Blood White I (La historia de...

By Idoia_G

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Bianca aparece sin saber cómo en un almacén. Una preciosa mujer le dice que le dará la libertad, pero Bianca... More

Apertura y consejos.
Sinopsis
Intro Bianca
Intro Gabriel
Intro Sila
Cap. 1
Cap.2
Cap. 3
Cap 4
Cap 5
Cap 6
Cap. 7
Cap 8
Cap 9
Cap 10
Cap 11
Cap 12
Cap 13
Cap 14
Cap 15
Cap 16
Cap 17
Cap 18
Cap 19
Cap. 20
Cap. 21
Cap. 23
Cap. 24
Cap. 25
Cap. 26
Cap. 27
Cap.28
Cap. 29
Cap. 30
Cap.31
Cap. 32
Cap. 33
Cap. 34
Cap. 35
Cap. 36
Cap. 37
Cap. 38

Cap. 22

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By Idoia_G


23/11/2010

Si tuviese que decir cuánto he cambiado en estos últimos días, diría que he cambiado del todo. He pasado de ser una chica decaída, preocupada y negativa, a una chica que puede describirse como alegre, soñadora e incluso feliz. Y este cambio solo tiene un nombre. Gabriel.

Él me ha descubierto que mi mundo no tiene que ser gris, ha llenado mis días de esperanza. Me ha hecho ser una mujer nueva, llena de ilusiones. Me ha tratado como nunca antes me han tratado, me ha demostrado que puedo llevar una vida realmente normal. Y como hoy es su cumpleaños, he querido bajar temprano a la playa para poder tener un detalle con él.

Ya que la playa ha sido testigo de cómo he cambiado a su lado, quiero hacerle una pulsera de conchas. Todos los días le veo revolver la arena con sus dedos y sonreír al encontrar conchas de diferentes colores, tamaños y formas. Por eso, estoy aquí. Aún no sabría decir cuántos años cumple y apenas he podido sonsacarle que hoy es su cumpleaños, pero, quiero hacérselo tan especial, como él me hace sentir a mí.

Llevo muchas conchas recogidas, todas chiquititas y de formas muy extrañas, me gustan mucho y creo que a él le van a encantar. He traído conmigo un hilo, y como casi todas tienen orificios ocasionados por la erosión del mar, puedo hacerle la pulsera sin mucho esfuerzo. Espero que valore mi gesto y no se ponga como crío chico porque odia este día.

Sé que llevo mucho tiempo en la playa ya, miro en dirección a la casa, es extraño que Gabriel no haya bajado a buscarme todavía. Se preocupa mucho cuando ando sola por la isla y aunque yo no le vea, sé que me vigila. Pero hoy no le presiento. Y eso, como ya he dicho, es extraño.

Subo, disfrutando las preciosas vistas a las que me he acostumbrado ya. La imagen parece sacada de un documental de la tele, de esos lugares paradisíacos que le encantaban a mi madre y a los que mi padre siempre le decía que acabaría yendo. Ojalá pudiesen estar aquí conmigo, solo espero que pronto pueda ir a por ellos y alejarlos del infame de Klaüs.

Entro en la casa que se encuentra totalmente en silencio. Recorro el salón en busca de Gabriel, suele quedarse con el portátil trabajando por las mañanas en esta estancia, cuando no está conmigo. Un ruido proveniente del cuarto de Gabriel me saca de mi búsqueda, seguro que él está allí. Me hace sonreír, siento como el estómago se encoje por la anticipación ¿Cómo no se me ha ocurrido pensar en su cuarto?

Me miro al espejo, me acomodo el pelo para no parecer una loca y miro con entusiasmo la pulsera que aprieto con mi mano. Es preciosa. Subo las escaleras y me encamino a su cuarto de donde sale un nuevo ruido seco. La puerta está ligeramente abierta, así que me quito las sandalias para no hacer ruido, tomo del mueble del pasillo un arma y abro algo más la puerta asomando la cabeza, con miedo de que haya un desconocido revolviéndolo todo. Y esté equivocada de que pueda ser él.

La imagen que me llega, no es para nada la que me imaginaba. La espalda desnuda y tatuada de Gabriel está totalmente tensa mientras sujeta a una mujer de las caderas. La penetra con violencia, gruñe al hacerlo, el lacio y rubio pelo de la mujer se me hace dolorosamente familiar. La mujer pega un grito con la siguiente embestida.

— ¡Dime que te encanta! —gruñe Gabriel mientras sigue afanado en penetrarla con tal violencia, que debe ser hasta doloroso para ella.

— Gabriel, te he echado tanto de menos —dice entre jadeos la mujer—, ¡Dios te he necesitado tanto! ¡Sigue! ¡Más duro!

La mujer abre los ojos y mira al frente, donde sus ojos claros se encuentran con los míos fijos en el espejo. Gabriel tiene los ojos cerrados y sigue gruñendo y embistiendo. Sila me sonríe como puede, mientras su rostro me muestra el enorme placer que le provoca el movimiento de él.

No puedo dejar de mirar, algo dentro de mí se está rompiendo, lo noto. Noto como escuece, como duele, pero, mi yo imbécil, no deja de mirar cómo Gabriel folla con otra mujer que no soy yo. Con más ímpetu que conmigo, con más ganas que conmigo. Está claro que algo dentro de mí no está bien. Siento el sonido de la pulsera caer al suelo. Gabriel abre los ojos y frena sus movimientos de golpe al ver mi reflejo en el espejo. El mismo reflejo que mira atentamente Sila.

— ¡Sigue! —Sila se esfuerza por que se la oiga claramente— ¡Más duro!

Las caderas de ella se mueven permitiendo que Gabriel vuelva a entrar en su interior.

Me parece ver cómo los labios de él dibujan mi nombre, pero, por fin consigo mover mis pies y alejarme de ese cuarto maldito que me acaba de mostrar que vuelvo a estar sola y me devuelve a la realidad de mi vida.

¿Cómo he podido ser tan tonta? Poco a poco mis pies cogen velocidad y salgo de la casa. Al entrar en el camino las piedras se me clavan y me recuerdan que estoy descalza. Pero no me importa. Solo necesito alejarme de aquí. Necesito recomponerme. Necesito borrar estas últimas imágenes de mi cabeza. El hombre que me había devuelto la esperanza, ha vuelto a robármela.

Vuelvo a saber donde estoy. En una prisión, en una vida de mierda, donde mi marido, un loco jefe de la mafia me busca para matarme. Mi hermana sigue perdida en algún burdel de Rusia y mis padres... no sé si siguen vivos. Y yo he estado perdiendo mi tiempo, dibujando malditos castillos en el aire.

Corro, tanto como mis pies me permiten. Mis pulmones arden, pues no estoy acostumbrada a hacer tanto ejercicio. Llego a la playa sintiendo el sabor de la sangre en mi garganta. El esfuerzo ha sido sobre humano. La imagen de ellos dos jadeando, follando en la habitación, me persigue. No puedo apartarla de mi cabeza. Una lágrima se escapa rebelde, haciendo que la aparte con enfado de mi mejilla. 

¡No pienso llorar por esto!

Si algo he aprendido en esta vida de mierda, es que hay cosas mucho peores, como para llorar por un tipo que no merece nada mío. Un tipo que me ha engañado, que se ha reído de mí, porque eso es lo que ha hecho. No merece ni que le piense.

Me siento en la arena permitiéndome un momento para gritar, un momento para poder hacer borrón y cuenta nueva. Un momento para sufrir como si mi vida fuese una comedia romántica de las que tanto le gustan a Marlenne. Y después...

Nada.

No hay nada más. Inspiro y espiro con fuerza un par de veces y obligo a mi mente a quedarse en blanco. Cierro los ojos y recreo la imagen de mis padres, de mi hermana la última vez que la vi, de mi hijo en mis brazos recién nacido. Y una meta clara se crea frente a mí. Debo coger fuerza, debo prepararme para enfrentarme sola a Klaüs, buscar a mi hermana, recuperar a mi hijo y alejarlo de su padre recomponiendo así a mi familia. La de verdad, de la que nunca debieron alejarme. Y olvidarme de Gabriel, de sus besos y de todo lo que me ha hecho sentir. Pues ha sido mentira. Cada uno de esos momentos ha sido una patraña más de la vida.

— ¿Bianca? —la voz de Gabriel es cercana, le siento tras de mí. Pero no puedo mirarle. Me derrumbaría y no quiero— Yo... Bianca, yo.

Me levanto de la arena. Me limpio el vestido y sin mirarle a la cara si quiera, porque sé que me rompería, le rodeo.

— Feliz cumpleaños —le digo enfadada al pasar por su lado y me encamino a la casa.

No voy a darle derecho a réplica, no se la merece. Y no hay excusa para lo que he visto ahí dentro. Todo está claro, él y Sila son mucho más. Yo he sido la entrometida, así que, es la hora de retirarme. Y no voy a dejarles ver mi dolor.

Llego a la casa seguida de Gabriel, le oigo caminar tras de mí. Pero no me habla. Mejor, porque puede que pague con él todas mis frustraciones. Si me conoce al menos un poco, no lo hará en un tiempo. Lo extraño es que ni siquiera me ha pedido que mantenga lo que ha pasado entre nosotros como un secreto. ¿Qué pensaría Sila si lo supiese? ¿Qué haría? Al levantar la vista para entrar, la veo a ella, peinada perfectamente como siempre, bien vestida, con uno de esos trajes caros que siempre lleva. Y la cabeza me martillea que ella es la culpable de mi estado de mierda.

Pero no es verdad. Ella no es la culpable, Gabriel tampoco. La culpa es solo mía.

— Hola preciosa ¿Dónde habías ido? —miro sus ojos intrigada, por saber lo que le pasa por la cabeza. Pero es hermética, como siempre.

— A la playa, necesitaba aire.

— Siento mucho lo que has visto. Gabriel me dijo que por las mañanas nunca estas.

— Sí, no suelo estar. No te preocupes, no pasa nada.

— Bianca —su siempre fría mano me sujeta el brazo cuando quiero huir a mi cuarto—, te ruego que no le digas a nadie lo que has visto aquí. Soy muy celosa de mi intimidad y Gabriel, también lo es.

— Claro —digo con frialdad—, no diré nada. ¿Has venido para llevarme de nuevo a la ciudad?

— Cielo —sus ojos parecen tristes de repente—, Klaüs sigue por el país, no es seguro que regreses todavía.

— Sila, no quiero seguir aquí. Me siento sola, aburrida y quiero regresar, aunque no salga de la casa.

— Gabriel —cierro los ojos mientras ella le habla—, irás a vivir con ella al piso...

— No es necesario —la corto—, prefiero quedarme en tu club si te parece más seguro, estudiaré desde allí y así estoy rodeada de tu personal.

— Bianca...

— No necesito tus consejos Gabriel —le corto cuando intenta acercarse a mí y hablarme—. Soy mayorcita y estar en esta maldita isla no va a conseguir acabar con el problema de Klaüs. Solo lo alarga y pone en peligro a mi familia.

Observo como Sila y Gabriel se miran el uno al otro.

— Tienes razón —Sila toma mi brazo y me dirige al interior de la casa—, hablaré con los chicos. Intentaré que como máximo en un par de días, podáis regresar.

— Quiero volver contigo —le ruego a Sila y observando la desesperación en el rostro de Gabriel que claramente no está de acuerdo con mi petición. 

Pero su opinión me la paso por el mismísimo... En fin.

— Es precipitado —Gabriel se coloca detrás de Sila y me obliga a verle a pesar de esforzarme por no mirarle.

— Me importa una mierda tu opinión —le espeto levantándole un dedo.

— No me hables así, es por tu maldita seguridad.

— Ya te he dicho que soy mayorcita. Es mi decisión, correré el riesgo.

— Nos pones en peligro a todos, ¡Maldita cría! —me grita Gabriel con las manos en la cabeza.

— ¡Callaos! —grita Sila, a la que nunca he visto tan alterada— ¡Ya está bien! Parecéis dos críos de colegio. Regresaréis conmigo, Bianca se quedará en el Club, donde conseguiremos mantenerla segura.

— Pero Sila... —Gabriel intenta hablar con ella sin éxito.

— Ya he tomado la decisión Gabriel. Me viene bien que regreses al club —agacho la mirada porque no quiero ver como se miran, es tan obvio, que me recrimino por haber pensado que él podría sentir algo por mí—, necesito que vuelvas a tu trabajo. Kaleb se encargará de que no le falte de nada y de protegerla.

Gabriel resopla y sale disparado con grandes zancadas hacia su cuarto, entrando y dejando un gran portazo como despedida. Sila se vuelve hacia mí y dibuja una enorme y aparentemente sincera sonrisa.

— Nadie le saca tanto de sus casillas como tú —agacho la mirada de nuevo—, no te preocupes por él. Se le pasará, es como un niño grande, dentro de un par de días hará como si nada y todo volverá a la normalidad.

— Siento todo esto, todas estas molestias. Yo... —ahora no reprimo mis ganas de llorar. 

Quizá no es tanto por mi cautiverio, ni mis preocupaciones, si no por la rabia interior que siento de haberme inmiscuido en los asuntos de Sila. Por Gabriel, básicamente.

— No es molestia, al menos, no una que yo no quiera asumir. Pero tienes que dejarte ayudar. Por mí y por él —levanto la vista y la veo señalar la dirección del cuarto de Gabriel—, aunque no lo creas, eres más importante para él, de lo que él mismo está dispuesto a asumir.

— No creo que...

Pero no puedo terminar de hablar. Sila me rodea con sus brazos y me deja terminar de romperme. Aún no sé qué me pasa exactamente, pero necesitaba ese abrazo. Aunque provenga de ella. Demasiadas emociones para mí en un solo día. ¿Quién me entiende?  

Hoy os traigo un giro de los acontecimientos, necesario pero doloroso. Por lo menos para mí. 

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