Yin. El bien dentro del mal

De teguisedcg

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Algunos son consumidos por el fuego. Otros nacen de él. *** Fa... Mais

Antes de leer...
«Epígrafe»
I | El inicio del fin
II | Verdades a medias
III | Cúmulo de emociones
IV | Huyendo del incorrecto
V | Enemigos en secreto
VI | Espectro con complejo de espía
VII | Misterio grabado en la piel
VIII | ¿Hasta dónde estás dispuesto a llegar?
IX | Mentiras y verdades a medias
X | Directos al Inferno
XI | El peso de la pérdida
XII | A la caza de la heredera
XIII | Realidad surrealista
XIV | Enfrentar a la muerte
XV| Planes con tendencia suicida
XVI | Cambios de planes... otra vez
XVII | De vuelta a casa
XVIII| El sacrificio de querer
XIX | Expuestos a la luz de la luna
XX| Retorcido encuentro familar
XXI| Ahogándose en la culpa
XXIII | Consecuencias de arder
XXIV| No apagues tus sentimientos
XXV| A base de recuerdos
XXVI | La consecuencia del cambio
XXVII | La posibilidad de arrepentirse
XXVIII| Hora de la verdad
IXXX| El error de bajar la guardia
XXX| Su fuego interior

XXII| El poder y su castigo

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De teguisedcg



El poder y su castigo

Estaban todos reunidos en el salón de los Abor.

Meissa le dio un nuevo sorbo a su té mientras observaba como su hija y el tigot no dejaban de moverse de un lado al otro del salón.

Había llegado inquietos del instituto y hablaban acelerados de algo que seguía sin comprender.

Continuaban inquietos, pero no habían dicho absolutamente nada en veinte minutos. Así que el silencio había invadido cada rincón del lugar, poniendo en sobre alerta a Meissa, porque sospechaba que lo que sea que los dos niños estaban maquinando, no debía ser bueno.

Le dio un nuevo sorbo a su té antes de dejar la taza sobre la mesa y levantarse del salón. Se estiró la túnica blanca que vestía y carraspeó, captando la atención de ambos, pero no dijeron nada.

Se marchó a la cocina con la taza en la mano, la dejó en el fregadero y regresó de nuevo al salón, donde todo parecía igual que hacía un par de segundos.

—¿Pensáis hablar en algún momento, queridos míos? —cuestiono, captando de nuevo la atención de los dos.

Orión y Nashira intercambiaron una mirada entre ellos.

Ella, por otro lado, volvió a sentarse en el sofá y alcanzó una de las revistas que descansaba sobre la mesa de café. Hojeo un par de veces una de ellas, esperando con la escasa paciencia que mantenía que alguno de los dos hablara, pero no ocurrió.

Orión terminó por sentarse en el pequeño sillón, después de dar incontables vueltas sobre sí mismo; Nashira, sin embargo, se mantuvo de pie, empezando a mordisquearse las uñas de los dedos.

—Hija, deja de comerte las uñas —la regañó con dulzura, a pesar de lo irritada que estaba por el pacto de silencio que mantenían.

Nashira levantó la vista del suelo en respuesta y clavó su par de ojos grises —idénticos a los suyos— sobre ella. Observó como tragó saliva con dificultad y soltaba el aire con lentitud.

—¿Mamá?

—¿Dime? —respondió Meissa, palmeando el lugar de su lado en el sofá.

No obstante, Nashira terminó por acallar lo que sea que pensaba decirle.

Orión y ella volvieron a intercambiar una mirada mientras que el silencio denso de todas las incógnitas que comenzaban a invadir la cabeza de Meissa.

—¿Niños?, ¿qué pasa? —cuestionó, perdiendo la escasa paciencia que había conseguido mantener.

Orión y Nashira volvieron a intercambiar una mirada entre ellos antes de que su hija se atreviera a romper el silencio en el que se había sumido el silencio una vez más.

—Orión y yo hemos estado dándole muchas vueltas a todo lo que ha pasado últimamente y creemos que deberíamos hacer algo por Fayna.

A Meissa no le pasó desapercibido el temblor en su voz, pero ante de que fuese capaz de añadir nada Magec y su marido aparecieron por la puerta de la entrada.

Últimamente siempre se fijaba en los ojos de Magec y como estos seguían teñidos de una tristeza igual de profunda que las fosas del acantilado de Tizziri.

Nunca lo había visto tan decaído, ni siquiera cuando lo desterraron del Tigotán, arrebatándole su puesto de Faycán.

Se levantó del sofá a la misma vez que lo hicieron Nashira y Orión. Ambos hombres intercambiaron una mirada y su marido dejó entrever una pequeña sonrisa socarrona, desconcentrándolos a los tres ante la actitud de ellos. Meissa agudizó la vista y se fijó en el par de botellines de cerveza que tenía en la mano. Magec parecía avergonzado por ello mientras que su marido simplemente intentaba disimular lo mejor que podía delante de ella.

—No queremos molestaros. Estaremos en la cocina —habló el gran Abor, avanzando en dirección hacia ella.

Ninguno de los tres apartó la vista de los hombres hasta que cruzaron el umbral, dejando que el silencio reinase de nuevo sobre ellos.

Meissa se dejó caer de nuevo en el sofá. Nashira y Orión por otro lado, parecían incluso más tensos que antes.

Comenzó a desesperarse con los dos ante sus posturas porque seguía sin entender qué estaba maquinando sus pequeñas cabezas.

Volvieron a hacer lo mismo que antes, no hablaban, solo intercambiaban mirada furtivas entre ellos, como si ella no fuese capaz de darse cuenta. Como si ni siquiera estuviera delante.

Se fijó en que su hija volvía a morderse las uñas con nerviosismo. Abrió la boca para regañarla, pero la cerró de golpe cuando uno de los dos por fin decidió hablar.

—Pensamos que debería suceder lo mismo que pasó la otra vez —soltó Nashira de manera precipitada, con la voz un poco más aguda de lo normal. Meissa centró toda la atención sobre su hija sin llegar a comprender del todo a qué se refería. Ella parecía encogerse ante el intenso escrutinio—. C-Creemos que lo mejor sería borrarle la memoria a Fayna.

Antes de que pudiera añadir nada más, alguien tosió a sus espaldas.

Observó como el joven tigot, con su mirada igual de verde que los montes de Gran Sarín —o por lo menos al igual que solían ser— se fijaban en ella. Estaba incluso más tenso que su hija.

Carraspeó una última vez antes de atreverse a pronunciar una sola palabra.

—Fayna sigue estando bajo las influencias de Leo. —Hizo una pausa y suspiró, en espera a que ella reaccionase, pero no supo qué decir. Asintió con la cabeza, alentándole a seguir—. Ahora es mucho más fácil para él manipularla. La culpa de que su madre esté en Echeyde es demasiado para ella.

—¿Y vuestra mejor solución es borrarle la memoria? —cuestionó, arqueando la ceja izquierda de manera inquisitiva.

Sintió una especie de deja vu manteniendo esta conversación.

—Mamá —habló Nashira, captando su atención de nuevo—. Lo hemos deliberado bastante. Todo esto —hizo aspavientos con las manos mientras continuaba con su discurso—, es demasiado para ella. Se le está yendo de las manos.

Meissa no supo qué decir en un principio.

Aunque lo peor, en realidad, fue sentir como le hormigueaban las puntas de los dedos por la necesidad de volver a utilizar su poder y como dicho hormigueo se convertía en un cosquilleo que ascendía a través de su cuerpo, pero no le gustaba el motivo por el que lo iba a utilizar.

—Es demasiado duro para soportarlo. Está sufriendo.

La voz de su hija se rompió en la última palabra y se retiró un par de lágrimas que se habían escapado de sus ojos. La observó tragando saliva con dificultad antes de erguirse en su sitio.

Orión volvió a rebatir sus razones y Nashira añadió nuevos argumentos, igual de incoherentes que los de su amigo.

El solo hecho de que se hubieran planteando la opción de llevar a cabo aquello que estaban diciendo no le gustaba nada.

Sabía que no sería capaz de realizarlo una vez más —o eso pensaba—, no después de saber todo el sufrimiento que conllevaba, las noches en velas en consecuencia, la soledad como única compañera en su habitación y el dolor emocional que supuso para la pequeña.

Todas las emociones se arremolinaron en su interior, batallando una guerra entre el deber y el querer, donde revivían viejos recuerdos que creía tener enterrados y llenos de polvo —resultando no ser así—.

—¡Silencio!

Ambos se callaron de golpe ante su grito, observándola fijamente. Meissa tomó una larga bocanada de aire mientras se masajeaba la frente, volviendo a considerar la opción.

«¿Realmente lo estaba haciendo?».

—El uso de un poder como aquel, supone una gran consecuencia —explicó de la manera más calmada que pudo, sintiendo que esa frase ya la había dicho, en el mismo salón, con el mismo motivo, pero a una persona distinta.

Porque esta vez no era Chaxiraxi quien le pedía que borrara la memoria de su hija, sino que ahora eran sus amigos.

—¿Cuál?

—No es concreta. Siempre se puede manifestar de distintas maneras y en diferentes magnitudes, pero todo desemboca en lo mismo: la persona afectada por dicho poder debe sufrir por modificar el curso de las estrellas, la influencia del equilibrio y el balance del orden —dijo, volviendo a respirar con profundidad, sintiendo esta vez dos nuevos pares de ojos clavados sobre ella—. No es la primera vez que le borro la memoria, queridos míos. Aunque me habría gustado que después de tanto tiempo hubiera sido la última.

Nashira la miró con los ojos muy abiertos, sorprendida por la confesión y Orión tragó saliva con dureza, sin dejar de repiquetear la punta del zapato contra el suelo.

—¿Qué pasó? — se atrevió a preguntar, después de titubear. Meissa lo miró de la manera más amable que pudo, pero no lo consiguió y se fijó en como los nervios dentro de él resurgían con fuerza—. Después de todo este tiempo, ¿le sigue sucediendo?

—¿Suceder qué? ¿El castigo? —preguntó, a lo que Orión asintió con la cabeza—. El castigo de Fayna no fue, ni es demasiado severo.  Al borrarle la mente le provocó tener pesadillas que distorsionaban sus recuerdos, pero si lo volviera a utilizar sobre ella temo que estas puedan volverse más nítidas... y terroríficas.

Un par de pasos pesados interrumpieron la conversación entre ellos.

Magec y Gran Abor intercambiaron una mirada confundida ante el silencio repentino de su llegada. El primero se sentó en uno de los pequeños sillones azules que había rodeando la mesa de café, a la derecha de Orión, y el segundo se sentó al lado de su mujer en el sofá.

—¿Qué estabais maquinando sin nosotros? —cuestionó divertido Abor, mirándola antes de centrar la mirada ceniza en su hija.

Meissa se aclaró la garganta un par de veces, centrando toda su atención en Magec que se tensó ante su escrutinio.

—Hay que volver a hacerlo —musitó con voz débil.

Observó como parpadeó un par de veces como si no terminara de entender que era «eso» que había que volver a hacer.

Entonces, paseó los ojos entre los presentes y el entendimiento surcó su mirada. Se dejó caer hacia atrás, derrotado al comprenderlo.

Asintió con lentitud.

Ya no había vuelta atrás, la decisión estaba tomada.

Sin embargo, no estaba segura de si serían capaces de afrontar las consecuencias.

N/A: El gif representa perfectamente a Meissa en estos momentos para sinceros.

Este capítulo me crea mucha emoción porque significa que solo queda una semana para MI CAPÍTULO FAVORITO. Es, sin duda alguna, el mejor de todo el libro. Os lo digo en serio. Está feo porque soy la autora, pero las cosas como son.

Hay una conversación que AAAAAAAAA

Es más, os voy a dejar un pequeño adelanto de ella:

"—Los sentimientos nos queman, Fayna —susurró con voz grave, sin disimular el atisbo de tristeza al hablar—. Ardemos si no los apagamos a tiempo."

Y, no sé si lo visteis en instagram, pero vuelven las actualizaciones semanales (los viernes como hoy), así que reservarme ese día para este grupo tan peculiar y para nuestra pequeña ctonic con aspecto de tigot.

Nos vemos el próximo viernes, mayantigos 🖤🔥

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