Blood White I (La historia de...

By Idoia_G

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Bianca aparece sin saber cómo en un almacén. Una preciosa mujer le dice que le dará la libertad, pero Bianca... More

Apertura y consejos.
Sinopsis
Intro Bianca
Intro Gabriel
Intro Sila
Cap. 1
Cap.2
Cap. 3
Cap 4
Cap 5
Cap 6
Cap. 7
Cap 8
Cap 9
Cap 10
Cap 11
Cap 12
Cap 13
Cap 14
Cap 15
Cap 16
Cap 17
Cap 18
Cap 19
Cap. 20
Cap. 21
Cap. 22
Cap. 23
Cap. 24
Cap. 25
Cap. 26
Cap. 27
Cap.28
Cap. 30
Cap.31
Cap. 32
Cap. 33
Cap. 34
Cap. 35
Cap. 36
Cap. 37
Cap. 38

Cap. 29

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By Idoia_G


29/12/2010

Han pasado varios días desde la fatídica noche en la que le arrebaté la vida a un hombre. Velkam me ha llamado por activa y por pasiva, pero no he querido hablar con nadie. Kaleb también me ha llamado para darme instrucciones de Sila. Y Gabriel... Gabriel se ha apostado al otro lado de la puerta. Lleva ahí desde aquella noche. Al principio llamaba a mi puerta con sus nudillos e incluso gritaba mi nombre. Pero, dejó de hacerlo y pensando que ya no estaba, miré a través de la mirilla. Y ahí estaba él. Sentado en el suelo con la cabeza apoyada en la madera de mi puerta.

Ekaterina y Marlenne me preguntaron y simplemente les respondí con un, no se qué hace ahí.

Me he centrado en estudiar y con la única persona que he cruzado más de dos palabras ha sido con Michael. Pero, dejé de escribirle, ya que estaba muy pesado con eso de que quiere verme.

— ¿No vas a dejarle entrar? —Marlenne se atusa el pelo con un cepillo mientras estudio en el salón.

— No —le digo secamente.

— No es justo, lleva cuatro días ahí sentado Bianca. Y cada vez que nos ve, nos pregunta si estás bien.

— Me importa poco si es justo o no. Tengo motivos para no dejarle entrar, punto.

— Vale, chica. Llevas unos días que no hay quien te hable.

Marlenne se va claramente enfadada del salón para terminar de vestirse. Su turno empieza en breve y Ekaterina lleva días sin aparecer por casa.

Cuando Marlenne se va, cierro el portátil y me tumbo en el sofá. Me coloco un cojín sobre el pecho y lo abrazo con lágrimas en los ojos.

La maldita cara del hijo de puta al que maté no me deja cerrar los ojos con calma. Entro en una especie de trance y de repente los ojos verdes de Gabriel aparecen ante mí.

Me incorporo y me acaricio los brazos intentando calmar el dolor. Pero, no lo consigo.

Me dirijo a la puerta y miro de nuevo.

Sigue ahí. Mira su celular mientras parece despreocupado. Sé que si le abro me voy a arrepentir, pero, necesito que alguien que me conozca, al menos un poco, me ayude.

Abro la puerta y Gabriel pega un brinco poniéndose de pie.

— Bianca —susurra mirándome con preocupación.

— Puedes irte y decirle a Sila que estoy bien. No es necesario que sigas aquí.

— No estoy aquí por Sila. Solo me preocupas tú. Quiero saber si estás bien.

Le observo con los ojos inundados en lágrimas que no quiero que salgan.

— Pues estoy bien —le cierro la puerta en sus narices y apoyo mi frente en la madera, ahogándome en un llanto silencioso, para que no me oiga.

— Bianca —su voz vibra por la puerta—, sé que no estás bien. Sé que matar a aquel tipo no es algo que te haga sentir bien. Por favor déjame ayudarte.

— Quiero que te vayas Gabriel —le digo entre sollozos.

— No voy a hacerlo hasta que me dejes hablar contigo.

¡Joder!

Le abro de nuevo sin esconder mi rostro. Nada más hacerlo él se abalanza sobre mí y me refugia en un abrazo.

— Mi pequeña, llora, no te preocupes.

Me aferro a él mientras con su cuerpo me guía hasta el salón sin romper el abrazo.

— No puedo dejar de ver su rostro, me persigue —le digo a duras penas.

— Es normal —deja un suave beso en mi pelo y siento sus manos recorrer mi espalda en constantes caricias.

— ¿Has matado a muchas personas? —sollozo y me aspiro los mocos generados.

— Demasiadas. Y cada una de ellas se lleva un pedazo de mí, matándome lentamente.

Respiro profundamente para infundirme valor. Hay algo que me corroe aún más que eso. Y es el hecho de que Gabriel y Sila vayan a casarse. Puede parecer una banalidad, pero me duele profundamente.

— ¿Por qué? —le pregunto.

— ¿Por qué qué? —me responde.

— ¿Por qué me has hecho creer que sentías algo por mí, que había algo entre nosotros, si vas a casarte con Sila?

Siento como me separa de él y abro los ojos para mirarle. Su cara refleja una profunda tristeza.

— Es todo muy complicado. Antes de que aparecieras, Sila era mi mujer, la única mujer a la que me ataba un sentimiento. Quizá solo por mi pasado, por nuestro pasado juntos. Contigo me he dado cuenta que hay una parte de mí que es solo tuya y que aún puede salvarse...

— Pero... —me adelanto a sus palabras.

— Pero, no puedo huir de lo que tengo con ella —sentencia.

— ¿Dónde me deja eso a mí, Gabriel? —mi tono se endurece. No puedo entender su postura.

— Te deja donde quieras estar —entrecierro los ojos intentando averiguar que significan esas palabras realmente—. Yo quiero que estés a mi lado, que confíes en mí, que me dejes amarte y protegerte como mi mujer.

No parece dudar, pero, no me da ninguna confianza oír esto.

— ¿Y Sila?

— Sila será mi mujer de cara al resto del mundo. Es algo que llevo años... esperando, que ella fuese mi esposa. Se lo he pedido tantas veces que he perdido la cuenta. Antes de que aparecieses, pensaba que eso era la correcto, siempre ha sido mi única opción de salvarla.

— ¿Salvarla? Ella no necesita ser salvada, es fuerte, poderosa...

— Ella no es su apariencia. Esa coraza que se ha construido durante tantos años, solo está ahí para protegerla del mundo, pero por dentro es una mujer destrozada por los años de constante sufrimiento. Yo siempre he querido salvarla de sí misma. Por eso quería casarme con ella.

— ¿Ahora no quieres hacerlo?

— Ahora pienso que es lo prudente, es lo que debo hacer. Ya te dije en una ocasión, que no soy libre, que hay cadenas que me atan a ella.

Inspiro fuertemente y me siento en un sillón, poniendo mis piernas sobre él.

— Yo no soy un segundo plato. No puedo permitir que me prometas noches de pasión y que cuando estés con ella, también le hagas el amor.

— ¿Aún no sabes cuál es tu función en el Blood White? —no entiendo que tiene esto que ver con lo otro.

Pero, de igual forma fuerzo a mi mente a buscar la respuesta en mi cabeza, no la encuentro.

— ¿Cómo crees que Sila ha conseguido el respeto de todos esos hombres de negocios? —continua él.

— Siendo la mujer fuerte y segura que es —respondo.

— Ni de coña. Sila no es una prostituta ahora, pero si tiene que cerrar un trato en la cama con uno, con dos o incluso dando placer a sus mujeres, lo hace. Y algún día tú lo harás. Y mientras, yo me conformaré con prometerte amor cuando podamos estar juntos.

— Yo no pienso hacer eso. Y dudo que Sila lo haga. ¿Por qué te inventas esas mierdas?

— Puedes no creerme, te dolerá más cuando lo veas con tus propios ojos. Y si de verdad crees que no lo harás, deseo de verdad, que sea así. Que seas capaz de no tener que hacerlo. Al fin y al cabo no eres como ella.

— No, no lo soy —resoplo y me rodeo las rodillas con los brazos.

Las manos de Gabriel sobre las mías me hacen mirarle. Se ha acercado a mí y está de rodillas frente a mí. Su contacto tan directo enciende en mí una llama que me hace caer rendida ante él. Sus ojos me prometen tantas cosas en las que sé que no puedo confiar, que intento separarme de él, sin éxito alguno.

— No te separes de mí, por favor —su voz es un ruego, un sencillo susurro.

Su mano acuna mi mejilla y cierro los ojos, disfrutando de su contacto.

— Gabriel, no me hagas daño, por favor —lo mío es más una súplica que un ruego—. No lo soportaría.

— Bianca, no podría hacértelo nunca, te am... —le tapo la boca con la mano. Sé que no puedo creerme sus palabras. Sé que si le dejo prometerme amor, será más difícil.

Nuestros ojos se quedan fijos en los del otro, las lágrimas, no solo inundan mis ojos, sino los suyos también. Me gustaría tanto creerle. Pero, no puedo. No acercarme a él es la única manera de mantenerme protegida de verdad. Aunque ni yo misma pueda apartarle de mi lado.

Quito la mano de sus labios y sin darle tiempo a reacción, junto mis labios con los suyos. Una corriente eléctrica recorre todo mi cuerpo. Siempre es igual. Sus brazos levantan los míos y cierra su abrazo a mi alrededor. Mis manos acarician su nuca mientras profundizo en el beso. Mi lengua juguetea en el interior de su boca mientras siento cómo mis braguitas comienzan a mojarse de excitación.

Una palpitación en mi centro de placer me indica que necesito terminar lo que he empezado. Que ya no hay marcha atrás. Que después acabaré destrozada, pero que, ahora le necesito como el aire para respirar.

Me separo de él y me levanto del sillón bajo su atenta mirada, una mirada que me estremece entera. Le tiendo la mano y le ayudo a levantarse del suelo.

Le guío a través del pasillo hasta mi habitación y un vez entramos, Gabriel me levanta del suelo con sus brazos, como si fuese una niña pequeña, y toma mi boca con violencia.

Lejos de desagradarme, me engancha aún más a él. Ambos comenzamos una especie de lucha por ver quien necesita más del otro. Y debo decir que estamos a la par.

Gemimos en la boca del otro, gruñimos y caemos juntos a la cama. Sus manos me arrebatan la fina camiseta que tenía, rajándola por completo. Yo desabrocho sus pantalones con urgencia y meto mi mano bajo su bóxer. Le masturbo con impaciencia sin recibir queja alguna por su parte.

Nos separamos y termino de arrebatarle los pantalones. Sin pensarlo más abro mi boca y me introduzco todo su miembro en mi boca. No es la primera que le tengo en mi boca, pero nunca he necesitado tanto esto. Con mi boca haciendo fricción subo y bajo mi cabeza. Los dedos de Gabriel se entremezclan con mi pelo y tira con fuerza de él, haciendo que mis movimientos arriba y abajo sean más violentos.

Su pene se hace cada vez más grande en mi interior. Siento el enorme calor que desprende y cuando creo que va a correrse me obliga a separarme, me levanta tirándome del pelo, algo que me excita sobremanera. Me besa con toda la necesidad del mundo y me embiste con dureza, haciendo que un gemido salga de mi boca. La primera embestida es una mezcla de dolor y placer. Y ese dolor me produce alivio. Quiero más, mucho más.

Una sensación explosiva se hace cargo de mi cuerpo y me hace arquearme y gritar en la boca de Gabriel, que sigue creciendo en mi interior hasta que ambos explotamos a la vez. Siento su semen ardiente recorrer todo mi interior. Es una sensación indescriptible. Placentera. De un par de estocadas más se vacía en mi interior sin dejar mi boca libre ni un segundo. Sin salir de mi interior, se levanta de la cama haciendo que le rodee con las piernas su cintura y nos dirige al baño.

Poco a poco su pene crece de nuevo y está listo para más. Sale de mi interior una vez que el agua cae sobre nosotros, dentro de la ducha. Me da la vuelta y me sujeta contra los fríos azulejos. Con la otra mano acaricia mi clítoris e introduce dos dedos en mi interior. Su boca dibuja un camino de amargos besos por mis hombros y mi espalda. Gimo de placer, sus dedos están haciendo que mi interior arda.

— Gabriel, te necesito dentro —le digo.

Y mis deseos son órdenes, porque saca sus dedos de mi interior y se ensarta en mí, sin dejar de masajear con violencia mi clítoris. El placer es indescriptible. Y juntos volvemos a sucumbir al orgasmo más explosivo.

Estoy en la cocina haciendo unas tostadas y unos filetes para cenar con una sonrisa enorme dibujada en mi rostro. Tener a Gabriel de nuevo a mi lado, me hace sentir tremendamente poderosa. Quizá necesitaba esto para demostrarle que estaré a su lado y no tiene por que casarse con ella. Podemos estar juntos y seguir junto a Sila, para apoyarla y ayudarla. Pero ser solamente él y yo.

Llevo la camiseta de Gabriel que me queda enorme. Mientras cocino, Gabriel se acerca por detrás y me rodea con sus brazos, besando mi cuello.

— ¿Qué vas a hacer con Sila ahora? —le digo cerrando los ojos mientras disfruto de sus besos.

— ¿Qué quieres decir? —su lengua se introduce sensualmente en el lóbulo de mi oreja y termina con un mordisco en el lóbulo.

Me giro despacio, sin romper nuestro abrazo.

— Después de esto —le sonrío y nos señalo a los dos—. ¿Qué le vas a decir a ella?

— No tengo nada que decirle —miro sus ojos y siento que esta conversación no va a acabar bien.

— ¿Cómo que no? ¿Qué ha significado esto, Gabriel?

— Esto ha significado que nos pertenecemos, que nos necesitamos, que encajamos y que nos queremos el uno al lado del otro.

— Exacto —le digo tomando una distancia prudencial de él—. ¿Cómo le vas a decir que no vas a casarte con ella?

Veo que Gabriel frunce el ceño y se apoya contra la encimera.

— No voy a decírselo, por que sí voy a casarme con ella.

— ¿Cómo? —pongo mis brazos en jarras sin entender nada— ¿Vas a casarte con ella? No te entiendo, Gabriel. ¿No entiendes que no nos puedes tener a las dos?

— Ya te lo he explicado —le veo perder los nervios por momentos—. Tengo que hacerlo...

— Gabriel si le explicas esto, puede que ella comprenda que...

— ¡¡NO!!—grita cortando mis palabras y enfureciéndome— La que lo tiene que comprender eres tú. Tengo que protegerla de sí misma. Es mi sino, mi misión en la puta vida. Son mis cadenas, no puedo romperlas. ¿No puedes simplemente dejarme demostrarte que a pesar de eso, podemos ser felices así? Con estos momentos.

— ¡¡Largo de mi casa!! —le empujo con fuerza y rabia— ¡¡Lárgate Gabriel!! No quiero verte ahora mismo. No voy a conformarme con ser la amante. La que te follas cuando ella no te da lo que quieres o en la que te refugias cuando algo va mal.

Sus manos se aferran a mis muñecas, pero de un ademán, me suelto. Me dirijo al cuarto. Tomo sus pantalones y regreso a la cocina. Se los tiro a Gabriel a la cara. Me quito su camiseta dejando mi cuerpo desnudo frente a él y también se la lanzo.

Gabriel tiene la cara desencajada. Pero, me da igual.

— Lárgate y no vuelvas a buscar lo que no pienso volver a darte. Te he pedido que no me hicieses daño y aquí estás. Ofreciéndome las migajas de lo que quiera que tengas con Sila.

— No son migajas, Bianca. Soy yo, te estoy ofreciendo todo mi ser. Ella tendrá mi compañía, mi lealtad, como siempre. Pero mi corazón...

PLAS.

PLAS.

Mi mano se ha estampado dos veces sobre el rostro de Gabriel que muta su cara por una llena de ira.

— Lárgate de aquí. No vuelvas a hablarme de sexo, de amor o de corazón. Porque no puedo creer a un mentiroso como tú. Olvídate de esto que hemos tenido.

Le empujo abriendo la puerta de la calle y le saco al rellano. Cerrando la puerta en sus narices.

— ¡¡Ahora vete!! Gracias por tu maldita ayuda —le grito y me voy al baño.

Abro el agua de la ducha y me meto quitándome con rabia la suciedad que siento sobre mi cuerpo. Me quema el contacto de sus recuerdos sobre mi piel. Es la última vez que ese indeseable juega conmigo. Pero, la única culpable de esto, he sido yo, otra vez. Por pensar que podía cambiar las cosas si le demostraba la enorme conexión que existe entre nosotros. Soy estúpida.

Me limpio con la esponja cada célula de mi cuerpo. No quiero oler a él. No quiero sentir sus caricias, no quiero verle en sueños. No quiero volver a caer en sus redes.

¡Tonta! ¡Tonta de remate! Eso es lo que soy.

Cuando me tumbo en la cama estoy cansada. He cambiado las sábanas, he limpiado toda la casa y necesito descansar. Marlenne y Ekaterina, no han aparecido por casa en todo el día. Y en parte lo agradezco. Pero mis ojos son incapaces de hacer lo que deben hacer. Cada vez que se cierran imágenes de Gabriel aparecen en mi mente. Casi que estaba mejor viendo al cadáver de Vladimir.

Tomo el celular que está sobre la mesilla y lo enciendo. Tengo dos mensajes de Michael. Y aunque sé que es un error, lo hago.

Escribo y envío. Y mis ojos se cierran en un profundo sueño.

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