Blood White I (La historia de...

By Idoia_G

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Bianca aparece sin saber cómo en un almacén. Una preciosa mujer le dice que le dará la libertad, pero Bianca... More

Apertura y consejos.
Sinopsis
Intro Bianca
Intro Gabriel
Intro Sila
Cap. 1
Cap.2
Cap. 3
Cap 4
Cap 5
Cap 6
Cap. 7
Cap 8
Cap 9
Cap 10
Cap 11
Cap 12
Cap 13
Cap 14
Cap 15
Cap 16
Cap 18
Cap 19
Cap. 20
Cap. 21
Cap. 22
Cap. 23
Cap. 24
Cap. 25
Cap. 26
Cap. 27
Cap.28
Cap. 29
Cap. 30
Cap.31
Cap. 32
Cap. 33
Cap. 34
Cap. 35
Cap. 36
Cap. 37
Cap. 38

Cap 17

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By Idoia_G


09/11/2010

— ¡¡¡EKATERINA!!! —Grito de la emoción al verla cruzar la puerta.

Llevo tres días encerrada aquí sin salir ni ver prácticamente a nadie. Gabriel por lo visto, ha tenido mucho trabajo con el tema de la seguridad. Kaleb ha sido el que más me ha visitado, pero no tiene grandes conversaciones. Se queda en un rincón leyendo mientras me observa mirar el techo ensimismada.

He podido pensar mucho, tanto, que creía que iba a volverme loca. La visita de Eka me anima, porque además, me gustaría que me ayudase a comunicarme con Michael. No puedo imaginarme lo que debe pensar de mí. Pero es que al no tener teléfono ni internet, poco puedo hacer nada más.

— ¡Hola mi princesa! —me dice dándome un abrazo.

— Uff, no sabes cuánto te he echado de menos —le digo.

— Yo a ti también —se aparta y me fijo que a través del maquillaje se intuye un moratón en el ojo.

— ¿Qué ha pasado?

— Nada importante cielo.

— ¿Nada importante? Ni el maquillaje puede disimularlo.

— No te preocupes, no es nada con lo que yo no pueda lidiar.

— ¿Ha sido un cliente? ¿Sila lo sabe?

— ¡Quieres calmarte! —me pone las manos sobre los hombros intentando que deje de preocuparme. Pero no lo logra.

— Debes decirme que ha pasado —le insisto.

— No es necesario, pero, si te quedas más tranquila, me escurrí saliendo de la ducha y me golpeé con el mueble. Es un moratón sin importancia —me sonríe, pero no me creo ni una sola palabra de lo que me cuenta—. Vamos a lo que importa —me hace un gesto con la mano cómo restándole importancia—. A esta hora —se mira el reloj—, Kaleb debe estar haciendo la ronda en la planta baja y Gabriel creo que ha salido a hacer un recado. Así que he aprovechado el impás con Ulrick a cambio de venir a verte.

— ¿Desde cuando tú y Ulrick... —hasta donde yo sé, Ekaterina tiene una regla, y es no acostarse con los trabajadores del club.

— A Ulrick se le escapó que estabas aquí mientras jugaba una partida en el cuarto de seguridad, justo cuando yo pasaba por allí. Le invité a dos copas, o algunas más —me guiña un ojo— y le sonsaqué todo. A cambio de no decir nada de su borrachera en horas de servicio y su ida de lengua, ha aceptado el traerme aquí. Me ha dicho que tenemos media hora.

— ¡Genial! —me lanzo a abrazarla y caemos juntas a la cama entre risas.

— Toma —saca algo del bolsillo—, casi se me olvida.

Me tiende su teléfono móvil, la miro arqueando una ceja.

— Mira en la M de la agenda —me señala el terminal—, un señor me ha dado su número para que puedas hablar con él.

¡¡Michael!!

Sonrío y busco su número en la agenda.

— ¿Sí? —su voz es ronca, parece recién levantado, miro el reloj. Puede que se haya echado una siesta.

— Hola —le digo nerviosa.

— ¿Lina?

— Hola —le repito entusiasmada.

— ¡¡Oh, Dios mío!! ¿Estás bien? ¿Dónde estás?

— Tranquilo, estoy bien. Estoy... con mi hermana. Ha habido problemas familiares. Solo quería decirte que estoy bien y que en cuanto pueda, iré a verte.

— Te echo de menos —suspira.

Me muerdo el labio nerviosa. Tengo muchas más ganas de verle de las que pensaba.

— Y yo a ti. Tengo ganas de verte.

— ¿Será pronto?

— Espero que sí —le digo ansiosa.

— Me alegro de que tu compañera de piso haya podido darte el número. Me dijo que era complicado.

— Sí, digamos que estoy algo inaccesible ahora mismo, pero no te preocupes. Espero que esto dure poco —miento.

En realidad, mi esposo ha tenido que viajar muchas veces por cosas de negocios y ha podido estar fuera hasta un mes. Y eso es demasiado tiempo.

— Oye... —se escucha una interferencia y mucho ruido.

— ¿Michael? ... ¿Michael? —miro la pantalla del celular y al menos yo tengo cobertura. Se oyen más interferencias.

Piiiii

Piiiii

Piiiii

— ¡¡Mierda!! Se ha cortado —le doy el móvil a Eka y me tumbo en la cama.

— Vaya, lo siento. Igual se ha quedado sin cobertura.

— Debe ser... —resoplo.

— ¿Y... cómo es vivir aquí? —Eka se tumba a mi lado y pega la cabeza a la mía.

— No te sabría responder. Solo llevo dos días y no he salido de este cuarto para nada. No quiero arriesgarme a desobedecer a Sila.

— Creo que ella te protege mucho, pero también creo que es porque le importas. No me han dicho porque estás aquí, pero... —mira a todos lados nerviosa, cómo si alguien pudiese escucharnos— Ulrick dijo que era para protegerte.

— Ya —miro al techo y cierro los ojos.

— ¿No vas a contármelo? —su tono es insinuante.

— No sí se debo. ¿Y si lo hago y te pongo en peligro o algo así?

— ¿Qué me va a pasar? Soy toda una superviviente cómo tú —la miro y la veo triste mirando su reloj—. Debo irme princesa.

— ¡¡¡Nooo!!! —le suplico y me giro para abrazarla. Ella se ríe a carcajadas.

— Lo siento, las quejas en recepción.

Ambas reímos y me tapo la boca para evitar que puedan oírnos fuera. Ella se pone en pie y se dirige a la puerta.

— Espero verte pronto —le digo mirando hacia el suelo.

— Seguro que sí —me guiña un ojo y sale por la puerta.

Me doy de nuevo la vuelta en la cama y cierro los ojos.

No soy consciente del tiempo que ha pasado cuando me despierto al escuchar un golpe fuerte.

— ¿¿SE PUEDE SABER QUÉ SE TE PASA POR LA MALDITA CABEZA??

Me incorporo y veo a Gabriel con la cara roja por la rabia mirándome con una mirada fría y dura.

— Yo... ¿De qué hablas? —le hablo lo más calmada que puedo.

— Has desoído nuestras indicaciones.

— Nooo, no he salido...

— No hablo de eso. ¿Has tenido que llamar tu noviecito? ¿¿Tú sabes lo que has hecho??

En dos zancadas se encuentra sobre mí. Su mano sujeta mi brazo haciéndome daño y sus ojos fieros me dan miedo.

— Yo... yo...

— ¿Yo qué? Venga, dilo ¿Tanto le hechas de menos?

De repente me doy cuenta, ¿acaso me está montando una escenita de celos? Parece estúpido, pero eso me encanta. Su cercanía me pone nerviosa y le sonrío. Él frunce el ceño.

— ¿Te parece divertido?

— Lo es —le suelto con chulería y aprovecho su desconcierto para acercarme más a él.

Me empuja y caigo en la cama.

— Acabas de cagarla pero bien. Ahora tendremos que salir de aquí —comienza a dar vueltas por el cuarto nervioso y yo empiezo a preocuparme—. Es complicado... pero pueden haber rastreado la llamada y dar con el club. Y eso sería catastrófico.

— ¿De qué hablas? ¿Quién ha rastreado qué?

— ¡¡¡Klaüs!!! —se echa las manos a la cabeza y me mira furioso— Está buscándote desesperado para matarte y solo le has dado más motivos para hacerlo. Y encima le has allanado el puto camino.

¿¿Klaüs?? Mi cara debe ser un poema cuando de verdad comprendo lo que quiere decirme.

— Quizá, Sila cree que te protege contándote las cosas a medias, pero eres impulsiva. Se lo dije, la advertí.

— ¿De qué hablas ahora?

— ¡¡Recoge tus cosas!! —se dirige al pequeño armario y lo abre sacando las pocas pertenencias que Sila sacó del piso antes de venir aquí.

— No, ¿Adónde vamos a ir?

— ¡¡No lo sé!! Maldita sea, no lo sé. Debo llamar a Kaleb.

Marca en su celular mientras da vueltas como un león enjaulado.

— ¿Kaleb?... Sí... Bianca ha llamado al imbécil ese de Michael... no... sí, he recibido la señal... ¿sabemos algo?... —le miro sin saber qué hacer. ¡¡Estúpida!! ¡¡Estúpida!! ¿Y tú pensando que estaba celoso?— Sila está en California... no... no... no voy a decírselo... Vale... yo iré... ¡NO! Yo iré... ¡¡Me importa una maldita mierda!! Iré yo y punto... —me mira de reojo— sí, maldita sea, sí... sí, estoy seguro... bien... mándame la dirección, de Sila me encargo yo.

Cuelga y lanza el teléfono a la cama. Me mira y de repente ya no parece tan enfadado.

— Vamos, debemos ir a la azotea, en media hora un helicóptero nos llevará al aeropuerto y de allí viajaremos a una de las propiedades que tiene Sila.

— ¿Dónde? —sus manos empiezan a sacar todo lo del armario y meterlo en una bolsa que, la verdad, no sé de donde ha salido.

— No te lo voy a decir.

— ¿Qué? No me iré a ningún lado si no me dices a donde vamos —me cruzo de brazos—. Me prometisteis libertad y vuelvo a ser una maldita rehén.

— ¿Quieres libertad? Bien, te dejaré tirada en la calle. Veamos a ver cuanto duras tú y tu amiguito vivos con Klaüs pisándoos los putos talones —no le respondo, en el fondo, sé que tiene razón— ¿También estás sorda? ¡¡Recoge las putas cosas si quieres seguir viva!!

— No hace falta que me hables así —me pongo a caminar y a sacar la ropa de la mochila para doblarla mejor.

— Recoge lo del baño y yo hago lo de la ropa. No juegues con mi paciencia hoy.

Me voy dando zancadas al baño. Me encierro y me siento en el suelo. No era consciente de que podría ser tan peligroso hacer una simple llamada a un amigo. Tampoco era consciente de los recursos que Klaüs puede llegar a tener en un país extranjero. Cuando recojo mis cosas en el neceser y salgo, Gabriel no está. Miro a mi alrededor. La maleta que me ha preparado está al lado de la puerta.

Cojo el picaporte y lo giro. No está cerrado y puedo asomarme al pasillo. Ulrick está con cara de pócker en el pasillo, mirando a mi puerta.

— El señor Alexeyev viene enseguida, ha ido a recoger unas cosas.

Le miro sin comprender.

— ¿Quién? —le frunzo el ceño.

— Gabriel —carraspea como si le costase decir su nombre.

— Amm, vale.

Me meto dentro del cuarto de nuevo, me siento en la cama a esperar y dejo la puerta abierta. Al cabo de pocos minutos Gabriel aparece por la puerta con una mochila colgada y una maleta rígida con ruedas.

— ¡¡Vamos!! —toma del suelo mi bolsa y se va por el pasillo.

Me cuesta reaccionar, pero finalmente me pongo en pie y sin mirar atrás le sigo por el pasillo. Entramos al ascensor y subimos tres plantas. Estamos justo sobre el techo de las dependencias personales de Sila. Salimos a una azotea donde ya está el helicóptero esperando en marcha. El viento que levanta es realmente muy fuerte. La mano de Gabriel sujeta la mía, su contacto me tranquiliza. No me gusta verle tan enfadado como estaba hace un momento. Algo dentro de mí se siente muy mal.

Me acomoda en un asiento, me cierra bien el cinturón de seguridad y él se sienta justo a mi lado.

Le da una nota al tipo que está de piloto y este asiente con la cabeza. El enorme aparato se pone en marcha. Es la primera vez que monto en uno de estos bichos y estoy nerviosa. Es mucho más inestable que un avión. Tomo de nuevo la mano de Gabriel y la aprieto fuerte, mientras cierro los ojos. Gabriel ha entrelazado nuestros dedos y me mantiene firme la mano. Tengo miedo. Es una sensación extraña, no es miedo por el helicóptero en sí, pero sí de Klaüs. Las imágenes de mis padres, de mi hermana, las imágenes del pequeño Marcus vienen a mi mente y me doy cuenta de que tengo más miedo de morir del que pensaba.

Las palabras sobre Klaüs retumban en mis oídos, Gabriel tiene razón. He sido una ingenua, he actuado como una niña malcriada y egoísta. Me he acostumbrado a esta vida tranquila que me han ofrecido y estaba dejando en segundo plano mis verdaderas preocupaciones. Klaüs, mi hijo, mi hermana y mis padres. Esas son mis metas reales y no la de tener una vida tranquila con Michael u otro hombre.

— Hemos llegado —la voz susurrante de Gabriel me hace abrir los ojos. El aparato ya ha finalizado su viaje y estamos en una pista de lo que debe ser el aeropuerto—. Te has perdido las mejores vistas de la ciudad.

— Es una pena —le digo sin gana.

Miro nuestras manos aún unidas. No quiero que me suelte. No quiero que se acabe el contacto, pero justo cuando lo estoy pensando, Gabriel me suelta y se separa de mí. Parece haber reparado en el mismo detalle que yo.

Caminamos por una pista. Yo apenas llevo mi bolso con mis cosas de aseo mientras él anda delante de mí con la maleta, y las dos bolsas.

Entramos en un avión pequeñito. No tiene nada que ver con los vuelos comerciales. Miro a mi alrededor, esta es la única pista que veo y el único avión.

— ¿Dónde estamos? —le digo

— No te importa. ¡Vamos! Tenemos prisa.

Y ya se ha puesto de nuevo la montaña rusa en marcha y está enfadado de nuevo.

Entramos al avión y observo todo. Podría decirse que parece un apartamento. Un salón de esos que fotografían en las revistas, donde los famosos ven la tele. O eso dicen. Dos chicas que parecen muy amables, me indican donde debo sentarme. Gabriel se sienta en el asiento de enfrente. Los macutos son transportados a otra parte del habitáculo, donde ya no puedo verlos.

— ¿Quieren algo de beber? —nos dice una de las azafatas con una amable sonrisa.

— Agua, por favor —le digo.

— Nada, gracias —espeta Gabriel mirando al móvil.

Cuando pasa un rato, me han traído el agua y el piloto anuncia el despegue decido que el silencio que se ha interpuesto entre Gabriel y yo no es sano. Así que rompo el hielo.

— ¿No vas a hablarme más? ¿En serio no vas a decirme adónde vamos?

— Es mejor que no lo sepas. No voy a arriesgarme a que quieras volver a comunicarte con alguien.

— ¡¡Joder!! —le digo intranquila— Ya he comprendido la situación ¿Vale? Sé que estoy en peligro.

— No solo tú —me gruñe—, hay más gente involucrada por tu culpa.

— ¡Yo no os he pedido que me protejáis! —una lágrima se escapa por mi ojo involuntariamente— No os lo he pedido —suspiro y de repente un sueño incontrolable se apodera de mí . Noto como mis ojos se cierran sin poder evitarlo.

Creo que me han echado algo en el agua. Esto no es justo. Siempre es la misma historia.

Oscuridad... una vez más.

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