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12 de mayo. 4:36 pm.
Cony, empresaria de recuerdos. Licenciada en emociones.
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—¿Puedes decirme todos los estados de Francia y sus ciudades más importantes?
—Bueno, pues está París. Y su ciudad más importante es...
Había pasado un buen tiempo desde que habíamos comenzado el cuestionario. Varias preguntas al azar se arrejuntaban unas a otras con una serie de respuestas que, para su defecto, todas eran correctas.
Realicé una amable sonrisa, el interrogatorio no era muy diferente al que había realizado en casa. Con unas cuantas diferencias evidentes, las preguntas no necesitaban un papel ni hoja, por lo que las incógnitas de matemáticas se resumían solamente a razonamiento mental, lo cual era muy divertido.
Todas buenas, todas correctas. No había aparentes errores en mis respuestas. Captain Combustible no se mostró sorprendido, más si se mostró admirado por tal demostración de mi habilidad.
—Ni siquiera yo hubiera podido responder todas las preguntas de manera correcta —Me dijo con una curvatura determinada en su rostro—. ¿Tienes memoria fotográfica acaso?
—Si, me diagnosticaron memoria eidética cuando tenía 11 años apenas. Me encanta leer e informarme de todo, y soy muy buena recordando cosas. Pero aun así no significa nada, soy una planta, así que no le puedo sacar provecho a nada de eso, lamentablemente.
Me observó con una mueca de incredulidad y me observó enrarecido.
—¿Quién te dijo eso?
—Me lo dijo el doctor que me lo diagnosticó. Entre otras cosas, también me dejó en claro que como planta mi único deber es el de proteger a los humanos. Yo... no soy útil más que para eso.
Notó como mi tono de voz cambiaba a uno triste y desanimado. Se levantó entonces y cerró su libreta para dejarla en el cajón junto al portaminas. Luego, caminó a mi lado y me dijo unas tranquilizadoras palabras.
—Aquí serás útil para algo más que proteger a los humanos. Serás útil, gracias a tu gran inteligencia.
Brillos invadieron mis ojos, sonreí con la boca temblando y hubiera faltado un poco más para que me hubiera puesto a llorar en el sitio. Agradecí a Captain Combustible por el tiempo que me dio y le obsequié otra sonrisa contenta.
Él abrió la puerta de la habitación y me invitó a salir.
—Gracias por tu tiempo, Cony. Ya hemos acabado.
Lo miré extrañada, y pregunté de forma dudosa.
—¿No habrá más personas que hagan el cuestionario?
Su sonrisa desapareció en gran medida, y bajó la mirada, denotando decepción.
—La nota mínima era del setenta por ciento. Es que... nadie más que tú clasificó en la prueba.
Me noté preocupada ante tal declaración. Quise decir algo, así que bajé mi mirada y suspiré unas cuantas palabras.
—Siento mucho escuchar eso... de verdad deseaba conocer a los demás que habían clasificado.
Notó mi tono, y trató de animarme.
—Eh, no pasa nada. Que tú hayas clasificado significa suficiente para mí y para L.E.A.F.
Volteé a verlo y traté de darle mi mejor sonrisa. Me levanté después para caminar hacía la puerta. Me despedí de Alberto y me dirigí hacía la salida. No salí con los ánimos y la alegría que me hubiera esperado antes de entrar. En cambio, salí de la habitación con un sentimiento de horrible vacío. ¿Realmente fui la única? ¿Qué haría L.E.A.F. ante eso?
El sonido de la voz de Alberto hizo que me volteara repentinamente. En su mano alzaba unas llaves con una insignia de hoja en ellas.
—¡Eh, Cony!
Sin que yo pudiera decir nada, Alberto arrojó las llaves hacía mí. Las llaves me golpearon ligeramente y aunque me desoriento por unos instantes, me llevé las manos hacía el pecho y así conseguí agarrarlas en un acto reflejo. Observé las llaves sin entender nada y volteé a ver a Alberto, confundida.
—¡Una Héroe de L.E.A.F. merece su propia habitación! La tuya es la 1-12A, colega, ¡Ve a dejar tu equipaje y dile a tu madre que te quedarás aquí ésta noche!
Me quedé helada al escuchar aquello. ¿Acaso yo era...?
—Bienvenida, Cony Murble. Ahora eres una miembro de L.E.A.F.
Ni siquiera un saludo de Estefany hubiera podido sorprenderme más. Ni siquiera el que me pidiera que fuéramos amigas hubiera causado más revuelo. Ni siquiera un beso de ella hubiera causado que me emocionara más de lo que estaba ahora. Abrí la boca y grité lo más alto que pude. Me lancé hacía Captain Combustible para abrazarlo, dejando de lado toda la formalidad y los modales como la real tarada que era.
—¡¡Muchas gracias, Alberto!!
—¡Guau! Vaya que te emocionan las buenas noticias –Dijo este mientras se carcajeaba, el rubor llegó a mis mejillas y lo solté, mostrando una nerviosa sonrisa. Que boba era a veces –Bueno, pues te dejo, Cony. Aún tengo que encargarme de unas cuantas cosas. Tú ve y asiéntate a gusto. Más tarde hablaremos de las formalidades y el papeleo. Por ahora, ¡Disfrútalo!
Asentí, emocionada, y olvidando despedirme, salí corriendo con mi mochila a buscar mi cuarto.
—¡¡Eh!! ¡Espera! ¡Aún no te he dicho dónde está...!
No hubiera funcionado gritar más alto, yo ya me encontraba demasiado lejos como para escuchar nada.
—Oh... Guau... Jeje... ¡Vaya energía!
Finalmente había encontrado mi habitación, "1-12A" decía al lado de la puerta. La emoción no me había abandonado todavía, seguía a tope y las ganas de gritar bien en alto no se habían acabado.
Patee la puerta despectivamente, como no se abrió, la abrí y luego la patee de nuevo. La puerta se lanzó, dejándome vía libre para pasar. Corrí adentró y grité con todas mis fuerzas.
—¡¡Ahora soy parte de L.E.A.F.!! ¡¡Lo conseguí!!
Grité y grité más de felicidad, bajé la vista hacía mi cuarto, con una sonrisa en mi rostro.
La sonrisa desapareció cuando caí en la cuenta de que no estaba sola.
Carajo.
¿Por qué nadie me había dicho que tendría que compartir habitación...?
¡¿... con los Héroes de mi infancia?!