¡¿Soy Rashta?!

By MurasakiFanfics

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Historia de Reencarnación/Transmigración. Una joven comete suicidio luego de una serie de sucesos desafortuna... More

Prólogo: Un Final y Un Comienzo
Capítulo 1: El Plan
Capítulo 2: Tragedia Inesperada
Capítulo 4: Debutando Ante La Sociedad
Capítulo 5: Giro De Acontecimientos
Capítulo 6: Mi Decisión
Capítulo 7: No Hay Razón Para Arrepentirse
Capítulo 8: Ahora Soy La Amante
Capítulo 9: Planes En Marcha
Capítulo 10: Damas De Compañía
Capítulo 11: ¿Podemos Ser Amigas?
Capítulo 12: Conversación
Capítulo 13: El Príncipe Ha Llegado
Capítulo 14: Amistad
Capítulo 15: Banquete De Año Nuevo (parte 1)
Capítulo 16: Banquete De Año Nuevo (parte 2)
Capítulo 17: La Calma Antes De La Tormenta
Capítulo 18: Mal Presentimiento

Capítulo 3: Familia

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By MurasakiFanfics

Nos encontrábamos de camino a la posada. 

- Entonces, Señorita Evely, ¿Usted es una maga? 

- Aprendiz de mago.

- Una de las mejores. - agregó uno de los guardias recibiendo un codazo de su compañero. Parecía ser que en verdad bajaron la guardia conmigo si revelaban ese tipo de información.

Evely parecía avergonzada.

Cuando entramos a la habitación le agradecí a la mujer por cuidar de mi abuelo y que podía retirarse, una vez lo hizo Evely se acercó a Pix para inspeccionarlo.

- ¿Puedes curarlo? - le rogué abrazando con fuerza a Ian contra mi pecho.

Realmente estaba angustiada y preocupada por la salud de Pix. Lo único que podía hacer era rezar porque las habilidades mágicas de la chica fueran suficientes para sacar al dulce anciano de peligro.

- Lo intentaré. - me aseguró con mirada decidida antes de colocar sus manos encima de los vendajes. - Señor, usted protegió y cuidó de mi hermana y mi sobrino. Por favor, no se rinda.

Mi boca se abrió por inercia al ver un destello, casi como pequeños puntos luminosos, rodeando la zona en la que las manos de Evely se hallaban puestas.

"Esa es... ¿Magia? Nunca pensé verla en mi vida."

La impresión fue tanta que sentí mis piernas temblar. 

No. No solo eran mis piernas.

- ¿Señorita Rashta? - preguntó uno de los guardias con rostro preocupado.

- ¡Señorita! ¡Está muy pálida! - exclamó el otro.

- ¿Hermana? - preguntó Evely intentando no perder la concentración.

- Mi... bebé... - atiné a decir.

El guardia más cercano a mi entendió y tomó a Ian en sus brazos. En el preciso instante en que dejé de sentir el calor de mi hijo me desplomé, siendo sostenida por el otro guardia. 

Mi mundo se tornó oscuro con las voces de todos llamando mi nombre.

Cuando desperté sentí un ligero mareo azotarme.

- ¡Señorita! - uno de los guardias se levantó de la silla en la que estaba sentado. - Debería volver a recostarse.

- Estoy bien. - atiné a decir antes de darme cuenta que Evely estaba recostada a mi lado. - ¡Evely! ¿Ella está bien?

El otro guardia se acercó con Ian en brazos. - Estará bien. Usó su magia en exceso para tratar la herida de su abuelo. Lleva unos 10 minutos dormida. Usted lleva cerca de tres horas.

- ¿Tres horas? - miré en dirección a la ventana notando que estaba atardeciendo. - "Aun tengo tiempo." 

- ¿Está segura que se encuentra bien? - volvió a preguntarme el guardia.

Pude notar la gran preocupación que sentían por mí. Solo sonreí asintiendo.

- No he estado durmiendo bien. - eso no era mentira. Llevaba tres días seguidos sin dormir. 

Me levanté dirigiéndome a donde estaba Pix. El vendaje había sido removido y la herida, que una vez estuvo a carne viva, empezaba a cicatrizar. 

Era increíble.

- ¡Iré a comprarle un postre a Evely como agradecimiento! - declaré juntando mis manos con expresión fascinada. - ¿Pueden cuidar de mi bebé?

- S-Seguro... Pero Señorita Rashta, ¿Está segura? Podemos ir por usted.

- Es verdad. Usted debería descansar.

- Evely se esforzó por sanar a mi abuelo. Tanto que quedó inconsciente. Quiero agradecérselo por mí misma.

Mi expresión llorosa fue suficiente para convencerlos de dejarme salir sola.

Tomé mi mochila para sacar dinero. Al abrirla me percaté que las cosas estaban fuera de lugar. "Deben haber inspeccionado. No los culpo. Es su función como guardias reales comprobar que no éramos gente peligrosa." Por fortuna tomé precauciones desde que dejé a la mujer de la posada cuidando de Pix y escondí el libro de esclavos y el de finanzas dentro del colchón de mi cama que corté con el cuchillo que vino con la comida de anoche. En cuanto a las joyas, las traía conmigo en el bolsillo de mi vestido. Para mi fortuna seguían allí. Era posible que los guardias tuvieran sentido del decoro acerca de inspeccionar el cuerpo de una mujer inconsciente o quizás no quisieron hacerlo frente a Evely.

Guardé un fajo de billetes en mi otro bolsillo y me coloqué mi abrigo. Antes de salir por la puerta me dirigí a los hombres con una enorme sonrisa prometiendo que no tardaría mucho.

Una vez que la posada no estuvo al alcance de mi vista pedí un carruaje que me llevara lo más rápido posible al pueblo a las afueras de la finca del Vizconde Lotteshu. Bastó con ofrecerle unos cuantos billetes de más para que llegásemos en menos de 20 minutos.

Durante el camino trencé mi cabello y me coloqué la capucha de mi abrigo para que al bajar nadie pudiera reconocerme. 

Igual a la vez anterior el recepcionista me recibió con una sonrisa. - Mucho gusto, ¿Puedo ofrecerle algo?

- Busco al hombre con la pulsera de oro en forma de cadenas.

Una chispa de comprensión se pintó en su cara y asintió, desapareciendo por la puerta por donde yo había ingresado hace dos días. No pude evitar ponerme nerviosa al ser la primera vez en estar sola. Al menos esta vez el recepcionista no tardó en regresar.

- Usted sabe a dónde dirigirse.

Tragué en seco y asentí. Me dirigí con paso firme por el pasillo, ignorando el sonido de la puerta cerrándose tras de mí e ingresé a la habitación. El asesino se encontraba esperando.

- ¿Las cartas que escribí fueron lo suficientemente buenas? - preguntó con orgullo y con un gesto me indicó sentarme.

- Lo fueron. - afirmé tomando asiento.

Aun podía recordar cuando le pedí que buscara a Evely en la Academia de Magos. El asesino mostró interés, más aún cuando le pedí que falsificara dos cartas con el supuesto mensaje de una de las niñeras del Matrimonio Iskua. Una me la entregó de inmediato y la otra tendría que dejársela a la misma Evely en su habitación, de otra forma los magos o caballeros investigarían y correría el riesgo de que no le entregaran la carta por creer que era una estafa.

- ¿Pudiste encontrar a mi padre?

- Lo hice. Me deshice de cualquier información que pueda relacionarlo contigo, desde tu partida de nacimiento hasta sus propios papeles de esclavo. Incluso destruí los registros médicos de su difunta esposa solo para asegurarme.

- ¡...! - jadeé de la impresión.

Eso era algo en lo que no había pensado. Si ese registro hubiese sido investigado y encontrado entonces podría haberse demostrado que, en efecto, la madre de Rashta dio a luz a una bebé perfectamente sana.

Ese registro pudo haberse convertido en mi fin.

- No tomé eso en cuenta. Bien hecho. - agradecí reconociendo su esfuerzo. - Te pagaré más por las molestias.

Mientras revisaba en el bolsillo de mi abrigo en busca de alguna de las últimas tres joyas que me quedaban lo escuché reír. Desconcertada, alcé la mirada.

- Lo siento, no quise ofenderla. - se disculpó sin rastros de culpa en su voz. No pude evitar fruncir el ceño. - Me pareció adorable que quisiera pagarme aun cuando me ha pagado de más desde la vez anterior.

- ¿Pagado de más?

- Sí. Una de las joyas que me entregó hace dos días era una antigua reliquia. Duplica el pago que originalmente sumaban los dos encargos anteriores. Es por eso que me tomé más molestias de las necesarias para cubrir el monto del total.

No pude evitar estar aún más sorprendida e incrédula.

- No tenía idea de su valor y es posible que nunca lo supiera. No tenía por qué tomarse esas molestias. No es que no esté agradecida; pero... ¿Por qué lo hiciste? ¿Y por qué me lo dices? No puedo entender cuál sería tu ganancia. 

De repente su semblante se tornó serio. - Es cuestión de honor.

- ¿Honor de asesino?

- Honor de profesional.

No lograba entenderlo del todo; no obstante, de alguna manera admiré la dedicación que este hombre ejercía al momento de llevar a cabo sus trabajos. Por muy ilegales que fueran.

- Dices que el pagó total no está completo todavía. Entonces, ¿Podrías realizar otro trabajo para mí? - me aventuré a preguntar.

Los ojos del hombre brillaron con intensidad. - Lo haría gratis solo por la curiosidad de saber que estás tramando esta vez.

Un escalofrío recorrió mi espalda. 

"¿Esta será una buena idea?"



...



Los guardias estaban preocupados. 

La joven que se reveló como la hermana mayor de Evely no daba señales de vida desde hace más de una hora.

¿Le habría ocurrido algo malo de camino de regreso? ¿Deberían salir a buscarla?

Ambos intercambiaron una mirada llena de angustia.

Justo cuando se estaban decidiendo unos toques en la puerta de la habitación los alertó.

Evely, que llevaba a Ian en brazos, se dirigió a abrir la puerta con rapidez y no pudo evitar sonreír de oreja a oreja. - ¡Hermana!

- ¡Señorita! - pronunciaron ambos guardias.

Rashta les sonrió en respuesta mostrando la enorme caja que traía entre sus manos.

- ¡Rashta trajo muchos pastelillos! ¡Hay suficientes para todos!

Luego de disfrutar de los postres Evely y yo conversamos hasta muy entrada la noche. 

Cada una compartió detalles de su vida con la otra con un entusiasmo que solo las mejores amigas o hermanas muy cercanas podían compartir. 

Pensar en ello colocó una sonrisa nostálgica en mi rostro durante toda la conversación, mientras el rostro de mi mejor amiga apareció en mi mente. 

"En serio la extraño demasiado."

Me enteré de la triste vida de Evely en el orfanato. De cómo recibió acoso y burlas por sus compañeros, de cómo se la pasaba llorando cada día al ver un niño o niña ser adoptados mientras ella se quedaba atrás, con el terror interno de nunca llegar a ser adoptada o tener un hogar. Hasta que la felicidad llegó a su desafortunada vida al ser descubierta como maga, convirtiéndose en su patrocinadora la mismísima emperatriz, a quién admiraba con devoción.

- ¡La Emperatriz suena como una persona increíble! - exclamé dando un brinquito en mi cama, donde ambas nos encontrábamos sentadas.

- ¡Lo es! ¡Ella es genial! - declaró con entusiasmo.

Conmovida por su clara devoción a Navier la abracé con calidez. Evely, quién llevaba a Ian en brazos en ese momento, no sabía cómo reaccionar.

- Ojalá hubiese estado contigo. Sin duda te hubiera defendido. - le aseguré con total sinceridad.

Ante mi declaración la chica me devolvió el abrazo con uno de sus brazos, dejando caer algunas lágrimas.

Cuando llegó mi turno decidí ser lo más sincera posible. Ella no merecía que la engañara.

Le conté que Pix y yo éramos sirvientes en la finca del Vizconde Lotteshu. Allí mis supuestos padres y yo trabajábamos de forma honrada; pero mi padre, que era abusivo conmigo y mi madre, le robó al vizconde y al ser descubierto nos vendió como esclavas a las dos para poder librarse a si mismo de la esclavitud. A partir de allí ambas sufrimos mucho, Pix de vez en cuando me ayudaba con algunas tareas y cubría algunas de mis faltas para que no me castigaran, y aunque intentó hacer lo mismo por mi madre no fue suficiente para evitar que ella falleciera debido a la terrible forma en que el Vizconde Lotteshu trataba a su personal. En su lecho de muerte ella me confesó haber perdido al bebé que esperaba y que, para aliviar su dolor, su esposo se apareció con una bebé, una bebé que criarían en lugar de su hija fallecida, una bebé que se trataba de mí. En medio de mi desolación el hijo de mi amo, Allen, me ofreció amor y consuelo, y ciegamente creí en sus palabras enamorándome de él; pero cuando nació mi bebé siguió el plan de su padre para hacerme creer que lo asesinaron y de esa forma poder quitármelo. Allen nunca planeó casarse conmigo, solo me quería tener a su lado siendo su amante.

- Eso es... horrible. - la voz de la chica estaba cargada de ira y compasión.

Limpié un par de lágrimas que se escapaban de mis ojos. - A solo unos días de dar a luz Allen se apareció sin más en el establo que me servía de dormitorio y con engaños me hizo creer que aun me amaba. Era una excusa para volver a acostarse conmigo. - ante este hecho Evely soltó un jadeo de indignación. - Fue cuando me di cuenta del engaño. Todo el amor que sentí por él se volvió un odio intenso. En ese punto entendí que no me quedaba nada. Sin mi bebé nada importaba para mí y... Planeé reunirme con mi hijo en el más allá. - confesé con una triste sonrisa que al parecer le rompió el corazón. - Fue cuando descubrí por accidente que Ian estaba con vida y que el vizconde estaba planeando deshacerse de él.

- ¡Esos malditos! - chilló Evely intentando no echarse a llorar.

- Por eso Pix y yo planeamos escapar. Fue en esos días cuando la carta en la que se revelaban mis orígenes llegó a mis manos, apareciendo de forma misteriosa en el establo y tuvimos un objetivo al cual llegar en lugar de vagar sin rumbo.

- ¡Ah! ¡Mi carta también apareció en mi dormitorio de la nada!

- ¿Nos la habrá dejado la misma persona? - me pregunté en voz alta fingiendo sospecha.

Seguí contándole acerca de que gracias a Lebetti pude escapar de la mansión con Ian, sobre que durante nuestra huida el Vizconde Lotteshu nos persiguió con perros y hombres armados, y que cuando creímos llegar al carruaje a salvo Pix fue herido con una extraña arma cuyo uso era ilegal.

- ¡Ese hombre debería estar en prisión!

Bajé la cabeza tomando a Ian en mis brazos. - Por la deuda que tengo con Lebetti he decidido perdonar al vizconde.

- Pero sigue siendo un crimen lo que les hicieron. - se escandalizó. - ¡Ese hombre sigue siendo un criminal!

- Yo... robé un poco de dinero antes de escapar. - confesé fingiendo estar avergonzada. - Con ese dinero le pagué al doctor y al conductor. También nuestro alojamiento en esta posada. No estoy orgullosa de eso; pero... creo que eso es suficiente represalia. Quiero dejar las cosas en paz por el bien de todos.

- Hermana. - susurró Evely conteniendo su llanto, apretando los puños con fuerza.

- Por favor. - supliqué.

La chica talló sus ojos y brincó a abrazarme. La cama se sacudió un poco. Era tan pequeña y tan fuerte a la vez, no pude evitar estar enternecida al ver la manera en que trataba de sanar mi dolor con aquel protector abrazo. 

Acaricié sus cabellos con gentileza.

- Estoy muy feliz de que seas mi hermanita. - pronuncié. - "Ojalá realmente lo fueras."

Un jadeo nos obligó a terminar con aquel prolongado abrazo.

- ¡Abuelo! - exclamé saltando de la cama para arrodillarme al lado de Pix. Un poco confundido intentó tocarse el rostro, de inmediato lo evité tomando su mano. - ¡No! Te harás daño.

- ¿Mi niña? ¿Ian? - preguntó en un susurro, aliviado de verme con mi bebé en brazos. - Menos mal están bien.

Sus palabras provocaron que mis ojos se humedecieran. - ¿Qué si estamos bien? ¡Preocúpate por ti! Tú fuiste quién resultó herido.

- Prefiero ser yo en lugar de ustedes.

Su respuesta provocó que verdaderamente me pusiera a llorar.

- ¿Quién es ella?

Ante su pregunta recordé la presencia de Evely. La pobre chica quedó de pie a unos metros de nosotros sin tener idea de que decir o hacer.

- Ella es mi hermanita, Evely. - contesté limpiándome los ojos con una sonrisa.

El rostro de Pix se iluminó de golpe. - Entonces, eso quiere decir que...

Lo interrumpí antes de que pudiera decir algo que contradijera mi versión de los hechos.

- Es una larga historia. Prometo contártela. Ahora debes descansar.

- ¡Sí, señor! Debe guardar reposo si no quiere angustiar a su nieta. - se aventuró a decir Evely.

Pix pareció aún más sorprendido.

Por fortuna en ese momento tocaron la puerta. 

Eran los guardias que salieron para darnos privacidad y que venían a preguntar el motivo del alboroto. Una vez comprobaron que Pix estaba bien decidieron escoltarla de regreso a la Academia de Magia. 

Evely no quería irse. Con un poco de insistencia logré convencerla de seguirlos, alegando que nos veríamos mañana. Los guardias me aseguraron comunicarle nuestro caso al emperador mientras que Evely prometió hacerlo a la emperatriz. Les agradecí con sinceridad para despedir con un fuerte abrazo a cada uno, logrando sacar una enorme sonrisa a la chica y un sonrojo a los hombres.

Una vez ellos se fueron le conté todo lo que había ocurrido a Pix desde el momento en que fue herido hasta que despertó. Prometió no decirle a Evely ni a nadie acerca del asesino que contratamos, pues se vería demasiado sospechoso.

- Así que ese hombre pudo localizar a esa niñera en su lecho de muerte y les entregó las cartas a cada una de ustedes. - pronunció creyendo ciegamente en la mentira que le dije. - Parece cosa del destino.

- Sí... Por cierto, Pix. - con timidez me aventuré a preguntar. - ¿Podría llamarte abuelo? Porque para mí... tu eres como mi abuelito.

Los ojos del anciano se llenaron de lágrimas. Me atrajo en un fuerte abrazo, igual de reconfortante y doloroso.

- Nada me honraría más, mi niña.



...



Pasaron algunos días en los cuales Pix se dedicó a tomar reposo. Evely me visitó sin falta, siempre dispuesta a prestar de su magia para ayudar en su recuperación. Tenerla a mi lado me ayudó mucho, pues también debía cuidar de Ian y eso me dejaba exhausta. No es que me quejara. Tener a mi hijo conmigo valía cada sacrificio.

Me sorprendió lo rápido que ambos empezaron a llevarse bien. No debía pensar mucho en el motivo. Pix era el arquetipo de abuelo consentidor y Evely de nieta tierna. A su vez, ambas nos hicimos muy cercanas.

Al cuarto día un elegante carruaje vino a recogernos a Pix, Ian y a mí. Fueron enviados por los mismísimos emperadores para nuestra audiencia real.

Me puse increíblemente nerviosa y ansiosa. Era consciente desde el momento en que Evely y sus guardias prometieron que expondrían nuestro caso que seriamos llevados al palacio.

Lo cierto era que no esperaba llegar tan pronto a ese lugar, ¿Qué sucedería si algo del plan fallaba? Todavía faltaba un mes para la llegada oficial de Rashta en la novela, ¿Y si cambiaba los acontecimientos al llegar antes?

- No te preocupes, mi niña. Todo va a salir bien. - me aseguró Pix posando una mano en mi hombro.

Aun con dudas asentí con una sonrisa. - ¡Lo sé! Después de todo, mi abuelo, mi hijo y mi hermanita me acompañan. - exclamé con emoción. Ian balbuceó feliz. - ¿Vez? ¡Hasta Ian está emocionado!

Pix se echó a reír.

Una vez llegamos a nuestro destino fuimos escoltados por unos guardias. Todavía nerviosa, me aferré al brazo de mi ahora abuelo, presionando a mi bebé contra mi pecho.

Fuimos guiados donde el salón de audiencias real. No levanté la mirada en ningún momento. Ni siquiera cuando un hombre de porte elegante se paró a un lado para presentarlos.

- ¡Están en presencia de sus majestades! ¡El Emperador Sovieshu y la Emperatriz Navier!

Pix y yo nos separamos para realizar una gran reverencia.

Como tenía a Ian en mis brazos solo pude levantar una de las puntas de mi elegante vestido blanco, el cual Evely me consiguió para este preciso momento, y utilicé mi cabello suelto para esconder aún más mi rostro.

- ¿Señor, se encuentra lo suficientemente bien para estar en pie?

Al oír esa firme pero dulce voz supe que se trataba de Navier, ¿Quién sino? Esa gran mujer que se preocupaba por su reino y sus súbditos con su vida. 

Tuve que reprimir mi impuso de levantar la vista para apreciarla en toda su gloria y tuve que morder mi lengua para no profesarle mi admiración absoluta.

- Estoy bien, su majestad. - habló Pix con voz respetuosa, incorporándose. Pude escucharlo acomodar su elegante traje. Se notaba que no estaba acostumbrado a usar prendas finas. - Y aun si no estuviera en condiciones, eso no justificaría no mostrar a ambos el respeto que se merecen sus altezas.

- Es gracias a mi hermanita, qui-quiero decir, es gracias a la Maga Evely. - intervine con la voz más agradecida, sollozante e inocente que pude poner. - Su magia trajo de vuelta al abuelo de Rashta. Como la Emperatriz fue quién veló por ella mi agradecimiento también va para usted, ¡Muchísimas gracias, Emperatriz Navier!

- No debes agradecerme a mí. Es gracias al propio esfuerzo de Evely. - pese a su modestia pude reconocer el orgullo en su voz.

No era la única orgullosa. Evely sin duda era grandiosa.

- Muchacha, puedes levantar el rostro. Estamos conscientes de lo que han tenido que sufrir. No temas. Nadie te dañará aquí.

Esa voz autoritaria y tranquilizadora debía ser la de Sovieshu, aquel hombre que le provocaría tanto sufrimiento a Navier, que la denigraría y humillaría sin tener en cuenta sus verdaderos sentimientos, negándose a ver cuánto la lastimaba.

Apreté la punta de mi vestido con fuerza hasta lastimarme.

"No, no lo recientas todavía. Eso aún no ha ocurrido. Y, si quieres que Navier sea feliz, tienes que ganarte el afecto de Tonteshu, ejem, Sovieshu."

Inhalé con fuerza, manteniendo el aire en mis pulmones por unos segundos, soltándolo poco a poco para darme valor. 

Me incorporé lentamente, manteniendo mis ojos cerrados hasta el último segundo y al abrir mis párpados lo primero que vi fueron un par de ojos plateados que parecieron contraerse en respuesta. Muy tarde me di cuenta que se trataba de Sovieshu.

Sovieshu era igual de atractivo que las ilustraciones de la novela. Eso no evitó mi disgusto. Lo bueno es que era buena reprimiendo mis emociones y expresiones. Al notar que la intensidad de su mirada en mí incrementaba fingí timidez y aparté mi mirada con una sonrisa.

Aproveché para mirar en dirección a Navier. Esta vez no pude evitar ampliar mi sonrisa. Era hermosísima. Las ilustraciones no le hacían justicia. Si mi mejor amiga estuviera aquí no dudo que brincaría a abrazarla en medio de llantos. Pensar en eso me ayudó a calmar mi emoción, al menos hasta que ella me devolvió la sonrisa, aquello fue demasiado y tuve que bajar la mirada esta vez realmente tímida.

Sentí la mirada de ambos sobre mí. Eso me puso aún más ansiosa.

Intentando mantener la compostura me concentré en Ian, acomodando su mantita, peinando con mi mano la pelusilla blanca que tenía por cabello.

- Ese bebé... - la voz del emperador se escuchó. Pude captar la curiosidad en su voz.

- Es mío, su majestad. - respondí de inmediato mirando el rostro dormido de Ian con una orgullosa sonrisa. - A Rashta no le importa que tan triste y doloroso fue todo lo que tuvo que vivir. Mientras Ian... - miré a Pix para ponerle una mano en el hombro. - Y mi abuelo estén felices y a salvo... Rashta también lo será. - aseguré volviendo a levantar la mirada, estaba vez viendo a la pareja de emperadores para esbozar la más dulce sonrisa que pude.

Una sutil sonrisa se formó en los labios de Navier. Era difícil de decir; pero parecía enternecida.

Sovieshu, por otra parte, me dirigió una mirada y sonrisa tan intensas que hizo que tuviera ganas de vomitar. Me recordó a las miradas que los amigos de mi padre me dedicaban cuando venían de visita a la casa.

Para mi alivio, no tuve que apartar la mirada esta vez. 

Las puertas por donde ingresamos Pix y yo se abrieron, dejando pasar a a un grupo de guardias que escoltaban a una pareja de ojos llorosos y a...

- ¡Hermanita! - exclamé dándome la vuelta con una enorme sonrisa.

Evely llevaba sus cortos cabellos castaños peinados y usaba un vestido celeste con unos botines a juego. Se veía de maravilla.

Nada más verme corrió hacia mí para darme un fuerte abrazo. - ¡Hermana! - exclamó emocionada. Al separarse de mí miró a Ian con ternura, acariciando su cabeza. - Hola, sobrinito. - pronunció antes de girarse para abrazar a Pix. - ¡Hola abuelito!

Casi olvidaba que Evely comenzó a llamar a Pix de ese modo.

- ¡Lady Evely! ¡Más respeto! - la corrigió el mismo hombre que presentó a los emperadores.

- ¡Lo sentimos mucho, sus majestades! - me apresuré a disculparme en nombre de las dos.

Navier sonrió gentilmente. - No hace fal...

- ¡No hace falta!

Sovieshu interrumpió a Navier con más exaltación de la que debería. Ella lo miró con la boca semiabierta. Por su parte, el caballero y los guardias se veían aterrados.

Dándose cuenta de su arrebato, Sovieshu se aclaró la garganta. - Es una feliz reunión familiar. Sería descortés interrumpir. - declaró buscando mis ojos para esbozar una sonrisa disimulada.

"¿Descortés interrumpir? ¿Qué crees que acabas de hacer con Navier hijo de...?"

Fingí no entender sus intenciones y le devolví la sonrisa con inocencia. Pude ver la mirada intuitiva de Navier hacia Sovieshu, el desconcierto de Evely y la sorpresa de Pix.

Intentando romper el extraño ambiente, Navier habló.

- Vizconde Gilimt Iskua y Vizcondesa Marsha Iskua. Pueden acercarse.

La pareja de ojos llorosos de antes se acercó con pasos torpes y ojos añorantes. Una vez estuvieron a mi lado no dudaron en extender sus manos para tocar mi rostro. Eso me puso nerviosa. 

Fingiendo estar al borde del llanto y con voz entrecortada, susurré. - ¿Papá? ¿Mamá?

Un gemido lastimero salió de sus labios. Poco antes de que se arrojaran sobre mí sentí a Evely quitarme a Ian de los brazos. 

Mi espalda se dobló y tuve que forzar mis piernas para no caer al suelo. Me estaban abrazando con tanta fuerza que sentí que me romperían las costillas.

"¡O Rashta es muy débil o estos dos son demasiado pesados!"

- ¡Hija! ¡HIJA MÍA!

- ¡NUESTRA HERMOSA NIÑA!

Oír sus voces desgarradas hizo que mi corazón se estrujara.

"¿Así que esta es la manera en que padres que sí aman a sus hijos actúan? Los míos nunca me abrazaban. No me abrazaron ni una sola vez."

Con lentitud los rodee a ambos con mis brazos. Las lágrimas ya se derramaban por mis mejillas por lo que no hizo falta fingirlas.

- ¡PADRES!

Durante nuestro emotivo encuentro no pude evitar sentir que era una persona terrible. Jugar con los sentimientos de unos padres que buscaron por tanto tiempo a sus queridas hijas.

Era ruin y egoísta.

Yo era ruin y egoísta.

La verdadera hija mayor del matrimonio Iskua y la verdadera hermana de Evely se llamaba Darta. Era una joven criada por un bandido llamado Vincell. Me sentí terrible de tener que ocultarles semejante información. Lo único que me reconfortaba era saber que la joven fue criada en un ambiente amoroso y que se enteraría de la verdad de la boca de su propio padre luego de todos los acontecimientos importantes de la novela. Eso me abría la posibilidad de encontrarla después y reunirla con su familia.

Cuando por fin rompimos el abrazo Evely se acercó con Ian en brazos. Las sonrisas de la pareja no pudieron ser más radiantes. A diferencia de a mí tomaron con delicadeza a su "nieto" para admirarlo.

Dando unos pasos atrás Evely y yo nos paramos una junto a la otra. 

- También se abalanzaron sobre mí en el pasillo de camino hasta aquí. Solo pude salvar a Ian, lo siento.

- No importa. Gracias por evitar que mi bebé termine echo puré. - le respondí y ambas ahogamos una risa.

Dándome cuenta que Pix se encontraba rezagado fui a donde él para tomarlo del brazo y llevarlo frente al matrimonio Iskua. Ellos lo miraron con atención.

- Él es Pix. Es mi abuelo. Él... Ha cuidado de mí desde siempre. - mi voz se quebró recordando cuando estuvo a punto de morir. - Sin él no estaríamos aquí ni yo ni Ian. Nos protegió con su vida.

Ante mis palabras pude ver las expresiones de la pareja pasar por múltiples fases. Era como si estuvieran tratando de imaginar todo lo que implicaban mis palabras. La pareja intercambió una mirada. La mujer se acercó a mí para devolverme a mi bebé, volviendo junto a su esposo y ambos se dirigieron hacía Pix.

- ¡Muchas gracias! - exclamó la mujer de cabellos castaños oscuros, abrazando al anciano.

El hombre de cabellos rubios platinados le puso una mano en el hombro pronunciando con voz quebrada. - Gracias por permitirnos reunirnos con nuestra hija. - y tras esas palabras se unió a su esposa en el abrazo.

No podía ver la expresión de Pix; pero por sus hombros contrayéndose y los sonidos que intentaba reprimir supe que estaba llorando.

Fue increíble cuantas lágrimas se derramaron en tan poco tiempo.

Cuando todos estuvimos preparados la audiencia empezó.

Pix se ofreció a quedarse con Ian hasta que todo terminara.

Se expuso nuestro caso ante los emperadores, la corte real y los reporteros, por lo que nos hicieron pasar al frente. El matrimonio Iskua relató el trágico acontecimiento que causó la pérdida de sus hijas. Evely y yo relatamos nuestras desafortunadas vidas, las cartas que nos fueron entregadas de manera misteriosa y nuestro feliz encuentro. 

Para cuando todos terminamos de hablar no había nadie en la corte real, salvo los emperadores, quiénes no estuvieran llorando.

Sovieshu nos miró con compasión. - Se les agradece por dejarnos escuchar sus testimonios.

- Sé lo difícil que debe haber sido. - agregó Navier siendo tan cordial como solo ella podía ser.

El emperador hizo un gesto con la mano y unas personas vistiendo elegantes trajes aparecieron por una puerta. - Desde que se nos comunicó este caso dispuse a un grupo de investigadores para que se aseguraran si la información era correcta. - comunicó al tiempo que uno de ellos se acercaba para entregarle unos papeles.

Contuve la respiración con ambas manos apretadas en mi pecho mientras veía a Sovieshu leyendo el documento. Mi corazón latía desenfrenado al punto que creí que sufriría un infarto. Pude ver de reojo a Evely y a la pareja igual de ansiosos y temerosos que yo.

"¡Solo habla de una vez!" grité en mi interior, reprimiendo el impulso de morderme la uña del dedo gordo.

Cuando finalmente Sovieshu terminó de leer miró al frente con una seria mirada.

- Lady Rashta y Lady Evely... ¡Son hijas legítimas de los Vizcondes Iskua!

Los gritos de alegría y regocijo se dejaron escuchar por todo el salón.

 La pareja de vizcondes corrió hacia nosotras para volver a abrazarnos.

No pude más que reír de alivio.

Sovieshu fue explicando los puntos de la investigación mientras yo recordaba la última vez que me reuní con el asesino que contraté.

- Lo haría gratis solo por la curiosidad de saber que estás tramando esta vez.

Un escalofrío recorrió mi espalda. 

"¿Esta será una buena idea?"

- ¿Qué es lo que quiere que haga, señorita? 

Con el corazón latiéndome a mil, respondí con firmeza.

- Planta evidencia en cada orfanato de la capital, de Bluvohan y todo pueblo cercano acerca de una mujer de mediana edad y apariencia enfermiza preguntando por dos bebés que en la actualidad deberían tener 16 y 18 años. Has parecer que la misma mujer frecuentaba los barrios bajos y el mercado negro en busca de la misma información. Debe parecer que esto ha estado ocurriendo por cerca de cuatro años. La información tiene que hacernos ver a Evely, la maga a quién dejaste la carta, y a mí como las niñas a quienes estaba buscando.

La risa divertida del asesino ante mi petición aún estaba grabada en mi mente.

Los Emperadores procedieron a establecer nuestros nombres a partir de este momento como Rashta Iskua y Evely Iskua. Se nos otorgaron los títulos de nobles e inclusive se le otorgó a nuestros padres una compensación monetaria por los años en los que ninguna autoridad real pudo encontrarnos, pese a que una simple ex niñera en condición de vagabunda pudiera hacerlo en solo cuatro años.

Debido a que Pix fue reconocido como mi cuidador también se le recompensó. Además, la pareja Iskua en agradecimiento decidió recibirlo en la familia.

- Lady Rashta.

Sorprendida de ser llamada me giré, descubriendo que se trataba de Navier. Con una sutil sonrisa me pidió acercarme. Nerviosa, caminé hasta ella con Ian en brazos, el cual me fue devuelto por Pix al estar preparándonos para partir e hice una reverencia al estar en su delante.

- Eso no hace falta. - habló con calma, extendiendo sus manos. - ¿Me permites?

Entendiendo lo que pretendía asentí con una enorme sonrisa, entregándole a Ian. El bebé parpadeó tratando de reconocer quién lo cargaba. No sé si confundió a Navier conmigo o el aura de la emperatriz le resultó cálida; pero balbuceó feliz extendiendo sus manitas hacia ella.

Navier sonrió encantada.

Sovieshu también. Claro que... su sonrisa era triste y... anhelante.

- Bebé, Ian, tienes una hermosa familia que te ama. Tu vida será maravillosa.

Conmovida por algo que solo pude imaginar en mis sueños más locos tomé a mi bebé y con lágrimas en los ojos le agradecí a mi emperatriz realizando una reverencia pese a que ella decía no ser necesario. Para mí, Navier se merecía eso y mucho más.

Finalizada la audiencia real los seis nos retiramos felices en medio de comentarios de felicitaciones y buenos deseos.

Justo antes de salir por las enormes puertas miré por curiosidad hacia el interior una vez más, topándome ni más ni menos que con la mirada de Sovieshu el cual, al darse cuenta que lo estaba mirando, me sonrió antes que las puertas se cerraran.

Una inquietante sensación me recorrió de pies a cabeza. Esta vez no pude evitar morder la uña de mi dedo gordo.

"Esto no es bueno. Ni para Navier ni para mí."

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