¡¿Soy Rashta?!

By MurasakiFanfics

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Historia de Reencarnación/Transmigración. Una joven comete suicidio luego de una serie de sucesos desafortuna... More

Prólogo: Un Final y Un Comienzo
Capítulo 1: El Plan
Capítulo 2: Tragedia Inesperada
Capítulo 3: Familia
Capítulo 4: Debutando Ante La Sociedad
Capítulo 6: Mi Decisión
Capítulo 7: No Hay Razón Para Arrepentirse
Capítulo 8: Ahora Soy La Amante
Capítulo 9: Planes En Marcha
Capítulo 10: Damas De Compañía
Capítulo 11: ¿Podemos Ser Amigas?
Capítulo 12: Conversación
Capítulo 13: El Príncipe Ha Llegado
Capítulo 14: Amistad
Capítulo 15: Banquete De Año Nuevo (parte 1)
Capítulo 16: Banquete De Año Nuevo (parte 2)
Capítulo 17: La Calma Antes De La Tormenta
Capítulo 18: Mal Presentimiento

Capítulo 5: Giro De Acontecimientos

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By MurasakiFanfics

Jamás de los jamases pensé en encontrarme en una situación parecida hasta el día en que reencarné. 

Desde el comienzo no se me dio tiempo de asimilar mi nueva realidad. Tuve que planear lo que haría de inmediato si quería sobrevivir, no, si quería vivir en este mundo. Me apresuré tanto en llegar al resultado final que no me di el tiempo que necesitaba para darme cuenta en lo que realmente me estaba metiendo al tomar la decisión de intervenir en la historia de la novela. 

Eso me llevó a golpearme con la devastadora verdad de que era muy probable que sea incapaz de convertirme en la amante del Emperador. No cuando cada célula de mi cuerpo quería huir desesperadamente de su lado. 

Me removí inquieta intentando por enésima vez buscar una posición cómoda para dormir. Al comprender que sería imposible solté un bufido, retiré las sábanas encima de mí con frustración y me incorporé. Colocándome las pantuflas y atando mi bata de dormir caminé hacia el balcón de la habitación para abrir las ventanas, abrazando mis brazos al recibir la fría brisa en la cara, mirando el cielo nocturno.

Era muy entrada la noche, ¿Serían las 4 a.m.? Ojalá amaneciera más rápido. Así podríamos comenzar nuestro viaje de regreso a Bluvohan y podría ver más pronto a Ian. A cada segundo sentía que me volvería loca de la pena por no estar a su lado.

Apreté los párpados tratando de tragarme la amargura de estar lejos de mi hijo. Sabía que iba a estar destrozada por estar un tiempo separados; pero no había caído en cuenta de cuanto me hacía falta para poder mantener mi sanidad mental. 

Era de esperarse. Cuando mi bebé nació muerto en mi vida pasada perdí toda la esperanza y cuando mi mejor amiga... 

Cuando ella murió... 

Mis manos temblaron y apreté mis puños con fuerza para evitar llorar.

En fin, perdí el deseo de vivir.

- ¿Qué debería hacer ahora?

La conversación que tuve con la Duquesa de Tuania fue muy esclarecedora. Me ayudó a tener en cuenta algunos aspectos que ignoré por apresurarme a llevar a cabo mis planes.

"No quiero ser la amante de Sovieshu."

Odio y detesto esa idea, sabiendo que sufriría al llevar a cabo las obligaciones que debe cumplir una amante.

Si lo pienso detenidamente no es necesario que yo cumpla ese papel. Cualquier otra mujer con una buena apariencia y una personalidad parecida a la de Rashta podría conquistarlo. Sería un pequeño problema el tema del embarazo debido a la infertilidad de Sovieshu; no obstante, solo bastaba con que la mujer llegara embarazada justo como hizo Rashta en la novela.

Mis ojos se ampliaron ante ese pensamiento y de inmediato me llevé ambas manos al vientre, ¿No debería yo estar embarazada? No, espera, se supone que Rashta huyó embarazada de la finca del Vizconde Lotteshu después de unos meses de haber nacido su hijo. Yo escapé tan solo una semana después.

Retrocedí volviendo al interior de la habitación hasta acabar sentada en el borde de la cama, sintiéndome mareada de repente por la inquietud.

Entonces, ¿No estoy embarazada? 

Cuando reencarné acababa de pasar la noche con Allen. Ian cumplió un exactamente un mes ayer, el día de mi Fiesta De Debutante. Tendría que haber tenido el periodo para este momento, a no ser que Rashta sea de esas mujeres que tienen su periodo mucho tiempo después debido a la lactancia. 

Si no estoy embarazada y me convirtiera en amante de Sovieshu, tomando en cuenta que su posible esterilidad, eso quería decir que...

Mordí la uña de mi dedo gordo con tanta fuerza que rompí un trozo.

- ¿Tendré que acostarme con alguien más para embarazarme? - esa idea hizo que se me revolviera el estómago. - ¡No! ¡No lo haré! No hay forma de que pase por eso otra vez.

Ahora me quedaba claro que esto era algo que no podía hacer.

- Yo... No me convertiré en la amante de Sovieshu.

Cuando esas palabras salieron de mis labios no pude evitar sonreír.

El alivio que me invadió me indicó que había tomado la decisión correcta.

¿Podría buscar una amante adecuada para Sovieshu en el gremio de asesinos? No sabía cuál era el límite de los pedidos. Tendría que preguntar. Tal vez ni siquiera tendría que ser necesario considerando la cantidad de mujeres que iban tras el emperador. 

Tendría que pensar muy bien en mis siguientes pasos.

Estaba tan perdida en mis pensamientos que al escuchar un sonido proveniente de la puerta de mi habitación pegué un brinco. Me llevé una mano al pecho suspirando de alivio al darme cuenta que estaban tocando.

"Por poco y me da un infarto."

Me levanté de la cama para dirigirme a abrirle a mi invitado y justo cuando mi mano tocó el pomo la realidad me golpeó, ¿No era de madrugada?

La costumbre de siempre abrir la puerta de mi habitación al primer toque por poco y me hace cometer una terrible equivocación.

- ¿Madre? ¿Padre? ¿Quién es? - pregunté alzando la voz lo suficiente para que la persona del otro lado me escuchara. Cuando no obtuve ninguna respuesta comencé a asustarme. - ¡¿Quién es?! ¡¿No se da cuenta de la hora que es?!

Volví a no obtener respuesta. Eso terminó por alterarme.

Corrí a apagar el candelabro de la mesita de noche. La luz de la luna fue lo único que evitó que me quedara a oscuras. 

Sin soltar la única arma que tenía disponible me escondí en el baño con mi corazón latiendo desenfrenado en mi pecho, mientras trataba de pensar en lo que tenía que hacer. Las habitaciones de mis padres y de Pix eran continuas a la mía. Por desgracia, las paredes eran demasiado gruesas como para dejar pasar el sonido. Si quería poder pedir ayuda de manera efectiva debía salir al pasillo donde quién fuera el que estaba tocando me esperaba.

El escabroso sonido proveniente del pomo de la puerta siendo sacudido me indicó que estaban intentando entrar a la fuerza.

Mi cuerpo reaccionó por cuenta propia.

Encendí la luz del baño abriendo el grifo de la bañera con agua caliente para producir vapor. Rellené el vaso que estaba sobre el lavamanos con agua del grifo y vertí lo suficiente en el piso para que al untarlo con jabón creara una superficie resbaladiza. Coloqué el seguro de la puerta del baño y luego la cerré con todas mis fuerzas para que su sonido llegase afuera, comprobando que no podía abrirla para correr a esconderme entre las gruesas cortinas de la ventana.

No pasó mucho tiempo para que la puerta de la habitación fuera forzada y los pasos de los intrusos se escucharan.

Aguanté la respiración.

- ¿Lady Rashta? - una voz carrasposa me llamó.

- Las jovencitas obedientes deberían estar dormidas a esta hora. - otra voz bromeó con malicia.

- No hagas las cosas más difíciles niña. Sabemos que estás escondida en el baño. - una tercera voz con tintes de frustración se sumó.

- Sal antes de que perdamos la paciencia. - gruño la voz de un chico joven.

- SHH ¡Cállense! Podríamos alertar a alguien. - los corrigió con voz susurrante una persona mayor que parecía ser el líder por su tono autoritario.

"Escucho a cinco personas, ¡Son demasiados! De enfrentarme a ellos no ganaría ni de broma, ¿Quiénes son? ¿Por qué me están buscando? ¡No recuerdo que se mencionara ninguna invasión al palacio en toda la novela!"

Pese a las mil preguntas que se formulaban en mi cabeza supe que mi única posibilidad de escapar era rogar porque la distracción que cree los distrajera el tiempo suficiente para huir.

Entre protestas los escuché forzando la cerradura de la puerta del baño. Cada segundo lo sentí como una eternidad. Cuando por fin las bisagras cedieron una serie de exclamaciones desconcertadas se escucharon al ser recibidos por la capa brumosa de vapor. 

El hombre con voz anciana ordenó que investigaran el interior para encontrarme, lo que les impulsó a entrar precipitadamente. Lo siguiente que escuché fueron sus gritos y gruñidos al estrellarse contra el suelo y colisionar entre ellos. Aun si no se resbalaron a causa del jabón fueron arrastrados por sus compañeros en su intento por no caerse.

"¡ES AHORA O NUNCA!"

Estando demasiado ocupados intentando incorporarse los pasé de largo escabulléndome por la puerta. Di una rápida mirada al pasar enfrente de ellos comprobando que sus vestimentas eran iguales y sus rostros estaban cubiertos por cubre bocas. Una vez en el pasillo tomé aire y pegué el grito más fuerte que hice en mi vida, desgarrándome la garganta en el proceso. Sabía que en este punto esos hombres vendrían tras de mí y sin dejar de gritar toqué todas las puertas que pude en medio de mi huida por el corredor. 

El sonido de los gritos y pasos apresurados me hicieron saber que los tenía pisándome los talones.

- ¡MALDITA!

Al sentir una mano sobre mi hombro apreté el candelabro y con todas mis fuerzas lo impulsé hacia atrás, girándome por completo debido a la inercia, lo que provocó que fuera testigo del momento en que se estrellaba contra la cabeza del pobre desgraciado que se atrevió a tocarme.

El golpe fue tan certero que la cabeza del hombre giró con brusquedad produciendo un sonido horroroso. La sangre salpicó dejando caer un par de gotas en mi rostro y su cuerpo cayó cual peso muerto, manchando la blancura del suelo.

El shock de ver lo que acababa de hacer hizo que no solo dejara de gritar, sino que perdiera la oportunidad de retomar mi huida. 

El siguiente hombre que extendió su mano hacia mi estaba demasiado cerca para que pudiera intentar cualquier cosa. Mi muñeca fue capturada, siendo levantada y estrujada con tanta violencia que volví a gritar dejando caer el candelabro. El dolor fue tan agonizante que las lágrimas salieron de inmediato.

No pude seguir gritando cuando otro de los hombres llegó por mi espalda y colocó una venda alrededor de mi boca. Fui tirada del cabello con tanta fuerza que tuve que tirar mi cabeza hacia atrás. Desde esa posición pude ver el odio inmenso que emanaban de sus ojos.

- ¡DESGRACIADA! ¡¿QUE ES LO QUE HAS HECHO?! - gruño el de la voz joven zarandeándome de los cabellos.

- ¡Calla! ¡Ya hemos hecho demasiado ruido! - ordenó el hombre que aun sostenía mi muñeca. Por su voz lo reconocí como aquel que asumí era el líder. - ¡Debemos irnos!

En medio de mi forcejeo pude ver a los otros dos hombres examinando a su compañero caído. Una vez empezaron a maldecir por lo bajo y voltearon a mirarme con ira supe que había acertado. En efecto, estaba muerto. 

No es que me arrepintiera, era un criminal después de todo; pero era la primera vez que quitaba una vida y era difícil de asimilar.

- ¡RASHTA!

Cuando esa voz llegó a mis oídos levante la cabeza lo más rápido posible. Con horror noté que se trataba del Vizconde Gilimt. El pánico me invadió al verlo abalanzarse contra los hombres que me retenían.

- ¡SUELTAN A MI HIJA! ¡NO SE ATREVAN A HACERLE NADA A MI HIJA!

Grité aun con la venda en mi boca intentando advertirle que no se acercara, que era demasiado peligroso; pero aun si mi voz le alcanzara sabía que no lo detendría. Era un padre al que le estaban arrebatando a su preciosa hija delante de sus ojos, a la que hace poco acababa de recuperar. 

El vizconde logró evitar la daga que iba a su costado, pegándole un puñetazo en el rostro a uno de ellos y forcejeando con el otro cuando fue a atacarlo. Por desgracia, esos hombres eran más experimentados y mucho más fuertes, y no tardaron en someterlo a punta de golpes.

Chillé sin dejar de forcejear pese a sentir que me arrancaban el brazo y el cuero cabelludo. Ni cuando una daga se posicionó en mi cuello ni cuando comencé a ser arrastrada por el pasillo luchando, rogando por la vida del hombre que aun mal herido seguía rogando por su hija.

Él no se merecía esto, ¡No se merecía nada de esto!

- ¡Apresúrense y mátenlo de una vez!

"¡NO!"

Un grito lleno de terror recorrió el pasillo.

Mi visión se empañó al percatarme que la Vizcondesa Marsha nos observaba desde el otro extremo del pasillo. 

- ¡QUERIDO! ¡RASHTA!

Los hombres que arremetían contra su esposo lo dejaron de lado y fueron a por ella.

Incapaz de permitir que le hicieran daño me zarandee con fuerza, pegándole una patada al hombre mayor que tenía enfrente. Eso lo enfureció aún más y lo hizo sostener ambas de mis piernas. Levantándome con ayuda de su compañero comenzaron a huir.

Oí gritar a la mujer que durante estas dos semanas se esforzó por crear un vínculo con Evely y conmigo, la que me enseñó a cuidar de Ian, la que decidió darme zapatos más cómodos para que evitar que mis pies sufrieran y que agradeció a la Duquesa por cuidar de mi cuando desaparecí en la fiesta. Esa mujer no se merecía nada de esto.

Volví a chillar retorciéndome justo en el momento en que llegábamos a las escaleras, tirando mi cabeza para atrás, logrando encestarle en la nariz al joven que me tenía apresada de los brazos. Aullando del dolor aflojó su agarre sobre mis brazos y...

Me soltó. 

Al sentirme caer me sostuve con rapidez de sus ropas arrastrándolo conmigo. Nuestro peso consiguió que el otro hombre se viera obligado a soltar mis piernas para evitar caer con nosotros. Ambos rodamos por los escalones sin control. Protegí mi cabeza lo mejor que pude con mis brazos hasta que por fin terminamos tendidos sobre el suelo al final de la escalera.

Me sentía desorientada, con mi cuerpo por completo adolorido y una sensación punzante en una de mis piernas. Quité la venda alrededor de mi rostro, sintiendo el sabor metálico de la sangre en mi boca. 

Al intentar ponerme de pie volví a caer al suelo sollozando igual que un animal herido. Con sudor frío descendiendo por mi cuello miré hacia abajo notando la forma anormal en que mi pierna estaba hinchada. Maldije dentro de mí al entender que estaba rota.

Un sonido proveniente del joven que cayó junto conmigo me alertó que empezaba a despertar. Por si fuera, poco el otro hombre estaba bajando las largas escaleras a toda prisa. 

Una vez más intenté ponerme de pie, fracasando en el acto. Al verme sin salida grite en medio de mi desesperación. - ¡¿POR QUÉ?! ¡Si van a matarme al menos quiero saber por qué! - la rabia emergió en mi interior. - ¡¿Qué es lo que he hecho?!

El más joven me miró encolerizado y levantó un puñal en mi dirección. 

- ¡Reencarnar! ¡Eso es lo que hiciste, maldita asesina!

Mis ojos se ampliaron de golpe.

"No... No es posible, ¿Cómo...?"

- ¡NO! ¡Las órdenes fueron llevarla con vida y...! ¡UGH!

- ¡...!

Mis ojos no podían estar más abiertos cuando vi el cuerpo del hombre mayor ser atravesado por una espada desde atrás. Con la misma precisión con la cual la espada fue clavada en su cuerpo, fue extraída dejándolo rodar los últimos escalones que le faltaba por descender con un rastro de sangre tras él.

- ¡MISERABLE! - bramó mi atacante arremetiendo contra el espadachín. Nada pudo hacer cuando su garganta fue rebanada de un espadazo. Su cuerpo se tambaleó dejando caer el puñal y se llevó las manos a su cuello de manera desenfrenada intentando frenar la hemorragia. No fue suficiente. A los pocos segundos cayó agonizante a mis pies soltando balbuceos ahogados por la sangre burbujeante que brotaba de su boca hasta quedar por completo en silencio.

Temblando levanté la mirada de los cadáveres para ver al que parecía ser un caballero o un guardia debido a su armadura y capa cubiertas de sangre. Igual que mis atacantes llevaba puesto un cubre bocas; pero aparte de eso no parecía estar relacionado en nada con ellos. 

- Us-Usted... ¿Quién...? 

Sin voltear a verme ni una vez desvió su atención a unos metros de nosotros, mostrándose alerta. No tuve que preguntar que ocurría al escuchar pasos apresurados y ver como éramos rodeados de inmediato por un grupo de guardias que apuntaron sus espadas contra él. 

De manera instintiva entré en pánico al entender que estaban malinterpretando la situación.

- N-No - balbucee extendiendo mi mano hacia el caballero. - Él... Me salvó.... ¡ÉL ME SALVÓ! - grité con la voz quebrada debido a haberme desgarrado la garganta de tanto gritar. - ¡Por favor! ¡No lo lastimen!

Aun desconcertados los guardias nos miraron a nosotros y a los cuerpos sobre el suelo intentando analizar la situación. El caballero, ignorando a todos los presentes, guardó su espada en su funda en completo silencio. Lejos de alertarlos por el repentino movimiento esto pareció convencerlos de sus intenciones y ellos mismos bajaron sus espadas, aunque sin dejar de estar alertas.

- ¡RASHTA!

Mi cuerpo se estremeció. Por un momento me pregunté si no estaba alucinando y realmente estaba viendo a la Vizcondesa Marsha bajar las escaleras con su bata de dormir manchada en sangre.

- ¿Ma... Madre?

- ¡HIJA MÍA! - chilló llegando a mi lado para abrazarme, rompiendo a llorar.

Se escuchó una conmoción en el palacio, con guardias y soldados corriendo por todas partes, los cuales ordenaban a otros avisar al Emperador y a un médico.

- Madre... Mi padre...

- ¡Tu padre está bien! No te preocupes. - me confirmó la mujer con una gran sonrisa. - ¡Este hombre nos salvó!

"Están vivos. No los maté. No murieron por mi culpa."

Volví a mirar en dirección al caballero que acababa de salvarme. No, que acababa de salvarnos.

- Gra... Gracias. - murmuré con un nudo en la voz sintiendo mis fuerzas abandonarme, siendo arremetida por todo el estrés, dolor y cansancio. El hombre no volteó a mirarme ni pronunció una sola palabra en ningún momento. - Gracias. - volví a pronunciar entre lágrimas, desvaneciéndome.

- ¡¡¡Rashta!!!

- ¡Lady Rashta!

Y mientras fui hundiéndome en la inconciencia un último pensamiento rondo por mi mente.

"Yo... No soy la única que sabe que he reencarnado."



...



Al abrir los ojos lo primero que vi fue la enorme sonrisa de la Vizcondesa Marsha, la cual se abalanzó sobre mí para abrazarme. Pese a lo adolorido de mi cuerpo no hice intento alguno de apartarla. Estaba demasiado feliz de verla con vida.

- ¡HIJA MIA! - exclamó rompiendo en llanto.

- Iré a avisar que Lady Rashta por fin ha despertado. - anunció una sirvienta saliendo a toda prisa de la habitación.

La puerta permaneció abierta dejando ver a dos guardias vigilando la entrada. Al parecer me encontraba bien resguardada.

- ¿Madre? - pregunté arrepintiéndome de inmediato al sentir la garganta irritada. El aire me faltó y comencé a toser con violencia.

- ¡No hables! Tu garganta está muy dañada. - diciendo esto la mujer rompió el abrazo para ayudarme a sentar sobre el colchón, acariciando mi espalda con cariño.

Cuando terminé de toser ella tomó un vaso de agua para acercarlo a mis labios. No me había dado cuenta de la sed que tenía hasta el momento en que el refrescante liquido pasó por mi adolorida garganta, aliviándola, a lo que di grandes sorbos desesperada.

Volviendo a recostar mi cabeza sobre la almohada me miró con ojos llorosos. - Trata de descansar, hija mía. Acabas de recuperarte de una fiebre terrible. 

Fiebre. Eso explicaba porque me sentía tan aletargada. Mi respiración era terrible, demasiado pesada, sintiendo que me faltaba el aire.

- ¿Fiebre?

- Sí. El doctor dijo que fue debido a la impresión.

Debido a la impresión, ¿eh? Casi pude reír. El shock que sufrí al saber el motivo del ataque contra mi persona fue demasiado brutal para ser catalogado como una simple "impresión".

"Alguien más sabe que he reencarnado en este mundo, ¿Cómo? ¿Y porque me atacaron? Necesito saberlo."

Parecía que seguía dentro del palacio imperial y no en un hospital o algo parecido, aunque supongo que es más seguro de esta forma. Mirando a mi alrededor descubrí que no me encontraba en la habitación que se me asignó para descansar después del banquete.

Me preocupé al no ver ni rastro de Pix o el Vizconde Gilimt.

- ¿Mi... padre? - pregunté con voz pausada, llena de miedo. Si bien antes de desmayarme me aseguraron que estaba con vida, la gravedad de la paliza que recibió podía haber provocado que muriera eventualmente.

- No te preocupes, Rashta. Tu padre está bien. - su demacrado rostro se relajó. - Se está recuperando en la habitación de al lado. Pix lo está cuidando.

- Ya veo. - susurré cerrando los ojos. Solté un ligero suspiro esbozando una sutil sonrisa. - ¿Cuanto... tiempo estuve... dormida? - pregunté con curiosidad. La luz que entraba por las cortinas me indicaba que era de día.

Mi madre parpadeó un par de veces. Parecía nerviosa. 

- Llevas durmiendo dos días, querida.

- ¿Eh?

"¿Dos días? ¿Qué llevo dos días inconsciente?"

El terror que pude haber experimentado la noche del ataque no se comparó en nada a la sensación de horror y pánico que fue invadiendo mi cuerpo. 

Quién sea que haya mandado a esos bandidos a atacarme debe saber a estas alturas que sobreviví. Ahora recuerdo que ellos parecían tener de objetivo secuestrarme, no matarme, de querer hacerlo podrían haberlo hecho de inmediato; pero trataron de sacarme del palacio en su lugar y cuando ese joven intentó de apuñalarme su compañero le gritó que no lo hiciera porque sus órdenes eran otras, ¿Con que propósito querían secuestrarme? ¿Es porque querían saber sobre mi reencarnación? ¿Por qué me consideraban una amenaza? Eso no importa ahora. Lo importante es que esa misma persona podría intentar ir tras Ian en un intento de utilizarlo en mi contra.

Al tratar de levantarme fui detenida por la vizcondesa.

- ¡Rashta, no! ¡No te levantes! - me sostuvo y forcejeé con ella.

- ¡MI HIJO! - grité desgarrándome la garganta. - ¡IAN! ¡Ian me necesita!

- ¡Rashta!

- ¿Qué está pasando aquí?

En ese instante ambas nos quedamos paralizadas. No nos habíamos dado cuenta en que momento había llegado Sovieshu. 

Tanto él como los guardias que cuidaban la entrada nos miraban con una preocupación demasiado palpable. Justo detrás de ellos estaba la sirvienta de hace un rato junto a un hombre algo mayor que debía tratarse del doctor por su larga bata blanca.

Aprovechando la distracción de mi madre me liberé de su agarre para tratar de ponerme de pie. No pude. A penas me incorporé recibí una hincada de dolor insoportable proviniendo de la misma pierna que sentí adolorida al caer de las escaleras. Sin poder hacer nada perdí el equilibrio. 

Al ver esto Sovieshu se impulsó hacia adelante para atraparme, evitando que me lastimara aún más. Una vez estuve en sus brazos rompí a llorar aferrándome a él. Pude escuchar la conmoción de todos los presentes; pero me importó muy poco. Lo único que me importaba era asegurar el bienestar de mi hijo y utilizaría a este hombre para eso.

- ¡Lady Rashta! - exclamó Sovieshu con la voz cargada de angustia.

Sujetándolo por su chaqueta con tanta fuerza que arrugué la tela, lo miré a los ojos desbordando un sin fin de lágrimas. - ¡Mi bebé! ¡Ellos...! ¡Ellos irán tras mi bebé! - sollocé con desesperación - ¡Por favor, no importa que ocurra con Rashta, salve a Ian! ¡A EVELY! ¡Mi hermanita! ¡Se lo ruego su excelencia! ¡COF COF COF! ¡Sálvelos...! ¡COF COF COF!

- Jovencita, será mejor que dejes de gritar. No querrás quedarte afónica. Majestad, recuéstela de inmediato. - pidió el doctor.

Un poco aturdido Sovieshu obedeció la orden del doctor y cargándome al estilo princesa, teniendo cuidado de no ejercer presión contra mi pierna, volvió a recostarme en la cama con una increíble delicadeza. Cubrió mi adolorido cuerpo con las sábanas y me dedicó una mirada que trataba de ser tranquilizadora, aunque estaba plagada de preocupación.

Justo cuando los latidos de mi corazón se iban aminorando Sovieshu acarició mi mejilla, lo que me produjo escalofríos. Por suerte él interpretó mi reacción de manera positiva o al menos eso me indicó su amplia sonrisa.

El doctor intervino desplazando a Sovieshu a un lado para inspeccionarme. A diferencia de este último sus manos sobre mi rostro no me produjeron disgusto alguno.

- Debes ser más cuidadosa contigo misma, jovencita. Tu fiebre podría aumentar si no te relajas. - me regañó tal cual se hace con una niña pequeña. - Sufriste un desgarro muscular y un dislocamiento de tobillo en una de tus piernas. Tuviste suerte de que el hueso no se fracturó. 

"Una pierna lastimada. Igual que en la novela cuando Rashta y Sovieshu se conocieron y él decidió llevarla al palacio para cuidarla."

- También tienes diversos hematomas en tu cuerpo. El más grande es el de tu muñeca. 

Alcé mi brazo derecho viendo la marca amoratada de unos dedos sobre mi piel. Percatándome de las miradas de los presentes la oculté con rapidez, cubriéndola con mi otra mano. Puede que fuese útil la lástima de otros; pero me asqueaba que me vieran tan vulnerable.

- Unas semanas de reposo serán suficiente. No te sobre esfuerces ni intentes caminar, ¿Entendido? - me advirtió dejando unas pastillas y un jarabe en la mesita de noche, escribiendo la receta en un papel. - Toma el medicamento e ingiere muchos líquidos.

- Muchas gracias, doctor. - agradeció mi madre.

- Gracias. - pronuncié con voz débil, recibiendo un asentimiento y sonrisa del hombre.

Sovieshu volvió a centrar su atención en mí. - Lo ha oído, Lady Rashta. Debe descansar.

- Pero...¡Cof cof! - extendí mi mano hacia Sovieshu quién no tardó en tomarla entre las suyas con firmeza. - Ian... Evely. - hablé aun angustiada.

Él me sonrió. - No debes preocupar a tu linda cabecita. Me encargaré de que sean escoltados al palacio lo más pronto posible.

Le devolví una débil sonrisa. - Muchísimas gracias su majestad. - mi garganta desgarrada me impidió poner una voz adorable. No fue necesario al verlo mirarme maravillado. - "Realmente tiene una debilidad por las mujeres vulnerables y de apariencia frágil."

- Majestad, eso no será necesario. - habló uno de los guardias.

- ¿A qué te refieres? - preguntó frunciendo el ceño.

El otro guardia intervino. - Lord Farkas mandó a algunos de sus hombres a la Residencia Iskua para escoltar a Lady Evely y a Lord Ian al palacio hace dos días.

- ¿Eso es lo que hizo? - por alguna razón Sovieshu parecía desconcertado. - Se lo agradeceré la próxima vez que lo vea.

- ¡Menos mal! - sollocé fingiendo ponerme a llorar para enfatizar mi alivio. Por supuesto que estaba aliviada; sin embargo, estaba demasiado agotada a este punto para llorar. Aun así tuve que fingir para mantener la fachada.

Sentí un ligero apretón en mi mano, encontrándome con los ojos de Sovieshu, esto hizo que sintiera un poco de incomodidad al estar bajo tantas miradas que presenciaban aquel gesto íntimo. Podría causar malos entendidos antes de tiempo. Contrario a mí al emperador pareció no importarle las apariencias depositando un beso en mi mano. 

- Mientras estés en el palacio tu familia y tú estarán protegidos. No debes preocuparte de nada.

- Muchas gracias, su majestad. - susurré sonriéndole de oreja a oreja.

Luego de ordenarle a los guardias no abandonar sus posiciones cuidando la entrada de la habitación el Emperador se retiró junto al doctor. Una vez la puerta se cerró solo quedamos la Vizcondesa Marsha, la sirvienta y yo.

- Madre... ¿Qué sucedió mientras... dormía? - pregunte sintiendo que cada vez me faltaba más la voz. Era en serio que debía tomar reposo.

El semblante demacrado de mi madre cambio y una suave sonrisa adornó sus labios.

Tomó asiento en una silla a mi lado. - Fue muy surrealista. Cuando creí que estaba apunto de perderlos a ti y a tu padre, a punto de perder mi vida, Lord Farkas apareció. Derrotó a esos bandidos sin ninguna dificultad, los inmovilizó y fue rápidamente a tu rescate. Para cuando dejé a tu padre en buenas manos y fui a darle el alcance ya había eliminado a los hombres que te llevaban. - limpió una traicionera lágrima con su dedo.

- ¿Lord Farkas? - ese era el nombre que mencionaron durante la conversación.

- Es el nombre del caballero que la salvó. - intervino la sirvienta llena de emoción con una sonrisa soñadora. - ¡Ojalá hubiera estado consciente, Lady Rashta! Él parecía sacado de un cuento de hadas. Su apariencia era aterradora y su mirada daba miedo; pero la llevó en brazos de regreso a su habitación y se quedó afuera hasta que el doctor confirmó que su fiebre había bajado y que tanto usted como su padre estaban fuera de peligro.

Quedé impresionada. Al parecer ese hombre se tomó muchas más molestias que solo mandar a traer a Ian y Evely al palacio, ¿Podría haberle dado lastima mi situación? ¿Habría quedado encantado con Rashta? ¿O solo sintió que era su responsabilidad por habernos salvado la vida? No importa. Le debo toda mi gratitud. Si no hubiera aparecido en ese momento los vizcondes habrían sido asesinados y quién sabe qué hubiera pasado conmigo.

- Muchacha. Ten algo de decoro, por favor. - la resondró la vizcondesa escandalizada.

- ¡Oh! ¡Lo siento! - se disculpó apenada.

- No te preocupes. Gracias por decírmelo. - susurré sonriéndole de forma amistosa. - ¿Cuál es tu nombre?

Aun avergonzada ella pronunció con un ligero tartamudeo. - De-Delice, señorita.

"Así que ella es Delice. La sirvienta leal a Rashta y que admiraba a Sovieshu. La hermana menor de un reportero llamado Johanson el cual idolatraba a Rashta... La misma sirvienta a la que Rashta mandó a cortar la lengua por temor a que se descubriera que ella había arrancado las plumas del pájaro azul siendo guiada por sus celos y paranoia."

Vi su expresión ansiosa y nerviosa. Hable con calma y suavidad. - Delice... Es un lindo nombre. - le sonreí con ternura. - Cuando una es sirvienta siempre da lo mejor de sí. Lo sé muy bien. Muchas gracias por su esfuerzo, Lady Delice.

- ¿Lady? - pronunció conmovida.

- Siempre tan pura y amable, hija mía. - habló la Vizcondesa Marsha con orgullo. - Es verdad. También debo agradecértelo, jovencita. Has cuidado muy bien de mi hija y de mí estos días. Gracias, Delice.

La sirvienta estaba al borde del llanto con una enorme sonrisa plasmada en su sonrojado rostro. Era probable que no recibiera halagos muy a menudo. 

- No es nada, Vizcondesa Iskua, Lady Rashta.

- Lord Farkas... *Cof Cof* ¿Dónde se encuentra? Debo agradecerle en persona.

- No lo he visto desde que vino esta mañana.

"Así que estuvo aquí en la mañana."

Delice miró en dirección a la puerta unos segundos, comprobando si nadie estaba espiando, para acercarse a nosotras con una mano al alrededor de su boca. - Oí que sigue interrogando al bandido que capturaron. Su majestad quería hacerse cargo; pero al final le permitió a Lord Farkas hacerse cargo. - susurró en voz baja tal cual hace quién cuenta un secreto. - Los guardias dijeron que los gritos se escuchaban en todo el lugar. Nadie se atrevió a intervenir.

La tez de la vizcondesa se endureció. - Me parece bien. Espero que no tenga piedad alguna.

Cerré los ojos fingiendo estar muy cansada para opinar. La verdad es que estaba de acuerdo con ella; pero decirlo haría que mi imagen de mujer buena e inocente se viniera abajo.

- ¿Al bandido? Pensé que apresaron a dos. - pregunté con cansancio.

- El segundo fue un cobarde que se mató en su celda para no pasar por el interrogatorio, ¡Ese maldito cobarde!

"Wao. No sabía de esta faceta de la Vizcondesa Marsha."

Delice asintió estando de acuerdo. - Aparentemente se suicidó con una navaja. Lord Farkas reprendió a sus hombres por no inspeccionar a los prisioneros adecuadamente en busca de armas antes de entrar a la Torre del Oeste.

Fruncí el ceño. - ¿La Torre del Oeste? Creí *cof cof cof* qué solo encerraban allí a gente de la nobleza que cometía algún pecado. - ante mis palabras La Vizcondesa Marsha y Delice intercambiaron una mirada. Lo supe de inmediato. Con un nudo en la garganta volví a incorporarme para mirarlas a la cara. - Eran... ¿Eran nobles? Los hombres que me atacaron... Que casi matan a mi padre... ¿Acaso no eran bandidos? - al no recibir respuesta me sentí frustrada. - ¡¿Eran hombres de la nobleza?! ¡COF COF! ¡UGH! ¡COF COF COF!

Pude escuchar a ambas mujeres llamarme al unísono espantadas por mi ataque de tos. Unas suaves manos frotaron mi espalda y un vaso de agua me fue alcanzado.

Cuando me recuperé miré a mi madre con ojos llorosos. 

- Por favor, madre. Necesito saberlo.

La Vizcondesa Marsha cerró los ojos apretando la tela de su vestido con sus manos temblorosas. Después de lo que pareció una eternidad respondió. - Sí. Eran nobles. - su afirmación hizo que comenzara a temblar. - No cualquier noble. Eran nobles que perdieron sus privilegios y estaban desesperados por dinero, ¿Recuerdas a ese muchacho que tuvo un arrebato y fue callado por su padre durante el banquete? Ellos también estaban involucrados.

Mis ojos se ampliaron. Todavía podía recordar las palabras "Lady Rashta, ¿Cuál fue el noble que la maltrato? ¡Juro que iré a matarlo con mis propias manos!" para inmediatamente ser silenciado por su padre.

- De haberlo sabido yo... ¿Rashta?

"Eso quiere decir que el bandido con voz joven que quería asesinarme... ¿Era ese muchacho?" Recordé que su ira se disparó contra mi cuando maté a uno de sus compañeros por accidente. "¿El hombre que asesiné sería su padre? ¿Por eso intentó matarme, aunque la idea inicial era secuestrarme?"

Pensar que tuve frente a frente a mis atacantes y el saber que eran nobles me hizo entender que, quién sea el que sabía que reencarné, tenía el suficiente poder para ser una gran amenaza.

- ¿Por qué? - susurré con voz quebrada, aterrada por lo que me aguardaba en el futuro.

La Vizcondesa Marsha se envolvió entre sus brazos de manera protectora. 

Delice lloró amargamente a nuestro lado.

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