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19 de Febrero. 1:09 pm.
Solar Flare, pétalos y dudas
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—¡Excelente trabajo, jefe! ¡Fue un gran tiro! —Decía uno de los zombis implicados. Éste se trataba de un soldado de la clase Ingeniero. Común, corriente y sin chiste. Equipado solo con una máquina de cemento y una lanzadora malograda. Terminó haciéndose con un aire chulo al poco tiempo de decir aquello.
—¿Acaso estarán muertos, jefe? —Dijo una planta Repetidora (Posiblemente una B-100, ya obsoleta), al son de acercarse lentamente hacía los escombros y al tremendo cráter de destrucción que, mientras el humo apaciguaba, éste se mantenía firme y entero sin importar cuantos segundos transcurriera.
Siguiendo tal vez el ejemplo de aquella planta, o quizá por gana propia, varios de ellos quisieron acercarse también para así tratar de intentar ver algo entre tanta niebla negra y entre tanto ardor y tanto calor causado por las fervientes llamas inapagables.
Un disparo al cielo detuvo la curiosidad de todos ellos, e incluso logrando que más de uno retrocediera entre pasos discretos o hasta en un saltito pequeño de cobardía.
El Comandante Provisional observaba con ira a todos sus inferiores, a diferencia de otros de su clase los cuales tenían la mirada que tiraba un poco a la estupidez, la mirada del soldado vestido en un uniforme militar de colores azules fuertes y otros menos amigables a la vista era de lo más concreta y segura, dispuesta a todo con tal de cumplir la misión (y también cabe decir, con tal de que sus compañeros le obedecieran algo más que la mitad de las veces)
—¡Aún no he dado la orden! ¡Ni se les ocurra acercarse! —Gritó éste, con mucha firmeza, dando un pisotón advertido en uno de los azulejos de la casucha en la que se postraba, causando que éste se desprendiera de su sitio en consecuencia.
—Pero jefazo... —El ingeniero sin gracia de antes de carcajeo en unas palabras, y lleno de regocijo, se dirigió a su compañero, con una sonrisa indócil y de complacencia —Se trató de un golpe directo, seguro ahora mismo están siendo asadas por el fuego, completamente muertas. Creo que deberíamos dar por terminada la misió-
De repente y sin avisar, todos a excepción del presumido ingeniero guardaron silencio. Una extraña sensación llegó a dar con cada uno de ellos, encontrándolos en momentos diferentes, pero tan parecidos que daba la sensación de que todos se había dado cuenta de ello al mismo tiempo.
Algún sentimiento desconocido que no podían dar su origen se arrejuntaba ahora ligeramente en su garganta, y de forma más pronunciada en el estómago y en el pecho. Posiblemente alentado por la sensación de calor, que aumentaba con cada segundo a una gran escala.
Las risas y autocompasiones del zombi se detuvieron también. Y entonces, fue cuando todos juntos pudieron observar de forma asidua en silencio que, repentinamente, las llamas causadas por la explosión reciente, extrañamente, parecían qué se hacían cada vez más grandes.
De repente, el fuego se extendía mucho más, y las plantas y zombis, antes valientes y decididas, ahora tenían qué retroceder de poco a poco. La confianza de los zombis y las plantas se desvanecía de forma lenta y tan sutilmente, junto con aquel asfixiante sentimiento de darse cuenta poco a poco lo que realmente estaba ocurriendo.
—¡¡Mantenga la compostura!! —El "jefazo" fue el primero en darse cuenta, y rápidamente descendió de su estancia en lo alto para de un salto y una ligera acrobacia, colocarse en tierra firme y correr con todas sus fuerzas hacía sus compañeros —, ¡¡¡YA!!!
—E-Están... —Una hipnoseta comenzó a temblar al oír las ordenes de su comandante. El humo, el fuego, el cambio drástico en aquel tono de voz. Las cosas empezaban a encajar, y tal y como se hubiera encontrado con la explicación del universo mismo (o haber descifrado el final de Plantgelion, que es más o menos lo mismo), hizo denotar su descubrimiento con un grito eufórico. Solo que en vez de completado o satisfecho, sonó completamente atemorizado y aterrado por su propia vida —¡¡Están vivos!! ¡¡¡Huyan!!!
—¿Eh? ¿Pero qué mierda está pasando aqu-?
—¡¡Llamas a mí!! —Gritó una voz resonante en el núcleo de las llamas, imitando en su frase las icónicas palabras del superhéroe favorito de sus comics. Solar Flare se manifestó entonces en una ola infernal de fuego que explotó cubriendo todo a su paso, creando un impulso que apartó a todas las plantas y los zombis del área.
—¡Mantenga la calma y sigan firmes! —Gritó Jefazo luego de ver cómo todos sus compañeros retrocedían alarmantemente rápido, temerosos. Inmediatamente disparó con su lanzamisiles hacía el suelo, impulsándose en el aire en un solo movimiento —¡¡Den paso a la siguiente fase!!
Las llamas empezaron a moverse, amenazantemente, de un lado a otro, hasta que de éstas se formaba la figura entera y completa de la Bestia Anaranjada y su sonrisa, dejándola ver en su total esplendor: terrorífica, aterradora y sobre entre todas las cosas, venerable y cegadoramente majestuosa para los aquellos más perspicaces y susceptibles espectadores del espectáculo.
De repente, justo al lado de las llamas y la brillantez, una ráfaga luminosa y radiante salió disparada de forma agresiva hacía el blanco más cercano a las flamas. El ingeniero recibió cada uno de los centellantes y desgarradores ataques asiduos y terminó con la cara totalmente fogosa y ardiente en un impacto explosivamente potente.
—¡¿Ah?!
Solar Flare rápidamente apaciguó sus llamas, y volteó alarmada hacía el origen del disparo.
Pero en cuanto las llamas se apagaron, el vació inundó la zona hacía donde ella observaba, junto con las dudas y también el misterio al que habían llegado sus pensamientos y también en sus sentimientos y en el reflejo de sus deducciones.
En un chillido varonil de dolor y sufrimiento, el ingeniero de nombre "Bill Volungtire" o "C8b-468" en términos de lacayo, se retorció en el suelo, arrastrándose para tratar de aliviar las quemaduras, lo cual solo consiguió que se lastimara aún más y que empezara a lanzar improperios que agravarían la integridad de hasta la más pulcra de las monjas con las que se hubiera topado él y cualquier persona en el absoluto transcurso de la existencia misma en aquel misero orbe terráqueo y giratorio.
Para hacerlo un poco más suave, aquí una representación "suave" (muy suave) de lo que dijo en el instante:
—¡¡¡Me estoy quemando!!! ¡¡¡Ayúdenme, desgraciados inútiles!!!
—¡Que alguien apoye a Bill, maldita sea! —Grito Jefazo, sin perder los estribos mientras planeaba sus siguientes movimientos estratégicos: Apuntar hasta que la Bestia Anaranjada mostrara alguna parte vital de su cuerpo mientras sus compañeros lo "ayudaban" con la tarea.
Una de las Áloes (A-100), agobiada por el escándalo, decidió dejar de pensar en la presión y se apresuró rápidamente a su compañero para obedecer de una vez las ordenes que supuestamente tenía que obedecer, dejando así el estado paralítico y miedoso que cobardemente había adoptado desde el principio de la disque misión.
—¡V-Ven rápido, Michael! ¡Yo te curaré! —Dijo éste, aun inseguro de poder ayudar, refiriéndose al zombi ingeniero en un apodo ya familiar.
—¿A dónde crees que vas?
—¿E-Eh?
El susurro repentino hizo que volteara la vista, que todos voltearan la vista.
Sin siquiera darle alguna oportunidad de haber respondido, reaccionado, o tan siquiera de haberlo entendido, un tremendo golpe lo arrojó a una distancia bestial de donde se encontraba, siendo estampado terriblemente en una de esas casas cercanas, destruyendo su pared y haciendo que la atravesara. Cayó inconsciente al instante.
El Guardian Floreciente volvió la vista hacía sus demás enemigos después de su tremenda ofensiva, en sus ojos lo único que se denotaba era una ira fría e implacable, y el concepto del campo de batalla se había convertido en un momento a otro en solamente hielo sólido ante la demostración de poder que Polera había demostrado hacía sus contrarios.
El disparo, el tremendo golpe, el detalle que había resistido los efectos del impacto de una explosión cercana, y su resistencia impresionante al fuego.
Hizo impresionar a más de uno. Incluida incluso a la misma girasol a la que antes él acompañaba.