La promesa

By begobr93

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En 1941, cuatro amigos se encuentran en su restaurante favorito de Cracovia sabiendo que será la última vez y... More

NOTA
PRIMERA PARTE
1. La última reunión
2. El gueto (Lena)
3. La amante (Gośka)
4. La resistencia (Wojtek)
5. La lista (Solly)
6. El fin justifica los medios (Lena)
8. La liberación (Lena)

7. Nueva vida (Wojtek)

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By begobr93

Varsovia, octubre/diciembre de 1945

Nette dormía plácidamente en su cuna. Era un bebé que apenas lloraba, solo si tenía hambre o necesitaba un cambio de pañal. Por suerte, Wojtek había sido capaz de alimentarla y el bebé había logrado sobrevivir los primeros días desde la liberación de la ciudad.

Tuvo suerte que los soldados que lo interceptaron lo socorrieron al ver que llevaba al bebé recién nacido. Lo habían seguido después de ver que llevaba un bebé y decidieron echarle una mano. También ayudaron a enterrar a Beata en una fosa con lo que pudieron y buscaron mantas, ropa y leche para la criatura entre las ruinas de la ciudad.

—Tengo dos hijos. No me gustaría que ellos pasaran por esto —dijo uno de ellos cuando Wojtek les dio las gracias por enésima vez, obviando que mucho no le importaban los hijos de otros. De no haber sido por ellos, Nette podría haber muerto ese mismo día de hambre y frío.

No pudo encontrar una nodriza —eran excesivamente caras—, pero los dos rusos le consiguieron leche en polvo y pañales limpios. Con los días, comenzó a surgir una amistad entre ellos y pronto le pidieron a Wojtek que les diera clases de polaco. Iban a quedarse por un tiempo y era importante perfeccionar el idioma. Wojtek aceptó porque enseguida corrió la voz y vinieron más soldados para aprender y ello conllevaba que pagaban con lo que podían, así que Wojtek pudo sacar adelante al bebé con pocas dificultades.

Más tarde, recuperó su verdadero nombre e ingresó en el Partido Obrero Unificado Polaco y debido a su pasado en la resistencia pero, sobre todo por su amistad con los soldados que lo aconsejaron a que se afiliara, no le costó hacerse un lugar en él e incluso pudo formar parte del comité que iba desnazificando el país. Wojtek había coqueteado con el comunismo en su adolescencia, así que no le costó asimilar el nuevo régimen que por otro lado eran quienes habían liberado Polonia de la tiranía de los nazis. Ello mejoró sus condiciones socioeconómicas y pudo trasladarse a una casa sin ruinas donde poder criar mejor a su hija y no depender únicamente de la voluntad con la que le pagaban los soldados durante sus clases de polaco.

Wojtek había improvisado con unas sábanas una especie de mochila para cargar a Nette, inspirado por una ilustración que vio hace años de una mujer africana con su hijo. Con ella podía ir libremente por las calles y llevarla a su trabajo, donde le habían puesto una pequeña oficina donde desempeñaba sus tareas del comité. Adoraba sentirla contra su pecho y olerla y sabía que su hija sentía lo mismo, pero conforme iba creciendo, sabía que no podía llevarla siempre allí. Necesitaba una niñera, pero las que había buscado no le habían gustado hasta ese momento.

Cuando Nette tenía ya nueve meses, Wojtek la llevó a pasear por el parque, aprovechando que el tiempo todavía no era demasiado helado cuando encontró a alguien que no imaginaba ver por allí. De haber estado en Cracovia no le hubiera resultado tan extraño, pero allí en Varsovia no la esperaba y menos en aquellas circunstancias.

Gośka estaba sentada en un banco, con un vestido pasado de moda y la cabeza cubierta con un pañuelo. Wojtek se sorprendió. Gośka no era judía y lo último que supo era que era la amante del comandante de Płaszów. Cuando un transeúnte al verla la escupió, Wojtek pudo ver que le habían rapado el pelo y la habían marcado. No era la única mujer con ese destino con la que se habia cruzado por Varsovia.

Había perdido la cuenta de cuántas mujeres habían corrido la misma suerte solo por haber escogido ser «putas de los nazis» y las estaban represaliando rapándolas y señalándolas, convirtiéndolas en escoria. A los colaboracionistas en general los apresaban, torturaban e incluso ejecutaban, pero el destino de las mujeres que colaboraban a veces podía ser peor que la muerte, ya que al mantenerlas con vida, quedaban a merced del escarnio público.

Wojtek no había sentido nunca demasiado aprecio por Gośka, ya que intentó seducirlo hace años y sabía qué había hecho durante aquella nefasta época que acababan de superar, pero no pudo evitar sentir lástima por ella, de modo que se acercó y le tocó el brazo con suavidad, para no asustarla.

—Hola, ¿te acuerdas de mi?

Gośka se volvió. Al principio le costó reconocerlo, pero cuando se percató de quién era, se llevó las manos a la cara. Tampoco esperaba encontrarse a Wojtek por las calles de Varsovia. Por instinto, se volvió hacia atrás. Se avergonzaba de su aspecto y mucho menos que alguien de la talla de Wojtek la viera en esas condiciones, sobre todo con el elegante traje que portaba. Un transeúnte que pasaba quiso escupir al ver a Gośka, pero la mirada de Wojtek lo disuadió. El individuo se alejó mascullando «puta». Wojtek quiso ir detrás de él, pero Gośka lo detuvo.

—No merece la pena. No deberías haberte parado —murmuró.

—Hubiera sido peor no haberlo hecho. Sobre todo por nuestra amistad de hace años —respondió Wojtek.

—Creía que no eramos ya amigos, desde aquel dia... ya sabes.

—Creo que eso ahora importa poco. ¿Tienes hambre? Te llevo a comer algo —dijo Wojtek, queriendo cambiar de tema y al ver el aspecto demacrado de su antigua amiga. Fue a una cafetería a la que solía acudir con frecuencia y se sentó con Gośka. Como todo el mundo lo conocía, nadie intentó echarlo por ir acompañado con una de esas mujeres, pero muchos lo miraron con extrañeza, pero no se metieron. No convenía meterse con alguien de las altas esferas. Wojtek pidió dos raciones de pierogi, ya que le apetecían. La camarera, que poco parecía importarle la posición de semejante cliente, solo trajo una y la puso en el lado de Wojtek y no se inmutó cuando la mirada de Wojtek insinuó que faltaba el otro. Siguió atendiendo las otras mesas, con lo que Wojtek, que no tenía ganas de armar conflictos, le entregó su plato a Gośka, que lo devoró con fruición.

—Muchas gracias. Ya te lo pagaré cuando pueda.

—No hace falta. Sabes que aquí me tienes para lo que sea. Por Lena.

Era solo por Lena por lo que había decidido ayudar a Gośka. No había vuelto a saber de ella desde aquella noche en la que se despidieron. Tenía motivos para tener allí a Gośka. Al haber sido amante de nazis, tal vez ella supiera casualmente dónde habían acabado Lena y Solly. Era su mejor amiga, seguro que habría intentado averiguar por su cuenta. No la creía tan egoísta como para sentir indiferencia ante el destino de su amiga y del hombre al que creía amar. Cuando Gośka había terminado la tercera ración —esta vez la dueña había acudido a atender a Wojtek sin negarse— se le ocurrió preguntarle.

—Estaba en Auschwitz, pero luego la deportaron a Alemania. Eso es todo lo que supe —respondió Gośka.

—¿Y Solly? ¿Llegaste a verlo? Sé que los trabajadores de Schindler acabaron en Płaszów.

—Sí, pero también se lo llevaron. Pero él se fue con Schindler, que tenía la fábrica donde yo trabajaba. Espero que sí haya sobrevivido, porque Schindler los trataba bien. Wojtek, aunque no lo creas, yo amaba a Solly y en Plaszow pude mantener algo de contacto con él. No te imaginas lo mucho que lo echo de menos —Gośka rompió a llorar.

Wojtek la consoló como pudo, pero en ese momento Nette decidió unirse al llanto. Gośka se sorprendió. No se había percatado de que Wojtek llevaba un bebé. No le hizo falta preguntar si era su hija o no. La niña era una versión en miniatura de su padre.

—Conocí a su madre mientras estaba en la Resistencia. Por desgracia murió y bueno, somos nosotros dos contra el mundo. Es lo único que me queda.

—Al menos esta niña va a conocer a su padre. Yo no llegué a conocer a ninguno de los míos. Es muy afortunada —Gośka no se explayó más porque Wojtek ya conocía su historia.

A Wojtek se le ocurrió algo. No era lo mejor, pero de verdad sentía mucha pena por Gośka y cómo había acabado. Creía que ya había sufrido y pagado lo suficiente y se merecía una segunda oportunidad.

—Gośka, ¿te gustaría trabajar para mi? Verás, necesito una niñera para Nette, ya que mi cargo no me permite ocuparme de ella como quisiera. Ahora es muy pequeña y puedo llevarla así, pero los bebés crecen y no podré llevármela para siempre. Puedes venir a vivir a mi casa y tendrás, techo, comida y una asignación.

—¿Estás seguro? Después de todo lo que pasó...

Wojtek le tomó la mano con un gesto fraternal.

—El pasado ya fue. Centrémonos en el presente. Además, no soy el más indicado para juzgarte. Todos hemos hecho cosas indecentes para sobrevivir.

Gośka abrazó a Wojtek y los dos emprendieron el camino a la casa. Sin duda, era mucho mejor que el cuchitril donde malvivía, aunque Wojtek no vivía rodeado de lujos ni acorde a su nuevo estatus, la casa tenía comodidades y Gośka no recordaba haber dormido jamás en una cama tan cómoda como la que tenía.

Wojtek le compró un vestuario nuevo y Gośka no tenía palabras para agradecerle todo lo que estaba haciendo por ella. Tiró todo lo que llevaba en su vieja maleta, salvo el diario de Solly, que guardaba como oro en paño, esperando devolvérselo si algún día lo encontraba. Además, Nette era una niña encantadora y Gośka llegó a cogerle cariño con el paso del tiempo. Por propia iniciativa, decidió buscar ella misma a las víctimas de los alemanes, con la esperanza de encontrar tanto a Solly como a Lena. Esperaba de todo corazón que hubieran sobrevivido. Todos los días revisaba las listas de la Cruz Roja buscando sus nombres, pero siempre volvía a casa con las manos vacías. También intentaba hablar con sobrevivientes de los campos por si reconocían a los dos hermanos, hasta que un día de diciembre encontró a una mujer de mediana edad de aspecto muy débil que reconoció a Lena por la foto y que también buscaba a su hija.

—¿Dices que se llama Lena? ¿Lena Lehmann? Yo estuve con ella en Auschwitz. Era la kapo durante la época donde estuvimos juntas. Al principio no nos llevávamos muy bien, pero luego ella me ayudó. A mi y a mi hija. De no ser por ella, no habríamos sobrevivido.

—¿Y sabes dónde está? ¿Sobrevivió o...?

—No lo sé. La despojaron de su cargo y tanto a ella como a mi hija se las llevaron a Alemania. A mi me trasladaron a otra sección del campo y supongo que me daban por muerta. Lo supe por Katrin, la guardiana, pero también fue trasladada.

Gośka conocía a Katrin. Era la guardiana que había estado de pasada por Płaszów como ayuda auxiliar para ayuda con los cadáveres de la matanza del gueto. Ella ya sabía que Lena estaba en Alemania, pero no cayó en preguntarle en qué campo estaba. Recordó que Katrin había sido detenida por la resistencia en una emboscada poco antes de su traslado y estaba languideciendo en una prisión desde entonces esperando a ser ejecutada. Con Valerie, que así se llamaba la mujer, decidió ir a visitarla. Si con ello podía sacar algo... el guardia al principio se negó a la visita, pero Valerie logró convencerle cuando le expuso que esa mujer tenía información sobre la gente de Auschwitz que ayudaría a hacer justicia. Cuando Katrin la reconoció, se puso pálida. Creía que Valerie estaba muerta.

—Creí que te había llevado a incinerar. Que los perros de Irma te habían comido viva.

—Ya te hubiera gustado. Para ti, todas menos Lena éramos todas iguales. Pero no, aquí sigo vivita y coleando buscando a mi Ryfka. ¿Qué hiciste con ella? Dime la verdad o yo misma te mato antes de que ahorquen. Esta mujer también quiere saber qué fue de Lena. Si tienes algo de conciencia, dinos a dónde se las llevaron. O al menos, si de verdad apreciabas a Lena, ayúdanos.

Katrin se podría haber negado, pero de todas formas iba a morir. ¿Qué sentido tenía ocultarlo? Si podía ayudar un poco, eso que se llevaba al purgatorio.

—Bergen-Belsen. Allí se llevaron a muchos prisioneros. Incluso la zorra de Irma fue trasladada allí. Ojalá me hubiesen trasladado allí. Lena me importaba mucho. Solo espero de veras que haya sobrevivido porque si ella lo ha hecho, seguro que tu hija también. La protegía más que a sí misma.

Ahora sabía dónde estaba y sabía dónde buscar. Gośka se había centrado en las listas de Auschwitz que no había caído en la cuenta de que existían más campos más allá de Polonia. Agradeció a Katrin y junto con Valerie abandonó la prisión.

—Muchas gracias. Ojalá podamos encontrar a mi hija y a tu amiga —dijo Valerie, que tosía de cuando en cuando. Iré a Alemania si hace falta. Aunque muera en el intento.

Gośka no veía viable un viaje a Alemania, pero no quería quitarle la ilusión y la esperanza a esa mujer que acababa de conocer. Decidió llevarla a casa, donde un Wojtek extrañado se preguntó qué hacía esa mujer demacrada y tísica en su casa. Cuando Gośka le informó de las novedades, se le iluminó el rostro. Esa mujer sabía cosas de Lena y no iba a desperdiciar semejante oportunidad. No dudó en ofrecerle un techo en su casa. Estaba dispuesto a lo que fuese con tal de obtener una mínima información sobre su amada.

—Os prometo que las buscaré. Ahora sabemos que deben estar en cualquier parte de Alemania, si es que siguen vivas. Yo puedo hacerme cargo y no me costará mucho. No quiero darme importancia, pero con mi puesto es más fácil acceder a las búsquedas. Pero antes debemos llevar a esta señora al médico. Está muy enferma.

—No hace falta. Contraje tuberculosis en el campo y no se ha curado del todo. Mientras pueda mantenerme de pie...

—Tiene usted muy mal aspecto, deje que la ayude. Tengo contactos en el hospital.

Dima, uno de los soldados que encontró a Wojtek al final de la guerra era médico y se había colocado en el hospital para ocuparse de los heridos y era el que mejor polaco hablaba. Vino dos días después a visitar la casa. Cuando entró, saludó a Gośka, que le devolvió el saludo. Examinó a Valerie y llamó a Wojtek aparte.

—Esta mujer tiene ya los pulmones encharcados. No entiendo cómo sigue con vida.

—Busca a su hija, esa debe ser la razón por la que se aferra.

—Casi todo el mundo busca a su familia, pero esta mujer va a morir antes de encontrar a su hija, viva o muerta. Puede ser cuestión de días o semanas.

Dima se fue con Gośka a dar un paseo. A Wojtek no le importaba demasiado que Gośka coquetease con Dima. Podía entender que echara de menos a Solly y mientras dudaba de su paradero, coquetease con los hombres, pero no entendía cómo dos semanas después de su llegada, intentara metérsele en la cama mientras pretendía acariciarle y besarle.

—Wojtek, me siento tan sola... sabes que siempre me has gustado y yo a ti. No seas tonto.

Wojtek no dudó en empujarla fuera de la cama. El grito despertó a Nette. Mientras cogía a su hija en brazos, le espetó.

—Y tú sabes perfectamente que no siento nada por ti y ni aunque fueras la última mujer sobre la faz de la tierra me acostaría contigo.

Gośka, que había bebido de más, se marchó avergonzada sin decir nada. Al día siguiente hizo las maletas para irse de la casa, pero Wojtek se percató y lo impidió.

—Gośka, no hace falta que te vayas. Lo de anoche fue un desliz que achaco a tu borrachera. Seguro que estando sobria no lo habrías hecho.

Gośka rompió a llorar. Era cierto que se sentía tan sola que tomó vodka de más y en un impulso, intentó seducir a Wojtek, que siempre le había parecido muy apuesto, pero cuando este la rechazó, comprendió la barbaridad que había estado a punto de cometer. Wojtek la había acogido en su casa, le había dado comida, techo y hasta una asignación por cuidar del bebé y por culpa de la bebida, un hábito que adquirió cuando Göth la dejó y Solly se fue a Checoslovaquia y se acentuó cuando acabó la guerra, había estado a punto de echarlo todo a perder. Cuando estaba borracha soportaba mejor las humillaciones. Desde que vivía con Wojtek se había propuesto no beber, pero a veces tenía recaídas, como aquella noche.

—Aun así es mejor que me vaya. No creo que debamos vivir juntos. Has visto que puedo ser peligrosa.

—Sería más peligroso si te vas y quedas sola. Quédate, puedo ayudarte —Wojtek la abrazó mientras esta sollozaba pidiéndole perdón.

Desde entonces, la relación entre los dos había mejorado. No existía pasión, pero se llevaban mejor de lo que se habían llevado. Además, el esfuerzo que hacía Gośka en buscar a Lena le hacía sentirse agradecido. De verdad creía que Gośka había comprendido que el mundo no giraba en torno a ella y su belleza. Aprovechando que se había quedado a solas con Valerie, decidió abordarla. Valerie se hallaba en la cama, recuperándose de un ataque de tos. Cada vez se hallaba más débil, como si se hubiera rendido de manera súbita.

—Yo también conocía a Lena.

—Era tu novia, ¿verdad? He visto la foto que tienes. Quien no sepa verlo, es estúpido.

—Valerie, siento ser tan directo, pero quiero que me cuentes todo, absolutamente todo sobre Lena cuando estuvisteis en ese sitio.

Valerie accedió a contárselo. Cuando acabó, Wojtek tenía el rostro cubierto de lágrimas. No podía imaginar todo lo que habría sufrido para sobrevivir en aquel infierno. Tomó a Valerie de las manos.

—Muchas gracias, vuelvo a prometerte que encontraré a tu hija, que seguro que está con Lena. Prometo que la traeré sana y salva. Estoy seguro que Lena la habrá estado cuidando muy bien. Y pronto estaréis juntas y celebraréis el próximo Janucá, ¿verdad?

Cuando se volvió, Valerie estaba muy tranquila, con los ojos cerrados. Wojtek, creyendo que se había quedado dormida, abandonó la habitación. Un par de horas después, al ver que Gośka no volvía, suponiendo que había ido a comer con Dima, se preparó algo de comer para él y Valerie. Cuando entró a la habitación, Valerie seguía en la misma postura, cosa que alarmó a Wojtek. Cuando la auscultó, comprobó lo que se temía.

Valerie había muerto. No había podido esperar a encontrar a su hija. Estaba tan enferma que debía haberse rendido. La cubrió con la sábana y llamó a la funeraria, que se llevó el cuerpo. Al funeral solo asistieron Gośka, Dima y él, que se encargó de pagar el funeral. Apenas había llegado a conocer a esa mujer, pero estaba ligado a una promesa. La de encontrar a su hija, estuviera viva o muerta y aunque fuera lo último que hiciese en su vida. 

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