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Tengo que decir que muchas cosas han ocurrido desde ese pasado entonces.
Nuestro legado, nuestra razón de existir, todo aquello que ahora no tiene un sentido, sí lo tuvo años atrás.
Años en lo que todo parecía estar tan distorsionado...
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Bueno, pues en la actualidad todo ahora es muy diferente.
Y, aparte de ello, da la casualidad de que hoy también cumplo años.
Los chicos me felicitaron, lo celebramos y todo eso. Tengo que admitir que fue algo realmente precioso.
Un pequeño respiro después de tantos horribles y asquerosos estragos.
Y, bueno, ignorando por completo cómo debe de ser exactamente esta agraciada parte de la tradición del festejo, decidí yo mismo darles un regalo a ellos.
Un regalo, del que ahora mismo, deberías tú estar disfrutando.
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Así pues, y debido a que escribir es de las cosas que más amo, yo mismo me he dado la tarea de recopilar los testimonios, las historias, y las pequeñas leyendas de cada uno de los protagonistas que conforman este singular y alocado mundo.
Y, los hice juntos, de forma cronológica, una historia entera y completa.
Creando así mi obra maestra.
Que represente, y nos recuerde hasta en el día de hoy y para siempre, todo lo que nos ha ocurrido desde que nacimos, con el único propósito real de protegerlos, apoyarlos, y acompañarlos a ustedes y a sus vidas con las nuestras únicas propias.
Y que, por ahora, y por la eternidad, el recuerdo de los Experimentos S.E.E.D se quedé inmortalizado en la belleza de la portada de estas hojas, y en el recuerdo de estos manuscritos y de éstas singulares palabras.
Y bueno, terminado ya de balbucearte con mi pequeño prólogo, creo que empezaré contándote lo que para mí fue el desencadenante inicial de toda nuestra historia.
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El 16 de febrero del 2021 exactamente.
Nombrado personalmente por mí, como el principio de todo.
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16 de febrero, 8:48 am.
El tulipán, la voz de la narración
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Penelopea no leía los periódicos. De hecho, no escuchaba la radio ni tampoco veía las noticias. Siempre le había desinteresado el lenguaje poco rico y le disgustaba con gravedad la prensa cotidiana. Aunque, sin embargo, sí se enteraba de vez cuanto de las cosas interesantes que pasaban.
Flare se encargaba de informarle siempre de algo que fuera de vital importancia para el equipo. Y, de haberse enterado ella misma de las cosas, hubiera podido dar por cuenta propia de que la avenida en la que se encontraba no iba a ser la más adecuada para permanecer por allí por el resto de las horas, los días y las noches.
Pero Penelopea no estaba enterada de nada de eso. Así que en cuanto divisó la señal, cruzó la calle que seguía, y dobló hacía el parque que con su dudoso prestigio, hacía fama por su nuevo y reluciente nombre: Doomvile.
Allí, la chica de antifaz y apariencia extravagante, encontró un cómodo asiento en el que descansar sus hojas: En una de las bancas hermosas y deshabitadas que alrededor del parque se esparcían y se encontraban.
Penelopea, entonces, alzó la mirada. Y al enfocar su vista en la arboleda más cercana, divisó a lo lejos un ave solitaria y despreocupada que ya se aproximaba, volando, al árbol que hacía de sombra temporal para la chica, de maquillaje oscuro, y reciente disfraz de pelo rizado y peinado de pétalos marinos, brillosos y también vistosos.
Al llegar el ave, propia de un bello plumaje blanco, y unos hermosos ojos negros, tal vez en el transcurso de su encrucijada, había decidido que era mejor idea acompañar a la chica en su día libre que estar sentada ella sola en alguna rama incomoda y delgada.
Así que, en cuanto encontró oportunidad, descendió muy cerca del banco en el que se sentaba Penelopea para que, ahora en compañía de la intrusa, se dedicara a picar el solitario césped con su amarillo, joven y experimentado pico.
La chica se acercó a la aproximada ave, y trató de llevársela a la mano, pero la pequeña pajarilla, quizá con intenciones de adelantarse, tomó una pequeña altura y se postró ella misma en la mano de su nueva y muy cariñosa amiga.
Penelopea, era el nombre de pila de la chica. En realidad, todos la conocían como Green Shadow. Aunque ahora no llevara su uniforme de trabajo y por ende, nadie la reconociera.
Era su día de descanso, por supuesto. Y no lo iba a desperdiciar más gastando el tiempo en aquel dichoso trabajo. Por más perfecto que este fuera y por más que encajará con Green Shadow, como ella misma que era: Como un dedo al anillo, oxidado y de la misma forma desgastado.
Pero, obviamente, Penelopea no pensaba de esta forma. Ella solo pensaba qué tal vez un poco de aire fresco, descansar un poco y sentir el pastizal en sus brazos, manos y piernas, la haría sentir bien y reconfortada. Lista para una nueva jornada de trabajo próxima.
Y que nada más terminara, volvería a su oficio hasta que la oportunidad de un momento para volver a despejar la mente y dejar que el mundo siguiera su curso sin ella se le presentara nuevamente.
Al menos por uno o dos días.
Pero, por supuesto, Green Shadow, como ella misma que era, desconocía que su día de descanso peligraba en lo que ahora estaba ocurriendo en aquellos lares. Y, para ser más específicos, lo que ocurriría en ese parque.
Ya que bueno, y además de no haber analizado ni siquiera un poco que no había ni una sola alma más aparte de ella y su ave, ni de haberse enterado de las noticias, ni de lo que decía la radio.
Mary Penelopea, como ella misma que era, tampoco era fan de los periódicos.
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Una explosión fue lo primero que alertó a la guisante, seguido de una y otra más. Cada vez, aún más estruendosa y monstruosa que la anterior.
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La ave que postraba en su mano, alertada por el escándalo, tomó vuelo; Huyendo de lo que sea que hubiera ocasionado tal caos y revuelo.
La guisante, no se lo pensó dos veces, y de un acrobático salto, se reincorporó rápidamente fuera de la banca para dirigirse hacia el origen del tan drástico y peligroso cambio en el ambiente.
Los árboles, de bellas hojas y rústicas ramas, optaban por formas curiosas (y de hecho, también graciosas), debido al estruendoso viento ocasionado. El césped alto y las flores hacían por denotarse con la brisa, como si de alguna forma quisieran darles a entender a todos lo mucho que a estás las estaban molestando el escándalo reciente y tan inesperado.
Green Shadow entonces, cruzó el camino. Ignorando aquellos árboles y aquellas especiales flores (y sin dejar de lado el césped), hacía el pronunciado y escandaloso ruido, sin dejarse inmutar ni afectar por las demás explosiones que resonaban en el ambiente, haciendo que las aves restantes que se ocultaban temerosas en los árboles, salieran huyendo hacía el despejado y seguro cielo de la hermosa vista mañanera.
Y entonces... Penelopea buscó. Ignorando todos los peligros a los que ella se enfrentaba.
Penelopea era como era: Una heroína nata de corazón.
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—Vaya, vaya. ¿A quién tenemos aquí?
—Creo que esa pregunta debería formulármela yo, Aura.
Había encontrado el origen del ruido.
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Quizás, la causante del escándalo; la chica a la que se afrontaba Green Shadow, podría parecer a primera vista una planta completamente pura e indefensa. Era lo que aparentaba. Con su cabello seláceo color azulado, tirando a celeste.
A pesar de ser una planta, la Junco era totalmente bella y hermosa, con todo y su boca colmilluda y sus orejas puntiagudas. Cualquier persona menos Green hubiera pensado que esas orejas eran falsas, y no parte de su cuerpo, como éstas eran en realidad.
—Hola, furra.
La mala elección de palabras hizo enojar a la Junco, haciendo que la chica envolviera sus manos en forma esférica, hasta que sus brazos tomaron un tono negráceo, y el humo cubriera sus brazos entera y llanamente, extendiéndose desde las manos y cubriéndola hasta los hombros.
De modo que en esa simple acción, la Junco ahora había creado fuego. Fuego negro, con sus propias manos.
Aura tenía unos ojos negros, negros como su fuego, y tan profundos que podías perderte en ellos. Su vestuario también era cautivador. Los shorts que usaba apenas le tapaban las piernas (algo que un gran suéter de unos colores azules y grises amarrado a su cintura hacía mucho mejor).
Además, estaba vestida con un traje inusualmente extraño: Tenía decoloraciones naranjas y varios botones, fino poliéster de lo más resistente, y un gran e imponente parche en el centro de ésta: La guardia no-muerta estaba en acción.
—¿Acaso piensas hacer una especie de Onda Vital, Aura?
Aura, se río demasiado del chiste de Penelopea. Y antes de que ella pudiera realizar un chiste genuinamente gracioso, la Junco acrecentó sus llamas, haciendo también que sus ojos se tornaran completamente negros, cautivantes y aterradores.
Y, antes de que Green Shadow pudiera hacer algo; Aura se adelantó ante ello.
—Muere, maldito hiervajo.
Penelopea, entonces y sin esperarlo, fue tremendamente golpeada por una bola de fuego, causando qué, gracias al impulso, lograra ser arrojada hacía el árbol más cercano, cual partiéndolo en dos y parando el trayecto de la guisante. Ocasionando también qué la caída de Green Shadow fuera además de mucho más dolorosa, mucho menos larga.
—¡Viva el gran Zomboss, plantas repugnantes! —Dijo la Junco, alzando al cielo sus brazos firmes y envueltos en llamas oscuras.
Una sustancia verde, que funcionaba como la sangre para las plantas, brotaba sin provisto del cuerpo de la guisante. Además de también estar llena de varias quemaduras.
Sangre y quemaduras. Y a pesar de ello, la chica hizo un esfuerzo muy grande por levantarse, hincando las piernas y de un salto, recobrar su postura original, perdiendo casi el equilibrio, y gimiendo de su dolor en el acto.
—¿Qué pasa, plantita? ¿Le cuesta levantarse la princesita acaso? —Dijo Aura antes de explotar en carcajadas. Penelopea, sin embargo, cerró ambos puños, y sus ojos repentinamente se tornaron de un verde claro. Alertando a la Junco, que optó por realizar lo mismo que su adversaría.
Penelopea, entonces alzó su vista, la fresca brisa de otoño deslizó sobre su piel, y con una expresión eufórica y nostálgica, soltó sus brazos y se esmeró en fijarse en el ambiente, analizándolo y evocándolo en sus recuerdos: Recordaba ese parque desde que era pequeña.
—Resulta que...
La guisante observó a Aura con una expresión segura y un tono también confiado. Causando que, Aura bajará la guardia, y en la precipitada acción de la Junco sin control, Penelopea, se respondiera ella misma en consecuencia agraciada.
—Vengo acompañada, Aura furra.
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Y, incluso antes de que la Junco reaccionará, la Girasol actuó primero. Propio en su lugar.