Eisherz

By leisydiaz14

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«Él está encerrado en mi sótano y yo estoy condenada a enamorarme de él.» Desde el día en que Madison descubr... More

ADVERTENCIA
PREFACIO
Capítulo 1: Malakai
Capítulo 2: Despertar
Capítulo 3: Extraño
Capítulo 4: Sonrisa
Capítulo 5: Hambre
Capítulo 6: Genio
Capítulo 7: Volar
Capítulo 8: Secuestradora
Capítulo 9: Cavernícola
Capítulo 10: Temperatura
Personajes
Capítulo 11: Aren
Capítulo 12: Reloj
Capítulo 13: Importante
Capítulo 14: Corazón
Capítulo 16: ¿Sorpresa?
Capítulo 17: Hermano
Capítulo 18: Proteger
Capítulo 19: Cita
Capítulo 20: Dibujo
Capítulo 21: Betsy
Capítulo 22: Límites
Capítulo 23: Almas
Capítulo 24: Pensamientos
Capítulo 25: Traición
Capítulo 26: Órganos
Capítulo 27: Cuento
Capítulo 28: Luz
Capítulo 29: Roto
Capítulo 30: Destrucción
Epílogo

Capítulo 15: Beso

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By leisydiaz14

Parecía que el tiempo se hubiera detenido a mi alrededor. Mis oídos pitaban como si estuviera a punto de explotarme la cabeza. Incluso se podía decir que no estaba respirando.

No. No. No. No puede estar pasando esto de nuevo. —eran las palabras que se repetían una y otra vez en mi cabeza.

Basta. Tienes que respirar.

Escuchaba la voz de mi conciencia como un leve murmuro, pero no la entendía. ¿Qué decía? No lo sé. No me importaba. Lo único que yo sabía en ese momento era que mi corazón estaba a punto de quebrarse una vez más. Vivía con la posibilidad de que mi chico un día no volviera a despertar después de una ola de calor, pero nunca imaginé esto.

Quizás si no hubiera estado tan ajena al mundo que me rodeaba, me hubiera percatado de que el reloj de mi chico no estaba sonando, a pesar de la buena calentura que parecía estar teniendo con ese beso, porque prácticamente, no había ningún reloj en su muñeca.

Fruncí el ceño, intentando comprender lo que estaba pasando.

En ese instante, sentí como una puerta a mi lado en el pasillo se abría. Ladeé la cabeza y observé cómo Eisherz se abrochaba la bragueta del pantalón y comenzaba a caminar hacia mí. No se me hizo muy difícil atar cabos después de eso.

—¡Madi...! —exclamó mi chico al momento en que se percató de mi presencia, pero yo lo silencié con una mirada fulminante.

—¿Eso qué...? —escuché la voz de mi vecina desde dentro de la habitación y en seguida posé mis ojos en ella.

—No es nada.

Aren —con la carcasa de mi chico— la había girado hasta quedar ella de espaldas a la entrada, quedando él con sus dos fauces cambiando entre colores grises y rojos, fijos en mí mientras aún la besaba, si a esa muestra de pasión al extremo se le podía llamar beso. Comencé a cerrar la puerta, antes de llamar más la atención de la chica. El perezoso me guiñó un ojo antes de que dejara de verlo por completo y yo negué con la cabeza.

—¿Qué pasa? —cuestionó Eisherz, quién ahora ya estaba junto a mí.

—Aren pasa. —mascullé entredientes.

—¿Qué hizo ahora? —mi chico puso los ojos en blanco y se cruzó de brazos.

—Se está besando con Betsy.

—Oh... —su expresión se tambaleó por un instante.— Eso es... ¿algo normal?

—Perdón, déjame completar la frase. —inquirí— Se está besando con Betsy, fingiendo ser tú.

—¡¿Cómo?! —exclamó Eisherz y yo me sobresalté.

—¡Shh! —posé mi mano sobre sus labios y lo conduje escaleras abajo— Te pueden escuchar.

Dejé el bolso sobre la encimera de la cocina. Abrí la puerta trasera que estaba al lado de las escaleras que daban hacia el sótano y salí con mi chico al exterior. Nos detuvimos justo debajo del árbol en el que jugaba cuando era pequeña.

El reloj de Eisherz comenzó a sonar de repente. Lo observé con curiosidad, y fue entonces cuando me percaté de nuestra cercanía. No había apartado mi brazo. El contacto de mi mano con sus labios fríos, lo sentí como si me estuviera quemando la piel. Eso era lo único que evitaba que nuestros labios se tocaran.

La puerta del patio se cerró por sí sola, movida por el intenso aire que acarreaba cada cierto tiempo e hizo el ruido suficiente para que yo quitara mi mano y bajara la mirada con temor a lo que Eisherz podía ver en mis ojos.

—Maldito Aren. —soltó de repente, sentándose sobre el pasto verde. Sus palabras esfumaron la vergüenza que había comenzado a sentir y me devolvieron al momento en que estábamos.

—Sí. Es una putada que haya usado tu rostro para besar a Betsy. —correspondí, sentándome a su lado.

—Se suponía que solo lo usaría por un momento...

Fruncí el entrecejo.

—¿De qué hablas? —cuestioné. Eisherz se sobó la parte trasera de su cabeza.

—Aren me estaba enseñando cómo tenía que actuar cuando tú llegaras.

—¿Yo? —ladeé la cabeza— ¿Qué tengo que ver yo con todo esto?

—Hace un mes que nos conocemos, Mad. —expresó con una sonrisa casi imperceptible.

Técnicamente, lo conoces desde hace años. Pero bueno, eso él no lo sabe.

Has silencio, qué no me dejas centrarme en lo importante.

—Y quería prepararte algo especial para esta noche. —masculló— Por eso todas las velas y flores.

—Pero, ¿y Aren qué pinta en todo esto?

—Él fue el que me dio la idea y me ayudó a montar todo. Yo estaba muy nervioso —Eisherz comenzó a juguetear con sus dedos— y Aren se transformó en mí para enseñarme lo que tenía que hacer en cuanto tú entraras por esa puerta. Yo fui un segundo al baño, así que no sé qué pinta Betsy en todo esto, ni por qué la estaba besando.

Me quedé observándolo por unos segundos antes de hablar.

—¿Y qué te dijo Aren que hicieras cuando yo llegara?

Eisherz ladeó la cabeza. Sus hebras de cabello comenzaron a moverse a consecuencia del viento que nos azotaba. El tiempo estaba nublado. Se podía oler la humedad en el ambiente. Apenas se vislumbraba el reflejo del sol escondido tras las nubes.

—Que te besara. —exclamó. Su tono de voz había cambiado, era más profundo.— Con pasión. Hasta que me resultara difícil respirar.

Tragué en seco.

Sabía que Aren era de los míos.

—¿Y qué más?

—Qué te mordiera el labio inferior y que dejara que nuestras lenguas bailaran al compás. —se detuvo para colocar su mano justo al lado de la mía sobre el pasto sin dejar de mirarme.— Qué apretara una de tus nalgas por encima de la ropa para así acercarte lo más posible a mi cuerpo.

Podía sentir una chispa caliente en los dedos que tenía sobre la hierba y que ansiaban que él los tocaran. Estaban tan cerca de los suyos, solo un mínimo movimiento y la electricidad encontraría su camino.

—¿Ujumm? —murmuré, con la esperanza de que continuara.

—Qué te levantara del suelo y dejara que tus piernas envolvieran mi cintura mientras yo te sostenía por el trasero.

Eisherz se mojó los labios. Ahora se estaba inclinando hacia mí. Oficialmente había dejado de respirar. Necesitaba besarlo. Tenía que hacerlo. Quería sentirlo. Me sentía a punto de explotar solo con sus palabras.

—Entonces rompía nuestro beso para dejarte caer sobre la cama y...

—Betsy se acaba de ir.

En cuanto escuchamos a Aren, Eisherz y yo nos giramos hacia el lado contrario en que estábamos, quedando de espaldas el uno del otro.

¡Joder!

Sí, consciencia. Joder.

—¿Interrumpo algo? —preguntó el puto de Aren.

Que no se note lo molesta que estás, Madison Smith.

—¿Interrumpir? ¿Tú? Naaa Para nada. ¿Por qué pensarías algo así? —ironicé.

Te daría un Óscar por lo buena actriz que eres. —si mi consciencia tuviera una figura corpórea, juraría que estaría negando con la cabeza.

—Porque Eisherz está alterado. —expuso Aren deteniéndose frente a nosotros con los brazos cruzados.

En ese instante es que fui consciente de que el reloj de mi chico estaba sonando a una velocidad preocupante. Me giré hacia él inmediatamente. Eisherz tenía su mano sobre el pecho y su piel se estaba tornando de un tono rojizo.

—¿Eisherz? —me agaché frente a él— ¿Estás bien?

—Frío. Necesito... frío. —masculló con falta de aire.

Entre Aren y yo, lo llevamos hacia el sótano. No hacía falta meterlo en la cápsula ya que aún estaba consciente. Por lo que bajé la temperatura de los aires acondicionados hasta el mínimo y dejé que se sentara en el sofá. Ojos rojos le quito la ropa y lo dejó solo en bóxers, por petición mía, si hubiera sido por él, mi chico estaría completamente desnudo.

El reloj había comenzado a detener su frecuencia y mi chico estaba recuperando su color.

Me estaba muriendo del frío allí dentro, por lo que decidí dejarlo solo con Aren.

Mientras subía las escaleras abrazándome a mí misma, solo podía pensar en que casi llevo a Eisherz a la muerte. Ni siquiera habíamos hecho ni una pizca de lo que él estaba diciendo y su temperatura había subido hasta rozar los límites peligrosos. No podía volver a hacer algo así. Creo que no debería ni besarlo de nuevo. Su estabilidad era lo primero para mí.

¿Debes estar bromeando?

Nunca jugaría con algo así.

—Terroncito. —exclamó Aren, entrando a la sala mientras yo apagaba las velas y encendía las luces.

—¿Qué quieres?

—Quiero saber cómo te encuentras.

—Estoy perfectamente. Yo no soy la que estuvo a punto de morir por un subidón de calor. —declaré mientras guardaba las velas en una caja, con más ímpetu de lo normal.

No paraba de pensar en que era mi culpa. Lo que le había pasado a Eisherz había sido por mí. Yo fui quién le dijo que evitara hacer cosas que subieran su temperatura y ahora había sido yo quién había provocado que pasara exactamente eso.

—Terroncito.

—¿Qué? —exclamé, arrastrando la e, con fastidio.

—Mírame.

Su orden fue clara, precisa. Me coloqué un mechón de cabello detrás de la oreja y me giré. Me regaló una sonrisa de boca cerrada. Resultaba algo reconfortante.

—Todo va a estar bien.

Por alguna razón, me creí sus palabras. A lo mejor era lo que necesitaba.

Asentí. Busqué la escoba y comencé a barrer las rosas desperdigadas en el suelo mientras Aren me observaba en silencio. De repente, recordé lo sucedido hace unos minutos.

—A todas estas. —hablé— ¿Qué hacía Betsy aquí?

—Apareció frente a mí cuando Eisherz no estaba. No pude volver a mí forma con ella delante.

—Pero... no entiendo. ¿Cómo entró?

—Dejamos la puerta abierta para que entraras.

—Sabes que yo tengo llave, ¿verdad?

—Sí, lo sé. Pero en ese momento no pensamos en ello. Eso es lo que hacían en las películas y eso hicimos. —se encogió de hombros.

Puse los ojos en blanco.

No son de este mundo, Madison. No puedes juzgarlos por eso.

—El caso es que ella entró y siguió el camino que Eisherz había dejado para ti. Nos encontramos en tu habitación.

—¿Y entonces?

—Fue muy raro. Cuando me vio comenzó a llorar.

—¿A llorar?

Asintió.

—Me tomó por sorpresa. Intenté consolarla, pero entonces —se detuvo abriéndole paso al suspenso— me besó.

—¿Te besó? ¿Ella a ti? —no pude ocultar el tono de incredulidad en mi voz.

—Sip.

—¿Y no la apartaste?

—¿Por qué iba a hacerlo? —ojos rojos frunció el ceño.

—¡Porque estabas en la forma de Eisherz! ¿No te parece una razón suficiente?

—Es que... sus labios —Aren se llevó los dedos a su boca y suspiró— sabían muy bien. No pude resistirme.

Negué con la cabeza.

—Ahora esa chica va a pensar que Eisherz le correspondió el beso. —me llevé las manos al rostro, intentando canalizar mi frustración.

—Eso es un problema... para ti. —declaró, señalándome mientras sonreía de boca cerrada.

Es un imbécil.

A mí me cae bien.

Tú te callas.

Puse mala cara y continué limpiando el salón, ignorando la existencia de cierto ser.

Mi cabeza estaba viajando a otro lugar ahora mismo. A pesar de que había sido Aren, la imagen de mi chico besando a Betsy, no salía de mi mente. Es decir, ella le había besado. Incluso había llorado antes de eso. ¿Por qué lo había hecho?

He de admitir que había comenzado a confiar en ella. Yo, qué no confío ni en mi propia sombra. Pero con lo que sucedió hoy, todo se fue por el desagüe.

Sentí la presencia de mi chico en el salón cuando volvía de sacar la basura.

—Creo que el entrenamiento de hoy nos lo podemos saltar. —inquirió ojos rojos colocándole una mano sobre el hombro de mi chico.

—¿Estás seguro? —replicó mi chico. Agarré mi bolso de la encimera y fingí que no me interesaba en lo más mínimo la conversación.

—Solo es un día y tú, necesitas descansar.

—Si tú lo dices.

Estaba pasando justo por al lado de ambos, cuando sentí que me sostuvieron del brazo.

—Mad. —miré a mi chico. Ignoré el salto que dio mi corazón— Hablemos.

Sin decir nada más, me llevó con él hasta mi habitación. Aún no había recogido las velas y flores en su interior. Intenté encender la luz, pero Eisherz me lo impidió.

—Déjalo así. Esto lo preparé para ti, de todos modos.

Me acerqué a la ventana mientras Eisherz cerraba la puerta de mi cuarto. Afuera había comenzado a llover. Estiré la mano para sentir las gotas de agua caer en mi piel. Me resultaba reconfortante.

—Me gustaría terminar la conversación que tuvimos hace un rato. —habló primero.

—No sé de qué hablas. —negué levemente, escudándome en que no lo podía ver ya que me encontraba de espaldas a él.

—De lo que te estaba contando antes. En el patio.

Me quedé en silencio. No podía hablar.

—¿Madison? —inquirió, esta vez lo sentí mucho más cerca de mí.

—¿Ujumm?

—La conversación...

—No creo que deberíamos. —decreté.

—¿Por qué no?

—No podemos.

—Yo sentí cosas ahí fuera... y creo tú también. ¿Me equivoco?

Sentía un nudo en la garganta.

—¿Me equivoco? —repitió.

—Sí... —mascullé.

—¿Qué dijiste?

—¡Qué sí! —exclamé, girándome hacia él— Te equivocas.

La expresión de mi chico flaqueó.

—Mientes.

—No lo hago.

—No te creo. Tu expresión... tu cuerpo, no me decían lo mismo en ese momento. —declaró.

—¿Tú qué vas a saber? No eres yo como para decirme lo que siento o no. —sentí que cada palabra salía forzada de mis labios. La garganta me quemaba.— No sentí nada.

¿Qué demonios estás haciendo?

No puedo estar con él. No quiero ponerlo en peligro de nuevo. Si tengo que sacrificar mi felicidad para que él viva, lo haré encantada.

Te vas a arrepentir de esto.

—Ahora dímelo de nuevo mirándome a los ojos. —Eisherz restó la distancia que había entre nosotros y levantó mi barbilla, provocando que fijara mi mirada en sus dos fauces grises.

—No puedo... —mascullé intentando bajar mi rostro.

—Dímelo. —ejerció presión en mi mentón de nuevo.— Solo así voy a creerte.

—No puedo. Eisherz...

—Dímelo de una vez.

—Eisherz.

—¡Dilo! —exigió.

—¡No puedo hacerlo! —elevé mi tono de voz.

—¡¿Por qué?!

—¡PORQUE TE AMO! —exclamé al mismo tiempo en que mi vista se nubló. El rostro de mi chico se contrajo de la sorpresa.— ¡Te amo lo suficiente como para no querer que mueras por mi culpa! ¡No quiero ser la causante de que tu temperatura suba! ¡No quiero que por un maldito calentón o por un beso, termines dentro de esa cápsula de nuevo jugándote la vida!

Mi respiración era una mierda. Mi pecho subía y bajaba sin parar. Había perdido el control de mis palabras. Era la primera vez que me pasaba. Nunca antes había dicho esas palabras a una persona ajena a mi familia. Ni siquiera a Daila, antes de que me dejara. A pesar de que lo sentía, no podía poner esa carga en la otra persona.

Porque así era como veía a mis sentimientos: como una carga.

Mi chico sonrió, me sostuvo de las mejillas y me dio un beso corto.

—Eisherz no... —mascullé cuando unió nuestras frentes. No podíamos hacer esto.

Volvió a besarme sin dejar la sonrisa de lado. Cuando se separó de mí, se movió hacia mi ventana, se subió en el muro de abajo y, sin previo aviso, se lanzó en picado.

Por un mili-segundo, me paralicé. Mis ojos se abrieron de par en par y mi respiración se detuvo. Coloqué mis manos en el borde la ventana, me arrodillé en el muro dónde pasaba la mayor parte del tiempo sentada cuando quería despejar y, mientras temblaba, me asomé. Mi chico estaba acostado sobre el césped, con los ojos cerrados y el agua de la lluvia cayendo sobre él.

—¡Eisherz! —grité— ¡Eisherz!

Era consciente de que mi chico sabía volar. Lo más probable era que estuviera bien. No obstante, como no me respondía, me asusté. En menos de un segundo, estaba abriendo la puerta principal de mi casa, luego de haber ignorado a Aren cuando intentó hablarme, y arrodillándome al lado de Eisherz.

Mi ropa consiguió empaparse en segundos. Las gotas de lluvia caían por mi rostro, nublándome la vista y obligándome a fruncir el ceño.

—¡Ey! ¡Eisherz! —lo zarandeé por los hombros. No me respondió.

Sostuve su mano y revisé su temperatura. 31.5 grados centígrados. Estaba muy bien. Demasiado diría yo.

Esta vez, llevé mi mano hasta su pecho desnudo, su piel estaba fría y mojada. y me enfoqué en los latidos de su corazón. Me sobresalté. Su ritmo cardíaco, era de locos. Parecía que tuviera una puta locomotora ahí dentro. Su temperatura debería de estar por los cielos.

En ese instante, Eisherz abrió sus ojos y me cogió de la muñeca.

—Me dijiste que cuando quisiera hacer algo que me pusiera nervioso, me diera una ducha con agua fría primero. —exclamó y luego miró hacia el cielo con una gran sonrisa. Seguí su mirada. La lluvia. Por supuesto. ¿Cómo no me había percatado antes?— Y ahora mismo hay algo que me muero por hacer.

Lo que vino después, sucedió muy rápido. Eisherz se levantó, quedando sentado sobre el césped, y me jaló por la muñeca hacia él, capturando mis labios con los suyos.

Toda duda que una vez sentí, se desvaneció en el aire. Tenía miedo por las consecuencias pero, en ese instante, decidí dejarme llevar por mis sentimientos. Así que, enrollé mis manos en su cuello, profundizando el beso. Ya no me iba a conformar con simple roce de labios, ahora quería más, mucho más...

Nuestras lenguas se movían al compás y por primera vez en mucho tiempo me sentía completa. Sin separar nuestros labios, Eisherz comenzó a acariciar el hueco de mi espalda con su mano, lo que llevó a que mi cuerpo reaccionara por sí solo y me pusiera a horcajadas sobre él. Podía sentirlo todo, cada mordida, cada caricia de sus dedos...

Y no nos olvidemos del bulto en su entrepierna.

Joder... no era algo que podría ignorar fácilmente, teniendo en cuenta que la única prenda que llevaba Eisherz, era un bóxer.

Mi chico mordió mi labio inferior al momento en que nos separamos para recuperar nuestra respiración.

—Estás temblando. —masculló Eisherz con ese tono de voz profundo que ya se había convertido en mi favorito.

Estaba lloviendo y ambos estábamos empapados. Posiblemente muriera de un resfriado luego de esto, pero ahora mismo podría importarme menos.

—Ni me había dado cuenta. —exclamé y estaba siendo completamente sincera.

Él soltó una carcajada y yo no pude evitar acompañarlo.

Y ahí estábamos, un ser de otro mundo y una simple humana, sentados sobre la hierba con la lluvia cayendo sobre nosotros, riéndonos al compás luego de haber dado un paso más en nuestra relación. Sin saber que, en la casa contigua, una chica nos miraba a través de la ventana con la mandíbula tensa y un nudo en la garganta, mientras estrujaba en uno de sus puños, la fotografía que lo cambiaría todo.

❄❄❄❄❄❄❄❄❄❄

¡Holiss, congeladas!

Por aquí comenten las que se asustaron con el final del capítulo pasado.

Y por aquí, las que se imaginaron que era el perezoso jjj.

Este capítulo lo escribí dos veces, porque la primera vez no me convenció y tuve que rehacerlo desde el inicio. Pero aquí está.

Fangirleen conmigo por EL BESO aquí. Las leo.

Y el significado de ese final... pues lo sabrán más adelante.

XOXO La Congelada Mayor

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