Blood White I (La historia de...

By Idoia_G

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Bianca aparece sin saber cómo en un almacén. Una preciosa mujer le dice que le dará la libertad, pero Bianca... More

Apertura y consejos.
Sinopsis
Intro Bianca
Intro Gabriel
Intro Sila
Cap. 1
Cap.2
Cap. 3
Cap 4
Cap 5
Cap 6
Cap. 7
Cap 8
Cap 9
Cap 10
Cap 11
Cap 12
Cap 13
Cap 14
Cap 15
Cap 17
Cap 18
Cap 19
Cap. 20
Cap. 21
Cap. 22
Cap. 23
Cap. 24
Cap. 25
Cap. 26
Cap. 27
Cap.28
Cap. 29
Cap. 30
Cap.31
Cap. 32
Cap. 33
Cap. 34
Cap. 35
Cap. 36
Cap. 37
Cap. 38

Cap 16

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By Idoia_G


05/11/2010

Vuelvo a despertarme entre gritos y sudores. No dejo de soñar con mis captores, con mi hijo, ese del que no he disfrutado y que apenas me conoce.

— Shhh —el aliento de Michael en mi cuello me reconforta.

Sus brazos me rodean la cintura y me cobijo en esa sensación de calma. Con mi cara, miro el rostro soñoliento del chico que comparte cama conmigo desde hace tres noches. Estamos en su casa y me ha tratado tan bien estos días, que apenas he podido salir de aquí.

Me giro completamente y beso sus ojos y su nariz. Sus brazos me agarran más fuerte, su boca y la mía se unen como si de imanes se tratase.

Volvemos a enredarnos en un sexo mañanero al que le estoy empezando a coger el gustillo.

Hace tres días salí del club enfadada conmigo misma y sabiendo que Gabriel no me podría hacer bien. La ansiedad en la que me sumí quería consumirme, pero Michael, me refugió en su casa sin preguntar nada y no salgo de aquí desde entonces. Hemos tenido sexo estos días tantas veces que llego a comprender, porque hay gente que dice, que puede ser adictivo. Me relaja y me llena de energía positiva.

— ¿Quieres comer algo? —sus voz me hace abrir los ojos, apenas gruño en respuesta— Voy a la cocina, debemos reponer fuerzas.

Su cuerpo se despega del mío y cierro los ojos con una sonrisa en mi cara. De repente un ruido atronador me saca de mis estado relajado y me tenso. Me levanto, me pongo una de las camisetas de Michael y me dirijo a la cocina de donde parece haber venido el sonido. Entro y me encuentro con una mujer de ojos negros como la oscuridad misma. Cabello negro azabache y largo. Completamente liso. Un flequillo que llega hasta sus ojos mismos. Está enfundada en unos pantalones de cuero y una blusa blanca que deja intuir sus atributos. Mira fijamente a mi chico hasta que llego yo y su mirada se posa en mí.

— Quédate detrás de mí — me dice Michael con voz temblorosa y le hago caso agarrando sus brazos.

— No es necesario que me temas — la mujer me habla en ruso. Por la voz reconozco quién es... Sila.

Me separo de Michael y me coloco delante de él.

— ¿Q... que haces aquí? —le respondo en el mismo idioma.

— Tenemos cosas de las que hablar. ¡Vístete! —su tono es áspero y autoritario y sé que algo malo ha pasado.

— Podrías haberme llamado y habría ido al club.

— Mejor no hacerlo, ya te lo contaré todo.

La mujer rebusca entre mi bolso que se encuentra en una de las sillas de la pequeña cocina. Saca el celular y lo tira al suelo, clavando su tacón en él y haciéndolo añicos.

— ¡Vístete, es urgente!

Asiento con la cabeza. Cojo a Michael de la muñeca y lo llevo a la habitación.

— ¿Se puede saber quién es esa?

— Es... es... mi hermana —me lo invento—. Me ha costado reconocerla con el pelo tan largo. Yo... hace mucho que no la veo... es... esto... es... complicado... —divago— esto... tengo que irme. No te preocupes, nos veremos pronto. Prometo ponerme en contacto contigo en cuanto me sea posible. Pero ahora debo irme.

— ¿Así sin más? —su cara de enfado me lo dice todo. No comprende nada y encima no le doy explicaciones.

— Debo hacerlo. Es importante que me vaya.

Me termino de vestir y salgo por la puerta de la habitación. Su mano agarra mi brazo y me hace girarme. No puedo evitar conmoverme al encontrarme con sus ojos azules mirándome sin comprender.

— Volveré a verte ¿Verdad?

Acaricio su rostro buscando calmarle. No sé que responderle, no entiendo que ha pasado para que Sila actúe como lo hace. Pero ella nunca hace nada que intente perjudicarme. Así que debo seguir confiando en ella.

— Lo prometo —le digo y sello mi promesa con un beso. Un beso que sabe a despedida.

— ¡¡Lina!! — el grito de Sila me hace separarme. Y dirigirme a la cocina.

Sila ya está en la puerta de casa. Antes de irnos me disculpo con Michael y salgo con Sila tras se mí. Bajamos en silencio. Llegamos al coche donde Gabriel y Kaleb nos esperan. Cuando ya estamos en movimiento Sila comienza a hablar.

— Lo siento, pero tenía que hacerlo. Tu marido está en la ciudad. Y no estabas a salvo con él.

De repente un miedo enorme se instala en cada célula de mi cuerpo. Mis pesadillas hechas realidad. Miro por el retrovisor y los ojos penetrantes de Gabriel me miran. Agacho la mirada y miro a la punta de mis converse. Llegamos al club sin terciar ni media palabra más. No sé qué decir. Solo quiero que la tierra me trague.

Sila me lleva a su despacho seguida de Gabriel. Parece más tranquilo que la última vez que le vi. Veo como se relacionan y aunque cualquiera vería que es una relación laboral, yo sé que no es así, estoy segura. Gabriel está enamorado de ella y pondría la mano en el fuego de que ella siente lo mismo por él. Aunque no lo demuestra. La frialdad de Sila es pasmosa. Pero puedo ver cómo le mira.

Entramos al despacho y Sila se sirve una copa.

— ¿Quieres una? —me tiende el vaso con licor que acaba de servir.

En cualquier otro momento le habría negado el trago, pero mis nervios me hacen coger el vaso y beberlo de un trago. Sila me sirve otro y lo deja sobre la mesa. Voy a cogerlo pero la mano de Gabriel se posa sobre la mía impidiéndomelo. Mis ojos se cruzan con los de Gabriel y es como si me absorbiesen. Tan brillantes, tan claros, tan reales como en mis sueños. Niega con la cabeza y retiro la mano de su contacto.

— ¿Me ha encontrado? —pregunto cuando consigo que mi cuerpo reaccione.

— No lo sé. Sé que ha venido a hacer unos negocios, pero sé que hay algo más. A puesto precio a tu cabeza. Ya no solo te busca viva. Pagará a aquel que de una simple información o te encuentre viva... o muerta. Y eso te pone una diana en la espalda.

— ¿Viva o muerta? — un temblor me recorre todo el cuerpo— ¿Qué significa eso?

— Que pagara lo mismo por tus restos que por tu presencia viva. Y eso significa que...

— Si no me llevan muerta, me matará el mismo —termino la frase con pavor.

Sila asiente y se sienta en su sitio.

— ¿Qué puedo hacer? —le digo.

— Permanecer aquí en el club. Estarás en mis dependencias privadas. No saldrás para nada y Gabriel se encargará de que estés bien y no te falte de nada. Hasta que no sepa seguro que el peligro ha pasado, no te dejaré salir. Espero que lo entiendas.

Asiento. Lo entiendo perfectamente. Mi dorado sueño con Michael, mis castillos en el aire, se acaban de desplomar como lo hace una pared de ladrillos que caen después de un bombardeo. Estas son las consecuencias de las decisiones que he tomado en mi vida.

De repente la imagen de mis padres se hace nítida en mi mente.

— ¿ Y mis padres? —pregunto con un nudo en el estómago.

— Ellos están bien —Sila bebe de su copa y mira por la ventana.

— Vale —parece que soy capaz de volver a respirar con tranquilidad— ¿Y mi hermana?

— Ella sigue igual. No creo que Klaüs sepa nada de ella.

— Ok —le digo. Tomo la copa de nuevo y le doy un trago— ¿Podré comunicarme con Michael?

— No —su respuesta es fría y tajante.

Se pone en pie. Se quita la peluca dejando caer su lacio pelo rubio y me mira. Se apoya en la mesa y me habla

— No deberías hablar con nadie de fuera.

Asiento y me rodeo con mis brazos. De repente siento frío. Vuelvo a ser una simple rehén. Esta vez mi celda es más amplia y tiene mejor aspecto. Puede que no reciba palizas ni insultos. Pero vuelvo a estar cautiva. Y esta vez ha sido por decisión propia. Huir de una vida que me ha sido destinada no es sencillo.

— Gabriel —dice de repente sacándome de mis pensamientos—, llévala a la habitación que he acomodado para ella. Haz que se sienta cómoda.

Abandono el despacho detrás de Gabriel. Miro su ancha espalda, sus marcados brazos y me gustaría que me abrazase y me dijese que nada me va a pasar. Por muy enfadada que esté con él, no hay una voz que me calme más que la suya. Y es extraño, porque creo, que es con una de las personas que menos he hablado. Pero su tono, su forma de dirigirse a mí. Me transmite calma.

— Dormirás en este cuarto, está justo al lado del mío —miro hacia todos los lados ¿A su lado? ¿Ha dicho a su lado?— Si necesitas cualquier cosa no dudes en pedírmela.

— ¿Cómo puedo llamarte o comunicarme contigo? —me mira sonriente — lo digo por si necesito algo.

— Hay un interfono en el cuarto, está comunicado con mi teléfono, el de Sila o el de Kaleb. Solo tendrás contacto con nosotros.

— ¿Y las chicas? —Gabriel me abre la puerta y me deja entrar en un cuarto bastante espacioso.

— Las chicas sabrán de ti, solo cuando estén en el club, aún así no podrás salir del cuarto. Sila no se fía de la fidelidad de todas las chicas. Será mejor que te mantengas aquí la mayor parte del tiempo.

— Genial —me encojo de hombros y resoplo aburrida.

— Tienes un ordenador aunque no tiene conexión a internet. Hay una radio — me señala un equipo en uno de las estantes— con música variada para que no te aburras. Si te gusta alguna publicación, libro, revista o periódico, puedes avisarme y te lo traeré.

— Gracias, eres mi salvavidas.

Se gira y clava su mirada en mí, repasa mi cuerpo de arriba abajo y relame sus labios.

— Espero que al menos lo pienses de verdad.

Recuerdo el sueño, sus palabras. Yo soy tu salvación. Puede que no fuese tan desencaminada.

— Lo pienso de verdad —le digo— ¿Y Michael?

— ¿Qué le pasa a Michael? — me dice frunciendo el ceño.

— ¿Podré decirle que estoy bien?

— No podrás decirle nada. Yo me encargo de que sepa que estás bien.

— No me siento cómoda con eso —le digo mientras me recuesto en la cama, parece cómoda.

— Es lo que te toca.

— ¿Me mantendréis informada de lo que pase con Klaüs?

— Te contaré lo que me preguntes cada día.

— Genial —le sonrío.

Por un momento mi mente imagina que se sienta a mi lado y me besa. Es casi como una necesidad corporal. Solo de imaginarlo, todas mis hormonas dan saltos y se revolucionan. ¿Qué demonios me pasa con él?

— ¿Necesitas algo más? —me dice desde la puerta.

— No —digo mirando al techo de la habitación—, gracias.

— De... nada.

Miro de nuevo y ya no está. La puerta se ha cerrado sin hacer ruido y el se ha ido dejándome sola y con miedo. 

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