Olympic - TaeKook

By Laughlotx

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Los Juegos Olímpicos son dentro de nueve meses y Jeon Jungkook, la promesa de Corea del Sur, está preparado. More

Prólogo
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Final
Epílogo

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By Laughlotx

En cuanto Taehyung se enteró de lo que había pasado mientras conducía hacia el hospital, había creído que Jungkook le rehuiría en cuanto terminase de contárselo. Que se cerraría y se alejaría. Había intentado esquivar el pensamiento, pero no había sido capaz.

Es decir, ¿cómo no pensarlo? Era su mecanismo de defensa, después de todo, y el momento estrella para todo mecanismo de defensa es cualquiera en el que uno se sienta confuso, indeciso, asustado o vulnerable.

Ahora mismo no tenía que escuchar a Jungkook decirlo para saber que sentía todas a la vez.

Lo peor era, quizás, que no podía hacer nada. No era el momento para intentar nada si el chico decidía dejarle fuera, así que lo único que le quedaba era estar allí, acompañándole, aunque fuera a través de una pared.

Minho estaba en la sala de espera cuando llegaron, hablando con un médico. Al parecer Jieun había salido del quirófano hacía unos minutos, pero aún no podían decirles nada sobre su estado, de modo que tomaron asiento y, simplemente, esperaron.

Minki se durmió rápidamente y el resto... fue una tortura.

La sala era amplia y espaciosa, de un blanco tan desgastado que casi parecía gris. En ella los minutos avanzaban lentos como si el tiempo se arrastrara sobre ellos. No había ruido, ni siquiera el de las manillas de un reloj, de modo que los pasos de los médicos que atravesaban el pasillo eran un sonido claro y nítido que cortaba cualquier clase de tranquilidad como una daga, reduciendo la espera a un revoltijo de jirones de lo que alguna vez había sido la calma.

Taehyung no conocía a Jieun. Dentro de lo que cabía su preocupación por la gimnasta era lo suficientemente soportable como para darse cuenta de los cambios en el ambiente a medida que el tiempo pasaba, de modo que eso fue lo que hizo, observarlos.

Había un hombre, al final de la sala, que fue llamado por una doctora y salió con el rostro pálido y una banda alrededor del brazo. Había una madre con un bebé que, en cuanto fue atendida por la doctora, fue bienvenida por una sonrisa de alivio, como si la médica supiera que todo estaba bien antes incluso de escuchar lo que tenía que decir, como si pensara que sólo era una madre primeriza alarmada por un poco de tos.

Taehyung esperaba que así fuera, porque no había vuelto a salir.

Minho, como un reloj de arena, había ido perdiendo los nervios poco a poco. Aunque había comenzado sentado frente a ellos, pero luego su pierna había comenzado a rebotar contra el suelo, impaciente. La falta de respuestas le había ido ganando la batalla y, ahora, caminaba de un lado a otro sin parar. Mirarle era desesperante pero, por alguna razón, como si verle perder la cabeza de alguna manera le mantuviese cuerdo, Taehyung no podía apartar los ojos de él.

Cuando miró a Jungkook el chico también seguía a Minho, pero había una diferencia: sus ojos eran de hielo. Estaba encorvado hacia delante, con los codos apoyados en las rodillas, y parecía una pantera a punto de atacar.

La tensión era tan densa que Taehyung se levantó, haciendo que ambos le miraran.

—Voy a ir a por café. —anunció, deseoso de cortar ese ambiente sofocante. —¿Alguien quiere uno?

—No, gracias. —dijo Minho.

Jungkook solo negó con la cabeza, devolviendo su atención rápidamente a otra parte en cuanto Taehyung le miró, su garganta moviéndose como si hubiera tragado saliva, tirante. Taehyung suspiró.

—No tardo. —dijo antes de irse.

Y no, no tardó. En cuanto el café salió de la máquina, hirviendo, un médico cruzó el pasillo en dirección contraria a la de la sala de espera, y el hecho de que estuviera solo, de que no estuviera acompañando a ningún paciente, encendió las alarmas en su cabeza.

Cuando volvió a la sala, habiéndose tragado el café de un sorbo, Minho se había derretido sobre una silla, sus hombros temblando incontrolablemente, y Jungkook tenía un atisbo de incredulidad en su expresión pétrea que le encogió el corazón más que cualquier llanto.

En menos de un segundo había llegado a su lado y estaba arrodillado frente a él, tomando sus manos entre las suyas.

—Kook, ¿qué ha pasado? —preguntó, apretándoselas. —¿Estás bien?

No, no lo estaba.

Jungkook ni le miró ni le respondió. Tenía los ojos perdidos en algún punto entre ambos, con la expresión congelada a mitad de una mueca que le recordó a las que Minki solía poner el instante antes de llorar, labios entreabiertos y ceño hundido.

Estaba ausente. Taehyung dudaba que le hubiera oído siquiera.

—Jungkook. —le llamó. —Jungkook, mírame.

Pero el chico no se movió.

—Dios... —Taehyung suspiró. No sabía qué hacer, pero necesitaba hacerle reaccionar. Si no lo hacía, si disociaba y empaquetaba sus emociones, fueran las que fueran, por miedo a no poder soportar sentirlas, colapsaría. Quizás no ahora o dentro de un tiempo, pero lo haría. Era mejor que mañana le odiase por haberle obligado a sentir que verle deshacerse poco a poco durante años por no permitirse hacerlo. Le acarició las manos con los pulgares. —Vamos, conejito, tienes que mirarme.

—Déjalo. —dijo a sus espaldas la voz temblorosa de Minho. —No quiere escuchar. Nunca quiere escuchar a nadie. Por eso estamos aquí.

La rabia impresa en sus palabras envió un impulso alarmantemente fuerte a lo largo de Taehyung que le instó a levantarse y alejarlas de Jungkook a patadas, incluso si eso conllevaba un enfrentamiento físico con su dueño. En cualquier otro momento lo habría hecho.

Ahora, sin embargo, solo quería que su chico llorara, gritara, maldijera... algo. Lo que fuera estaba bien.

Lentamente, los ojos de Jungkook se enfocaron en él. Sin muros. La tormentosa marea de emociones era perfectamente visible a través de sus pupilas, fluctuante y desorganizada y confusa y dolorosa. Irónicamente, sin los escudos, expuesta y vulnerable, era la expresión de emociones más clara y abierta que había visto nunca impresa en alguien y Taehyung, aunque sintió el oleaje penetrar en sí mismo, todo aquello que Jungkook contenía clavándose en él, atravesándole, casi arrastrándole con la corriente a medida que emanaba de sus ojos, no osó apartar la mirada.

Los dedos de Jungkook se enroscaron torpemente sobre los suyos.

—Quiero irme a casa. —susurró, su voz naufragando y volviendo a flote demasiadas veces en la misma frase.

Aunque ver cómo su expresión se hundía aún más fue físicamente doloroso, Taehyung negó con la cabeza.

—No puedo dejarte hacer eso. —dijo.

—Pero quiero irme.

—Lo sé, pero has venido para ver a tu amiga. Si te vas no te lo perdonarás.

El labio inferior de Jungkook tembló.

—No quiero. —logró decir. —No quiero verla.

—Kook...

—Taehyung. —Jungkook tragó como si tratara de aliviar un nudo en su garganta y, cuando parecía que iba a continuar, Minho se levantó y salió. Taehyung escuchó sus fuertes pasos alejarse al mismo tiempo que el agarre de Jungkook sobre sus dedos se incrementaba, los ojos del chico comenzando a brillar. —Por favor.

...

Taehyung bajó del coche, abrió la puerta trasera y se inclinó dentro para desabrochar a Minki, que yacía dormido con la cabeza echada hacia un lado, cuando la voz de Jungkook, que no había abierto la boca desde que se fueron del hospital, le sorprendió.

—¿Puedo hacerlo yo?

Sonó... seguro, más reconstruido.

Más de lo que había esperado, al menos.

Asintiendo, Taehyung se apartó y dejó que él se acercara y cargara a su hijo hasta su habitación. Entró antes que él y le acompañó, abriéndole las puertas y apartando las mantas para que pudiera depositarlo en la cama. Le quitaron los zapatos y la chaqueta y le cubrieron sin ponerle el pijama. Ambos estaban muy cansados como para eso.

En realidad, Taehyung estaba tan cansado que no pretendía interrogar a Jungkook hoy. Quizás mañana, si veía que se encontraba mejor, le preguntara qué había pasado para que hubiera querido irse de pronto, y se sentiría afortunado si el chico escogía contarle algo más. Por ahora, lo único que quería era lograr que los dos conciliaran el sueño, porque algo le decía que no iba a ser tarea fácil. Jungkook no iba a colaborar, porque Jungkook no era...

—Está en coma por un traumatismo craneal.

Taehyung pestañeó hacia Jungkook. Él estaba observando a Minki dormir, pero se giró también hacia él y se encogió de hombros, una sonrisa rota tirando de sus labios.

—Se dio un golpe en la cabeza, Tae. —dijo con la voz sobrecogida. —Se dio un golpe en la cabeza por entrenar sola.

—¿Y la operación? ¿Por qué la estaban operando si no...?

—Fue después, al terminar. La herida provocó un aumento en la presión intracraneana o... algo así. La estaban operando porque se rompió la columna. —Su sonrisa se abrió en una pequeña risa amarga. —Aunque se despierte no va a poder volver a la gimnasia.

Eso no es lo importante, pensó Taehyung, pero no lo dijo.

—¿Se va a despertar? —preguntó en su lugar.

—No lo saben. Dijeron que no debería haber entrado en coma en un primer lugar, pero estaba muy débil. Últimamente ella... —Hizo un movimiento errático con la mano. —Ya te dije que estaba en un agujero. Dicen que tenemos que esperar.

—¿Y tú cómo te sientes?

Jungkook se tomó un momento para pensárselo. Eso le tranquilizó, porque al menos, aunque contestase que se encontraba mal, significaba que estaba tratando de comprender lo que ocurría en su interior en lugar de negárselo directamente.

Tras un momento, esta vez con expresión dubitativa, se encogió de hombros de nuevo.

—No lo sé. —respondió. —Ya no hablábamos tanto, pero siempre ha sido mi amiga y yo... No quiero verla así. Quiero que despierte, pero no quiero que vuelva a ser... —Se interrumpió a sí mismo para mirar hacia arriba durante un instante, pestañeando con rapidez. —Estaba en un sitio horrible. El perfeccionismo nunca lleva a la perfección, era ella la que solía decírmelo a mí y no al revés, pero es engañoso y contagioso y adictivo. Todos los que hemos llegado a este punto en nuestra carrera deportiva tenemos predisposición a caer en ello. Yo nunca he luchado contra esa parte de mí hasta que llegaste tú. —Lo dijo con tanta simpleza que Taehyung casi no sintió cuando su corazón se saltó un latido. Jungkook suspiró. —Ella siempre estaba pendiente de mí, Tae, y sé que vas a decirme que no, pero verme autodestruirme la ha llevado a hacerlo.

Por Dios.

—No voy a decirte que no. —Taehyung dijo, porque era cierto. Él también había estado bajo toda la presión a la que tanto Jungkook como Jieun se enfrentaban y también sabía que los extremismos, incluso si eran de algo que en un principio puede parecer positivo, sólo aportan la falsa sensación de control sin la que luego parece imposible continuar. —Pero no es culpa tuya.

—Lo sé. —Sonrió, pero no era real.

—Kook. No lo es. Los dos caísteis en lo mismo. Que tu caída fuera antes y propiciase la suya no significa que ella no hubiera caído si a ti no te hubiera pasado. Tú lo has dicho, tenéis predisposición. Habría encontrado otra razón para empezar.

Jungkook asintió, abrazándose a sí mismo.

—Lo sé. —repitió. —Racionalmente lo sé, pero no es tan fácil.

La autoprotección que emanaba de su gesto hizo que Taehyung suspirara. No quería pasarse con el chico. Sobre todo cuando todo estaba tan reciente.

Quería decirle muchas cosas. Que entendía su punto de vista, que comprendía su dolor, que un coma no era una sentencia de muerte. Que aunque así lo sintiese no era su trabajo salvar a nadie, sobre todo si esa persona se negaba, y que el hecho de que él hubiera sanado no significaba que le debiera algo a los enfermos. Que había una diferencia entre ayudar y sacrificarse con una línea tan fina entre ambas como la que separaba ser un necesitado de ser una carga.

En lugar de todo eso, lo que hizo fue acercarse. Jungkook desenvolvió los brazos de alrededor de su propio cuerpo y se abrazó a él con tanta naturalidad, apoyando la barbilla en el centro de su pecho, que Taehyung no pudo sino llenarle la cara de besos, intentando hacerle sentir un poco, sólo un poco mejor.

Ojalá pudiera ayudarle más. Pero incluso él, un entrenador, sabía que esto era algo que solo Jungkook podía superar. Él le apoyaría, pero el chico, tal y como había decidido salir de su agujero, tal y como Jieun no lo había hecho, tenía que escoger salir por sí mismo. No sólo él, ambos lo sabían. El pensamiento flotaba entre ellos como un fantasma.

Esperaba que Jungkook se pusiera en marcha pero, por ahora, agradecía estar dentro de sus muros mientras lo hacía.

...

Jungkook suspiró mientras sentía los besos de Taehyung en la cara. Suaves en su frente, sonoros en sus mejillas, cariñosos en su nariz y apenas un roce sobre sus párpados.

Fue tan dulce que quiso llorar.

La furia corría por sus venas. Era tanta, tan intensa, que no podía encontrar en sí mismo la energía para darse la vuelta y comenzar a romper cosas. Romperlo todo, como quería. Llamar a los padres de Jieun y decirles que si su hija estaba en coma era por su culpa, por haber impreso en ella expectativas inalcanzables como si fueran requisitos para recibir su amor. Llamar a Bogum y decirle que si su gimnasta estaba en coma era por su culpa, por haber permitido que se inscribiera en una competición para la que claramente no estaba lista. A Minho, por haberla visto consumirse y no haber hecho nada al respecto. A Minjae, por haberla saludado aquella vez y no haberse dado cuenta. A todos, en realidad, a cualquiera. Porque todos la habían visto y nadie se había dado cuenta.

No quería verla. No podía. Él también era uno de esos que habían ignorado su necesidad y ahora mirarla sería un insulto. Y le destrozaría. Y le marcaría con una imagen con la que no quería recordarla.

Sabía que Taehyung no le había juzgado por no haber entrado a visitarla, y que no lo haría en ningún momento, aunque no lo entendiera. Sabía que no había escuchado lo que Minho había dicho sobre él en la sala de espera. Sabía que el hombre le quería. Por alguna razón, fuera la que fuera, lo hacía, porque siempre había sido mucho mejor persona que él.

Pero también era más iluso.

Jungkook sabía la dura verdad. Si alguien merecía estar en esa cama, no era Jieun. No la primera vez que entrenaba sola. No la primera vez que caía. No, no cuando él había tenido tantas segundas oportunidades y las había ido tirando a la basura.

Pero había pasado. El componente suerte había entrado en la partida y había ganado. Y Jieun, como consecuencia, había perdido.

No importaba lo que nadie dijera. Se había acabado. No importaba si Jieun nunca despertaba porque, aunque lo hiciera, jamás volvería a competir. Esa, la consecuencia más trivial para cualquier persona cuya vida está en juego, era la más devastadora para una cuya vida se basaba en la gimnasia. La destrozaría. La aplastaría hasta tal punto que desearía morir.

Jungkook era demasiado egoísta como para verla intentándolo después de casi lograrlo sin querer. Era demasiado egoísta en general y, como toda persona egoísta, apretó más fuerte contra sí a aquella a la que no merecía.

Taehyung le sonrió con dulzura.

—Vamos a dormir. —susurró. —Mañana veremos las cosas con otra perspectiva.

Y Jungkook obedeció, porque los ojos del hombre brillaban con preocupación y sinceridad y sus manos eran tiernas como un hogar al que siempre volver aunque no se hubiera ido y Jieun estaba en coma y él iba a llorar, pero no lo hizo.

Kim Taehyung era un iluso. El mayor que había conocido.

Jeon Jungkook le quería. No iba a soltarle.

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