Blood White I (La historia de...

By Idoia_G

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Bianca aparece sin saber cómo en un almacén. Una preciosa mujer le dice que le dará la libertad, pero Bianca... More

Apertura y consejos.
Sinopsis
Intro Bianca
Intro Gabriel
Intro Sila
Cap. 1
Cap.2
Cap. 3
Cap 4
Cap 5
Cap 6
Cap. 7
Cap 8
Cap 9
Cap 10
Cap 12
Cap 13
Cap 14
Cap 15
Cap 16
Cap 17
Cap 18
Cap 19
Cap. 20
Cap. 21
Cap. 22
Cap. 23
Cap. 24
Cap. 25
Cap. 26
Cap. 27
Cap.28
Cap. 29
Cap. 30
Cap.31
Cap. 32
Cap. 33
Cap. 34
Cap. 35
Cap. 36
Cap. 37
Cap. 38

Cap 11

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By Idoia_G


19/09/2010

Miro mi reloj, ya son las dos de la mañana, nunca en mi vida he salido hasta tan tarde. Pero me lo estoy pasando realmente bien. Michael es majísimo. Hemos ido a cenar con Caroline, André y Paoline. Todos han empezado el curso preparatorio para las pruebas de acceso a la universidad con él como tutor. Solo Caroline es más mayor que yo. André y Paoline son Búlgaros y residen en Estados Unidos desde hace solo dos años, pero hablan inglés genial. Me he reído mucho con sus gracias, son divertidos y me han hecho reír como hacia años no lo hacía.

Michael ha sido muy atento conmigo, está en todo momento pendiente de que no me falte de nada, me ha invitado a la cena y me trata como si fuese a romperme. Me gusta que sea tan atento. Pensé que me agobiaría de estar con ellos, pero me he sorprendido gratamente.

Después de cenar en un restaurante italiano, hemos venido a una discoteca. Es más pequeña que el club de Sila. La gente baila por todos lados y bebe.

Yo me pedí dos refrescos. Nunca he bebido alcohol. No sé cómo me afectará.

— ¿Nunca has bebido alcohol? —me dijo André sorprendido ante mi negativa a beber— ¿Ni siquiera Vodka?

Lo negué entre risas, por supuesto.

Al final Michael me ha convencido para pedirme, aunque sea un cóctel suave. No sabía cuál pedirme así que le he dejado elegirlo a él. No sé cuál me ha pedido, porque habla en inglés muy rápido y no le entiendo bien. Pero sabe a coco y me ha gustado tanto que ya llevo tres.

Noto mi cabeza ligera y que me rio por todo, a pesar de que la mitad de las veces no entiendo lo que dicen.

— ¿Bailamos? —me dice Michael, ya es la tercera vez que me lo dice esta noche y no sé si es el alcohol o su insistencia, pero me apetece hacerlo.

Le tomo la mano y me dejo guiar a la pista. Sus manos son grandes, cálidas y muy suaves. Sus dedos entrelazados con los míos me hacen gracia. Cuando nos metemos entre la gente, me da una vuelta bailando que me hace reír y me pega a su cuerpo. Mi espalda apoyada en su pecho y sus manos rodeando mi cintura. Me guía para mover las caderas al son de la música.

Siento como el movimiento me hace soñar. ¿Cuantas veces no bailé así con Vladimir? Recuerdo sus temblorosas manos la primera vez que bailó conmigo en el pub del barrio.

Las manos de Michael en cambio, son firmes. Se nota la experiencia en sus gestos y movimientos.

— Eres muy guapa Bianca —la voz de Michael y su aliento en mi oído me hacen cosquillas.

Sus labios comienzan a rozar el lateral de mi cuello, muy despacio hasta llegar a dejar un beso plasmado. Un beso que me cosquillea la zona. Me gusta ese contacto.

No le respondo, pero sigo bailando con él. Simplemente me dejo guiar por el momento. Me recuerda a esas películas románticas que le gustan tanto a Marlenne y que me ha hecho tragar en las últimas semanas. Sonrío y disfruto del contacto y del momento. Los labios de Michael no dejan de rozar mi cuello, su aliento eriza todos los vellos de mi piel.

Sus expertas manos me giran lentamente hasta ponerme frente a él. Cara a cara. Está realmente guapo y huele tan bien, que coloco mi cara en el hueco de su cuello.

— Me gustas mucho más de lo que pensaba Bianca.

Su voz es melódica, pero de repente su tono se vuelve tan ronco como el que tenía Klaüs cuando me tomaba a la fuerza. Y esa frase, esa maldita frase, me hace apartarme de golpe y empujar a Michael. Veo su cara, un Klaüs enfurecido por haberme ido. Es como si mis pesadillas cobrasen vida de repente. Klaüs está frente a mí.

— Vas a pagarme lo que me estás haciendo —su voz es clara y alta.

— Bianca —alguien me sujeta por detrás y me intento zafar, no lo consigo, su agarre es fuerte, sus manos enormes me aprietan con tanta fuerza que me hace daño— Bianca, estoy aquí.

Un susurro suave y a la vez con voz de mando me sacan de mi ensoñación y vuelvo a la discoteca. La cara de espanto de Michael me lo dice todo. No entiende nada y yo... no puedo explicarme sin romper la regla numero uno que me he impuesto. Nadie debe saber quien soy. Quien es mi marido ni de donde vengo.

Me giro con decisión y de repente lo veo. Los ojos verdes de Gabriel, ahí están, su mano toma mi brazo, en realidad sus ojos me reconfortan, sin tener claro cómo lo hace.

— Estás aquí —me aferro a su negra camisa y él me rodea con sus enormes brazos.

— Sí, estoy aquí —me vuelve a susurrar—. Aún no estás preparada, es solo eso.

Asiento con la cabeza y rompo a llorar. Ni te imaginas el miedo que he pasado pensando que él me había encontrado. He pasado de un estado alegre y desinhibido al terror más absoluto. Siento mi cuerpo temblar aún como un flan. Como un maldito flan.

— Vayámonos —Gabriel me separa de él, limpia mis lágrimas y sin atreverme a mirarle a los ojos, me dejo arrastrar hacia la salida.

— Lo siento —le digo cuando salimos a la calle.

— Ella... —la voz de Michael detrás de nosotros me hace girar— ¿Estás bien? —me dice entre miedoso y preocupado.

Asiento con la cabeza sin mirarle.

— Ella está bien —Gabriel responde por mí, de forma seca—. Será mejor que te olvides de ella.

— Eso tendrá que decidirlo ella ¿no crees? -Michael es casi tan alto como Gabriel.

— No la conoces, no sabes nada de ella... —aprieto la camisa de Gabriel pidiéndole que pare— Ella no es para ti.

Sin más, nos alejamos y acabo metida en el coche de Gabriel. No abro los ojos hasta que llegamos a casa, no hablo, ni miro al retrovisor.

Cuando llegamos, Gabriel para el coche.

— ¿Por qué lo has hecho?

— No lo sé —y soy sincera.

No sé que me ha llevado a salir. Bueno, sí lo sé. Me he confiado. Me he dejado llevar por la alegría y el aplomo de Ekaterina y Marlenne. Está claro que yo no estoy preparada para todo esto. Y puede que nunca lo esté.

— ¿Estoy rota? —las palabras se escapan de mi boca en voz alta.

— No digas eso pequeña, es solo que no estas preparada —la voz de Gabriel es más cálida de lo normal.

— Creo que no tengo arreglo.

— Date tiempo —sus manos agarran las mías y me guían afuera del coche—, solo necesitas más tiempo.

Miro sus ojos, es lo que necesito para infundirme fuerza.

— Gracias por ir a buscarme.

— No me las des, es mi trabajo.

— Claro, lo olvidé —me separo de él y rompo todo contacto con él.

Entro en el edificio seguido de Gabriel. Mantiene la distancia conmigo. Es como una maldita montaña rusa estar con él. De repente parece cercano y de repente ya no lo es. Y me mata no saber si es que le caigo mal y piensa que soy una carga, o le caigo bien e intenta protegerme.

Subimos juntos en el ascensor, sumidos en un enorme silencio, yo avergonzada y él, no sé, simplemente sigue manteniendo las distancias. Llegamos al piso y por alguna extraña razón él sigue aquí.

— ¿Te vas a quedar a dormir? —le digo de repente.

Creo que le he pillado de sorpresa pues mira a todos lados.

— No debo —me dice sin hacer amago de irse.

Sus ojos están vidriosos y me miran con un interés desconocido para mí. Me acerco despacio, él es como una luz a la que necesito acercarme, sé que me quemaré si lo hago pero algo dentro de mí me lleva hacia él, cada vez más.

— Gracias —le digo de nuevo, levanto la mano y quiero tocarle pero se aleja.

— Será mejor que me vaya, tengo que...

— Tienes que... —le repito, pues parece haberse quedado absorto en un pensamiento.

— Tengo que irme —se mueve despacio, ahora que estoy cerca, su aliento me huele a alcohol.

Le tomo la mano sin pesarlo.

— ¿Has bebido? —le pregunto.

— Sí, pero te he traído hasta aquí ¿no? Puedo conducir de vuelta.

— El club está mucho más lejos de aquí que la discoteca donde estábamos. ¡Quédate!

— ¡No! —de repente se tensa.

Se gira sobre sus pies y sale por la puerta de casa. Resoplo. No entiendo su actitud. Se acerca, se aleja y se va.

Regreso a mi cuarto y me tumbo en la cama. Esta noche ha sido de lo más extraña, no solo por Gabriel, si no por Michael. Debe pensar que soy una niña estúpida y malcriada, que va por ahí calentando a la gente para luego...

Niego con la cabeza. Necesito una ducha para eliminar los pensamientos sobre lo que ha pasado esta noche.

***

La mañana llega y los rayos del sol me despiertan. Me levanto y voy a la habitación de Marlenne. Debió llegar hace un rato del club y está dormida. Sigo hacia el cuarto de Ekaterina y cuando abro la puerta la encuentro leyendo una revista sentada en la cama.

— Hola —le digo en bajito.

— Hola princesa.

Me voy corriendo y me cuelo bajo sus sábanas. Su brazo me rodea y me da un beso en la mejilla.

— ¿Cómo está mi princesa? —me susurra.

— Bueno...

— ¿Qué pasó anoche?

La miro extrañada y frunzo el ceño.

— ¿Qué pasó de qué? —me hago la que no sabe.

Pienso en la discoteca y mi baile con Michael y... sonrío.

— Gabi llegó sobre las tres hecho un basilisco al club y me gritó que no debí meterte pájaros en la cabeza y no sé cuantas mierdas más.

— ¿Tienes mucha confianza con él? —le pregunto.

— Bueno, le veo todos los días en el club. Nos protege y de vez en cuando se toma una copa con nosotras cuando la noche es floja. No le gusta tomar confianza con nosotras, pero ya sabes cómo soy yo.

Sonrío sabiendo que ella habla con todos y que siempre intenta fastidiar con sus bromas. Cualquiera la adoraría.

— Es que tengo la sensación de que le caigo mal... —le digo con timidez.

— ¿Qué? No, ni de broma. De hecho creo que está demasiado pendiente de ti como para que le caigas mal. Y como te mira...

— ¿Cómo me mira? —cierro los ojos y sueño despierta con él. Con esos ojos verdes que me desconciertan.

— Sí, no sé, te mira diferente. Creo que le interesas. Pero se rumorea por el club que está liado con Sila.

— ¿Con Sila? —reacciono, abro los ojos y me separo un poco para mirarla.

— Sí, muchas noches las pasa en el ala donde reside ella. Y las malas lenguas dicen que son amantes.

— Vaya —suspiro.

Si es cierto que Sila y él están juntos, debería dejar de fantasear con él. O me acabaré metiendo en tremendo lio.

— Vaya —repite Eka que noto como poco a poco va quedándose dormida.

El grueso de su trabajo es por la noche y debe estar cansada.

Llamo a Sila cuando considero que ya estará despierta.

— ¿Bianca? ¿Estás bien?

— Hola Sila, sí, estoy bien. Me gustaría ir al club esta noche. Quiero ver lo que hacen las chicas y necesito...

— Hoy no puedes venir cielo, pero ven mañana. Te mandaré comprar un vestido bonito y puedes hacer lo que te plazca mañana por la noche.

— Genial —sonrío para mí.

Necesito seguir probándome, necesito dar pasitos para poder llegar a tener una relación sana con los hombres y dejar de ver a Klaüs en cada frase o en cada hombre con traje. Debo empezar a dejar los miedo atrás.

— Vendrás con Mirna y Dana que mañana empiezan a trabajar. Kaleb te recogerá y te traerá con ellas.

— Vale, gracias de verdad.

Cuelgo y el día se presenta tranquilo. Me prepararé para estar lo mejor posible mañana. 


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