Ladrón de Besos(Completa)

By ChrisRivera1116

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ALEXANDER : "Cuando estuve en la escuela, me divertía haciendo bromas. Pero la mejor broma, fue la de robarle... More

Soy todo un
La Tía Clara
Se Lo Buscó
Algo en tu Pestaña
Lo que No Esperaba
¡No estoy Celosa!
Besos Consentidos
Con otros ojos
Levántate
Llegó papá
Derrumbe
El Baile de la Escarcha
Corazones Rotos
El Banco del Cerezo
Con el Paso del Tiempo
James
Natalia
La Cita
Bailes y Rudeza
Mancha
Tregua y Promesas
Posibilidades
Para que Funcione
Escapes
Odisea por la Campiña
Champagne
Flores y Nostalgia
¿Y este tipo?
Rescate y Salida
Cambio de Emociones
Decepciones y Disculpas
El Peso de la Indiferencia
¿Se conocen?
Sentimiento Reencontrados
Retribución
Despertar
Retos
La Luna sobre Paris
Encuentro Inesperado
Phillipe al Rescate
Invocación y Pasión
De Absoluciones y Amores
La Movida de Karen
Decisiones, Decisiones
Un Detalle Olvidado
Hablando Claro
Remontando el Futuro
Sorpresas, Sorpresas
La Sonrisa de Bertha Ellis
La Magia del Cerezo
Para que compartamos nuestra Felicidad
De Corazón
De Vestidos y Cambios
Las Despedidas
El Esperado Día
Uno que otro beso
La inspiración
Agradecimientos

Represalias

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By ChrisRivera1116

Alexander

Dos semanas después estaba, otra vez, en la oficina de la directora. «Sí. Ya sé lo que piensan: "¿Qué carajos hizo ahora?"»

—Yo no hice nada, señorita directora —respondí a su pregunta.

La boca de Karen se abrió incrédula de que negara mi culpabilidad.

—¡Mentira, señorita! ¡Tuvo que haber hecho algo! —Exclamó la chica como una energúmena señalando su pierna, con una bolsa de hielo a la altura de la espinilla.

Pero la señorita Millet levantó la mano mostrando la palma de esta, justo en el momento en que iba a replicar la acusación.

—A ver. Resumamos de nuevo —dijo suspirando y mirando al grupo reunido en su oficina.

Karen me acusaba de haber provocado que se lastimara la pierna y un par de sus amigas la apoyaban en ello.

—Todo comenzó cuando la amiga de su sobrina me amenazó —dijo Karen frente a Marie, que estaba presente.

—Sí —secunda una de las amigas de Karen —. Le dijo que había provocado la caída de Loryann, y que, aunque no lo podía probar, que esperara la venganza de Alex, porque ahora son novios.

La chica reflexionó en lo que acababa de decir como si no lo creyera, antes de añadir:

—¿¡Eso es cierto!?

La directora se quita los lentes y se toma el tabique de la nariz.

—Eso fue hace dos días —continuó Karen —. Ayer Nancy Campbell, se nos cruzó en el camino y me miró con lástima. Y... y... y luego sacudió la cabeza.

Nancy, quien también estaba presente, se sonrió para sí con los brazos cruzados. La directora no podía creer como relacionaban todo eso con el hecho.

—Vayan al grano, chicas —dijo impaciente —. ¿Qué tiene que ver todo eso con lo sucedido?

—¡¿No lo ve?! —exclama la acusadora —. ¡Obviamente me estaban amenazando!

—¡Por Dios! —exclamó la directora.

El rostro de Karen mostró algo de confusión antes de proseguir.

—El caso es que hoy, en el comedor. Tomo mi bandeja y comienzo a caminar hacia las mesas y en el camino, me topo con... con... con él —dijo señalándome.

—¿Y qué hizo? —preguntó la tía de Lory.

La chica bajó la mirada como si tratara de recordar algún detalle. Luego, en apenas un susurro respondió.

—Nada. Solo me miró muy serio y continuó comiendo.

—¿Y tú qué hiciste?

—Seguí mi camino lo más rápido que pude para alejarme de él, sin dejar de observarlo. No quería que fuera a tirarme con algo o a oprimir algún botón o... una de esas cosas que hace en sus bromas.

—Y así fue como TÚ, te tropezaste con el banco de una mesa. TÚ, te caíste sobre la bandeja. Y TÚ, te lastimaste la pierna —concluye la señorita Millet, antes de añadir —: ¿Y quieres que castigue a Alexander por?

Karen no supo qué responder. Con una segunda vez de haber resumido la situación, se dio cuenta de que, aunque yo fuera de alguna forma inverosímil, culpable de su humillante caída en medio del comedor lleno de estudiantes que comenzaron a reírse de ella cruelmente; no lo podía probar.

Por lo que al final, con su uniforme todo manchado y la pierna lastimada, se retiró en su derrota llevada por sus amigas de regreso a la enfermería.

Una vez, se hubieron alejado, a través de la puerta abierta veo entrar a Lory sostenida en sus muletas. Ni siquiera frente a su tía se contuvo de abalanzarse sobre mí y llenarme de besos. La señorita Millet, tuvo que carraspear disimulada para que se controlara.

—Solo puedo concluir que fue algo del karma —comenta la directora.

—Bueno —interviene Lory — No del todo.

Viendo que mi novia me iba a tirar al medio, me adelanté a decir mi parte.

—Lo único que hice fue decirle a Marie y a Nancy lo que tenían que hacer.

—Espera. ¿Hiciste que ellas dos dijeran e hicieran y; eso provocó lo que le pasó a Karen?

—Claro —respondí. Y luego me expliqué —. No daba con una idea para desquitarme de Karen. Estuve a punto de darme por vencido.

—Hasta que le dije que eso no podía ser. Con toda su inteligencia no se le ocurriera algo —añadió Lory —. «No estás haciendo honor a tu fama»; le dije.

—Y ahí se me ocurrió.

«Hice que Marie y Nancy la pusieran sobre aviso y eso hizo que se pusiera nerviosa. Por mi fama, Karen sabía que era capaz de hacerle algo. Y por andar pendiente de lo que haría, se tropezó. Todo lo hizo su propia mente, sus sentimientos de culpa. Lo único que lamento es que no ocurriera en la cancha de voleyball».

La señorita directora, me miró con los ojos bien abiertos. Tenía sus manos sobre la boca por la sorpresa, al darse cuenta de lo maquiavélico de ese plan.

—Alexander Díaz —sentenció —. Das miedo.

Me sonreí. Y la directora nos despide a todos de su oficina. Pero antes de que cerrara la puerta me miró y como si recordara algo declaró:

—"Hazle creer a tu enemigo que le atacarás con todo...

—...y luego ataca solo un punto débil" —concluí la frase.

—¡El Arte de la Guerra! —exclamó ella riéndose de la genialidad de ese plan.

Loryann

El día que liberaron mi pierna, sentí regresar a la vida. Y sobre todo porque la navidad se acercaba. Ver a mi padre vestido de civil, cenando conmigo; mejor dicho: con nosotras fue uno de los momentos que mejor recuerdo por lo feliz que me sentía. Reíamos y disfrutábamos de las peripecias que cada uno había pasado.

Entonces, el timbre de la puerta sonó y salí corriendo esperando que fuera Alex que aún no llegaba con su madre. Sin embargo, al abrir todo se me oscureció, mi sonrisa se borró y mis ojos no quisieron dar a entender la sorpresa que sentía en ese momento.

—¿Por qué te quedas mirándome así? ¿No piensas saludar a tu madre? — fueron las primeras palabras que me dirige.

—Hola mamá —respondí secamente.

Extendió su mano hacia a mí y la posó en mi mejilla.

—Te ves muy bien, pero tengo entendido que te habías lastimado la pierna.

—Eso fue hace dos meses —repliqué con notable molestia.

—¡Jum! Me alegro —dijo sonriendo antes de plantarme un beso en la mejilla —. Espero que eso no haya afectado tus notas.

Tras decir esto, me tomó del hombro y me puso a su lado para que camináramos juntas. Mi padre y mi tía se quedaron helados justo donde estaban. Mi tía viéndonos acercar y mi padre con la mirada fija en ambas.

—¡Saludos! —Exclamó la tía Clara luego de salir de la impresión y corriendo a abrazar a su hermana mayor.

—Que gusto estar de vuelta —respondió mi madre.

No se lo creo.

Entonces, miró a mi padre con una sonrisa parecida a una máscara de teatro.

—Hola Arnold.

—Hola Claudia —contestó mi padre con la misma sequedad.

La tensión se podía cortar con un cuchillo. «Que digo cuchillo, con una sierra de leñador». En mi mente, creía que me veía tranquila por fuera, aunque mi corazón latía a toda velocidad. Lo curioso es que no recordaba el porqué.

—¿Cómo has estado Claudia? —preguntó papá para bajar la tensión. «No creo que fuera buena idea».

—Muy bien, gracias por preguntar.

—Toma asiento Claud, debes probar el pastel de carne.

—¡Uy no! —Exclama mi madre con una mueca de asco —. ¿Olvidaste que ahora soy vegetariana?

—Ahí tienes la ensalada entonces —replicó la tía.

Se asentó un incómodo silencio, que mi padre, como todo soldado valiente atravesó de frente así no más sonriendo.

—Así que probando una dieta más saludable —comentó mientras se echa un buen pedazo de carne a la boca.

—Bueno. No todos nos ganamos el pan brincando de un lado para otro —replicó ella sin dejarse molestar.

—Recuerdo, que había ciertos «brincos» que no te molestaban.

—¡PAPÁ!

—Lo siento querida. Daño colateral.

—Veo que sigues siendo un bestia — Aprovechó mi madre para atacar.

—Veo que sigues siendo un témpano. ¿Cuántos «Titanics» habrás hundido?

—¡ARNOLD! — Esta vez fue tía Clara quien le regañó.

Bien. Supongo que se preguntarán porqué tanta agresividad entre mis padres. Pues para hacer el cuento largo, corto. En uno de sus viajes de caridad, la doctora Shaw tuvo un «desliz» con uno de los doctores. Cosa que le confesó en medio de una discusión por sus largas ausencias. Hasta ahí llegaron, y yo acabé en el fuego cruzado.

Pero esta vez, no.

—¡BASTA! —Grité con toda mi furia —. ¡Deténganse por el amor de Dios!

Otra vez el silencio incómodo, que mi padre volvió a romper.

—Lo siento cariño. Por mi parte estaré tranquilo —dijo —. No queremos dar una mala impresión a las visitas.

Ahora sí que lo recordé. Alex y su madre vendrían y era eso lo que me tenía nerviosa. Me levanté a toda prisa para atajarlos antes de que entraran, pero fue demasiado tarde.

—Hola —saludaba la madre de Alex desde la entrada y entrando —. La puerta estaba abierta. Mucho gusto...

Alex entró como pancho por su casa, se dirigió a mí sin el menor recato y me besó efusivamente en los labios. Completamente ajena, su madre continuó:

—Soy Katherine. La madre de Alexander.

El rostro de mi madre se enrojeció con la sorpresa, la tía Clara retrocedía lentamente y mi padre sonreía como si nada pasara. Cuando volví a mirar a la doctora Shaw, sus ojos claramente me decían: «Nos vamos ahora mismo».


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