PROHIBIDO ENAMORARSE (Disponi...

By SraSotto

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«Cuando la vida te cambia en un segundo y a partir de entonces, te transforman en la villana del cuento de ho... More

Mensaje de Sra. Sotto
Síntesis
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40

Capítulo 3

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By SraSotto

Se fumaba un cigarrillo fuera de su tienda mientras contemplaba el cielo despejado y su mente, irremediablemente, viajaba al pasado; mas la voz de su asistente no le dio tiempo a invocar por completo ciertos recuerdos que le resultaban imposibles de sepultar en lo más profundo de su ser. Agradeció mucho su llegada.

―¿Es verdad lo que murmuran por ahí? ―preguntó la chica morena de cabellos trenzados mientras se acercaba, levantando polvo a su paso―. ¿Has pedido otros seis meses de servicio en este infierno?

La doctora asintió con la cabeza, luego inhaló de su cigarrillo y exhaló después una nube de humo.

―Yo no veo la hora de irme de aquí ―continuó la muchacha y sonrió.

―Ya te faltan pocos días, Aisha ―Rose también sonrió―. Muy pronto podrás reunirte con tu familia.

―Ayer hablé con Sam ―era su pequeño hijo―. Estoy loca por verlo ―suspiró y miró hacia la tienda que usaban como centro de primeros auxilios, donde tenían a la prisionera y dos gorilas custodiaban la entrada―. Iré a controlar la paciente. Gracias a Dios la trasladan mañana... Sinceramente me da escalofríos estar a solas con ella.

Rose no pudo evitar sonreír. ―Qué exagerada, ni que del Diablo se tratara... Anda, ve, te alcanzo en un minuto ―se llevó el cigarro a los labios y tomó una profunda calada mientras la veía alejarse hasta perderla de vista cuando se adentró en la tienda.

Cuando Leia vio aparecer a la asistente de la doctora, sonrió; como si llevara rato esperando que alguien apareciera. Aisha no se le acercaba más de lo necesario, por ello la inquietó la petición de la paciente...

―¡Ey, muchacha! ―Walker llamó su atención―. Necesito ir al baño.

Aisha suspiró y fue por la urinaria metálica para asistirla en la camilla. No le agradaba para nada; pero no podía negarse.

―Claro...

―No, no; necesito hacer "un dos" ―explicó la prisionera y le guiñó un ojo.

―Oh, es que no tengo autorización para...

―¿Qué sucede, Aisha? ―preguntó la doctora, quien recién irrumpía en la tienda.

―Le decía acá a la señorita, que tengo una urgencia sanitaria que no puedo resolver con ese reverbero que me ponen para hacer pis ―explicó Walker espernancando los ojos―. Necesito en verdad ir a la letrina, Rose ―era la primera vez que pronunciaba aquel nombre; que no usaba su tono sarcástico y que parecía tomar algo con seriedad―... por favor.

Miranda exhaló bruscamente y miró a su compañera, asintió con la cabeza y salió por un par de minutos a pedir la llave de las esposas a los soldados de la puerta. Desde adentro, las otras dos escucharon que no fue fácil conseguirla; y menos convencerles de permanecer afuera bajo la explicación de que tanto ella como Aisha, eran también soldados preparados del ejército que no necesitaban asistencia para llevar una mujer al sanitario.

―Muy bien, Aisha te llevará ―dijo Miranda apareciendo y mostrando la llave, ante lo cual su asistente mostró visible inquietud.

―¡¿Yo?! Pero, Rose...

―Vamos, linda, que no muerdo; ¡ahora mismo soy tan inofensiva como una simple mujer con ganas de cagar por Dios! ―intervino la prisionera.

―Conste que yo estaré aquí, Walker; y en la entrada hay una pareja de los hombres de Ferguson que no dudarían un segundo en hacerte un nuevo hoyo, así que, por favor; no intentes nada estúpido ―advirtió Rose antes de abrir las esposas.

―Tranquilas, "ladies", me portaré como la "nerd" de la clase; solo dense prisa por Dios, ¡me urge!

Tras unos cuatro minutos de espera junto a la camilla, a Rose le empezó a preocupar tan excesivo silencio; hasta que un ruido proveniente del retrete activó sus instintos, poniéndola de inmediato alerta y haciendo que llevara su mano al arma en su cintura.

―¡¿Qué mierda!? ―soltó entre dientes intentando desenfundar la pistola al ver aparecer a Aisha por delante; pero con Walker a su espalda sometiéndola con el arma que debió arrebatarle.

―Eh eh eh, mi Doc. ―ejerció presión sobre el cuello de la asistente con su brazo y movió el cañón del arma hacia su cabeza―. ¡Nada de estupideces o la linda morena se muere!... Suelte el arma, doctora... despacito y con cautela, póngala en el suelo y patéela hacia donde está la camilla, ¡ahora, carajo! ―ordenó entre dientes.

Rose obedeció, con el corazón oprimido ante el horror que reflejaba la cara de su compañera. Recordó la última conversación que tuvieron antes de que ella se viniera a revisar a la paciente y se reprendió a sí misma por ponerla en peligro al enviarla al retrete con aquella psicópata.

―Walker... no cometas más estupideces; basta una palabra y esos dos que están afuera vendrán y te volarán la tapa de los sesos...

Pero Leia tenía la sangre fría y el entrenamiento suficiente para no pensar más que en lograr su objetivo. Dio un paso adelante trajinando consigo a la aterrorizada asistente.

―Adelante, Miranda... te invito a que des la voz de alarma, y antes que tus labios se unan nuevamente; los sesos de tu amiga serán los que estarán esparcidos por todas partes... eso te lo aseguro.

Aisha ni siquiera atinaba a decir nada, no hacía más que llorar y Leia la sentí temblar entre su fuerte agarre; mas sinceramente, en su actual y muy delicada situación, eso no le importaba en lo más mínimo. No deseaba volarle los sesos a la morena; pero lo haría sin pestañar de ser necesario. Era su vida o la de ellas, y obviamente escogería la propia vida una y mil veces.

―Escucha ―Rose ya tenía las manos sobre la cabeza, donde la prisionera podía verlas muy bien―, tómame a mí...

―¡Rose! ―la voz de Aisha resonó en las predes de lona y Leia presionó con más fuerza el cañón del arma en su sien, haciéndola arrepentir de inmediato.

La doctora miró a sus espaldas y suspiró cuando al no ver entrar los guardias, sabía que Walker no estaba jugando y que no dudaría en cumplir su amenaza. ―Tómame mí ―volvió a repetir; mas ya tenía toda la atención de la prisionera―. Conmigo como rehén tendrás más posibilidades de salir de aquí con vida.

Leia sonrió sin quitar el arma de la cabeza de la otra. ―Tengo que admitir que tienes los ovarios bien puestos, Doc.

―¿Te dice algo el apellido Miranda? ―continuó la chica sin pensar mucho en la locura que estaba cometiendo. Vio que Leia quedó pensativa y sonrió―. Exacto, Walker, soy la sobrina del secretario de la defensa nacional; General Ronald Miranda... Nadie osará ponerte un dedo encima mientras me tengas ―nunca pensó decir lo que estaba por decir―... me tengas sometida. ¿Qué dices? ¿Ah?

―¡Suavecita y cooperando!... Acércate con las manos en la nuca y no intentes nada, porque te juro que descargo esta pistola sobre todo lo que se mueva, ¿ok? ―aceptó Leia, reconociendo la ventaja que le daba el tener al secretario de defensa agarrado de los huevos.

La doctora asintió e inició a dar los primeros pasos lentamente, hasta que por fin estuvo muy cerca. En un abrir y cerrar de ojos, Leia golpeó en la nuca a Aisha, lanzándola al suelo inconsciente y tomando a Rose a punta de pistola.

―¡No tenías que golpearla! ―rezongó Miranda al ver a su compañera en el suelo, desmayada.

―Estará bien, mientras no se haga la heroína; estar inconsciente para ella es garantía, créeme ―la jaloneó y golpeó una de sus piernas, obligándola a moverse―. Ahora avanza, despacio y sin trucos, Doc.; en verdad no me gustaría tener que hacerte daño... ¡vamos!

―No llegarás lejos, Walker; afuera hay más de veinte hombres armados hasta los dientes...

―¡Eso ya lo veremos!

Llegando frente a la lona de la entrada se detuvieron, había demasiado silencio; no era buena señal. Leia llevaba aun una de las esposas tendiendo en su mano izquierda; sin pensarlo y en un movimiento rápido cerró la que colgaba abierta alrededor de la muñeca de Rose, quien la miró sorprendida, mas permaneció en silencio... en el fondo, sabía lo que les esperaba ya afuera.

Llevando a la doctora como escudo vivo, Walker salió al exterior de la tienda; e inmediatamente se sintió en la mira de más de una docena de armas.

―¡Walker! ¡Suelta el arma y deja a Miranda libre! ―reconoció la voz del comandante Duncan a través de un megáfono, ubicándolo junto a Ferguson a varios metros.

―¡Comandante!... No se va a poder, estamos... "predestinadas" a permanecer juntas ―contestó y se rio, acercando su cara a la doctora―. ¡Depende de usted qué tipo de noticias le da al secretario sobre su querida sobrina!

―¡No tienes posibilidades, Walker! ¡Entrégate antes que una bala te atraviese el cráneo! ―gritó Ferguson haciendo alarde de la ventaja en número que poseían.

―¡Tú te callas, baboso! ¡Voy a tratar esto con el dueño del circo, no con los payasos!... ¡Comandante!... si hace lo que le digo, la doctora vive y usted conserva su puesto; pero si no... ―Leia usaría la única carta que tenía a su favor.

―¡¿Qué quieres, Walker?! ―preguntó Duncan, sabiendo que alguien como ella, no amenazaría en balde.

―¡Al fortín todos, y soltando las armas antes de entrar! ―ordenó la "criminal", señalando con un rápido movimiento de cabeza hacia el cuarto de madera herméticamente cerrado, en donde sabía que guardaban las provisiones.

―¡No nos vamos a encerrar! ¡¿Estás demente o qué?! ―gritó Ferguson.

En cuestión de segundos, uno de los tanques de combustible que se hallaba a cierta distancia, fue blanco de un disparo de Leia y la explosión alarmó a todos.

―¡¿Te parece que estoy jugando, Duncan?! ¡Todos desarmados al maldito fortín, y los encierras desde afuera con llave! No me hagas repetirlo...

No quedaba de otra, Duncan ordenó lo que ella pedía y él mismo, tras soltar sus armas junto a la puerta, pasó la cadena con el candado; encerrando a sus hombres bajo protestas y amenazas dirigidas a la "terrorista" de Walker.

―Te vas a arrepentir de esto, maldita loca...

―¡Tu vehículo, Duncan! ¡¿Cuál es el maldito jeep en que te mueves?!

El hombre señaló uno de los tres vehículos que había en el lugar.

―¡Préndelo y aléjate sin cometer ninguna tontería! ―ordenó Walker y con una velocidad y precisión asombrosas disparó a los neumáticos de los otros dos―. ¡Aléjate o tendré que dispararte, Duncan!

Según el comandante obedecía sin más opción, ella caminaba a prisa hacia el jeep arrastrando a Miranda consigo. Entró al vehículo por la puerta de la derecha sin dejar de apuntarle a la doctora y se deslizó hasta el volante, tirando de ella y obligándola a subir.

―No vamos a llegar muy lejos, Walker... ―dijo Rose―. Duncan va a soltar todo el equipo tras de ti...

―No seas pesimista, Doc. ―respondió Leia y pisó el acelerador haciendo rugir el motor―. ¡Deberías tenerme un poco más de fe, linda! ―exclamó y le guiñó un ojo, viendo a través del retrovisor a Duncan corriendo hacia el fortín mientras ella emprendía la marcha a toda velocidad. 

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