Capítulo 3: Extraño

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Mientras que a mi cuerpo parecía que le habían presionado el botón de pausa, mi corazón luchaba por querer salirse de órbita

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Mientras que a mi cuerpo parecía que le habían presionado el botón de pausa, mi corazón luchaba por querer salirse de órbita. No sabía que hacer con lo que estaba ocurriendo. No sabía que decir. Simplemente, no sabía nada. Se podía decir que había perdido el norte.

Esperaba que él hiciera algo más que mirarme. Cómo mínimo, que me mandara a la mierda por haberme demorado tanto en despertarlo. O qué, al contrario, me preguntara quién era yo.

Pero para lo que no estaba preparada, fue para las palabras que salieron de su boca.

— Enenaw iak? — murmuró con los ojos entornados y confusos en mi dirección.

Tú madre, por si acaso...

¿Qué carajos significaba eso?

— ¿Eh? — fue lo único que pude pronunciar, cuando vi como comenzaba a dar pasos fuera de la máquina.

Algo que me tenía muy sorprendida, era que no tuviera ni un solo efecto secundario por haberse despertado de un sueño profundo en el hielo. O sea, nunca nadie había vuelto a la vida con este experimento, pero suponía que sería como una operación: que necesitaría de unos días para recuperarse.

Pero este chico, no parecía para nada afectado.

— Emm... — titubeé cuando me percaté de que sus pies descalzos tocaron el suelo.

Él, recorría con la mirada, todo a nuestro alrededor. Mientras que yo, no dejaba de mirarlo ni un segundo. Me encontraba completamente fascinada y, a la vez, aterrorizada por él.

— Emm... — intenté nuevamente — ¿Hola?

Giró su rostro hacia mí y ladeó la cabeza, mirándome de pies a cabeza.

— Ab ak ecmihaf nab — añadió, mordiéndose levemente el labio inferior y negando con la cabeza.

— No te... entiendo. — logré decir, formando una sonrisa rápida e incómoda, que desapareció en menos de lo cantaba un gallo.

Una cuchara, es más lista que tú.

¡Estoy frente a la persona que amé desde que era una cría! ¿Cómo quieres que actúe, maldita conciencia?

— Emm... — al parecer hablaba otro idioma, así que lo mejor sería que le hablara por gestos. — Tú — exclamé señalándolo.

Él tardó en comprender lo que estaba haciendo, hasta que colocó la mano en su pecho y exclamó: — ¿In?

— Si, sí. In. — asentí con felicidad, mientras qué él solo me miraba como a una extraña. — Emm... — ¿Cómo demonios le gesticulaba "nombre"?

— ¡Madison! ¿Estás ahí? — escuchar la voz de mi tío, desde el piso de arriba, me alertó a nivel estratosférico.

— ¡Mierda! — exclamé.

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