asumí que tenía tan solo un par de años más que yo. Y en comparación a Exen era menos llamativo—. No deberías estarlo, nada puede pasarte allá arriba.

—¿Cómo estás tan seguro? —le pregunté.

Él sonrió con afabilidad. Una sonrisa larga y con los labios unidos. No era perfecta, pero sí contagiosa.

—Lo único que puede lastimarte está aquí, bajo tierra. En la superficie no hay peligros, no para una persona inmune —respondió con serenidad. Se levantó del asiento y avanzó hacia mí. Me ofreció la mano y se la estreché. Fue un agarre firme y fuerte—. También soy parte de la OPE, así que te doy la bienvenida. Los demás deben de estar entrenando.

—¿Y tú qué hacías aquí?

Él elevó el libro que sostenía y lo mostró. En la tapa se podía leer el título «1984».

—Cada vez que hacemos alguna expedición trato de recuperar todos los libros que pueda. El comandante me deja guardarlos aquí, así que vengo a leerlos de vez en cuando —contestó ensanchando la sonrisa—. No sabía que habría reunión, pero de todos modos Ligre me dejó quedarme. Somos el grupo de mayor confianza. Como ellos te han dicho, lo que se habla aquí, se mantiene aquí.

—Lo entendí —aseguré.

—Muy bien, te dejaré para que digieras todo esto —dijo y se aproximó a la salida, pero antes se volvió para agregar—: Me llamo Ecain. Nos veremos en los entrenamientos.

Salí del edificio después de un rato para ir a donde Julian. Avancé a paso rápido entre algunas personas. Era plena tarde, así que la gente caminaba de un lado a otro para cumplir con sus deberes.

De repente sentí el impacto de un cuerpo contra el mío.

—Ten cuidado, chica de los misiles —soltó Exen, tomándome por los hombros para evitar hacerme caer—. Te andaba buscando.

Me alejé de su agarre.

—Me mentiste —le hice saber. Él frunció el ceño dando a entender que no sabía a lo que me refería—. Eres un mentiroso. Estás muy grande para esa mierda.

—¿En qué te mentí? Explícate, mujer, que no comprendo lo que dices.

Inspeccioné ambos lados para asegurarme de que nadie estuviese lo suficientemente cerca como para escucharnos.

—Me dijiste que en la fosa del Este ocurrió un simple accidente, y no fue así. Lo que pasó ahí fue tu culpa por engañar a esa muchacha llamada Adela.

Exen se quedó inmóvil. Su expresión se tornó seria y sombría, lo cual me hizo pensar que quizás no debí habérselo soltado de esa manera. Pero es que me sentía furiosa por todo a la vez y solo quería descargarlo.

—Eso te lo dijo Nina, ¿no?

—¿Qué importa? —solté de mala gana—. Eres un mentiroso, y sí, un idiota como muchas personas dicen.

—¡¿Te lo dijo ella?! —insistió.

Su voz pasó a ser más grave.

—¡Que no importa! ¿Te divierte engañar a las personas? Confié en ti porque no sabía nada de esta ciudad y estaba muy confundida, y lo primero que hiciste fue mentirme —le reproché.

—¡No es así como crees! —soltó y se atrevió a tomarme por el brazo.

Me arrastró hasta la parte trasera de una de las cabañas. Por ahí no pasaba casi nadie.

—¡Suéltame! —exclamé. Traté de liberarme de su agarre, pero era inútil, me superaba en fuerza y tamaño—. ¡¿Qué les pasa a todos que me agarran como si fuera muñeca de trapo?!

Me acorraló contra la pared de la cabaña. No supe qué hacer. Había un destello de desespero en sus ojos, como si fuera a implorarme que lo escuchara.

—Mira —comenzó a decir—, no me gusta mentir, no así. Sí, eso sucedió. Lo de Adela es verdad, lo que no es verdad es la forma como lo cuenta Nina. Solo está resentida.

Le dediqué una mirada dura, bastante enojada.

—Pues no te creo. Le mentiste a esa chica, le mientes a Didi y a todo el mundo, ¿no es así?

Él tensó la mandíbula.

—No le mentí, yo estaba enamorado de ella, aún... estoy enamorado de ella. Todas las malditas noches me culpo por lo que sucedió. —De pronto comenzó a sonar desesperado, y sí que no me esperé esa reacción—. ¿Sabes lo que se siente cargar con la muerte de alguien que querías? No me importaría matar a cien personas si esas muertes disminuyen el peso de la de Adela en mí. Ella tenía unos jodidos dieciséis años, era una niña y yo era un maldito inmaduro, pero la quería.

—Y si la querías tanto, ¿por qué la engañaste?

Los ojos de Exen expresaron dolor al igual que su voz.

—Lo que ella vio tras esas rocas no fue un engaño, pero nunca pude explicárselo. —Intenté empujarlo para irme, entonces él me lo impidió y buscó mi mirada—: Drey, asesiné a la persona que quería, a la persona con la que quería sobrevivir, ¿cómo podía decirte eso sin que huyeras o me detestaras como lo hacen los demás?

Nos quedamos en silencio por unos segundos. Luego él soltó mi brazo para tomar distancia. Pasó la mano por su cabello y miró hacia el suelo como si se sintiera muy apenado.

—Mira, Exen... —intenté decir, pero me interrumpió:

—No hay día en que no piense en ella. Era divertida, hermosa, todo lo contrario a mí. Ella era dulce, especial, y tenía grandes sueños, como el de volver a la superficie para que nos fuéramos lejos cuando cumpliéramos la mayoría de edad. Decía que éramos pájaros enjaulados, pero que tarde o temprano alguien llegaría para liberarnos, para dejarnos volar.

El soldado apartó la mirada del suelo y me observó con una sonrisa melancólica. Su confesión pareció genuina y sincera. El dolor se le dibujó en cada facción del rostro, y me invadió el arrepentimiento por no haber escuchado su parte de la historia antes de reprocharle.

Siempre veía a Exen con esa sonrisa endemoniada y esa actitud enérgica. Por donde pasaba, llamaba la atención. Soltaba comentarios graciosos ante el momento más serio, y ahora frente a mí era alguien muy distinto. No tenía ese brillo, esa chispa característica que te convencía en segundos. Y no me gustaba. No quería verlo así.

—Lo lamento, no lo sabía —me disculpé—. Reaccioné mal.

—No podías saberlo porque nadie más que yo conoce la verdad. Dejé que todos creyeran la historia de que la engañé. Prefiero que me culpen a mí y no que tengan un mal recuerdo de ella.

Me sentí fatal.

—Pensé que comenzábamos a ser amigos, por eso me tomé muy mal lo que dijo Nina —confesé con un poco de vergüenza—. No sé cómo manejar eso de la amistad.

Exen alzó la mirada con entusiasmo.

—¡Soy tu amigo, Drey! —exclamó—. Y también seremos compañeros cuando pertenezcas al equipo de combate.

—Eh, sí, sobre eso... Hay algo que debo contarte —comencé a decir ya dejando a un lado el tema de Adela, el cual no le agradaba discutir.

Cuando ambos nos tranquilizamos, le di la noticia sobre mi ascenso. La tomó muy bien, aunque también pensó que era peligroso. Pero a diferencia de los demás, Exen no intentó convencerme de elegir lo que él creía correcto. Por el contrario, alegó que si lo deseaba lo único que debía hacer era desechar las opiniones indeseables y perseguir lo que estaba decidida a lograr.

Y ese era exactamente el camino que iba a tomar.

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