โž€ Yggdrasil | Vikingos

By Lucy_BF

230K 21.6K 24.8K

๐˜๐†๐†๐ƒ๐‘๐€๐’๐ˆ๐‹ || โ La desdicha abunda mรกs que la felicidad. โž Su nombre procedรญa de una de las leyendas... More

โ€– ๐˜๐†๐†๐ƒ๐‘๐€๐’๐ˆ๐‹
โ€– ๐๐‘๐„๐Œ๐ˆ๐Ž๐’ ๐ˆ
โ€– ๐๐‘๐„๐Œ๐ˆ๐Ž๐’ ๐ˆ๐ˆ
โ€– ๐€๐‚๐‹๐€๐‘๐€๐‚๐ˆ๐Ž๐๐„๐’
โ€– ๐๐„๐‘๐’๐Ž๐๐€๐‰๐„๐’
โ€– ๐†๐‘๐€ฬ๐…๐ˆ๐‚๐Ž๐’ ๐ˆ
โ€– ๐†๐‘๐€ฬ๐…๐ˆ๐‚๐Ž๐’ ๐ˆ๐ˆ
โ€– ๐“๐‘๐€ฬ๐ˆ๐‹๐„๐‘๐’
โ” Proemio
๐€๐œ๐ญ๐จ ๐ˆ โ” ๐˜๐ ๐ ๐๐ซ๐š๐ฌ๐ข๐ฅ
โ” ๐ˆ: Hedeby
โ” ๐ˆ๐ˆ: Toda la vida por delante
โ” ๐ˆ๐ˆ๐ˆ: Fiesta de despedida
โ” ๐ˆ๐•: Una guerrera
โ” ๐•: Caminos separados
โ” ๐•๐ˆ: La sangre solo se paga con mรกs sangre
โ” ๐•๐ˆ๐ˆ: Entre la espada y la pared
โ” ๐•๐ˆ๐ˆ๐ˆ: Algo pendiente
โ” ๐ˆ๐—: Memorias y anhelos
โ” ๐—: No lo tomes por costumbre
โ” ๐—๐ˆ: El funeral de una reina
โ” ๐—๐ˆ๐ˆ: Ha sido un error no matarnos
โ” ๐—๐ˆ๐ˆ๐ˆ: Un amor prohibido
โ” ๐—๐ˆ๐•: Tu destino estรก sellado
โ” ๐—๐•: Sesiรณn de entrenamiento
โ” ๐—๐•๐ˆ: Serรก tu perdiciรณn
โ” ๐—๐•๐ˆ๐ˆ: Solsticio de Invierno
โ” ๐—๐•๐ˆ๐ˆ๐ˆ: No es de tu incumbencia
โ” ๐—๐ˆ๐—: Limando asperezas
โ” ๐—๐—: ยฟQuรฉ habrรญas hecho en mi lugar?
โ” ๐—๐—๐ˆ: Pasiรณn desenfrenada
โ” ๐—๐—๐ˆ๐ˆ: No me arrepiento de nada
โ” ๐—๐—๐ˆ๐ˆ๐ˆ: El temor de una madre
โ” ๐—๐—๐ˆ๐•: Tus deseos son รณrdenes
โ” ๐—๐—๐•: Como las llamas de una hoguera
โ” ๐—๐—๐•๐ˆ: Mi juego, mis reglas
โ” ๐—๐—๐•๐ˆ๐ˆ: El veneno de la serpiente
โ” ๐—๐—๐•๐ˆ๐ˆ๐ˆ: ยฟPor quรฉ eres tan bueno conmigo?
โ” ๐—๐—๐ˆ๐—: Un simple desliz
โ” ๐—๐—๐—: No te separes de mรญ
โ” ๐—๐—๐—๐ˆ: Malos presagios
โ” ๐—๐—๐—๐ˆ๐ˆ: No merezco tu ayuda
โ” ๐—๐—๐—๐ˆ๐ˆ๐ˆ: Promesa inquebrantable
โ” ๐—๐—๐—๐ˆ๐•: Yo jamรกs te juzgarรญa
โ” ๐—๐—๐—๐•: Susurros del corazรณn
โ” ๐—๐—๐—๐•๐ˆ: Por amor a la fama y por amor a Odรญn
๐€๐œ๐ญ๐จ ๐ˆ๐ˆ โ” ๐•๐š๐ฅ๐ก๐š๐ฅ๐ฅ๐š
โ” ๐—๐—๐—๐•๐ˆ๐ˆ: Donde hubo fuego, cenizas quedan
โ” ๐—๐—๐—๐•๐ˆ๐ˆ๐ˆ: Mรกs enemigos que aliados
โ” ๐—๐—๐—๐ˆ๐—: Una velada festiva
โ” ๐—๐‹: Curiosos gustos los de tu hermano
โ” ๐—๐‹๐ˆ: Cicatrices
โ” ๐—๐‹๐ˆ๐ˆ: Te conozco como la palma de mi mano
โ” ๐—๐‹๐ˆ๐ˆ๐ˆ: Sangre inocente
โ” ๐—๐‹๐ˆ๐•: No te conviene tenerme de enemiga
โ” ๐—๐‹๐•: Besos a medianoche
โ” ๐—๐‹๐•๐ˆ: Te lo prometo
โ” ๐—๐‹๐•๐ˆ๐ˆ: El inicio de una sublevaciรณn
โ” ๐—๐‹๐•๐ˆ๐ˆ๐ˆ: Que los dioses se apiaden de ti
โ” ๐—๐‹๐ˆ๐—: Golpes bajos
โ” ๐‹: Nos acompaรฑarรก toda la vida
โ” ๐‹๐ˆ: Una red de mentiras y engaรฑos
โ” ๐‹๐ˆ๐ˆ: No tienes nada contra mรญ
โ” ๐‹๐ˆ๐ˆ๐ˆ: De disculpas y corazones rotos
โ” ๐‹๐ˆ๐•: Yo no habrรญa fallado
โ” ๐‹๐•: Dolor y pรฉrdida
โ” ๐‹๐•๐ˆ: No me interesa la paz
โ” ๐‹๐•๐ˆ๐ˆ: Un secreto a voces
โ” ๐‹๐•๐ˆ๐ˆ๐ˆ: Yo ya no tengo dioses
โ” ๐‹๐ˆ๐—: Traiciรณn de hermanos
โ” ๐‹๐—: Me lo debes
โ” ๐‹๐—๐ˆ: Hogar, dulce hogar
โ” ๐‹๐—๐ˆ๐ˆ: El principio del fin
โ” ๐‹๐—๐ˆ๐ˆ๐ˆ: La cabaรฑa del bosque
โ” ๐‹๐—๐ˆ๐•: Es tu vida
โ” ๐‹๐—๐•: Visitas inesperadas
โ” ๐‹๐—๐•๐ˆ: Ella no te harรก feliz
โ” ๐‹๐—๐•๐ˆ๐ˆ: El peso de los recuerdos
โ” ๐‹๐—๐•๐ˆ๐ˆ๐ˆ: No puedes matarme
โ” ๐‹๐—๐ˆ๐—: Rumores de guerra
โ” ๐‹๐—๐—: Te he echado de menos
โ” ๐‹๐—๐—๐ˆ: Deseos frustrados
โ” ๐‹๐—๐—๐ˆ๐ˆ: Estรกs jugando con fuego
โ” ๐‹๐—๐—๐ˆ๐ˆ๐ˆ: Mal de amores
โ” ๐‹๐—๐—๐ˆ๐•: Creรญa que รฉramos amigas
โ” ๐‹๐—๐—๐•: Brezo pรบrpura
โ” ๐‹๐—๐—๐•๐ˆ: Ya no estรกs en Inglaterra
โ” ๐‹๐—๐—๐•๐ˆ๐ˆ: Sentimientos que duelen
โ” ๐‹๐—๐—๐•๐ˆ๐ˆ๐ˆ: ยฟQuiรฉn dice que ganarรญas?
โ” ๐‹๐—๐—๐ˆ๐—: Planes y alianzas
โ” ๐‹๐—๐—๐—: No quiero perderle
โ” ๐‹๐—๐—๐—๐ˆ: Corazones enjaulados
โ” ๐‹๐—๐—๐—๐ˆ๐ˆ: Te quiero
โ” ๐‹๐—๐—๐—๐ˆ๐ˆ๐ˆ: La boda secreta
โ” ๐‹๐—๐—๐—๐ˆ๐•: Sangre de mi sangre y huesos de mis huesos
โ” ๐‹๐—๐—๐—๐•: Brisingamen
โ” ๐‹๐—๐—๐—๐•๐ˆ: Un sabio me dijo una vez
โ” ๐‹๐—๐—๐—๐•๐ˆ๐ˆ: Amargas despedidas
โ” ๐‹๐—๐—๐—๐•๐ˆ๐ˆ๐ˆ: Te protegerรก
โ” ๐‹๐—๐—๐—๐ˆ๐—: El canto de las valquirias
โ” ๐—๐‚: Estoy bien
โ” ๐—๐‚๐ˆ: Una decisiรณn arriesgada
โ” ๐—๐‚๐ˆ๐ˆ: Tรบ harรญas lo mismo
โ” ๐—๐‚๐ˆ๐ˆ๐ˆ: Mensajes ocultos
โ” ๐—๐‚๐ˆ๐•: Los nรบmeros no ganan batallas
โ” ๐—๐‚๐•: Una รบltima noche
โ” ๐—๐‚๐•๐ˆ: No quiero matarte
โ” ๐—๐‚๐•๐ˆ๐ˆ๐ˆ: Es mi destino
โ” ๐—๐‚๐ˆ๐—: El fin de un reinado
โ” ๐‚: Habrรญa muerto a su lado
โ” ๐‚๐ˆ: El adiรณs
โ” ๐„๐ฉ๐ขฬ๐ฅ๐จ๐ ๐จ
โ€– ๐€๐๐„๐—๐Ž: ๐ˆ๐๐…๐Ž๐‘๐Œ๐€๐‚๐ˆ๐Žฬ๐ ๐˜ ๐†๐‹๐Ž๐’๐€๐‘๐ˆ๐Ž
โ€– ๐€๐†๐‘๐€๐ƒ๐„๐‚๐ˆ๐Œ๐ˆ๐„๐๐“๐Ž๐’
โ€– ๐Ž๐“๐‘๐€๐’ ๐‡๐ˆ๐’๐“๐Ž๐‘๐ˆ๐€๐’
โ€– ๐’๐„๐†๐”๐๐ƒ๐Ž ๐‹๐ˆ๐๐‘๐Ž

โ” ๐—๐‚๐•๐ˆ๐ˆ: Sangre, sudor y lรกgrimas

385 39 191
By Lucy_BF

N. de la A.: cuando veáis la almohadilla #, reproducid el vídeo que os he dejado en multimedia y seguid leyendo. No os arrepentiréis.

✹.✹.✹

─── CAPÍTULO XCVII──

SANGRE, SUDOR Y LÁGRIMAS

────────ᘛ•ᘚ────────

( NO OLVIDES VOTAR Y COMENTAR )

◦✧ ✹ ✧◦

        —¿QUÉ HABRÍAS HECHO EN MI LUGAR, KAIA? —preguntó Trygve, en cuya frente podían apreciarse restos de pintura azul. La susodicha se tensó como un resorte, con sus grandes y expresivos ojos fijos en el hombre que había traicionado su confianza—. ¿Qué habrías hecho si hubiesen matado a tu hija por culpa de la ambición de otros? —Avanzó un par de pasos hacia Kaia, envalentonado por la rabia y la frustración que le generaba hablar del motivo que lo había empujado a cometer aquel acto de alevosía—. ¿Acaso no habrías querido vengarte? Porque, conociéndote, no habrías parado hasta teñir tus manos con la sangre del culpable —remarcó.

La Imbatible comprimió la mandíbula con fuerza, haciendo rechinar sus dientes. A Trygve no le faltaba razón, puesto que, de llegar a perder a Drasil, no descansaría hasta encontrar al responsable y hacérselo pagar de la peor forma posible. Pero ¿qué podía decir? Lo último que quería en aquellos momentos era demostrar que estaba de acuerdo con él. Puede que su confesión sobre el verdadero motivo por el que había iniciado aquella cruzada contra Lagertha la hubiese pillado desprevenida, pero no bastaba para obtener su perdón. Nada de lo que ahora pudiera llegar a alegar le haría cambiar de opinión, y mucho menos la liberaría del odio y el resentimiento que se habían adueñado de su corazón, envenenándolo. El daño ya estaba hecho, y ella no estaba dispuesta a olvidar.

—¿Qué esperas oír, Trygve? —inquirió Kaia a la par que se encogía de hombros. Su espada y su escudo continuaban en alto, pero su postura se había relajado ligeramente—. Porque si buscas mi compasión, no la vas a encontrar —sentenció, inflexible—. Me utilizaste a tu antojo y después me clavaste un puñal por la espalda. Solamente te acercaste a mí para poder darle forma a tu plan, para saber cuándo y cómo era mejor actuar. —Frunció los labios en una mueca desdeñosa.

El pescador chistó de mala gana.

—Tú también me utilizaste, ¿recuerdas? —contraatacó, ceñudo—. Querías una distracción, algo que te ayudara a sobrellevar mejor la ausencia de tu hija. —Se encogió de hombros, como si lo que acababa de decir fuera lo más obvio del mundo—. Ambos nos hemos aprovechado de la compañía del otro. Cada uno a su manera.

Una risita sardónica se escabulló de la garganta de la skjaldmö.

—¿En serio me estás comparando contigo? Aunque, bueno, no voy a negar algo que es cierto —se burló. Ella también tenía pintura en el rostro, solo que la suya era de color blanco. Cada bando se había pintado de una manera para que sus miembros pudieran diferenciarse entre sí—. Lo único que lamento es no haber tenido la oportunidad de abandonarte como al perro que eres.

Apenas terminó de hablar, Kaia volvió a impulsarse sobre la punta de sus pies para lanzar un nuevo ataque. La hoja de su espada destelló a la tenue luz del sol, que permanecía oculto tras unas oscuras nubes que auguraban tormenta, justo antes de impactar contra el hacha de Trygve. A causa de la brutalidad del envite, el hombre tuvo que retroceder una vez más, perdiendo el poco terreno que había recuperado.

—¡No seas hipócrita, Kaia! —le reprochó Trygve, quien tuvo que hacer uso de su superioridad física para apartar a la mujer de un empellón. Esta le enseñó los dientes en una mueca feroz—. Y no te creas mejor que yo por el simple hecho de serle fiel a esa arpía... Porque no lo eres. —Negó con la cabeza, enfatizando así sus palabras—. Por mucho que te empeñes en negarlo, tú habrías hecho lo mismo.

Kaia carcajeó de nuevo.

—No. —Aquel vocablo salió firme y contundente de sus labios—. Yo no habría manipulado a un pobre desgraciado para que me hiciera el trabajo sucio, ni tampoco habría liberado a un traidor como Harald para salvar mi propio pellejo. Porque te recuerdo que fue él quien maquinó el ataque que sufrimos a manos de Egil El Bastardo —le espetó, sintiendo cómo la rabia burbujeaba en sus venas—. Crees que lo que haces es impartir justicia, pero no lo dudaste a la hora de ayudar a un hombre como Harald... Al causante de tantas muertes inocentes. —Ahora fue el turno de ella de sacudir la cabeza de lado a lado—. No. Yo habría llevado a cabo mi venganza sola, sin meter a terceras personas de por medio.

Trygve respiró hondo y exhaló despacio. Sus oídos ya se habían acostumbrado al fragor de la batalla, y es que los gritos, los llantos y el sonido producido por el entrechocar de las armas era lo único que se escuchaba en aquella llanura.

—Lo de Harald fue un error, lo reconozco —concedió para sorpresa de la castaña—. Pero me descubriste, Kaia. Liberarle y hacer que me debiera un favor era mi única salida. Mi única oportunidad de escapar con vida de Kattegat.

La aludida apretó los labios en una fina línea blanquecina. La palma de su mano derecha ardía debido a la fuerza con la que sostenía su espada.

—¿Y por qué no me mataste aquella noche? —cuestionó Kaia, irguiendo el mentón con aire combativo—. Pudiste intentarlo, al menos. Sabías que iba a entregarte y que Lagertha no necesitaría más pruebas que el testimonio del tabernero y tu tatuaje para condenarte a muerte —apostilló.

Trygve guardó silencio, aunque las comisuras de sus labios temblaron, como si estuviera tentado a decir algo. Sus nudillos palidecieron al aumentar la presión que ejercía sobre el mango del hacha. Hacha que tuvo que enarbolar de improviso cuando un guerrero de Lagertha se le acercó por el flanco derecho, aprovechando que tenía la guardia baja. Por desgracia para él —y suerte para el pescador—, este no demoró en despacharle con un monstruoso golpe que le partió el cráneo por la mitad, ocasionando que varias gotas de sangre y materia gris salpicaran su semblante.

La Imbatible lo presenció todo desde su posición, inmutable. Segundos después Trygve volvió a centrar toda su atención en ella, con la respiración entrecortada y sus iris zarcos oscurecidos por la exaltación del momento.

—Porque, a pesar de todo lo que he hecho, no quiero que te pase nada —confesó con voz ronca—. Puede que no me creas... Pero me importas, Kaia. Me importas mucho.

Eivør sentía que sus brazos pesaban cada vez más, al igual que sus piernas. Si continuaba moviéndose de un lado a otro era por pura inercia. Su instinto de supervivencia era lo único que la mantenía activa, lo que impedía que cayera derrotada sobre el húmedo suelo. Cada mandoble y golpe de broquel que lanzaba al aire provocaba que una intensa corriente agarrotara los músculos de sus extremidades superiores, pero, aun así, no se permitía flaquear. No en pleno caos, donde hasta el más mínimo descuido podía costarte la vida.

Echó un vistazo rápido a su alrededor, con la frente perlada en sudor y el pecho subiéndole y bajándole a una velocidad desenfrenada. Eran tantos los guerreros y skjaldmö que había allí congregados, enfrentándose los unos a los otros, que aquella batalla no parecía tener fin. La cosa estaba bastante reñida y a Eivør comenzaba a desesperarle no ver avances de ningún tipo, más allá de los numerosos cadáveres y miembros mutilados que teñían de rojo la suave hierba que había bajo sus pies.

Trató de normalizar su respiración, pero le resultó imposible. La última escudera contra la que había peleado le había puesto las cosas bastante difíciles, haciéndola sudar durante varios minutos que se le hicieron eternos. Pero, finalmente, había conseguido reducirla. Ahora su cuerpo yacía a un metro de ella, con un profundo tajo en el lateral izquierdo de su cuello.

Se secó el rostro con la manga de su camisa, dado que el sudor le humedecía las cejas y las pestañas, y tragó saliva. No había vuelto a ver a Lagertha, a Kaia, a Drasil o mismamente a Björn desde que el sonido de los tambores había cesado, pero procuraba no pensar demasiado en ello, en el pánico que le provocaba que alguno de sus seres queridos resultase herido en plena contienda. Piel de Hierro le había prometido que sobrevivirían a aquel conflicto civil, que nada ni nadie, ni siquiera los dioses, podría volver a separarlo de su lado... Y la muchacha se aferraba a aquel juramento como un sediento lo haría a un vaso de agua.

La niebla dificultaba bastante su visión, pero no impidió que una de las tantas figuras que guerrilleaban en derredor acaparase irremediablemente su interés. Entornó los ojos, tratando de aguzar sus sentidos, y durante unos breves instantes focalizó toda su atención en aquella silueta que avanzaba a grandes zancadas hacia... Hacia Lagertha, quien acababa de cercenarle la cabeza a un beligerante del bando contrario.

El aire se le quedó atascado en los pulmones al reconocer a Astrid, que lucía un peto de cuero endurecido y aferraba en su mano derecha una espada larga. Su semblante estaba pintado de azul, como el resto de hombres y mujeres que formaban parte de su séquito. Aunque nada de eso le importaba a Eivør, quien no podía dejar de preguntarse qué diantres hacía en la batalla en su estado. ¿Cómo es que Harald le había permitido participar en la contienda? ¿O es que se había escabullido del campamento sin que él se diera cuenta?

Infinidad de preguntas asediaron su mente, martilleando sus sienes con virulencia. Incluso tanteó la opción de que realmente no estuviera encinta y que lo que vio en Tamdrup no fuese más que una mera casualidad. Pero, entonces, ¿por qué no participó en la primera batalla? ¿Por qué Cabello Hermoso la subió al carromato de Ivar, negándole la posibilidad de luchar? Y lo más importante de todo: ¿por qué ahora se estaba acercando a Lagertha con su espada en alto, como si estuviera dispuesta a combatir contra ella?

Sentía que empezaba a faltarle el aire, que no podía pensar con claridad. No entendía nada, y el hecho de que estuviera tan agitada a causa de la adrenalina no mejoraba las cosas. Pero de algo estaba segura, y era que no podía dejar a Astrid a su suerte. No sabía lo que pretendía ni el motivo por el que estaba en el campo de batalla, pero no pensaba abandonarla. No otra vez. Debía llegar hasta ella y sacarla de allí. Ponerla a salvo, lejos de las garras de Harald.

Estuvo a punto de hacerlo, de echar a correr hacia Astrid, quien se había detenido frente a una conmocionada Lagertha, pero fue entonces cuando sintió un tremendo impacto en el costado derecho. Todo su cuerpo retumbó como nunca antes lo había hecho, embotando su cerebro y nublando sus sentidos. Su cabeza se sacudió con rudeza, generándole un latigazo en el cuello que la hizo gimotear, y sus manos se abrieron en un acto reflejo, dejando que su espada y su escudo salieran disparados de sus palmas.

Y entonces cayó al suelo, sin aire y completamente desorientada.

Lo único que alcanzó a vislumbrar por el rabillo del ojo, mientras trataba de recomponerse de aquella brutal embestida, fue la enorme cabeza de un lobo gris. Y, bajo ella, unos ojos desorbitados e inyectados en sangre que hicieron que un terrible escalofrío la recorriera de pies a cabeza.

Kaia arrugó el entrecejo, contrariada.

—Mucho no te importaré para hacer lo que hiciste —rebatió ella, que no dejaba de alternar su mirada entre Trygve y el resto de guerreros y skjaldmö que batallaban a su alrededor. No pensaba permitir que la pillasen desprevenida por su culpa—. Así que no me pongas de excusa para ocultar tu cobardía... Porque eso es lo que eres: un miserable cobarde —dijo, escupiendo cada una de esas palabras con desprecio.

El pescador adquirió una postura derrotada. La pintura azul que cubría gran parte de su rostro se estaba quitando debido al sudor y a la sangre que tiznaban su bronceada piel. Su ropa no lucía mejor aspecto, puesto que también poseía manchas de color carmesí y en algunas zonas contaba con cortes y rasgaduras, las cuales habían sido obra de algunos de sus oponentes. Como ella misma.

—Si por no querer hacerte daño soy un cobarde, que así sea —concedió Trygve al tiempo que hacía un mohín con la boca—. Ahora ya lo sabes todo. Pero yo también tengo una pregunta que hacerte. —Ante eso último, La Imbatible entrecerró los ojos—. ¿Tú por qué no me mataste, Kaia? Me tenías a tu merced y ni siquiera intentaste apresarme... Simplemente me dejaste marchar. ¿Por qué? —quiso saber.

La mencionada sintió la acuciante necesidad de llevarse una mano al vientre, a aquel recipiente que volvía a estar vacío. Ella misma se había hecho esa pregunta cientos de veces, y en todas ellas había llegado a la misma conclusión: fue Yrsa la que frenó su mano, quien la impulsó a cometer el error de dejarle marchar. Porque no quería ser la asesina del padre de la criatura que, por aquel entonces, estaba creciendo silenciosamente en su interior. Por muchas ganas que hubiera tenido de arrancarle el corazón, se había contenido por aquella nueva vida que les unía... Y de la que Trygve no había llegado a tener constancia.

Pero ahora todo había cambiado, y no para bien precisamente. Su pequeña osa ya no estaba, y todo por culpa de las situaciones y acontecimientos que había desencadenado su traición.

Sus orbes cenicientos se cristalizaron ante el recuerdo de su hija nonata, pero aquella muestra de debilidad duró apenas unos segundos. De un momento a otro, su expresión compungida mudó a una que reflejaba a la perfección aquel maremágnum calamitoso que se había desatado dentro de ella. Y entonces... Entonces dejó escapar un grito desgarrador y, nuevamente con sus armas en ristre, volvió a acortar la distancia que los separaba.

Una vez más, el metal del hacha y el de la espada impactaron brutalmente entre sí, provocando que varias chispas brotaran a causa de la fricción del acero. No obstante, se notaba que las fuerzas de la castaña empezaban a flaquear, dado que sus acometidas no eran tan potentes y arrolladoras como hacía unos minutos. El agotamiento comenzaba a hacer presa de ella, pero la rabia y la frustración que le mordisqueaban las entrañas la mantenían activa. Y es que, por primera vez en mucho tiempo, se estaba dejando dominar por sus sentimientos y emociones a la hora de luchar.

El cansancio también agarrotaba los músculos de Trygve, quien no cesaba en su empeño de contrarrestar y sortear golpes. Cada vez que alzaba su hacha para placar la espada de Kaia un terrible ardor se apoderaba de sus brazos. Temía que la mujer no entrase en razón, que siguiera descargando sobre él toda su furia contenida. Temía verse en la obligación de actuar para salir vivo de aquel aprieto.

—¡¡Basta!! ¡¡Ya basta, maldita sea!! —bramó en una de las ocasiones en las que Kaia lo embistió con su broquel. Tuvo que empujarla de nuevo para quitársela de encima—. ¡Murió en mis brazos, delante de mis ojos! —Aquel nuevo berrido frenó el avance de la afamada skjaldmö, que ancló los pies en el suelo terroso. Bajo su peto de cuero endurecido su pecho subía y bajaba a gran velocidad—. Era solo un crío. Tenía toda la vida por delante... ¡Pero se la arrebataron! ¡¿Y todo por qué, eh?! ¡Por querer defender su hogar y a los suyos! —El pescador se golpeó el pectoral izquierdo con el puño cerrado—. Tú también has perdido a seres queridos, debes comprenderlo. —La señaló con el dedo índice, que temblaba al igual que el resto de su cuerpo.

Kaia apartó la mirada, que había vuelto a tornarse vidriosa.

Sus pulmones ardían como el fuego de Muspelheim.

—He cometido muchos errores a lo largo de mi vida, y uno de los que más me arrepiento es haber traicionado tu confianza —prosiguió Trygve, cuyas cuerdas vocales se habían resentido a causa de los gritos—. ¡Por todos los dioses, nada de esto formaba parte de mi plan! Jamás pensé que... que el tiempo que pasaríamos juntos me haría desarrollar este tipo de sentimientos hacia ti. —Al escucharlo, La Imbatible restableció el contacto visual con él, abrumada—. No te pido que me creas, porque soy consciente de que no lo haces. Pero quiero que sepas que todo lo que vivimos juntos fue real para mí. Más real de lo que jamás llegué a imaginar.

Kaia negó con la cabeza, como si estuviera renegando de todo aquello que le estaba diciendo el pescador. Quería que se callara, que dejase de pronunciar todas esas cosas que no hacían más que dividirla. Ahora que sabía el motivo que lo había impulsado a atentar contra la vida de Lagertha, una insidiosa voz en su cabeza no dejaba de repetirle que estaba en todo su derecho a clamar venganza. Que, de haber estado en su lugar, ella habría hecho lo mismo.

Le comprendía, y mucho.

Pero el daño ya estaba hecho.

Ninguno de los dos tuvo la oportunidad de decir nada, puesto que una escudera de Lagertha se abalanzó sobre Trygve, forzándole a cortar la conversación. La castaña también se puso en guardia cuando un guerrero con la cara pintada de azul blandió su espada contra ella, lo que la obligó a agacharse para poder esquivar aquel cintarazo que podría haber sido mortal.

Todavía de cuclillas, Kaia aprovechó la inminente oportunidad para golpear las rótulas de su nuevo contrincante con el umbo metálico de su broquel. El hombre aulló de dolor y se tambaleó levemente hacia atrás, pero no tardó en recobrar la compostura. Su semblante se contrajo en una mueca furibunda y un brillo letal centelleó en sus ojos marrones.

Antes de que La Imbatible pudiera recuperar la verticalidad y salvaguardar una distancia prudencial con él, el desconocido le propinó una fuerte patada que la envió directa al suelo. La espalda de Kaia impactó contra la dura tierra, cortándole momentáneamente la respiración. Su mano derecha ya no sentía el reconfortante tacto del escudo, por lo que, ignorando el dolor que le había causado la caída, miró a un lado y a otro, buscándolo con una desesperación tangible. Por desgracia para ella, este yacía a unos metros de distancia, lejos de su alcance. Su espada, por el contrario, continuaba entre los dedos de su mano izquierda, lo que le alivió efímeramente.

Aquel hombre que la había abordado de repente volvió a aparecer en su campo de visión, enarbolando nuevamente su arma. La imagen de su espada destellando a la luz del sol, justo por encima de su cabeza, fue lo que hizo reaccionar a Kaia, que rodó por el suelo antes de que la afilada hoja llegara a atravesarla. El tiempo que el beligerante empleó para recuperarse del golpe fallido fue aprovechado por la mujer para ponerse rápidamente en pie. Kaia desterró de su mente el recuerdo de su broquel —ya perdido— y adaptó su técnica a la nueva situación, valiéndose de su presteza y agilidad para esquivar envites y realizar sus propias contraofensivas.

Entretanto, Trygve continuaba enfrentándose a aquella skjaldmö que se le había echado encima sin ningún miramiento. Esta había conseguido acertarle en el pómulo derecho con la punta de su espada, provocando que una lágrima escarlata resbalara por su mejilla. Puede que superara en fuerza y tamaño a la mayoría de las féminas que había en el campo de batalla, pero estas eran muchísimo más rápidas y escurridizas que él. Y también más pérfidas y traicioneras.

De vez en cuando dirigía su mirada hacia Kaia, que también estaba ocupada peleando contra otro hombre al que recordaba vagamente de Tamdrup, pero en cierto momento se vio en la obligación de darle la espalda para poder concentrarse en su propio combate.

La escudera contra la que luchaba —que era bastante joven— hizo el amago de fintar, pero Trygve fue mucho más rápido y consiguió detenerla a medio camino. Su hacha chocó contra la espada de la muchacha y aprovechó la fuerza del impacto para desarmarla. La guerrera no demoró en llevar una mano a su cinturón de cuero para desenfundar un cuchillo que, por desgracia para ella, no llegó a utilizar. Y es que el pescador fue raudo a la hora de esgrimir por segunda vez su portentosa hacha, siendo ese el golpe decisivo para deshacerse de la que hasta ahora había sido su rival.

Un escalofriante crack hizo eco en las inmediaciones, seguido de un quejido lastimero. Aún con su arma hundida en el abdomen de la skjaldmö, Trygve jadeó. El cuerpo de la chica cayó al suelo con un ruido sordo, mientras de sus labios borboteaba un río de sangre y saliva. Entonces el hombre desenterró el hacha de su menudo cuerpo, que se quedó laxo sobre la hierba, y alzó la vista hacia el cielo para lanzar una plegaria a los dioses.

Sintiendo una necesidad que no podía controlar, giró sobre sus talones para comprobar cómo iba Kaia y fue ahí que lo sintió: el frío beso del metal.

Un sonido ahogado se escabulló de su garganta, al mismo tiempo que un lacerante dolor se abría paso en su costado izquierdo, allá donde el peto de cuero endurecido no le protegía. De un momento a otro su sangre se convirtió en fuego y sus manos perdieron la fuerza necesaria para seguir sosteniendo el hacha.

Trygve no entendía nada, pero todo cobró sentido para él cuando sus iris azules se encontraron con los grises de La Imbatible, que lo observaba con un rictus inmutable contrayendo sus rasgos faciales. Estaba cerca, muy cerca... Lo suficiente para que pudiera inhalar una vez más el familiar aroma de su cabello. La mirada del hombre descendió un poco más, hacia el puñal que sobresalía de su flanco izquierdo y que todavía era sostenido por la mano de Kaia.

Sus ojos volvieron a toparse con los de la mujer a la que había traicionado —y de la que, sin siquiera pretenderlo, se había enamorado—, cuyo rostro permanecía manchado con la sangre de su último adversario. La frialdad que desprendía su mirada era inquietante.

—K-Kaia... —Fue lo único que atinó a decir.

Las piernas de Trygve fallaron, haciéndole caer de rodillas al suelo. La susodicha dejó que se desplomara: soltó la empuñadura de la daga y lo miró desde arriba con un gesto vacío de toda expresión. El pescador se llevó las manos al costado, pero no se atrevió a tocar el cuchillo, mucho menos a arrancárselo. Sus palmas y las yemas de sus dedos se impregnaron de un líquido viscoso y caliente cuyo regusto metálico ya empezaba a inundar su boca.

—T-Tú deberías entenderme m-mejor que nadie... —Volvió a hablar Trygve con voz estrangulada. Aquel esfuerzo por su parte le costó un ataque de tos que le hizo sollozar y gimotear como un niño pequeño.

La escudera inspiró profundamente por la nariz. Sus orbes grises habían perdido todo rastro de humanidad, pero una leve chispa rielaba en sus dilatadas pupilas. Una chispa de dolor, de resentimiento... De duelo. Tras ella, el cadáver del hombre que la había despojado de su broquel yacía sobre un enorme charco de sangre, con los intestinos fuera de su cuerpo.

—Y te comprendo... Pero no te perdono —manifestó Kaia en tono plano y monocorde. Se agachó frente a él y volvió a aferrar el mango del puñal, el cual clavó un poco más en su carne. Trygve profirió un alarido, pero estaba demasiado débil y conmocionado como para intentar apartarse—. Tu dolor no me sirve. Y tampoco justifica todo lo que tus acciones han desencadenado.

—Entonces e-eres igual de... de retorcida que L-Lagertha... —bisbiseó el hombre, de cuya boca manaban un par de hilos de sangre. Nuevas gotas de sudor perlaban su frente y su piel estaba cada vez más pálida, dejando atrás su tono tostado por las largas jornadas que había pasado trabajando a pleno sol—. E-Eres una maldita hipócrita...

La Imbatible comprimió la mandíbula con fuerza, haciendo rechinar sus dientes. Apenas un instante después, hundió un poco más la daga en su costado. Trygve se retorció en el sitio debido al dolor, aullando y berreando como un animal colérico. Si no terminaba de desplomarse sobre el suelo era porque Kaia lo mantenía erguido.

—Estaba embarazada. —Aquella revelación por parte de la mujer enmudeció al pescador, que la miró con desconcierto. Al principio no pareció ser consciente de lo que aquello significaba e implicaba, pero todo encajó dentro de su cabeza cuando Kaia dejó caer su máscara, demostrando lo mucho que le afectaba aquel tema—. Y perdí a mi pequeña... A nuestra hija por tu culpa.

Una sombra de dolorosa comprensión cruzó el semblante de Trygve, cuyos ojos se abrieron de par en par y cuya boca se curvó en una mueca grotesca. Sin poder evitarlo, su mirada bajó hasta el vientre de la reputada skjaldmö, que lucía plano bajo su armadura. Quiso decir algo, lo que fuera, pero se había quedado sin palabras, totalmente mudo. Lo único que pudo hacer fue restablecer el contacto visual con Kaia, que había vuelto a resguardarse tras una cuidada máscara de indiferencia.

—Te dije que morirías hoy, aquí —prosiguió La Imbatible con la mano aún sobre el cuchillo—. Y yo, al contrario que otros, siempre cumplo mi palabra.

Sin nada más que añadir Kaia tiró con fuerza del puñal, extrayéndolo del costado de Trygve con un rápido movimiento de mano. El pescador dejó escapar un grito agónico, pero su voz se convirtió en un mudo lamento cuando la hoja metálica se deslizó sin previo aviso por su garganta, sajando la carne y provocando que una avalancha de sangre terminara de arrebatarle la vida.

Eivør se arrastró por el suelo, tratando de alejarse lo máximo posible del hombre que la había arrollado como un toro embravecido. Sus sentidos estaban embotados y un intenso dolor se había extendido por el flanco izquierdo de su cuerpo, allá donde había recibido el golpe. Sollozó, presa de un terrible malestar. Tenía la visión borrosa y un molesto pitido se había instalado en sus oídos, pero, aun así, se forzó a salvaguardar una distancia prudencial con aquel úlfheðinn.

No cabía la menor duda de que ese hombre era uno de los temibles Guerreros de Odín, dado que lucía una capa de piel de lobo —cuya enorme cabeza cubría la suya propia— que caía sobre su espalda hasta rozar sus nalgas. No llevaba camisa ni ningún tipo de protección, sino que combatía a pecho descubierto. La única ropa que ataviaba su musculoso cuerpo eran unas calzas oscuras y deshilachadas en las que podían apreciarse varias manchas de sangre y otros fluidos que la morena prefería no identificar. Sus ojos desorbitados resplandecían con un brillo psicótico que evidenciaba el trance bajo el que se encontraba, el mismo que le permitía luchar como lo hacía y ser prácticamente insensible a cualquier estímulo externo.

A pesar de la aterradora imagen que ofrecía el úlfheðinn, que la observaba con una escalofriante sonrisa tironeando de las comisuras de sus labios, Eivør procuró no desesperar ni dejarse llevar por el pánico. Había soltado su espada y su escudo durante la caída, por lo que recuperarlos era su prioridad en aquellos momentos. Sus iris pardos fueron veloces a la hora de recorrer el suelo que la rodeaba, en busca de sus armas. No dejó de retroceder mientras lo hacía, del mismo modo que su nuevo rival no detuvo su avance hacia ella, gruñendo y aullando en el proceso.

Algo parecido al alivio se aposentó en su pecho al encontrar aquello que buscaba con tanta premura: su espada y su broquel se hallaban a unos ocho pasos de su posición actual, aguardando por ella. El único problema iba a ser sortear al grandullón para poder llegar hasta ellos. Pero era su única opción, su única posibilidad de sobrevivir a un adversario de tal calibre.

Sacudió la cabeza con brusquedad y parpadeó varias veces seguidas, a fin de recobrar la nitidez, para posteriormente conducir su mano hábil a su cinturón de cuero. Con dedos rápidos y ágiles, desenvainó su cuchillo y lo arrojó con todas sus fuerzas hacia el hombre. Como cabía esperar, su puntería no fue la mejor y es que el Guerrero de Odín lo esquivó sin ningún problema. Pero, afortunadamente para ella, su objetivo no era acertarle, sino distraerle. Puede que su lanzamiento hubiese dejado mucho que desear, pero había servido para hacer que su contrincante se desviara un par de metros de su camino.

La joven aprovechó el quiebro del úlfheðinn para ponerse en pie. Le costó horrores erguirse, pero ignoró cualquier dolor o molestia que pudiera sentir y echó a correr hacia sus amras. Durante el trayecto oyó gritar al hombre, cuya voz se había convertido en un gruñido gutural que le erizó la piel. En cierto momento le pareció ver un fugaz destello por el rabillo del ojo, lo que la impulsó a agacharse para esquivar su propia daga, la cual había sido lanzada por el Guerrero de Odín para tratar de detenerla.

Sin frenar su avance, Eivør se tiró al suelo y rodó sobre sí misma. Extendió su brazo derecho en dirección a su espada y aferró la fría empuñadura como si su vida dependiera de ello, cosa que así era. No pensó, simplemente actuó: con el arma en ristre, giró sobre su cintura justo a tiempo para contrarrestar el espadazo de su enemigo, que había acortado la distancia que los separaba de un par de zancadas. La skjaldmö apretó los dientes debido a la brutalidad del impacto, y es que sobraba decir que aquel gigante la superaba en fuerza y tamaño.

Conteniendo la respiración, empleó las dos manos para poder agarrar su espada, que estaba comenzado a ceder ante el acero del úlfheðinn. La posición en la que se encontraba, con una rodilla hincada en la húmeda tierra, tampoco ayudaba, pero consiguió deslizar el filo de su arma por la del hombre, a quien hizo recular varios pasos.

Eivør aprovechó aquel pequeño respiro para ponerse en pie y coger su escudo con la mano izquierda. Luego de adquirir una posición defensiva, echó un vistazo rápido a su alrededor. No tardó en volver a localizar a Astrid, quien continuaba encarando a Lagertha. Le alivió comprobar que no habían iniciado un duelo entre ellas —al menos de momento—, pero el corazón se le encogió dentro del pecho al percatarse de que su amiga de la infancia estaba llorando mientras sus labios se movían constantemente. No sabía qué estaba diciendo, pero, por la expresión de la soberana de Kattegat, no debía ser nada bueno.

Debía llegar hasta ellas como fuera.

Volvió a focalizar toda su atención en el Guerrero de Odín, que no titubeó a la hora de aproximarse a ella. Una nueva lluvia de golpes cayó sobre Eivør, quien durante los siguientes segundos no pudo hacer otra cosa que resguardarse tras su broquel, cuya madera estaba empezando a astillarse. La muchacha trató por todos los medios de apartarse, de evitar que el metal siguiera agrietando la única protección con la que contaba, pero le resultó imposible. El hombre descargó toda su furia contra ella, asestando un cintarazo tras otro. Y Eivør... Llegó un punto en el que solo podía retroceder mientras detenía golpes de espada y se encomendaba a los Æsir y a los Vanir para que fueran piadosos con ella.

Hasta que en cierto momento ocurrió lo inevitable.

El escudo se quebró, quedando totalmente inservible.

#

Cada vez más desesperada, la morena fintó para evitar que la siguiente embestida del úlfheðinn la acertara. Sus pies no dejaban de brincar de un lado a otro; hacía giros, quiebros y zigzagueos, se agachaba y se volvía a levantar. Era como una bailarina, ágil y etérea. Como una hoja suspendida en el aire.

Siempre se había caracterizado por ser escurridiza en la lucha cuerpo a cuerpo, por ser rápida y sibilina como una serpiente, pero incluso ella tenía un límite. Sus piernas comenzaban a acalambrarse y sus brazos ardían cada vez que la espada de su adversario chocaba con la suya. Por no mencionar que estaba sin aliento. A ese paso no aguantaría mucho más, aunque no podía decirse lo mismo del Guerrero de Odín, que continuaba igual de enérgico y vigorizado que al inicio del enfrentamiento.

Avistó a Drasil en la lejanía, luchando contra otra escudera a la que no demoró en reconocer por su característico color de pelo. Aquello, el ver que su mejor amiga estaba sana y salva —dentro de lo que cabía, claro está— le quitó un gran peso de encima.

Esquivó un golpe de barrido por parte del úlfheðinn y jadeó. Trató de tomar las riendas de la situación y ejecutar sus propios ataques, pero solo consiguió que el puño de su rival impactara contra su pómulo izquierdo. Eivør trastabilló, sintiendo una molesta quemazón allá donde había recibido el puñetazo. El dolor y el cansancio que atenazaban sus músculos se estaban tornando insoportables, no obstante, a pesar de ello continuó actuando de manera mecanizada.

Fintó de nuevo, logrando dejar atrás al hombre, que parecía empeñado en ser su verdugo, y desenfundó su hacha de mano con un rápido movimiento de muñeca. Al igual que hizo con el cuchillo, arrojó el hacha con las pocas fuerzas que le quedaban, solo que en esta ocasión sí se esforzó por apuntar en condiciones. Fue veloz a la hora de recurrir a esa última baza que le quedaba, tanto que en un abrir y cerrar de ojos la hoja cortó el aire, emitiendo un suave silbido.

El Guerrero de Odín no esperaba aquel movimiento por su parte y fue por eso que reaccionó tarde, al menos lo suficiente como para que el hacha se enterrara un poco más arriba de su pectoral derecho. El hombre se detuvo en seco y bramó, con la frente perlada en una gruesa capa de sudor y los ojos abiertos de par en par. Aquello renovó la esperanza de Eivør, quien, por primera vez desde que había empezado a combatir contra él, veía la posibilidad de salir victoriosa de aquel aprieto.

Pero entonces lo vio.

Primero escuchó una especie de chillido que le heló la sangre, y luego... Luego giró sobre sus talones para poder posar la mirada sobre la inconfundible figura de Astrid, que se encontraba a apenas unos centímetros de Lagertha. Un sonido ahogado brotó de los ajados labios de Eivør cuando reparó en que la espada de la reina atravesaba de lado a lado a la que había sido su pupila y amante. Astrid continuaba en pie, pero tenía el cuerpo rígido y su boca se abría y cerraba de manera errática, en un intento desesperado por respirar y no ahogarse con su propia sangre.

—Astrid...

Sus dedos apretaron con tanta fuerza el mango de su espada que sus nudillos se tornaron blancos como la nieve recién caída. La ira, la impotencia, la culpa, la frustración... Todas esas emociones se convirtieron en su motor, en la energía que la mantenía en pie, junto con la adrenalina que corría anárquica por sus venas.

En ese estado habría acabado con todo aquel que se interpusiera en su camino, fuera hombre, mujer o deidad. Pero todo aquello quedó reducido a cenizas cuando alguien tiró con brusquedad de su trenza y un dolor que nunca antes había experimentado se adueñó de su abdomen, cortándole la respiración y provocando que un nuevo pitido hiciese eco en sus oídos.

Los ojos desorbitados e inyectados en sangre del úlfheðinn le devolvieron una mirada que bailaba entre la euforia y la excitación, y el hacha que hasta hacía unos instantes había tenido incrustada en el pecho ahora sobresalía del vientre de Eivør, donde el metal había horadado el peto de cuero endurecido.

Le pareció escuchar una voz en la lejanía gritando su nombre.

Pero ella ya había caído en las fauces del lobo.

▬▬▬▬⊱≼≽⊰▬▬▬▬

N. de la A.:

¡Hola, mis pequeños vikingos!

UFFF... ¡¿PERO QUÉ ACABA DE PASAR AQUÍ?! Pues muchas cosas, DEMASIADAS. Es un capítulo de 6.000 palabras cargado de acción, tensión, incertidumbre y, por supuesto, drama. En su momento me costó muchísimo escribirlo (al igual que el siguiente), por lo que espero que todo esté bien narrado y explicado y que os haya mantenido con los nervios a flor de piel ;) Ya os comenté que las cosas se iban a descontrolar muchísimo en la última batalla de la guerra civil, y yo siempre cumplo mi palabra u.u

Pero, como siempre digo, mejor vayamos por partes.

Primero de todo: ¡¡KAIA!! ¿¿QUÉ ME DECÍS DE LAS ESCENAS DE KAIA Y TRYGVE?? Es que, en serio, han pasado tantas cosas en este cap. que hasta a mí me cuesta procesarlo x'D ¿Qué opináis de lo que ha ocurrido con estos dos? Porque nuestra querida Imbatible no ha tenido piedad con Trygve, ni una sola pizca. ¿Os esperabais que lo matara luego de que en el anterior capítulo descubriéramos el verdadero motivo que impulsó al pescador a actuar como lo hizo? ¿Qué pensáis al respecto? ¿Ha patinado Kaia al no ser clemente por algo que ella misma habría hecho? Porque creo que no hace falta confirmar que ella MATARÍA por sus hijos. Contadme, que estoy ansiosa por leer vuestras opiniones (͡° ͜ʖ ͡°)

Y, bueno, luego llegamos a las escenas de Eivør... De las cuales no voy a decir absolutamente nada. Y menos de ese final que, estoy segura, ha hecho que se nos pare el corazón a todos (¬‿¬)

Así que, sin nada más que añadir, regreso a las sombras. Sed buenos y no olvidéis votar y comentar para tener el siguiente cap. lo antes posible ;)

Nos vemos pronto ^3^

Continue Reading

You'll Also Like

72.9K 5.2K 34
Enero es especial, y no en el buen sentido. Es la chica loca que se sienta al lado de la ventana y que parece de todo menos normal, pero no es la her...
47.1K 1K 31
Aclaraciรณnes 1:No habrรก escenas +18 porque en mi teorรญa no lo se hacer, solo si ustedes me lo pidan, siempre y cuando me ayuden 2: Pueden escribirme...
21.8K 2K 26
Incorrect quotes = Citas incorrectas, segรบn Google. Momento random para Mi. *** Son solo momentos random de estรกs cuatro personitas. - Probablemente...
2.2M 226K 131
Dรณnde Jisung tiene personalidad y alma de niรฑo, y Minho solo es un estudiante malhumorado. โ โ”๐˜”๐˜ช๐˜ฏ๐˜ฉ๐˜ฐ ๐˜ฉ๐˜บ๐˜ถ๐˜ฏ๐˜จ, ยฟ๐˜ญ๐˜ฆ ๐˜จ๐˜ถ๐˜ด๐˜ต๐˜ข ๐˜ฎ๐˜ช๐˜ด ๐˜ฐ๐˜ณ๐˜ฆ๐˜ซ...