LA SIMA DE LA MEMORIA

By nuriaverde2020

261 13 0

1999. Maca Fernández, una joven periodista de la revista Planeta HUMANO, viaja a Atapuerca para hacer un repo... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59
Capítulo 60
Capítulo 61

Capítulo 31

1 0 0
By nuriaverde2020

MACA

Antonio Rosas no había venido a excavar a La Gran Dolina durante la última semana. Me sentía muy sola, desamparada. Le echaba mucho de menos. En realidad, él era mi único amigo en Atapuerca. Con Julia, no contaba, era un enigma flotando en el yacimiento, hermética, cerrada, oscura. Me atraía y, a la vez, me daba miedo. Yo era la polilla que se acerca demasiado a las llamas y sabía que podía quemarme. Aún así no podía evitar acercarme. 

Con Antonio era distinto. Me sentía culpable por haberle presionado de esa manera, me sentía mal por haberle arrebatado su cuaderno, que era suyo, me sentía horrible por haber violentado su secreto. 

Me dibujaba como si estuviera enamorado de mí y ¿qué? No tenía ningna importancia. Sólo quería que siguiéramos siendo amigos. Le iría a ver y le diría que no había pasado nada, que seguíamos como antes, que no dejara de venir a excavar por mí, que yo valía bien poco. 

Reproducía mi conversación frutura con él en mi cerebro, y aliviaba mi culpa al intentar convencerlo de que reanudara su vida normal e hiciéramos como si no hubiera pasado nada porque, en realidad, no había pasado nada.  

Esa mañana limpia, de cielo azul diáfano sin rastro de nubes esperé en las escaleras del Gil de Siloé, donde se arracimaban estudiantes y profesores que creaban una secuencia bullanguera de la serie "Al salir de clase" pero no subí a la ruta ni ocupé mi sitio habitual, en la última ventanilla, al fondo de autobús. 

Con extremado disimulo, volví a entrar en el albergue. El portero vestido con un mono azul y con cara suspicaz me miró ojiplático y cotilla. Pero yo lo ignoré.   

Continue Reading