DANTE
Algunas personas dicen que mi nombre es el de un demonio y que tengo la fuerza, la entereza, la destreza y la suerte de uno y me encantaría alimentar ese morbo y decir que es verdad, pero para ser honesto se sé que solo soy un simple humano y lo comprobé cuándo la conocí a ella, mi dulce y seductora Loreley.
Ella era como un deseo, un verdadero sueño del que nadie quiere despertar; alguien con quien solamente podrías querer llegar a dos cosas en este mundo: aventura o amor.
Y no, no importa cual camino eligieras, ambos iban a ser locos, apasionados y desbordantes.
Si llegabas al amor, te haría la persona más dichosa; flores, mariposas en el estómago, noches sin sueño y esa sonrisa bobalicona que te nace de repente, pero si solamente era por la aventura..., mierda.
Los efectos podrían ser memorables y complacientes, buen sexo, lujuria, besos arrebatados, fantasías cumplidas, pero también podían convertirse en una bomba de tiempo, no importa que sepas jugar con fuego, tarde o temprano te va a quemar.
Y en mi caso, ninguna de las dos reglas fue la excepción y todo se volvió una locura cuando en algún momento determinado de mi historia ambas se mezclaron.
Así fue como me enamorarme por primera vez... pero ¿Quién iba a saber? Ni ella, ni yo. Nadie.
El aire me falto desde la primera vez que la vi en el elevador, sus ojos bonitos y sonrientes perdidos en la puerta del estrecho lugar, su cuerpo descansando ente los espejos que adornaban las cuatro paredes.
Nunca pensé que ese cuerpo, esos ojos y todo ella me haría cambiar, me haría creer, me haría sentir..., me haría sufrir, me haría llorar.
No, definitivamente yo no era un demonio. Los demonios no lloran.