Pecadores

By anndreaaramos

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Cuando en un internado estrictamente religioso de chicas entran todos los chicos del internado masculino, las... More

Bienvenida y advertencia.
Prólogo: Los milagrosos.
I
II
III
IV
V
VI
VII
VIII
VIX
X
XI
XII
XIII
XIV
XV
XVI
XVIII

XVII

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Liese

17.45.

Justo cuando el profesor termina de anunciar que solo nos quedan treinta minutos para finalizar, el ruido de algunas sillas arrastrándose por el suelo me hacen salir del trance en el que me encuentro mientras relleno las hojas en blanco de mi examen. Levanto la cabeza y el estómago me da un brinco cuando veo a Kay, a Derek y a otras tres personas más entregar los exámenes. Todos tienen un aspecto inquieto y nervioso.

Miro hacia mi derecha y compruebo a través de la ventana que el cielo está impregnado de un naranja tan intenso como el fuego, incluso ciertas nubes se tornan de un color violeta y rosa. Es uno de los atardeceres más bonitos que he visto nunca, pero a su vez es uno de los que menos me gusta. Se lo que significa que el sol se esté poniendo: se marchan ya.

Miro a Kay en cuanto me doy cuenta de lo que está sucediendo. Él ya me estaba mirando, sus ojos desprenden tristeza y adrenalina a su vez. Yo arrugo las cejas, y trato de rogarle, de suplicarle que no lo haga negando con mi cabeza de manera sutil. Mi mente no paraba de repetir: "Por favor, no lo hagas. Vuelve a tu sitio", pero no sirve de nada, pues en menos de que me de tiempo a procesarlo, Kay y sus amigos salen por la puerta, mientras yo no despego mis ojos de su ancha espalda hasta que la pierdo de vista.

Pasan unos quince minutos más y yo considero que ya estoy lista para entregar mi examen. No he escrito mucho mas, pues desde que Kay se marchó no he podido volver a concentrarme. Algo en mi me decía que no era real, que el plan quedaría en una mera fantasía y un plan fallido, pero no es así. Es real y está ocurriendo.

Cuando entrego el examen y voy a firmar, logro ver de reojo, a través de la puerta, a Saskia, la cual ha terminado su examen unos cinco o diez minutos antes que yo, lo cual no me sorprende en lo absoluto. Ella es una máquina de los estudios. Lo que si me sorprende es verla hablar con la Instructora Mathilda casi al final del pasillo. No llego a entender lo que están hablando, pero veo como Saskia le hace gestos hacia el pasillo, a los baños, a la ventana...Y es justo en este momento cuando mi piel se pone de gallina como si de una ráfaga de viento congelado se tratara. Algo en mi me dice, o más bien me advierte, de que Saskia escuchó lo de la fuga y le está contando todo, y todo cobra sentido en mi mente ahora: el hecho de que estuviera despierta de repente anoche; por qué dijo que hoy iba a ser un día duro; como salió pitando de la sala cuando ella siempre se queda hasta el final revisando una y otra vez el examen...Lo sabe todo, y lo está contando.

Firmo con cierta torpeza el papel que me da el profesor, sin despegar mis ojos de la puerta. Salgo casi corriendo de la sala y las sigo a ambas con sigilo. Necesito saber que harán y sobre todo si ellos- y con "ellos" me refiero a Kay, Derek y los otros tres- todavía tienen alguna oportunidad de escapar.

-Creo que se han ido por el baño- escucho a Saskia decirle a la Instructora. Los tacones de ambas hacen eco por todo el pasillo, por lo que es mas sencillo seguirlas. 

Una vez llegan al supuesto baño, yo me escondo tras una columna y miro cuidadosamente lo que estás haciendo. No tardo demasiado en comprobar que efectivamente los han visto, pues ambas salen corriendo en dirección contraria, de vuelta a salón. Pasan tan rápido que ni siquiera logran verme, y lo único que escucho en estos instantes a parte de sus tacones chocando fuertemente contra el suelo de mármol del internado son los gritos de la Instructora Mathilda diciendo en voz alta y clara: "¡Gobernador, se escapan, Los Milagrosos se escapan!                   

  Sin dudarlo dos veces, salgo corriendo tras ellas, pero esta vez no es curiosidad lo que siento, sino miedo, miedo porque puedan hacerles algo a los chicos, sobre todo a Kay. Soy consciente de que este no es su sitio y estoy segura de que si lo trajeran de nuevo a la fuerza volvería a intentar a escapar hasta que lo consiguiera o hasta que lo mataran. 

Todos los alumnos se reúnen en el salón principal y miran la escena desde la ventana. Yo me abro paso entre la gente como puedo, pegando empujones y apartando a las personas con mis menudos brazos con el fin de llegar hasta alguna de las ventanas. Una vez lo consigo, me asomo lo más que puedo, y lo que contemplo es casi increíble.

Veo a Kay y los otros cuatro corriendo hacia el bosque cubiertos por unas capuchas negras, como si se tratara de una especie de capa, pero no van solos, tres personas más los acompañan e intuyo que son los que los han ayudado a salir de aquí. Sigo observando, y mi corazón se divide en dos; por un lado, me alegro de que lo estén haciendo y vayan a vivir sus vidas sin limitaciones ni reglas, pero por el otro, siento envidia, pero mas que envidia siento tristeza. El hecho de ver con mis propios ojos que esto es una realidad y que no veré a Kay nunca más me angustia demasiado. A esta mezcla de sentimientos me atrevo a sumarle la decepción, enfado y rencor que siento hacia Saskia. Se que ha hecho lo que se debería hacer, pero que haya contado lo de la fuga sabiendo que si los pillan están prácticamente muertos...Yo no hubiera sido capaz, o quizá simplemente no hubiera sido capaz porque es Kay quien está en el ajo. 

Cuando parece que todo está a punto de acabar, veo a la figura del Gobernador y de la Instructora Mathilda salir del internado, y no me sorprende ver a Saskia tras ellos dos, con la cabeza agachada y los brazos cruzados. Todo parece normal de momento, simplemente unos directores observando como cinco de sus alumnos consiguen escapar de las garras de este lugar, pero todo parece demasiado bonito para ser verdad, y no tardo en comprobar que no estoy equivocada.

-¡Mathilda ha sacado una escopeta!- dice una voz masculina con cierto entusiasmo. Yo, que estoy concentrada en como los chichos corren hacia el bosque, enfoco mi mirada en la Instructora, y los ojos se me abren de par en par cuando compruebo lo que acaban de decir.

Ella está sujetando una escopeta entre sus esqueléticas manos, y apunta directamente a los chicos. El estruendo del primer disparo hace que se me pare el corazón unos segundos. La bala atraviesa directamente el muslo derecho de uno de ellos, y aunque no los logro distinguir porque todos llevan la misma capa encima, juraría que la persona que ha empezado a rodar por el suelo es Anne, y compruebo que estoy en lo cierto cuando sus gritos, agudos y desgarradores comienzan a expandirse por el aire.

-¡Joder, le ha dado!- grita otra voz, esta vez femenina. 

-¿De verdad os parece gracioso?- pregunto en voz alta con un tono claramente nervioso y enfadado. - Panda de inútiles de mierda.- hasta yo misma me sorprendo con mis palabras, pues no recuerdo cuando fue la última vez que me atreví a decir una palabrota y mucho menos para insultar a alguien, pero parece que funciona cuando se hace de nuevo el silencio dentro del gran salón. 

Cuando mi concentración vuelve a la escena que está ocurriendo fuera, veo como todos tratan de levantar a Anne del suelo a duras penas, dejando un rastro de sangre por todo el césped. Otro disparo suena, y esta vez, la bala acaba atravesando el hombro de otro chico, y diría que no es ninguno del internado, sino de los que los ayudaron a escapar. 

Mientras todos van ralentizando su paso al ayudarse los unos a los otros, la Instructora y el Gobernador comienzan a avanzar a pasos agigantados hacia ellos con el revólver todavía apuntándoles. Sus brazos están firmes y no vacilan ni por un segundo. Y justo cuando veo que cada vez se acerca más, mi cuerpo, como si se gobernara por si solo, sale corriendo hacia el exterior hacia una velocidad que ni yo creía posible. No se qué estoy haciendo, siento que mis actos están sucediendo antes que mis pensamientos y eso me asusta porque no me siento capaz de controlarme; es la adrenalina la que controla mi cuerpo, no yo.

Salgo disparada por la puerta que lleva directamente al terreno donde está ocurriendo todo y en cada paso que doy, más cerca me encuentro de Saskia, la Instructora y el Gobernador. Ellos no me escuchan, pues el escándalo de los disparos y de los gritos opacan al completo mis pasos acelerados. Mientras más me acerco, menos se que hacer cuando los tenga de frente. ¿Qué pretendo? ¿Soltar un discurso para apaciguar las aguas? No, eso no va a servir de nada. De hecho, posiblemente me llevaría un balazo, pues estoy casi segura de Saskia ha contado que yo lo sabía todo y no dije nada.

Unos pocos metros son los que me separan de lo que mi cabeza se ha encargado de apodar "El trío de la muerte", y no entiendo como en una situación límite como en la que me encuentro, mi mente es capaz de ponerle nombres absurdos a las cosas.

Veo los ojos de Kay abrirse como platos cuando consigue verme, y eso hace que baje la guardia, pues se concentra tanto en mirar lo que hago que se olvida por completo de que los están apuntando con una escopeta. La instructora suelta otro disparo al aire para asustarlos, y todos comienzan a rendirse en la huida, pues dos de ellos están heridos y al parecer, no son capaces de abandonarse los unos a los otros, y por como Derek no se separa de la chica a la que dispararon en la pierna, puedo intuir que hay algo entre ellos. Si me hubieran disparado a mí, ¿Kay hubiera huido para salvarse o se hubiera quedado conmigo?

- ¿Qué os creíais? – comienza a preguntar la Instructora Mathilda. - ¿Qué era tan fácil escapar de aquí? – una risa frívola y sarcástica sale de su boca. – Niñatos estúpidos.

Acto seguido, la Instructora posa el cañón de la escopeta justo en la frente de Kay, quien ha pasado de observarme aturdido a mirar con rabia al "trío de la muerte". Está de pie, con los ojos clavados en los de la Instructora, y aunque no está en una posición que le permita sacar a relucir su claro rasgo prepotente y chulesco, lo hace de igual manera. No vacila ni un segundo. 

La portadora de la escopeta parece hartarse de la situación y recarga nuevamente el arma, dejándola lista para disparar, y es en este preciso instante en el que se que debo hacer algo, o la vida de Kay se me escaparía como agua entre los dedos.

Casi sin pensar, cojo una piedra de un tamaño considerable del suelo y la sujeto como si fuera la vida en ello. Todo sucede demasiado rápido. Mi brazo se echa hacia atrás para coger impulso y segundos después, la piedra impacta contra el cráneo de la Instructora, la cual se queda unos segundos estática y por un momento, siento que el golpe no le ha hecho nada, pero la escopeta cae al suelo, y seguidamente, el cuerpo de la Instructora con ella. Yo permanezco quieta a la vez que abro mi mano para dejar caer la piedra cubierta de sangre. El pasto también comienza a teñirse de rojo a causa de la sangre que borbotea de la cabeza de la Instructora Mathilda.

Kay actúa deprisa y coge con seguridad la escopeta, con la cual no tarda ni un segundo en apuntar al Gobernador, quien estaba intentando agacharse para también hacerse con el arma, pero está claro que no tiene la misma rapidez un chico que un vejestorio de casi... ¿cuánto?¿Noventa?

Kay sujeta la escopeta con una mano con firmeza, y con la que le queda libre consigue rodearme la cintura y ejercer fuerza para posicionarme justo detrás de él. Desde esta perspectiva puedo ver claramente el cuerpo de la Instructora Mathilda, tieso y con los ojos oscuros, la sangre todavía haciendo el cerco mucho más amplio, tanto que casi llega a nuestros pies. Aparto la mirada y escondo la cabeza en la espalda de Kay, pero alguien me toma del brazo y tira de mi hacia atrás. Es Derek.

-Ahora vas a darte media vuelta y tú y esta niñata chivata os vais a volver derechitos al internado.- dice Kay sin titubear, apuntando al Gobernador a la frente.- ¿No te da asco ser tan mierda?- esta vez va dirigido a Saskia.- Si no te hubieras chivado, la Instructora seguiría viva y tu amiga estaría contigo en la habitación, pero tuviste que abrir la maldita boca.- le lanza con desprecio.

"¿Tú amiga?"

¿Acabo de salvarte la vida y ni siquiera eres capaz de decir mi nombre?

Trato de obviar la adrenalina que siento corriéndome por las venas a mil kilómetros por hora.

"La instructora seguiría viva"

Las palabras de Kay flotan en mi cabeza, repitiéndose una y otra vez. De todas las cosas que creí que alguna vez sería capaz de hacer, asesinar a alguien es la última de ella, si es que eso ha estado alguna vez en la lista. No. No ha estado jamás, y muchísimo menos a una de las personas a la que más respeto rendía.

Desde el estado de shock en el que mi mente se encuentra, puedo escuchar de fondo, como si yo estuviera sumergida bajo el agua, los gritos autoritarios de Kay diciéndole a Saskia y El Gobernador que se marchen, y tras dos segundos en los que ambos permanecen estáticos, el puño de Kay impacta contra el rostro de El Gobernador, y es el grito de Saskia el que me saca de mi ensoñamiento.

-¡Liese! – me grita Kay a la vez que me agarra con fuerza del antebrazo, tirando de mí. Mis piernas comienzan a avanzar como auto-reflejo para que el empuje firme de Kay no me derribe. - ¡Tenemos que irnos ya!

Todo el grupo comienza a correr como alma que lleva el viento. Veo como Derek lleva a la chica rubia colgada; ella con una mano sobre los hombros de él y Derek sujetando con fuerza su cintura para que no se caiga. Me doy cuenta de cómo ella cojea ­y una hilera de sangre está recorriéndole la pierna. El chico cuyo nombre desconozco también está corriendo, pero sin apartar su mano del hombro que también le sangra. No soy capaz de obviar el olor a hierro de la sangre que desprenden las heridas de Anne y el chico, al igual que tampoco soy capaz de evitar las arcadas que eso me produce.

A medida que avanzamos, y casi por impulso, echo la cabeza hacia atrás para mirar como el Internado se iba perdiendo entre los árboles y como de esa manera, todo lo que creí que era mi vida se queda atrapada entre aquellos enormes muros.

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