Blood White I (La historia de...

By Idoia_G

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Bianca aparece sin saber cómo en un almacén. Una preciosa mujer le dice que le dará la libertad, pero Bianca... More

Apertura y consejos.
Sinopsis
Intro Bianca
Intro Gabriel
Intro Sila
Cap. 1
Cap.2
Cap. 3
Cap 4
Cap 5
Cap 6
Cap. 7
Cap 8
Cap 9
Cap 11
Cap 12
Cap 13
Cap 14
Cap 15
Cap 16
Cap 17
Cap 18
Cap 19
Cap. 20
Cap. 21
Cap. 22
Cap. 23
Cap. 24
Cap. 25
Cap. 26
Cap. 27
Cap.28
Cap. 29
Cap. 30
Cap.31
Cap. 32
Cap. 33
Cap. 34
Cap. 35
Cap. 36
Cap. 37
Cap. 38

Cap 10

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By Idoia_G


18/09/2010

Suena el telefonillo y salgo con el trozo de tostada en la boca. Esta noche he dormido poco porque estoy nerviosa. Hoy hago un examen de acceso a la universidad. Sila y Erik me han conseguido un certificado de estudios falso expedido en Rusia. Y quiero poder entrar en la universidad para estudiar económicas. No es una carrera que me apasione, pero he hablado largo y tendido con Sila y le vendría bien que la ayudase con las finanzas de la fortuna que amasa.

Así acabé cediendo a ello. Nunca se me han dado mal y ayudaba mucho a mamá a planificar los meses que el negocio de papá flaqueaba.

Sila es una mujer maravillosa, me ha ayudado en todo. Y si quiero trabajar en su local seguramente lo haga desde la oficina. Ella me ha asegurado que no tengo por qué prostituirme, como Ekaterina o Marlenne. Las cuales, de todas maneras, están encantadas con ello. Dicen que las condiciones de trabajo son buenas y aquí pueden elegir clientes y conseguir buenas propinas. Y aunque al principio me hizo sentirme mal por ellas, ahora me siento más tranquila y protegida.

Mis compañeras me cuentan sus encuentros, a veces, con demasiado detalle, pero es curioso que nunca haya visto el sexo como ellas lo hacen. Quizá, porque para mí, era un mero trámite para sobrevivir. Doloroso, asqueroso y a veces incluso salvaje. Me han hablado del sexo por amor. Ambas han acabado metidas en esto por amor. Se fijaron en la persona equivocada y acabaron enfangadas. Pero, lo describen como algo maravilloso, aunque, no es para ellas.

Son realmente sinceras y a veces incluso me resulta incómodo. Yo soy incapaz de hablarles de mi pasado, me cuesta mucho hablar incluso con mi terapeuta. Dice que es normal. Que estoy traumatizada, pero, que tengo solución. Aún soy joven.

Vuelve a sonar el telefonillo, cojo mi bolso y salgo escopetada del apartamento.

Cuando salgo a la calle, me encuentro con Gabriel apoyado en el coche. Como siempre le repaso de arriba abajo. Con su traje de chaqueta negro, su camisa blanca y esas gafas de sol que le hacen parecer todo un tipo duro.

— Hola —le digo con una sonrisa en los labios. No sé, si estoy más nerviosa por el examen o por tener que ir a solas con él en el coche.

Siempre me lleva a todos lados, al club, a las clases o a la terapia. Solo un par de veces me ha llevado otro de los chicos.

— Buenos días —me responde, tan formal como siempre. Le miro sin poder evitar imaginar cómo deben tocar esas manos tan grandes, curtidas en el trabajo duro. Cómo debe ser su tacto, imagino como mi cuerpo se estremecería bajo su roce.

Desde que vivo con las chicas, como si fuésemos meras estudiantes universitarias normales, sin un pasado, hemos visto mucho porno. Al principio me incomodaba, pero ahora disfruto de ver las imágenes de un sexo placentero. Y a veces incluso, bajo el chorro del agua caliente de la ducha fantaseo con cómo sería tener sexo del bueno, del que se disfruta, cómo ellas dicen.

Y los ojos verdes de Gabriel me acompañan en esos momentos. Eso debe ser la señal de que la terapia y este mes de distracciones me están ayudando. Nunca antes me había sentido atraída por un hombre, exceptuando mi novio del colegio, y mucho menos, atraida por el sexo. Quiero pensar que estoy mejorando.

— Primero iremos a la consulta de la psiquiatra. Luego la dejaré en la puerta de la facultad y regresaré una hora después —me dice con aire distraído.

— Esta bien —respondo intentando observar algún gesto en su cara.

Mi celular parece vibrar en el bolso. Rebusco hasta dar con él. Un mensaje de Michael aparece en la pantalla.

Michael, es mi tutor en las clases on line sobre economía básica que estoy empezando a dar para la preparatoria. Ya me ha escrito un par de veces porque dice que le gustaría conocerme en persona. Es algo que me incomoda y a la vez, me muero de curiosidad.

Las veces que he hablado con él, se ha mostrado muy cercano, vive a solo tres manzanas de la casa donde resido.

Michael

Hola Lina. Me gustaría que vinieses esta noche al bar Rangers. Está muy cerca de mi casa y vendrán algunos de los compañeros de estudio. Así podríamos conocernos. Espero tu respuesta. Un saludo

Miro la pantalla y releo el mensaje. Una especie de energía fluye por mi interior provocando que todo mi cuerpo tiemble. Es extraño. Pero por primera vez en mucho tiempo me siento nerviosa y expectante.

— Ya estamos —levanto la vista y mis ojos se cruzan con el ceño fruncido de Gabriel a través del espejo retrovisor.

¿Qué le pasa?

— Gracias —le sonrío, guardo mi celular en el bolso y salgo del coche.

Me dirijo a la consulta de la terapeuta. Ella me escucha atentamente siempre. Le cuento sobre lo que he pasado, a pesar de que me cuesta y un nudo se instala en mi estómago cada vez que recuerdo cómo conocí a Klaüs, cómo me pegaba o como abusaba de mí, él o sus amigos. Cómo me convirtieron en un saco de boxeo cuando los negocios no salían bien. Cómo si fuese por mi culpa.

Hablo de mi infancia, de cómo recuerdo a mis padres, de mi relación con mi hermana. De cuánto la he echado de menos. Y del temor que tengo de que todo esto acabe matando a algunos de ellos. De cómo me he planteado largarme a Rusia y buscar a mi familia.

Pero me ha hecho ver que necesito un respaldo. Alguien que me proteja, para no volver a caer en manos de personas indebidas. Todo este mundo es muy tenebroso y encontrarme, es lo más fácil del mundo para ellos. Por eso esperaré a estar mas asentada, más involucrada con Sila y que sea ella, quien me de esa protección que necesito para ir a Rusia. No creo que se oponga a ello. Hace un mes me ofreció la libertad y la quiero, pero no es el momento. Eso lo sé.

La consulta cómo todos los días es amena, la psiquiatra me hace sentir cómoda en las sesiones y me habla como si fuese una amiga de esas con las que tomas café y les cuentas tus problemas. Como en esa serie, Sexo en Nueva York. Me he aficionado a verla en mis ratos libres.

Después en la facultad los nervios han parecido pasar a un segundo plano. Y a pesar de ver tanta gente junta y tratándome tan cordialmente, me he relajado y creo que a pesar del idioma, me ha salido bien el examen.

Salgo del enorme edificio y observo a Gabriel esperándome. Le miro fijamente y mi cuerpo entero tiembla, extrañamente acalorado. Creo que hasta las mejillas se han coloreado, así que, bajo la mirada avergonzada.

— ¿La llevo a casa o al club? —me pregunta mientras me abre la puerta del auto.

— A casa, gracias —le digo una vez dentro.

El coche se mueve, cuando recuerdo que aún no he respondido a Michael. Reviso el mensaje por tercera vez. ¿Qué hago?

Miro al retrovisor observando la mirada concentrada que lleva Gabriel. Me gustaría preguntarle qué debería hacer. Estoy indecisa. ¿Y si es una trampa de Klaüs para encontrarme? Pero tengo miedo, quiero tomar mis propias decisiones. No quiero condicionarme por ellos.

Llego a casa envuelta en un silencio tenso. Bajo del coche sin despedirme si quiera, con la cabeza envuelta en mis pensamientos. Necesito hablar con las chicas. Que me aconsejen, que me digan qué debería hacer.

Al entrar en casa huele a guiso. Me recuerda a los que hacía mi madre, ese olor a hogar característico. Asomo la cabeza por la puerta de la cocina.

— Hola princesita —Ekaterina me sonríe al verme— ¿Qué tal el día?

— Bien —le devuelvo el gesto—. ¡Qué rico huele! —aspiro por mi nariz.

— Mejor sabrá —encoje sus hombros.

— ¿Puedo hacerte una pregunta? —me siento sobre una de las sillas de la cocina.

— Claro —me responde sin mirarme.

— ¿Recuerdas que te he hablado de mi tutor de las clases? —retuerzo la correa del bolso nerviosa, ella me asiente y me mira— Me ha escrito para quedar con más gente esta noche y salir a tomar algo para celebrar que ya hicimos el examen.

— ¿En serio? —la veo bajar el fuego y sentarse a mi lado.

Le tiendo el teléfono y lo mira con atención. Su cara pasa por varios estados que no consigo descifrar y me mira con cara de niña traviesa.

— ¿Sabes lo que yo haría? —me devuelve el celular, niego con la cabeza— Me podría un vestido precioso, que marque mis atributos. De esos que dicen... ¡Cómeme! Y con tu pose de tímida que advierte que no será tan fácil, será espectacular.

— No quiero mostrar demasiado Eka —le digo mirando al suelo.

— Escucha princesa, los hombres quieren lo que ven por los ojos, pero solo se quedan con lo que conocen después. Debes entrarle por los ojos a todos. Y después elegir a quien tú quieras. ¿Crees que ese tipo no se pondrá atractivo para llamar tu atención? Le he visto hablarte mucho.

— Ya... pero no quiero que se confunda.

— Si eres clara en tus intenciones, lo que transmitas con tu ropa da igual.

— Yo no sé hacer eso.

— Claro que sabes, princesa —sus suaves manos me sujetan el mentón y la miro—. Déjame a mí, ya verás que bien vas a quedar.

Después de hacer la comida con Ekaterina, comemos, mientras ella me cuenta que hay un cliente de esos súper poderosos que ya la ha elegido a ella varias veces para sus encuentros. La veo subida en un pompa, cómo si ese hombre se fuese a enamorar de ella o algo así. Y eso no va a pasar, esa gente se obsesiona, pero no ama. Y además siempre acaban buscando otras prostitutas con las que descargar su ira. No creo que eso sea lo que ella busca, pero no le digo nada.

Después me ducho y la espero en su cuarto, me ha dicho que me probaré modelitos para esta noche. Mientras espero, contesto al mensaje de Michael.

Bianca

Esta noche nos vemos. Dime lugar y hora.

No tarda en contestarme.

Michael

Yo te paso a buscar a eso de las ocho.

Miro mi reloj, son las siete y diez. Tengo apenas cincuenta minutos.

— ¡Eka! —grito— Tenemos cincuenta minutos.

Su cara asoma por la puerta.

— No tardaremos tanto.

La veo abrir su armario y sacar un montón de vestidos que aún tienen la etiqueta. Ella es la que más dinero se ha gastado en ropa de las tres.

— Tenemos este —frunzo el ceño y niego ante un vestido de color rosa, que parece más un simple trozo de tela—. Bueno, que no cunda el pánico.

Me saca varios de color negro que accedo a probarme ante su insistencia y que no me gustan en absoluto.

— ¿Rojo? —me enseña uno de línea rectas y aunque es ceñido creo que puede quedarme bien.

Me lo pruebo y me miro en el espejo. Es bonito, de manga larga con escote recto. Me marca el pecho pero no lo muestra. Es ceñido y más corto de lo que pensaba, pero, me siento cómoda con él. Es como si no llevase nada puesto.

— ¡¡Me encanta cómo te queda!! —Ekaterina da palmaditas a mi alrededor como una niña chica. Sonrío y toco la suave tela del vestido mientras me miro en el espejo.

Siempre soné llevar un vestido similar a mi graduación escolar acompañada del brazo de Vladimir. Es la primera vez en años que le recuerdo. Y que su rostro viene a mi cabeza, cristalino, como si le tuviese frente a mí. Es duro pensar que seguramente seguiría con su vida. Nunca me he preguntado que fue de él. ¿Estará con alguien? ¿Habrá rehecho su vida? ¿Qué haría si me viese así?

Una lágrima traicionera escapa de mi ojo. La limpio rápidamente bajo la atenta mirada de Ekaterina.

— ¿Qué pasa princesa? —me mira con cara de susto. Cómo si nunca hubiese visto llorar a alguien.

— Nada, he recordado cosas del pasado.

— ¿Por el vestido? Quítatelo si no te gusta.

— Nooo —me río ligeramente—, es al contrario. Pensé cosas bonitas.

— Me alegro —me abraza y me refugio es su suave piel. Agradezco haberme topado con ella en mi camino—. Ahora vamos a peinarte ese pelo.

Tras un rato de peluquería entre risas y algo de maquillaje ligero. Me miro al espejo. El resultado es espectacular. Los labios pintados de rojo mate me quedan genial con el vestido. Suena el telefonillo, debe ser Michael. Veo como Eka abre sin contestar.

— Tengo ganas de conocer a ese hombre —me dice entre risas.

Yo la sonrío. Me echo unas últimas gotas de perfume y cojo el bolso de mano negro a juego con mis tacones. Más altos de lo que me he puesto nunca. Espero no caerme y hacer el ridículo.

Abro la puerta decidida y me encuentro con un Gabriel con cara de enfado al otro lado. ¿Gabriel?

— ¿Q... qué haces aquí?

— ¿No pensabas decirme que ibas a salir?

— Yo... no sabía que tuviese que avisar —le digo algo molesta.

— Gabi —Ekaterina se le acerca con el ceño fruncido—. No la molestes, tiene su primera cita —le dice levantando ambas cejas.

— Eso no va a pasar —entra como un toro cogiéndome del brazo bruscamente.

— ¡Suéltame Gabriel! —le digo zafándome de él— La próxima vez avisaré. Lo prometo... pero, hoy ya vienen de camino a buscarme. Estaré bien cuidada.

— ¿Bien cuidada? Ni siquiera le conoces —le veo realmente enfadado.

Salgo del piso y llamo al ascensor. ¿Qué le pasa a este ahora?

— Bianca —sale tras de mí—, no lo hagas ¿Y si te pasa..

— No me va a pasar nada —le corto—. Solo es una quedada para conocer a compañeros del curso. ¿Acaso eres mi padre? —le digo con una rabieta.

El ascensor abre sus puertas y entro. Doy al botón de bajada y mientras las puertas se cierran veo la cara de estupefacción de Gabriel. Y detrás, una sonriente Ekaterina deseándome suerte con el pulgar en alto.

Salgo del edificio y veo a un hombre apoyado en una moto frente a mí.

— ¿Lina? —me sonríe— Soy Michael

Es grande y fuerte. Rubio con el pelo rizado que le cae por la frente ligeramente. Ojos muy claros, vestido con vaqueros y una camisa que le realza los músculos. Es realmente muy guapo. Me sonrojo, estoy segura de que mis mejillas están del color del carmín y le tiendo la mano.

— Soy Lina, aunque... ya lo sabes —me río—, un placer.

Mira mi mano y se ríe. La toma y tira de mí dándome un inesperado abrazo. Huele muy bien. Desprende calor y una sensación agradable me rodea.

— Dame dos besos anda. ¿Todas las rusas son tan frías? —siento sus labios en mis mejillas. Son suaves y me hacen arder de la vergüenza.

— Lo siento, no acostumbro a...

— Pensé que los rusos daban hasta tres besos —me mira risueño y dos hoyuelos le salen en la cara. De repente mira tras de mí. Me recuerda a alguien y una sensación desagradable se instala en mí, pero desaparece enseguida.

Giro la cabeza entre sus brazos y veo a Gabriel observando la escena. Me separo bruscamente de Michael, que frunce el ceño.

— Bianc... Lina...

— ¡Déjame Gabriel! —le digo y tomo el casco que veo sobre la moto de Michael.

— ¿Es tu novio? —me pregunta Michael, niego con la cabeza mientras veo que Gabriel se acerca más a nosotros.

— Es... es... mi hermano, déjale —le digo a Michael que me ayuda a subir a la moto.

— No subas ahí Lina... —me dice Gabriel gritando, pero le ignoro y me subo delante de Michael. Soy pequeñita y entro estupendamente— ¡Lina!

Azuzo a Michael para nos vayamos.

— No te preocupes tío, la cuidaré bien —le dice Michael justo antes de montarse tras de mí.

Arranca la moto y veo como nos alejamos, dejando a Gabriel pasmado. Le veo por el espejo, como ya me he acostumbrado a verle. Se hace cada vez más pequeño. Veo salir a Eka y sujetarle del brazo. Después doblamos una esquina y les pierdo de vista.

Gracias a todos los que siguen ahí!!

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