𝗧 𝗥 𝗔 𝗖 𝗘 𝗥

By janhe2

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Ailén vive en los suburbios de la ciudad, en un edificio redondo situado en el peligroso barrio de Almas, don... More

𝗣 𝗿 𝗼 𝗹 𝗼 𝗴 𝗼
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By janhe2

Ailén abrió los párpados muy despacio, casi en contra de su voluntad. Quería continuar durmiendo, pero estaba mareada y algo le obligaba a abrirlos.

Estaba sentada en una silla, atada de brazos y piernas. Aún así, no trató de zafarse ni huir, aceptaba su destino porque sabía que no podía detener lo que iba a pasar.

En el mismo almacén en el que le habían secuestrado anteriormente, habían 3 hombres frente a ella. Podía reconocer sus caras, pero las veía borrosas por sus pesados párpados.

Su hermano se reía y le señalaba.

— ¿Dónde estoy?

Sentenza le seguía a él con carcajadas, como si fueran amigos viendo el espectáculo más divertido del mundo, y ella fuera la atracción principal.

Ailén trató de mover un brazo para poder alcanzarle, pero le resultó imposible. Entonces el tercer hombre, que había permanecido apartado de los otros dos, se acercó a la luz para revelar quién era.

Eryx la miraba con desagrado.

— Es tarde...— Su voz era un eco.

El chico, decepcionado, se dio la vuelta para dejarla allí.

En un impulso, Ailén rompió las cadenas que la sujetaban a la silla para liberarse. Le pareció una eternidad hasta caer al suelo, con el brazo estirado para que él lo cogiera. Sin embargo, Eryx no le agarró.

— No, vuelve.

Moviéndose tan rápido como el viento, Sentenza le puso una bolsa de plástico en la cabeza y ella solo podía sentir la tristeza invadirle en la oscuridad del plástico. Ni siquiera intentó apartarse.

— ¿Prefieres morir ahora, o primero irá Yael?

Sin esperar respuesta, Sentenza apretó la bolsa en su garganta hasta no dejar aire.

Ailén se levantó de golpe, con una sensación extraña en su garganta, ahogada. Tomó aire y se dio cuenta de que había sido una pesadilla. Seguía sentada en su cama, en su casa de Ragta, en el colchón raído sobre el que había dormido la mayor parte de su vida.

Los primeros rayos de luz se colaban a través de la puerta, entreabierta.

Sin más ganas de volverse a tumbar e intentar retomar el sueño, se levantó poco a poco. Sus pies entraron en contacto con el frío suelo, que tocaron la suciedad del polvo acumulado. Una araña de tamaño notable, estaba vuelta con sus largas patas estiradas hacia el techo, muerta en la esquina del cuarto. El piso estaba echo un asco desde que se fueron, nadie había tenido oportunidad de limpiarlo.

Fue a darse una ducha y, por suerte, el agua seguía en funcionamiento. Se alegró al abrir la manivela para dejar correr el agua por su cuerpo, aunque estuviera un poco fría. Al terminar se vistió y cogió la gorra amarilla que siempre le había acompañado, para ponérsela cuando se secara el cabello. 

Trató de encender la lámpara del comedor, que daba a una zona sin demasiada iluminación natural, pero no funcionaba. Les habían cortado la luz. Buscó en los cajones donde su abuela guardaba las velas gastadas y las encendió por las áreas más oscuras del piso.

Miró la hora en la pantalla de su teléfono, eran las once y media. Los demás estaban a punto de llegar a la reunión clandestina que iba a tomar lugar en su casa, pero el primero en llegar, antes de tiempo, no fue otro que el chico que le había estado buscando como un loco.

La puerta del piso estaba abierta cuando entró, como solían acostumbrar a hacer en el edificio de Almas, porque no tenían nada de valor más allá de los recuerdos que los objetos de la casa les dejaron y que su familia había formado.

Eryx fue hacia dónde estaba sin esperar una invitación. Retiró su cabello descuidado hacia atrás y puso los labios en una fina línea.

— ¿Tienes una idea de lo que acabas de hacer?

— No me des lecciones que no estamos en clase.

Ailén le contestó con tranquilidad, apartándose de él. No quería discutir en ese momento. La ducha le había sentado bien y se sentía como una nueva persona.

— Dábalos.

— Ah, mira, ya vuelvo a ser yo.

— No estoy de broma.

— No tengo tiempo para esto ahora.

En ese instante llegaron Rubi y Vera, cogidas de la mano y cerraron la puerta principal. Vera dejó caer una bandolera semiabierta, llena hasta el tope de cosas, sobre una de las sillas del comedor. Rubi se encargó de comprobar que no hubiera ninguna ventana abierta ni ningún hueco al exterior por donde les pudieran espiar. Después, todos apartaron las sillas y se repartieron alrededor de la mesa. Vera a la izquierda, junto a Rubi; Eryx a la derecha y Ailén en el centro.

— Espero que todos hayamos descansado porque se viene una tormenta.

Las chicas miraron tendidamente a la dueña de la casa, asintiendo. Aunque Ailén no les creyó del todo, ya que cada una había estado ideando una salida para poder sobrevivir al día, y por ello habían quedado. Debían juntar sus propios planes en uno definitivo y acordar cómo vencer al enemigo en común.

— Todas queremos salvar nuestro culo.— Le respondió Rubi, con ojos para la venganza.— Pronto conseguiremos salir de aquí.

— Tracer ha salido de Dagta. Y no,— dijo Eryx mirando exclusivamente a Ailén—, no he ido tras él.

— ¿Dónde creéis que irá?

Por mucho que la chica de pelo rizado le hablara, él no dejaba de observar atentamente a la rubia. En parte porque quería que ella le escuchara y, por otra, les estaba respondiendo a todas con un solo gesto. Ailén se dio cuenta al instante de lo que significaba y le devolvió la mirada.

— Ah, a mí. Por eso has venido, ¿no?

— Como si "tratar" con Sentenza no fuera suficiente motivo.

Rubi carraspeó, haciendo evidente la incomodidad que sentía en ese momento.

— Chicos, tenemos que concentrarnos. Vera y yo hemos pensado en algo. Pero... no sé si en frente del policía es la mejor opción.

Eryx giró la cabeza hacia ella, para después apoyar las manos en la mesa e inclinarse hacia adelante de un modo amenazante. Rubi no se dejó intimidar en absoluto por su postura y levantó el mentón en señal de chulería.

— Confío en él.— Calmó la tensión Ailén.— No dirá nada.

— Depende de lo que digas.— Respondió él.

— Chívate y te corto la lengua.

Con temor a que su novia hiciera algo que desatara violencia innecesaria en la habitación, Vera se puso en marcha y sacó de la bandolera unos grandes papeles enrollados.

— Podemos conseguir armamento de la licorería. Limpiando el almacén cayeron unos planos antiguos de la estantería, que mis tíos tenían guardados en casa, y encontramos esto.

Sacó la goma que los envolvía, con cuidado, y los desenrolló encima de la mesa con la ayuda de las manos de los presentes, que los ojearon con curiosidad. Ellas colocaron uno al lado del otro para que pudieran comparar aquello que veían similar. Ailén señaló un túnel subterráneo que había debajo de la licorería, el cual conectaba con un antiguo sistema de alcantarillado de la ciudad. El siguiente mapa era de la zona de Ragta, donde estaban dibujadas las calles y los edificios. Si ambos papeles se posicionaban juntos, el túnel conectaba de la licorería al casino.

— Pero, ¿cómo conseguiréis las armas?

Eryx, que siguió el camino que el dedo de Ailén trazaba, se entrometió con una sonrisa nerviosa al imaginar las posibilidades de capturar a Sentenza. En su cabeza todo se había resuelto con facilidad enviando un equipo policial liderado por él. Podía saborear la victoria ante Tracer en la punta de la lengua, que rascaba sus dientes.

— Ni hablar de que vais a coger armas. Podríamos hacer una redada antes de tiempo y–

— ¡Eryx!

Un puño cerrado aterrizó a la velocidad de la luz en la mejilla del policía. Ninguno vio venir el puñetazo hasta que Rubi sacudió su mano derecha y puso los ojos en blanco, cansada de escuchar la voz, que pensaba como irritante, yendo en contra de lo que ella quería hacer.

— ¡Rubi!

Vera ahogó un grito y le arrastró hacia la otra punta de la habitación para que no empezara una pelea.

El chico dio un paso atrás del impacto, sorprendido y desafiado.

— ¿Acabas de agredir a un agente?

Ailén se puso delante de Eryx y alzó las manos, igual de desconcertada que el resto. Intentó mediar después de unos segundos de realización porque, si ella no lo hacía, la situación se iba a descontrolar demasiado y sería muy tarde para volver atrás. Pensó que actuar como si nada grave hubiera pasado era la mejor opción, aunque deseara llevarse a Rubi al baño y encerrarle hasta que recapacitara.

— Eryx, tranquilo. ¡Rubi, por Dios! ¿Qué coño os pasa? Estamos aquí para trabajar juntos. No para la policía, no para la mafia. Para nosotros. Queremos ayudar a mi hermano y salir con vida.

— Y entregarle, se te olvida.— Añadió Eryx, tocándose el golpe con el ceño fruncido.

Cuando Vera le dijo unas palabras en un tono muy privado y mandatorio, sin que ellos le escucharan, y le hiciera respirar hondamente cinco veces antes de volver a la mesa, retomaron la conversación.

— Sé manejar un arma, enseñaré a Vera. Solo la usaremos en caso de emergencia, para defendernos.

— Perdona, Eryx.— Se disculpó la pelirroja, rascándose el brazo.— Y sí, nos involucraremos en el negocio para no parecer sospechosas, así creerán que les compensamos por haber huido de ellos. Nos harán trabajar y las tendremos a nuestro alcance, seguro.

— ¿Y si vuestro plan suicida falla? Porque lo hará, siendo realistas.— Preguntó aún molesto Eryx.— ¿Cuál es el siguiente, entregarse a una muerte segura?

— No fallaremos.

Ailén recogió los papeles de la mesa para volver a enrollarlos y entregárselos a Vera, que confiaba en las habilidades de combate de su novia y de su propio ímpetu para salir adelante.

— Tú y yo encontraremos a Tracer.— Se dirigió al chico de la mejilla ligeramente hinchada.— Distraerás a Cesia mientras yo le convenzo de que venga conmigo. Lo traeremos aquí quiera venir o no.

— Está bien, pero cuando acabemos tendré que responder sobre todo esto. Y vuestro negocio de armas estará acabado en cuanto Tracer y Yael pisen la celda.

— Me parece bien.— Le contestó Rubi con determinación.— Estaremos en contacto.

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