ARMAGEDÓN

بواسطة OslyCareo

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Libro 2 de la Trilogía Pecados Capitales. El dolor es un atajo que te lleva a la victoria si no dejas que al... المزيد

Armagedón©
Prefacio
CAPÍTULO 01
CAPÍTULO 02
CAPÍTULO 03
CAPÍTULO 04
CAPÍTULO 05
CAPÍTULO 06
CAPÍTULO 07
CAPÍTULO 08
CAPÍTULO 09
CAPÍTULO 10
CAPÍTULO 11
CAPÍTULO 12
CAPÍTULO 13
CAPÍTULO 14/1
CAPÍTULO 14/2
EXTRA 1: El inicio
CAPÍTULO 15
CAPÍTULO 16
CAPÍTULO 17
CAPÍTULO 18
CAPÍTULO 19
CAPÍTULO 20
CAPÍTULO 21
CAPÍTULO 22
CAPÍTULO 23
CAPÍTULO 24
CAPÍTULO 25/1
CAPÍTULO 25/2
CAPÍTULO 26♔
...
CAPÍTULO 27
CAPÍTULO 28
EXTRA 2: Amigos
CAPÍTULO 29
CAPÍTULO 30
CAPÍTULO 31
CAPÍTULO 32
CAPÍTULO 33
CAPÍTULO 34
CAPÍTULO 35
CAPÍTULO 36
CAPÍTULO 37
CAPÍTULO 38
CAPÍTULO 39
CAPÍTULO 40
CAPÍTULO 41
CAPÍTULO 42
CAPÍTULO 43/1
CAPÍTULO 43/2
CAPÍTULO 44
CAPÍTULO 45
CAPÍTULO 46
CAPÍTULO 47
CAPÍTULO 48
CAPÍTULO 49
CAPÍTULO 50
CAPÍTULO 51
CAPÍTULO 52
CAPÍTULO 53
CAPÍTULO 54
CAPÍTULO 55/1
CAPÍTULO 55/2
Exagerado
CAPÍTULO 56
CAPÍTULO 57
CAPÍTULO 58
CAPÍTULO 59
CAPÍTULO 60
CAPÍTULO 61
CAPÍTULO 62
CAPÍTULO 63
CAPÍTULO 64
CAPÍTULO 65
CAPÍTULO 66
CAPÍTULO 67
CAPÍTULO 68
CAPÍTULO 69
CAPÍTULO 70
CAPÍTULO 71
CAPÍTULO 72
Especial navideño
CAPÍTULO 73
CAPÍTULO 74
CAPÍTULO 75
Extra 5: Nana
CAPÍTULO 76
CAPÍTULO 77
CAPÍTULO 78
CAPÍTULO 79
CAPÍTULO 80
CAPÍTULO 81/1
CAPÍTULO 81/2
CAPÍTULO 82
CAPÍTULO 83
CAPÍTULO 84
CAPÍTULO 85
CAPÍTULO 86

Extra 3: Fundidos

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بواسطة OslyCareo

________••Fundidos••_______


Flavio

Desde que estuve en la milicia, aprendí que la inteligencia te hace un arma y  cuando sabes demasiado, buscan como deshacerte de ti para que no te vuelvas una amenaza capaz de soltar información o cambiar de bando.

Desde que Mario me contactó, no me arrepiento de haberme unido a la mafia, mis padres se deben estar revolcando en sus tumbas, pero gracias a esto, sigo con vida y me gusta, ya me acostumbré y me volví un alfa, amigo de la mano derecha de Herodes Blackwood y hacker que ayudó a desenmascarar a Megan Gelbero.

Soy como el águila en el cielo, ante la mención de Mario sobre ayudarlo con algo delicado, me encargué de revisar lo que su vida ocupada no le permitía, encontrando muchas cosas frescas y siendo el encargado de darlo a conocer a nivel mundial. Mi jefe no sabe, pero eso no me mortifica, no busco créditos, es suficiente con la confianza que me he ganado y todos los beneficios.

Respiro hondo, tomando un gaseosa para sentarme a ver como Enola y Kassia están jugando tenis. Llegamos anoche, no pretendíamos salir del continente, pero algunos me convencieron y henos aquí en París, quedándonos en un club campestre equipado con elegantes habitaciones, áreas para hacer deporte, piscina, bar, spa... Todas las comodidades que queramos para distraernos.

Kilian no vino y tampoco Yasmín, prefirieron quedarse y aunque Brett quería hacer lo mismo, se animó solo porque lo convencí, no pretendía ser el único hombre, tendría menos excusas para estar cerca del bischoso andante que representa Janik. Es hermosa, inteligente, elocuente y mala, sin olvidar que es una tentación imposible de no mirar aunque trate de hacerlo.

Lleva puesto un traje compuesto por una falda suelta de licra que resalta sus lindos muslos, una camisa de tirantes que provee una buena vista de sus redondas tetas y zapatos deportivos a juego con un par de medias largas hasta un poco más arriba de las rodillas. El cabello se lo recogió en una coleta alta y usa una gorra blanca, el mismo tono de todo el atuendo que queda perfecto en su piel morena.

Siempre me gustaron las pieles de tez más blancas, solo porque quedan las marcas durante el sexo, pero desde que Kassia apareció, mi cabeza se aferró a la idea de que si me gustan las morenas, pero no ninguna de las que ya había visto con anterioridad.

Su cabello es negro, el color de su iris también y pese a ser un estimulante sexual, ella no sabe controlar eso, siempre es coqueta y en este momento me molesta porque hay hombres jugando en la cancha de al lado y ella no cuida lo que hace al agacharse, correr o saltar «Ni siquiera se puso una falda pantalón. Muestra el panty y no le importa» es el centro de atención ya que Enola viste un poco más reservado y su mal genio aleja a varios.

—Kassia tiene mucha confianza. —comenta Brett cuando regresa después de haberse ido a duchar— Se la están comiendo con los ojos y ella lo disfruta.

—Son un montón de morbosos que no tienen los ojos quietos.

—Tú pareces uno. Te gusta observarla pero le huyes cuando la tienes cerca. Eso es miedo, Flavio.

Sería inútil negarlo, sé que la veo mucho y lo odio.

—Deja de decir babosadas.

—Es la verdad.

—No te estoy pidiendo que la digas. Mejor coméntame como te fue anoche con la chica que ligaste.

—Fatal.

—¿En qué sentido? —pregunto risueño.

—Te vas a reír si te digo, además, no se debe hablar de lo que se hace en la intimidad con una mujer, eso no es de hombres.

—No te estoy pidiendo que me des detalles. Solo quiero saber por qué fue fatal. ¿Te rechazó? ¿Se embriagó y vomitó? ¿Qué?. A eso me refiero.

—Le dió miedo cuando vió a mi amiguito.

Suelto una carcajada, sacudiendo la cabeza.

—¿Es enserio?

—No te burles, Martin. No pensé que se asustaría.

—No me digas que te dijo lo mismo “eso es muy grueso” —sigo riéndome— Debes buscar a chicas que no se vean tan tímidas o apacibles, esas se asustarán, ya lo has experimentado muchas veces.

—Y lo odio —se queja.

—Estabas acostumbrado a Enola, ella es una bestia y Helen... Bueno, debes buscar a una que no tenga miedo de quedar en sillas de ruedas.

—No menciones a ninguna. Helen debe estar muerta y Enola finge que no existo.

—Tiene todo el derecho de hacerte la ley del hielo. Te lo ganaste.

—Y no me arrepiento.

—Eres un desgraciado —digo con sinceridad.

—¿Quién del escuadrón no lo es?

—Yo no me acostaría con Kassia y luego con Venus o alguna de las chicas que aprecia...

—Tienes una parte viva de tu corazón, yo no, no debo y tampoco puedo.

Ruedo los ojos y sigo mirando a Kassia cuando se ríe de haber anotado más que Enola.

—No te justifiques. Sé sincero y di que no te saciaba completamente.

—Ya estaba harto de todo.

—¿Ves? No fue difícil aceptarlo. Bien, ahora, busca buenos polvos o contrata a una dama de compañía. Tengo buenos contactos, puedo pasarte varios.

—¿De dónde los tienes?

—Pues, tengo acceso a muchas cosas y los números telefónicos no son la excepción. ¿O se te olvidó de lo que soy capaz?

Palmea su frente.

—Sigo pasado de tragos. Creo que necesito dormir un rato. ¿Qué haremos en la noche?

—Iremos a pasear. Hay un parque cerca, se hará una feria, habrá música, comida, diversión... Las chicas quieren ir.

—Eso suena aburrido.

—No vayas si no quieres.

—Iré solo porque salimos en grupo y no quiero ser un idiota al dejarlos de lado.

—Buena respuesta, Taylor.

—¿Me pasas un agua? —se acerca Kassia con una pequeña toalla alrededor de su cuello. Está muy sudada y su piel brilla— Por favor...

Abro el contenedor y saco una, extendiéndosela.

—¿Qué tal el partido?

—Pues, divertido. Enola no puede ganarme.

La mencionada toma asiento y se quita los zapatos.

—Prefiero el basket o el ping pong.

—No me gusta ninguno de los dos.

—Lastima, en eso sí te daría una paliza, Janik.

—Lo dudo. No me gustan, pero podría hacer el intento.

—Waoo, una mujer con buena capacidad y resistencia —la halaga Brett.

—Ya ves que sí —toma un poco de agua y evito mirarla demasiado—. Flavio ¿Quieres jugar conmigo?

—Te ves muy cansada como para jugar otro partido.

Pasa la toalla por su pecho y siento como el calor comienza cuando lo hace por sus tetas.

—Te sorprendería mi resistencia aunque esté muy cansada —responde, arrogante.

—No tengo ánimos.

Tampoco quiero ver su trasero cada que corra o algo, sería una tortura visual.

—¿Miedo?, Seré compasiva y te dejaré anotar.

—Ya dije que...

—Disculpa...—se acerca un sujeto, mirándola— ¿Quieres unirte a nuestro partido? Tengo ratos observándote jugar y waoo, eres super buena.

Solo quieren verla más de cerca y ligar con ella «No pierden el tiempo».

Ella muy sonriente, niega y me mira.

—¿Vamos?

Me pongo la gorra y me levanto no sé por qué, pero la sigo hasta la cancha, mentalmente regañándome por ceder, pero ya no hay marcha atrás, menos cuando nos preparamos y carismática, se acomoda el cabello alzando las manos para quitarse la gorra, tal acción, resalta más sus curvas.

—¿Cuál es tu deporte favorito? —me pregunta.

Uso los guantes, ignorando a los carroñeros que la observan.

—Fútbol, pero no lo juego.

—Tú prefieres las computadoras y las misiones —deduce sonriente— ¿O me equivoco?

—Estás en lo correcto. Pero también me gusta ejercitarme cuando tengo tiempo. Todas las noches antes de dormir, hago abdominales.

—Rico —me guiña un ojo.

«Rica estás tú» me ahorro las ganas de confesarlo.

—¿Empezamos? ¿Cuál puntaje gana?

—10, pero si crees que es mucho...

—10 está bien.

—Bien, vamos a darle.

La veo a avanzar hasta el otro extremo de la cancha, a pasos seguros y con un andar que desborda sensualidad. Debo dejar de mirarla cuando no lo nota, se supone que nada puede pasar, no nos vamos a acostar y aunque he sido incapaz de cortalar con hostilidad, no niego que he soñado con ella.

Debo controlarme. No pretendo quedarme sin pene y eso es lo que pasará si cogemos, le gusta y lo termino.

—Dale, Flavio. Empieza —grita y recién noto que me quedé pensando como un idiota.

—Vale vale, voy.

Doy inicio al partido, sudando, entrando en suficiente calor como para estar sediento varias veces, deteniendo el encuentro para tomar agua. Kassia es muy buena, no creí que su resistencia sería tan fuerte. No se cansa, suda, jadea y se ríe de lo entretenido que esto se volvió.

Me estoy divirtiendo, no puedo negarlo, cuando ella se ríe de mi inminente derrota, hace que mi cuerpo se erice y mis piernas se tensen con la electricidad viajando hasta mi miembro.

—Puedo dejarte ganar si quieres —me dice.

—Eso sería humillante.

—Nadie lo notará.

—Estás hablando en voz alta. Brett y Enola ya lo escucharon.

Mira hacia donde ambos están, hablando, pero la rubia le reclama algo que desde aquí no se escucha, pero se ve molesta y él, cansado del parloteo.

—Ni siquiera nos están escuchando —les resta importancia.

—Juega y gana de una vez —digo— Tengo demasiado calor, quiero ir a ducharme.

—Me puedo duchar contigo si quieres...

—Janik, nada va a pasar entre nosotros.

Sus escurridizos ojos viajan hasta mi pantalón.

—Tu erección me dice lo contrario.

«Me lleva el demonio» ¡Joder!

—Suficiente juego por hoy —dejo de lado la raqueta—. Ganaste.

La veo acercarse a grandes zancadas cuando acomodo mi erección y paso por el lado de una empleada, ignorando cuando me mira también, con las mejillas rojizas, casi idiotizada, me ofrece mi teléfono y las llaves.

—¡Flavio, espérame!

Camino rápido en dirección a los cuartos de cambio.

—¡Ey! —entra detrás de mí, atrayendo la atención de dos que ya vienen saliendo de sus cubículos, frenándose para verla— Sigan sus caminos e ignoren que estoy aquí.

—No deberías estar aquí —le dice uno, pero sus intenciones son entablar conversación y verla más de cerca.

—Sigan sus caminos —rueda los ojos.

—¿Te acompaño a la salida?

—No necesita que la acompañes a ningún lado —le lanzo una mirada envenenada— Salgan y dejen de mirarla así.

Disgustados, se van y abro la puerta del cubículo, entrando de mala gana, sintiendo sus pasos al seguirme.

—¿Por qué te pones así? —su voz me hace doler la cabeza— Flavio...

Lanzo las llaves sobre el lavado, causando un sonido seco.

—¡Deja de asfixiarme, Kassia Janik! —grito, iracundo— No pienso coger contigo, tampoco te tocaré. Entiende eso de una puta vez.

Aprieta la mandíbula, mi tono no le gustó, no había querido cortarla así, pero me hizo perder la paciencia y ya no puedo más, estoy harto. Ella tiene el poder de descontrolarme, eso lo he evitado todo el tiempo.

—Sal de aquí —señalo la puerta.

Abre la boca para decir algo pero se traga las palabras y simplemente se quita la gorra y la arroja en el suelo antes de abrir la puerta para irse, dejándome solo cuando sale.

«Eres un pendejo» me reclama mi subconsciente.

No iré tras de ella, no... Sin pensarlo, antes de darme cuenta, la alcanzo antes de que salga y la beso, pegándola contra la puerta, cerrando con pestillo, sin importarme si alguien viene.

Sus labios son carnosos, los besos salvajes, sus toqueteos insistentes, haciéndome entender que he querido esto desde que nuestras miradas conectaron, pero mi terquedad me cegó, pensando en lo que pasó entre Enola y Brett; no quisiera pasar por eso, me niego.

—No debemos hacer esto —sujeto su cuello, cortando el beso y bajando mis ganas—. Disculpa por gritarte, pero esto no puede pasar.

Confundida, toma mi rostro entre sus manos, sonriendo con ternura y un poco de picardía.

—La virgen soy yo, yo debería tener miedo de lo que pueda pasar —me da un casto beso—, Pero confío en ti.

Mi pecho arde, siento que la ropa me estorba y tengo más calor del que he podido llegar a sentir en toda mi puta vida. Ella desprende un magnetismo único, atrapante, enfermizo, de ese que quiero probar.

Con solo volver a prenderme de su boca, es más que suficiente para olvidarme de las negaciones y centrarme en ella. Sabe besar, puede que no tenga experiencia completa en el sexo, sus conocimientos son suficientes, eso me gusta, puedo sentirla mía cuando la subo sobre mi cintura, aferrando las manos en su rico trasero; imaginé tanto este momento, es firme, tal como quería y disfrutan mis dedos al apertujarlo, sacándole jadeos.

—Si te detienes, te muerdo los testículos —amenaza.

Tomo asiento en el banco largo que está en el centro, con ella sobre mi regazo.

—¿Por qué siempre tienes que amenazarme con despojarme de mis partes o maltratarme? —mi voz es ronca.

—Porque te deseo y no haces más que rechazarme —traslada sus besos hasta mi cuello, mordiendo esa parte sensible, mandando corrientazos agonizantes por mis extremidades— Colmas mi paciencia y solo aumentas mis ganas...

La sangre se acumula en una sola parte, doliendo.

—Kassia... Deja de hablar y contonéate...

—¿Lo haremos aquí?

La presión me hace enterrar más los dedos en su trasero, moviéndola sobre mi miembro, está más duro y ansioso.

—La habitación nos queda muy lejos.

—No quiero que nos interrumpan y cambies de opinión.

Suspiro hondo, tiene razón, pero necesito un intensivo para que eso no suceda.

—Siéntate sobre mi boca —propongo— Vamos a besarnos unos segundos y te llevo a mi habitación.

—¿Quieres hacer la 69? —sus ojos se llenan de malicia.

—Vamos a crear nuestra propia película porno, ¿Te parece?

—Sé cuanto amas verlas, y si con esto me vuelvo tu nuevo hobbie, acepto.

—La idea es no volver a repetirlo.

No deja de estimularnos, moviéndose.

—¿Y si me gusta mucho como para querer más?

La detengo.

—No puede volver a repetirse.

—Lo que tu digas —tamborilea los dedos en mi cuello, mirándome a los ojos—. Suerte con eso.

Sin querer volver a tocar el tema, la subo ahorcajadas sobre mi boca, se levanta un poco, dándome comodidad para rodar su panty, sintiendo como mi boca se llena de saliva al ver su feminidad; es morena con un toque rosáceo, pliegues pequeños y clítoris hinchado.... «Estoy sin palabras» el shock se apodera de mi ser y es imposible no morderme el labio, sintiendo como la exitacion se vuelve más grande conforme la reparo.

Debo probarla, chuparla, lamerla con mi lengua y morderla con cuidado... Repite mi cabeza.

Como un hambriento, me aferro a probarla: chupando, metiendo la lengua sin olvidar que soy el primero. Sus jadeos inundan el espacio. Lo disfruta, no le doy tiempo de sacar mi miembro y unirse al placer mutuo, por el contrario, se sujeta de mis muslos, arqueando la espalda y dejando que el delirio la gobierne.

—Por Dios, Flavio... —mueve las caderas, intensificando mis chupetones en sus pliegue.

Chupo ese rosado botón del placer, lamiendo y comprobando lo suave y cálido que está, palpitando contra mi lengua, esa deslizándose hasta el fondo con movimiento circulares y lentos, tomándome el tiempo para saborearla. La humedad llena mi boca, trago con fuerza para poder seguir. Sus caderas se mueven, intensificando la penetración, soltando jadeos guturales y ahogados.

—Tu jodida boca hace magia.

Y su feminidad sabe demasiado bien; jugosa, tibia y carnosa: perfecta para mi boca. Siento que es demasiada, así me gusta, me empecino más, mordiendo sin control.

No puedo evitar cerrar los ojos, saboreando, pero debo abrirlos para grabar esta escena en mi cabeza; su trasero tan cerca de mi rostro y como se ve cuando subo la falda, proporcionando dos sonoras palmadas.

Me gusta cuando gime mi nombre «Es adictiva» y más en esta situación de estar en los cuartos de cambio de un club campestre. Alguien puede entrar y vernos, esto incrementa el peligro y la la adrenalina que estamos acostumbrados a vivir en las misiones, volviendo más tentadora la escena.

Mis curiosos dedos, se quedan en la abertura, separando sus glúteos para ver mejor. Lo admito, soy un morboso, me gusta ver este tipo de cosas en las pantallas, pero en este momento, la sensación es una de las mejores, en vivo y directo.

Su entrada se contrae, la siento removerse, ansiosa, sin poder controlarse y yo tampoco al meter un dedo en su recto, dándole doble placer. No me molesta no recibir nada, por el contrario, chupársela es más que suficiente, estoy al máximo, igual cuando se viene en mi boca, dándome su primer orgasmo, convulsionando tras jadeos gruturales.

Para recoger todo, paso la lengua de abajo hacia arriba, un par de veces más y grabandome la sensación que despierta en mis papilas gustativas.

—Espera...—me detiene cuando estoy por levantarme— Déjame tomar aire...

Suelto una carcajada.

—Debemos irnos, esto apenas comienza.

S queda sentada, atónita y complacida cuando me voy al cubículo para tomar el teléfono y mis cosas. Cuelgo el bolso en mi brazo, revisando el mensaje que me llegó, la veo, parece estar en shock.

—¿Estás bien?

Se pasa las manos por el cabello, dejándolas sobre sus muslos, apretando sin dejar de morderse el labio.

—Estoy demasiado temblorosa como para caminar...—musita sin filtros.

—Sé que lo fue, pero tengo la necesidad de preguntar ¿Es tu primer orgasmo?

Asiente a modo de respuesta, sin dejar de mirar mi miembro que sigue marcandose.

—Respira y vamos. No nos queda cerca la habitación.

—¿Y si lo hacemos en el cubículo?

—Ya recogí todo, Janik...

—No puedo caminar. Me siento extraña...

Me acerco, extendiendo mi mano para que la tome.

—Si estás por caer, sostente y seré tu soporte.

—Creo que en el ascensor lo terminaremos haciendo. Tengo demasiadas ganas.

—Sigues siendo virgen. Solo te la chupé, aún no te embisto como para que no puedas caminar.

Sus mejillas se muy tornan rosáceas y tal cosa me hace sentir acalorado.

—Ese oral se sintió como si me succionaste el alma, Flavio —la impresión no deja su rostro— Es mi primera corrida. Entiéndeme, estoy débil. No me sentía así ni siquiera después de un combate cuerpo a cuerpo.

—El verdadero combate lo tendremos en mi habitación —la ayudo a levantar— Ya preparé todo.

Es muy exagerada, puede caminar bien, pero los movimientos la calientan más, su feminidad sigue ansiosa y no estará tranquila hasta que termine el trabajo.

Disfruta del trayecto, aferrada a mi brazo como si fuese algo más para mí, alejando a todas las que me miran o pasan por nuestro lado. Ella no se queda atrás, su belleza es un imán, también el atuendo que sigue vistiendo y que yo voy a romper para poder contemplarla mejor.

Sin toqueteos durante el camino, las ganas se mantienen intactas en mi sistema. Las manos me sudan y siento la garganta tan seca que debo tragar saliva, humectandome los labios cuando debo sacar la llave para abrir mi habitación, reparando su redondo trasero cuando entra, observando el entorno.

Mis ojos se deslizan por sus pantorrillas, sexys muslos, trasero y cintura de abeja, dándole una figura envidiable para otras chicas y con unos senos rellenos, nada demasiado exagerado. Su altura es excitante, parece una modelo peligrosamente sensual con la confianza adherida a su forma tan elocuente y espontánea de ser. No lo duda, tampoco lo piensa a la hora de sacarse los zapatos, lentamente. Sé lo que hace. Me está provocando. Siempre lo ha hecho, hoy corrió con suerte, supo acabar con mi cordura y aquí me tiene, cerrando la puerta para acercarme por detrás.

Es solo un poco más baja que yo, pero queda perfecta para poder sentir su trasero casi contra mi miembro. Sin reparo, escondo el rostro en ese caliente y delicioso cuello, pasando el lóbulo de mi nariz, gozando de su aroma a cítrico, madera y dulce. He de admitir que ese perfume se acaba de grabar en mi memoria. Luego de esto, difícilmente podré estar cerca de ella, olerla y no recordar este momento.

Lleva las manos hacia atrás dejándolas sobre mi cabello, acariciando mientras inclina el rostro hacia el otro lado, dándole más acceso a mi rostro. La agitación es visible en ambos, mi corazón galopa con rotunda fuerza, el suyo también, acelerando nuestras respiración en un santiamén.

—¿Anhelabas esto? —paso la lengua por esa sensible piel, y bingo, se estremece, soltando un gemido poco audible; se eriza y sonrío— ¿Te gusta esto?

Con suma lentitud, mis palpas viajan hasta esa perfecta y fina cintura, apretujándola y disfrutando de como se refriega contra mi pene, poniéndolo más duro y palpitante.

—S..si...—deja una mano sobre mi cuello, impulsandome y la muerdo, tirando de una pequeña parte de esa exquisita piel— Ummm, Dios, Flavio...

Deslizo mis curiosos dedos hasta el borde de la falda, jugueteando un poco, sin dejar de besar e inhalar su aroma. Tocando con rocetones la piel cercana a los glúteos, moviendo mi pies poco a poco hasta la cama, haciéndola chocar contra la misma y caer sobre ella, conmigo arrodillado dd manera que su trasero se levanta un poco y la falda sube tentadoramente para dejar una espléndida vista.

No sé en qué momento comencé a nirderrme el labio, pero, la saliva se adueña de mi boca cuando termino de subir la falda, detallando la prenda íntima colándose tan deliciosamene. Toco esa tela tan suave que solo estorba, pero no por mucho, la bajo lentamente, tomándome mi tiempo, disfrutando de esos gemidos y súplicas roncas.

—Me gusta el sexo rudo...—le menciono con voz aguda— Pero también me gusta el juego previo, tocar y disfrutar lo que voy a lamer o morder —entierro los dedos en sus glúteos, trayéndolos hasta mi pelvis, presionando mi dureza contra ella—; Y para ser tu primera vez, debo prepararte antes de llevar mi glande hasta tu virgen coño.

—Flavio...—gime, aferrándose a las sábanas.

—¿Qué sucede?

—Necesito tu lengua en mi clítoris...—pide.

Suelto una risa crepitante y malévola.

—Pero antes...—deslizo dos dedos por su ano hasta bajar a ese par de pliegues suaves y calientes, recordando su color y sabor— No quiero usar preservativo. ¿Usas algún método anticonceptivo?.

—Eso ya lo sabes... Eres el encargado de transferirle los historiales médicos a nuestro superior.

—Quería escucharte decirlo.

—Solo sigue... Ya sabes que uso el implante y también fui sometida al método de infertilidad —se exaspera.

Estiro la mano, encajándola hasta la mandíbula, atrayendola hacia mí, de manera que su espalda queda contra mi torso y puedo volver a su cuello.

—Lo menos que quisiera sería alguna sorpresita de embarazo.

—Descuida. Después de vivir en la fortaleza, yo tampoco quiero una sorpresa de esas —mueve la pelvis tras el movimiento de mis dedos sobre su clítoris mojado—. Hagámoslo sin preservativo, quiero sentirte completo.

Lamo desde el cuello hasta su mejilla, probando el sabor salado del anterior sudor y la textura tan suave de su jodida y maravillosa piel. Sabe muy bien.

—Tus deseos son órdenes, biscochito.

El juego previo lo acelero un poco, devolviéndola a la misma posición de antes, no sin antes tomar una almohada y acomodarla debajo de su vientre, de esta forma tengo una buena altura de su trasero. Puede ser inexperta en lo práctico, pero sabe lo teórico y entiende mis recomendaciones; dobla un poco la pierna, dejando una mejor vista de su coño enrojecido y muy mojado al acabar de sacarse la prenda interior.

Para no perder tiempo, solo me quito los zapatos y me desnudo las piernas, por último sacándome el boxer antes de regresara a la cama, enterrando las manos a ambos lados de su cadera, inclinandome lentamente, pasando el lóbulo de la nariz por ese par de pliegues mojados «Mierda. Está tan caliente y humedad» paso la lengua dos veces y el maldito sabor me lleva a cerrar los ojos, apretando los labios, saboreando este manjar tan cremoso.

Vuelvo a repetir la acción dos veces más, consiguiendo que mueva las caderas y suba el culo, dándome una mejor vista.

—¿Ya lo quieres? —pregunto, acariándole los glúteos con mi lengua, dejando besos y chupetones hambrientos— Kassia...

Parece que todo ese instinto de fiera se acaba de quedar congelado por culpa de lo que hago porque no se mueve, solo sigue gimiendo y se tensa casa que muerdo, acercándome hasta ese pequeño agujero, separando ese par de firmes trozos de carnes, dándome una mejor vista.

—Aun no te hago mía y ya quiero probarte aquí también...—relamo mis labios, dejando caer un hilillo de saliva en ese agujero de entre su trasero— Debe ser muy rico estar aquí...—acerco la lengua y la deslizó, bajando hasta esa entrada tan lubricada y palpitante en donde froto la yema de dos dedos— Pero más me gustaría entrar aquí.

Como si su cuerpo reaccionara en un impulso, entierra las rodillas en el colchón, poniéndose en cuatro, haciendome enderezarme y soltar un jadeo cuando se empuja hasta mi miembro, chocando tan maravillosamente.

—Puedo ser virgen, pero si me sigues torturando así, voy a cabalgarte —ruge excitada, mirándome a los ojos con esos orbes oscuros y brillosos— Hazlo ya.

—Lo bueno se hace esperar, Kassia —la molesto.

—Si no quieres terminar siendo follado, mejor empieza o no me haré responsable si luego te dejo sin semen o ganas de levantarte.

Su crepitante voz amenazadora hace que la saliva se acumule en mi boca, y no solo eso, también una punzada de dolor en el vientre, torturando mi cabeza con palpitaciones dolorosas.

Sin poder contener la adrenalina viajando por mi cuerpo, aferro mis dedos en su cabello, tirando sin importarme si le duele o no, con la otra sujeto mi pene y lo llevo hasta esa jugosa enterrada, dejando la corona a la vista, escupiendo dos veces sobre ella antes de rozarme, hundiéndome poco a poco, manteniendo la mandíbula apretada y los ojos sobre su gesto de placer y dolor.

—Espe...—chilla cuando ya la mitad se hunde, abrazando todo mi calor con el suyo, apretándomelo con majestuosa vehemencia— ¡Muero!

Tiro de su cabello para levantarla, mantengo la pelvis hacia atrás, cuidando no enterrarme por completo y que el dolor no sea el protagonista, por ello, la mano que tenía mi virilidad,  la dejo en el bajo de su espalda, acariciando lentamente mientras que mi lengua a sus labios cuando le giro el rostro para que me mire.

—Tu primera vez será jodidamente dura y salvaje. ¿Dolerá?; Claro que sí, pero en menos de tres minutos estarás pidiéndome más y más...—rozo nuestras narices, respirando la dulzura de su boca— ¿Estás segura de querer continuar?

Sus cejas se juntan, una mueca placentera invade esos carnosos labios y en vez de negarse a esto, sonríe, alcanzando mi labio con sus dientes, tirando de él hasta hacerlo rebotar.

—¿Quién dijo miedo?, Dame duro y sin piedad.

—Eres una calenturienta...—sacudo la cabeza.

—Y tú, un pervertido.

Es imposible que no me ría de sus palabras. Inevitablemente, la beso, buscando que su lengua despierte tras el movimiento de la mía. Con salvajismo y pasión, así nos besamos y para aprovechar que sus gemidos son ahogados en mi garganta, muevo la pelvis poco a poco, sintiendo como esa estrechez se va lubricando y la presión nos ciega hasta que ya estamos jadeando y diciendo morbosidades.

En cuatro, así la penetro, echando la cabeza hacia atrás, perdiendo la vista en el techo porque esto es una mierda. Se siente como la gloria y no me importa si el calor me está pasando factura, sigo dándole, memorizando casa caricia, palabra y gesto que su sexy rostro forma mientras me mira, portandose como una experta. Es tan flexible, su trasero se levantó de maravilla, casi todo el torso lo tiene contra la cama, y se muestra cómoda y extasiada.

Apoyo las manos a los lados de su cabeza, dmterrando los dedos en las sábanas, sin dejar de embestirla. El sonido de nuestras pieles chocando, los jadedos y la palabrería sucia; son todo lo que llena la habitación en este delicioso momento. Sin poder evitarlo, respiro el olor de su cabello, gimiendo contra él en lo que me mantengo así, casi sobre ella, mezclando ambos valores corporales.

Una presión inaguantable se aloja en mis piernas, subiendo hasta esa parte de la pelvis que se calienta sin contemplación.

Gimiendo mi nombre, se retuerce contra la cama y para cambiar la posición, caigo a su lado, dejándola contra mi pecho, sujetando al aire su muslo, frotándome en círculos antes de sacar la mitad, haciéndola quejarse, pero chillar cuando me hundo con una rotunda fuerza, repitiendo la acción dos veces más hasta que ya quedó solo dándole, golpeando mi peringe contra su trasero, yéndome hasta el fondo, ese punto g tan apretado y....

—Fla...—no termina sus palabras, el orgasmo la alcanza y se retuerce, enterrando el rostro en la almohada y soltando un gruñido casi ronroneado.

Aprovechando que su espalda se despegó de mí, junto mi frente ahí, acelerando las embestidas, cerrando los ojos para abrir la boca y contener la respiración; la presión se acumula, el calor se funde y mi leche se dispara en su caliente coño cuando doy una última estocada, presionando con fuerza hasta el final, quedándome así, sintiendo como libero hasta la última gota y también me arrebato tras un gruñido ronco, bestial.

—Puta madre...—musito.

Mi cuerpo tiembla, tanto que debo soltar su pierna y quedarme en la misma posición, solo relajando la pelvis, sacando una pequeña parte para poder recomponerme y tratar de no ahogarme con la saliva y la gran cantidad de aire que entra a mis pulmones con total necesidad.

No sé cuánto tiempo pasa, pero supongo que mucho ya que la pesadez se apodera de mi cuerpo y párpados, causándome un incontrolable sueño.

«Debo levantarme», ya follamos, ahora debe irse y recordar que no sucederá de nuevo.

Por más que quiero levantarme, solo doy para salir de su adicto coño y mirar el techo, respirando hondo.

—Kassia...—le hablo pero no obtengo respuesta, sigue en la misma posición—. Kassia, debes irte.

Silencio nuevamente.

Tomo una bocanada de aire y me impulsa, moviendo el cuello para eliminar la tensión.

—Kassia, debes...—la miro. Su respiración es tranquila y no se mueve o da señales, «Se quedó dormida y lo peor es que se ve jodidamente apetecible aquí»—. Mierda. Ahora debo despertarla...

Con frustración, me peino el cabello con los dedos, sintiendo lo pegajoso que está mi miembro, y no solo eso. Cuando me levanto, mi atención se la lleva es fina capa de sangre cubriéndolo. De inmediato, mis ojos viajan hasta la cama y ese coño que... está mojado por una combinación de semen y sangre, no es mucho, pero ensució las sábanas blancas.

¿Ahdia qué hago?. Más que frustrado, me acerco hasta ella, llevando la mano hasta su muslo con intención de removerla para despertarla, pero la dejo a medio camino al ver que se remueve tras un quejido doloroso, acomodándose para seguir durmiendo plácidamente.

«Se desmayó y fui un imbécil al no notarlo y casi quedarme dormido», me maldigo miles de veces. Mi consciencia me recrimina sin descanso hasta conseguir que, después de pensarlo mucho, la dejé dormir y vaya hasta el baño, dándome una larga ducha. Al acabar, me envuelvo en un albornoz y tomo una pequeña toalla gris, mojando un extremo, regresando a la habitación. Tomo asiento en la cama y sintiéndome extraño, llevo esa punta húmeda hasta esos pliegues sucios, limpiando esa suciedad, cuidando no despertarla.

Actuando como un pendejo, me quedo mirándola desde arriba, notando que es la primera vez que una chica está en mi cama y no es echada luego de darme placer. «Solo debo levantarla y pedirle que se vaya» por más que quiero, mi cuerpo se queda helado, en la misma posición al lado de la cama, cruzado de brazos, todavía con la toalla en una mano.

—No debimos hacer esto —susurro al recordar que muchas veces me mentalicé para no entablar relación de ningún tipo con nadie cercana a mi entorno laboral. Esto es un error. Un maldito error—. ¿Qué carajos me hiciste hacer, Kassia? Peor, ¿Qué hice?

Unos toques en la puerta me hacen apartarme de la cama. Abro y debo impedir que Brett entre cuando nota lo que tengo en la mano.

—Te llamé más de cinco veces —reclama— ¿Qué haces?

—Me estaba duchando —miento un poco, dejando la toalla lejos de su vista— ¿Qué pasó?

—Vamos a una discoteca. Conseguí un par de compañeras.

—¿En este momento?, Es muy temprano...

—¿Y?, Vamos, la pasaremos bien.

Evito mirar hacia la cama, pero inevitablemente, lo hago al escuchar un pequeño quejido de dolor.

—¿Estás con alguien? —curiosea, queriendo echar un vistazo.

—No...—cierro un poco la puerta— Me alistaré y bajo para acompañarte.

Cierro los ojos maldiciendo cuando ese quejido de dolor de escucha más fuerte y Brett altera mi genio al estirar el cuello y acercarse, logrando ver y...

Mi mano viaja hasta su hombro, empujándolo fuera.

—Bajaré dentro de unos minutos —casi gruño eso. Carraspeo rápidamente— Olvida que ella está aquí...

—¿Kassia? —trata de ver nuevamente pero solo recordar que ella está casi desnuda, logra ponerme tenso y hacer que lo intercepte.

—Sí, es ella. ¿Contento?, No tienes porque ver, ten más respeto...—mi garganta se irrita— Bajaré dentro de unos minutos —repito.

Frunciendo los labios, acepta y no le queda de otra más que aceptar. Cierro la puerta detrás de mí y veo la cama, ella sigue dormida.

Sin saber si despertarla o no, voy hasta mi equipaje para comenzar a vestirme. Una vez que acabó de acomodar los cordones de mis botas, busco una pluma y papel, escribiendo lo que no soy capaz de hacer en este momento:

“Puedes ducharte aquí y luego marcharte. Después hablaremos, aunque no creo que sea necesario. Esto no debe repetirse”.

[...]

Pues, se supone que en la noche saldremos con las chicas a una feria, pero henos a nosotros aquí en una discoteca diurna. Bueno, creo que solo será por un rato «Eso lo dudo mucho. Brett consiguió a dos chicas y ambas quieren ir luego de aquí a comer algo».

Las dos son muy lindas. Están buenas y para mi suerte, me tocó la brasileña de ojos cafés, rostro de santa pero cuerpo lleno de lujuria y sensualidad. Dios mío. Se supone que tuve sexo hace dos horas, pero en este momento sigo con una erección horrible. Quisiera deshacerme de estas ganas, pero primero aprovecho para tomar unos pequeños tragos de brandy; mi favorito.

—¿A qué te dedicas? —me pregunta ella.

Soy diseñador de sistemas de computación e ingeniería artificial... Quisiera responder con la verdad, pero me ahorro eso.

—Soy inversionista.

—Waoo, un hombre de negocios. Eso me gusta. ¿De dónde eres?

—Estados unidos. ¿Tú a qué te dedicas?

—Tengo onlyfans y me gusta viajar cada cierto tiempo —contesta monótonamente, sonriendo con coquetería— Genera buenos ingresos, pero te deja mucho al expuesto. Igual, ya estoy acostumbrada.

Ahora entiendo por qué Brett me dijo que son figuras con muchos seguidores en tiktok y Instagram. Claro que me tomé mi tiempo para investigarlas y saber un poco antes de venir hasta aquí.

—Supongo que por eso prefieres estar soltera...—deduzco— Para poder viajar y disfrutar más de los momentos así— Con el vaso señalado el entorno—. Una mujer fiestera y extrovertida.

—Me gustan las relaciones cortas. O quizás sea porque aun no consigo a nadie que cumpla con mis expectativas.

«Ya me estoy aburriendo»

—Entiendo...—me sirvo más licor.

Pese al ambiente energizador, no me provoca bailar o descontrolarme. Brett si, se desaparece un largo rato y debo responder con desdem las preguntas de Melissa, creo que ese es su nombre, ¿O era Melinda?, Ya lo olvidé, el aburrimiento me está consumiendo.

Es atractiva, pero demasiado curiosa y habladora, no se calla, dice cosas extrañas que no entiendo.

Con dolor de cabeza, le envío un mensaje a Brett, media hora después aparece con expresión de haber follado. Meliss... Melinda... Bueno, esa misma, me dice para bailar, pero para lo único que dejó el taburete es para ir al baño, pensando en sobre mis ganas de regresar al club y dormir hasta mañana.

—¿Les gustaría ir a una feria? —la invitación de Brett me hace mirarlo mirarlo mal cuando las dos se centran en él, fascinadas.

No dudan, aceptan y yo controlo las ganas de desfundar mi navaja multifuncional y degollarlo por no preguntarme si estaba de acuerdo o no. ¿Está loco?, Se supone que sería una salida de equipo. Solo a él se le ocurre invitar a unas desconocidas.

Respiro hondo, conservando la calma, pero no es fácil teniendo el cuenta que Meliss.. Melinda está aferrada a mi brazo, hablándome de lo más normal, hasta cuándo llegamos a la feria y debemos caminar hasta el punto de encuentro.

«No tengo un respiro. Ésta garrapata es indeseable»

Pese a mi ocupación de trabajo, soy un caballero y por eso no le hago un desplante al apartarla de mala gana, sin embargo, es imposible no sentirme aturdido.

—Allá están —indica Brett mirando hacia una de las meses que tiene un pequeño puesto de cervezas—. Buena elección. Una cerveza me sentará bien.

Ni siquiera terminamos de acercarnos cuando cierta morena nota nuestra llegada e inmediatamente posa sus ojos sobre mí, sonriendo con picardía, esa que decae al notar a la mujer que tengo aferrada a mi brazo. Si no fuera porque el desagrado lo oculta detrás de un indescriptible desinterés, manejando perfectamente sus emociones, en este momento ya estaría haciendo una escena.

Al menos entendió que solo fue sexo y ya no más. Gracias al cielo.

Brett no tarda en presentar a Melinda y a Valeria, arruinando el genio de Enola y haciendo que Fátima carraspee para luego saludar, como si nada hubiera pasado. Por mi parte, tomo asiento al lado de Enola, ignorando el escrutinio de la mirada de Kassia, y a quien sigue sin apartarse de mí.

—Disculpen la tardanza —les dice Brett—. Hicieron una buena elección de bebida. ¿También sirven comida?

—Muero de hambre —menciona Melinda, moviendo más la silla para estar demasiado cerca de mí «¿Acaso mi perfume tiene esencia de imán?»— ¿No tienes hambre, Flavio?

—Con que por eso llegaron tarde —murmura Kassia con desdén, pero sé que está molesta— Waoo, el sexo no puede posponerse ¿Cierto, Flavio?

—¿Disculpa? —Violeta se ofende al captar la indirecta.

—Aquí tienen su orden —una joven mesera trae bandeja llena con jarras de cerveza— ¿Desean algo más?

—Por casualidad...—Kassia se acomoda en la silla, acariándose el mentón— ¿Venden repelente antizorras?

La mesera no sabe qué responder, por su parte, frunce las cejas y balbucea. En mismo siento la incomodidad de las chicas que el idiota de Brett trajo sin avisar a lo que se supone sería una salida entre compañeros.

—Eres mala...—Enola la apoya, carcajeándose sin dejar de ver a Brett y a su amiga— Pero sí hace falta un insecticida para cucarachas y...

—Yo deseo una pizza con anchoas, jamón, maíz, queso...—avisa Fátima, tratando de no reírse.

—¡Stop!, No me interrumpas. Primero lo primero; el insecticida y el repelente —termina.

Las dos se ríen y Fátima solo me observa en busca de ayuda, pero no es mi culpa, es de Brett, cosa que señalado con disimulo, haciéndola sacudir la cabeza.

—No quiero unirme al veneno, pero creo que pediré lo mismo que las chicas —se encoje de hombros— Chicos, ustedes deciden.

—Están siendo insoportables...—se queja Brett.

—¿Y? —replica su ex— Planeamos algo y tú vienes a incluir a desconocidos. Si tanto quieres pasarla bien con ellas, vayan a otra mesa.

Entiendo eso. Cuando salimos en grupo, no solemos incluir a otros. Cada uno suele ser receloso y desconfiado. Tenemos motivos. Somos mercenarios y siempre habrán enemigos buscando la oportunidad de buscar vulnerabilidad.

Brett se ha dejado llevar por su ruptura, saliendo a follar a cada nada. En este momento me siento culpable del descontento de las chicas. Yo preferiría que esta desconocida no estuviera aquí, no siquiera me agrada.

—Voy al baño...—me levanto y miro a Meliss... Melinda «Su nombre se me olvida»— Gracias por la compañía, pero ellas mandan, y si no quieren desconocidas, pues, no habrán desconocidas —le lanzo una mirada a Brett— Lo siento, hermano. Debiste pensar antes de hacerlo.

—Traidor —escupe decepcionado.

En realidad no voy al baño, pero si a un lugar más privado para poder comunicarme con Mario quien me envió dos mensajes. Quedo detrás de una gran carpa, texteando otros dos mensajes a Kilian y otro a Dan Theron; el encargado del cuerpo de seguridad del Alpha.

—¿Qué hacías con esa lagartija? —esa despectiva voz me hace alejar la mirada del teléfono, encontrando a Kassia muy cerca de mí— ¿Por eso me dejaste sola en tu habitación?

—¿De qué hablas? —arrugo las cejas.

—¿Por ella fuiste un imbécil? —elimina la distancia.

—¿Te afectó el orgasmo? —increpo— Fue solo un acostón.

Respingo al sentir un golpe seguido de un apretón fuerte en el miembro cuando se me viene encima, enterrando los dedos en el cuello de mi camisa.

—¿Estás seguro?

Por instinto, sujeto su brazo y enderezo la espalda, tensándome.

—¿Qué crees que estás haciendo? —la reprendo.

—Arrojándote el amarre sexual y carnal —se estampa contra mi boca.

Como no le correspondo de inmediato, entierra los dientes en mi labio inferior, tirando y rompiéndolo. Riéndose como loca, retrocede y me señala antes de irse caminando rápido.

Enloqueció.

No debí ser su primera vez. Ahora querrá sexo a cada rato. ¿Cómo me la quito de encima?

____________⚜️____________
__________________________


Quizás esperaban un capítulo, lo sé, pero me gusta que conozcan a los personajes. Ya me habían pedido algo para conocer más a Flavio Martin. Bueno, aquí lo tienen. Espero les haya gustado.

Deja tu puntito aquí si quieres que el siguiente capítulo sea largo. Les va a gustar. La espera valdrá la pena.

Les dejaré un adelanto de lo que pasará en lo que resta de esta faceta, recordemos que son tres y vamos por la segunda:

Habrá: una muerte inesperada, traiciones, revelaciones y mucho drama y caos.

¿Están preparados?.

Aquí al final les dejo una foto de una modelo que me da vibras de Kassia Janik.

Los amo. Recuerden dejar sus votitos.

Osly Ortega.

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