El Capítulo de Nuestro Amor ©...

By ponche_26

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"La vida consta de muchos capítulos, pero sin duda el del amor, es el más interesante de ellos." Cuando Ameli... More

1. Un rostro taciturno.
2. Ausencia
3. Una torpe caída.
4. Almuerzos en la oficina.
5. "Déjame dormir en tu auto"
6. A paso de tortugas.
7. El viaje hacia Merrel.
8. Traición, la mía.
9. Isaac en la brecha.
10. Huyendo.
11. Todo mal.
12. Lo único que lamento
14. La familia Taylor
15. Una sola cama.
16. Tonto por ella.
17. Una broma de goma
18. "La derribaré"
19. Una publicación inesperada.
20. "Perdón"
21. Una llamada inoportuna.
22. Un panorama confuso y desconocido
23. Propuesta.
24. "Todo un caso"
25. Demostrar lo contrario.
26. Elegir
27. El final de una historia casi real
Epílogo
AGRADECIMIENTOS FINALES

13. El parque de las aguas.

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By ponche_26

Explicarle a Amanda la forma en la que habían ocurrido las cosas fue todo un reto; constantemente me interrumpía con frases cargadas de emoción que casi me llevaron a la desesperación, pero no la culpaba, yo habría reaccionado de la misma forma.

Desde aquel día en el que Isaac y yo finalmente habíamos decidido darnos una oportunidad cómo pareja, él se encargaba de recogerme de casa y llevarme a ella de regreso todos los días. No podía negar que cómo novio era muy tierno y que constantemente se preocupaba por mi bienestar, aunque a veces solía exagerar.

—Debemos ir a la enfermería. —me miró con preocupación.

—No es grave. —respondí, tomando un poco de algodón con mi mano libre. —Con esto se me pasará.

—¿Qué no es grave? —preguntó con ironía. A este punto comenzaba a creer que Anthonyson realmente estaba alterado, incluso más que yo. Lo cual era gracioso, considerando que era yo quien tenía herido el brazo.—Se te puede infectar, y hasta puedes morir por eso.

—Deja de armar un drama, Isaac. Es solo un raspón.

Y era verdad. Había sufrido una pequeña caída en el trabajo por caminar distraída, pero no resultó en nada grave.

—Que se te puede infectar.

—No lo hará.

—Vamos a enfermería o te llevaré a rastras. —amenazó.

—No iré. Ya te dije que no es tan grave.

—Te caíste tres escalones. Quizás tengas algún hueso roto y no lo sabes. —rodé los ojos ante su comentario tan exagerado mientras luchaba por aguantarme la risa.

—Anda a tu oficina, Isaac, si te encuentran aquí se armará otro lío.

—¿Ahora no puedo estar en la oficina de mi novia?

—No. No puedes. —negué, empujándolo hacia la salida. —Ya, vete.

—Llevamos dos semanas de novios, merezco más atención. —Se quejó Isaac.

—Ahora no. Estoy herida.

—¿Ves? Lo admites, y aun así no quieres ir a la enfermería. —reprochó él. — A veces me dan ganas de...

Lo observé de frente, esperando a que concluya su discurso, aunque terminó desistiendo.

—Dilo. Yo también tengo ganas de matarte a veces, pero me contengo.

—¡Oye! —Se quejó, mientras yo comenzaba a reírme de su expresión indignada. — Eso no era lo que quería decir.

—¿Entonces?

—Iba a decir que a veces tengo ganas de besarte cuando te enojas. Te ves muy linda con el ceño fruncido.

—Buen intento, Anthonyson, pero igual debes irte o se darán cuenta de que estás aquí. —ordené un tanto divertida, observándolo obedecer a regañadientes.

Me aterraba que todo el mundo se enterase de nuestra relación; en la editorial los chismes corrían a velocidad luz, y lo que menos quería era sentirme incómoda en mi lugar de trabajo. 

Gracias a Dios, Isaac había comprendido mi temor, y acordamos mantener la relación en secreto hasta que llegase el momento adecuado para revelarlo.

...

—¿A dónde vamos? 

Isaac me había invitado a una cita sorpresa, alegando que el trabajo nos quitaba demasiadas energías y que necesitábamos pasar más tiempo juntos.

—A un lugar especial. —respondió, concentrado en manejar el auto. Sus facciones lucían relajadas, otorgándole un aura misteriosa e hipnótica a la vez.

—¿En serio no me vas a decir? —le pregunté, intentando sonar tierna.

—No. —negó con una sonrisa. —Es una sorpresa.

—Bueno, señor misterio, no me digas nada entonces.

Él rodó los ojos en respuesta, mientras esbozaba una ligera sonrisa. Sabía que disfrutaba el torturarme manteniendo mi curiosidad a tope.

Isaac conducía con mucha tranquilidad. Entre tanto y tanto me dedicaba una mirada de confianza y un ligero apretón de manos para luego volver su vista a la vía, y así, hasta que llegamos a nuestro destino.

Hopmond, aunque era una ciudad muy moderna, no perdía aquel toque de antigüedad que su pasado real le otorgaba. Tenía algunas construcciones que databan de siglos pasados, las cuales habían sido regalos por parte del rey Ignacio V a su esposa, la reina Miranda de Versalles.

Uno de aquellos hermosos presentes era un pequeño parque de luces y espectáculos acuáticos que muchas parejas enamoradas visitaban por la linda y romántica historia que se escondía detrás de la construcción.

Se decía que el besarse debajo del gran espectáculo de la rosa era de buen augurio. El rey Ignacio había besado a su esposa en aquella parte del parque justo después de casarse, y debido a esto, su amor duró hasta la muerte.

Por todo eso, mi mirada de asombro fue considerable. Isaac me había traído a aquel lugar realmente mágico.

Mucha gente se encontraba haciendo cola para ingresar a la hermosa construcción de paredes cremas y plantas sobresaliendo en la altura. Las luces eran amarillas, otorgándole una vista deslumbrantemente bella.

Nos acercamos a la recepción y observé cómo le entregó un par de boletos al señor de la entrada, los cuales supuse que había comprado con anticipación para evitar las aglomeraciones.

Con el corazón acelerado tomé una de sus manos con mucha emoción y lo arrastré hacia adentro cómo si anduviera con una niña pequeña.

—¡Esto es realmente bello! —le dije, rodeándolo con mis brazos.

Caminamos por el lindo parque observando como de unos pequeños orificios en el suelo, salían disparados unos largos hilos de agua que contrastados con las luces led cambiantes, se cruzaban entre sí formando figuras muy bellas a la vista.

—Esta es la estrella. —indicó él, apuntando hacia la derecha. Una parte del agua se escurría entre el césped del lugar y otra se introducía de nuevo en unos pequeños canales para repetir nuevamente su curso.

Observé todo el parque con mucha emoción y me permití admirar cada una de las figuras que éste exhibía.

Isaac había dejado el espectáculo de la rosa para el final, y con una tierna sonrisa, me convenció de ingresar a la atracción antes de que volviera a encenderse.

Aunque sabía que el viento comenzaba a correr con más frialdad y mojarse no era la mejor idea ante eso, no me negué a su petición. Estaba emocionada de estar con él en aquel mágico lugar.

Ingresamos rodeados de algunas parejas, y el espectáculo comenzó.

Unos charcos de agua salían disparados de sus agujeros mojándonos a ambos en su caída. Las luces, que al inicio habían sido rojas, cambiaban lentamente a tonalidades rosas y blancas. Desde arriba se podía ver la gran rosa que creaban todos los hilos de agua juntos.  Era hermoso.

Ambos gritamos al sentir la fría agua sobre sus cuerpos, pero reímos en todo momento ante aquel espectáculo, tomados de la mano.

Isaac se detuvo por unos instantes con el agua escurriéndole por el rostro, de forma que lo hacía ver extremadamente atractivo, y aprovechando su agarre sobre mi mano, me atrajo hacia él con un sencillo movimiento. Me observó detenidamente por unos cortos segundos y acercó su rostro lentamente hacia el mío, sumergiéndonos a ambos en un tierno y largo beso que disfrutamos al máximo.

—Creo que he perdido la cabeza, por a ti—confesó, cuando nos habíamos separado, haciéndome enrojecer enseguida. Sus lentes se habían empañado debido al agua, más se los quitó con mucha facilidad.

Estando así, a escasos centímetros de él sentí que mi corazón dio un vuelvo dentro de mí, y sin responder explícitamente, me acerqué nuevamente a él y lo besé con mucha emoción. Aquella era mi forma de responderle, y sabía que Isaac lo había comprendido muy bien. Yo sentía lo mismo que él.

Al frente de nosotros, un anciano con su antigua cámara de fotos nos tomó una fotografía con mucha satisfacción, y esperando a que ambos saliéramos de la atracción, se acercó con la instantánea entre sus manos, dispuesto a venderla.

Isaac le agradeció con una sonrisa y le extendió un billete al anciano, el cual se encontraba seco gracias a la protección de su chaqueta.

—Esto es mucho para lo que cuesta. —le dijo él, intentando devolverle el dinero.

—Para mí vale mucho. —le respondió con una sonrisa mientras admiraba la hermosa foto en su mano. El corazón se me estrujó por dentro al observarlo tan tierno delante mío. 

Yo había tenido la oportunidad de conocerlo serio, enojado, ensimismado y hasta sonriente, pero nunca había imaginado que tendría el privilegio de observarlo de esta forma, tan tierno y vulnerable.  

Caminamos cómo dos chiquillos enamorados tomados de la mano, hasta que llegamos al auto negro de Isaac, temblando del frío.

—Gracias por esta hermosa noche. —le agradecí una vez dentro. Ambos castañeteábamos del frío, pero con la calefacción del auto se nos hizo tolerable en cuestión de unos minutos.

—Gracias a ti por darme una oportunidad. —respondió con una sonrisa, y puso en marcha el auto. —Por cierto, te ves muy hermosa mojada; pareces un lindo perrito tierno.

—¿Me estás llamando perro? 

—Pero uno tierno. —Se excusó riendo, más yo no pude hacer más que fulminarlo con la mirada mientras que una sonrisa involuntaria se escapaba de mis labios.

...

IG: ponche_26

¿Que opinan de la pareja?

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