Blood White I (La historia de...

By Idoia_G

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Bianca aparece sin saber cómo en un almacén. Una preciosa mujer le dice que le dará la libertad, pero Bianca... More

Apertura y consejos.
Sinopsis
Intro Bianca
Intro Gabriel
Intro Sila
Cap. 1
Cap.2
Cap. 3
Cap 4
Cap 5
Cap 6
Cap. 7
Cap 8
Cap 9
Cap 10
Cap 11
Cap 12
Cap 13
Cap 14
Cap 15
Cap 16
Cap 17
Cap 18
Cap 19
Cap. 21
Cap. 22
Cap. 23
Cap. 24
Cap. 25
Cap. 26
Cap. 27
Cap.28
Cap. 29
Cap. 30
Cap.31
Cap. 32
Cap. 33
Cap. 34
Cap. 35
Cap. 36
Cap. 37
Cap. 38

Cap. 20

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By Idoia_G


16/11/2010

Estiro los brazos con cuidado, sostengo el arma entre mis manos y apunto. La voz de Gabriel suena en mi cabeza. Debo disparar con calma, sin prisa. Con mi mano muevo la corredera asegurándome de que tengo balas en el cargador, dejando que vuelva sola. Alineo las miras y con mi dedo presiono el gatillo.

BANG

El retroceso me hace daño, es mayor del que pensaba y encima me hace levantar ligeramente la mano fallando de nuevo.

Llevo ya como seis intentos y soy incapaz de darle a la maldita lata. Mi frustración me lleva a decir tacos.

— Tienes que calmarte —sus manos me quitan el arma—, si te pones nerviosa no te saldrá, si ya tienes controlado el retroceso solo tienes que jugar con ello al apuntar.

— Sí, sí —le arrebato de nuevo el arma de las manos y me preparo de nuevo. Fallo— ¡¡MIERDA!! —golpeo el suelo con el pie.

— Bianca...

— Que sí, que me calme. Vale, ya lo hago ¿OK?

Respiro hondo un par de veces. Cuando Gabriel me ha explicado esta mañana cómo hacerlo me ha parecido una de las cosas más sencillas del mundo, pero es una auténtica mierda. Todo lo que ten digan siempre es mentira.

— Deberías escucharme un poco —le veo resoplar y yo me giro para no tener que verle la cara.

Veo que está perdiendo los nervios. Y yo tampoco los tengo templados ahora mismo.

— ¿Quieres probar con otra arma más pequeña?

— No, me gusta esta.

— Como quieras —le veo apoyarse en un árbol y mirar al cielo.

Me coloco de nuevo, apunto esta vez algo más abajo de la lata y un poco hacia la derecha, pues es el lado contrario hacia el que me mueve el retroceso. Disparo y rozo la lata.

— ¿Lo has visto? —le grito a Gabriel y me pongo a dar saltos.

Gabriel se abalanza sobre mí y me quita el arma.

— Lo he visto, pero no hagas eso con el arma, ¡Joder! Vas a acabar matándonos.

— ¿Qué dices? Si me ha costado darle a esa pedazo de lata imaginate para matar a alguien. Eres un exagerado.

— No hablemos de muertes mejor. Intentalo de nuevo.

Me tiende el arma y la cojo sonriente. Me posiciono y...

Bang

Tiro la lata y me lanzo sobre los brazos de Gabriel.

— ¡Le he dado! —le grito en el mismo oido— ¡Le he dado!

— ¡¡La pistola!! —Gabriel se retuerce y se zafa de mis brazos.

— No te preocupes grandullón, la tengo controlada —le digo con chulería.

Me separo de él y le enseño la pistola a la que le he puesto el seguro antes de celebrarlo.

— ¿Ves?

— Me vas a matar de un susto —me dice y me sonríe.

— Me gustaría matarte de otra manera —dejo el arma en un tronco donde hemos dejado otras armas y me muevo sensualmente hacia él—. ¿Qué dices?

— Digo que eres insaciable —me sujeta la cintura y me acerca más a él —. He perdido la cuenta de cuantas veces lo hemos hecho en los últimos días.

— No hace falta llevar la cuenta —le arqueo ambas cejas.

Su frente se posa sobre la mía y cierra los ojos.

— Me gusta estar así contigo—me susurra. Es casi inaudible, pero lo he oído perfectamente.

— ¿Qué nos lo impide? —le digo tomando su barbilla con mi mano y haciendo que me mire a los ojos.

— Todo nos lo impide. Tú no lo entiendes porque hay muchas cosas que no sabes, pero la vida lleva su curso y no puedo salirme del camino de golpe y dejarlo todo.

— ¿Hablas de Sila?

— Entre todas las cosas a las que estoy atado, una de ellas, es Sila.

Suspira y se separa de mí.

— Volvamos a la casa —me dice—, se ha hecho tarde y es mejor que nos vayamos.

— No es tan tarde —me cruzo de brazos molesta.

— Sí que lo es y por hoy, has tenido bastante entreno. Has conseguido darle a la lata ¿recuerdas? —me dice cambiando a un tono mas distendido y relajado.

— Sí —me dejo llevar por su buen humor y dejar el tema estar, pero me preocupa mucho todo lo que parece frenarle conmigo.

Me he dado cuenta que cuando se deja llevar y estamos juntos parece feliz, relajado, tranquilo y encantado de pasar ratos conmigo, pero de repente algo debe pasar por su cabeza y se retrae, que refugia en sí mismo y no me deja acceder a lo que quiera que hay ahí.

Recogemos todo, lo guardamos en el maletín y regresamos en silencio a la casa. He aprendido a respetar sus silencios que muchas veces parecen decir más que sus palabras. Llegamos a la casa y nos encontramos un paquete sobre la mesa.

Gabriel me hace un gesto para que no me acerque. Es muy cauteloso con todo y no se fía de nada. Ya me dirás quien se va a colar aquí, a atacarnos. No sé ni si esta isla aparece en los mapas.

Le veo fruncir el ceño y con una navaja cortar el hilo que recoge el paquete. Me asomo por encima de su hombro y veo que el remitente es Sila. No entiendo tanta cautela, Sila está de nuestro lado, sabe que estamos aquí.

De repente Gabriel parece relajarse y me tiende una nota.

"Estimada Bianca.

Gabriel me ha transmitido tu intención que intentar continuar con las clases de la universidad. Lo he arreglado para que te dejen hacerlas on-line. Espero que este portátil te sea de ayuda. He podido incluirte unos archivos con los apuntes de otros años de las materias, por temas de seguridad hemos tenido que vetar los archivos descargables y las conexiones a internet solo se pueden establecer con las página vinculadas a las clases.

Deseo que estés más contenta así.

Te aprecia mucho, Sila."

Miro a Gabriel que tiene entre sus manos mi portátil. El mismo que me dieron cuando llegué a Nueva York. Sonrío y lo cojo entre mis manos.

— Por fin —le digo.

— Ahora volverás a estar ocupada —parece un tono quejumbroso.

Dejo el portátil en la mesa y me acerco a él, rodeo su cuello con mis manos y de un bote, salto y rodeo su cintura con mis piernas. Sus manos rodean mi cintura y con su nariz frota la mía. Es un gesto que siempre me hace antes de besarme y ya puedo adelantarme a él y lanzarme sobre su boca.

Él me recibe con ella abierta y la lengua juguetona. Sus manos se cuelan bajo mi camiseta y la va levantando poco a poco. Con mis caderas me froto contra su entrepierna que se aprecia cada vez más grande y dura.

Me sienta sobre el borde de la mesa y con su boca va dando besos por toda la cara. Me quita la camiseta y le ayudo levantando los brazos. Sus manos callosas amasan mis senos, cuyo pezones están duros como piedras y sensibles, extremadamente sensibles. Me arqueo porque me encanta como lo hace. Me acaloro al instante y noto como voy mojando la tela de mi braguita.

Tengo ganas de hacer algo que vi en alguna de las películas que me enseñaron Ekaterina y Marlenne en casa. Freno su avance y de un salto bajo de la mesa. Se me queda mirando sin comprender.

Me coloco de rodillas frente a él y con la mano desabrocho su pantalón. Sus manos vuelan a mi cabeza y la sujetan acariciando mis mejillas. Creo que se hace una idea bastante clara de lo que quiero hacerle.

Nunca antes en mi vida he hecho algo parecido. Con Klaüs yo solo era un saco de boxeo al que follarse cuando se aburría, me apostaba a sus amigotes o quería ser violento. Era literalmente un juguete en sus manos.

Con Gabriel me siento libre, me da libertad de movimientos, me hace disfrutar y va al ritmo que le marco. Y eso me hace estar más segura entre sus brazos.

Sujeto con la mano, su miembro erecto, que asoma bajo la costura del bóxer. Bajo el bóxer y lo saco acariciándolo suavemente de arriba abajo. Gabriel Gime y cierra los ojos echando la cabeza hacia atrás.

— Sigue así, despacio —me dice entre jadeos.

Sigo despacio y acerco mi cara. Huele a sexo y me excita sobremanera. Saco la lengua y con la punta recorro el falo desde la base hasta la punta. Noto como se endurece a mi paso y aumenta su tamaño. Al llegar a la punta, recojo un poquito de líquido que asoma y lo saboreo gimiendo. Con los labios voy poco a poco metiendo su miembro dentro de mi boca, absorbo ligeramente, lo saco y repito la acción metiéndolo aún más.

— Eres genial —gruñe y siento su mano agarrar fuerte mi pelo, intentando contenerse.

Lo introduzco hasta que su punta roza mi campanilla. Una arcada me viene, pero la contengo de la mejor manera posible.

— Tranquila —me dice y acaricia mi pelo—, acostúmbrate a ella. Sin prisa.

Le miro y sigue con los ojos cerrados. Así que decido seguir a lo mío. Con la mano sujeto la base del miembro y con la boca hago que entre y salga de mi interior. Mis braguitas están tan empapadas que me daría vergüenza que me las tocasen ahora mismo. Y siento cosquillas en mi zona intima por la excitación en la que me hallo.

Poco a poco y con su ayuda aumento el ritmo, cada vez más duro, cada vez más rápido, cada vez más fuerte. Sus gemidos van al ritmo de mis movimientos.

Con su mano tira de mi pelo fuerte y sale de mí bruscamente. No entiendo nada. Pero entonces me coge de la cintura, me levanta y me tumba sobre la mesa. Con su mano retira la braguita y entra en mí de una estocada, fuerte y rudo. Siento entre dolor y mucho calor. Me encanta la sensación de plenitud que tengo y grito. Me dejo llevar sin contenerme.

Sus movimientos son cada vez más descontrolados, cada vez más bruscos.

— Me encantas —me gruñe, con su mano jugando sobre mi pezón, mientras me arqueo sobre la mesa sin poder levantarme.

— Y... tú a mí —le contesto como puedo, casi sin aliento.

Seguimos así hasta que tira de mi pezón sabiendo que mi orgasmo está a punto de llegar y cuando llego al clímax, él tiembla conmigo llenándome por completo de su semen. Da dos estocadas más y gruñe fuerte desinflándose en mi interior.

Después me lleva a la cama y me lo hace despacio, mucho, besándome como si fuese a romperme. No habla, no me dice nada, pero sus gestos son tan dulces que me derrito en cada momento que paso con él.

Disfrutamos del momento y nos dejamos llevar varias veces más hasta que no puedo más y caigo rendida por el cansancio. Me quedo dormida sobre su pecho, algo que hace que no tenga pesadillas y que pueda dormir en paz. Tan en paz que ni siquiera recuerdo los motivos de estar aquí recluida.

Cuando despierto ya debe ser la hora de cenar. Salgo al salón pero Gabriel no está por ningún lado. Toco la puerta donde guarda las armas y que parece un despacho, pero nadie contesta.

Cojo el portátil y me pongo a ojear todos los apuntes de los que me hablaba Sila en su carta. Espero que estos días no me retrasen demasiado. Se me va casi toda la tarde sin noticias de Gabriel y leyendo los apuntes. Junto con el portátil también me ha traído un bloc de notas y varios lápices y bolígrafos.

Mi cabeza vuela de vez en cuando, imaginándome que Gabriel me ha abandonado. Que estoy aquí sola.

Un ruido bastante fuerte y seco me hace encogerme. Cierro el portátil y voy corriendo a mi cuarto. Me coloco bajo la cama y cierro fuerte los ojos. ¿Será Klaüs que me ha encontrado? 

Espero a todo aquel que llegue hasta aquí, que le esté gustando esta turbia historia de amor entre Bianca, Gabriel y... Sila, que sigue por ahí en la sombra. La tercera en discordia. O esa es Bianca. 

Decidme si os está gustando. Más o menos estamos en el ecuador de nuestra historia y a partir de aquí iré algo más rápido con las publicaciones. 


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