La paranoia de Quinn

By karlaeilishh

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Nada es lo que parece. More

Personajes e info:
Capítulo 1: A medio camino
Capítulo 2: Mala espina
Capítulo 3: Las dos mochilas
Capítulo 4: Historias tristes
Capítulo 5: Tres días
Capítulo 6: La farmacia
Capítulo 7: Sam
Capítulo 8: Renovada
Capítulo 9: La autopista
Capítulo 10: Escaparemos
Capítulo 11: La hija de Josh
Capítulo 12: ¿Qué es la vida sin amor?
Capítulo 13: Una nueva era
Capítulo 14: Insomnio
Capítulo 16: Celos en la cárcel
Capítulo 17: La verdadera guerra
Capítulo 18: Humo y fuego
Capítulo 19: Un ángel
Capítulo 20: Te lo prometo, mamá.
Capítulo 21: La actriz
Capítulo 22: La verdad duele
Capítulo 23: No todo es mentira
Capítulo 24: La única verdad
Capítulo 25: Una sola forma
Capítulo 26: ¿Situación?
Capítulo 27: Maggie

Capítulo 15: Casa tapiada

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By karlaeilishh

Aprovechad esta paz... Pronto empezará un drama que no os imagináis ;)

_____

De nuevo ese sueño.

Otra vez había despertado pensando en lo real que se sintió. El pitido de esa máquina, esa voz, la canción... Antes me abrumaba, pero después de tantas veces terminé por acostumbrarme a despertarme con el corazón así de acelerado y ese maldito dolor de cabeza.

Hacía un mes que se acabaron los granos de café, ahora lo único que podía hacer para terminar de despertarme era darme una ducha fría con el agua del pozo comunitario.

Y qué fría estaba.

Con el pelo goteando aún, me vestí con el uniforme militar que le robé a un cadáver en la última expedición de la semana pasada. Justamente era de mi talla, y ese chico muerto ya no lo necesitaba para nada.

Así va el mundo.

—Buenos días. —me saludó una sonriente Linda. —¿Has dormido bien?

—He dormido demasiado. —bostecé.

Ella sonrió y me tendió un vaso de leche caliente. Las vacas de La Cárcel venían muy bien a la comunidad.

Me senté en la gran mesa junto a los demás. Todos hablaban animadamente, algunos ya partían para salir en busca de alimentos, otros se reían por algo gracioso... Todo estaba en paz.

—¡Hey!

Una sonrisa apareció en mi rostro cuando Billie llegó al comedor. Me hice a un lado en el banco para que se sentara a mi lado cuando Linda le dio otro vaso de leche.

—¿No tienes hambre? —le pregunté. —Hay pan.

—Estoy bien. —me sonrió. —Vaya, has madrugado. —le dijo a Judith, sentada frente a mí.

Las dejé a las dos hablando y yo me levanté para buscar algo de pan, mantequilla y algo de fruta recién recolectada.

—Ten. —le dije a la rubia colocándole el plato frente a ella.

—Estoy bien, Quinn. —me dijo sonriente. —No voy a terminarme todo esto yo sola.

—Yo te ayudo. —contesté pellizcando un trozo de pan. —Pero come, sigues estando igual de delgada que cuando volviste de La Cárcel.

—Cualquiera pensaría que es una ex presidiaria. —se rio Judith.

—En otra vida, quizás. —dijo Billie. —Era muy problemática.

—Sigues siéndolo. ¿A quien se le ocurre salir sola del campamento por las noches? Solo a ti. —la regañé.

—Quinn... Es lo suficientemente mayor para hacer lo que ella crea conveniente. —ahora Judith me regañó a mi.

Billie me miró divertida mientras se llevaba la manzana a la boca.

—La tengo todo el día pegada a la espalda. —le dijo a Judith.

—Qué mal... —me miró mi amiga con cierta gracia en sus ojos. —Antes que eso prefiero perderme por el bosque. Suerte con Quinn, Billie.

Se estaban burlando de mi. Es algo que les encanta hacer; hacerme enfadar para luego venir riéndose y pedirme perdón. Pero hoy no me sacarían de quicio.

—Me da igual lo que digáis. —les dije, robando un último trozo de pan y levantándome de la silla. —Tan solo me preocupo por ti, Bill. Pero tranquila, ya no te perseguiré más... Ya verás como así me echas de menos.

Judith miró a Billie con las cejas levantadas y la rubia se puso colorada. Yo me fui sonriente de allí. Linda también me sonrió cuando pasé frente a ella. A esta mujer le encanta el cotilleo.

—¿Te toca venir? —me preguntó Austin, que ya se preparaba para marchar con Alec.

—No, pero me apetece venir. —me colgué el arma en el hombro. —¿Me dejáis?

—Siempre es bueno tenerte en el equipo. —dijo. —Salimos en quince minutos.

Contenta por ir a esa expedición, comencé a llenar mi mochila con agua, comida para tres días, munición... Guardé mi daga en el bolsillo trasero de mi pantalón y metí la pequeña pistola en la funda de mi pierna.

—Menuda metralleta. —dijo Alec señalando el arma que colgaba de mi hombro. —¿Es una MP7?

—MP5. —dije orgullosa. —Hace dos semanas que la tengo.

—Gran hallazgo. —escuché a Billie detrás de mí.

—¿Y tú que haces pegada a mi espalda? —la molesté.

La observé mientras se equipaba.

—Yo también vengo. —dijo. —No quisiera dejarte sola en mitad del bosque.

—Puedo apañármelas solita.

—Ah, vale. —soltó su arma. —Entonces me voy con Joy y los demás a visitar a Alicia.

Lo hacía expresamente. Intenté no seguirla para evitar rogarle que se quedara, pero cuando la vi alejándose y miré a Austin, que me levantó una ceja con cierta gracia, rodé los ojos y salí en su busca.

—Está bien, está bien. —corrí para colocarme frente a ella, que me sonreía cruzada de brazos. —Puedes venir.

—¿Y qué te ha hecho cambiar de opinión? —preguntó divertida. —¿Cuando he nombrado a Alicia?

Bufé cruzándome de brazos yo también. Billie sabia de sobras que me ponía muy celosa cuando hablaba de la castaña de ojos verdes. Es como si ella supiera que me gusta, y a ella le encanta gustarme. Hay como un coqueteo divertido entre nosotras pero jamás hemos traspasado esa línea, y yo estoy bien con eso.

Tampoco se si le gusto de verdad o sólo me sigue el juego por diversión, pero lo que si se es que me he vuelto adicta a su presencia y a sus bromas constantes. Le encanta ponerme celosa y reírse de mi por eso.

Y yo soy una maldita gobernada. La rubia de ojos azules puede hacer conmigo lo que quiera.

—Deja de ponerte medallitas. —le dije. —Si quieres venir, por mi vale. Pero si no vienes y algo me pasa ese peso caerá sobre tu conciencia.

Aquello le hizo gracia, pero se puso seria enseguida.

—Tampoco te pases de dramática. —dijo. —Anda, vamos.

La seguí con una sonrisa triunfante.

***

Explorar nuevas zonas para tacharlas del mapa a veces se convertía en una misión muy triste. Como la de hoy.

Nos adentramos por un pequeño pueblo donde tan sólo habían una docena de casas como máximo, y las despejamos todas. Una de las casas más grandes estaba con las ventanas y la puerta tapiadas con madera desde el interior, por lo que ya nos imaginábamos lo que habría dentro.

Pero no fue así. No nos encontramos con ningún humano convertido, sino con un padre colgado del cuello en el techo del salón, y detrás en el sofá descansaban los cuerpos inertes de dos niños y una mujer. Los tres con un tiro en la cabeza.

Los cuerpos estaban ya descompuestos por el paso de los años, y aquella escena quedó grabada en nuestras mentes el resto de la tarde.

—Me alegro de no haber sido su hijo. —dijo Austin cuando descolgamos el cadáver.

—La gente perdió la cabeza cuando todo pasó. —habló Billie, observando el cuerpo de esos niños que Alec tapó con unas sábanas. —No podemos juzgarlo... El miedo nos hace hacer cosas que no podríamos ni imaginar.

Esa historia de hoy fue triste. Un padre encerrado en una casa junto a su familia, tapiando las ventanas y las puertas para que esos primeros humanos mutantes y caníbales no entraran. La comida se fue agotando y el agua también, y antes de morir del hambre o salir al exterior para enfrentarse al nuevo mundo, mató a sus hijos y a su mujer para terminar con su sufrimiento, y terminó suicidándose después.

—Ahora descansan en paz. —dijo Austin. —Bueno, creo que ya es hora de volver.

—Es de noche. —dije. —Tenemos lo suficiente para quedarnos aquí hasta primera hora.

Todos estuvimos de acuerdo. Movimos los cuerpos hacia el exterior de la casa, proponiendo enterrarlos en el jardín a la mañana siguiente. Cuando Austin y Billie arrastraban el cuerpo del padre, unos hombres armados entraron en la casa.

—¡Alto! —grité apuntándolos con mi MP5.

—¿Quinn?

La sombra de una mujer se hizo paso entre esos hombres que nos apuntaban con sus armas.

—Joder, Alicia. —suspiré, bajando el arma.

Detrás de ella estaba su mejor amigo Jeremy.

—Son de La Cabaña, dejad de apuntar. —le ordenó a su gente que obedeció enseguida.

La castaña se acercó a mi para saludarme con un corto abrazo y luego repitió el gesto con mis demás compañeros.

Desde que luchamos juntos, Alicia se ha ganado el cariño de todos nosotros. Es una guerrera, una mujer fuerte que lucha de nuestra mano y que nos ha salvado de una muerte segura en varias ocasiones.

Salvó a Billie una vez cuando huíamos de una horda de chasqueadores. La rubia por poco se cae por ese precipicio de no ser porque Alicia llegó justo a tiempo para agarrar su brazo.

—¿Qué hacéis aquí? —preguntó. —Creía que esta semana no os tocaba salir.

—Mi padre tenía mucha prisa en despejar esta urbanización. —expliqué. —Planeamos mover el asentamiento. La muralla cada vez se debilita más.

—Siempre habrá sitio en la cárcel.

—Demasiada oscuridad... A los pequeños les gusta el exterior y jugar a plena luz del Sol. —habló Billie.

—Bueno, ¿Quién sabe hacer fuego? —preguntó la de ojos verdes frotándose las manos. —Me muero de hambre y Jeremy ha cazado un buen cervatillo.

Y vaya si era bueno, todos nos chupamos los dedos cuando terminamos con la barriga llena.

El grupo de Alicia pasó la noche en la casa de al lado y nosotros en la de la familia asesinada por el padre. La noche cayó oscura y silenciosa, y no pude pegar ojo pensando en la familia que enterraríamos mañana.

¿Tanto fue el miedo de ese hombre, que se atrevió a hacer tal atrocidad?

Yo tuve suerte con mi padre, que con una hija de quince años, otra de dieciocho y una mujer con problemas respiratorios, nos agarró a las tres por el brazo y nos obligó a huir de nuestro pueblo.

Y sobrevivimos durante todos estos años. Menos mamá... Que aunque intentó echarle ganas y luchar contra aquellas cosas, terminó perdiendo su vida para que yo pudiera escapar junto a Joy de ese callejón sin salida.

—¿No duermes?

Di un respingo cuando escuché la voz de Billie detrás de mi. Dejé de mirar por aquella ventana del piso superior y me giré para verla. Dejó de apoyarse en el marco de la puerta para acercarse.

—Que va... —suspiré. —Lo de esta familia me ha hecho recordar el día que nos fuimos de casa.

—Creo que a todos. —dijo mirando al frente, con los ojos brillantes gracias a la luz de esa gran Luna.

Escuchamos a gente hablando en el jardín y ambas nos asomamos por la ventana. Era Alicia riéndose por algo con uno de sus compañeros.

—Siempre me habla de ti. —dijo mirando a la castaña. —Eres algo así como su ídola.

—¿Yo? —me reí. —Ella es mejor que yo mil veces.

—No se trata de quien sea mejor o peor, es porque ella lleva toda la vida buscando algo de paz en todo este desastre y terminó dándose por vencida hace mucho tiempo, cuando Richard empezó a liderar esa cárcel. —dejó de mirar por la ventana y se concentró en mi. —Tú le devolviste las esperanzas.

—Pues nos admiramos mutuamente. —le sonreí. —Parece que habláis mucho.

Levantó una de sus cejas y se apoyó en el marco de la ventana. Me ponía nerviosa que me mirara así, tan fijamente.

—¿Estas celosa de ella?

—No, no, para nada. —me removí en el sitio.

—¿Segura?

—Deja de mirarme así. —bufé, apartando la mirada. —Me pones nerviosa.

Aquella confesión la hizo sonreír, y aunque quisiera haber observado directamente esa sonrisa los nervios no me dejaron mirarla.

—No tienes que tener celos de nadie. —me dijo. —¿Es que no te das cuenta de que...

—Hey, chicas. —Alec entró a la habitación. —¿Estáis de guardia?

—Nop. —dije.

—Pues deberíais descansar. —dijo. —Mañana hay una larga marcha hasta La Cabaña.

Como tenía razón, asentimos y le dejamos espacio para que se quedara en esa ventana vigilando.

—Te veo por la mañana. —le dije a Billie por el pasillo. —Estaré abajo.

La rubia asintió y antes de meterse en la habitación donde los demás dormían, se acercó a mí para dejar un tierno beso en mi mejilla. Entre la oscuridad de la noche me puse colorada y nos sonreímos antes de que yo comenzara a bajar las escaleras.

Ella me gusta mucho.

Me encanta tenerla como amiga, reírme con sus tonterías y poder explicarle cualquier cosa que se me pasara por la cabeza. Pero a veces me daban ganas de callar sus palabras con un beso, de agarrar su mano cuando caminábamos juntas, de abrazarla por la espalda y oler su aroma.

Nunca he sentido algo parecido por alguien, ni cuando tenía quince años e iba al instituto.

Lo único que he sentido por alguien es cariño, como el que le tengo a mi padre, a Joy y a mis amigos. También he sentido odio, por Sam y por los enemigos que nos hemos ganado durante estos años. Pero esos nervios, esas miradas, esas sonrisas, ese temblor en mis manos...

Eso es algo totalmente nuevo para mi.

______

Nuestra pequeña Quinn se ha enamorado :')

¿Qué os ha parecido este capt? ¡Contadme!

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