Blood White I (La historia de...

By Idoia_G

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Bianca aparece sin saber cómo en un almacén. Una preciosa mujer le dice que le dará la libertad, pero Bianca... More

Apertura y consejos.
Sinopsis
Intro Bianca
Intro Gabriel
Intro Sila
Cap. 1
Cap.2
Cap. 3
Cap 5
Cap 6
Cap. 7
Cap 8
Cap 9
Cap 10
Cap 11
Cap 12
Cap 13
Cap 14
Cap 15
Cap 16
Cap 17
Cap 18
Cap 19
Cap. 20
Cap. 21
Cap. 22
Cap. 23
Cap. 24
Cap. 25
Cap. 26
Cap. 27
Cap.28
Cap. 29
Cap. 30
Cap.31
Cap. 32
Cap. 33
Cap. 34
Cap. 35
Cap. 36
Cap. 37
Cap. 38

Cap 4

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By Idoia_G


03/07/2005

Hace trece días que me hicieron los exámenes médicos. Y por lo que he podido escuchar, hoy viene el médico en una visita regular. Solo espero que traiga mis resultados y acabar con esta incertidumbre de una vez.

No he conseguido sacarle ninguna información a Oana, a Raluca o a alguna de las chicas. Al menos, no de mí. Durante este tiempo me dedico a ayudar en la cocina, leer y escuchar música. He observado que todas las ventanas y puertas tienen rejas que son imposibles de abrir. Y también es imposible que una persona quepa por sus huecos.

Las chicas me han tratado genial. Son muy simpáticas, quizá por eso de que todas tenemos un pasado. Yo aún no lo tengo y espero que mi futuro sea más esperanzador.

Al menos he averiguado algo más de como funciona este mundo. Te raptan o compran, te mandan aquí y luego te mantienen ejerciendo la prostitución. Supuestamente con tus servicios pagas el que no te dejen tirado en la calle. Muchas de las chicas que hay aquí no tienen familia o sus familias no tienen para mantenerse. Y ellas están mejor aquí que en la calle. Un mundo inseguro donde la gran mayoría acaban ejerciendo una prostitución abocada a contraer enfermedades y enganchadas a las drogas.

Algunas de ellas me han contado su historia y es realmente triste. Algo que no encaja en todo esto, es que yo no pertenezco al estatus social del que vienen ellas. Yo vengo de una familia de clase media. Sueldos decentes, vivimos holgados sin ser ricos y no podemos decir que nos falte de nada. Incluso podemos viajar de vacaciones.

Por eso no entiendo qué hago aquí. Mariella, una de las chicas me ha dicho que dentro de la organización hay una rama encargada de coger gente por encargo. Como si se dijese, bajo catálogo, pero para ello previamente debe ser encargado. ¿De donde salen esos catálogos? Si a mí me han escogido ¿Por qué me han traído aquí? Cada paso que parece que doy hacia delante, corro dos hacia atrás. Es desesperante y no encuentro la salida, por más que la busco. Y los días siguen pasando sin tener noticias nuevas o informaciones claras. Y mi paciencia está llegando a su límite.

Estoy sentada en la cocina viendo cómo Raluca termina una sopa de verduras. Las chicas han tenido que ir al local a trabajar. Siempre pensé que la prostitución era un mundo de noche, pero es un negocio que nunca duerme. Hay clientes a todas horas y Oana es la mujer más ocupada que he visto en mi vida. He perdido la cuenta de cuántos idiomas es capaz de hablar.

Debe tener estudios, pues parece una mujer refinada, nada que ver con algunas de las chicas que apenas saben leer o escribir.

De mi hermana tampoco he conseguido información. Oana solo me ha dicho que al no ser virgen ha corrido otra suerte de la que ella no tiene información, ni acceso a ella. Yo creo que no me lo quiere contar. Pero he dejado de intentar obtener información.

Mi próximo paso será obtener los resultados de mis análisis y saber dónde me van a mandar. Por que algo que si me ha dejado claro Oana es que no voy a trabajar en su local. Eso me apena, porque aquí las chicas me han tratado genial. Y creo que con paciencia una puede llegar a salir de aquí.

Lo siguiente que debo hacer es intentar comunicarme con mis padres. Que sepan que sigo viva y que voy a buscar a Bianca. En todos los días que llevo aquí, todo el mundo parece haberme confundido con mi hermana y yo no se lo he desmentido. Petra ha dejado de existir y seguiré siendo Bianca hasta que me descubran. No sé si esto es positivo o negativo. Pero de momento estoy bien con ello.

Miro el reloj que cuelga de la pared. Son las doce en punto. Es la hora de comer, pero las chicas aún no llegan. Suena el timbre, debe ser el médico. Cruzo los dedos sin darme cuenta. Por dios, que se acabe este suplicio que ya dura días.

— Preciosa —Oana aparece por la puerta de la cocina seguida del doctor. Él viene sonriendo, pero Oana parece algo desencajada—, síguenos al despacho, tus resultados ya están.

No hay sonrisas, no hay caricias y no hay complicidad. Esto no puede ser bueno. Ni de broma es bueno.

Los sigo en un silencio abrumador que me da escalofríos. Me tapo con la mano los brazos como intentando infundirme calor. Entramos a una estancia dónde no he estado antes. Hay dos hombres parecidos a los que me cogieron en la calle de camino a mi casa, que me miran de arriba abajo y un tercero, alto, de ojos claros, pelo engominado y extremadamente guapo. Va con un traje parecido a los que salen en los desfiles de moda. Parece un tipo de esos ricos y poderosos.

— Caballeros, esta es Bianca y este es el Doctor Andrei, por favor, tomen asiento.

Todos nos sentamos donde Oana nos indica. Ellos, en un sofá de cuero negro a un lado de una mesa moderna de cristal. Oana queda en una esquina y el doctor y yo al otro lado de la mesa en dos sillones también de cuero.

La sala está decorada de forma bastante moderna, cortes rectos, toques minimalistas. Con una enorme mesa al fondo y dos estanterías blancas en un lateral llenas de libros.

— ¿Quieren tomar algo? —la voz de una muchacha semi desnuda a la que no he visto nunca me saca de mi ensimismamiento.

— Vodka, gracias —responde uno de los hombres.

Oana saca una carpeta y una libreta y el silencio reina la sala mientras la chica sirve las bebidas.

Cuando la chica desaparece del despacho, el ambiente se torna más pesado. No sé explicarlo. Es eléctrico.

— Bueno —la voz del doctor rompe el silencio. Parece nervioso— La señorita Petra Kuznetsova, nacida el quince de enero de mil novecientos noventa y ocho en Kolomna está completamente sana. No tiene enfermedades reconocidas en el sistema sanitario ruso. Se le han realizado las analíticas pertinentes, dando negativo en VIH, Hepatitis y enfermedades de transmisión sexual. En el reconocimiento vaginal se detecta que la joven aún mantiene su himen intacto —miro de reojo y todos parecen escuchar con atención. Oana bebe de su copa mientras el caballero guapo sonríe de lado—, es por tanto que su virginidad persiste. Las analíticas no presentan ningún valor anormal. Por lo tanto, todo está correcto.

Cuando el doctor termina de hablar me miro el regazo dónde me doy cuenta de que llevo un rato retorciéndome las manos con fuerza, llegando a causarme dolor.

— Perfecto —dice el hombre guapo—, Petra ¿eh? ¿Qué ha pasado con Bianca?

— Bianca no era virgen, señor —Oana habla en tono calmado.

— Ya... entiendo —me mira de arriba abajo—, debería decir que me pareces más guapa que tu hermana incluso.

El hombre se pone de pie y camina en mi dirección.

— ¡Ponte de pie! —me dice. Miro a Oana nerviosa y ella me cabecea asintiendo.

Hago lo que me dice, el hombre se acerca más y me acaricia el pelo dando una vuelta a mi alrededor. Me toma la mano, es suave y fina, de dedos largos. Y huele bien. Tira suavemente de mí y me lleva detrás de los sillones en el centro del despacho.

— ¡Denúdate! —me susurra y los vellos se me erizan.

Miro con terror a Oana que me quita la mirada y la aparta. Esto no puede ser real.

— ¿Quieres que te lo repita? —el hombre sube el tono de voz y con su mano me da una palmada fuerte en la nalga que me deja una sensación de escozor.

Niego con la cabeza y comienzo a quitarme el vestido que llevo. Apenas tardo un minuto en hacerlo.

— Preciosa —con su mano, el hombre recorre mi cuello y baja hasta tomar entre su mano mi pecho—. Valdrá —sigue bajando con la mano hasta llegar a mi pubis. Lo masajea por encima de las braguitas y luego se lleva la mano a la nariz y aspira.

Todo me parece tan asqueroso que bajo la mirada al suelo con vergüenza. No entiendo por qué Oana permite que me hagan esto. Me ha tratado tan bien todos estos días, que no me entra en la cabeza que permita este trato hacia mí.

Pero, no debo olvidar dónde estoy ni como he llegado aquí. He sido raptada, no he venido por mi propia voluntad y mucho menos me mantengo aquí por gusto.

— Bien —la voz del hombre me hace mirarlo.

— Bien —dice Oana que se levanta con la carpeta en las manos y la tiende sobre su escritorio—. Firme aquí —le indica al señor que ya está a su lado.

Cojo mi vestido del suelo y me lo pongo deprisa. Aunque ya da igual, todos en la sala me han visto ya.

Uno de los enormes hombres trajeados me sujeta de un brazo y el otro me toma del otro. Me remuevo un poco y los miro.

— ¿Qué... —quiero hablar, pero Oana se me adelanta.

— ¿Os la vais a llevar ya?

— ¿Para qué demorarlo más? —responde el señor guapo, que ya o me parece tan guapo.

— Bueno pensé que esto tardaría varios días y así podría prepararla bien.

— Lo ha hecho bien señorita Bogdam, la muchacha está perfecta. Y tenemos todo previsto para salir de aquí con ella.

— Claro —Oana se gira dándome la espalda y coloca la carpeta.

No dice nada más y no vuelve a girarse hacia mí.

— ¿Oana? —le grito mientras los hombres me arrastran. Pero ella no se gira, no me habla, es como si yo ya no estuviese allí. El doctor tampoco me mira. Parece absorto en el largo de sus uñas— ¿Oana?

Salgo del despacho prácticamente arrastras, las lágrimas se agolpan en mis ojos. Por el camino a la salida me cruzo con dos de las chicas que agachan la mirada ante nuestro paso.

— ¿Mariella? ¿Frida? —pero no hay más respuesta. Nadie parece escucharme.

— ¿Adónde me lleváis? —sigo retorciéndome. Pero es como si me dirigiese a una pared.

No me van a contestar. Nunca.

***

No habrán pasado más de dos horas cuando llegamos a otra enorme casa. Está en medio del campo, pero completamente vallada y parece estar electrificada. Casi como una cárcel.

Al principio de meterme en el coche, grité y les pregunté, pero nadie me hizo caso. Solamente recibía las miradas asquerosas del hombre guapo que solo sonreía ante mis palabras. Pero no había respuestas.

Dejé de esforzarme por conseguir respuesta y dejé de moverme. Pues me ataron las manos y me hacía daño con la cuerda.

— Hemos llegado —anuncia el conductor.

Bajamos del coche y tengo ante mí una mansión enorme.

— Va a ser una gran noche señor —un hombre nos recibe y sonríe al hombre guapo que me lleva sujeta de un brazo.

Caminamos hacia una regia entrada. Parecen los palacios de las películas de época que tanto me gustan. Ahora no me gustan tanto, la verdad. El hombre sigue sujetando mi brazo con firmeza. Nos dirigimos al interior parando de vez en cuando a saludar a hombres de todo tipo que le saludan. Yo siempre permanezco en un segundo plano, a pesar, de las miradas curiosas que todos me dirigen.

Y es normal, no me he cruzado con una sola mujer aquí. Llegamos a unas puertas y el hombre las abre haciéndome entrar al interior.

Dos muchachas prácticamente desnudas se acercan a nosotros y le hacen una reverencia al hombre. Ambas mujeres llevan la cara tapada con una especia de tela sedosa. Nunca había visto algo parecido.

— Preparadla, su nombre es —me mira de reojo y sonríe— Bianca, 16 años, virgen.

— ¡Sí, señor! —las chicas me sujetan del brazo y me dirigen al interior de un enorme salón lleno de mujeres desnudas.

Habrá como unas veinte o más. Las hay de todas las edades y razas. Lo único que tienen en común es su desnudez y que muchas de ellas tienen tanto miedo cómo yo.

Miro hacía atrás y el hombre ya ha desaparecido.

— Desnúdate —una de las chicas comienza a desabrocharme el vestido. La otra, ha traído un balde con agua y una esponja— ¡Tenemos poco tiempo!

— ¿Por qué tengo que estar desnuda? —ambas chicas paran y me miran. A pesar de estar tapadas por el velo, puedo ver su cara de tristeza o pena hacia mí. Pero ninguna contesta y siguen lavándome con ahínco.

Al cabo de un rato me pintan en el pecho el número quince con una especie de pasta negra.

— Cuando digan este número debes salir por allí —me indica una de las chicas con el dedo.

Asiento y me quedo sola junto al resto de chicas, esperando. Todas nos miramos, creo que esto no es bueno, para ninguna de nosotras. Hubiese preferido quedarme en la casa de Oana. Pero ahora no merece la pena pensar. Nada de esto ha sido decisión mía. Nada me lo he buscado yo.

— Eres la siguiente —una de las chicas me acomoda delante de ella y los nervios toman mi cuerpo.

Estoy temblando y sudando a partes iguales. No sé dónde estoy ni lo que me voy a encontrar ahí fuera. Me empujan con fuerza y con un traspiés salgo a lo que parece un escenario.

No veo nada, pues tengo un foco de luz blanca enfocándome directamente. Solo soy consciente de mi desnudez. Por eso me tapo un poco la pelvis y mis pechos. Lo que provoca un murmullo que parece porvenir de lo que hay al frente mío. Entrecierro los ojos e intento enfocar algo, pero, es imposible. La luz blanca me ciega haciéndome sentir vulnerable y pequeña. Es una sensación tan terrorífica que se me ponen los vellos de punta.

Cuando mis ojos se acomodan a la luz existente frente a mí voy viendo poco a poco. Al principio solo son sombras. Una sombra oscura y gigante. Luego son un cúmulo de pequeñas sombras y al cabo de un rato son personas. Son todos esos hombres que me he cruzado cuando hemos entrado aquí. Todos me miran con interés. Hay una voz que habla cosas en un idioma que no entiendo. Y ellos cuchichean entre sí.

Hablan de mí, estoy segura, y me siento irremediablemente ridícula. ¿Qué demonios es esto? Siento mi desnudez como un yugo sobre mi cuerpo que me aplasta. Nunca me he avergonzado de mi físico, pero hoy, no es vergüenza, es... no sé explicarlo. Pero solo quiero huir de aquí. Miro a mis lados y varios hombres a mi alrededor, armados con pistolas, vigilan que no me pueda escapar. Es ridículo y a la vez tan necesario. Porque creo que ninguna de las chicas que están aquí esta noche han venido de forma voluntaria. Y eso me hace sentir un escalofrío de miedo recorrer todo mi cuerpo.

En cierto momento los hombres comienzan a levantar la mano mientras la voz sigue hablando, cada vez más seguido y las manos siguen subiendo, una detrás de otra. Algunos hombres la levantan varias veces. Y entonces lo comprendo. Están subastándome, cómo si de un objeto se tratase. Lo he visto en los programas de subastas americanas de la tele. Es la misma dinámica. Y el objeto por el que los hombres pujan, soy yo.

Un temblor que comienza en mis pies y me recorre entera me embarga. Tiemplo de pavor, de miedo, de... asco. Alguno de estos hombres va a pagar dinero por mí. Y no sé que va a ser de mí después de esto.

No conozco la finalidad de esta transacción. Y eso me da más miedo aún. Mi cabeza es un hervidero. Había leído en artículos, acerca de la trata de mujeres, de la explotación de ellas como si fuesen ganado. Jamás podría pensar que me podría pasar a mí. Pero aquí estoy. Desnuda frente a cientos de hombres que pujan por mi cuerpo.

Un golpe seco me saca de mis pensamientos y vuelvo al escenario donde me encuentro. Se escucha un alboroto y dos de los hombres armados se echan sobre mí y me sujetan. Me empujan y comienzo a andar fuera del escenario. ¿Ya ha terminado? ¿Ya se ha acabado la puja? Ahora la realidad me aplasta. Y los nervios hacen mella en mí haciendo que me venza hacia un lado y vomite en el suelo, manchando los zapatos de uno de los hombres que me sujetan.

Ellos no se inmutan, paran y esperan que me reincorpore.

— Yo... lo siento —miro al hombre que ni siquiera me mira. Parece no importarle lo que ha pasado.

¿Tan acostumbrados están a que las chicas hagan esto?

— Princesa —el hombre que antes me parecía guapo y ahora me parece un monstruo, se acerca a mí—, me has hecho inmensamente rico. Nunca pensé que una chica como tú podría hacerme ganar tanto dinero. Oana tenía razón al decir que eras un caramelito.

No le contesto. Creo que estoy en shock. Escucho sus palabras y solo quiero cerrar los ojos y que al abrirlos todo sea un mal sueño.

—Vamos a lavarte un poco —me dice de nuevo tomándome ahora él en volandas—, vamos a ponerte lo más guapa que podamos. Nuestro cliente es muy exigente.

No sé que responder. ¿Soy virgen? ¿Yo no puedo satisfacerle? ¿Devuélvame a mi casa? Un batiburrillo de ideas se agolpan en mi cabeza y la única salida es regresar a casa con mis padres. Sus caras se vienen a mi mente. Y mis ojos se llenan de lágrimas. No puedo evitar llorar mientras soy transportada como un cuerpo sin vida. Esto no puede ser real, esto no puede ser real, esto no puede ser real. Me lo repito como un mantra que en cualquier momento se puede hacer realidad. Pero no lo hace y esto es lo más real que hay en el mundo.

Mi vida ha terminado. Acaban de matar a Petra Kuznetsova. Ha dejado de existir. Mi nuevo captor me ha llamado Bianca, y me ha hecho un favor. Petra ha muerto, pero al menos llevando el nombre de mi hermana la mantendré con vida a ella en mí. Ella me hará fuerte, me mantendrá atada a mis padres, a mi familia y a la única misión que tengo. Regresar a casa. Para siempre. 

Otro día más publico un capítulo. Sé que es duro, pero esta historia está llena de la cruda realidad que muchas mujeres viven a día de hoy. 

Espero que os esté gustando. 

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