Maddie

By SergiND

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Samuel siempre creyó que tendría una vida plana, sin muchas emociones, aunque eso cambió tras conocer a Maddi... More

Prólogo
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By SergiND


Esperamos en mi piso a la agente Carpenter, no tardó demasiado en llegar. Cuando entró por la puerta, ella nos miró a todos, sabía que la estábamos esperando inquietos, nerviosos, y preocupados. Nos puso al día, y menudo giro habían dado las cosas.

Al parecer, la policía ya había dado la orden de detención contra Markus, ya que, con la testificación de Oliver, de Hogarth, y, sobre todo, la grabadora de Maddie, era cuestión de tiempo. Para sorpresa de todos, cuando fueron a su enorme casa de persona rica, se toparon con Charlotte cubierta de sangre de arriba abajo. Había perdido el control de sí misma, cualquier razonamiento, al enterarse de que su novio la iba a despachar y sustituirla por Maddie.

Sinceramente, era cuestión de tiempo. Con Maddie al lado de Markus, su relación no iba a llegar mucho más lejos, simplemente la había estado utilizando, como un producto. Y si lo único que ves sobre esa persona a la que amas es cómo se dedica a matar a personas, por mucho que lo trates de romantizar, eso te trastorna por dentro. Charlotte iría a la cárcel, bastantes años, por cómplice de las víctimas de Markus y por terminar con la vida del mismo.

Sobre Maddie, Carpenter nos dijo que llegaron en el momento justo antes de que Charlotte le rajara la garganta, obviamente cree que la culpa de todo la tiene ella, no Markus. Finalmente, llamaron a la puerta.

- Voy a abrir, un segundo – Corrí un poco, aunque me dolía un poco el abdomen todavía. Al abrir, allí estaba ella, la chica de la que me enamoré, la que tenía la voz de una sirena. Me quedé un instante contemplándola.

- Siento... - Comenzó a hablar – Siento haberte dejado ti... - No pude aguantar un segundo más, la agarré por la cintura, firmemente, y la besé. Tenía los labios fríos, pero no pasó mucho hasta que cambiaron a un tono más cálido. Por fin estaba allí, conmigo, con nosotros, parecía un sueño.

- Cómo me alegro de verte... - Dije, con la lágrima a punto de bajar por mi mejilla.

- Y yo... - Me sonrió. Cómo echaba de menos aquella sonrisa – Creí que habías...

- Por un momento yo también, la verdad. Pero ya está, estás aquí, estamos juntos.

- ¿Vais a quedaros en la entrada comiéndoos la boca, o podemos celebrar juntos que la chiquilla ha vuelto de una pieza? – Bromeó Matt.

- Sí, sí, perdona... - Le hice entrar y cerré la puerta.

- ¡Venid aquí vosotros dos! – Maddie agarró a Dustin y Matt, abrazándoles con fuerza. Luego miró a Hogarth.

- Hola, Maddie – Dijo él, algo cortado.

- Me dijeron lo que habías estado haciendo, aportando información al caso, y demás... Gracias – Finalmente le mostró que no le guardaba ningún rencor.

- ¿Y para mí no hay ni un "hola"? – Oliver se acercó desde el final del pasillo. Maddie se quedó quieta un par de segundos.

- Madre mía... O-Oliver – Saltó a abrazarle, con un tono apagado. Duró varios segundos, no quería despegarse de él.

- Eh, eh, oye...

- ¡Lo siento, lo siento muchísimo! – Rompió a llorar en un instante.

- Maddie, mírame, vamos mírame – La cogió por los hombros. – No pasa nada.

- P-pero quería ir a verte, e-en el hospital, yo... N-no...

- ¡Hay que ver, qué dramas eres siempre! – Se rio – Mírame, estoy enterito, he estado roncando unos meses, eso es todo.

- ¿Qué haces aquí? Supuse que lo último que harías sería buscarme.

- Pues supusiste mal. A los días de despertarme, Markus entró en mi habitación, asegurándome que me volvería a mandar al hospital como tuviese la poca inteligencia de buscarte.

- ¿Y qué hiciste?

- Pues buscarte – Sonrió. – Lo curioso, es que tus amigos me encontraron antes, la policía me contó lo ocurrido y quise colaborar con la detención de ese monstruo.

- Lo importante es que todos estamos bien ahora – Dije.

- No, todos no... - Me miró – La agente Carpenter me ha dicho que hoy ha sido el funeral. ¿Charlie está bien?

- Saldrá adelante, él más que nadie - Respondí, algo decaído.

- Me siento culpable.

- Y yo, pero ambos sabemos que solo hay un responsable – Aclaré, dándole otro abrazo.

- Chicos, habrá un juicio para Charlotte – Carpenter se acercó. – Ya os aseguro que no saldrá impune de esto.

- Asistiremos, puede que esa chica perdiese la cabeza al lado de una persona como Markus, pero, ella también permitió que ocurrieran ciertas cosas – Dustin dio un paso.

- De acuerdo, ¿necesitáis algo más de mí? – Preguntó la poli.

- No, creo que todos nos merecemos un descanso. Gracias de nuevo, Carpenter, por todo – Le estreché la mano.

- Es mi trabajo, me alegro de que estéis bien – Se dirigió a la puerta. – Os llamarán, estad atentos al teléfono.

- Lo haremos – Y luego, salió del piso.

Decidimos salir a cenar todos juntos para relajarnos de todo aquel día caótico. Maddie no hacía más que decir "Pizza", así que la llevamos a comer pizza. Estuvimos charlando, Oliver nos contaba cómo Maddie se copiaba de él en los exámenes del instituto, ella a cambio le compraba películas de serie B para verlas en su casa. En el momento en que descubrimos que existía una película llamada "Rubber", la cual iba sobre un neumático que mataba gente. Nuestras vidas no volvieron a ser las mismas.

Hablamos sobre Liv, sobre sus padres, recordando lo geniales que eran. Cada uno contó una historia graciosa sobre ellos, y todas eran buenas, no, alucinantes. Porque así eran ellos, os lo aseguro. Hablamos sobre trabajo, en especial Maddie, quien se quedaría definitivamente en Soul Rivers. Dijo que no estaba lista para volver a cantar, no después de lo ocurrido, necesitaba tiempo, y es normal. En lugar de eso, le comenté la idea de trabajar en Moon-Spring Records, y le pareció bien.

De cara a la noche, todos volvimos a nuestras casas, a excepción de Oliver, que se vino junto a nosotros. Él dormiría en su habitación, ya que los dos queríamos dormir juntos, y así no había que abrir el sofá cama. Pasaban las horas, y Maddie y yo seguíamos hablando entre nosotros, era tarde, hablábamos bajo, para no despertar a Oliver.

- Se me hace raro estar aquí otra vez – Dijo, apoyando la cabeza en mi pecho.

- Sí... Sí que es raro, pero, es agradable.

- Oye... - Me cogió la mano mala - ¿Cómo llevas esto?

- Bueno, no podré contar hasta diez con los dedos de mi mano nunca más. Aparte de eso, no es para tanto.

- Sé que llevo todo el día disculpándome, pero...

- Maddie, oye, escúchame bien: No me arrepiento de haberte conocido, ni yo, ni los demás. Y si tuviera la oportunidad de volver atrás, no cambiaría nada, me habría sentado en el Queen's junto a ti para conocerte como el primer día. Te quiero – La besé en la frente.

- Yo también a ti – Se acurrucó más. – Sabes que en el momento que cojamos el móvil va a estar lleno de notificaciones y llamadas de cadenas de televisión, ¿verdad?

- Sí... Mañana. Mañana haremos caso al resto del mundo, hoy nos merecemos estar tranquilos.

[5 MESES DESPUÉS]

Ambiente de fondo, el sonido de tazas llenas de té y café golpeando contra el platito que tienen justo debajo, el sonido de la cafetera soltando la espuma de un capuchino... Una cafetería, como imaginaréis. Y ahí estaba yo, sentado en la barra, esperando a mi acompañante para desayunar en una fría mañana.

Seguro que os estáis preguntando "¿Cómo? ¿Y este salto de tiempo? ¿Qué está pasando?" Tranquilos, voy a poneros al día. Por dónde empiezo... El juicio de Charlotte, sí. O más bien, Mónica Lobster, su nombre artístico quedó en el olvido. Testifiqué, yo y los demás, y como ya imaginaréis, cadena perpetua. Pasaría el resto de sus días en la cárcel. Durante todo el juicio no le quitaba el ojo a Maddie, como si estuviese rematando la faena con la mirada.

La prensa nos hizo famosos, Maddie y yo éramos los supervivientes de Markus Mixer, aunque, realmente nuestros amigos también lo eran. Oliver, por ejemplo. Hubo entrevistas, muchas, contando lo sucedido, muchas difamaciones... Los fans de Markus y de Candy Charlotte en las redes sociales solo dejaban mensajes de odio contra nosotros.

También hubo mucha gente volcada y comprensiva con la situación. Mi familia sin ir más lejos, quienes tuvieron un poco de empatía, y finalmente, se disculparon por haberme tratado mal. Decidí ser algo maduro y decirles, que, con el tiempo, quizá volvíamos a retomar nuestra relación. Aunque todavía sigue siendo pronto, Verónica y yo nos escribimos de vez en cuando. Maddie, por el otro lado, también vuelve a tener relación con sus padres, fueron clave a la hora de testificar en el juicio, cuando hablaron sobre Markus.

En cuanto a mis amigos, madre mía, estoy feliz por ellos. Hogarth y Matt ahora viven juntos, son súper adorables. Dustin sigue con el Queen's a toda potencia, ya que todo lo ocurrido, atrajo mucha clientela nueva. De hecho, Maddie canta los viernes por la noche allí, le viene estupendamente al negocio. De vez en cuando, Laura viene con Charlie para que pasemos un rato con él, sin duda, esa mujer siendo ahora su tutora legal, es un fuerte apoyo para el pequeño.

Y Maddie... Maddie por fin puede cantar, por fin se siente bien haciéndolo. Libre. Recuperó sus viejas canciones, y comenzó a escribir algunas nuevas, cada una de ellas te hace sentir que estás flotando. Un montón de discográficas le persiguen para poder firmar un contrato con ella, pero sigue rechazándolos. Dice que prefiere trabajar en la tienda de discos, tener una vida tranquila, y no la culpo por ello.

Como os digo, estaba esperando a alguien en la barra de la cafetería. Me fui un poco lejos de casa, pero, merecía la pena. Entró alguien y se apoyó en la barra. Un tipo algo más mayor que yo, iba con un anorak verde, de esos que tienen la capucha con pelos para aguantar mejor el frío. Tenía una mirada profunda, unos ojos marrones oscuro, y algo de barba de un día o dos, me hizo sentir algo de envidia. A mí nunca me había salido un pelo que poder afeitarme.

- Vaya, pero si el chico guapo ha vuelto. Hacía tiempo que no sabía de ti – La barista parecía conocerle. - ¿Cómo estás?

- Bien, he venido a por un paquete a la oficina de correos, cuando me mudé, apunté mal la dirección de envío, la costumbre, ya sabes. Y tenía algo de tiempo, así que, he decidido pasarme.

- La próxima ten más cuidado – Rio.

- Sí... Mi novia también me lo ha dicho – Sonrió.

- Bueno, ¿qué te pongo?

- No te líes, un café con leche, soy sencillo.

- Marchando – Se alejó a prepararlo. Sin darme cuenta, me quedé mirando a aquel tío.

- ¿Se puede saber qué miras? – Sí, se había dado cuenta.

- ¡N-nada! Perdona.

- Eh, yo te conozco... Tú eres Samuel, el del caso de Markus Mixer, ¿verdad?

- Sí... Ese mismo – Hice una mueca.

- Caray... Por aquí eres famosillo.

- Es lo que tiene que intentaran matarme en este pueblo, supongo.

- Je, ya te digo... - Le trajeron el café – Gracias.

- No hay de qué, te cobro luego, ¿vale?

- Cuando quieras, gracias otra vez – Le pegó un sorbo. – Oye, siento... Lo de Daisy, Elliot, y su hija. Aquí les querían mucho.

- ¿Les conocías? No te recuerdo en el funeral.

- No, no los conocía tanto, solo de vista. Pero parecían buena gente.

- Sí... Siempre se van los que menos lo merecen – Agaché un poco la cabeza.

- Entiendo eso, créeme.

- ¿Has perdido a alguien? – Pregunté, algo atrevido.

- A mucha gente, sí – Durante un instante, su mirada se fue de aquella cafetería, como si estuviese recordando algo.

- Vaya, debió de ser duro también.

- Ni te imaginas, pero eso es lo que hacemos ¿no? Seguir adelante, por ellos. Y aguantar hasta el final, hasta el último aliento.

- Bien dicho... - Oí la campana de la puerta, alguien había entrado, no era otro que a quien estaba esperando – Oh, ya está aquí. Ha sido un placer – Le di la mano.

- Igualmente – Me sonrió.

- ¡Hola, chaval! – Era Samuel, el tipo que me llevó al hospital.

- ¡Hola, tocayo! – Le abracé.

- Ya pensé que te habías olvidado.

- Eh, yo cumplo mis promesas, te debo un café, ¿no? Pues acabemos con esto – Bromeé.

- Me alegra verte contento, chico. Tienes mucha energía, se ve te contento.

- Bueno... Hoy es un día especial, la verdad.

- ¿Sí? ¿Y eso por qué?

- Es un secreto.

- Oh, vaya... Qué interesante te has vuelto de repente – Rio.

- Vaya, Samuel... - La barista se acercó - ¿Cómo estás hoy?

- Genial, Clara. Este chico y yo tenemos una cuenta pendiente, me debe un café.

- ¿Ah sí? ¿Y eso? – Se llevó la mano a la cadera.

- Le salvé la vida cuando se desangraba, el pobre estaba tirado en mitad de la calle como un perro abandonado – Vaciló.

- Eso, tú dátelas de héroe – Dije, arqueando una ceja.

- Un momento... ¡Ahora caigo! Tú eres el chico de... - Se fijó en mi mano – Perdona, no... En fin, ¿dos cafés?

- Eso es preciosa. Muchas gracias.

- Voy a por ellos – Se alejó.

- ¿Cómo está Maddie?

- Muy bien, la verdad. Respira tranquila, eso es lo importante – Le dije, con buen humor.

- Me alegro mucho, chico.

Y estuvimos hablando toda la tarde. Samuel era un señor muy agradable, también había ayudado a aportar cosas a la policía, al final, fue él quien me salvó, y quien descubrió los cuerpos, había colaborado con la policía estupendamente. Aunque no esperaba menos, él mismo había sido poli.

De cara a la noche, Maddie y yo salimos a cenar. Era nuestro aniversario, hacía un año que éramos pareja. Teníamos acordado ir bien vestidos, arreglados. Yo había estado ahorrando para un buen traje, una camisa blanca, zapatos, una americana marrón a cuadros... Y por supuesto, una pajarita, de tono azulado.

Ella estaba resplandeciente, un vestido largo, azul, con algo de encaje. Incluso llevaba zapatos con algo de tacón, y los labios de aquel tono rojizo que tanto le gustaba usar. Uno al lado del otro parecía que nos hubiésemos escapado de una cena empresarial de ricos chupatintas. Al terminar de cenar, le vendé los ojos, teniendo que conducir yo. Quería terminar la noche con algo especial. Aparqué el coche, y comenzamos a caminar.

- Saaamueeel. ¿Se puede saber adónde me llevas? – Decía, mientras andaba con torpeza.

- Ya verás...

- Me vas a tirar por un barranco, ¿a que sí? Te quieres librar de mí por haber añadido demasiada pimienta a la pasta del otro día.

- Exacto, voy a empujarte y vas a rodar tanto como Sonic bajando por un barranco – Me reí.

- Puedo oír las olas del mar. ¿Estamos en una playa?

- Más o menos – Paré un segundo. – Vale... No te quites la venda aún.

- ¿Puedo quitarme los zapatos? Es difícil caminar por la arena con ellos.

- Sí, claro. Yo también me los voy a quitar.

- ¡Pues zapatos fuera! – Los lanzó como si fuesen balones de fútbol, casi me los clava en la cabeza.

- Vaaale... Ya puedes quitarte la venda.

- Bien... - Se quedó mirando alrededor – Samuel, no veo nada. Está todo oscuro.

- Espera...

Y de pronto, un montón de farolillos iluminaron el lugar. Era aquel cementerio de barcos al que me gustaba visitar, pero... Diferente. Varias cortinas de luces brillaban sobre nuestras cabezas, estaban por todas partes. Habían estado retirando algunos de los barcos varados ahí, pero, el más grande, seguía intacto. Lo había utilizado para colgar montones de luces a su alrededor, ya no estaba oscuro, podía ver a Maddie perfectamente.

Ella se quedó con la boca abierta, contemplando el lugar, no parecía el mismo sitio, era precioso, distinto a todo lo visto antes para ella... Un lugar mágico. Y entonces, comenzó a oír la música. Se dio la vuelta, viendo mi viejo tocadiscos, sonando encima de una pequeña mesa The Comeback Kid, del álbum "The Rearview Mirror" de The Midnight. Y esta será la última canción que sonará en la playlist, es perfecta, llena de magia y calidez, como Maddie. Se puso a llorar, dejó caer sus lágrimas, mientras sonreía. Aquella sonrisa, que brillaba más que todas las luces del lugar.

- ¿Te apetece bailar conmigo? – Le extendí la mano.

- Sí... Me apetece muchísimo – Y comenzó a caminar, cogiéndome de la mano.

FIN

Gracias a todos/as por haber llegado hasta el final de esta historia. Me gustaría saber qué opináis, y cuales han sido vuestros momentos favoritos del libro. Os quiero. 

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