El Hada de los Dientes (en pa...

By Andoni934

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Martín está en su último año de instituto y pretende aprovecharlo al máximo junto a su grupo de amigos de tod... More

Parte 1: El Tarro de los Dientes
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 13
Capítulo 14
¡Anuncio especial!
Parte 2: El Origen de los Dientes

Capítulo 12

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By Andoni934

8 de noviembre de 2022.

Mireia: Joder, ¿estáis viendo las noticias?

Mireia: Rosa también ha muerto.

Mireia: Tenemos que hablar con la puta policía. Esto no es normal.

Julia: Vamos a calmarnos.

Julia: Tenemos que pensar.

Mireia: Julia, ¿Qué cojones quieres pensar?

Mireia: ¿Cómo que nos calmemos?

Mireia: Tres de nosotros están muertos, Julia. MUERTOS.

Mireia: Igual tú tendrías que haberte pensado mejor lo de hacer la puta ouija.

Julia: ¿En serio vamos a seguir asumiendo que todo esto es culpa de la ouija?

Mireia: Julia, joder, ¿que coño va a ser sino?

Mireia: Martín, por favor, dime que piensas como yo.

Martín: Nunca he creído en fantasmas ni en nada por el estilo, pero... ¿qué más puede ser sino?

Martín: Yo estoy con Mireia.

Julia: Vale. Supongamos que tenéis razón y que todo esto es por un espíritu vengativo, un fantasma o lo que sea.

Julia: Queréis ir ala policía y decirle, ¿qué? Lo único que vamos a conseguir es que nos ingresen en un psiquiátrico.

Mireia: En eso tienes razón...

Julia: Mirad, vamos a hacer una cosa.

Julia: Mañana es fiesta y mis padres se han ido hoy a Zaragoza a ver a mis abuelos, así que tengo la casa vacía.

Julia: Vamos a pasar la noche los tres juntos, así no nos pasará nada.

Mireia: Técnicamente en las películas de terror si los protagonistas están juntos es bastante más difícil que pasé algo. Así que sí, me apunto.

Martín: Yo también.

*******

Estábamos los tres en casa de Julia. Acojonadísimos. Cuando llegamos dejamos todas nuestras cosas en la habitación de Julia y luego bajamos al salón. No sabíamos que hacer. Los tres estábamos en silencio, sin decir una palabra, mirándonos los unos a los otros. No sé muy bien si no sabíamos qué decir, o si simplemente creíamos que era mejor no decir nada. Dijésemos lo que dijésemos, iban a ser conjeturas. ¿Qué nos iba a pasar? ¿Ibamos a morir? ¿Iba a ser esa misma noche?

Cada uno teníamos nuestras paranoias y nuestras dudas, y contarlas y mezclar las paranoias de tres adolescentes acojonados no era muy buena idea. Oh, vaya, al parecer, Mireia no pensó igual que yo.

—Me parece surrealista que estemos viviendo en una película de terror—comentó acurrucada en el sofá.

—¿Y en qué película crees que estamos? —le pregunté yo.

—En una mezcla entre Scream, Halloween y Ouija.

—¿Qué quieres decir con eso? —preguntó Julia confusa. Estoy seguro de que no se había visto ninguna de esas películas.

—Creo que estamos en un slasher sobrenatural. Tenemos un asesino a lo Scream, por lo que ha dicho la policía en las muertes se utilizaron cuchillos y machetes. Pero las muertes tan brutales son más estilo Halloween. Esa sería la parte slasher. Pero, hasta donde sabemos, el asesino no es una persona, es un un espíritu, así que es como si ghost face o Michael Myers fuesen fantasmas.

—No me he enterado de nada —confesó Julia.

—Me lo imaginaba —Mireia cogió una manta y se la echó por encima—. Martín al menos me entiende.

Yo asentí con la cabeza, pero no dije nada. Aún tenía en mente los dientes sangrientos que había encontrado hacía dos días en mi casa. La situación me estaba superando tanto que estaba empezando a tener alucinaciones.

—Julia, tía, esa camilla da mazo mal rollo —dijo Mireia señalando una camilla llena de pinchos que se encontraba en el salón, no muy lejos del sofá.

—¿Qué quieres que le haga? A mi madre le va ese rollo de la acupuntura, la meditación y esas movidas.

—¡Eh! Tierra llamando a Martín —me dijo Mireia al ver qué estaba absorto en mis pensamientos—. ¿En qué estás pensando?

—En nada —mentí —. Voy a ir al baño, que me estoy meando.

Me levanté y me dirigí al lavabo del segundo piso. No se lo había querido decir a las chicas, pero había empezado a sentirme mal hacía un rato. Cuando entré en el baño, me miré en el espejo y vi que unas cuantas gotas de sudor estaban empezando a recorrer mi frente. Joder, que mala cara tenía, me sorprende que ellas no se hubiesen dado cuenta de que estaba en la mierda. Abrí el grifo y me refresqué la cara con agua.

Aunque el agua me ayudó a aliviar el calor que sentía, me seguía encontrando igual de mal. Me tuve que apoyar en él lavabo porque me estaba mareando. Por alguna razón, la vista se me había empezado a nublar. Veía borroso y la cabeza me daba cada vez más vueltas. Sentía como me iba quedando sin fuerzas, casi no podía seguir agarrándome al lavabo. Hasta que, de pronto, me quedé completamente sin fuerzas y todo se fundió a negro. Me desmayé.

*******

Oye, Martín estaba un poco raro, ¿no? —comentó Mireia, que seguía acurrucada en el sofá.

—Ni idea, no me he fijado —Julia estaba con el móvil, como si le diese un poco igual toda aquella situación. Desde el piso de arriba se escuchó un golpe seco y las dos se asustaron. Julia dejó caer el móvil de golpe y su cara pasó de despreocupación a miedo.

—¿Qué ha sido eso? —preguntó Julia mirando hacía el techo.

—¡Martín! ¡¿Todo bien?! —gritó Mireia, pero nadie contestó—. Voy a subir a ver qué pasa.

—¡No! —Julia la detuvo agarrándola del brazo—. Y sí...

No pudo terminar la frase, porque ambas escucharon como una de las puertas del piso superior chirriaba. Gritaron mi nombre al unísono, llamándome, pero no contesté. Nadie contestó.

—Voy a subir —repitió Mireia y se levantó hacía las escaleras, seguida por Julia que se mantenía a una distancia prudente.

Mireia comenzó a subir las escaleras, que se doblaban a medio camino para continuar hacia arriba. No había subido ni dos escalones cuando, de pronto, todas las luces de la casa se apagaron. Por suerte, el chalet estaba lleno de ventanas y la luz de la luna era suficiente como para ver lo suficiente.

—Mireia, no subas —susurró Julia desde el salón, mientras veía cómo su amiga iba avanzando poco a poco hacía el piso superior.

Pero los escalones del piso superior comenzaron a crujir, y Mireia se detuvo en seco. Alguien estaba bajando. Poco a poco, una mano que sostenía un largo cuchillo fue emergiendo de la esquina en la que las escaleras doblaban y, seguida de la mano, un horrible rostro comenzó a surgir. Su cara blanca, sus profundos y blancos ojos y su enorme sonrisa, dejaron a Mireia paralizada en el sitio.

Aquel ser siguió bajando los escalones hasta que se plantó completamente frente a Mireia, mirándola fijamente a los ojos. Mireia comenzó a bajar los escalones de espaldas, sin quitar un ojo de encima a el Hada de los Dientes.

—¿Qué le has hecho a Martín? —preguntó Mireia asustada, casi no le salió la pregunta. El Hada de los Dientes no respondió, pero comenzó a bajar los escalones lentamente.

—Joder, Mireia. ¡Es Martín! ¡El Hada de los Dientes es Martín! ¡Corre! —Y según Julia gritó, el Hada de los Dientes se abalanzó sobre Mireia, pero ella se movió rápido y el cuchillo se le clavó en el brazo en lugar de en un lugar mortal.

El Hada de los Dientes o... Martín (si, yo) sacó rápidamente el cuchillo del brazo de Mireia y ésta no dudo ni un segundo en comenzar a correr. Llegó a la isla que se encontraba en el centro de la cocina y el Hada de los Dientes, que la había seguido, se colocó en el otro extremo.

Mireia analizó las opciones que tenía. Miró a su alrededor, buscando algo con lo que pudiese defenderse, pero no vio nada realmente valioso. Lo único que tenía al alcance era el frutero de la encimera. Lo cogió y se lo lanzó con fuerza a el Hada de los Dientes. Le dio de pleno en la cabeza, haciendo que soltase el cuchillo, que cayó al suelo ruidosamente.

Aprovechó aquel momento de distracción para salir corriendo hacia la puerta, pero estaba cerrada. Comprobó las ventanas cercanas y también estaban cerradas. No tenía muchas opciones. Tenía que probar con las ventanas del piso superior. Corrió hacía las escaleras y las subió rápidamente, de dos en dos escalones. Una vez arriba, tuvo que decidir rápidamente, casi al azar, en qué habitación meterse. El baño tenía pestillo y podía aprovechar aquel obstáculo para ganar algo de tiempo.

Entró rápidamente al baño y cerró la puerta a todo correr, echando también el pestillo. Intentó escuchar lo que sucedía fuera, pero no escuchó nada. Por cierto, ¿Dónde estaba Julia? ¿Qué había pasado con ella?

Mireia comenzó a andar hacía atrás, sin quitar los ojos de la puerta, pero cuando había retrocedido unos cinco pasos, se tropezó con algo que casi la hizo caer. O alguien. Se giró rápidamente y... me vio a mí. Tumbado en el suelo. Desmayado.

—Martín, me cago en la puta— maldijo sin pensar. Me zarandeo todo lo que pudo pero yo no me despertaba—. Dios mio no eres tú. No eres tú. Pensaba qué.. Menos mal que no eres tú. Martín despierta, por favor.

Al ver que no me despertaba, Mireia arrastró mi cuerpo hasta el interior de la bañera, me ocultó con mantas y extendió la cortinilla.

—Joder, Mireia, piensa. ¿Qué cojones hago? —maldijo para sí misma.

Se acercó sigilosamente a la puerta y volvió a poner atención a los ruidos del otro lado. Silencio completo. No escuchaba nada. Acercó más las oreja a la puerta, sólo para asegurarse de que no se escuchaba nada. Pero en ese momento, unos fuertes pasos se comenzaron a escuchar por el pasillo. Antes de que le diese tiempo a apartarse, un cuchillo atravesó la puerta, atravesando también la mejilla de Mireia y desgarrándole la lengua. El cuchillo se retiró rápidamente y volvió a atravesar tanto la puerta como la cara de Mireia.

El Hada de los Dientes golpeó con fuerza la puerta, derribándola. Miró a Mireia mientras limpiaba la sangre del cuchillo en su túnica y, después, agarró a Mireia de un pie y la arrastró por el pasillo, dejando un rastro de sangre tras de sí.

La llevó así hasta el piso de abajo, mientras Mireia se golpeaba la cabeza con cada uno de los escalones. Una vez en el salón, el Hada de los Dientes la tumbó boca arriba y comenzó a dar saltos al rededor de ella. Daba pequeños saltos de alegría y, de vez en cuando, aplaudía con ilusión. Se puso encima de Mireia, analizándola con su terrorífico rostro y, sin previo aviso, la comenzó a hacer cortes con el cuchillo por todo el cuerpo.

Cuando el cuerpo de Mireia estaba lleno de profundos hilos de sangre, el Hada de los Dientes paró y le abrió con violencia la boca. Metió el cuchillo en su interior y comenzó a arrancarle los dientes. Mireia no paraba de gritar, de agitarse y de patalear, pero con cada diente que le sacaba, menos fuerzas tenía. Sé moría y ella lo sabía.

El Hada de los Dientes ya le había sacado cinco dientes pero, de pronto, sintió como algo iba mal. De la misma forma que Mireia se quedaba sin fuerzas, el también lo estaba haciendo. Poco a poco, su cuerpo se iba haciendo traslúcido e intangible. Comenzó por sus extremidades, dejando caer el cuchillo al suelo, y se extendió por el resto de su fantasmagórico cuerpo. Se desvanecía. Se le había agotado el tiempo. Pero ese no iba a ser el final. Volvería. Puede que no en aquel cuerpo, pero volvería. El Hada de los Dientes se esfumó, dejando una túnica negra y una aterradora máscara en el suelo. Vacías.

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