La lóbrega llanura ya no era de pasto verde, ahora un sinfín de cadáveres se extendía como alfombras y demacraban la imagen de la que había sido una alegre aldea campesina.
El suelo estaba cubierto por una multitud de cuerpos, retorcidos y desfigurados de una manera macabra y grotesca. Los restos de hombres, mujeres y niños yacían desperdigados por doquier, algunos con las extremidades arrancadas, otros con los ojos vacíos y la boca abierta en un gesto de eterno horror. La sangre coagulada se mezclaba con la tierra oscura, creando un macabro tapiz que crujía bajo los pies al avanzar.
El silencio sepulcral que reinaba en la llanura era perturbador, roto únicamente por el suave susurro del viento que arrastraba consigo el aroma nauseabundo de la muerte. Los cuervos revoloteaban en el cielo gris, acechando los cuerpos sin vida con voracidad, mientras los carroñeros se agolpaban en torno a las podredumbres, devorando sin remordimiento la carne podrida de los difuntos.
El paisaje era desolador, un escenario de pesadilla que parecía arrancado de los más oscuros sueños. Las sombras se alargaban sobre los cadáveres como garras aún en busca de presas, mientras que la luna llena brillaba en lo alto, iluminando con su fría luz el desolado campo de batalla.
Sobre una roca y contemplando el funesto mar de muerte se encontraba Orion. Sus ojos color carmín estaban cerrados y le daban a su rostro una inexpresiva emoción. El batir de sus alas ocasionaba que el aire silbara a su alrededor y su largo cabello negro ondeara. Se sintió pequeño e insignificante, un intruso en un lugar donde la vida había sido arrebatada de forma brutal y despiadada.
A su lado, Valdis sostenía una espada y tenía el mismo rostro que el otro. Una mirada vacía lo llenaba y no sentía la más mínima emoción por lo que había hecho.
Anarchy no era la excepción. Sus ojos habían perdido gran parte de su tonalidad guinda y ahora se veían más oscuros. Inhaló profundo y después exhaló, tirándose de golpe en la tierra y mirando al cielo.
Sus labios entreabiertos dejaban escapar un suspiro de asombro al presenciar el fugaz destello de luz que parecía caer desde lo más alto. Sus manos, delicadas y finas, se aferraban al suave césped con fuerza, como si temiera que en cualquier momento aquella estrella fugaz se desvaneciera de su vista. Sus ojos reflejaban una mezcla de melancolía y admiración por la belleza efímera que tenía ante sí.
—No lo entiendo —murmuró el rubio—. Vivimos por nuestro Rey, matamos en su nombre y únicamente le obedecemos a él. Entonces, ¿por qué nos sentimos así?
Anarchy se refería al sentimiento que estaban experimentando los Cuatro Acólitos. Sentían un ansia de libertad, de verse con sus corazones y huir, huir lejos, volar alto, volar libres.
Se sentían como si estuvieran atrapados en un vacío oscuro y frío donde no había emociones, compasión ni remordimientos. Sus seres interiores estaban dominados por la oscuridad pura y la sed de destrucción. No experimentaban amor, empatía o felicidad.
Claramente, este era un sueño frustrado. Mientras el Rey Demonio tuviera el corazón de ellos, traicionarlo les sería imposible.
Valdis gruñó y tiró su espada contra la piedra donde se sentó Orion, frustrado.
—¡Maldición! ¡Nuestro Rey no era así! ¡Él cambió cuando conoció a la señora Lumelis y ahora está cegado con su hija bastarda! ¡Antes nos prestaba atención y era un mejor líder!
—¿Celoso, Valdis? —rio Orion.
—¡Por supuesto que no! Para que todo sea como antes hay que matarla.
—¿Matarla? —preguntó Anarchy.
La cuestión le tomó por sorpresa a Valdis. Anarchy era insensato, pero benévolo a la vez.
—Si la matamos solo contribuiremos a que el Rey nos odie con todas sus fuerzas —expuso Orion—. Teivel, Lou, la Sacerdotisa del Manantial, la Demonio Suprema, la Princesa Demonio o como se llame ahora, es todo para él.
—Constituye su legado, Valdis —añadió el más tranquilo—. Ella pudo ser nuestra aliada, pero las cosas se salieron de control. Ahora está en la palma de la mano del Rey y está cegada por su misión: revivir a su madre y obtener la familia estable que siempre deseó.
—Ella no será la misma cuando la cumpla —expuso Valdis—. Habrá matado a los que fueron sus compañeros y eso la desestabilizará, sucumbiendo por completo ante la oscuridad en su corazón.
Orion bajó de la piedra y alzó sus alas, tumbándose de forma horizontal en el aire como si estuviese acostado en una nube invisible.
—Corazón… —musitó, sintiendo cómo el viento acariciaba su piel y hacía que su cabello danzase—. ¿Algún día recuperemos el nuestro?
—No tengo idea —dijo Valdis—. Oh.
Él desvió su mirada en otra dirección, viendo un cuerpo que se acercaba. Sus defensas bajaron cuando vio de quién se trataba.
—Hola, hermano —saludó fríamente Jela.
—Hola —respondió él al saludo.
—¿Qué sucedió? ¿Por qué volviste? ¿No te había dicho la nueva líder que te quedaras? —La sátira en sus palabras era casi palpable.
Jela, antes de responder las preguntas, se sentó en el suelo al lado de Anarchy, pero sin mirar las estrellas; apreciaba el campo de batalla como si fuese una pintura o un retrato colgado en una pared.
Los cadáveres estaban dispersos por doquier; desde quemados hasta aplastados. A los más reconocibles les faltaba uno que otro miembro, mientras que otros, los menos, eran solo un mazo de carne ensangrentada que si eran movidos probablemente se desintegrarían en el aire.
—Teivel me liberó y dijo que viniera a ayudarles —dijo la mujer—. ¿Dónde están los demonios menores?
—Por allá —señaló Orion a la lejanía, los demonios caminaban a paso lento y se veían tan pequeños como hormigas—. Jela, los guiamos para que arrasaran con un par de aldeas. Ahora comenzarán a atacar las más pobladas.
—Comprendo. No quieren mancharse las manos con más sangre.
—Es aterrador —añadió Anarchy—. Matar humanos nunca nos resultó tan difícil. Incluso Orion ha dudado en matar a la niña de allá.
Los ojos rojos de Jela siguieron la mano de Anarchy en busca de la niña que Orion supuestamente había matado. Era pequeña, con rulos castaños, y su cuerpo estaba en perfecto estado. Él solo la había estrangulado.
—¿Qué nos pasa? —preguntó Valdis—. No me gusta esto. Antes mataba personas y me reía y jactaba como un Dios.
—Estamos obligados a hacerlo. —La forma en que Orion murmuró esas palabras causó intriga en el resto, que lo miraron como a un ser extraño.
—¿Hacer qué? —Jela estaba desorientada—. ¿Morir? ¿Resignarnos?
—No, nada de eso. Iniciar de una vez y por todas con el Plan Fénix. Es lo único que nos mantendrá con vida, aunque nos duela hasta la médula.
A Orion no le faltaba la razón y pronto Valdis colocó su mano en el hombro del demonio de larga cabellera negra, ofreciéndole su comprensión y apoyo.
—Cuéntanoslo de nuevo, Orion. Estamos atentos a tus palabras.
Mientras Orion seguía flotando y mirando las estrellas brillar y las nubes pasar, sus tres compañeros se sentaron en el césped rojizo frente a él, mirándolo.
—Nuestro rey tal vez vaya a usarnos para la resurrección —comenzó a explicar—. Es solo una conjetura, pero es la teoría más completa que se me ha ocurrido. Para revivir a la señora Lumelis, el Rey Elton necesita el poder de las almas de ocho valientes capaces de dar su vida por la causa humana.
—Esa parte ya la sabemos —interrumpió Jela.
—Silencio. — Valdis la calló bruscamente.
Orion suspiró, buscando las fuerzas mentales para seguir.
—El primero de los valientes es Alkey Lizzo, el errabundo de Poge que vivió con la Demonio Supremo. Le sigue Pagort Ryu, el samurái más fuerte de Ragnar. Está también Noba Lotto, el ágil practicante de artes marciales proveniente de Canramer. Meylynn Wal, la Sacerdotisa del Viento, es la más pura de todos. Litia Ragnar, la princesa y Sacerdotisa de las Tormentas, tiene un gran poder dentro de ella. Igualmente está Ulrick, Ashlan, la Sacerdotisa Madre y al mismo tiempo la Sacerdotisa de las Flamas. Klena Raita es una diestra luchadora de personalidad explosiva y feroz.
—¿Y por último está Lou, no? —interrumpió nuevamente Jela.
—Sí —respondió molesto—. Ella claramente no será sacrificada, pero sí morirá su parte humana. También está Kalen Raita, el hermano menor de Klena. Por ende, él debe morir, pero aún con todos ellos en el más allá, no será un intercambio equivalente para un tema tan serio como traer de vuelta a la vida a alguien. Vencer a la muerte, la única capaz de obtener todo lo que quiere, es un tema bastante serio.
—Aún no entiendo. —Los ojos de Anarchy manifestaban su incomprensión y sus nervios estaban a flor de piel.
—Lo que él quiere insinuar es que el Rey también nos sacrificará a nosotros, ¿verdad, Orion? —cuestionó el moreno.
—Correcto, Valdis, tienes toda la razón. El Rey nos ofrecerá también como sacrificio y por ello debemos revelarnos contra él.
—¿Es solo esto el tan aclamado Plan Fénix? —Jela se puso de pie.
—No, hay más —acotó Orion—. La estrategia consiste en esperar a que nuestro amo realice el ritual de transformación de Teivel en la noche de luna de sangre, momento en el que su poder se encontrará más débil por entregarle su puesto a su sucesora. Aprovechando esta debilidad, lograremos acabar de una vez y por todas con él.
—Ya veo.
—El resto es improvisar sobre la marcha y ver qué tal nos va. Si perdemos, seremos ofrecidos como sacrificio para cumplir con el capricho amoroso del rey, si ganamos, tenemos la oportunidad de crear un nuevo mundo.
—Yo quiero mi corazón y mi libertad, por eso estoy de tu lado, Orion.
El demonio de cabellos rubios se levantó y fijó sus ojos en la primera estrella que vio.
—¿Si ganamos, seremos capaces de volar tan alto como esa estrella?
Jela fue la que acudió a responderle, con un dejo amargo en su garganta.
—Si ganamos, Anarchy, si ganamos.
Lo que el Rey Demonio no sabía era que ellos, a pesar de no tener un corazón físico, eran conscientes de los males que cometían contra la raza humana y el hecho de que no eran libres les carcomía hasta lo más profundo de sus existencias, como caminantes sombríos por un sendero de muerte.