Blood White I (La historia de...

Oleh Idoia_G

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Bianca aparece sin saber cómo en un almacén. Una preciosa mujer le dice que le dará la libertad, pero Bianca... Lebih Banyak

Apertura y consejos.
Sinopsis
Intro Bianca
Intro Gabriel
Intro Sila
Cap. 1
Cap.2
Cap. 3
Cap 4
Cap 5
Cap 6
Cap. 7
Cap 8
Cap 9
Cap 10
Cap 11
Cap 12
Cap 13
Cap 14
Cap 15
Cap 16
Cap 17
Cap 18
Cap 19
Cap. 20
Cap. 21
Cap. 22
Cap. 23
Cap. 24
Cap. 25
Cap. 26
Cap. 27
Cap. 29
Cap. 30
Cap.31
Cap. 32
Cap. 33
Cap. 34
Cap. 35
Cap. 36
Cap. 37
Cap. 38

Cap.28

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Oleh Idoia_G


25/12/2010 Parte II

Una niebla muy densa me rodea. No sé donde estoy. Miro a mis desnudos pies que están sobre una superficie fría, de color gris y húmeda.

Bianca —su voz me hace levantar la mirada.

Gabriel está frente a mí, vestido con un precioso traje de color crema.

¿Qué has hecho Gabriel? ¿Por qué me has hecho esto?

Mi voz es apenas un susurro pues no soy capaz de mediar palabra sin ponerme a llorar.

Sila aparece tras de él y le sujeta del brazo.

¿Creías que iba a ser tuyo? —su voz parece estar distorsionada.

A continuación sale de su interior una sonrisa macabra que me hiela la sangre. Su precioso vestido dorado desaparece de su cuerpo, arrebata a Gabriel de su ropa y presencio como este la toma y la besa.

Yo solo quiero correr, pero mi cuerpo no responde. Cierro los ojos, pero al abrirlos Sila está tumbada en una cama mientras Gabriel le hace el amor suavemente.

Te amo Sila —su inconfundible voz, taladra mi mente.

¡Para! —grito, pero parecen no oírme.

Te amo más que a nadie.

Sus cuerpos acompasados se mueven sobre la cama mientras yo intento moverme sin éxito.

¡Parad! ¡Parad! ¡¡PARAD!!

Consigo levantar mi voz por encima de sus gemidos y ambos paran de golpe.

Pobre ilusa —Sila sale de la cama desnuda y se dirige hacia mí. Cuando llega a mi altura, su mano acuna mi cara—. Gabriel es mío —me susurra al oído—, solo mío.

Gabriel tras de ella llega a nosotras, con su cuerpo desnudo y sudado, retira a Sila de en medio y me toma de la cintura para besarme.

Me revuelvo con todas mis fuerzas, pero su agarre es mucho más fuerte.

Te quiero follar como a una puta —me dice Gabriel.

Las lágrimas recorren mi cara, el miembro de Gabriel me penetra con una fuerza como nunca antes lo ha hecho. No le reconozco.

¡Acaba con ella! —la voz de Sila suena en segundo plano, pero, me llega nítida— No dejes nada de ella.

Abro los ojos, quien está tomando mi cuerpo no es Gabriel, es Klaüs. Sus sucias manos rodean mi cuello impidiendo que pueda respirar con fluidez.

¿Pensabas que íbamos a protegerte de él? —miro a la derecha y Gabriel sonríe mientras mira la escena.

Mi cuerpo pierde toda rigidez y pierdo el control. Solo es otra de tantas veces que Klaüs me ha tomado.

Yo solo la amo a ella —Gabriel vuelve a besar a Sila mientras yo me dejo llevar al agujero negro donde durante tantos años he sido recluida.

Oigo las cadenas que me atan los pies y las manos mientras Klaüs jadea en mi oído, su agarre apenas me deja respirar. Solo quiero dejarme ir de una vez. No quiero seguir sufriendo.

Las manos ásperas de Klaüs me agarran fuertemente de los hombros y me zarandea.

¡Bianca! ¡Bianca!

No quiero despertar. Quiero acabar con esto de una vez por todas.

¡¡Bianca!!

Despierto bruscamente y me revuelvo para separarme de Klaüs. Pero mis ojos se fijan en los ojos negros de Velkam.

— ¡Bianca! ¿Qué te ha pasado? —su voz denota preocupación. Sus dedos limpian mi cara que está empapada por las lágrimas que incluso inconsciente he soltado.

— Yo...

Velkam se retira y veo como Sila me abraza fuertemente.

— Tranquila mi niña, nada malo te va a pasar a mi lado.

Quiero alejarla, pero su abrazo me hace sentir bien. Me calma. No quiero que sea ella quien lo haga, pero es así. Me refugio en sus brazos y rompo a llorar como si fuese una niña chica.

— ¡Perdón! —le digo entre un llanto descontrolado.

— ¡Oh, mi preciosa niña! —su voz ha cambiado, no es la de la Sila de la cena, o la que me habla en las reuniones o la que oigo en el club.

De repente su voz es dulce. Me retiro un poco y observo su cara. Sus ojos siguen siendo claros, pero no veo el frío glaciar de siempre. Ahora son cálidos, son como esa casa acogedora donde refugiarme.

— ¿Estás mejor? —escucho a Gabriel, pero no quiero mirarle. Asiento en respuesta a su pregunta, pero no me separo de Sila, que me acaricia el pelo.

Cuando estoy más tranquila miro a mi alrededor. Sila está frente a mí y detrás de ella mirándome, Velkam, Gabriel y Kaleb.

— ¡Dios mío! Pensábamos que te había pasado algo malo —la voz de Ekaterina me hace girarme y veo a mis dos compañeras con cara de preocupación.

Me levanto del sillón donde me encuentro y me lanzo a los brazos de ellas, que me reciben calurosamente.

— ¡Qué susto nos has dado a todos! —me dice Marlenne y me hace sonreír.

— Estoy bien, solo he tenido una especie de... pesadilla —digo cuando recobro un poco la compostura.

— ¡Bebe! —Gabriel me tiende un vaso con agua y lo bebo.

— Por favor —la voz de Sila vuele a ser la de siempre—, dejadme a solas con ella.

Veo como las chicas me abrazan una última vez.

— Luego hablamos —me dice Ekaterina y se aleja junto a Marlenne, desapareciendo por la puerta.

— Bianca, espero no haberte forzado mucho. ¿crees que estás preparada para lo que va a pasar esta noche?

Miro a Gabriel que no aparta sus ojos de mí, pero le retiro la mirada al recordar que en solo unos meses será el marido de Sila y hace apenas un rato me estaba besando.

— No entiendo —le digo a la rubia, mirándola.

— Quiero que esta noche vengas al gran salón. Hay una fiesta de negocios y quiero que conozcas a alguien. También necesito que ellos se vayan acostumbrando a ti.

— ¿A... mí?

— Claro cielo —Sila se sienta a mi lado y me rodea los hombros con su brazo—, quiero que pronto empieces a hacerte cargo de aquello a lo que yo no le pueda dedicar el mismo tiempo. Necesito ayuda, un suplente. Y esa vas a ser tú. Necesito que te encargues de ciertas cosas. ¿Crees que podrás hacer eso por mi?

— Yo...

No sé que responder.

— Esta noche vendrás conmigo, te presentaré a gente influyente, gente que cuando necesites algo, te ayudarán. En las próximas semanas te enseñaré como manejar el negocio ¿Has leído los papeles que te pasé?

— Sí... esto... hay cosas que no entiendo... yo...

— Es normal. Mis negocios no son del todo... claros. Pero, pronto sabrás por qué he hecho las cosas así. ¿Entonces cuento contigo?

Asiento. Debo pensar en mí y solamente en mí. No quiero quedarme toda la vida aquí, no quiero depender toda la vida de la protección de Sila. Quiero poder irme de aquí, buscar a mi familia y a mi hijo y poder vivir en paz. Y después de lo que vi en esos papeles, sé que alguien como Sila o la gente que frecuenta este local, pueden ayudarme a hacerlo. Aunque no sea de la forma más legal posible, pero... ¿Qué puedo perder?

He vuelto a ser una idiota por embelesarme con los encantos de Gabriel. Pero él, no va a estar para mí nunca más. Así que debo centrarme en mis propósitos. Únicamente así podré valerme por mí misma.

— Gabriel —Sila se levanta y se acerca a su prometido—, quiero que te encargues personalmente de su seguridad.

— No —les digo alzando la voz. Sila se gira y me observa con el ceño fruncido—. Quiero que quien se encargue de eso sea Velkam.

— ¿Velkam? —ambos se miran dudando, está claro que esto no se lo esperaban.

— Nadie va a cuidarte mejor que yo —Gabriel se pone frente a mí y me levanto de la silla apartándome de él y de su cara de niño bueno.

— Nadie va a cuidarme mejor que Velkam. Él me conoce y yo le conozco, confío plenamente en él.

Gabriel se pone rojo, seguramente esté enfadado, pero, ahora mismo me da igual.

— ¿A mi no me conoces? ¿Qué demonios...

— ¿Te conozco? —le corto, me pongo nerviosa y le grito enfadada— No sé nada de ti. ¿De donde eres? ¿Cuál es tu color favorito? ¿Sé acaso algo de tu familia? ¿Quién es Irina? —noto como se tensa— Nunca me cuentas nada, cuando te pregunto por tu pasado siempre me sales con evasivas. Me has engañado tantas veces...

— ¡¡¡Eso no es cierto!!! —su mano sujeta mi brazo pero consigo zafarme de su agarre.

— ¿Qué no lo es? Dime una sola vez en la que me hayas contado algo sobre ti. Vas a casarte con ella. ¿Eso no es mentirme? —le reto colocando las manos en las caderas— No me merezco...

— Es de Moscú —Sila comienza a hablar mirando por la ventana y me callo—. Su color favorito es el azul cielo, porque le recuerda cada día, que puede ser libre y que él no es más que sus decisiones. Su padre era un alcohólico que le dejaba dormir en la calle día sí y día también. Su madre una prostituta a la que solo ha visto dos veces en su vida. Irina... ella está muerta.

Observo con sorpresa la cara de Gabriel mientras Sila habla. Es pétreo, ha palidecido unos tonos y sus ojos esconden un dolor que no había visto antes.

— Velkam será tu guardia —grita fuera de sí Gabriel—, espero que no te arrepientas de esta estúpida decisión.

De un portazo, Gabriel desaparece dejando un enorme vacío en mi interior. Mis ojos están acuosos por el momento. Sila se gira con el ruido y me mira con una tierna sonrisa en los labios.

— Bianca, no debes guardar rencor a Gabriel, es muy reservado con su pasado. Uno que le duele y le perturba. Ten paciencia con él.

— Yo no tengo que tenerle paciencia, Sila, pero prefiero tener a mi lado a alguien que sí me tiene la confianza suficiente para decirme quien es.

— ¿Acaso sabes quién es Velkam? —levanta una ceja sorprendida.

— Sí —respondo sin dudar—. Trabajó para mi esposo como uno de sus hombres de confianza. Tiene mujer y dos hijos a los que ha tenido que renunciar para no ponerles en le punto de mira de la mafia. Sé que vosotros les protegéis donde quiera que estén. Su color favorito es el negro, le hace sentir en paz. Sé que no me va a fallar.

— ¡Vaya! —Sila parece sorprendida— Es cierto que le conoces bien. Me alegra que puedas contar con alguien así a tu lado. Haré que le llamen. Ahora, necesito que nos vistamos para ir al gran salón. Pronto empezará el espectáculo.

De un armario del final de la sala, Sila saca dos ajustados vestidos de terciopelo. No solo son ajustados, son provocativos y extremadamente cortos. Sila me hace desnudarme, me tiene uno de los dos vestidos, de color frambuesa. El tacto es agradable y suave.

Me enfundo en el pequeño trozo de tela sin saber muy bien dónde colocarme la pistola que Velkam me ha regalado.

— Mira —Sila la toma entre sus manos y me ajusta el cinto algo más arriba que antes—, si la colocas aquí, irás cómoda y podrás sacarla con facilidad.

Tomo el arma y compruebo que lo que dice es cierto.

— Gracias —le digo.

Los nudillos en la puerta me hacen levantar la mirada. No me había fijado en el vestido negro de Sila. Es aún más provocativo que el mío, que ya es decir. Pues apenas me tapa. Kaleb entra en la estancia con dos pelucas. Una de un color pelirrojo y la otra es la misma que ella llevaba la noche que se presentó en la casa de Michael. De un negro azabache.

Cojo la de color rojo y dejo que sea Sila quien con una rejilla me ayuda a colocármela. Me miro al espejo y estoy completamente irreconocible.

— Nunca dejes que nadie sepa quién eres —asiento a Sila y la observo colocarse unas lentillas de color negro y su peluca.

Gabriel y Velkam entran por la puerta justo cuando Kaleb ayuda a Sila a colocarse su arma.

Nos vamos todos juntos, con Kaleb a la cabeza, Sila a mi lado y los dos hombres detrás. Recorremos un pasillo angosto y bastante oscuro, sintiendo la penetrante mirada de Gabriel en mi espalda. Llegamos a dos puertas dobles que Kaleb abre sin demorar más.

Cuando entro observo todo a mi alrededor, es un enorme salón con suelos en madera oscura y sin ventanas. Todas las paredes están repletas de cortinas de color granate en terciopelo. Similar a mi vestido pero más oscuras.

Tras una de esas cortinas un grupo de hombres se ríen a carcajadas mientras tres mujeres completamente desnudas bailan frente a ellos. A la derecha sobre una mesilla de espejo, hay unas rallas de polvo blanco que imagino, será cocaína.

Reconozco a uno de los hombres en cuanto lo veo. Es Erik. Este me mira y sonríe fingiendo no conocerme.

— Caballeros —la solemne voz de Sila los saca de su entretenimiento—. Bienvenidos al Blood White.

— La maravillosa Sila en persona, que halagado me siento —uno de los hombres más mayores se levanta de su sillón y se dirige a nosotras con una mueca lasciva en la cara y que no me gusta en lo absoluto.

— Mi querido Charles —Sila coquetea descaradamente ante él, me giro hacia Gabriel a quien no parece importarle en absoluto lo que pueda pasar entre Sila y ese hombre—. Te veo estupendamente y totalmente recuperado de tu infarto.

— Bicho malo nunca muere, o eso dicen —el hombre suelta una carcajada, a continuación toma a Sila del cuello y la besa con ganas.

Apenas puedo disimular mi desconcierto. ¿Qué demonios pasa? ¿Quién es este hombre que la trata con tanta confianza? ¿Por qué Gabriel no hace nada? ¿No va a casarse con ella?

— Pero, dime, mi geisha ¿Quién es la preciosa mujer que te acompaña? —el hombre me mira con una lascivia que me irrita profundamente. Me recuerda tanto al ambiente donde conviví con mi esposo y sus asquerosos hombres de confianza.

— Ella es Bianca, mi hermana y mi pupila. Se encargará de ayudarme con los negocios y por eso la he traído.

Observo cómo los hombres me sonríen y se fijan en cada centímetro de mi cuerpo. Algo que me estremece de miedo.

— Eres preciosa —el viejo suelta a Sila y se acerca a mí, me coge una de mis manos y me besa en los nudillos—, Bianca. Yo soy Charles Williams, soy CEO en una de las mayores empresas de tecnología punta del país.

— Gracias —le digo algo fría ganándome la mirara reprobatoria de Sila, así que relajo mi postura y aparento un leve coqueteo y una sonrisa.

— Yo soy Mortimer McDougal, representante de una empresa de transportes muy importante —un apuesto hombre algo mayor, pero más joven que el anterior se pone en pie y se coloca la chaqueta mientras se acerca a mí—. Es todo un placer —me hace una reverencia y repite el gesto caballeresco del anterior.

Me mira a los ojos y me pongo nerviosa. Es tremendamente apuesto. Quizá tenga unos cincuenta años, pelo canoso y ojos verde oliva brillantes. Se nota que se cuida y huele extremadamente bien.

— Gracias —le repito y mantengo su mirada.

— Soy Irlandes —me dice y se acerca a mi oído para susurrarme—, me encantaría conocerte mejor fuera de estas cuatro paredes.

Mi cuerpo se tensa ante el contacto. No me gusta que se me acerquen tanto.

— Yo soy Erik —la voz del poli que me ha ayudado en diversas ocasiones me saca de mi estado y hace que el caballero se aparte de mí, de mala gana—, ya nos hemos conocido en alguna ocasión —le sonrío y asiento.

Erik, se acerca y me besa en la mejilla. Es la primera vez que toma un contacto tan físico conmigo. Imagino que porque sabe que no he tenido una vida fácil y porque no me gusta que me traten así.

— Yo soy Vladimir Petrov —un hombre altísimo y enorme de tamaño se coloca al lado de Erik y se arrodilla frente a mí—. Es un placer volver a coincidir con usted, mi dama de nieve.

Mi cara debe haber bajado varios tonos hasta llegar al blanco más puro. Hace tiempo que no oía esa expresión. Me quedo paralizada ante sus palabras y siento cómo todos me observan.

— Sólo un paso en falso y te reviento los sesos, hijo de puta —le dice Velkam en un tono totalmente intimidante.

Velkam está justo a mi espalda, su contacto conmigo me hace reaccionar. Miro a mi derecha y veo el cañón de la pistola de Velkam a un solo centímetro de la cara de este tipo. Le observo y mi mente hace esfuerzos por recordar si realmente me conoce. ¿Cómo sabe quien soy? Si estaba allí cuando todo pasó, está claro que no es de confianza.

— Acabas de firmar tu sentencia de muerte Vladi —la voz de Sila me hace mirarla.

Ella y Gabriel también le encañonan.

— Bajad las armas —digo de repente.

No sé de donde saco la templanza que siento de repente. Pero una especie de seguridad se apodera de todo mi cuerpo.

— Creo que te confundes de persona —le digo al tipo, mientras con mi mano bajo el cañón del arma de Velkam que parece haber obviado mi orden.

— Oh, señora Petra Kowalczyk, nunca olvido a una mujer y menos con el tesoro que guarda entre sus piernas.

BANG

El hombre frente a mí cae desplomado con un agujero en su frente. Miro mi mano que sujeta frente a mi rostro, la pequeña pistola plateada que Velkam me ha regalado hace apenas unas pocas horas. Bajo el arma que me quema en la mano y me vuelvo hacia Sila.

— Lo siento.

— No pasa nada, cielo. Estas cosas pasan cuando menos te lo esperas y ese hombre se lo ha buscado. Kaleb —Sila se da la vuelta y Kaleb sale de detrás de las cortinas.

— Señoras —nos dice a ambas.

— Limpia este lugar. ¡Caballeros! —ahora se gira hacia el resto de hombres a los que parece no haber impresionado nada de lo que ha pasado—. Vayamos al salón azul, tenemos que hablar de negocios. Bianca, por favor acompáñanos.

Asiento y todos juntos salimos de la sala. Ha sido la primera vez que he matado a alguien. No sé si realmente soportaré todo esto. Una lágrima asoma por mi ojo cuando la mano de Velkam me arrebata suavemente el arma de las manos, que aún llevo agarrada con fuerza.

— Lo has hecho bien. Ahora finge que no te importa lo que ha pasado, los has impresionado y a la vez les has demostrado que contigo no se juega.

— Yo no...

Siento cómo tiembla todo mi cuerpo.

— Escucha. Ya llorarás cuando te vayas a dormir, ahora debes aprender a fingir que eres fuerte y fría. Así se sobrevive aquí, no solo corriendo en un campo y huyendo durante las prácticas en el campo de tiro. ¿No le has reconocido?

Niego con la cabeza y Velkam me rodea con sus brazos fuertemente cuando comprueba que estamos solos. Me aferro a él y respiro varias veces para calmarme. Inhalo, exhalo, inhalo, exhalo.

— Os estamos esperando.

La cortante voz de Gabriel me hace separarme de Velkam.

— Deja los celos gilipollas —Velkam responde, pasa por su lado golpeando su hombro y sale de la sala.

Gabriel se acerca a mí con la mandíbula tensa y cara de enfado. Va a hablar, pero le corto con un gesto de mi mano.

— No se te ocurra volver a dirigirme la palabra en tu vida. Has jugado conmigo y eso no lo voy a permitir. Sobreviviré a ti y a lo que pasó en aquella isla, como he sobrevivido hasta ahora.

— Bianca...

Su voz se vuelve melancólica, pero no sigo escuchando y salgo de la sala. Aún me queda una dura noche por delante.

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