¡¿Soy Rashta?!

By MurasakiFanfics

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Historia de Reencarnación/Transmigración. Una joven comete suicidio luego de una serie de sucesos desafortuna... More

Prólogo: Un Final y Un Comienzo
Capítulo 1: El Plan
Capítulo 2: Tragedia Inesperada
Capítulo 3: Familia
Capítulo 5: Giro De Acontecimientos
Capítulo 6: Mi Decisión
Capítulo 7: No Hay Razón Para Arrepentirse
Capítulo 8: Ahora Soy La Amante
Capítulo 9: Planes En Marcha
Capítulo 10: Damas De Compañía
Capítulo 11: ¿Podemos Ser Amigas?
Capítulo 12: Conversación
Capítulo 13: El Príncipe Ha Llegado
Capítulo 14: Amistad
Capítulo 15: Banquete De Año Nuevo (parte 1)
Capítulo 16: Banquete De Año Nuevo (parte 2)
Capítulo 17: La Calma Antes De La Tormenta
Capítulo 18: Mal Presentimiento

Capítulo 4: Debutando Ante La Sociedad

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By MurasakiFanfics

Los días siguientes a la audiencia real fueron agotadores.

Para empezar, no partimos de inmediato a la residencia de los Iskua en Bluvohan, a pesar que el viaje era de tres días. Esto se debió a que Evely se tomó un tiempo para empacar sus cosas al estar despidiéndose de sus compañeros, amigos y profesores de la Academia de Magia.

Los Vizcondes Iskua respetaron sus deseos y le permitieron a su hija menor un día entero para despedirse.

Marsha Iskua y Gilimt Iskua eran unas personas increíblemente amables y amorosas. Unos padres atentos que se dedicaron desde el primer momento a compensar el tiempo de separación para establecer un lazo sólido y fuerte con sus hijas. Aprovecharon el largo viaje logrando que pareciera una excursión, deteniéndonos a comer en las posadas de paso y tomándonos tiempo de admirar los hermosos paisajes. Para cuando llegamos al que sería nuestro hogar habían conseguido ganarse a Evely y a Pix. 

Se nos otorgó a ambas nuestras antiguas habitaciones, las que se encontraban una al lado de la otra. Parecía que el tiempo se hubiera congelado dentro con las cunas de bebé y los peluches bien acomodados. Te hacía pensar que sus antiguas dueñas no tardarían en volver.

Tuve que desechar una oleada de culpa.

Descubrimos cuales eran nuestros nombres originales por los grabados en nuestras respectivas cunas. Los vizcondes nos aseguraron que, justo como dictó el Emperador, nuestros nombres seguirían siendo Rashta y Evely debido a que fueron los nombres con los que crecimos hasta ahora y sería demasiado extraño cambiarlos a este punto.

Por obvias razones tuvimos que remodelar nuestros dormitorios. Las dos conversamos al respecto llegando a la conclusión de conservar casi todo igual para ahorrarle gastos innecesarios a nuestros padres. Aun cuando recibieron un generoso monto de compensación, gastaron toda la fortuna familiar en nuestra búsqueda, lo menos que podíamos hacer era no generarles gastos innecesarios. 

Así fue que el papel tapiz color pastel, los muebles y tocadores se conservaron. Lo que sí tuvo que irse fueron las cunas, con excepción de la mía que decidí utilizar para Ian y las ropas de bebé para niña por obvias razones.

- ¿Pero es necesario? ¡Ian se ve encantador con esto! - bromeó Evely mostrándome a Ian con un vestido de volantes.

- ¡QUÉ LINDO! - chillé apreciando la belleza de mi hijo y es que hasta podría decir que parecía un ángel caído del cielo.

Eso era mi hijo para mí. Era mi pequeño angelito. Mi pequeño milagro.

Pix tosió un poco incómodo, mirando con compasión al bebé. - Recuerden que es niño.

- ¿Y? - preguntamos ambas al unísono, dejándolo consternado.

Al final nuestros padres nos convencieron de vender esas ropas. Después de todo, tenían planeado conseguir ropas apropiadas para su nieto.

Evely redecoró su habitación llenándola de sus libros de texto de magia, su escritorio, sus ilustraciones y una que otra reliquia relacionada con el mundo de la magia. Su armario fue llenado con ropas que le fueron obsequiadas principalmente por Navier. Ella también se deshizo de los peluches entregándomelos para Ian, aunque conservó un osito de peluche que le encantó, algo que conmovió a sus padres. Una vez hubo terminado podías afirmar que se veía como la habitación de un mago.

Por mi parte, acomodé en mi armario la poca ropa que Pix pudo conseguirme, junto con algunas ropas que los Iskuas compraron para mí. También guardé la ropa de Ian y sus pañales de tela. Pese a la insistencia de mis padres y los criados decidí mantener a Ian a mi lado así que la cuna permaneció en mi habitación, bastando una lijada al grabado anterior para reemplazarlo por su nombre. Cuando terminé comprobé que mi habitación era tan sencilla como me gustaba, con lo justo y necesario.

A Pix se le obsequió la mejor habitación para visitantes. Pese a su pequeño tamaño era muy elegante y hogareña. Mientras lo ayudaba a desempacar sus ojos se humedecieron y no pude más que abrazarlo para reconfortarlo. Debía ser sub realista para él tener esta clase de lujos luego de vivir toda una vida de pobreza.

La alegría nos embargó a todos al ver terminar de instalarnos. Daba la impresión que siempre estuvimos viviendo juntos.

Al día siguiente durante el desayuno los vizcondes nos dieron una noticia. Pix terminó antes y se retiró al jardín junto a Ian para entretenerlo, sabiendo que debía darnos privacidad

- ¡¿Podré seguir asistiendo a mis clases?! - preguntó Evely quizás demasiado exaltada.

- No hay razón por la que no deberías seguir con tus estudios. Al contrario, nos hace sentir mucho orgullo tener a un mago en la familia. - agregó el Vizconde Gilimt con una sonrisa nostálgica. - El único mago que conocí fue mi padre. Falleció algunos años antes de que tu hermana naciera.

"No sabía nada eso. Aunque eso explicaría porque sus dos hijas heredaron el don de la magia."

- Por supuesto que nos gustaría que antes te quedarás con nosotros por un periodo de tiempo. - agregó la Vizcondesa Marsha con una sonrisa triste. - Podrías tomártelo como unas vacaciones.

- ¡Sí! ¡En verdad no hay problema! ¡GRACIAS! Mil gracias, mamá, papá.

Evely continuó agradeciéndoles repetidas veces. Los Iskua se limpiaron sus lágrimas, felices de ver la alegría de su pequeña y por ser llamados de ese modo por ella.

Yo me dediqué a felicitar a "mi hermanita", dejando ver lo orgullosa que estaba de tener una hermana tan talentosa y unos padres tan amables, todo con una enorme sonrisa... Sonrisa que desapareció cuando los Iskua sacaron un tema a la luz.

- ¿Debut? - pronuncié confundida.

El hombre pareció más entusiasmado que su esposa cuando me entregó una invitación.

- El Emperador nos ha otorgado a ti, a Pix, a tu madre y a mí invitaciones para este baile social.

Esta información me tomó por sorpresa.

- Nos hizo llegar esas invitaciones la noche después de la audiencia real a la habitación donde nos quedábamos. Decidimos guardar esto como una sorpresa. - declaró la Vizcondesa Marsha.

No recordaba que se mencionara un evento así en la novela. Claro que esto estaba pasando mucho antes de que la Rashta de la novela llegara al castillo, por lo que este baile podría haber ocurrido fuera de escena.

Esas ideas se desvanecieron con las palabras que salieron de boca del Vizconde Gilimt.

- ¿Y que crees? Es para celebrar tu reaparición, ¡Tú eres la estrella de honor! - una enorme sonrisa se dibujo en su rostro. - Incluso nos otorgó invitaciones para el banquete de Año Nuevo.

Apreté mis puños con fuerza por debajo de la mesa, enterrando mis uñas en las palmas de mis manos al punto de hacerlas sangrar. 

"¡Solo fue un día Sovieshu! ¡UN DÍA QUE VISTE A RASHTA! ¡¿Y ya organizaste una fiesta en su honor?!"

- Vamos a aprovechar este evento para hacer tu debut ante la sociedad, querida Rashta. - me comunicó la mujer luciendo igual de feliz que su esposo; pero mirando la invitación con cierta preocupación, ¿Será que también sospeche de las intenciones del Emperador?

- ¿Invitaciones solo para ustedes cuatro? ¿Y la mía? - protestó Evely con notable tristeza al ser desplazada a un lado.

- Aun eres muy joven para asistir a esta clase de eventos. - explicó el Vizconde Gilimt.

- Pero no por mucho, querida Evely. - intervino la Vizcondesa Marsha. - El año que viene podrás hacer tu propio debut. Tu hermana debió tener el suyo el año anterior y por eso queremos compensárselo.

Evely lució solo un poco menos triste. Al ver su tristeza me ofrecí a no ir a ningún evento social con tal de no dejar excluida a mi hermana y eso bastó para que la chica por fin dejara su pesar de lado, con tal de no arruinarme un acontecimiento tan importante.

Durante toda una semana Pix y yo recibimos lecciones de etiqueta y buenos modales. No podríamos aprender todo en unos cuantos días; pero nos enseñaron lo básico que se debe cumplir en un evento social de este tipo. 

Para suerte de mi instructor era muy buena memorizando la información, por lo que, mientras Pix seguía aprendiendo los modales al comer recibí clases de baile. Esas lecciones fueran las únicas que en verdad me supusieron un problema. Tras cada lección de baile debía reposar mis pies descalzos en agua helada y después echar unas cremas extrañas para prevenir la hinchazón.

Al final la vizcondesa optó por comprarme los zapatos más cómodos que pudo encontrar.

- Los ocultaremos con el vestido que usarás. No hay problema. - dijo la mujer con una sonrisa divertida. Gracias a ella logré relajarme.

Muy pronto llegó el día de partir.

- Yo cuidaré de Ian. Diviértanse, padres, hermana.

Le di un fuerte abrazo a Evely y a Ian un beso en su cabecita, prometiendo volver pronto. La poca servidumbre que trabajaba en la mansión, y con ellos me refiero al mayordomo y a la ama de llaves, nos aseguraron cuidar de los dos en nuestra ausencia.

Un glamuroso carruaje con todo y conductor enviado por Sovieshu nos esperaba. No podía ser menos obvias sus intenciones.

Ya en el carruaje me asomé por la ventana pese a las protestas de mi madre sobre no estropear el vestido y agité la mano hasta no poder ver ni Evely ni a Ian en la entrada de la mansión. Con lágrimas en los ojos me senté en medio de mis padres que se alarmaron al verme.

Desde el asiento frente al nuestro Pix habló. - Es por Ian, ¿no?

Los ojos de los Vizcondes se ampliaron cuando lo confirmé y me abrazaron con cariño por ambos lados mientras Pix tomaba mi mano.

Por supuesto que me dolía alejarme de Ian por tanto tiempo. Una cosa era dejarlo al cuidado de alguien más durante unas horas por razones realmente necesarias. Otra era estar alejada de su lado por al menos una semana para asistir a un estúpido baile que formaba parte de las retrogradas normas sociales de la época.

No importaba cuanto me doliera, el plan de seducir al emperador debía seguir en marcha. Tuve que reunir todo mi coraje y fortaleza, mentalizándome durante las largas horas y días de camino que esto era necesario si quería que todos, o al menos la mayoría, tuvieran un final feliz.



...



Tener el apoyo de mi familia y sentir que no estaba sola me ayudó a afrontar la separación con mi hijo y llegar al tercer día de viaje donde llegamos al palacio imperial, donde enfrentaría un reto aun mayor.

Fuimos a las habitaciones que nos fueron asignadas a prepararnos. 

La Vizcondesa Marsha me acompañó para ayudarme. Tal cual imaginé el vestido que mis "padres" me compraron era muy hermoso. Estaba hecho de seda, de un color tan blanquecino que parecía nieve, con muchos brillos esparcidos por aquí y por allá. Fue impresionante el que me quedara exacto. Ni idea de la manera en que lo hicieron, ¿Podías adivinar las medidas de una persona al ojo?

La vizcondesa peinó mi larga cabellera, decidiendo dejarla suelta y decorándola con diminutas flores naturales. Después me puso maquillaje, no mucho porqué según ella no me hacia falta.

Una vez finalizó me miró con ojos llorosos para dejar que yo misma me viera en el espejo de mi tocador. No pude más que asombrarme ante el reflejo que el espejo me estaba regalando.

"Duele admitirlo. La Rata, ejem, Rashta realmente que es una mujer hermosa. Quizás demasiado hermosa para su propia bien y el de otros."

Al bajar al salón de baile fuimos recibidos con una agradable música y personas conversando de manera amigable luciendo elegantes atuendos. Tomando el brazo de Pix para ayudarlo a guiarse y junto a mis padres avanzamos en medio de la multitud. 

Poco a poco empezamos a llamar la atención y las voces vigorosas fueron bajando de intensidad para dar paso a nada sutiles murmullos. Pude sentir a mis tres acompañantes ponerse nerviosos por haberse convertido en el centro de las miradas. 

Decidí interferir con una gran sonrisa. - ¡Rashta jamás pensó que viviría para ver un lugar tan hermoso! ¡Estoy tan feliz! - exclamé con el mayor regocijo e inocencia posibles.

Obtuve resultados más rápido de lo esperado al oír jadeos y exclamaciones de asombro.

Eso hizo el camino más ameno hasta estar frente a sus majestades, inclinándonos ante su presencia.

Una vez fuimos presentados y se me dio el titulo de invitada de honor las personas nos rodearon haciendo millones de preguntas: ¿Qué edad tienes?, ¿Es verdad que tienes un bebé?, ¿Creciste como plebeya?, ¿Ese anciano es "tu abuelo" quien dices que cuido de ti?, ¿Es verdad que tu hermanita es el mago que patrocinaba la Emperatriz?, ¿Eres soltera?, ¿Cómo es que eres tan hermosa?, etc, etc, etc.

Pude contestar sin mayores dificultades a la mayoría de las preguntas con ayuda de mi familia y otros invitados que estaban mejor informados. No los puedo culpar. Desde que la audiencia se llevó a cabo hace tan solo una semana en los periódicos no se dejaba de comentar acerca de nuestro milagroso encuentro familiar, donde los periodistas que se encontraron presentes y la misma corte real se encargaron de difundir casi todo nuestro testimonio al pie de la letra.

- Lady Rashta, ¿Cuál fue el noble que la maltrató? ¡Juro que iré a matarlo con mis propias manos!

- ¡Hijo, compórtate! - el hombre a su lado de inmediato cubrió la boca del joven.

Mis padres se veían escandalizados y mientras Pix trataba de calmarlos yo me dediqué a tranquilizar al hombre para que no se ensañara con su hijo.

Era obvio que este tema saldría a la luz pues lo hice público durante nuestra audiencia real.

Una vez finalicé mi relato donde expuse las penurias que tuve que vivir a lo largo de mi vida, limpie una lágrima silenciosa que rodaba por mi mejilla. 

Evely me tomó de la mano en señal de apoyo y le regalé una débil sonrisa en señal de gratitud. A un par de metros de nosotros los Vizcondes Iskua estaban en un mar de lágrimas.

El Emperador se notaba más que conmovido y preguntó con un tono de voz que dejó entre ver la molestia que sentía. - ¿Y quién es el noble al que pertenecías? Me aseguraré que pague por sus crímenes. No puedo permitir que...

Me aventuré a mirarle al rostro con miedo. Mi expresión pareció dejarlo enmudecido.

- Rashta no desea que haga eso, su majestad.

Frunció el ceño de inmediato. - ¿No deseas justicia?

- Mi amo no sabía que yo era una esclava. Sería injusto culparlo y juzgarlo por eso. - hablé con la voz quebrada. - El único culpable fue mi padre adoptivo por vendernos a mi madre adoptiva y a mí para después huir.

- ¿Sabes dónde está ese hombre ahora? - negué con la cabeza ante su pregunta. - ¿Y qué me dices del hijo de tu amo? Te embarazó con engaños. Debe hacerse responsable de esa criatura.

- ¡No! ¡Rashta se lo pide, su majestad! Rashta no quiere tener nada que ver con ese hombre de nuevo. Solo quiere que se mantenga lejos de ella y su bebé. - dejé de ver a Sovieshu para mirar a Navier a los ojos y junté mis manos en posición de ruego. - ¡Se lo pido, mi emperatriz! Rashta solo quiere que todos vivan sus vidas en paz, dejar el pasado atrás y vivir sin resentimientos.

Pude ver a Navier pasar del asombro a la comprensión y admiración. A diferencia de ella, Sovieshu no parecía conforme con mi pedido y aun irradiaba frustración. Tras un ligero debate entre ambas posturas al final la emperatriz consiguió que el emperador no emitiera ningún juicio ante el noble que me esclavizo ni contra su hijo.

- Con una condición. - habló Sovieshu llamando mi atención. - Deberás decirnos aquí y ahora el nombre de tu amo.

Fingí temblar de miedo, mirando a donde estaban los reporteros. Algo que notó Sovieshu y con una sencilla orden les prohibió escribir. 

Con algo de duda en la voz y derramando lágrimas de mis ojos pronuncié. - Viz... Vizconde... - pude ver muchos rostros impacientes llenos de anticipación. - Lotteshu.

Los exclamaciones y maldiciones de indignación no se hicieron esperar.

Fingí romper en llanto escondiendo mi rostro entre mis manos para ocultar mi sonrisa.

"Lo dije antes, Lotteshu, que tu mismo firmaste tu sentencia de muerte al pretender regalar o vender a mi hijo. Ahora quédate en el foco del Emperador por un tiempo y no salgas de tu cueva por tu bien y el de tu familia."

Dejé que Evely me abrazara, escuchando al Emperador ordenar a uno de sus hombres investigar al vizconde.

Nadie aparte de los emperadores, la corte real, los reporteros presentes y mi nueva familia sabían que fui esclava del Vizconde Lotteshu. El Emperador ordenó fervientemente que nadie divulgara esta información y se llevó a cabo su orden al pie de la letra. En los periódicos no se mencionaba el nombre del noble al que serví figurando una "X" en su lugar, quién ya era bastante repudiado por el público.

El Vizconde Lotteshu se encontraba ausente en esta fiesta debido a tratarse de la fiesta que el mismo Emperador organizó para mí. Por obvias razones Sovieshu no le permitiría estar cerca de mí. Por supuesto, era posible que aun nos encontráramos en futuros eventos sociales; pero si intentaba algo yo tenía todas las de ganar. Esta vez no podría sobornarme.

Dejando todo eso de lado había un tema que los medios de comunicación, los nobles y los plebeyos hablaban por igual.

- Lady Rashta es tan compasiva, amable y gentil.

- Tiene el alma tan pura e inocente.

- Su belleza y corazón de oro la hace ver como un ángel.

Estas personas eran tan predecibles. No dudarían en pensar aquello de alguien que pide clemencia por su abusador. Fue eso lo que usé a mi favor. 

Gané aun más respeto cuando se supo que no me importaba lo que las personas pensaran de mí si podía permanecer al lado de mi hijo y asegurarle un buen futuro.

- ¡Su amor de madre es infinito!

- Lady Rashta es una mujer admirable.

No pude evitar sonreír.

Ahora me encontraba en una posición social favorable, me encargué de eliminar por completo mi pasado y no le mentí en prácticamente nada ni a Sovieshu ni a su audiencia real. Si lograba mantener esta buena reputación, no importaba que ocurriese a futuro con el emperador, no habría manera en que terminara muerta o prisionera de por vida... Al menos, eso esperaba.

Las horas fueron pasando llenas de agradables conversaciones, comidas deliciosas y risas contagiosas, donde conviví con toda clase de personas hasta que llegó la hora del baile.

Observé a los nobles dispersarse para crear un circulo que rodeaba a una pareja en medio del gran salón.

Eran Sovieshu y Navier.

Toda mi atención se centró en ellos. Según lo que recuerdo en la novela había la costumbre de que ellos sean los primeros en bailar y posteriormente podrán seguir los demás.

Odiaba tener que admitir que se veían bien juntos. Bailaban tan majestuosamente y a la par que parecían haber sido hechos el uno para el otro. 

Me obligué a recordarme que ese no era el caso. 

Sovieshu y Navier fueron criados desde siempre para ser el compañero del otro y por eso eran tan compatibles. No eran un feliz matrimonio enamorado. Me lo terminó por confirmar el mismo Sovieshu cuando, en medio de una vuelta, me miró directo a los ojos con una sonrisa.

"Aun bailando con tu esposa, ¿Te atreves a posar tu mirada en alguien más?"

Esta vez no sentí furia. Lo único que pude sentir fue... Una gran tristeza.

Mordí la uña de mi dedo gordo en un intento de mitigar y descargar mis sombrías emociones, Me detuve enseguida al notar que al hacer esto estaba removiendo el esmalte que la Vizcondesa Iskua me puso tan pacientemente. Debía cortar pronto este mal hábito o me quedaría sin uña.

En medio del baile de la pareja imperial se dio paso a que los súbditos pudieran unirse y cada quién salió con sus parejas.

- ¿Me permitiría esta pieza, señor? - le pregunté divertida a Pix.

Entre risas el anciano tomó mi mano. - No soy muy bueno bailando. - alegó colocando su bastón en su asiento. Había empezado a usarlo por su pérdida de visión en el ojo derecho y todavía se estaba acostumbrando. - Intentaré no pisarte, mi niña.

Lady Marsha y Lord Gilimt sonrieron divertidos bailando justo a nuestro lado.

Por un momento pude relajarme y divertirme. 

Esto era algo que me hacía falta. Olvidarme de todas las preocupaciones, ¿Cuándo fue la última vez que hice eso? Oh, lo sabía. Claro que lo sabía. Fue esa vez cuando ella, mi mejor amiga, me llevó a la playa por primera vez en mi vida.

"Me pregunto si podría volver a ver el mar alguna vez."

- Disculpe, Lady Rashta.

Al oír esa voz desperté de mi ensoñación y al girar me encontré con la cara de Sovieshu a centímetros de mi rostro. Me tomó tan desprevenida que al intentar retroceder tropecé con mis propios pies y la única razón por la que no caí de trasero al suelo fue porque el hombre de cabellos negros me sostuvo por la cintura.

Tuve que morderme la lengua para evitar gritar.

Mis padres y mi abuelo hicieron una reverencia al percatarse de su presencia.

Usando de excusa eso me alejé de los brazos del emperador como si quemasen y me incliné con el cuerpo tembloroso. No estaba fingiendo ese temblor. Mi cuerpo reaccionó de forma instintiva e ilógica con pavor ante su toque. No era la primera vez que me pasaba, con Allen sucedió lo mismo, reaccioné así cuando me abrazó e incluso estuve al borde de vomitar.

"¿Podría haber traído el trauma de mi otra vida a esta?"

Esto era malo. Si no podía asimilar la idea de ser tocada por un hombre, ¿Cómo podía convertirme en la amante del Emperador?

Intenté no entrar en pánico y pensar. No parecía haber problemas con Pix y el Vizconde Gilimt. Ambos me abrazaban mucho y yo también lo hacía seguido. Eso quería decir que no tenía que ver con hombres específicamente, ¿Cuál era el verdadero problema?

Lejos de parecer molesto por mi reacción exagerada Sovieshu parecía enternecido y extendió su mano hacia mí. - ¿Me permitiría esta pieza, Lady Rashta?

- ¿Yo? - pregunté fingiendo sorpresa. No fue inadvertida para mí la presencia de la rubia mujer a unos metros de nosotros. - Pero... ¿Y la Emperatriz?

- Emperatriz. - llamó a Navier para que se acercara. - ¿Bailarías con el Vizconde Iskua?

- Por supuesto, será un placer. - respondió su esposa de forma educada.

Fingiendo una sonrisa tomé su mano. Pude ver por el rabillo del ojo a Navier hacer lo mismo con el Vizconde Gilimt y a Pix con la Vizcondesa Marsha.

Cuando nos posicionamos para empezar a bailar pude ver miradas soñadoras de los demás invitados dirigidas a nosotros. Lejos de sentirme alagada o rebosante de felicidad por el privilegio de bailar la segunda pieza con el emperador, algo que harían otras doncellas, mi estómago se sentía hundido y tenía un enorme nudo en la garganta.

Cuando la música comenzó a sonar sonreí y dejé que Sovieshu dirigiera el baile.

Yo era algo torpe bailando. De vez en cuando tropezando con mis propios pies y dando ligeros saltitos para evitar pisar a Sovieshu. A diferencia mía él era todo un experto y de alguna forma se las arregló para hacerme quedar bien, cubriendo mis errores con sus elegantes pasos al punto que nuestro baile casi parecía una coreografía planificada.

- Es un buen danzarín, su majestad. - lo alagué cuando pude encontrar mis palabras.

Contento de que al parecer tomé la iniciativa me sonrió encantado. - Y tú te vez realmente hermosa esta noche.

Mis mejillas se ruborizaron. Pese a todavía sentirme incómoda debía admitir que era demasiado bueno adulando el corazón de una dama. De no ser por el constante sentimiento de querer huir de él hasta podría disfrutar del baile.

Dimos unos cuantos giros más y de alguna forma que no logro comprender terminamos bailando en uno de los muchos balcones del salón real. Cuando la música se detuvo se pudieron escuchar los aplausos de los invitados a la distancia.

Estábamos solos.

Nerviosa intenté separarme. No pude. Él me tenía sujeta con su brazo firmemente en mi cintura. Una oleada de pánico se agitó dentro de mí.

- ¿Su Majestad? - pregunté con inocencia.

Eso bastó para hacerlo reaccionar y que me soltara por fin. - ¡Cuánto lo siento, Lady Rashta! No sé qué ocurrió conmigo. - se veía avergonzado por su comportamiento. - Debo lucir descarado.

- Rashta no piensa eso, su majestad. Rashta piensa que su majestad fue muy galante. - me apresuré a alagarlo con gran admiración para luego fingir estar apenada por mis palabras, cubriendo mi boca con ambas manos.

Con algo de duda al principio se acercó a mí y extendió su mano en dirección a mi rostro. No pude evitar temblar con anticipación. Su toque se sintió frío al posarse sobre mi mejilla. Usando su otra mano retiró mis manos que cubrían mi boca y levantó mi barbilla para verme a los ojos. Lo que pude ver fueron unos ojos llenos de ternura, emoción, cariño y muchas cosas más. Era una mirada cargada de tantos sentimientos... Y todos eran falsos. Tan falsos como el amor que profesó tener por Rashta y que en realidad pertenecía a Navier.

Sentí que mi corazón se rompería cuando fue acercando su rostro lentamente al mío. Cerré mis ojos para no tener que ver lo que iba a pasar y cuando sentí el contacto con sus suaves labios lágrimas de absoluto pesar se derramaron de mis ojos igual que una fuente.

¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué lo haces? ¿Por qué lo harás? Ella... Navier. Era tu esposa, no yo. 

Ella te respetaba. Ella te quería. Ella se hubiera quedado a tu lado sin importar tus faltas y errores. Y aun así... La dejaste. La alejaste de tu lado. La destrozaste.

"Sovieshu va a abandonar a Navier... Justo como él me abandonó a mí."

Cuando el beso finalizó Sovieshu mostró sorpresa y pánico ante mis lágrimas. De inmediato llevé mis manos a mi rostro para ocultarlo. No quería que él viera mi vulnerabilidad.

- ¡Oh no! Lo arruiné, ¿No es cierto? Debí saber que... - se pasó la mano por el cabello mirando al interior del salón por un segundo, volviendo a centrar su atención en mí casi de inmediato. - ¡Cuánto lo siento! ¡No quería asustarte!

Negué con la cabeza rápidamente. - ¡No es eso! - me forcé a hablar tratando de secar las traicioneras lágrimas que salían de mis ojos debido a los sombríos recuerdos de mi otra vida. - Es que... Rashta se preguntaba si esto era un sueño y... Al creerlo sintió tanta tristeza que no pudo evitar llorar. - mi mentira pareció tan real que vi un brillo extraño en su mirada la que se podía catalogar como "esperanza". - Rashta a vivido una vida miserable y de un día para el otro... Tiene una familia, las personas la respetan y... El Emperador es tan atento con ella. Rashta creyó que moriría de felicidad.

Cuando esas últimas palabras salieron de mis labios me di cuenta que estaba siendo conducida a un fuerte abrazo. Mi rígido cuerpo quiso huir del contacto; pero me forcé a regresar el gesto, aferrándome a las ropas del emperador.

No tengo idea de lo que estará pasando por la mente de Sovieshu. Tampoco sé la manera en que este nuevo inicio en nuestra "relación" afectará a los hechos que están por ocurrir. Lo único de lo que era verdaderamente consciente es que, de no encontrar la forma de dejar de sentirme aterrada y asqueada cuando este hombre me tuviera entre sus brazos, todo lo que he estado haciendo y planeando hasta ahora no servirá para nada.

Un poco cohibido, aunque rebosante de confianza me pidió hablar conmigo en otro momento en el cual miradas curiosas no nos estuviesen observando. La complicidad que quiso enfatizar entre los dos me produjo nauseas. Fingí timidez para encubrir mi incomodidad y asentí con la cabeza, incapaz de hallar con que palabras responder. Feliz, regresó al salón de baile.

A penas desapareció de mi vista me estremecí de pies a cabeza, tallando mis labios con fuerza sin importarme manchar las mangas de mi vestido de labial y un segundo después tuve que correr hacia unas masetas para vomitar. 

Permanecí de rodillas hasta vaciar todo el contenido de mi estómago. Al tratar de levantarme terminé cayendo sentada debido a un mareo. El sudor frío que se deslizaba por mi cuello me hizo temblar por lo que me abracé a mí misma, aguantándome las ganas de llorar.

"Me odio tanto en estos momentos."

- ¿Lady Rashta?

Con miedo levanté la cabeza intentando enfocar mi nublada visión en la persona que se acercaba con pasos apresurados hacia mí. Una vez se acuclilló frente a mí pude ver el rostro de una hermosa mujer de cabellos rojizos recogidos en un elegante peinado, de piel blanca y un lunar distintivo en su mentón.

Mis ojos se ampliaron al percatarme de quién se trataba. - ¿Duquesa de Tuania?

De todas las personas que pudieron encontrarme en esta situación, ¿Tenía que ser ella?

La elegante mujer acercó un pañuelo a mi rostro, limpiando el sudor frío de mi frente y las lágrimas de mis mejillas. No tengo idea de qué clase de apariencia lamentable debía estar mostrando para que ella tuviera una expresión tan triste.

- Venga conmigo. - me pidió tomando mis brazos con suavidad; pero firmeza, para levantarme. - El viento helado no le hará bien. 

No tenía fuerzas para protestar. Una vez de pie me rodeó con uno de sus brazos para sostenerme y uso su característico abanico que siempre llevaba consigo para cubrir mi rostro. Pude sentirnos avanzar entre los invitados, algunos aprovechando para preguntar si podía bailar con ellos y otros llenos de curiosidad acerca de mi baile con el Emperador. De manera astuta la Duquesa de Tuania me excusó al decir que la fiesta me conmovió demasiado y debía ir a retocar mi maquillaje. 

La destreza e influencia de esta mujer en los círculos sociales era impresionante.

Una vez llegamos a los baños me ayudó a sentarme en una silla y fue a investigar si alguien más se encontraba en los cubículos, ¿Quería que nos dieran privacidad? Al dar un vistazo al gran espejo en la pared contraria comprobé que mi labial y mi delineado estaban corridos y mis ojos se encontraban rojos e hinchados.

- No quiero inmiscuirme, Lady Rashta. - habló la duquesa con voz tranquila una vez se aseguró que estuviéramos a solas. Humedeció su pañuelo en el lavamanos y levantó mi mentón con delicadeza para comenzar a limpiar mi rostro. - Pero, ¿por qué se encuentra tan afligida? Hace poco estaba tan rebosante de felicidad.

Abrí mi boca para contestar con alguna excusa; sin embargo, terminé por balbucear de manera incomprensible. No tenía fuerzas para aparentar más y solo negué con la cabeza.

Sin dejar de limpiar mi rostro la mujer soltó una pesada respiración - Los vi. En el balcón.

Su declaración me dejó horrorizada. 

- Yo... - cubrí mi rostro con mis manos debido a la vergüenza. - Soy de lo peor, ¿No es así? ¡Lo siento mucho! 

Retiró con suavidad mis manos para verme al rostro. Su expresión era firme y muy seria, aun así, no vi rastro alguno de reproche. - ¿Por qué dice eso? Cuando los vi admito que me tomó por sorpresa; pero puedo entender sus sentimientos hacia el Emperador por todo lo que ha tenido que vivir. No le voy a echar nada en cara... Lo que no entiendo es la razón por la que se desmoronó de esta manera, ¿Qué es lo que está mal?

Estaba perpleja. No esperaba que la Duquesa de Tuania fuera una persona tan comprensiva, aunque, ¿Ella no lo demostró en la novela? Siendo noble y leal hasta el final.

Incapaz de mentirle respondí. - Siento asco y repulsión hacia mí misma. El Emperador es un hombre casado, ¡¿Qué pasa conmigo?! ¡Soy una horrible persona por interferir en un matrimonio! La Emperatriz... - mi voz se rompió al recordar a Navier. - ¡No puedo hacerle esto a mi Emperatriz!

Rompí en llanto, ¿Cuánto había llorado en tan poco tiempo? 

En mi vida anterior nunca me di el lujo de llorar. Cada vez que sentía que la pena me desbordaría tan solo me tragaba mi dolor hasta poder desahogarlo de alguna otra manera. 

La Duquesa de Tuania estrechó mis manos entre las suyas en un gesto maternal. 

- A penas tiene 18 años. Eres demasiado joven para tener que preocuparte por estas cosas. - su expresión se tornó triste. - Pero la vida no es siempre justa y mucho menos lo es con nosotras las mujeres.

Baje la mirada. - ¿Qué es lo que debería hacer?

- Eso debes decidirlo tú misma. Dime, ¿Qué es lo que realmente quieres?

Miles de pensamientos vinieron a mi mente: Quiero poder sobrevivir, quiero evitar herir a las personas, quiero ser una buena persona, quiero volver a ver a mi mejor amiga, quiero verlo a él por última vez, quiero poder reprocharle lo que nunca pude a mis padres, quiero seguir llorando... Quiero ser feliz.

Pero, lo que más quiero es...

- Ian... Quiero a mi hijo. Quiero vivir con mi hijo y estar a su lado por siempre. Quiero poder protegerlo.

La mujer sonrió satisfecha. - Entonces es un niño afortunado por tenerte como su madre.

Solté una ligera risa, sintiendo las mejillas arder. - Y su hijo también lo es, Duquesa, por tener de madre a una gran mujer.

Pareciendo alagada por mi comentario oculto su sonrisa tras su abanico.

Me puse de pie. Ya no me sentía débil. 

Le agradecí por su amabilidad a lo cual ella me dijo que todo estaba bien. Cuando estaba por retirarme me pidió esperar un momento. Me sorprendió un poco verla sacar maquillaje de su bolso. Quedé más perpleja cuando comenzó a aplicarlo sobre mi rostro. Una vez terminó me vi al espejo sorprendiéndome de verme igual a cuando llegué al banquete. Volviendo a agradecerle ambas volvimos a la fiesta. 

Al vernos llegar una chica de cabellos rubios cenizos atados en dos trenzas se acercó a nosotras corriendo. La reconocí de inmediato como una de las hijas de los tantos nobles que hablaron conmigo antes del baile.

- ¡Lady Rashta! Al fin la encuentro. - exclamó soltando un suspiro de alivio.

- Lady Cheriny, ¿Pasa algo? 

- Los Vizcondes y Lord Pix la están buscando. Están desesperados buscándola.

- Las acompañaré, muchachas. Los padres de Lady Rashta merecen una explicación.

Sin ser capaz de huir de esa situación accedí a ser conducida por ambas mujeres hasta donde mi familia se encontraba.

Nada más verme los vizcondes se apresuraron a envolverme entre sus brazos. Pude ver a Pix soltar un respiro con una mano apoyada en el pecho desde su asiento. 

- La entretuve conversando conmigo. Mis más sinceras disculpas, Lady Rashta.

Entendiendo su encubrimiento respondí. - ¡Oh! ¡No se preocupe! - junte mis manos con una gran sonrisa. - Fue un verdadero placer hablar con usted, Duquesa de Tuania.

- ¿Eso fue lo que pasó? - cuestionó el Vizconde Gilimt un poco sorprendido.

- Cuando pregunté por Lady Rashta algunos nobles dijeron verla caminar junto a la Duquesa de Tuania. - agregó Lady Cheriny.

- Entiendo. Muchas gracias por cuidar de nuestra hija, duquesa. - agradeció la Vizcondesa Marsha con una ligera reverencia.

- No fue ningún disgusto. Su hija es una jovencita encantadora. Ya debo retirarme, disfruten la fiesta.

- Si no es mucha molestia... - me animé a pedir con algo de timidez. - Espero hablar de nuevo con usted en otra ocasión. 

La Duquesa de Tuania dejó ver una sincera sonrisa. - Estaría encantada, Lady Rashta.

El resto de la noche me la pase conversando y bailando de forma ocasional con multitud de varones de todo rango y edad. Esa experiencia me bastó para comprobar mi repulsión al ser tocada por la gran mayoría de ellos. Los únicos que toleraba eran los miembros de mi nueva familia y a un par de nobles en los que estaban incluidos el Marques de Karl, el Conde Firnir, el Barón Lant y el Vizconde Landre.

No entiendo el por qué.

Quizás hubiera podido tener paz para pensar en la razón si no fuera porque, hasta que mi familia y yo nos retiramos a nuestras habitaciones, Sovieshu nunca me quitó los ojos de encima.

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