¡¿Soy Rashta?!

By MurasakiFanfics

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Historia de Reencarnación/Transmigración. Una joven comete suicidio luego de una serie de sucesos desafortuna... More

Prólogo: Un Final y Un Comienzo
Capítulo 1: El Plan
Capítulo 2: Tragedia Inesperada
Capítulo 3: Familia
Capítulo 4: Debutando Ante La Sociedad
Capítulo 5: Giro De Acontecimientos
Capítulo 7: No Hay Razón Para Arrepentirse
Capítulo 8: Ahora Soy La Amante
Capítulo 9: Planes En Marcha
Capítulo 10: Damas De Compañía
Capítulo 11: ¿Podemos Ser Amigas?
Capítulo 12: Conversación
Capítulo 13: El Príncipe Ha Llegado
Capítulo 14: Amistad
Capítulo 15: Banquete De Año Nuevo (parte 1)
Capítulo 16: Banquete De Año Nuevo (parte 2)
Capítulo 17: La Calma Antes De La Tormenta
Capítulo 18: Mal Presentimiento

Capítulo 6: Mi Decisión

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By MurasakiFanfics

Acababa de anochecer cuando unos toques en la puerta y la voz de los guardias indicando que abrieran se escucharon. 

Delice fue a cumplir la orden. A penas la había abierto un poco cuando la persona del otro lado la terminó de abrir de golpe, asustándola y obligándola a echarse para atrás para evitar ser atropellada.

- ¡HERMANA!

- ¡Hermanita!

Evely saltó sobre mi cama para abalanzarse sobre mí, envolviéndome en un fuerte abrazo, llorando a más no poder. Pese a lo adolorido que se encontraba mi cuerpo sentir la calidez que me transmitía me reconfortó. No esperaba verla tan pronto.

- ¡Cuidado, mi pequeña! Tu hermana está muy lastimada. - intervino Pix con preocupación. Desde que cambió de turno con la Vizcondesa Marsha para que ella fuera a cuidar de su esposo, el anciano se mostró sobreprotector conmigo.

Evely dejó de abrazarme para abrazar también a Pix y chilló. - ¡Abuelito!

El anciano soltó un suspiro devolviéndole el abrazo con una sonrisa. Acariciando su cabeza, preguntó. - Estabas muy preocupada, ¿No es así, Evely?

La chica se sorbió los mocos. - Cuando vino la escolta no sabía que estaba pasando. Solo me dijeron que debían llevarnos a Ian y a mí al palacio imperial rápido. Estaba muy nerviosa y asustada. Me preguntaba si estábamos en problemas o si ustedes estaban en problemas. - sus ojos se llenaron de lágrimas. - Fue cuando llegamos al palacio que me contaron lo que ocurrió.

- No quería preocuparte, Evely.

- ¡No es tu culpa! No entiendo, ¿Cómo es posible que alguien quisiera hacerte algo malo? ¡Eres tan buena, hermana! - protestó con rabia.

"¿Yo? ¿Buena?" Un sentimiento de culpa se instaló en mi corazón.

- ¿Y dónde está el pequeño Ian? - preguntó Pix.

Mi corazón se sobresaltó. - ¡Mi bebé! ¡¿Dónde está mi...?! ¡COF COF!

El anciano acarició mi espalda indicándole a Evely acercarme la taza de té en mi mesita de noche. Ella, muy asustada, obedeció ayudándome a tomar el cálido líquido.

- ¡No te preocupes! Ahora está con mamá y papá. Fui a verlos primero y lo dejé con ellos. - su rabia flaqueó para mostrar una expresión llorosa. - Papá se ve tan mal.

Apreté mis dientes y labios con fuerza. 

Tomé la mano de Evely para tirar de ella hacia mí, envolviéndola en mis brazos. No tardó nada en hacerse bolita en mi regazo. Seguía siendo una niña de 16 años y necesitaba ser consolada como tal. Verla tan destrozada hizo que mi sangre hirviera.

"No tengo idea de quién mando a esos hombres; pero juro que me las pagará muy caro."

Cuando Evely se tranquilizó fue junto con Pix a la habitación de nuestros padres. Coincidimos en que ella tomara el turno de noche para cuidarme y que traería a Ian. Un bebé tan pequeño, de apenas un mes, necesitaba de su madre.

Delice me ayudó a sentarme sobre el respaldo de la cama, colocando una almohada en mi espalda para estabilizarme. - Alégrese, Lady Rashta. Su hijo estará aquí en cualquier momento.

- Sí. - le respondí con una gran sonrisa.

Fue cuando la puerta fue abierta de imprevisto.

Los guardias tenían prohibido dejar a alguien entrar sin antes llamar a la puerta. Eso quería decir que la persona que iba a ingresar tenía el poder suficiente para irrumpir en la habitación sin permiso. Fue por eso que al ver entrar a un hombre portando una elegante armadura, con una larga capa verde oscuro y un cubre bocas negro cubriendo la mitad de su rostro supe que era alguien importante.

Lo reconocí como el caballero que me salvó.

Esa noche todo estaba a oscuras y solo ahora podía fijarme en sus inusuales cabellos y ojos plateados, con ojeras rojizas y piel muy pálida. Tenía un aire siniestro. Una de sus manos enguantadas sostenía firmemente la empuñadura de su espada aun enfundada, lo que daba la impresión de que atacaría en cualquier momento.

No pude evitar sentirme intimidada.

- Buenas noches, Lord Farkas. - Delice hizo una reverencia tomando las puntas de su vestido. - ¿A qué se debe su visita?

- Necesito hablar con la señorita en privado. - su voz se escuchó clara pese a tener la boca cubierta por la mascarilla.

Un escalofrío me recorrió. Él no me dirigió una sola palabra esa noche. Entonces, ¿Por qué sentía que ya había escuchado su voz?

Con nerviosismo Delice respondió. - Lady Rashta no puede forzar tanto la voz. 

Entendía su preocupación. Siendo sincera tampoco quería quedarme a solas con un hombre en la misma habitación. No obstante, tuve el presentimiento que en serio necesitaba escuchar lo que tenía que decirme. Después de todo, si el Emperador le permitió llevar el interrogatorio de mi atacante quería decir que era de confianza.

- No te preocupes, Delice. Puedes retirarte.

Aún dubitativa la joven sirvienta accedió. 

Una vez a solas permanecimos en un incómodo silencio. 

Duro unos segundos antes de que se inclinara ante mí. - Me presento. Soy Farkas, Líder de la 6° División de la Orden de Caballeros de las Sombras.

Dejé escapar un jadeo. Con suerte mi reacción se justificaría con el hecho de estar frente a una presencia tan significativa para el gobierno.

La Orden de Caballeros de las Sombras, más conocidos como Caballeros Transnacionales, eran una organización dirigida por la Alianza de Wol. En dicha alianza pertenecían la mayoría de las naciones del continente, incluyendo el Imperio Oriental y el Reino Occidental. Oficialmente trabajaban para mantener la paz entre naciones, cortando de raíz cualquier amenaza y llevando el gran porcentaje de sus misiones en secreto.

La primera vez que se supo de la existencia de esa organización en la novela fue cuando Navier ya vivía en el Reino Occidental. Entonces, ¿Por qué aparece alguien relacionado tan temprano en la historia? 

Me sentía cada vez más perdida mientras más acontecimientos nuevos iban ocurriendo.

- Es un gran honor, Lord Farkas. Muchas gracias por salvarnos a mi familia y a mí. También por escoltar a mi hermana y a mi hijo lo más pronto posible. - bajé la cabeza a modo de reverencia. 

- No debe darme las gracias, mi lady. Es parte de mis obligaciones encargarme de estos casos. - su forma de hablar denotaba la seriedad con la que cumplía su labor. Pese a eso, seguía sin mirarme a los ojos. - Me hubiera gustado intervenir antes de que la situación escalara a esta altura. Mis más sinceras disculpas.

- ¡No, no hay problema! - hablé algo apresurada sintiendo irritación en mi garganta por el esfuerzo, llevándome las manos al cuello debido al dolor.

Sin decir palabra alguna el hombre se acercó a mi lado para entregarme mi taza de té. Feliz porque no insistió en ayudarme a beber agradecí el gesto.

Tomé la taza rozando ligeramente sus dedos. Al llevar unos pulcros guantes blancos no hubo contacto piel a piel y no pude estar muy segura; pero no me pareció sentir desagrado ni temor por él. Eso me hizo pensar si la reacción de rechazo que sentía hacia algunas personas indicaba si eran peligrosas o no.

Mientras bebía pude percatarme de que los ojos de Lord Farkas se centraron en la marca de dedos en mi muñeca. Lejos de mostrar alguna señal de lastima los músculos de su cara se contrajeron en un sentimiento que conocía muy bien. Ira contenida.

Al terminar de beber dejé la taza en su lugar y lo miré al rostro. Una vez más evitó que nuestros ojos se encontraran. Eso comenzaba a irritarme.

- Disculpe mi atrevimiento al decir esto, Lord Farkas. *Cof cof* Pero es una falta de respeto que no haga contacto visual conmigo. 

Sin poder creerme lo que estaba pasando vi al hombre cubrir con una de sus manos donde debería estar su boca. Sus hombros daban ligeros espasmos. Me costó solo un segundo captar el sonido de su risa.

Sentí un terrible deja vú.

- No me equivocaba. Eres realmente interesante, mi lady. - habló con diversión. El contraste entre su personalidad seria con la de ahora hizo que me hiciera para atrás de forma involuntaria. - Lo siento. No fue mi intención asustarte. - y diciendo esto posó sus ojos en los míos.

Su mirada me hizo dar un sobresalto.

- ¡No es posible! Tú... - pronuncié sin poder creerlo.

- Debo decir que es agradable verla al rostro. Era imposible hacerlo con la capucha. 

Tragué saliva sin ser capaz de dejar de mirarlo. 

- ¿Cómo? Tú... ¿No eres un asesino?

- Oh, lo soy. Sin duda he asesinado a muchas personas a lo largo de mi vida. - habló con total sinceridad volviendo a su porte serio. No parecía complacido con su propia respuesta. - Si soy honesto no pretendía presentarme ante ti de esta forma. Por desgracia, las circunstancias cambiaron mis planes.

"¿Se refiere al ataque de esa noche? Dice que no pretendía que fuera de esta forma, ¿Eso quiere decir que iba a presentarse en otro momento?" 

Mis temblorosas manos apretaron las sábanas a mi alrededor. - ¿Estoy en problemas?

- Por supuesto que no. Te lo dije esa vez, ¿no? Tengo honor de profesional. Jamás revelaré información de mis clientes.

- ¿Realmente... eres un Caballero Transnacional?

- Sí. Claro que... Pertenecí al gremio de asesinos antes de eso. - miró a otra dirección. - Es una larga historia. Solo digamos que fui lo suficientemente bueno asesinando para llamar la atención de las personas correctas y se me brindó la oportunidad de llevar una vida más honrada.

"La oportunidad de llevar una vida más honrada. Sí, podía entender algo como eso."

- ¿Qué hacía en el gremio?

- Me encontraba en una misión junto a mis hombres para encontrar a un prófugo de la justicia. Se nos notificó que se unió al gremio de asesinos del Imperio Oriental y debido a mi pasado decidí infiltrarme para obtener pistas. Aún era conocido en el lugar por lo que no levanté sospechas.

- ¿Lo atraparon?

- Por supuesto. Nadie jamás se me ha escapado.

- Usted asistió al banquete. Por eso estaba en el palacio cuando ocurrió el ataque, ¿verdad? Estaba alojado en una de las habitaciones para los invitados.

Las comisuras de sus ojos se estrecharon. - Inteligente, mi lady. Así es. Quería comprobar que tan bien hice mi trabajo. Se le veía contenta, al menos hasta la hora del baile. - su semblante volvió a tornarse serio. - Lamento que su noche se terminara de arruinar aún más.

"¿Aún más? ¿Eso quiere decir qué... vio lo que ocurrió con Sovieshu? No, espera. Aun si lo vio no es ilegal que el Emperador tenga amantes. No me encarcelarán por eso."

- ¿Realmente no estoy en problemas? Disculpe si dudo de sus palabras. Cof cof* Pero suplante la identidad de una noble. Me cuesta creer que no sea un delito serio. - hablé con esfuerzo.

Ante mis palabras el hombre miró al horizonte. Sus ojos parecieron vacíos. 

- No serias la primera en hacerlo. - aquella respuesta me sorprendió. - Querías escapar de una vida infeliz y lo hiciste sin dañar a otros. Es más, ayudaste a otros en el proceso. Hablo de tu hijo, el anciano y esa muchacha. Eso es algo que puedo admirar.

Bajé la cabeza. Estaba aliviada de no terminar en prisión o de ser expuesta. No obstante, el pesar que sentí fue igual de asfixiante.

- No soy alguien de quién deberías sentir admiración.

- Y yo no soy alguien de quién deberías sentirte agradecida.

Mordí la uña de mi dedo gordo por costumbre debido a los nervios. 

Pude sentir al hombre mirarme de reojo por un segundo antes de desviar la mirada. - Volveré cuando te encuentres en óptimas condiciones. Con suerte tendré más información acerca del ataque para informarte.

Iba a volver a hablar cuando recordé lo que me dijo sobre no agradecerle. Al final solo asentí.

Lord Farkas se dirigió a la salida. Cuando abrió la puerta y muy parecido a lo que ocurrió con Delice tuvo que hacerse a un lado para dejar pasar a una impaciente Evely que llevaba a Ian en sus brazos. 

Mis ojos se humedecieron de inmediato.

- ¡IAN! - pronuncié con la voz entrecortada, extendiendo mis manos para recibir a mi hijo y lo estreché contra mi pecho con una enorme sonrisa. No pude evitar sollozar. - ¡Te extrañe tanto!

Al oír mi voz Ian balbuceo feliz extendiendo sus manitas hacia mí. Le dejé tocar mi rostro, sintiendo mis lágrimas ser retiradas por sus deditos. Casi parecía estar consolándome.

- Espero verla en otra ocasión, mi lady. 

- Lo mismo espero, Lord Farkas.

Antes de que se fuera Evely corrió hasta estar frente al hombre. - Lord Farkas, ¡Muchas gracias por salvar a mi familia! Estoy en deuda con usted.

- Fue un placer. - y diciendo eso se retiró.

Delice cerró la puerta suspirando. 

- Realmente es todo un caballero, aunque tenga una apariencia tan aterradora.

Evely la miró con reproche. - ¡Oye! Estamos hablando de quién salvó a mi familia.

Sus palabras hicieron que la joven sirvienta se pusiera nerviosa.

No pude evitar sonreír divertida por la escena. 

Unas horas más tarde Delice se retiró para dejarnos descansar.

Evely estaba recostada a mi lado izquierdo e Ian al lado contrario. Pese a que sus presencias debían tranquilizarme no pude dormir y permanecí sentada sobre el colchón, sin dejar de pensar en todo lo ocurrido.

Luego de que la felicidad y emoción de volver a estar junto a mi bebé fue apaciguándose volvieron poco a poco las preocupaciones. 

¿Había tomado las decisiones correctas? ¿Debí planear mejor mis acciones antes de actuar? ¿Me precipité demasiado? ¿Estaban resultando heridas personas inocentes por mi culpa?

Eso no era lo peor. El hecho de que alguien sabía que yo reencarné me tenía muy asustada.

Sabía que mientras estuviera en el palacio con guardias en mi puerta las 24 horas del día y con un Caballero Transnacional investigando el caso estaría segura y a salvo. Pero... ¿Por cuánto tiempo? Tendría que irme en cuanto me recuperara por completo y en caso de que no llegaran a atrapar a mi atacante para entonces estaría a su completa merced.

¿Y si esa persona descubría que Ian también reencarnó?

Miré el rostro de mi Ian sintiendo mi corazón estrujarse en mi pecho. Las lágrimas brotaron de mis ojos y reprimí un sollozo en mi garganta. 

La opción de una vida pacífica junto a mi hijo se marchitó mucho antes de florecer.

"Tengo que hacer algo para protegerlo."

Si quería mantener a salvo a Ian hasta que descubriera quién estaba detrás de mí. Si quería que Navier y Henry obtuvieran su final feliz. Entonces...

Entonces... Yo...

Apreté las sábanas con mis temblorosas manos.

"La única persona que puede protegernos a mí y a mi bebé... Soy yo."



...



La primera semana de mi estancia en el palacio tuve que permanecer postrada en cama.

Evely se dedicó arduamente a curar las heridas del Vizconde Gilimt. Eso ocasionó que estuviera agotada la mayor parte del tiempo, por muy talentosa que fuera con la magia seguía siendo apenas una estudiante. Esa fue una de las razones por las que me negué a que me curase a mí, alegando que nuestro padre la necesitaba mucho más que yo, algo que conmovió a todos los presentes entre los que se encontraba Sovieshu. Sin embargo, la verdadera razón por la que me negué fue para tener una excusa de permanecer en el palacio imperial por mucho más tiempo.

Cuando mi fiebre por fin se estabilizó creí que podría volver a alimentar a Ian; pero Sovieshu me sorprendió mandando a una nodriza para que lo hiciera por mí. El disgusto e indignación que sentí fue tal que por poco le grito a la pobre mujer que se largara de mi vista, conteniéndome lo suficiente para pedirle que no volviera. La mujer se retiró de inmediato y Sovieshu se disculpó en persona, excusándose con que estaba preocupado por mi salud. 

Acepté sus disculpas. En el fondo me quedé muy resentida.

Otro problema que surgió fue la hora del baño. Al tener la pierna lastimada no podía asearme por mi cuenta y al no estar acostumbrada a que otras personas me bañaran entraba en pánico cada que las sirvientas intentaban desvestirme. Tuve suerte de que la Vizcondesa Marsha entendiera mi malestar y les prohibiera tocarme, siendo ella misma quién me ayudaría a bañarme. Fue un poco incómodo al principio; pero siendo una madre tan amorosa no tarde en acostumbrarme a sus cuidados.

Al final de esa semana Lord Farkas volvió a visitarme. 

Esta vez fui yo misma la que le indicó que nos dieran privacidad. Para no levantar sospechas me quedé con Ian que dormía en mi regazo. Con mi hijo a mi lado no tendrían por qué pensar nada extraño ni vulgar.

Una vez a solas el hombre tomó asiento a mi lado y me puso al tanto de su investigación y la del emperador. La terrible amargura que sentí al saber que nadie pudo averiguar por ningún medio posible quién mando a secuestrarme fue tal que tuve que sostener mi cabeza con una mano, sufriendo una fuerte migraña.

- Parece ser que la persona en tu contra se sabe esconder muy bien.

- ¿Qué pasó con el noble al que interrogaba?

- Cuando quedó claro que no sabía la identidad de la persona que lo había contratado a sus compañeros y a él lo dejamos en manos del Emperador para que dictase su sentencia. El veredicto fue Cadena Perpetua En Aislamiento Solitario, por el pecado de haber intentado llevar un acto criminal en el palacio imperial cuando se estaba en condición de invitado. 

Permanecí en silencio asimilando sus palabras. 

No sabía cómo sentirme al respecto. 

Claro que odiaba a ese tipo por estar confabulado para secuestrarme y por agredir al Vizconde Gilimt al tratar de defenderme. De haber podido yo misma lo habría matado a golpes.

Aun así...

"AISLAMIENTO SOLITARIO."

Sentí mi estómago retorcerse.

- ¿Sientes compasión?

Esa pregunta me sacó de mis pensamientos y me gire a mirarlo. Hasta este momento no me había percatado que me miraba con suma atención. 

Sabiendo que esperaba una respuesta pensé unos segundos y respondí. - Más que compasión seria... Empatía.

- ¿Empatía?

- Ante la idea de estar en aislamiento solitario el resto de tu vida.

En la novela Rashta obtuvo la misma sentencia. Yo odiaba mucho al personaje de Rashta; pero eso no evitó que me sintiera abrumada cuando leí lo que ella experimentó estando encerrada, aun si fueron apenas tres días hasta que optó por suicidarse. 

"Leer que tan rápido podías caer en la locura fue aterrador."

- Lo siento, mi lady. Mi pregunta parece haberte afectado.

- No. Estoy bien. - tomé una fuerte respiración para volver a armarme de valor. No había razón para llenarme con pensamientos negativos. Tenía que tomar acciones. - Más importante, ¿Quiénes eran los otros nobles que estaban involucrados? ¿Averiguó si algo en sus vidas personales pudiera dar una pista?

- Tan perspicaz como siempre, mi lady. - me elogió sacando unos papeles que llevaba escondidos en su armadura. - Estos son los expedientes de los cinco hombres que estaban involucrados. Según sé tienes conocimiento de dos de tus atacantes.

Lo miré seria. No tenía que preguntar cómo se enteró. Ya había dejado entrever que envió a alguien a espiar las actividades de Sovieshu. No había razón para que no hiciera lo mismo conmigo.

- El muchacho y su padre.

- ¡Ah! Esos deben ser Lord Dennis y el Conde Basil. - me indicó entregándome los papeles. Busqué en los expedientes sus nombres para comenzar a leer. - Su familia poseía una serie de comercios que eran bastante exitosos. No obstante, con el tiempo fueron cayendo en bancarrota obligando al Conde Basil a tener que embargarlos para mantener su posición económica. Cuando su esposa murió a causa de una enfermedad él y su hijo se vieron afectados a tal magnitud que se les empezó a conocer en los círculos sociales por sus acaloradas discusiones sobre el dinero.

"Eso explica porque mis padres se escandalizaron cuando Lord Dennis se me acercó en la fiesta proclamando que mataría al noble que me maltrató. Pensé que estaba bromeando, expresando su indignación o coqueteando. Al parecer me equivoqué."

Recordé algo que me hizo sentir un amargo sabor en la boca. 

- Mate al Conde Basil.

- No te preocupes. Nadie lo sabe. - cuando dijo eso volteé a verlo confundida. - Tú trataste de protegerte con el calendabro sin éxito y lo dejaste caer al piso. En medio del combate yo lo recogí golpeando a uno de los bandidos en la cabeza con el... Eso fue lo que le dije al Emperador. Tu madre colaboró mi testimonio.

Impactada por su revelación me costó encontrar mis palabras. - ¿P-Por qué mintió?

- Si bien era un criminal, llevar una muerte encima mancharía tu reputación. Suficiente daño causó ese hombre para ocasionar más con su muerte. - su sincera respuesta me dejó helada y se lo agradecí en voz baja. - Te lo dije. No deberías darme las gracias. 

- Aun así... Muchas gracias.

- En lugar de agradecerme deja de atormentarte. Fue defensa personal. Nadie tendría porque juzgarte por eso.

- Lo sé, es solo... Yo... Maté a una persona. - miré mis manos temblorosas alrededor de Ian. - ¿Está bien que sostenga a mi hijo con estas manos?

Sabía que no debería ser tan confiada si no quería terminar igual a la Rashta de la novela. La confianza que le profesó al Duque Ergi fue lo que la llevó más rápido a su inevitable perdición. Incluso en mi vida pasada por confiar ciegamente en una persona terminé sufriendo mucho.

Pero volviendo a lo importante.

Lejos de lo que pudiera pensar en un primer momento este hombre tal vez sea mi recurso más valioso. Se trataba de un Caballero Transnacional. Un líder de división. Tener su poder e influencia de mi lado me serían más que útiles para poder salvarme de un destino fatal si las cosas se me salían de las manos. 

Su labor era velar por la justicia y sus palabras de "Fue defensa personal. Nadie tendría que juzgarte por eso."  me indicaban que apelar a su sentido de justicia era mi mejor curso de acción.

- ¿Estás bromeando? - una vez más sus palabras me sacaron de mis pensamientos. Su expresión era tan seria que me estremecí de pies a cabeza. Él se veía y sonaba muy enojado. - ¿Por qué no podrías sostener a tu hijo con esas manos? Peleaste esa noche por tu vida. Tú les gritaste, no asustada, sino llena de rabia y convicción. No bajaste la cabeza en ningún momento. Una mujer tan fuerte y valiente, ¿No es la madre que todo niño quiere?

- Yo...

- Quitar una vida, mancharse las manos, cometer un pecado. Sí, uno nunca podrá olvidarlo ni borrar ese hecho. - declaró con frialdad. - Aun así, si es por las razones correctas... No hay razón para arrepentirse.

Mis ojos se humedecieron. Tuve que cerrarlos, ocultando mi rostro en el cuerpo de Ian con un nudo terrible en la garganta. 

Permanecimos en silencio por unos minutos hasta que me vi capaz de volver a levantar la cabeza y seguir leyendo los expedientes. 

- ¿Lord Carren? 

Lord Farkas me miró con aprobación, ¿Podría sentirse orgulloso de que recuperase la compostura tan rápido?

- La Casa de Carren era una familia poderosa que perdió sus privilegios después de apoyar al aspirante equivocado al trono hace unas cuantas generaciones atrás. Estaban desesperados por dinero. Fue Lord Carren junto con otro de sus compañeros a los que llevamos al calabozo; pero él se suicidó antes del interrogatorio. Cuando trataron de arrestar a su esposa ella también se suicidó, tirándose por la ventana del segundo piso de su mansión.

Los ceños de mi rostro se contrajeron. La Casa Carren, de allí provenían los nobles que Sovieshu trató de hacer pasar como los padres falsos de Rashta y que al ella escoger a los Vizcondes Iskua traídos por el Conde Ergi, los encerró en prisión haciendo parecer que Koshar, el hermano de Navier, los mandó para perjudicar la imagen de su amante. 

No se detalló nunca lo que sucedió con ellos después de eso. Es posible que obtuvieran un destino similar.

"Otra vez. Está pasando algo parecido a la novela otra vez. Estoy empezando a preocuparme."

- ¿Ex Marques Flavian? - retomé la lista.

- Un marques que fue recientemente destituido de su puesto. Era el de mayor edad del grupo. Fue a quién me viste asesinar en las escaleras. Al parecer era el líder y quién reunió a todos los demás para cumplir el pedido de una persona con mucho poder. - chasqueó la lengua, al menos eso creí por el sonido ya que no podía ver sus labios debido al cubre bocas que llevaba puesto. - No debí matarlo. Era del que mayor información podía obtenerse.

Ese comentario hizo que frunciera el ceño al percatarme que, efectivamente, no debió matarlo. 

- ¿Y por qué lo hizo? A los otros dos los apresó, ¡Pudo hacer lo mismo con el Marques Flavian! - no quise que sonara a reclamo. Sin embargo, era frustrante haber perdido quizás la pista más valiosa.

Miró a otro lado con una expresión sombría. - Estaba enojado.

- ¿Esa es su justificación? - le pregunté incrédula.

- No. Simplemente te digo la verdad.

Irritada busqué el expediente que me faltaba por leer. - ¿Quién es el noble que está en aislamiento solitario?

- El Vizconde Verdi.

Los papeles cayeron de mis manos. 

- ¡¿QUÉ?! - exclamé sobresaltada, sorprendiendo a Lord Farkas. Antes de que pudiera preguntarme qué ocurría Ian se despertó llorando agitado. - ¡Lo siento! ¡Lo siento mucho, Ian! - me disculpé recriminándome a mí misma por mi arrebato, meciéndolo de un lado a otro. - No pasa nada, mi vida. Shhh... Mamá está aquí. Mamá está aquí. - repetí con calma.

Seguí meciendo a Ian por un rato, tarareando en voz baja, hasta que volvió a quedarse dormido. El alivio que sentí solo era comparado con la culpa.

Una pequeña risa me hizo girar a ver a mi acompañante con el ceño fruncido y los labios apretados. Mi reacción debió parecerle divertida.

- Jajaja Mil perdones. Es que en serio eres adorable cuando no tienes esa mirada fría en los ojos.

- ¿Mirada fría? 

- ¿No lo has notado? Puede que te presentes a todos con una gran sonrisa. Sin embargo, eso es mera actuación. - me tensé al oírlo decir eso, ¿Tan obvia era? - ¡Oh! No tienes nada de qué preocuparte. Eres una maravillosa actriz. Me habrías engañado a mí también de no haberme contratado y mostrado ese lado frío y planificador que posees.

Un peso se instaló en mi corazón.

"Toda mi vida los demás me dijeron que era una persona fría. Aun cuando nunca creí serlo era una etiqueta de la que nunca pude escapar. Ahora, incluso en esta vida, ¿Todavía soy percibida de esa forma?"

- Era una esclava sin ningún arma más que mi cerebro y mi apariencia. Tenía que sacarles provecho de alguna manera. - me justifiqué.

- Y eso la hace muy inteligente. - reconoció posando su mirada en Ian por unos segundos. Pareció analizar algo antes de ponerse de pie y recoger los expedientes que dejé caer uno por uno con calma. - Volviendo al tema que nos concierne, ¿Por qué te exaltaste tanto al mencionar al Vizconde Verdi?

- ¡Ah! Es que... Su esposa es...

- Ya veo. Es porque la Vizcondesa Verdi era una de las damas de compañía de la emperatriz.

Mis labios temblaron. - ¿Era?

- Por desgracia para ella fue acusada de confabulación. Gracias a la Emperatriz Navier obtuvo el perdón imperial y no fue aprisionada; pero se le destituyó de su título y de su posición como dama de compañía.

- ¿También fue por falta de dinero?

- Algo así. Sus ingresos económicos eran relativamente estables. El problema surgió a raíz de la enfermedad de uno de sus hijos. - me entregó el expediente y señaló la sección que debía leer. Mis ojos se ampliaron al leer la palabra TUBERCULOSIS. - El tratamiento y las medicinas son demasiado costosos. Ya han vendido muchas joyas, muebles y propiedades. El Vizconde Verdi a estado haciendo incontables favores para obtener recompensas y la Vizcondesa Verdi a pedido dinero prestado a incontables personas, entre ellos la misma emperatriz.

Ahora entendía porque la Vizcondesa Verdi dejó el lado de la emperatriz en la novela. Sovieshu debió ofrecerle una gran cantidad de dinero por convertirse en la dama de compañía de Rashta.

- Estaban desesperados. Querían salvar a su hijo.

- ¿Siente empatía otra vez, mi lady?

- Es inevitable. Soy madre también y al igual que ellos, estuve dispuesta a ir contra la ley por mi hijo. - respondí siendo sincera. - ¿Hay algo que se pueda hacer por ellos?

- ¿Piensas ayudarlos aun después de lo que hicieron?

- No creo que sean malas personas. Además, si lo hago ellos... - una calculadora sonrisa se deslizó en mis labios. - Estarían en deuda conmigo.

Entendiendo a donde quería llegar Lord Farkas soltó un atisbo de risa. - ¿Qué quieres que haga?

- ¿Está dispuesto a participar? Podría ser algo malo.

- No sé qué es lo que tú consideras malo. En lo que a mí concierne eres la cliente más buena que he tenido en toda mi vida.

Que un asesino profesional te diga algo así, ¿Debería tomarse como un cumplido o....? Bien, si en serio va a ayudarme puedo encomendarle esto. No era ningún crimen después de todo.

- Quiero que consiga algunas cosas y las envié a cierta dirección. Le pagaré más tarde.

- Mi lady, te lo dije en el pasado. Lo haría gratis solo por la curiosidad de saber que estás planeando esta vez.



...



La segunda semana pasó volando. 

Las cremas y pomadas que vertían sobre mi pierna eran muy efectivas para su curación, los moretones en mi cuerpo fueron disminuyeron y gracias a las excelentes comidas que me eran traídas recuperé muy pronto mis fuerzas. El emperador sí que estaba empeñado en darme los mejores tratamientos.

Como parte de mis planes empecé a llevarme realmente bien con Delice, platicando acerca de nuestras vidas, gustos y pasatiempos. La confianza llegó a tal punto que la joven sirvienta me contó sobre su hermano Johanson, que era un gran reportero.

- Tu hermano parece alguien impresionante. Eres muy afortunada. 

Ella se ruborizó viéndose muy feliz. - Es muy amable conmigo, Lady Rashta. La mayoría de nobles me tratan de manera condescendiente.

- ¿Por qué? Todos somos humanos. Todos deberíamos ser tratados por igual. - al ver su expresión conmovida supe que tenía su total atención. - Fui una sirvienta toda mi vida, tratada con crueldad y sometida a cumplir con tareas denigrantes. Ni siquiera sabía leer ni escribir. Ahora las cosas son diferentes. Ha pasado poco tiempo desde que descubrí mis orígenes de noble y he aprendido un montón de cosas. Al principio fue difícil adaptarme, pero mírame ahora. - sonreí de oreja a oreja. - De tener las mismas oportunidades no habría diferencia entre plebeyos o nobles... ¿No lo crees, Delice? 

- Lady Rashta. - sollozó cubriendo su boca con su mano. Sonreí unos segundos en respuesta para luego mostrar tristeza. Al ver esto Delice se preocupó. - Lady Rashta, ¿Qué sucede? 

- Es que... - fingí estar al borde del llanto. - Rashta está triste. Tú ahora lo sabes; pero... No el resto de nobles. Estoy postrada en cama. No puedo ir a decírselos. Aunque lo intentara, ¿Me escucharían? ¡Quisiera poder decir esta verdad a todo el mundo!

Delice volvió a repetir mi nombre para arrodillarse a la orilla de la cama y llorar conmigo. - Yo... Estoy segura que si le digo a mi hermano él podría... escribir un artículo al respecto.

Fingí sorpresa. - ¿En serio?

- ¡Por supuesto! ¡Espere aquí, por favor!

Sin perder tiempo la joven sirvienta salió de la habitación y volvió a los minutos con papel, una pluma para escribir y tinta. Fingiendo estar emocionada abracé a Delice con fuerza. Las muestras de cariño de mi nueva familia eran muy buenos ejemplos a seguir.

- ¡Muchas gracias, Delice!

Ella solo asintió y se quedó llorando a un lado de mi cama.

Escribí el mismo discurso que le dije a Delice, con alguno que otro agregado, y tras repasarlo varias veces para comprobar que estuviera en orden se lo entregué. A los pocos días la misma Delice me trajo el periódico en donde mi carta era transmitida como un mensaje de esperanza para los plebeyos.

Sonreí ampliamente al ver que podía ganarme el favor del pueblo poco a poco.

Cuando por fin pude ponerme de pie por mi cuenta fui a visitar al Vizconde Gilimt. Ver que se encontraba mucho mejor de lo que yo recordaba me alivió enormemente y no pude más que agradecerle en medio de abrazos por intentar salvarme. 

También se me permitió tener salidas esporádicas a los jardines del Palacio Imperial con el fin de retomar la perfecta movilidad en mi pierna y que tomara aire fresco. Fue justo en una de mis salidas cuando algo interesante ocurrió. 

Me encontraba sentada en un prado en compañía de Evely, Delice y Pix, señalando hacia un arbusto con Ian en mi regazo. - ¡Mira, Ian! ¡Mariposas!

Al ver las mariposas de distintos colores que revoloteaban sobre su cabeza Ian intentó atraparlas, sin éxito. Su expresión de frustración nos hizo reír.

Pix se recostó sobre su espalda indicando que era el lugar perfecto para una siesta. Las tres estuvimos de acuerdo y nos acostamos también, relajándonos. 

Al poco tiempo yo era la única despierta. 

Fue entonces cuando me percaté que no muy lejos de allí se podía ver algo. Me costó un rato identificarlo; pero al hacerlo mi corazón se estremeció al entender que se trataba del asiento especial de la emperatriz. Dejando a Ian recostado junto a Evely me puse de pie con cuidado.

Siendo impulsada por la curiosidad me fui acercando. 

Mi corazón palpitó con fuerza al llegar y toparme cara a cara con Navier.

Sorprendida, caí de rodillas.

- ¡Lady Rashta! ¿Se encuentra bien? - preguntó con preocupación.

- ¡Estoy bien! - aseguré con una nerviosa expresión e hice una reverencia. - Buen día, mi emperatriz. No quería molestarla.

- No es ninguna molestia, Lady Rashta. - al incorporarme vi una sonrisa en su rostro. - Pude escucharlos desde aquí. Parece que se la pasaban bien. - comentó mirando hacia atrás en dirección a donde los demás estaban durmiendo.

- ¡Sí! ¡La familia de Rashta se divirtió mucho!

- ¿Familia? 

- ¡Oh! - cubrí mi boca con las manos. - Sé que Delice es una sirvienta; pero para mí ya es familia, ¡Ella ha cuidado tanto de Rashta! 

Navier me escuchó atentamente de principio a fin. - En serio tienes un gran corazón.

Sus palabras me conmovieron hasta las lágrimas.

"No puedo fangirlear en este momento, ¡Esa es tarea de mi mejor amiga, no mía! ¡Concéntrate!"

- Muchas gracias, mi emperatriz. - parpadeé varias veces intentando no llorar. Fue cuando recordé el asunto con la Vizcondesa Verdi. - Lo siento mucho. Su dama de compañía...

Entendiendo a que me refería su semblante se tornó sombrío. No obstante, a diferencia de lo que podría esperar en la novela original, su mirada no reflejaba odio sino pesar. Me dolió mucho más verla de ese modo que si me hubiera mirado con desprecio.

- No es tu culpa, Lady Rashta. Usted fue víctima de un crimen que tuvo que llevarse ante la justicia. La Vizcondesa Verdi está a salvo. No debe preocuparse más.

Asentí con lentitud. - Emperatriz Navier... ¿Qué pasara con mi familia y conmigo? - mi pregunta la sorprendió. - No han encontrado al responsable. Temo... Temo que algo malo nos pase. Por fin estamos juntos de nuevo y... ¡No quiero perderlos! - sollocé llevándome las manos al rostro.

Cuanto odiaba tener que fingir debilidad ante Navier sabiendo que muy posiblemente la hiciera sentir incómoda. Lo único que me confortaba era que no le había mentido en nada. Realmente lamentaba lo de la Vizcondesa Verdi y temía por mi nueva familia.

"¡¿Y eso qué?! ¡Lo que estaba planeando hacer la lastimaría tarde o temprano! ¿En qué clase de basura me estaba convirtiendo? ¡Yo no era mejor que la Rastha original!"

Un suave toque en mi hombre me hizo alzar la mirada. - Está bajo la protección del Emperador y la mía, Lady Rashta. Mientras estén en el palacio imperial estarán a salvo.

No pude más que agradecerle. 

Navier se limitó a sonreír con modestia. 

A partir de ese día me aseguré de reunirme con ella para saludarla y hablar, aunque sea por un momento. Muy pronto estos días terminarían. Quería apreciar nuestra corta amistad hasta el último segundo.

Después de todo... Yo ya había tomado mi decisión.

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