Blood White I (La historia de...

By Idoia_G

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Bianca aparece sin saber cómo en un almacén. Una preciosa mujer le dice que le dará la libertad, pero Bianca... More

Apertura y consejos.
Sinopsis
Intro Bianca
Intro Gabriel
Intro Sila
Cap. 1
Cap.2
Cap. 3
Cap 4
Cap 5
Cap 6
Cap. 7
Cap 8
Cap 9
Cap 10
Cap 11
Cap 12
Cap 13
Cap 14
Cap 15
Cap 16
Cap 17
Cap 18
Cap 19
Cap. 20
Cap. 21
Cap. 22
Cap. 23
Cap. 24
Cap. 25
Cap. 26
Cap. 27
Cap.28
Cap. 29
Cap. 30
Cap.31
Cap. 32
Cap. 33
Cap. 34
Cap. 36
Cap. 37
Cap. 38

Cap. 35

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By Idoia_G

19/01/2011

Veo mi objetivo, disparo y...

— ¡Perfecto! —Caín a mi lado se asoma y me río.

— Soy una crack —suelto el arma, levantó los brazos y muevo mis caderas al ritmo de una muda melodía.

— ¡Bianca! —Gabriel espeta mi nombre enfadado.

Dirá lo que quiera, pero es muy celoso y no le gusta verme interactuar con otros hombres.

Le sonrío y parece relajar el gesto. Pero no se mueve.

— ¡Lleva diez dianas consecutivas! —le dice Caín al recién llegado.

— Muy bien —le responde mi hombre frunciendo el ceño—. Nos tenemos que ir —dice volviendo a mirarme.

— Adiós, colega —le digo a Caín y choco mi puño con el de él para despedirme.

Salgo del local y me coloco la chaqueta. Veo el coche y me dirijo a su interior. Cuando voy a cerrar la puerta esta se queda estática y levantó la mirada.

Gabriel sujeta la puerta con gesto fiero. Le observo de arriba a abajo. La chaqueta del traje se ciñe perfectamente a los músculos de su brazo. Me relamo los labios, pues la boca se me ha secado en un momento.

Gabriel entra en la parte trasera del auto y cierra la puerta tras de sí.

— Me vas a volver loco si sigues haciendo cosas como esas.

Sin darme más tiempo, se abalanza sobre mí, haciendo que me venza y quede tumbada, entre risas. Su boca invade la mía y yo le invito a continuar con agrado. Sus manos recorren mi cuerpo con ansia. Meto mis manos bajo su camisa y pellizco uno de sus pezones. He descubierto que es algo que le pone a tono enseguida.

Un gruñido de placer sale de su boca.

— Estabas preciosa ahí dentro —me dice mientras introduce lentamente su mano bajo mi pantalón vaquero y nuestros ojos se clavan en los del otro.

— ¿Ahora no lo estoy? —abro más mis pernas ayudándolo en su misión.

— Ahora eres la mujer más increíble que conozco.

Nos besamos de nuevo. Noto como introduce dos dedos en mi interior y gimo. Con el pulgar frota bien mi clítoris haciendo círculos.

— Estoy tan enfadado... —gruñe.

— Yo no te noto enfadado —le digo sonriendo.

— Pues lo estoy. No quiero que coquetees con esos gilipollas. Voy a castigarte.

— Hummm —gimo cuando sus ágiles dedos tiran de mi clítoris y lo suelta de golpe—. Me merezco este castigo.

Se acomoda mejor, se baja los pantalones y el bóxer hasta la rodilla y relamo de nuevo mis labios, al ver su precioso miembro tan erecto. Tan preparado para mí. Me bajo mis pantalones hasta los tobillos, abro mis piernas y levantó la cadera invitándole.

De una dura estocada me penetra. Es indescriptible el placer que siento cada vez que le tengo en mi interior. Es como si me sintiese completa. En estos momentos no hay nada que necesite más que él.

Todo el cuerpo me cosquillea y me tiembla mientras él acelera el ritmo de las estocadas. Su cadera choca violentamente con la mía, gruñimos y gemimos, ahogando los sonidos en la boca del otro.

Sus dientes me muerden el labio inferior y tiran de él creando una corriente eléctrica que me recorre entera para acabar en mi punto máximo del placer con un orgasmo. Siento como el cuerpo de Gabriel se estremece y su semen me invade el interior. Es caliente y me agrada sentirme llena de él.

— Mi mujer —me susurra al oído y después me besa suavemente el cuello.

Sale de mi interior y baja la cabeza para acabar limpiando nuestros flujos de mis pliegues con su boca.

Luego sube mis braguitas y me coloca bien el pantalón. Se coloca el suyo y se tumba sobre mí para besarme de nuevo.

Ahora sus besos son muy lentos, casi a cámara lenta. Abro mis ojos y los suyos están cerrados. Con mis manos sujeto su cara y le separó de mí. Sus brillantes ojos verdes se abren para mirarme con deleite. Acerca sus labios a los míos y deja muchos besos suaves. Luego mete su cara en el hueco de mi cuello y cierro el abrazo. Con mis manos acaricio su pelo y bajo hasta la nuca.

— ¿Estás bien? —le digo preocupada.

— Ahora estoy mejor que nunca.

— ¿Ya no estás enfadado conmigo? —jugueteo con mi dedo en su cuello.

— No puedo enfadarme contigo aunque quiera, castigarte como me gustaría sería más frustrante para mí que para ti. Y no me lo merezco.

— No te lo mereces, no —le digo y dejo un suave beso en su cuello, sintiendo como le se eriza todo el vello.

Le dejo mantener la postura durante el resto del camino. Observo a Kaleb que conduce con tranquilidad por las calles de Nueva York. Es el único testigo de lo que ha pasado aquí. Me da miedo que Sila se moleste si se entera de que los dos últimos días, Gabriel y yo hemos vuelto a estar como en la isla.

¿Y si toma represalias? Seguro que sabe que tenemos algo, sino por el propio Gabriel, por Kaleb. ¿Me tendrá rencor? Por que es lo que yo sentiría. De hecho yo no lo permitiría.

Ya me cuesta asumir que es posible que Gabriel y ella sigan manteniendo relaciones sexuales. Que cuando están juntos, que es la mayor parte del día, se besan, y si ella está tan enamorada como lo estoy yo... Deben llevársela los demonios de saber que él disfruta en los brazos de otra.

A veces me descubro pensando en cómo deshacerme de ella. ¿Y si se lo cuento y le pido que no se case con él? Pero luego, hablo con Eka, que es la única a la que se lo he contado y me convence de que Sila seguirá con su boda a pesar de mí. No sé qué la mueve para hacer lo que hace. Pero me encantaría que me lo contara. Porque a pesar de mis celos respecto a Gabriel, a ella le tengo un aprecio especial. Es como si fuese mi madre o algo así. Y no querría que le pasase nada malo. Jamás.

— Chicos, hemos llegado.

Gabriel suspira en mi cuello provocando mis cosquillas.

Bajamos del coche y entramos en el ascensor del club. El gesto de Gabriel ha cambiado. Ahora está rígido, su postura conmigo es fría y distante. Se ha puesto en modo... tío de seguridad. O en modo, vamos a ver a mi futura esposa. No, mejor pienso lo primero.

Una sonrisa me sale sola.

— ¿Qué te hace tanta gracia? —me dice Gabriel molesto.

— Nada, es solo que parece que te hayan metido una escoba por el culo.

Gabriel frunce el ceño y observo como Kaleb dibuja una sonrisa en su cara. Siempre me olvido que él está a nuestro lado.

— Muy graciosa —me dice incómodo dirigiéndole a Kaleb una mirada de reprobación.

Su cara me hace estallar en carcajadas. Kaleb acaba riéndose y Gabriel se recoloca la chaqueta enfadado.

Llegamos al despacho de Sila. La última vez que la vi, fue al día siguiente de mi enfrentamiento con Klaüs y discutimos sobre haberle ocultado que me veía con Michael, que había usado el transporte público y esas cosas.

— Hola —le digo a Sila al entrar.

Su gesto es serio cuando levanta la vista de sus papeles.

— Hola princesa —me dice esbozando una tímida sonrisa. Algo que me tranquiliza.

Me hace un gesto para que me siente y lo hago. Gabriel rodea la mesa y se coloca tras ella.

— Hoy es el funeral que la familia de Michael le ha preparado aquí en Nueva York. Hasta donde sabemos luego llevarán el cuerpo a su pueblo y lo enterrarán allí —una sensación de culpa y desasosiego me invade de repente. Cierro los ojos para tranquilizarme—. He pensado que quizá querrías ir —la miro con sorpresa—, al fin y al cabo querías a ese chico lo suficiente como para hacer lo que hiciste. Pero puedo entender que no te sientas preparada y prefieras no ir.

— Prefiero ir. Necesito despedirme de él —le digo intentando no llorar.

— Bien. Gabriel —mira hacía atrás y se levanta frente a él—, prepáralo todo. Iremos las dos.

— Yo prefiero acompañarla —le dice Gabriel.

Sila me mira y agacho la mirada.

— Irás detrás. Los demás en sus puestos. No quiero sustos y recuerda que Klaüs está en la ciudad.

— Sí, señora —Gabriel sale del despacho.

— ¿Quieres una copa?

Miro la mesa donde está el vaso de Sila. Últimamente bebe más de lo normal, o al menos es mi sensación.

— No, gracias.

Sila toma su copa, se la bebe de un trago. Se coloca su peluca negra y me indica que nos vayamos.

— Pasaremos por mi cuarto para que te vistas adecuadamente.

Asiento y nos vamos.

El día es bastante frío. Es la primera vez que entro en un cementerio. Este es enorme. Caminamos por una hilera de baldosas delimitadas por árboles. El sitio es más agradable de lo que me esperaba. Gabriel va detrás de nosotras.

— Es ahí —me dice Gabriel señalando un hueco donde se ve un tumulto de gente.

Cuando llegamos, hay bastante gente. Algunos de los compañeros de universidad de Michael están ahí. Al resto de la gente no la reconozco. Un sacerdote da un sermón que parece hacer efecto en las personas de la primera fila, que lloran desconsoladas. Esa debe ser su familia.

Sila me tiende una rosa roja y me dice que debo tirarla al hueco antes de que lo cierren.

Me aproximo con lágrimas en los ojos. Tiro la rosa y me doy cuenta de que es la única de color rojo. Las demás son todas blancas.

— ¿Eres Lina? —una voz de mujer me hace girarme. Asiento con la cabeza.

La muchacha, bastante joven, se lanza a mis brazos y me abraza con fuerza.

— Soy Evelyn, la hermana pequeña de Michael. No me conoces pero yo a ti , es como si te conociese. Mi hermano estaba muy emocionado contigo.

No puedo responder. Solo puedo romper a llorar desconsoladamente.

— Tranquila —la chica me abraza de nuevo y la agarro de la chaqueta para seguir llorando—. Se nota que os amabais mucho. Mi hermano estaba muy enamorado.

Eso no me alivia. Todo lo contrario. Me hace sentir tan culpable, que querría ser yo la que estuviese muerta.

— No es justo —le digo a la chica al oído—. Lo siento tanto.

— No, por favor, no lo sientas. Tú le diste vida en los últimos meses, porque andaba algo perdido.

— No, yo...

La mano de Sila me sujeta del brazo.

— Cariño —me susurra Sila—. Tenemos que irnos.

Asiento y me separo de Evelyn.

— Te acompaño en el sentimiento —le dice Sila a la muchacha mientras me arrastra hacia atrás donde los brazos de Gabriel me refugian.

Debería ser yo la que estuviese muerta. Lo he pensado tantas veces en mi vida. Que creo que no merezco seguir aquí.

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