Out of Love

By 8-Goreyer

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[Lorenzo/Gabo] Después de una ruptura, vuelven a reencontrarse. More

Capítulo 1: Des-enamorado
Capítulo 2: Alguien a quién solía conocer

Capítulo 3: Pensando en ti/Un día (One day)

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By 8-Goreyer

Anna lo deslumbró. Ella era como una bella muñeca rusa, con facciones delicadas y un carácter risueño, algo que Gabo no esperaría de una mujer rusa.

Por mucho que quisiera no aceptarlo, que quisiera borrarlo para al menos tener una mínima esperanza de volver con Lorenzo, esa era la verdad. Por mucho que su arrepentimiento creciera con cada día que pasara, no podía cambiar el pasado. Si tuviese una sola oportunidad, lo haría sin pensarlo dos veces. Pero, lo hecho ya estaba hecho. Había creído que una simple atracción era mucho más grande e importante que el amor que, ilusamente, había creído se había estancado.

Había cometido el grave error de compararlos, y en ese momento de destello, la balanza se inclinó hacia Anna, y olvidó todo lo que Lorenzo significaba para él, lo que había ocurrido entre ellos, lo que probablemente jamás iba a volver a tener.

Dejó ir a Lorenzo tan fácil, como si todo lo que construyeron en los años que salieron no tuviese importancia. Y Anna no tenía nada de culpa, todo recaía en él. No comprendía cómo tuvo el valor de terminar con Lorenzo, de desecharlo para comenzar una relación con Anna, la cual ni siquiera llegó a florecer. No podía besarla porque su cuerpo no podía borrar a Lorenzo así de simple como creyó. Para hacerlo peor, Anna entendió y se despidió de él con una sonrisa y le dió esperanza. Hubiese preferido una bofetada, maldiciones, una mirada gélida.

Y no hubo día en el que no se recriminó lo estúpido que fue al cambiar a Lorenzo. Cada día, trataba de buscar una manera de que Lorenzo regresara a su vida. Pero, solo se estaba engañando a sí mismo, pues aún si lograba el perdón de Lorenzo, no sería lo mismo, y todo por su estupidez. Tal vez, se merecía estar sin Lorenzo hasta el fin de sus días, se merecía ver a alguien más haciendo feliz a la persona que él dañó.

☆☆☆◇☆☆☆♧☆☆☆♤☆☆☆

Gabo no iba a darse por vencido, no podía y no quería. Recuperaría a Lorenzo de una forma u otra. Pero, Lorenzo se había desvanecido. Diego no le permitió entrar a la casa en la que había pasado mucho tiempo, esa casa que ya era su segundo hogar. No llamaría buena a la relación que compartía con el padre de Lorenzo. Se soportaban porque Lorenzo estaba en medio. Y aunque el señor Diego pareciera tener sentimientos de piedra, Gabo sabía que se preocupaba por su hijo y lo quería a su manera. No tenía duda de que si Lorenzo no le dijo acerca del rompimiento, él lo dedujo. Ahora tenía una razón para correrlo de su casa y no sentir remordimiento. Gabo había vuelto día a día. Rogándole al hombre que le permitiera hablar con su hijo, pero cada día, Diego le negaba la entrada. 

—Entiende, muchacho. Se fue a México con su mamá. Ya no está aquí.

Al principio creyó que era una mentira. Pensó que Lorenzo le había pedido que le dijera eso para que desistiera. Gabo no llamó porque sabía que Lorenzo no iba a contestar. Decidió mandarle mensajes por las redes sociales. Había pensado que Lorenzo iba a bloquearlo o eliminarlo, pero no. Sus mensajes no tenían respuesta, y parecía que Lorenzo no se conectaba, y si lo hacía, Gabo no se daba cuenta.

Deseaba verlo, tocarlo, escuchar su voz. Deseaba que todo volviera a cómo era antes, pero eso jamás iba a suceder. 

Los primeros días, Gabo estaba en negación. Aún tenía la oportunidad de recuperar a Lorenzo, de retractarse de lo que había dicho, pero el tiempo no iba a detenerse. Aceptó que Lorenzo ya no estaba en Argentina cuando él subió una foto de su madre, con la descripción: Lejos. No era una mentira. Pero él lo sabía, porque ya no veía a Lorenzo en la universidad, y Ezequiel no dudaba en reclamarle que su amigo tuvo que irse porque no podía soportar el dolor que le había causado. 

El hábito de fumar se hizo presente, y se volvió una adicción. Fumaba para no pensar, para relajarse y poder dormir. Comenzó a usar la ropa que Lorenzo había dejado, pero no era suficiente. Gabo se perdía en los recuerdos, en las sensaciones fantasmales que Gabo deseaba volver a tener, en esas memorias que quería volver a vivir. Era una esclavo del pasado. Llegó a convertirse en un estorbo para Felipe y su abuela. Le había dejado su responsabilidad a Felipe, además, estaba a punto de ser expulsado de la universidad por la cantidad de faltas. Gabo había dejado de funcionar como debería.

La única manera que Gabo tenía como contacto con Lorenzo eran las fotos que él pocas veces subía. Y luego, Gabo perdió la poca sanidad que quedaba en él cuando vio las fotos en dónde Lorenzo salía con un chico rubio. Gabo podría engañarse, decirse que era un simple amigo, porque la cercanía y la sonrisa tenue de Lorenzo no le permitían pensar así. Gabo se volvió un huracán y destrozó todo aquello que podía. El monstruo vil lo consumió. Los pedazos de vidrio caían al suelo con un sonido estruendoso. Gabo golpeó lo que tenía a su alcance. Lorenzo no podía salir con alguien más, no podía. En algún punto, se quedó dormido en medio del desorden, sollozando. Cuando Felipe llegó, lo primero que notó fue la cajetilla vacía, y después, los dedos ensangrentados de su amigo, quien estaba tirado en el piso.

—¡Gabo! ¡Gabo!— Felipe se hincó. Movió el hombro de su amigo con suavidad. 

Gabo abrió los ojos. Felipe respiró hondo, aliviado. 

—¿Qué hacés en el piso? Pensé que habías hecho algo de lo que te arrepentirías.

Gabo se incorporó lentamente. Sus ojos anunciaron su llanto. Las lágrimas hicieron el mismo recorrido, de los ojos hasta el cuello.

—Ya lo hice, Feli. Él no va a volver, él ya no me quiere— Gabo dijo, entre hipidos. 

Felipe lo abrazó. Esta escena se había repetido un centenar de veces. Felipe se había quedado sin palabras que ayudaran a comprender a su amigo que era cuestión de tiempo, que quisiera o no, tenía que enfrentar lo que había hecho y continuar, superarlo. Y a su vez, Lorenzo debía hacer lo mismo.

—Debo de ir a México. Tengo que hablar con él. Todavía podemos…

—Gabo, Gabo, oye Gabo. Respirá— Felipe se apartó del abrazo —No podés hacer eso. Solo piénsalo. México es un país grande. No sabes dónde está. Y su papá no va a decirte, y mucho menos sus amigos.

—Lo voy a encontrar.

—No, Gabo. Ya tienes que aceptarlo.

—No puedo hacer eso. 

Felipe usó las mangas de su camisa para limpiar el llanto de su amigo. Las lágrimas corrían como un río desembocado. 

—Vamos, te llevaré a la cama y te haré algo de comer, ¿sí?

Nunca podría agradecerle a su amigo el estar allí, ser un soporte que necesitaba, ser el camino de la razón. Y era verdad, el tiempo llevaría a cabo su labor de sanar, pero las cicatrices serían un recordatorio permanente. Porque Gabo jamás iba a dejar ir los recuerdos, su cerebro se oponía a almacenarlos. Gabo todavía visitaba los lugares a los que acostumbraban ir, los lugares que eran de ellos, dónde habían rehecho cientos de memorias una y otra vez. Gabo iba a la playa a recordar, a tratar de vencer el arrepentimiento, a buscar un plan de acción. Gabo siempre iba de paseo a los momentos felices, a las peleas, a las primeras y últimas veces. Gabo sonreía al recordar, pero luego se borraba al imaginar que Lorenzo lo haría con alguien más. Le dolía que Lorenzo tenía todo el derecho de seguir adelante.

☆☆☆◇☆☆☆♧☆☆☆♤☆☆☆

Lorenzo apiló las cajas cerca de la puerta. Estaba limpiando su habitación. Había escuchado que Francisco tenía una hija, así que si Francisco y su papá decidían llevar su relación al siguiente nivel, la niña podría ocupar su habitación. Aún tomaba una decisión respecto al tema de regresar a Argentina. Aceptaba que volvió con su madre para huir, pero había disfrutado el tiempo con ella y con su familia. Si decidía hacerlo, no sería de un día a otro. Y, su estadía estaba llegando a su fin. Lorenzo ya había comprado el boleto de regreso, y su madre estaba ansiosa por volver a verlo.

Lorenzo ya había dejado el clóset semivacío. En México conoció a Marco, un alemán con pésimo carácter y a quien le fascinaba insultarlo con un español gracioso, pero de alguna forma, lograron hacerse amigos. Iban al mismo gimnasio, y Marco jamás fallaba en hacerle saber que la manera en la que llevaba a cabo los ejercicios, era errónea. La ropa allí ya no le quedaba. Lorenzo se sentía orgulloso de ese cambio en su vida. Después de ser una lombriz, su cuerpo cambió drásticamente. Podría donar sus antiguas prendas o llevarlas a un centro especial. 

Se sentó sobre su baúl, con cientos de fotos en su regazo, y sobre el suelo. Sonrió, con melancolía. Extrañaba su adolescencia, sus locuras, y aunque no quería aceptarlo, extrañaba el tiempo en el que Gabo había formado parte de su vida. Sin embargo, eso era parte de su pasado. Sabía que debía deshacerse de todos esos objetos, que no le hacían un bien, pero todavía no le parecía el momento correcto. La herida ya estaba cerrada, pero seguía doliendo, no como antes, pero allí estaba esa presión que lo hacía añorar un futuro que ya no podría ser. Guardó las fotografías en una caja, y la colocó sobre las cosas que llevaría a la casa de sus amigos. 

Retiró los afiches y algunos pósters. Se rió al ver el póster de Cristiano Ronaldo. Quería ser como él. Era ridículo, lo aceptaba. Enrolló todos los papeles que habían formado parte de su crecimiento. Los echó en una bolsa. Detrás de los papeles quedaron marcas por las que su papá se molestaría, pero la habitación ya necesitaba una mano de pintura. 

Encontró libros que todavía estaban envueltos en el plástico protector. Libros que había prometido leer y que se quedaron en el olvido. Esos podría llevarlos con él, no le importaba pagar equipaje extra. Los guardó en una caja y con un plumón escribió: Libros que me llevaré. Dejó libre el estante dónde había puesto medallas y algunos trofeos. 

Por último, abrió su baúl. Allí dentro, encontró todos esos regalos de sus padres, sus amigos y de Gabo. Lorenzo tomó el paquete de notas que Gabo tenía la manía de dejarle por todos lados. Él era buen dibujante, aunque su letra era horrible e ilegible. Nunca se atrevió a tirarlas, ni aunque Gabo le dijera que estaba bien, bastante ya era que las leyera. Lorenzo atesoró cada una. También encontró todas esas tonterías que hacían las parejas. Llaveros a juego, dibujos hechos en plazas que resaltaban las inseguridades, y demás. Encontró la copa de madera que Gabo le entregó en uno de sus aniversarios, la leyenda grabada decía: El mejor novio del año. Acarició el contorno, y sonrió. Cada día, era más fácil el pensar en Gabo. Lorenzo levantó la prenda que pertenecía a Gabo, una playera de tirantes. Lorenzo la mantenía en el baúl porque fue una prenda que Gabo olvidó cuando lo hicieron por primera vez. Lorenzo llevó la prenda a su nariz. El olor se había desvanecido y solo quedó el aroma de la madera. Era obvio, habían pasado muchos años. 

—¡Lorenzo, te buscan!— Diego gritó.

Lorenzo se asustó y aventó la prenda debajo de su cama. Podría ser Gabo, quien seguía insistiendo en hablar con él. 

—¿Quién es?— Lorenzo preguntó. Salió de su habitación.

—Tu amigo, Valentín.

—Es Valentino, señor Guevara.

Lorenzo no le dio importancia a la decepción. No entendía porqué a pesar de lo que sucedió, su corazón insistía en tener emociones por Gabo. Se rió al oír a Valentino corregir a su papá. Se asomó desde las escaleras, y le indicó a Valentino que podía subir.

—Woah, ¿Qué le pasó a tu habitación? Ya no piensas volver, ¿no?— Valentino alzó las cejas.

—No es eso. Ya es hora de dejar el nido. Ezequiel dijo que estaba bien si llevaba un par de cosas con ustedes.

—Oh, claro que sí. ¿Necesitas ayuda?

—Nah, ya acabé. Estaba a punto de tomar un descanso— Lorenzo mintió. No tuvo oportunidad de cerrar el baúl y Valentino era perspicaz, por lo que lo vería —¿A qué debo tu visita? Pensé que nos veríamos a las tres en esa pizzería que le encanta a Ezequiel— Lorenzo quiso enfocar la atención de su amigo en otra dirección.

—Si. Pero, quería hablar con vos. Ya casi tenés que regresar, así que pensé que podríamos ir a un río que está a una hora. El agua es cristalina, y es un lugar hermoso. Les va a encantar.

—Claro que iré. No pienso quedarme en casa y ver cómo mi papá tiene romance con el hombre que solía ser nuestro entrenador.

Valentino se echó a reír. Él avanzó unos pasos y su mirada viajó al baúl. Ya estaba perdido. 

—¿Vas a deshacerte de esto?— Valentino señaló todo lo que estaba en el baúl.

Lorenzo suspiró. No sabía qué hacer, pero en definitiva, deshacerse de lo que estaba allí, no estaba en su lista. No por el momento.

—No sé. No todo es de esa época— Lorenzo explicó.

Valentino bajó la tapa y se sentó. Su mirada amable lo traspasó. Los ojos de su amigo eran como una poción que te hacía decir la verdad. 

—Deberías hablar con él. Para darle un cierre y dejar el pasado donde pertenece, o formar un nuevo futuro.

—No quiero hablar sobre eso— Lorenzo cruzó los brazos. Había una verdad en lo que había dicho Valentino. Seguía aferrándose al pasado, sin saber qué estaba esperando, sin buscar un cierre. Claro que había buscado seguir adelante, y lo estaba haciendo, a medias, dejando aberturas. Todavía pensaba en querer volver con Gabo, pero sabía que no iba a funcionar.

—Tenés que hablar sobre eso. Quieras o no— de nuevo, Valentino estaba en lo correcto. No podía seguir debajo de la sábana, con miedo.

Lorenzo vio que la playera de Gabo se asomaba, y la levantó. Valentino se percató del gesto.

—Tenés que escucharlo y que él te escuche. Porque, no es necesario que él se disculpe, además de que ya lo hizo, porque sé que vos lo perdonaste desde que pasó.

Valentino lo conocía, era un libro abierto para él. Porque si, esa era la verdad, había perdonado a Gabo desde que ocurrió. La fachada que le presentó a Gabo cuando él fue a la casa de sus amigos, solo era una pantalla para no mostrarse vulnerable ante la persona que lo conocía más que Valentino, más que sus progenitores. Quería aparentar frente a Gabo que lo odiaba, que no soportaba verlo.

—Y vos, seguís sintiendo algo por él. No sé si lo sigas queriendo como antes, o si ese amor disminuyó, pero sigue estando allí. O, ¿me equivoco?— Valentino le sonrió.

Lorenzo acarició la tela. No, su amigo estaba en lo correcto.

—No importa— Lorenzo se mordió el labio —Si volviéramos, jamás va a ser lo mismo. Sería un error. La confianza que había se fue. No quiero vivir dudando de él. No quiero aferrarme a algo que ya no existe— Lorenzo había pasado inumerables noches pensando en las situaciones que podrían suceder si reanudaba el contacto con Gabo. A veces, llegaba a la conclusión que era mejor así, que estaba agradecido de lo que pasó, no del final, pero tenía memorias que nunca nadie podría sustituir.

—¿Y qué pasa si regresan y es mucho mejor? 

Lorenzo se rió, con una sensación agridulce. No lo creía posible, y para ser honesto, no lo había pensado de esa manera.

—Me refiero a que esta experiencia te hizo crecer como persona, y estoy seguro que a Gabo también. Obviamente, no sería de un día a otro. Como dicen, Roma no se construyó en un día, y lo que aprendes te hace sabio. Ustedes necesitan hablar, y no pelear o recriminar. Necesitas escucharlo y que él te escuche. Y si llegan a la conclusión de que ya no es posible, entonces decir adiós definitivamente.

Lorenzo asintió. Valentino había presentado un punto de vista diferente. Había días en las que Lorenzo deseaba hacerle lo mismo a Gabo, deseaba verlo sufrir, deseaba verlo en su lugar, pero el rencor no le dejaría levantarse y continuar, y en realidad no quería que eso sucediera.

—Piénsalo— Valentino le sonrió y le apretó el hombro— Aunque, es posible que mañana Gabo te espere en ese lugar que está cerca de nuestro piso, donde el café es horrible pero tienen muchos clientes porque los meseros son lindos. Solo tenés mañana para aclarar esta situación, después, no nos apartaremos de tu lado hasta que estés arriba del avión.

Lorenzo cruzó los brazos. Por ese motivo Ezequiel no estaba con Valentino. Menudos amigos que tenía, y los mejores también. Dobló la camisa y la colocó sobre los objetos que se llevaría.

☆☆☆◇☆☆☆♧☆☆☆♤☆☆☆

Ezequiel se quitó las gafas de sol. Felipe cruzó los brazos, hastiado, con unas ganas gigantescas de plantarle un puñetazo en esa boca que sonreía como un sinvergüenza.

—Entonces, Felipe. ¿Cuándo vas a invitarme a salir? He rechazado a todos, porque estoy esperando por vos.

—Nunca.

—Ouch, ¿por qué sos tan cruel?— Ezequiel se acarició el pecho. Había llevado la broma lejos, pues había comenzado desde que Lorenzo y Gabo se volvieron amigos.

—Púdrete, Correa. Si no vas a comprar, vete.

—Si compro tu corazón, ¿puedo pagar con tarjeta? No traigo plata.

Felipe lo asesinó con sus ojos y gruñó. 

—Siento decepcionarte, Feli. Pero, hoy vengo a buscar a nuestro dolor de cabeza, Gabriel Moreti. ¿Podés llamarlo? Vengo en son de paz, lo prometo.

—No. No necesitamos otra pelea.

—No habrá pelea, de verdad. Solo quiero hablar con él. Si no lo hago, Valentino me hará dormir en el suelo.

Felipe golpeó sus dedos sobre el cajón de dinero. Estaba pensando en qué hacer cuando Gabo entró con un costal de harina sobre su hombro. Gabo dejó el costal en una de las sillas.

—¿Qué hacés vos acá?— Gabo cruzó los brazos.

—No es como si quisiera estar aquí, pichón. Bueno, excepto por vos Felipe, pero eso ya lo sabés. Sin embargo, Valentino tiene un poder de convencimiento que da miedo, así que estoy aquí para hablar con vos. 

—¿Conmigo? ¿Sobre qué?

—Preferiría que fuese en privado.

Felipe le mostró el dedo medio. Gabo aceptó. Felipe le dijo que él podría encargarse. En la parte de atrás de la panadería, había un pequeño cuarto que fungía como comedor. 

—¿Y? ¿De qué querés hablar conmigo?

—Dame un segundo— Ezequiel buscó la foto. No buscaba hacer que Gabo sintiera culpa, pero Ezequiel quería dejar en claro el por qué estaba allí, además de seguir el plan de Valentino. Ezequiel le mostró la pantalla —Ese es Lorenzo unos días después de que lo jodiste.

Gabo observó la pantalla. Lorenzo estaba dormido, pero no necesitaba estar despierto para ver que tenía un aspecto cadavérico. Lorenzo se veía delgado, y su aspecto que siempre había sido meticuloso, se veía desaliñado.

—Lo rompiste— Ezequiel dijo. En su rostro no había reclamos, solo era la verdad —Era difícil hacerlo comer, que dejara de beber, que dejara de preguntarse si dejó de hacer algo, si necesitaba hacer algo más, si ya no era suficiente— Ezequiel lo miró a los ojos. Su intención no era alimentar la culpa, porque ya era hora de hacerlo bien.

Gabo se tragó el nudo en su garganta. Ezequiel no necesitaba decirle eso, porque sabía el daño que había causado, más no a qué grado.

—Así que se fue. Y mejoró. 

Esa frase si llevaba una amenaza implícita. 

—Mañana podés decirle todo lo que querés. Estará en el lugar con las chicas guapas, ese que está cerca de donde vivimos.

Gabo sabía a cuál se refería.

—Él no irá— Gabo aún recordaba lo testarudo que podría llegar a ser. Pero, se merecía esa cara de Lorenzo, y lo peor.

—Lo hará. Confiá en Valentino. 

Gabo apretó sus ojos. La hora que más había esperado y temido, estaba cerca. No sabía si tenía que decir adiós o si tendría una segunda oportunidad. Pero, esa era una decisión que no le pertenecía.

☆☆☆◇☆☆☆♧☆☆☆♤☆☆☆

Gabo llegó treinta minutos antes. Eligió la mesa en el balcón, porque allí podría fumar. Se sentó, y le dijo a la mesera que estaba esperando a alguien, y que por el momento solo quería un vaso de agua. Gabo pensó que Lorenzo no iba a presentarse, pero la hora acordada seguía estando a minutos de suceder.

Sacó un cigarro y estaba dispuesto a encenderlo cuando escuchó el sonido de la silla ser recorrida. Lorenzo ocupó el otro asiento. Gabo apretó el cigarro entre sus dedos temblorosos. Lorenzo no había cambiado mucho. Seguía usando el mismo peinado, pero sin gel, y los lados de su cabeza estaban cortados al ras. Gabo luchó para no estirar su mano y acariciar el cabello sedoso. Gabo agradeció que los ojos marrones de Lorenzo no lo miraban con desprecio. Era una mirada indecisa. La mesera regresó, con libreta en mano. Lorenzo pidió un postre, y Gabo ni siquiera tenía hambre pero pidió lo primero que vio en el menú.

Gabo no sabía qué decir. No sabía cómo comenzar. Lorenzo tenía las manos una sobre la otra. Esas manos que amaba besar, esas manos que se unían a las de él todas aquellas veces que salieronn juntos, esas manos que lo conocían, y esas manos que estaban lejos de su alcance.

—¿Cómo has estado?

La voz calmada de Lorenzo lo tomó por sorpresa. 

—Bien. Gracias por preguntar. ¿Vos?

Gabo supuso que Lorenzo jamás le hablaría, pues él lo conocía. Esperaba golpes de su parte, y esperaba palabras duras llenas de verdad y resentimiento, pero el Lorenzo frente a él era uno que nació debido a lo que le hizo.

—También.

Allí estaban, teniendo una conversación decente. Gabo entendió que por ese motivo Valentino escogió un lugar público. 

—¿Te molesta si lo enciendo?— Gabo le mostró el cigarro.

—No, adelante. No sabía que fumabas.

Gabo levantó los hombros. Había tanto que los dos no sabían del otro luego del tiempo lejos.

—Estoy intentando dejarlo, pero no me está funcionando— Gabo alzó los hombros, restándole importancia.

Volvieron al silencio. Gabo estaba siendo estudiado. Llevó el cigarro a su boca y le dio una última calada. 

—No estaba seguro de si venir era una buena opción,— Lorenzo confesó — pero es lo correcto.

Gabo quería darle las gracias por haber aceptado, pero se lo reservó. Y, disculparse no iba a hacer una diferencia.

—Estls últimos meses he tratado de engañarme, de convencerme de que te odio. Pero no puedo. Y no tiene caso.

Gabo deseó ocultar su cara ante la revelación. Lorenzo se veía resignado, como si su duelo ya hubiese terminado. Gabo se mordió el labio. Sintió que su corazón había sido golpeado con la cruda realidad, y que la esperanza nunca había sido una opción. No tendría una segunda oportunidad, y tal vez no la merecía. 

—Tampoco sé qué pasó. Solo sé que tú quisiste terminar. Y es algo que aunque no me gusta aceptar, me sigue atormentando.

Gabo apretó el puño. Lorenzo no pidió explicaciones, él accedió. No podía ni imaginar lo que Lorenzo sintió, lo que aún sentía.

—¿Sabes? Ni siquiera podía besarla, y solo me bastó un día para saber que me había equivocado. No sé porqué creí que lo que teníamos tenía una fecha de caducidad que estaba cerca. Y esa siempre será la peor decisión de mi vida— Gabo confesó. Estaba haciendo un esfuerzo monumental al contener su llanto. Oh, como deseaba jamás haber dejado ir al hombre junto a él.

La mesera trajo la comida. Gabo tenía el estómago revuelto. Estaba apretando el lado de la mesa con fuerza, para no desplomarse allí mismo y llorar como un bebé sin su madre. Gabo sabía que podría superarlo, pero jamás olvidarlo. 

—¿Pasó algo cuando aún estábamos juntos?— Lorenzo hizo la pregunta que tenía atorada en su garganta desde ese día, y la respuesta despejaría el camino para su decisión final.

—No, claro que no. Yo solo confundí mis sentimientos de admiración por algo más.

Para Gabo no pasó desapercibida la vulnerabilidad plasmada en el semblante de Lorenzo. Me cambiaste, Lorenzo no lo dijo pero Gabo lo escuchó fuerte y claro. Ese hecho hizo sentir a Lorenzo como si no fuera suficiente.

Ya que Lorenzo sabía la respuesta, se percató de que no había diferencia. Aunque, no podía negar que le alivió la respuesta negativa. No le había revelado a nadie más que tenía miedo de confiar otra vez y salir herido de nuevo, porque si volvía a confiar en Gabo, y sucedía otra vez, Lorenzo no iba a soportarlo por segunda ocasión.

—No puedo pedir que regresemos, ni que una amistad nos una, ¿verdad?— Gabo preguntó en un hilo de voz. Era un pensamiento egoísta, o más bien, era Gabo buscando una superficie para mantenerse a flote y no ahogarse.

Lorenzo no sabía si estaba allí para decir adiós, o para iniciar algo nuevo. Estaba allí porque quería enfrentar lo que debía, y nada más, es lo que quería creer. Si iba a pasar o no, era una moneda echada al aire, y solo sabrían hasta que cayera.

×××Fin×××

Después de más de un año, por fin lo terminé. Desde que lo imaginé, siempre pensé que serían Valentino y Ezequiel quienes los harían hablar. Nunca me han gustado las historias tristes o trágicas, por eso no me gusta escribir ese tipo de historias y las evito a toda costa. Ya está el mundo real como para todavía escribir cosas así. Y, en un inicio, planeaba un final feliz. Pero, decidí dejarlo abierto. Creo que esos temas son complejos, hay muchas cosas que tomar a cuenta, así que, es mejor dejarlo así. Y los títulos de los capítulos son de canciones que me parecieron idóneas.

Gracias por leer! (⁠ ⁠ꈍ⁠ᴗ⁠ꈍ⁠)

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