Inked Knockout

By SandyDayDreamer

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Una noche con amigas, un desvío, un callejón solitario. Un plan genial, ¿no? Por si fuera poco con la desastr... More

1.- Cavernícolas y Soju.
2.- Reina de corazones
3.- Adivinanzas
4.- Un pasito atrás
5.- X
6.- Abierto hasta... ¿el amanecer?
7.- Switch Stance
8.- Tíos malos; encuentros peores
9.- De boca en boca y tiro porque me toca
10.- Proposiciones (in)decentes.
11.- Sparring
12.- Juicio y Sentencia
13.- El poder de Rosita
14.- Promesas de tinta roja.
15.- Side Control.
16.- Ley de Gravitación Universal.
17.- Creciente menguante.
18.- Ensoñaciones.
19.- Jab
20.- Encuentros en la tercera clase.
21.- De treinta a cuatro mil ochenta.
22.- Rendición.
23.- Takedown.
25.- Muros, paredes y grietas.
26.- Déjame entrar.
27.- Half guard.
28.- ¿Pasado o presente?

24.- Dos a dos.

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By SandyDayDreamer

¿Estoy despierta?

¿Sigo soñando?

¿Por qué no estoy... durmiendo sola como siempre?

Hay mucha más luz que en mi apartamento, quizás por eso me cuesta todavía más que normalmente abrir los párpados del todo; este colchón es demasiado blando y me hundo más de lo que lo hago en el mío. Aunque lo más raro de todo este sitio llega al momento que intento restregarme los ojos y me doy cuenta de que no voy a poder porque... algo, me mantiene los brazos fijados al colchón.

Unas manos se agarran a las mías, y, siguiendo el recorrido que me guía por sus muñecas, sus brazos medio descubiertos por las mangas subidas, sus hombros... acabo dando con una cara masculina en frente. Ojalá fuera una cara corriente, pero me temo que ese ángulo obtuso que parece prácticamente esculpido por las manos de Miguel Ángel no es lo que se dice común... Ni esos mechones enredados que caen por una piel tan suave como lo debe ser el tacto de una nube; si las nubes se pudieran tocar y eso... ¿Qué estoy pensando? Pues no me queda muy claro.

A pesar de que veo que sigue dormido, no cabe duda de que me tiene encerrada muy fuerte entre sus dedos, ya que apenas puedo mover las manos bajo su agarre.

El coloso. Es él... He dormido con él, y ni siquiera follamos antes ni nada.

Sí, sí, eso es malo, pero es que... míralo qué mono está dormidito.

Pobrecillo; aunque su cara muestre la paz propia del sueño, está hinchadísima, con muy mal color, llena de heridas superficiales e incluso de sangre que habrá expulsado esta noche y se seca en su ceja y sus mejillas. La almohada que descansa bajo su cabeza también tiene pequeñas salpicaduras del líquido granate, lo que me hace saber que ha debido moverse demasiado mientras dormía, abriéndose las heridas.

Me da pena verle así, y eso que sé que está bien; todo lo bien que puede estar tras la paliza que le pegaron. Deberían mandar a la cárcel al cabronazo que le hizo esto.

¿Por qué me parece tan adorable si solo está durmiendo? Supongo que es por la manera en que sus manitas se agarran a las mías así: como si no quisiera que me escapara sin que se diera cuenta. Es como un niño pequeño; uno que mide metro ochenta, está hasta el culo de tatuajes y se pega hasta dejarse medio muerto como profesión. Uno que, a pesar de dar miedo de primeras, es un blandito muy tierno, aún más terco, infinitamente más divertido. Uno que me hace... querer sonreír.

Sonrío, sí, efectivamente; lo noto en los músculos de la cara que, incluso estando todavía un poco sedados tras las ocho horas de descanso, se ensanchan a la altura de las comisuras de mi boca.

—Oh... —exhalo sin querer, porque, de repente, ya nada de esto me hace gracia: ni haber dormido con él sin que haya habido polvo de por medio, ni que me sujete así, ni que... a pesar de que nada de esto me divierta, siga sonriendo.

Mal asunto, Sonje, malo, malo, malo... Espantoso.

¡Para inmediatamente de sonreír, capulla!

Intento retirarme de sus manos con cuidado, pero me tiene enganchada con demasiada fuerza. Logro quitarme, eso sí, con un pequeño tirón seco que no le hace inmutarse... y menos mal.

En cuanto me quedo de pie y cojo mi móvil de la mesita de noche en mi lado de la cama, entro un poco en pánico; no sé qué debería hacer primero. ¿Me visto? ¿Me voy tal cual estoy? ¿Me tiro por la ventana? No lo sé, todos parecen buenos planes. Lo que hace que me decida, sin embargo, es algo mucho más sencillo que todo eso: mi vejiga, que amenaza con reventar de un momento a otro.

Bajo las escaleras en silencio, mirando por encima del pasamanos que Jungkook siga dormidito y tranquilo, y me interno en el baño para desahogar la presión de mi vientre. Me bajo las bragas, me siento... y no me sale. Tengo una patología que, espero, sea común: vejiga tímida. No consigo mear si estoy acompañada o sé que hay alguien cerca de la puerta del baño. Pero ahora estoy sola, la casa entera está en silencio, y no consigo hacerlo igualmente.

¿Será porque estoy nerviosa? ¡¿Y por qué voy a estar nerviosa?! Tampoco es como si hubiera hecho nada malo, ¿no? Solo me he quedado a dormir con él y ya... No pasa nada, no hay que exagerar.

A ver, Sonje, ¿cuántas veces has dormido con un tío sin habértelo follado antes?

Uffff, qué pregunta más difícil de responder, no sé si quiero pensar en eso.

Ninguna, Sonje; nunca en tu vida lo has hecho.

Antes, cuando tenía eso que creía que era una pareja seria —es decir: a Yoongi—, solía dormir bastante a menudo acompañada. Antes de él nunca lo había hecho siquiera; lo de dormir con alguien es muy invasivo; como si me robaran mi amado espacio personal, privado, único e intransferible. Sin embargo, por mucho que haya pasado noches enteras junto a mi ex, nunca han sido como esta. Quiero decir, tampoco es como si Yoongi hubiera llegado nunca hecho un cuadro de golpes y sangre a mi piso, sino seguro que hubiéramos dormido juntos sin que nada pasase.

Pero Jungkook no es Yoongi. El coloso no es mi ex, porque el coloso ni siquiera es mi...

No lo pienses; no, no, no, no... Que la cagas, amiga.

¿Tanto me estoy rayando por esta tontería? ¿En serio? No debería comerme tanto la cabeza por un tío con el que he follado una sola vez, por favor, ¿qué me pasa? Parezco una novata.

A medida que el pensamiento se va de mi cabeza, siento que mi sistema se relaja paulatinamente, hasta que, por fin, consigo ir vaciando la vejiga. Menos mal. No obstante, cuando estoy a punto de acabar, mi móvil vibra de repente encima del lavabo donde lo he dejado antes de sentarme aquí, cortando de una forma frustrante mi merecido desahogo mañanero.

El pequeño nombre de tres letras me recibe en la pantalla, sobre la imagen de una foca con una peluca igualita al pelo de mi amiga. Hye no sabe que le tengo adjudicada esa foto en mi móvil, obviamente, porque de seguro me arrancaba las pestañas una a una si la viese. Pero como a mí me hace gracia, la foca se queda

—¿Qué se te ha perdido a ti en mi número tan temprano? —masco desconfiada en cuanto arrastro el botón verde.

—Tsé, esos humitos me los bajas pero ya, amiga, que te levantas con un humor asqueroso.

—¿Pues si lo sabes para qué llamas?

—Te llamo porque desde ayer por la tarde no sé nada de Misu, ¿tú has hablado con ella? —Me paro a pensarlo detenidamente, ya que ayer fue un día en el que no estuve precisamente con la mente despejada, y me cuesta mucho recordar nada entre los nervios, los cafés y el mirar compulsivo de la hora.

—¡Ah, sí! Sí que hablé con ella. Fue por la noche, un poco antes de que el colo... Antes de irme a dormir —corrijo a tiempo, evitándome dar explicaciones acerca de dónde he pasado o no la noche. O junto a quién la he pasado, más bien.

—¿Y qué te dijo?

—Mmmmm... Me preguntó algo acerca de que si yo iba a estar hoy en el estudio o algo así. No me acuerdo bien. —Hye chasquea la lengua al otro lado de la línea, y algo de esto (todavía no sé el qué) me empieza a sonar mal—. ¿Pasa algo con Misu? —Tras un rato en completo silencio, Hye vuelve a emitir el ruidito de molestia con la boca y se explica.

—No... Al menos eso creo—puntualiza un poco ida—. ¿No te has dado cuenta de que anda perdida desde hace un tiempo?

—Sí, supongo que sí... Pero ya sabes que a veces se mete demasiado en su curro, no deberías darle importancia; no es la primera vez que lo hace.

—Ya, si tienes razón y eso... —coincide, aunque sigue pareciendo intranquila—. Intentaré llamarla en un rato...

—Vale, ahora le mando un mensaje, a ver si contesta a eso. —Hye me suelta un bufidito que me tomo como un "okay", pero nada más. Debo estar de lo más espesa, porque juro que no entiendo nada de esta charla—. ¿Pasa algo más?

—¿Eh? Ah, no, no... Eso era todo...

—¿Seguro?

—Seh.

Esta tía me está ocultando algo. Una de dos: o hay un detalle que no quiere contarme porque sabe que voy a soltar algo que no quiere escuchar, o bien pasa algo más de lo que ha dejado ver con el tema de Misu. ¿Qué va a pasar con mi amiga? Si Misu es de lo más tranquila, lo de meterse en líos no va con ella para nada. No puedo decir lo mismo de una servidora, aunque me gustaría profundamente ser capaz de asegurar algo así sin que me entrara la risa.

—Oye, Sonje, una cosa: ¿dónde andas? Se escucha como eco.

—Estoy meando... Estaba —repongo tranquilamente—. Haz el ruidito del mar para ver si termina de salir.

—Qué cerda eres —suspira, pero sonríe, aunque suene de lo más apática—. En fin, si sabes algo de Misu...

—Te lo diré, pero no te preocupes que no será nada. —Yo sueno de lo más segura, sin embargo, no puedo decir lo mismo de Hye, que sigue metida de lleno en lo que sea que le preocupa. No voy a poder sacarle nada, lo sé, porque Hye es muy cerradita, y si no es ella la primera en dar el paso de contarte sus movidas, olvídate de que vaya a hacerlo si la presionas, así que doy la charla por terminada una vez nos despedimos de manera fugaz.

Vuelvo a dejar el móvil sobre el lavabo, y, cuando me relajo, completo por fin esta increíble hazaña de vaciar por completo mi depósito. La primera tarea del día está hecha, muy bien, y cuando me dispongo a hacer la segunda —mangar algún cepillo de dientes sin usar para quitarme la roña—, el primer golpe sordo de los que prometen ser muchos más interrumpe mi concentración desde el fondo del pasillo.

Echo un vistazo al calendario del móvil a toda pastilla, comprobando así que no me equivocaba. Ha llegado el momento una vez más: Namjoon tiene día de desfogue. Mi jefe es tan puntual como un reloj suizo, y no falla nunca a esta cita mensual de darle un capricho (uno o treinta) a su cuerpo. Y aunque el primer golpe ya se haya escuchado, no logro oír nada más por muy atenta que esté.

Se lo está tomando hoy con calma debe ser...

Eso es bueno: me da tiempo de sobra para terminar de lavarme los dientes con el cepillo que acabo de afanar, subir al ático, vestirme antes de que el coloso se despierte e irme cagando leches de aquí a tiempo para el segundo golpe del cabecero contra la pared.

Casi me falta cronometrar lo que tardo en enjuagarme la boca antes de salir corriendo (a hurtadillas y en silencio) hacia la planta más alta otra vez. Una vez me encuentro en el ático, me fijo —supongo que porque ahora mis ojos no están tan hinchados como antes— en que la luz blanquecina que se cuela de entre los listones de la cortina sienta de muerte al coloso. Parece que resplandece y todo, el muy cabrón, y eso que luce como si hubiera salido de una lucha a muerte contra una excavadora petrolífera.

Prioridades en este momento: ponerme pantalones para escapar lo antes posible de este escenario tan extraño.

No me cuesta nada dar con la ropa que usé ayer; me cuesta mucho más, eso sí, meter la pierna en el hueco correspondiente cuando escucho los muelles crujir a mi lado.

—Mmmnn... —Esa especie de murmuro ronroneante sale de los labios del chico en la cama, y lo hace mientras se gira ligeramente sobre el colchón, destapándose sin darse cuenta al tiempo que alza las mismas manos que antes me sujetaban—. ¿S-sonie? ¿Dónde...?

A ver, lo voy a reconocer porque no soy una falsa y eso: estoy sonriendo otra vez. En mi defensa diré que ver al coloso con expresión perdida, llevándose los puños al rostro para masajearse los párpados, es demasiado adorable como para no esbozar esta sonrisa de imbécil profunda que me sale sola. Cualquiera sonreiría al ver algo así.

—Eh, oye, déjate los ojos, anda —le pido con un leve deje severo, aunque por culpa de estar sonriendo suena un poco más a la típica petición de madre llena de ternura—. Los tienes fatal, no te conviene estar dándole meneos encima.

Al tiempo que le doy el consejito, abandono los pantalones que tanta prisa tenía por ponerme encima de la cómoda, camino hacia su lado de la cama y acabo sentándome en un huequito del colchón donde sigue reposando; el mismo sobre el que se gira por completo hasta dejar su cara en dirección a la mía.

—¿Sonie? —vuelve a poner en duda. Ahora por lo menos suena un poco más consciente del mundo en el que vive, aunque no quita que su voz ronca y su tono perdido hagan que me dé un pellizco en plena teta izquierda. Será en el corazón o algo, pero lo he sentido en la teta, lo juro.

—Soy yo, sí. Si quieres te dejo la identificación para que lo confirmes, pero vaya, podrías acordarte de la tía con la que has dormido por lo menos... ¡Para ya con eso! —exijo estrictamente cuando, pasando de mi frase, vuelve a llevarse los nudillos a los ojos para restregarlos.

Agarro sus muñecas con tal de que pare de reventarse el párpado que cruza la pequeña costra recién formada y, entonces: un tirón. Ni es de mi espalda, ni de mi gemelo, ni de mi cuello, ni de ningún músculo que involuntariamente haya dado un espasmo dejándome dolorida. El tirón me lo dan sus manos, que han aprovechado mi agarre para sujetarme y tirarme de forma poco prudente encima de su cuerpo.

—¡Ahhhh! ¡Ah! ¡Ah! ¡J-joder...! —se queja entre siseos, arrugando toda la cara por el dolor.

—¡¿Es que para qué me tiras encima tuya de esta manera?! ¡Qué estás para el arrastre! —chillo alarmada, intentando apartarme. Gritar habrá gritado de lo lindo, pero el puto cabezón no me deja moverme de encima por más que intento irme—. ¡SUÉLTAME YA! ¡¿No ves que te estoy haciendo daño?! ¡Deja que me qui...!

El coloso es masoca o algo peor, no lo sé, ya que a pesar de haber mostrado claramente que le está reventando soportar mi peso encima de su cuerpo malherido, sus brazos rodean mi espalda y me aprietan con un brío sobrehumano para que no pueda moverme. Intento no patalear ni luchar, ya que seguro que le hago más daño si intento separarme por la fuerza. Lo malo de esto es que, al no moverme en absoluto, le dejo mucho más fácil la tarea de apretar el estómago para inclinarse y besarme.

Y yo, poco a poco, me dejo vencer...

No es que tuviera intención de pelearme con él ni nada de eso, pero tampoco pretendía ponerle fácil esto de estar reventándose de dolor solo para comerme la boca. Lo que sí que puedo hacer para protegerle un poco de mi peso es... abrir ligeramente las piernas para acoplarlas a sus caderas; es obvio que así no tiene que soportar todos mis kilos... Además, también apoyo los codos sobre la almohada, a ambos lados de su cabeza, lo que deja que la presión de mi pecho sobre el suyo no sea tan incómoda. Soy una tía de lo más considerada, seh.

Los labios del coloso están agrietados, y, por culpa de los cortes, noto el pequeño regusto metálico de su sangre; su lengua empuja incesante contra mi labio inferior, pidiéndome un acceso que no tengo intención de darle estando en estas condiciones. O, por lo menos, que no tenía intención de darle hasta que noto la punta redondeada de su nariz dando pequeños toques a un lado de la mía, sobre mi mejilla, para que me ablande y le deje entrar de una vez... Abro la boca inmediatamente, sin pensarlo, y se me mete dentro con una exhalación muy pesada y tortuosamente lenta.

Se me ha hecho tarde. Voy mal de tiempo para el plan que tenía inicialmente en la cabeza, porque ahora escucho el cabecero escaleras abajo, escucho unos gemidos lentos y suaves llenando el pasillo en el que desembocan las escaleras y, tras un chasquido que emiten los labios del coloso separándose de los míos, dejo de escuchar todo eso para oír solo la voz confusa del chico que tengo entre las piernas.

—¿Ya...? ¿Y-ya estamos haciéndolo? —inquiere, separando los párpados lo más que le deja la hinchazón que los cubre.

Me tengo que reír al comprender por qué pregunta algo así, y no me queda de otra que negar con la cabeza para que no se piense que me está metiendo nada sin darse cuenta.

—Tranquilo, no somos nosotros; es aquí nuestro jefe, que tiene la cita de folleteo del mes...

—¿La cita de...? ¿Qué?

—¿Sigues dormido, coloso? ¿Eres sonámbulo y me estaba morreando con tu yo dormido o algo de eso?

—No, no... estoy despierto —asegura aturdido—, es que no me entero de nada de lo que... —Jungkook deja su discurso al momento que unas risas (obviamente precohítales) resuenan abajo otra vez. Sus ojos vuelven a subir a los míos, y el negro profundo que me absorbía a ellos me escupe de repente al mundo real. Una mierda.

—Es Nam, estará con alguien —explico pacientemente, separándome poco a poco de encima suya; cosa que consigo con bastante esfuerzo, porque sigue sin querer dejarme ir—. Para ya con esto, coloso, que te hago daño estando aquí encima.

Tengo que sonar un poco más dura de lo que he hecho hasta el momento para que se dé por vencido. Y menos mal que acabo consiguiendo separarme otra vez, porque no me ha gustado nada eso que he sentido al besarle; no cuando me ha mirado así y me ha salido la puta sonrisa sola otra vez. Esto se debe a algo que, aunque debería ser obvio a estas alturas, acaba de explotarme en toda la cara: Jungkook me gusta bastante. Bastante más de lo que lo hacía hasta hace un par de días.

Eso de haber acabado follando con él me habrá ablandado; el sexo es un arma muy peligrosa en manos equivocadas, y los orgasmos pueden conseguir aturdirte y hacerte experimentar cosas que, en realidad, no sientes. Seguro que es solo eso lo que me pasa con él. Después de tenerle tantas ganas durante tanto tiempo, es normal sentir algo más inapropiado que el simple deseo carnal de siempre.

—Vuelve aquí conmigo... que no me duele tanto, te lo juro —me pide, frunciendo los labios y las cejas al mismo tiempo. No me va a ganar otra vez haciéndose el tierno; soy un bloque de hielo ahora mismo.

Eres dura como una piedra, Sonje, que no te gane lo adorable que es el tío este rastrero.

—Coloso: que no cuela, puedes ahorrártelo —repongo resabida—. De todas formas... lo de follar y besarnos y todo ese rollo, fue cosa de ese día. Ya está. Nos apeteció, nos dejamos llevar un poquito demasiado y acabamos así, pero ya está.

—Eso ya lo has dicho —apunta, incorporándose con los codos sobre la cama mientras me levanto y recojo una vez más mis pantalones de la cómoda.

—¿El qué he dicho ya?

—El "ya está", lo has dicho dos veces... Parece como si estuvieras convenciéndote a ti misma o algo; yo no necesito tanta reiteración para pillarlo.

—Pues me alegro por ti, eso quiere decir que lo has captado a la primera —gruño avergonzada. Su razonamiento me deja en mala posición: en una de desventaja. Este tío me ciega, y mucho, y no quiero que se dé cuenta de eso.

Bloque de hielo, Sonje; fría como Elsa, inquebrantable como Hulk... Nadie puede traspasar la capa gélida que eres tú entera. ¡Vamos! ¡Confío en ti!

Los pantalones ya están subidos, y no es por echarme flores, pero lo he conseguido sin dudar un poquito. También porque el coloso no ha abierto la boca en todo este rato que ha pasado desde que le he ignorado sutilmente; se ha dedicado a mirarme. Y aunque no debería darme vergüenza quitarme su camiseta para ponerme la mía, lo hace, porque es que siento sus ojos clavados en la espalda.

—¿Te vas?

—Sí... Tengo muchas cosas que hacer hoy —miento. Es una excusa nada elaborada, pero así no dejo espacio para que piense que lo que quiero realmente es poner tierra entre él y yo.

—¿Son cosas muy importantes?

—Ajam...

—¿Tanto como para abandonarme aquí solo a mi suerte? —inquiere un poco molesto.

—¿Eh? ¿Disculpa? —Me giro del todo mientras me abrocho la cremallera y me encuentro con que sigue sobre sus codos, frunciendo el ceño y mirándome con una fijación que me da escalofríos—. ¿Me explicas cómo y por qué estoy yo abandonándote?

—Porque estoy solo si te vas, y si estoy así es por tu culpa —espeta convencido.

—¿Por mi...? ¿Mi culpa? ¿Algo de esto es mi puta culpa? —Sueno más sorprendida que ofendida, cosa que parece divertirle, porque destensa el ceño y se pone más cómodo sobre la cama antes de explicarse.

—Me da mala suerte que no estés en mis combates, ¿no te has fijado? —explica, como si estuviera muy preocupado por ese hecho—. Las dos veces que no has estado he perdido, pero cuando has venido a verme, he ganado. Necesito que vengas al siguiente para poner a prueba mi hipótesis. Pero... hasta que eso pase, te tienes que hacer responsable de que me hayan dejado así por no haber estado conmigo —argumenta tranquilamente; se cruza de brazos y todo para apoyar su discurso, dejándole parecer un político más que un idiota magullado—. Está claro que tienes que estar conmigo, lo que pasa es que todavía no te has dado cuenta, pero ya lo harás... No tengo prisa.

Un bloque de hielo, Sonje... No te derritas. Este tío no puede contigo.

Fría como Hulk... dura como Elsa. No, no era así...

Nave nodriza llamando a Sonje, ¿sigues ahí? ¡Reacciona!

Acabo saliendo de mi sorpresa, pero la manera en que lo hago no es buena para mí. Ni dura, ni fría, ni pollas en vinagre. El coloso de las narices me ha hecho sonreír con la cantidad de gilipolleces que ha soltado, y no puedo esconderlo; no a tiempo, al menos, porque veo que en cuestión de segundos mi gesto se le copia. Ahora, en su cara llena de cortes, moratones y algo de sangre seca, se dibuja una sonrisa más grande incluso que la mía.

—Hazme compañía hoy... porfa —me pide, haciendo uso de una mirada desvalida que no sé si es consciente de estar usando.

—Solo por hoy... Y solo un ratito.




—Escucha, escucha... —me pide con los ojos muy abiertos, parados en algún punto de la pared a mi izquierda—. La frecuencia ya ha cambiado... Ahora están dándole encima de un mueble, ¿qué te juegas?

—Coloso... pfff, no tienes ni idea —repongo con mi mejor cara de sabionda equipada—. Ese choque de pieles sugiere clarísimamente la clásica, pero siempre bienvenida, posición de perrito.

—¿Siempre bienvenida? —repite, pasando a mirar la pared a hacerlo con mi cara.

Shhh, no hablamos de mí...

—Pues ahora quiero hablar de eso de que te guste hacerlo a cuatro patas —bromea sonriente—. Es un tema muy interesante...

Me meto otra palomita en la boca, ignorándole en la medida de lo posible, para hacerle saber que no pienso describir nada de lo que me guste o no sexualmente hablando. Este tema iba a acabar por salir, teniendo en cuenta que llevamos una media hora con el juego de intentar discernir qué cojones hace Nam escaleras abajo, siendo guiados solo por los perturbadores sonidos.

No hay tele aquí arriba, tampoco es que nos podamos entretener en nada más.

—Paso —le digo rutinaria, a lo que el chico chasquea la lengua.

—Hemos dicho que teníamos solo tres vetos para los temas, y tú ya has gastado dos. —¿En qué momento me ha parecido bien sugerir lo de vetar solo tres cosas que quisiera saber sobre mí? Debería haber dicho cinco por lo menos, pero es que me estaba mareando ya con tanta pregunta—. Me queda otra preguntita incómoda para que me sueltes hasta tu tipo de sangre.

—No me sé mi tipo de sangre, así que vas jodido —mastico, dejándome caer de espaldas en la cama una vez me he terminado el paquete de palomitas.

Jungkook no ha querido ni probarlas, dice que le duele demasiado la mandíbula como para masticar algo de forma tan repetitiva, por eso se ha zampado las tres gelatinas de fresa que he mangado de la cocina. Creo que llevo demasiado tiempo aquí, ahora que me paro a pensarlo, y no sería tan preocupante si estuviera más aburrida; el caso es que no lo estoy ni de lejos.

—¿Número de exs? —inquiere tras un rato en el que habrá estado dándole vueltas a la cabeza.

—Mmmmm, ¿exs de verdad o líos? —matizo pensativa.

—¿Qué diferencia hay?

—Pues si eran relaciones serias o solo eran puro intercambio de placer corpóreo —aclaro, girando el cuello para mirarle. Sigue echado en la cama, completamente recostado, pero con varias almohadas debajo para estar en una posición más o menos cómoda.

—Relaciones serias.

—Cero. —Ilustro el numerito con un círculo formado por mi pulgar e índice, y eso parece hacerle gracia, aunque por lo que me dice su cara no se lo termina de creer.

—¿Cómo es eso?

—Fácil: lo que yo creía que era serio no lo era para la otra persona. Así que como no había consenso entre las dos partes, no creo haber tenido una relación convencional nunca... ¿Tú qué?

—¿Relaciones? —Asiento tranquilamente—. Tres; bastante tiempo cada una.

—¿Cuánto es "bastante"?

—Un año, dos y tres, respectivamente.

—Joder, qué ordenado eres —espeto, enganchando un paquetito de dulces de la mesita de noche—. Con la cuarta te tocan cuatro años, y así hasta morirte de viejo, ¿no?

—Eso parece que me tocará hacer —suspira como si fuera una noticia malísima. En el tiempo que llevo aquí me he dado cuenta de que el coloso puede ser gracioso de una forma muy sarcástica, y no había pillado eso hasta ahora. Me gusta el descubrimiento, siendo sincera—. Oye, me he fijado en una cosa...

—Miedo me das.

—Tu nombre —suelta antes de darme tiempo para meterme con él—. Suena como el de un superhéroe.

—¿Ein?

—¿No te has dado cuenta? Siempre se repite la primera consonante en los nombres de superhéroes: Peter Parker, Bruce Banner, Stephen Strange...

—Jeon Jungkook —intervengo, haciéndole sonreír de una manera tan bonita que siento otra vez el pellizco en la teta—. Y no siempre se repite, mira a Tony Stark; el mejor héroe de todos los tiempos y no tiene la mierda esa de la doble consonante en el nombre.

No sé qué habrá tenido tanta gracia de mi comentario como para que carcajee de esa manera, pero no me voy a quejar. Parece que es demasiado cuando, tras apretar el párpado derecho y arrugar la nariz, se lleva la mano al costado, perdiendo la risa paulatinamente hasta que se convierten en suspiros cansados.

Pensaba preguntarle a qué hora le tocaban los analgésicos, pero antes de pronunciar una sola palabra, su móvil suena a un lado de la cama; se estira para cogerlo sin darme tiempo a hacerlo por él y lo tira en la cama sin cuidado para, seguidamente, arrastrar el dedo por el ícono verde y darle al símbolo del altavoz. No pillaba muy bien por qué hacía eso hasta que escucho la voz al otro lado de la línea seguida de la sonrisa del coloso.

—¿Q-qué tal estás? —cuestiona la voz de... Sí, no hay duda, es la voz de Namjoon.

—Bien... ando bastante entretenido, así que no me doy mucha cuenta del dolor —explica el coloso, lanzándome una miradita reveladora, a la que, por supuesto, contesto con un rodar de ojos pesado.

—Me alegro... S-solo llamaba para... recordarte las pastillas... Tómate dos del paquete blanco ahora. —Parece que le va a dar un chungo mientras habla, porque lo hace de una manera muy acelerada y exhausta; qué turbio que esté escuchando a mi jefe en el descanso entre polvos, no estoy para estas cosas ahora mismo.

—Entendido; gracias, hyung.

—Ah, y las... cre-cremas... Asegúrate de aplicar una capa fina y uniforme en los hematomas más preocupantes; que no se te olvide...

—Tranquilo, ahora mismo lo hago.

—Bien... Bueno, te dejo, que ando ocupado.

—Ya... Qué te vaya bien, hyung, y gracias otra vez.

Namjoon no se toma la molestia de despedirse, por lo que la llamada se corta de un momento a otro con un pitido agudo tras el que volvemos a quedarnos en silencio; al menos por unos segundos, porque las risitas vuelven a ocupar el piso de abajo al momento.

—No sé cómo no le he perdido el respeto a Nam todavía —bromeo en dirección al coloso, que sonríe antes de estirarse otra vez para hacerse con las pastillas—. Espera, anda, que te ayudo.

Lo ofrezco a toda velocidad, para no darle la posibilidad de hacerse daño en las costillas al alargar el brazo derecho de esa manera, pero él se hace con el frasco y la botella de agua mucho antes de que yo me acerque siquiera a su mesita de noche, lo que me deja plantada delante de la cama, observándole con algo de inquina.

—No hace falta que me ayudes a tomarme un par de pastillas; sé abrir botes, sé abrir la boca y puedo tragar solito... Aunque, si quieres ayudarme, me vendría mucho mejor que lo hicieses con el tema de la crema y eso... —pide con un tono tan bajo que me hace pensar que lo entona con algo de vergüenza. ¿Vergüenza de qué? Si le puedo ver en pelotas cada vez que quiera aquí en mi mente—. No hace falta que me la eches por las piernas o por el pecho, las costillas y eso, ahí puedo yo solo, pero por la espalda...

—¿Qué crema es? —Jungkook me la señala vagamente mientras se toma las pastillas, así que la engancho, leo el prospecto (ojalá no haberlo hecho porque vaya tela con los posibles efectos adversos) y le hago un gestito con la cabeza para que se separe de la almohada—. Se supone que es una crema cicatrizante normal y corriente, pero si te pica avisa a Nam, porque aquí dice que si te provoca reacción puede quemarte la herida y todo, y ya estás bastante jodido como para unir quemaduras a la mezcla... ¿Jung...? ¿Coloso? ¿Qué haces?

—Intento... qui-quitarme... esta... puta camiseta —gruñe a ratos, con la cabeza atascada en el interior de la prenda.

Me quedo mirándole como quien ve un vídeo en Youtube de perros intentando colar palos gigantes en huecos enanos. Pero por divertido que pueda llegar a ser el espectáculo de gruñidos y pura frustración que me enseña el coloso, debe estar pasándolo mal al moverse de esa manera, y por eso mismo acabo ayudándole a apuñalarme un ovario voluntariamente por verle nuevamente desnudo de cintura para arriba.

Compruebo (con cierto alivio) que, siguiendo la senda de moratones y cortes de su cuerpo, la tentación que me supone normalmente parece diluirse de una sola vez. En este momento, hecho un amasijo de dolor y debilidad, me despierta más instintos protectores que reproductivos.

—¿Me dejas un hueco aquí detrás? —pregunto suavemente, y él, al momento, se incorpora ligeramente, arrastrando el culo unos centímetros por el colchón para dejarme un sitio a su espalda.

Una vez sentadita, embadurno mis manos en crema y empiezo a aplicarla con cuidado exagerado sobre el hematoma más grande que he visto: uno que está justo encima del tatuaje que le hice.

Jungkook me asegura en bucle que no le estoy haciendo daño cada vez que creo haberme pasado apretando. Sin embargo, no puedo evitar sentirme inquieta; ya no solo por esa cuestión de que cada roce que le doy deba ser una tortura, sino porque no entiendo qué coño se supone que hago. ¿Qué confianzas son estas? ¿Por qué me he quedado con él? ¿Qué saco yo de estar aquí, echándole crema por la espalda a un tío que apenas conozco?

—¿Qué tal lo ves? —Respondo con un murmuro apagado a su pregunta, que muestra de sobra que estaba demasiado metida en mi cabeza como para escucharle del todo—. La equis que me hiciste, ¿cómo la ves? ¿Está entera todavía?

—Qué va, el que te ha pegado ha debido llevarse con él uno de los palitos, así que ahora tienes una línea únicamente. Piensa en positivo: si te tatúo dos puntitos, uno a cada lado, tendrías el símbolo de dividir. —Jungkook suelta una risilla grave que parece un poco amarga, y que me coje con la guardia baja, porque me deja masajeando en bucle un trocito de su espalda en el que si le echo más crema va a acabar por escupírmela a la cara.

—¿Y el tuyo?

—¿El qué mío? —musito, valiéndome de las dos manos para recorrer su espalda hacia arriba.

—Mi luna.

—Ahhhh, eso... Pues ahí debe seguir; no es una zona que mire mucho, así que no sé cómo... ¡¿Jungkook?! —espeto escandalizada cuando, en un giro (tanto de los acontecimientos como físico), el zumbado este se pone de cara a mí para dar un tirón a mis piernas, dejándome completamente estirada en la cama.

—Yo también puedo ayudarte a ti, ¿no? —pregunta inocentemente antes de levantarme lentamente la camiseta con una mano. Mis ojos siguen la trayectoria de los suyos en medio del aturdimiento que siento ahora, encontrándome con la pequeña silueta de la luna menguante.

Su mano, la que no sujeta en alto el trocito de tela de mi camiseta, se hace con el bote de crema, en la que hunde dos dedos para dirigirlos directamente hacia la sensible piel que cubre mis costillas.

—¿Qué se supone que haces? —musito como metida en un sueño muy raro.

—Curarte; es mi deber.

—¿Qué me vas a curar? —espeto medio riendo—. Está curado del todo desde el tercer día; es enano y encima me lo hiciste sin máquina, no tarda nada en cicatrizar, Jung...

Shhhh —me chista, todavía con sus dedos embadurnados sobre mis costillas, antes de estirarse sobre mi cuerpo y dedicarme ESA mirada.

Los efectos de ella no tardan en dejarse ver en mi anatomía, porque pierdo la sonrisa, pierdo la capacidad de parpadear y pierdo hasta el pulso; lo hago solo por un segundo, ya que al siguiente mi corazón estalla en un torrente de latidos descompensados, justo al instante que le siento tortuosamente cercano a mis labios... No me hace esperar mucho, lo suficiente como para que una punzada de inquietud se me clave en pleno pecho, pero mucho antes de obligarme a hundirme yo en él por simple desesperación.

El primer choque es suave, es tierno... y supongo que es así porque le debe doler todo aún si los analgésicos han cumplido su función; no obstante, cuando abandona mi boca sin haberle prestado tantas atenciones como me hubiera gustado y empieza a descender con sus labios por mi barbilla, mi mentón, mi cuello... dudo bastante de cuál era su verdadero propósito con todo esto. No me quejo igualmente, aunque me levante más la camiseta hasta dejarla sobre mi sujetador, aunque vea el descuido de sus movimientos, aunque observe boquiabierta (solo porque jadeo) cómo su boca besa mi cintura, únicamente para subir por el costado en el que la pequeña luna reposa imperturbable a lo que su creador me hace sentir.

Toda esta excitación, estos escalofríos, esta sensación que me embriaga y empieza a hacerme pensar que voy a perder los papeles, sorprendentemente, se desvanece de una vez... Y se va por un movimiento que me deja sin palabras por un segundo, solo para provocar que me ría a carcajadas al siguiente.

Jungkook, en su infinita sabiduría, ha considerado que sería una idea genial hundir la cabeza bajo la tela de mi camiseta y volver a alzarla una vez dentro, dejándome observar únicamente sus labios y barbilla saliendo por el hueco del cuello que todavía me viste. Por si fuera poco con tenerle cual siamés bajo mi prenda, ahora que solo puedo fijarme en su sonrisa (cuando las lágrimas de la risa me lo permiten), me fijo inevitablemente en la hilera de dientes blancos que se asoma tras sus labios... El descerebrado del coloso se parte de risa, lo que me hace reír todavía con más ganas, y si creía que lo peor de todo esto era darme cuenta de que sus incisivos sobresalen bastante —dándole el aspecto de un indefenso y adorable conejo enano—, eso se va bien rápido cuando la parte baja de su naricilla asoma también, enseñándome cómo abre las aletillas de la nariz al carcajear como hace ahora.

Me voy a mear encima del ataque de risa; esto no puede acabar de otra forma.

—¿Q-qué haces? ¡Para, Jungkook! —suplico entre risas cada vez más agudas—. ¡S-saca... saca la cabeza de ahí!

—Un besito y la saco... —asegura, poniendo morritos. Si no quiero morir, es mi única opción, por lo que acabo dándole lo que me pide y, todavía sonriendo, deposito un fugaz piquito con el que parece conformarse de inmediato.

Seguro que ahora, por su culpa, la tela de mi camiseta se ha ido a tomar por culo y se ha quedado vencida de por vida, pero, al menos de momento, no voy a saber si tengo o no razón, porque el coloso la enrolla sobre mis pechos... Acción que repite con mi sujetador, sin darme un solo segundo para procesarlo.

Sus ojos se pegan cual superglue directamente sobre mis tetas, más concretamente en la zona de los pezones, sobre los que alterna la mirada. Creo entender que está a punto de hablar, pero tengo que esperar bastante mientras sigue con su obsesiva inspección para que suelte lo que se le pasa por la cabeza.

—¿Te dolieron? —acaba indagando, subiendo (con esfuerzo, parece) su mirada a mi cara.

—¿Te jodería mucho si veto esa pregunta? —El coloso asiente con determinación, arqueando las cejas para suplicarme que conteste. De buena creo que soy gilipollas, porque cojo y... tras suspirar, acabo dándole (otra puta vez) lo que quiere—. Te voy a confesar una cosa, pero no quiero juicio ninguno, te aviso... —señalo estrictamente, a lo que vuelve a asentir, con tantas ganas que su pelo largo sigue la trayectoria de su cabeza con ímpetu—: Me puso cachonda hacérmelos; que sí, que dolió un poco y tal, pero... me dio muchísimo gusto... No sé si me explico.

La única contestación que consigo es un suspiro. Se ve que no me juzga, no... O al menos no piensa hacerlo en voz alta, pero no sé qué coño estará pasando por su cabeza para seguir mirándome y no haber parpadeado todavía. Al cabo de unos segundos (que se me pasan lentísimos) Jungkook deja caer la mandíbula y baja lentamente los ojos hasta dejarlos nuevamente sobre mis pechos desnudos.

—Joder, Sonie... P-puta madre... Qué rico —musita y, sin dar un solo aviso, saca la lengua de su cavidad para pegar un lametazo al pezón más cercano—. Por favor... qué... jodida delicia...

Sin darme cuenta de cómo ha pasado, mis manos han acabado en la parte trasera de su cabeza, contra la que noto el suave vaivén que produce al volver a dar otro lametón al pezón, que se empieza a erguir al momento que los escalofríos ponen mis vellos de punta. No parezco ser la única a la que se le pone de punta todo, porque noto algo clavándose en mi muslo izquierdo...

Empiezo a pensar que esto es una mala idea al sentir cómo su boca se cierra —con un gruñido que me hace gemir de forma ahogada— sobre mi pezón, contra el que su lengua juguetea; delineando la protuberancia con la lengua, rodeando las bolitas metálicas contra las que, de repente, siento un mordisco que me hace cerrar la palma de la mano sobre la parte posterior de su cuello. Me noto agitada por el contacto (una manera bonita de decir que estoy más cachonda que una perra, vaya), y la cosa va a peor cuando, con los dedos todavía mojados por la crema, el coloso pellizca el pezón contrario; ahí sí que no puedo ocultar el gemido lento y placentero que abandona mi garganta, por más que me muerda los labios al momento.

Mientras que él se sirve, pues yo aprovecho a tocar lo que tengo más a mano, que resulta ser su pelo. No me quiero arriesgar a separar la mano de su nuca, porque la noto tan caliente como debe tener el resto del cuerpo, pero sí que aprovecho para enterrar la otra a un lado de su cabeza, tocando el rapado que esconde su melena... Es increíblemente satisfactorio de rozar, por lo que sigo acariciándolo en bucle mientras sus mordiscos a mis pezones se vuelven más erráticos, más avariciosos, más impacientes.

Curvo la espalda, dándole una idea clara de lo muchísimo que estoy disfrutando de su dedicado trabajo de adoración hacia mis pezones, al tiempo que le pego más contra ellos, empujando suavemente su nuca... Como si hiciera falta, vaya... Parece que se quisiera quedar ahí de por vida igualmente.

El bloque de hielo está hecho un charquito a sus pies a estas alturas, Sonje... Eres una puta blanda, ¿lo sabes?

—Qué... g-gusto... —suspiro, atragantándome con mis propias palabras. El sonido mojado de la boca del coloso contesta (de alguna forma extraña) a mi declaración cuando besa sonoramente mi pecho.

Ya casi me había olvidado de esa otra mano que retorcía suavemente el pezón contrario, porque la verdad es que su boca está haciendo un trabajo tan magistral que me cuesta concentrarme en nada que no sea eso. Pero debe querer que recuerde que sigue ahí, porque va recorriendo la curvatura hasta estar justo en medio de mi estómago, por el que va bajando suavemente; lo hace de forma cuidada, demasiado paciente... tanto que ni siquiera consigo sentir el áspero toque de sus manos como algo duro; tal y como lo sentí la última vez.

Me atrevo a abrir los ojos para observar las intenciones que tiene con esa mano —que, vaya, parecen bastante claras por otra parte—, y no consigo ver ni la mano, ni mi estómago, ni la puta habitación siquiera... porque me encuentro con su mirada, que parecía estar esperando pacientemente la mía.

Una de las comisuras de su boca (que reluce con el brillo de la saliva que abandona sus labios) se alza al momento que nuestros orbes chocan, y esa es otra vez que me provoca un gemido con el que casi acabo ahogándome. Sin embargo, por chunga que sea la presión que siento al saber que me está mirando tan fijamente, no consigo despegarme de ese negro profundo y casi agresivo de sus ojos.

Mis sentidos me avisan repentinamente de que su mano, que ha perdido la humedad de la crema mientras resbalaba por mi tripa, separa la tela vaquera que compone mis pantalones, intentando hacerse un hueco. Es un puto bruto, porque tironea demasiado fuerte varias veces antes de darse cuenta de que puede quitar el botón y bajar la cremallera sin más, pero me ha encendido a nivelen insanos ver la desesperación de sus ojos, que no parecían comprender el puzzle que le impedía enterrar la mano en mi sexo.

Puedo decir con total satisfacción (una que se materializa en el siseo que emito y en la fuerza con que tiro de su pelo) que ha acabado encontrando la manera de entrar bajo mis bragas. Y ahora, mientras empiezo a retorcerme, el muy cabrón se toma su tiempo en ir palpando mi pubis con caricias muy lentas antes de ir directamente al punto de interés. Me lo cargo, es que le mato.

—Jung... kook —exhalo, casi suplicante—, ven-ga... Venga, por lo que más quieras —le apremio, subiendo las caderas para que empiece a masturbarme de una vez. Si no lo hace él, voy a sacarle la mano para cumplir yo misma con lo que empiezo a necesitar desesperadamente.

En respuesta, siento un mordisco aún más fuerte en el pezón que todavía mantiene en su boca, cosa que me hace cerrar los ojos con fuerza y deshacerme con un grito que se derrite entre mis labios; se convierte de repente en una especie de melodía desesperada y aguda... Y eso, por algún motivo, provoca que el coloso pegue un envite de lo más feroz contra el muslo en el que siento su erección meciéndose desde hace rato.

Y cuando sus dedos acaban por tener algo de piedad y se entierran de forma impetuosa entre mis labios menores, dando al instante con ese pequeño botón llenito de terminaciones nerviosas, me hace rozar el orgasmo tan rápido que creo que voy a estallar en menos de un puto minuto...

—Joder... ¿Qué coño es esto? —Tardo un poco en salir de la burbuja en que el coloso y yo estamos metidos; una llena de una lujuria envolvente y profunda. La misma de la que esa voz ronca y de tono divertido nos saca casi al unísono—. Madre de... ¡¿Eso son piercings?! Joder, Sonje... ¿Te importa que me una?

—¡HYUNG, LARGO! —grita Jungkook, dándose toda la prisa del mundo en taparme las tetas con las palmas de las manos. Aunque no ha sido lo suficientemente rápido en hacerlo, como bien ha dejado saber el comentario de Jimin sobre mis perforaciones corporales.

El salto que doy de la cama, de la que me escabullo no sé ni cómo, hace que el coloso corte su indignación para con su amiguito por un segundo. Lo malo (o lo bueno, al menos para la puta vergüenza que me hace ponerme roja) es que ese segundo es lo que necesito para volver a abrochar mis vaqueros, bajarme la camiseta y correr como una loca hasta hacerme con mi bolso.

—Bueno, ya... Y-ya tienes compañía y eso, no me necesitas para nada. Mejor me voy. Me voy ya y eso y... Nos veremos, ya mañana o pasado, no sé cuándo; en fin que... Adiós —masco a toda prisa antes de desaparecer de la bochornosa escena escaleras abajo.

En cuanto desaparezco de las miradas de los dos chicos que siguen en el ático, me echo a un lado del pasillo y me apoyo contra la pared, junto a la puerta del baño. Y ahí suelto el suspiro más frustrado y, a su vez, más aliviado que haya emitido jamás.

Eso había sido cosa de una vez, ¿no, Sonje? Después del polvo ya te ibas a desquitar y no volverías a hacer nada más con el coloso, ¿no era?

Bloque de hielo mis cojones.

—¡LA HAS ASUSTADO, HYUNG! ¡¿POR QUÉ COÑO HAS TENIDO QUE DECIR ESO?! —escucho a Jungkook rugiendo escaleras arriba.

A lo mejor no he caído a tiempo, pero, en realidad, lo que me ha acojonado no ha sido la visita improvisada de ese pervertido de pelo teñido. Estaba tan hundida en el placer que no he podido ser consciente antes, pero... lo que debería haberme asustado no es nada que tenga que ver con la interrupción, sino con el chico que tenía encima, provocándome todo... ESO.

Lo que debería acojonarme es el coloso, que me ha hecho pasar de bloque de hielo a vapor en cuestión de segundos.

Ni principios ni leches con ese tío, ¿qué coño tienes en la cabeza?

Suspiro, atusándome el pelo mientras dejo caer la cabeza contra la pared, pero no consigo ordenar mis pensamientos. Cuando paso las manos de mi pelo a mi cara, para ver si así me quito toda la corriente de pensamientos contradictorios de encima, escucho unos pasos viniendo en dirección a las escaleras desde el fondo del pasillo.

Por prisa que me dé en desaparecer antes de que lleguen a mí, no creo que vaya a ser suficiente, porque parece que esos pequeños sonidos de choque contra el parqué son igual de apresurados que los que yo podría dar. Por lo que, como es normal, en cuestión de segundos me encuentro con lo que creía que iba a ser una cara conocida... Y lo es... en efecto, es conocida, pero no perteneciente a este sitio. No es la cara de Picasso, ni la de Namjoon, ni la de ninguno de mis compañeros.

Esa cara, ruborizada, con las gafas escurriéndose por el puente de su nariz, el pelo castaño todo revuelto y de ojos abiertos y muy asustados, pertenece a otra persona que conozco pero bien.

—¡NO! —exclamo sin ser consciente, haciendo la conexión una vez veo aparecer a mi jefe tras de ella... en ropa interior—. ¡MISU, DIME QUE NO!

De verdad que si alguna vez en mi vida me han dado motivos para salir corriendo, este es el mejor momento de hacerlo. Sin mirar atrás y sin intención de volver jamás.




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Helloooooooo...

Ha pasado mucho tiempo, ha sido duro y terrible, pero ya estamos aquí otra vez con la ración de coloso que todas necesitamos de vez en cuando. Lo primero, ¿qué os ha parecido el capítulo? ¿Cómo veis las cosas entre el Coloso y la Sonjecita? ¿Creéis que la extraña relación que tienen irán a mejor a partir de ahora? ¿Y cómo veis esa sorpresa final del capítulo? Contadme que os leo con atención <3

Este capítulo me gusta especialmente, así que espero que lo hayáis disfrutado, darlings.

Nos vemos dentro de poquito (espero) y os mando besazos a todas.

Py!

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