Blood White I (La historia de...

By Idoia_G

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Bianca aparece sin saber cómo en un almacén. Una preciosa mujer le dice que le dará la libertad, pero Bianca... More

Apertura y consejos.
Sinopsis
Intro Bianca
Intro Gabriel
Intro Sila
Cap. 1
Cap.2
Cap. 3
Cap 4
Cap 5
Cap 6
Cap. 7
Cap 8
Cap 9
Cap 10
Cap 11
Cap 12
Cap 13
Cap 14
Cap 15
Cap 16
Cap 17
Cap 18
Cap 19
Cap. 20
Cap. 22
Cap. 23
Cap. 24
Cap. 25
Cap. 26
Cap. 27
Cap.28
Cap. 29
Cap. 30
Cap.31
Cap. 32
Cap. 33
Cap. 34
Cap. 35
Cap. 36
Cap. 37
Cap. 38

Cap. 21

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By Idoia_G


22/11/2010

Gabriel está tumbado en el suelo acariciando mi pelo con suavidad. Estamos sobre una toalla tirados en medio de la playa. Hemos cenado aquí. Desde que llegamos siempre tenemos hechas la comida y la cena, pero a pesar de pasarme los días enteros metida en la casa no veo a la gente que cocina o a quien lo trae.

A veces escucho ruidos y aunque nunca es Klaüs, tengo miedo y me refugio en mi cuarto. Gabriel siempre me clama cuando entro en ese estado Y aunque me promete que él no puede encontrarme aquí, sigo alerta.

Miro el torso desnudo de Gabriel bajo la luz de la luna. Se nota el ejercicio constante que hace, sus abdominales son de hierro. Llevo días preguntándome si sus tatuajes tienen significados. Pero me da miedo que no me quiera responder o que piense cosas raras.

— ¿Qué piensas? —su voz ronca me saca de mis cavilaciones.

— En tus tatuajes.

— ¿Qué les pasa?

— Me gustaría saber qué significan.

— Bueno cada uno tiene una razón de ser.

El silencio se hace y no me da mayores explicaciones.

Acaricio una serpiente que rodea a un hada blanca, la serpiente tiene la boca abierta y quiere comerse al hada.

— ¿Este que significa?

— Este —coge mi mano con la suya y lo delinea despacio mientras lo mira—, este representa un ser indefenso en manos de un ser malvado que lo devora. Representa cómo las presiones sociales o la propia vida devora al ser humano con su enorme boca. Y como lo rodea para impedir que pueda escapar. Es un callejón sin salida. La vida es un poco así para mí.

— ¿Tú eres el hada? —le sonrío.

— No exactamente, habla de alguien que conocí... —parece quedarse inmerso en un pensamiento.

— Vale, ¿Este? —ahora señalo uno en su brazo.

Ocupa todo su brazo izquierdo. La parte de arriba son unas nubes blancas y una mujer sentada sobre ellas que tiende la mano como pidiendo que se la cojan. Y conforme bajas, unas llamas enormes lo devoran todo.

— El cielo y el infierno. ¿No está claro? —me sonríe.

— ¿Y la mujer?

— ¿Qué le pasa a la mujer?

— ¿Quién es? —suelta mi mano y se tensa.

— Nadie en particular.

Sé que me miente. Todo su cuerpo parece dirigirse a alguien. Mi mano sube por su pecho intentando calmarle. Parece surtir efecto, delineo un nombre rodeado de espinas en la zona del corazón y que tapan claramente una cicatriz.

— ¿Quién es Irina? —pregunto absorta en el precioso tatuaje que tengo delante.

— Nadie —se levanta—, tenemos que irnos.

— ¿Por qué? ¿Quién es? ¿Por qué nunca me cuentas nada de ti? —le recrimino molesta—Tú sabes todo de mi vida, pero yo no sé nada de la tuya y cuando sale el tema, te callas o tiras balones fuera. No es justo.

— Te diré lo que no es justo —me señala con el dedo—, que me atosigues con cosas del pasado, que... duelen.

— ¿Cómo puedo saberlo si no me cuentas nada?

— No necesitas saber nada. ¡Joder! —grita nervioso— Yo me voy a casa. Cuando quieras volver, hazlo.

— Está bien, vamos.

— No —me pone la mano en el pecho para evitar que le siga—, ahora no quiero ir contigo, necesito espacio para respirar.

Suspira y se da media vuelta, yéndose. Dejándome en la arena, de pie, mirando su figura alejarse. No mira atrás, no se preocupa en absoluto en qué estado puedan haberme dejado sus palabras. No entiendo su actitud. Me trata como si fuese frágil, tenemos sexo a todas horas y en todas partes. Me besa como si fuese mucho más que un rollo de esos de una noche. O al menos yo lo veo así. Pero cuando pasamos la raya del pasado se vuelve hermético.

Juro que intento respetar sus formas, su espacio y esas cosas, pero me saca de quicio que me deje fuera de su dolor. Quiero ser partícipe de él. ¿Es que no lo entiende?

Recojo la toalla y me dirijo a la casa. Hay varias cuestas muy empinadas y complicadas. Pero me estoy poniendo en forma con eso de venir aquí casi todos los días. Reconozco que debería hacer más ejercicio. Lo malo de estas cuestas es que pertenecen a un camino estrecho y angosto.

Estoy subiendo y sujeto una especie de rama alargada de uno de los árboles para ayudarme a subir más rápido. La rama cede y se parte, haciendo que me caiga hacia un lado. 

A un lado lleno de vegetación y al otro desnudo, con vistas al mar. Quedo justo en el borde. Noto como mi corazón se acelera y se desboca. Miro por encima de mi hombro y observo la caída. Es enorme. Me sujeto con fuerza a lo que queda de rama y tiro, entrando de nuevo al centro del camino. Me miro la palma de las manos que se empiezan a poner rojas, raspadas y la sangre queriendo salir. Me hierven como si el fuego estuviese consumiéndolas.

— ¿Estás bien? —Gabriel me mira con cara de terror, ni siquiera he sido consciente de su aproximación, sus preciosos ojos verdes me miran con atención y dirige su mirada a la palma de las manos— Si te llega a pasar algo, no me lo podría perdonar.

Con sus labios comienza a dar suaves besos en mis lastimadas palmas, su calor, lejos de hacer que me ardan más las heridas, me calma.

— Estoy bien —dirijo una de mis manos a su cara y acaricio su mejilla—, no ha sido nada.

— ¡Dios mío! —sus enormes brazos me aproximan a él y me rodean aprisionándome contra su piel. Puedo escuchar el acelerado latido de su corazón, me recompongo ligeramente y me dejo abrazar, respondiendo a sus caricias.

— Gabriel, tranquilo, no ha pasado nada, ha sido...

— No lo digas, no puedo ni imaginármelo. No volveré a dejarte sola, nunca.

Las lágrimas asoman por mis ojos, nunca nadie ha sido tan tierno y cariñoso conmigo en mi vida. Siento que Gabriel empieza a ser todo aquello que siempre he necesitado. Es la persona que puede curar mis heridas, que puede ayudarme de verdad a salir de este agujero en el que he estado inmersa en los últimos años de mi vida y que han emborronado mi pasado.

Regresamos a la casa, Gabriel no me ha soltado en todo el camino, y se lo agradezco, porque sin él, posiblemente hubiese llegado a duras penas. Las piernas aún me tiemblan cuando me siento en el sofá del enorme salón. Miro a mi alrededor mientras Gabriel corre al baño. Regresa con gasas y algunos productos desinfectantes. Me dejo curar, mimar y acariciar por el hombre que cada vez me remueve más por dentro. No quiero pensar que esto pueda acabarse.

Durante todo la noche Gabriel se mantiene a mi lado. No me deja sola ni un momento. Y lejos de agobiarme, me agrada su compañía. Creo que esto es lo que mis dos amigas me han dicho que es el amor. Creo que me he estoy enamorando de él.

— ¿Puedo saber por qué pones esa cara sonriente? —sus palabras me estremecen y mis mejillas se ruborizan. El calor invade toda mi cara por culpa del descubrimiento de mis pensamientos.

— No es nada —apenas puedo hablar sin sonreír y oculto mi rostro en el hueco de su cuello.

— No te pondrías colorada por nada ¿No? —me susurra al oído, mientras cuela un dedo en mi desnudo pubis y juguetea en mi zona sensible haciendo círculos.

— ¡Gabriel! —me avergüenza saber que puede descubrirme y me aterra pensar que él no pueda sentir lo mismo por mí.

— En serio —sujeta con su mano libre mi rostro mientras sigue indagando en mi bajo vientre. Jadeo sin remedio y me muerdo el labio inferior, justo cuando nuestros ojos se encuentran.

— Creo que estoy enam... —apenas me da tiempo a continuar cuando su boca calla mis palabras y ahoga en él mis gemidos. No me da tiempo a reaccionar, me sujeta de las caderas y me da una estocada cruda para insertar su miembro en mi interior.

Apenas soy consciente de lo que me hace. Solo puedo pensar en el estremecimiento que sus caricias me provocan. No puedo hablar, solo jadear y gruñir cual animal. El éxtasis está a punto de llegar, lo noto, todo mi cuerpo tiembla mientras él sigue sin cesar su arduo trabajo. Dentro, fuera, dentro, fuera. Una, dos y muchas más veces.

Un calor abrasador me absorbe completamente y no puedo dejar de temblar, su nombre se escapa de mis labios en repetidas ocasiones y sus labios responden a mi llamada.

Juntos explotamos de placer, lo sé porque su gruñido suena ronco y noto el calor de su semen recorrer mi interior. He perdido la cuenta de cuantas veces lo ha hecho esta noche. Cuantas veces hemos arrastrado nuestros secretos con nuestros orgasmos. Cuantas palabras acalla con sus actos. Y no me importa, le daré el tiempo que necesite. Y si necesita follarme cada vez que quiera ocultarme algo, siempre que lo haga de esta manera, no podré recriminarle nada.

Quizá con paciencia, pueda hacerme lo suficientemente importante, como para que me abra su interior y me cuente esos secretos que le roban la calma.

La noche pasa entre sexo y caricias. Y yo soy, por primera vez en años, feliz, no tengo miedo a nada, porque él me protege.

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