Ascenso, Stranger Things

By livfialas

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A S C E N S O ❝Los muertos pueden hablar.❞ 𝔈nid Webster nació para salvar a su... More

introducción
mixtapes
epígrafes
índice de capítulos
o. la muerte es indulgente
volumen i.
i. la chica rara de la calle cedar
ii. el funeral
iii. las luces me encontrarán
iv. construyéndome un hogar
v. sigue mi voz
vi. la primera mentira
vii. necesita una conexión
viii. pensar en sobrevivir
ix. los siete sellos
x. días de apagón
xi. lacrimosa

xii. la mártir

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By livfialas

CAPÍTULO DOCE — la mártir
( el experimento, parte final )
































( ANTES DE LEER )
holaa !!! aquí estamos.
este es uno de los capítulos más importantes del fic. todo lo que ha pasado ha desembocado en este momento, aunque aún queda algo muy importante que descubrir.
sin más dilación, vamos con los avisos:
este capítulo contiene descripciones gráficas de
violencia extrema, main character death, muerte (obvio), enid hace de las suyas, todo se descubre, vecna es manipulador y calculador, cuidaos mucho !!!!!










































«Mírate», susurra. «Mi monstruo, encuéntrame.»
— Alexandra Christo, Matar a un reino.






























        El coche les espera al otro lado de la carretera por motivos de seguridad, aunque Argyle ha sugerido que intervenir con un vehículo y atropellar a Enid aligeraría el proceso de detención y futura salvación del pueblo de Hawkins. Tanto Jonathan como Steve han tenido que explicarle dos veces por qué eso está mal, como si el aspecto moral de la cuestión no fuese lo suficientemente obvio. En cualquier caso, ahora están avanzando por el mismo camino que ha tomado ella, acompañada de alguien.

        No han podido verle la cara. Una capucha le cubre la cabeza y lleva gafas de sol, así que reducir su físico a una nariz y un mentón no facilita el reconocimiento. Cada pisada que dan es peligrosa, cada minuto que pasan tras ellos es crucial, y Steve Harrington sabe que ha tenido razón todo este tiempo cuando, al mirar más allá, ve que ambas figuras se dirigen al laboratorio de Hawkins. Sin previo aviso, obliga a Jonathan a parar, dándole un casi imperceptible golpe en el pecho, y señala hacia el edificio. Él asiente, como diciendo «era una posibilidad». Pero ¿quién la acompaña? ¿Y por qué al laboratorio? Enid ha estado sola en todo momento: en el funeral, en la comisaría, en el hospital, según Dustin... Este nuevo personaje no pinta nada en la historia.

        Esta noche es la más cercana a una noche normal en Hawkins que ha habido en días. No hay nubes en el cielo, tampoco fuego extendiéndose por las calles, y si cierra los ojos, Steve puede recordar su infancia, solo por el olor a primavera nocturna —sí, es un término real, él mismo lo usaba en las redacciones de primaria—. Pero no es más que una ilusión. Aún impidiendo que Jonathan se mueva, hace un gesto para que los otros dos muchachos se le acerquen.

        ❝Si nos ve e intenta atacarnos,❞ comienza hablando Steve, ❝estamos muertos... Necesitamos un nuevo plan que no involucre el intento de homicidio.❞

        Argyle menea la cabeza. ❝No es un intento si lo hacemos bien.❞

        ❝Tienes toda la razón. Son más años de cárcel.❞

        ❝Si seguimos manteniendo la distancia, no creo que nos vea,❞ repone Jonathan, pensativo. Sus ojos pequeños están fijos en la hierba. ❝Mirad, sé que esto va a sonar muy mal, pero este no es nuestro problema. Ya hemos tenido suficiente con Henry durante muchos años, y... No ha dado resultado. ¿Nos vale la pena seguir estando aquí? En Hawkins, me refiero.❞

        Sin bajar la guardia, Steve tensa los hombros. ❝¿Qué te hace pensar que no nos seguiría?❞

        ❝No lo sé,❞ admite Jonathan, ❝pero quiero que mis hermanos sean felices y este tío es lo único que lo impide. Estábamos muy bien en California. Puede que Will y El no tuviesen muchos amigos, pero estaban tranquilos, no pensaban en esto y eso es lo importante. Y ahora... Henry tiene a una marioneta medio loca correteando por el pueblo y mutilando a gente y sé que esto no va a salir bien. No me refiero al plan en general, sino a esta situación: a la batalla definitiva. Siempre es la batalla definitiva y siempre nos equivocamos.❞ Jonathan alza la vista hacia Steve y toma una bocanada de aire. ❝Solo quiero que mi familia esté en paz. Acabamos de recuperar a Hopper,❞ añade en un susurro, y ahora, su tono es más severo, ❝mi madre ha estado en una cárcel rusa, Dustin casi se parte la pierna, Eddie Munson fue acusado de asesinato, considerado el recipiente de Satanás y devorado por murciélagos gigantes... Esto no es vida.❞

        El pecho de Steve sube y baja por los nervios. Claro que no es vida. Claro que es una locura. Claro que deberían marcharse y no mirar atrás, pero nada les dice que así acabe todo. Ya, estando ellos ahí, había ocurrido el desastre; sin ellos, ¿qué les esperaba? Los medios no sabían cómo justificar un terremoto de esa magnitud, y los ciudadanos que se habían quedado en sus casas lo hacían por no querer dejar toda una vida enterrada entre los escombros.

        Cuando, por el rabillo del ojo, vislumbra que Enid llega a las verjas del laboratorio, la conversación se da por finalizada sin haber llegado siquiera a una conclusión sobre el nuevo plan. Argyle va encabezando el grupo, encorvado, susurrando cada movimiento que hacen los dos sospechosos que ahora paran para hacer un hueco entre los alambres.

        En la oscuridad nocturna y considerando la distancia a la que estaban, es difícil distinguir las maniobras de Enid. Por un momento parece que va a extender los brazos y hacer caer la verja, pero no. Saca unos alicates de la maleta que tiene colgada sobre un solo hombro y, mirando hacia atrás para comprobar que no hay nadie, habla hacia la otra persona y le entrega la herramienta.

        Steve es incapaz de mantenerse paciente. Sus dedos tamborilean sobre la tela de sus vaqueros, sintiendo la textura áspera bajo las yemas, perforando la piel. Los segundos se hacen eternos. Tal vez, lo mejor es marcharse. Ni siquiera puede creer que tenga razón, ¿en qué cabeza cabe? Las gotas de sudor frío que resbalan por su frente hasta rozar el puente de su nariz traen consigo un picor indeseado que le obliga a clavarse las uñas en las palmas de las manos; un sonido hueco hace que los tres chicos se sobresalten momentáneamente.

        Enid es la primera en pasar, toma los alicates para volver a guardarlos y le hace una señal al desconocido para que pase también, aunque él le pide que espere un segundo, colocándose de espaldas y guardando algo en los bolsillos. Acto seguido, y cuando se gira, ya con la capucha bajada, el corazón de Steve para de bombear sangre por un segundo.

        Entremezclado en la noche, el rostro de Eddie Munson es mucho más pálido del que recordaba. Sí, el muchacho no parecía tomar mucho el sol en su tiempo libre, pero ahora parece... menos vivo. Apenas pueden distinguirse sus facciones, pero sus pómulos están muy marcados, y sobre la clavícula se ve una enorme cicatriz con forma de dientes.

        ❝¿Ese no es...?❞

        Jonathan no termina la frase. Steve menea la cabeza.

        ❝No. No es posible.❞

        ❝Steve...❞

        ❝El funeral de Eddie fue la semana pasada,❞ espeta en un susurro, sin apartar la vista del muerto viviente que sigue a Enid y la anima a correr hacia la puerta principal del laboratorio. Se han pedido en la distancia. Puede que no haya sido real.

        ❝Steve,❞ vuelve a decir Jonathan, ❝tenemos que irnos, esto...❞

        ❝¿Y qué explicación damos? «Sí, íbamos a ir al funeral de Carol, pero se nos ocurrió un plan mejor: seguir a Enid Webster. Resulta que acabamos en el laboratorio y que no estaba sola, sino con Eddie, ¿os acordáis de él? Metalero, pelo chulo, antigua cena de murciélagos».❞ Al mirar al mayor de los Byers, él aprieta los labios, sin saber qué responder. ❝No estoy entendiendo nada. ¡Joder!❞

        Argyle sisea. ❝Tío, nos van a ver, y dan un mal rollo que te cagas.❞

        Él no escucha el resto de la riña de Argyle. Se tambalea hacia atrás, impulsado por el peso de los martilleos que le dan en la cabeza, y al alzar la vista y mirar más allá, cree verle mirarlo de vuelta, al igual que ella. Ambos han dejado de andar y se han vuelto hacia donde ellos se encuentran. Cuando Steve emplea las pocas fuerzas que tiene para erguirse, vuelven a ponerse en marcha, y Eddie parece aturdido, casi avergonzado.

        Les dan la espalda, y Steve aprieta los puños.

        ❝Vamos tras ellos.❞

        ❝¿Quieres que nos maten?❞ pregunta Jonathan, interponiéndose en su camino. ❝Vamos a volver, ¿vale? Avisaremos a Hopper, y a mi madre, para que tengan vigilada esta zona, y...❞

        ❝Quiero saber qué van a hacer.❞

        ❝¿Te hago una representación? Steve, ya hemos comprobado que Enid no es de fiar, pero no nos podemos poner en peligro. Estamos solos, desarmados y a varios kilómetros de más gente que sepa algo sobre esto. Sería una imprudencia.❞

        ❝Yo tengo una pistola en el bolsillo.❞

        Tanto Steve como Jonathan giran para mirar a Argyle, que ahora saca el arma y la extiende hacia ellos, asintiendo, orgulloso. Una SIG Sauer P226 que ahora danza sobre sus dedos como si fuese un juguete.

        ❝Venga, no os rayéis. No es mía,❞ añade, alzando una ceja. ❝Es del jefe.❞

        Jonathan se lleva las manos a la cabeza.

        ❝¿Le has robado una pistola a Hopper?❞ pregunta, sin dar crédito.

        Pero antes de que Argyle pueda contestar, Steve le arrebata la pistola de las manos y señala hacia el laboratorio.

        ❝Ya tenemos armas. Ahora, andando.❞








        Recordar es un proceso complejo. ¿Cuándo, exactamente, vuelven las imágenes a su sitio? ¿Cuándo se marchan, en primer lugar? Recordar es revivir un pensamiento, un momento, una conversación que se había olvidado. Sucede cuando menos lo esperas. Tal vez, estás en el supermercado, pasas por el ala de lácteos y recuerdas que no hay yogur en casa, o has quedado con un amigo que hace despertar en ti una memoria enterrada en lo más profundo de tu mente, bajo otras miles que también acabarán marchándose en algún momento. ¿Cuándo vuelven las imágenes a su sitio? ¿Y por qué? ¿Qué ocurre? ¿Y por qué, a veces, sienta tan mal recordar?

        Enid no puede evitar cuestionarse todas estas preguntas mientras arrastra los pies por los pasillos del laboratorio de Hawkins, escondido bajo un supuesto departamento de energía, y es que ella recuerda haber visto antes estas paredes. No de la misma forma en la que esa tarde había recordado lo ocurrido con Carol Perkins, sino de una más lejana, acompañada de un fuerte dolor de cuerpo que no se marcha hasta que Eddie y ella paran en seco para repasar e recorrido.

        Es extraña la forma en la que Eddie parece estar más interesado que ella en encontrar lo que sea que exista sobre Linda Webster dentro de este edificio maldito. Solo intenta ayudar, se recuerda Enid en varias ocasiones. Solo intenta ayudar.

        ❝¿Estás escuchando esa música?❞

        ❝¿Qué música?❞

        Esa música, responde, solo que no lo hace realmente. En su lugar, se desvía del pasillo principal, atravesando algunos arcos abiertos cuyos marcos están salpicados de sangre, huyendo de las palabras de Eddie. La melodía se hace un hueco en su cabeza, tintineante, y ella no puede evitar tararearla. Es familiar, como todo en este sitio. Es violenta, como la sensación que se apodera de ella al atravesar el arco, y es suya, por la forma en la que proviene de un viejo Walkman tirado en el suelo del pasillo, al otro lado de donde ella se encuentra.

        ❝No puede ser.❞ Por primera vez en días, Enid Webster alza la cabeza al techo, con los ojos fijos en la luz parpadeante sobre su cabeza, y la piel en la que vive es la suya, no una piel extraña ni desconocida. Gira para mirar a Eddie, que la observa desde la distancia. ❝Perdí este Walkman hace una semana, cuando...❞

        Cuando estuve aquí.

        Enid no puede decirlo en voz alta. No sabe cómo.

        Su corazón bombea más rápido de la cuenta, y el sudor helado que se acumula en las palmas de sus manos parece resbalar y gotear contra el suelo. El sonido hueco retumba por su cabeza.

        ❝¿Cuando qué?❞ pregunta Eddie.

        Los ojos de Enid se pasean de un lado a otro del pasillo antes de fijarse en el Walkman. La música no ha parado de sonar, y ahora, ella se acerca para tomarlo entre sus manos. Los cascos cuelgan sin llegar a tocar el suelo, enredándose entre sí, dando vueltas hasta que el cable deja de permitirlo.

        ❝Enid, tenemos prisa. Este sitio está cerrado por algo.❞

        ❝Lo sé,❞ responde ella en un susurro.

        ❝¿Cómo sabes que es tu Walkman? A cualquier drogata que se haya colado se le puede haber perdido. Aquí huele a polen que flipas...❞

        ❝Se me cayó en este pasillo.❞

        De nuevo, y ahora con más fuerza que antes, echa la cabeza hacia atrás al tiempo que sus ojos se entornan, el iris inundado del color de sus córneas venosas. Las venas escarlatas tiemblan dentro de sus ojos que, incapaces de ver el exterior, recuerdan el suceso como si estuviese allí de nuevo. Esa noche había llegado a Hawkins. Hacía una semana o más del día de hoy, impulsada por una noticia de periódico que en este momento parecía haber sido premonitoria. EDWARD MUNSON DADO POR MUERTO. Un titular de gruesas letras negras impresas en papel crudo.

        El pueblo ni siquiera estaba en ruinas, pero sí era una noche silenciosa. El silencio muerto que se extendía allí por donde ella pasaba era amenazante, casi perturbador. Todos los hogares estaban apagados, solo un coche de policía se veía a lo lejos, sin la alarma puesta, haciendo patrulla. Pasaron de largo la casa en la calle Morehead, y poco después, una luz azul se encendió en su interior, aunque Enid no paró para ver qué ocurría.

        Con la noticia en mano, sus pies se movían solos y caminaban allá donde le guiaba su instinto. En algunos lugares del pueblo, el aire se sentía más pesado que de costumbre, el suelo se mecía bajo sus pies y la extraña fuerza gravitatoria que hacía de brújula le llevó a las vallas metálicas que tan familiares se le han hecho al llegar. Enid las saltó, trepando con cuidado los alambres para no cortarse y para que sus cascos no se enredasen entre ellos y tirasen su Walkman, y aterrizó sobre las plantas de sus pies, que recibieron un pinchazo ante la presión de su propio peso.

        Fuera de sí, Enid se escucha decir: ❝El veintiuno de marzo, recibí una carta sin remitente. Me la entregó un hombre de pelo oscuro que tenía la vista perdida, vestido de obrero, al que no había visto nunca. Me dijo que era importante, y se marchó sin despedirse. La carta venía acompañada de una noticia sobre tu muerte y hablaba de mi madre. De la verdad sobre la suya. Decía que la habían asesinado, que yo no la maté al nacer; que todo estaba planeado, y que mis respuestas me esperaban en Hawkins, Indiana. Cuando se la enseñé a Howard, él se enfadó conmigo y me prohibió venir a Hawkins para averiguar la verdad. Pero días más tardes, yo me escapé. Robé un coche en el pueblo de al lado y vine.❞

        Aún con los ojos entornados, cada recuerdo pasaba por delante de ella más rápido, más violento, más decidido. De las vallas pasó a la puerta principal; luego, al pasillo. Por los cascos se escuchaban las últimas notas de I'm Sorry, de Brenda Lee. Las armonías y el violín disminuyeron hasta que solamente quedó la estática. La siguiente canción en el casete que Howard le había regalado por su cumpleaños número dieciocho comenzó casi al segundo de cesar la melodía anterior.

        El coro de voces a capella la pilló desprevenida, dando un respingo. Dos años escuchando el maldito casete, y el principio de Super Trouper siempre la asustaba. Enid ni siquiera sabía por qué estaba aquí, solo que debía estarlo. Así lo decía la carta.

        Con los brazos a cada lado del torso y el aparato enganchado a la cinturilla de sus vaqueros, Enid esperó quieta en mitad del abandonado pasillo. Sus ojos captaron restos carmesíes en algunos espacios concretos, manchas en el suelo, dejadez general. Era cierto que hacía dos años hubo una masacre en el laboratorio, por eso lo habían cerrado. Nadie sabía qué ocurrió realmente, solo que era peligroso, y esa información bastaba para a alejar a cualquier persona cuerda, pero no a ella.

        El suelo seguía moviéndose bajo sus zapatos, ¿pero era cierto? Tal vez solo estaba mareada. Y nerviosa. Muy nerviosa. Enid comenzó a rascarse las muñecas. La canción seguía sonando, y ella la tarareaba, dando pequeños puntapiés contra las baldosas gastadas al ritmo vivo de la música.

        ❝Mi querida Enid.❞

        La voz la devuelve momentáneamente al presente, pero ante ella solo se encuentra Eddie, que la mira, interesado.

        ❝¿Qué te ha pasado?❞ pregunta, acercándose. ❝Tenías los ojos idos.❞

        ❝No... No lo sé... Yo...❞

        De nuevo, echa la cabeza hacia atrás con fuerza. Esta vez, regresa al instante, una fina línea de sangre cayéndole por la nariz. Eddie tensa el cuerpo, pero no dice nada.

        ❝¿Qué es esto?❞

        Una vez más. A cada tirón que da hacia atrás, siente cómo la piel de su cuello da de sí hasta que no puede más. Sus brazos caen rígidos a cada lado de su torso; la sangre sigue chorreando por sus labios hasta caer al suelo.

        Enid se fuerza a mirar al frente.

        ❝Eddie,❞ suplica. ❝¿Qué está pasándome?❞

        No hay una respuesta.

        Otro tirón le arranca un grito de lo más profundo de su garganta, cuando no solo la piel de su cuello da de sí, sino también la de sus ojos, rasgados por dos cuchillas que se llevan consigo la humanidad de un alma que una vez fue inocente. Lágrimas rojas descienden por sus mejillas morenas y se cuelan por su boca a la vez que sus pies abandonan el suelo, alzándose, ascendiendo.

        ❝Mi querida Enid.❞

        En el recuerdo, frente a ella, se alzó el semblante de un hombre joven, de cabello rubio y ropas blancas, salpicadas de la misma sangre que cubría el suelo. A primera vista parecía alguien perdido, por la forma en la que miraba a sus alrededores, pero sabía muy bien dónde se encontraba. Al fin y al cabo, él había crecido en este sitio.

        ❝Enid,❞ repitió. Su voz era gutural y muy grave, tan grave que podía ser la causa del temblor del suelo. Ladeó la cabeza lentamente a medida que caminaba hacia ella. Por pura supervivencia, Enid retrocedió. ❝Te he estado esperando toda la vida.❞

        ❝¿Quién eres tú?❞

        La melodía avanzaba inadvertida de la situación, y al volumen al que estaba, siguió escuchándose a pesar de que el Walkman cayó al suelo cuando Enid intentó parar la canción.

        El hombre la miró con superioridad.

        ❝¿Quién soy?❞ preguntó de vuelta. ❝Soy quien va a ayudarte a entender quién eres. He estado contigo en todo momento; te he escuchado llorar por las noches, suplicando que te devolvieran la razón de vivir; que te dieran un propósito incapaz de esfumarse. He sentido tu dolor, cada pequeña fractura en tu mente, cada momento en el que has intentado rendirte, y ahora, por fin, estás conmigo. Y te veo.❞

        ❝No...❞

        Un gran muro la impidió retroceder más. Él siguió avanzando.

        ❝Claro que sí.❞

        ❝No,❞ repitió Enid, negando con la cabeza. ❝Por favor, déjame en paz. Yo... Yo solo quería saber la verdad sobre...❞

        ❝La muerte de tu madre. Lo sé. Y puedo ayudarte. A cambio, solo debes ayudarme tú a mí.❞

        Ella temblaba y trataba de sostenerse a cualquier superficie que lo permitiera para evitar perder el equilibrio. Su pecho subía y bajaba, y alrededor del corazón notaba un fuego abrasador que le arrebataba el aliento y la obligaba a dar grandes bocanadas de aire en un intento por recuperarlo. Al tragar saliva después de eso, la garganta le dolía. Enid clavó las uñas contra la pared tras ella, pensando que tal vez, si insistía, la atravesaría y saldría de ahí. Sin embargo, la curiosidad crecía en sus entrañas, envenenándola, tranquilizándola. El muchacho paró a escasos metros de donde se encontraba.

        ❝¿Cómo puedes saberlo?❞ La inseguridad de su voz había desaparecido, y ahora se aproximaba más a una desconfianza dispuesta a cambiar.

        ❝Yo estaba allí cuando ocurrió. Tengo una respuesta para todas las preguntas que te estás haciendo, y las contestaré. Las mentiras que te han contado, las historias que Howard Harris se ha inventado a lo largo de estos años son imperdonables. Te han ocultado tus raíces, tu verdadero yo; para eso estoy yo aquí.❞

        ❝Para ayudarme.❞

        ❝Para salvarte.❞

        ❝Pero yo tengo que ayudarte a cambio,❞ recordó Enid, aún clavando las uñas contra la pared.

        ❝¿No es un módico precio?❞

        ❝Parece un regalo.❞

        ❝Lo es.❞

        ❝Sé que Howard me ha estado mintiendo sobre muchas cosas, así que cuando recibí tu carta me encaré con él para sonsacarle al menos algo que pudiera aclararme las ideas, pero solo me dijo que enfermó mientras estaba embarazada de mí y pensaban que cuando yo naciera, todo acabaría.❞ El recuerdo de la discusión con Howard le nubló la vista, cómo él le repetía una y otra vez que dejara el tema, que no debía desenterrar el pasado, que dejara de pensar en ello y siguiera con su vida. ¿Cómo podía hacerlo? ¿Cómo podía seguir adelante después de haber crecido prácticamente sola? Howard nunca pudo hacer de madre, apenas lo hacía de padre por mucho que lo intentara. Era un hombre bueno, pero escondía demasiados secretos, y ella estaba harta de fingir que no quería saber toda la historia. ❝¿Cómo sé que no me estás mintiendo? Me mandas una carta sin tu nombre, con un titular de periódico muy extraño, me citas en el departamento de energía...❞

        ❝¿No te parece curioso que en Hawkins muera tanta gente y que nadie pueda explicarlo? No hay razones, ni investigaciones. Por no haber, no hay cadáveres.❞

        Enid bajó la mirada.

        ❝Mi nombre es Henry,❞ añadió, ❝y no tengo ninguna razón para mentirte. Los dos queremos justicia por lo que le pasó a tu madre; juntos, seríamos más fuertes.❞

        Enid no terminaba de entenderlo.

        ❝Vale,❞ dijo. ❝Tienes razón. Te ayudaré.❞

        La sonrisa que creció en los labios del muchacho desapareció tan rápido como había aparecido. Acto seguido, su piel comenzó a derretirse, dejando ver una figura de espeluznante semblante venoso frente a la que Enid volvió a intentar retroceder. ¿Qué es eso? Las ramas que lo conformaban se entrelazaban ágilmente para dar vida a un cuerpo muerto, cadáver en vida. En sus ojos humanos se percibía una ira que iba más allá de lo comprensible, una rabia eterna que había hecho de él un mero esclavo de la venganza que lo cegaba. Al principio, Enid no supo reaccionar ante su presencia. Quizás estaba soñando, o solo era una ilusión, y al pestañear, volvería a ver a la persona con la que había hecho el trato.

        No ocurrió.

        La criatura alzó una mano de dedos largos y uñas afiladas que colocó frente a ella. El temor la paralizaba, olas de pura angustia rompiendo contra las paredes de su cabeza mientras huía de las uñas, girando la cabeza de un lado a otro, bruscamente. No sirvió de nada. Con un solo gesto manual, se vio forzada a mirarlo a los ojos.

        ❝No tengas miedo,❞ pronunció con voz firme. ❝Es por un bien mayor, Enid.❞

        ❝He dicho que te ayudaría,❞ repuso ella en un grito. ❝¡Lo he dicho! ¡Lo prometo! ¡LO PROMETO!❞

        Él ladeó la cabeza.

        ❝Lo sé. Y lo harás, cuando recuerdes quién eres. Porque necesito que me ayudes a salir.❞

        Sus dedos danzaban en el aire.

        ❝Estoy atrapado, y con tu ayuda, con las habilidades que tu madre te dio al nacer, ambos seremos libres. Pero para eso, antes debo terminar lo que he empezado.❞

        Al mover la mano hacia arriba, Enid echó la cabeza hacia atrás. Super Trouper seguía sonando, en bucle. Algo había pasado con el Walkman, que solamente reproducía esa dichosa canción, una y otra vez. Con los ojos entornados hacia arriba, no pudo ver lo que ocurría, pero sí sentirlo. Primero, su brazo izquierdo se torció hasta romperse, seguido del derecho, y más tarde, sus piernas. Caían presas de la gravedad, pero no dolía. No dolía.

        Las luces parpadeaban como rayos en una fuerte tormenta, y ese pasillo se convirtió en una tumba, en un campo de batalla. La sangre esparcida, las salpicaduras, el destrozo. Aquí hubo una batalla. Hubo un rastro de muerte, la que siempre la perseguía adondequiera que fuese y le extendía la mano. Lo hizo una vez, esta, y volvería a hacerlo en el futuro, pero Enid ya estaba muerta. Enid Webster murió esa noche en el laboratorio de Hawkins, a manos de alguien que, a pesar de tener un poder ancestral, era solo un hombre rabioso.

        ❝Asciende conmigo, Enid.❞

        Y sus ojos se desgarraron.








        Enid cae sobre sus rodillas, su cabeza tambaleándose hacia los lados sin poder mantenerse quieta, y tocándose los brazos y las piernas mientras llora desconsoladamente. Llantos acompañados de gritos y súplicas por clemencia. La música no para, no para, no para. Ella se lleva las manos a la cabeza y abre los ojos tanto como estos lo permiten, solo para enfocarlos en Eddie, que aún la observa desde el otro lado del pasillo.

        La rabia arde en su mirada repleta de rastros de sangre. Aún en el suelo, con la cabeza alzada, abre la boca de labios resecos y pegados que dejan rastros de heridas al separarse. Heridas que escuecen frente al contacto con la sangre que ha derramado. Ahora lo recuerda todo. Enid sabe que ha matado, sabe que todo lo que creyó ser una pesadilla fue en realidad obra suya, sabe que le tendieron una trampa para que viniese al pueblo. Sabe toda la verdad.

        ❝Estoy muerta.❞

        No lo ha dicho lo suficientemente alto, pero él la ha escuchado. Eddie solo puede mirarla, ahí, tirada en el suelo, como si fuera una mártir. Su postura sigue siendo tensa, de hombros hacia abajo, mandíbula apretada y ojos sin vida que huyen de ella. El sabor de la sangre inunda su boca, y puede o bien tragársela o escupirla, y decidiendo lo último, el carmesí termina colgando por su barbilla en hilos pegajosos.

        Se impulsa con todas sus fuerzas para levantarse, fijando la vista en las luces parpadeantes sobre su cabeza, y tras mucho pelear, por fin está sobre sus pies. El cuello ya no le tira, tampoco le duelen las extremidades, pero la ira corre por sus venas y devora su corazón. Puede sentir cada ápice de energía en el pasillo. No. En todo el laboratorio. Si quisiera, acabaría con todo a su paso, y ahora es consciente de ello. Al buscar a su acompañante con la mirada, él gira la cabeza para no encontrarse con ella.

        ❝¿Tú lo sabías?❞ le pregunta, a lo que Eddie niega. ❝Claro que lo sabías. Por eso me has traído aquí.❞

        ❝Te he traído aquí para buscar información sobre Linda,❞ corrige él, y tiene la decencia de mirarla directamente a los ojos. ❝¿O se te ha olvidado? Se te olvidan muchas cosas, muchas franjas horarias a diario. Me lo has dicho tú misma. No sabía esto, pero ¿sabes lo que sí sé, Enid? ¿Quieres saberlo? Sé que fuiste tú quien asesinó a Carol, también a la doctora Jill, cuando nos descubrió en la habitación de Max aquella noche. Sé que tienes habilidades, y sé quién eres.❞

        ❝Esa frase no me da miedo.❞

        Porque, finalmente, ella también lo sabe.

        El cuarto sacrificio. Eso es lo que es.

        El reemplazo. Eso es lo que es.

        La muerte, la venganza, la justicia.

        ❝Pues debería. He estado siendo tu comemierdas desde la noche en la casa Creel, te dije que podía ayudarte a averiguar la verdad sobre tu madre y lo he hecho. Estamos aquí. Esto era lo que necesitabas.❞ Eddie retrocede a medida que ella avanza. ❝¿Ahora vas a matarme a mí también? Te recuerdo que soy como tú: un muerto viviente sin hogar,❞ enumera, ❝sin familia, sin amigos, y sin una puta razón para seguir en este cementerio.❞ La señala incriminatoriamente, sus ojos oscuros centelleando bajo la luz. ❝Si quieres saber qué pasó con tu madre, ya puedes ir cumpliendo la otra parte del trato con ese hijo de puta.❞

        ❝Así que lo sabías. Mentiroso.❞

        Él se estremece. Enid ladea la cabeza y se mira las manos antes de extenderlas, causando que Eddie sea arrojado contra la pared contraria. El estruendo hace temblar los muros y abre una grieta en el tabique, a medida que el cuerpo del muchacho resbala hasta rozar el suelo. Por el rabillo del ojo, Enid capta la presencia de tres figuras observándola desde el pasillo contiguo, asomándose por una de las puertas abiertas y apuntándola con un arma, aunque ella sabe que no se atreverán a apretar el gatillo.

        ❝Te... He estado... Ayudando,❞ escupe Eddie. ❝Pensaba que éramos amigos. Nos... Entendíamos.❞

        ❝Ni siquiera te conozco,❞ responde ella. ❝¿Sabes? Recibí la noticia de tu muerte una semana antes de que pasara. Es curioso. Y cuando desperté en la casa de mi madre, después de que ocurriera el terremoto, fuiste la primera persona en la que pensé. Sabía que tú me llevarías a ella, de una forma u otra y por eso empecé a investigar sobre ti. La noche en la casa Creel, cuando salí del trance, estabas ahí. Empecé a unir cabos. A recordarlo todo. Y ahora lo sé.

            »Henry sabía lo que hacía. Usó tu muerte para atraerme al pueblo. Iba a matarte desde un principio. La primera chica que murió, Chrissy Cunningham, no fue elegida al azar. Fue elegida porque tú te habías fijado en ella. Era una animadora muy bonita, alguien fuera de tu alcance. Le habías echado el ojo desde el instituto. Ella ya tenía problemas en casa, así que le fue fácil tomarla como conejillo de indias. Entonces, te convertiste en el primer sospechoso y se te persiguió, pero eso era algo secundario; lo que él necesitaba era que ellos te involucraran, y lo hicieron, como era lógico. De ahí, Henry solo tuvo que seguir con su plan y al mismo tiempo manchar tu nombre. Cuando tus amigos decidieron ir a por Henry, él solo tuvo que dividir el trabajo: los murciélagos se encargaron de ti, y luego, él te devolvió a la vida y te ofreció un trato: me harías recordar y a cambio, volverías con tus amigos.

            »Tú sabías a quién estaba buscando. Cumpliste tu palabra, siempre preocupado por que yo no le dijera nada sobre ti a ese grupo de niños y a sus canguros de poca monta. Me trajiste aquí, todo, para recuperar la vida que tenías, que no era muy buena.❞

        Enid alza la cabeza mientras Eddie aún se revuelve en su sitio, malherido.

        ❝¿Por qué te estás comportando así?❞

        ❝Tú me estás obligando,❞ responde ella a la vez que se incorpora. ❝Tú te has hecho esto, Eddie.❞

        Las tres figuras no les quitan ojo de encima. Ella toma aire. Aún la sangre cae por su rostro y sus piernas se sienten débiles, pero no importa. Nada importa. Sus ojos se fijan en Eddie, centrándose en cada molécula de su cuerpo. Da un paso hacia atrás, baja un poco la cabeza...

        Y acompañado de un grito desgarrador, se escucha el sonido de la sangre salpicando contra todos los rincones de la habitación, incluyéndola a ella. Enid cierra los ojos y baja la vista, siguiendo el riachuelo escarlata que se extiende por el suelo, entremezclando vísceras y carne muerta. Los zapatos de Enid chapotean en la sangre al caminar sobre ella, arrastrando los pies como un espíritu en pena y dejando huellas allá por donde va sin importarle su estado.

        Antes de irse, mira por encima de su hombro a los que se han escondido.

        ❝Esto podría haber acabado de forma muy distinta.❞

        Echa un último vistazo a los restos de Eddie Munson y se marcha sin más.





▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃

A/N.
holi :)

definitivamente, este ha sido un capítulo AHSJSH no tengo muchas palabras. creo que es un buen punto de la trama para dejarla colgando. nos vemos a la vuelta de los exámenes <33 muchísimas gracias por leer, votar y comentar !!!! cada notificación me hace súper súper feliz

posdata: rip eddie munson (por segunda vez)

ojalá os haya gustado !!!!

palabras: 5171
publicado: 8 de enero 2023

▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃

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