DARK RED ━━ atreides

Autorstwa morbidex

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━━ DARK RED el problema es que tu corazón se niega a admitir lo que tu mente ya sabe ❪ paul atreides x fema... Więcej

‎ ‎ ‎ ‎ ‎DARK RED
extended cast
advice zone
epigraph
prologue: the breaking of chains, the ascent of freedom
act one (presentiment)
i. she, kegavie
ii. the atreides house
iii. the house atyer
iv. pain of love
v. the lisan al-gaib
vi. poison
vii. trouble at arrakis
viii. the melange
ix. shaqiqat alsahra'
x. in the deep desert
xi. no turning back
xii. the heir
xiii. the fremen
xiv. family lineage
xv. grandmother
xvi. until the very end
act two (nightmare)
xvii. go ahead and cry
xviii. sardaukar training
xix. sad tired eyes
xx. only you
xxi. way to the blue room
xxii. the mystery of the house (i)
xxiii. sirens in the beat of your heart
act three (dinasty)
❪ our beloved butterfly child ❫
xxiv. even if our steps are not on the same frequency
xxvi. welcome to tabr, gurney halleck
xxvii. never an honest word
xxviii. the mystery of the house (ii)
xxix. knowing me, knowing you
❪ a time of quiet between the storms ❫
xxx. fluctuating consciousness
xxxi. chaos isn't a pit. chaos is a ladder
xxxii. the indomitable human spirit

xxv. i want to walk this path with you

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Autorstwa morbidex

QUIERO CAMINAR ESTE
SENDERO CONTIGO

El barón se retorció en su asiento, los suspensores lo evidenciaron al perder parte de la estabilidad que tenían.

La mirada inquisitiva y aguileña de Shaddam IV Corrino se posó en su cara regordeta y deforme.

Escudriñó cada parte de ella sin molestarse en ocultar el asco que dicha acción le provocaba.

Terminado su análisis, se irguió apoyando sus manos en el escritorio frente a él.

Gaius Mohaim, su decidora de la verdad, carraspeó molesta por la impaciencia que le generaban los movimientos lentos del Emperador Padishah.

──¿Qué sabe sobre el paradero de Kegavie?── cuestionó, el Barón se sintió ofendido por la forma en que fue tratado.

Tragó con fuerza.

──Seguimos buscándola, majestad── respondió con lentitud, como si fuera escarbando el camino.

──Insinúa que las búsquedas han sido infructíferas── Shaddam inquirió arqueando una ceja. Vladimir Harkonnen podía oler su odio a kilómetros y kilómetros de distancia.

El Emperador estaba enojado, muy enojado y molesto.

──Majestad── el barón se dio una pausa para sopesar sus palabras──. Majestad, el desierto meridional de Arrakis es inmenso, hay tantos sietches── mintió con cautela── tantos fremen.

La Reverenda Madre Mohaim hizo una mueca desconfiada, se acercó al oído del Corrino para decirle algo.

Ellos sabían que mentía.

──Lo preguntaré una vez más, ¿dónde está Kegavie? ¿Dónde está mi primogénita?── la voz del padishah delataba desesperación.

Vladimir tragó por segunda vez.

──En el Sietch Tabr bajo la protección de un tal Stilgar── comentó.

Una sonrisa siniestra se formó en los labios de Shaddam, asintió feliz.

──¿Tienen su ubicación exacta?── Harkonnen asintió──. Bien, envíen un par de triges laza y terminemos con esto.

El barón abrió sus ojos, sin dar crédito a sus oídos, preguntó:

──¿Cómo dijo majestad?

──Ubíquenla y envíe dos tigres laza, asesínela, Harkonnen y acabe con esta agonía, de una maldita vez.

Una sonrisa curvó la boca de Vladimir, quién se mordió la lengua para contener unas sádicas carcajadas.

──Con gusto, Majestad── musitó── veo que por fin nos entendemos.

La luz del sol provocó que sus ojos se entrecerraran, la arena que amenazaba con entrar a sus ojos logró lo mismo.

Pestañeó repetidas veces para poder volver a enfocar su vista en el gusano.

Sus garfios de doma estaban perfectamente sujetados a uno de los anillos de hacedor, Paul le hizo una seña para que lo direccionara a la derecha.

En un majestuoso círculo, el gusano se curvó para proteger su segmento abierto. Dio un amplio giro sobre sí mismo y, cuando estuvo orientado de nuevo al sur, Paul gritó:

—¡Geyrat!

El timonero soltó sus garfios, mientras el hacedor prosiguió avanzando en línea
recta.

Kegavie soltó sus garfios de doma, dejándolos allí para ayudar a mantener la dirección. Korba los sujetó.

—Muy bien, Paul Muad’Dib── dijo Stilgar──. Con la práctica, podrás llegar a ser un caballero de la arena.

La ojiverde se acercó hacia su prometido, notó que tenía el ceño fruncido.

Tras ellos se alzaron risas. El grupo empezó a cantar, lanzando su nombre al cielo: ──¡Muad’Dib! ¡Muad’Dib!

Muy atrás en la superficie del gusano, la caoba oyó el golpeteo de los aguijoneadores en los segmentos de cola. El gusano empezó a adquirir velocidad. Sus ropas ondearon al viento. El abrasivo sonido de su paso se incrementó.

──Los hombres están impacientes por efectuar una incursión contigo a los sink de los Harkonnen── dijo Stilgar──. Los sink se encuentran tan sólo a un martilleador de aquí.

──Los Fedaykin ya han hecho incursiones conmigo —el Atreides respondió—. Y seguirán haciéndolas hasta que no queden Harkonnen respirando el aire de Arrakis.

Stilgar miró a Kegavie comprendió que estaba pensando en cómo Paul había asumido el mando del Sietch Tabr y del Consejo de Jefes, tras la muerte de Liet-Kynes.

──Has oído hablar de la agitación que reina entre los jóvenes Fremen── la Atyer dijo con serenidad. El naib asintió.

──¿Deseas una Asamblea de los jefes── preguntó Stilgar. Los ojos de los jóvenes relampaguearon tras él, mientras seguían cabalgando al gusano en su loca carrera.

──No puedo saber lo que quiero── dijo Paul.

──Tú eres el mudir de la arena hoy── Stilgar sentenció. Su voz era sumamente
formal── ¿Cómo vas a usar este poder?

Ella supo que era momento de intervenir.

──Necesitamos tiempo para relajarnos, tiempo para reflexionar friamente── comentó, recibiendo una sonrisa de su prometido.

──Iremos al sur── dijo.

──¿Incluso si yo digo que tendremos que volver hacia el norte apenas haya terminado esta jornada?── el fremen alzó una ceja.── Tendremos Asamblea —dijo—. Enviaré los mensajes.

Kegavie y Paul se miraron, sabían que Stilgar los oía y tampoco podían moverse a otra parte del gusano, a menor que quisieran caer cuesta abajo.

Estaban sujetados de los anillos con ganchos especiales adheridos a sus guantes, hacía unos minutos podrían haberse desplazado unos metros, sin embargo, ahora que el hacedor había aumentado considerablemente su velocidad no podían moverse de su lugares.

La mano derecha de la ojiverde se quedó ahí, agarrada con fuerza, su izquierda comenzó a moverse para comunicarse en el lenguaje de batalla de los Atreides.

──Piensa que vas a desafiarlo── dijo──. Y sabe que no puede vencerte.

──Ellos ignoran la realidad── el duque también movió sus dedos.

──Que nuestra realidad sea distinta a la suya no significa que la ignoren── la caoba reflexionó──. La desconocen, porque nunca vivieron como vivimos.

──No lo desafiaré si puedo evitarlo, si hay otra manera de impedir la jihad.

El gusano hizo frente al sur, la ojiverde sintió el viento azotar sus expuestas mejillas, pensando en todas las necesidades que iban a condicionar sus decisiones.

Sabía que no debía dejarse desviar por ninguna consideración. Debía mantenerse a cualquier precio en el camino de aquel huracán del presentimeinto. En un momento determinado podría dominarlo, pero sólo si podía penetrar hasta el mismo corazón.

──Para la comida de la tarde y la plegaria nos detendremos en la Caverna de los Pájaros, al otro lado de la Cresta Habbanya —dijo Stilgar. Clavó él mismo unos garfios para equilibrar la marcha del hacedor, y señaló una lejana barrera rocosa que surgía en el desierto. La Atyer estudió la cordillera, las grandes vetas rocosas que se alzaban como gigantescas olas. Ningún rastro de verdor, ninguna flor ablandaba la rigidez de aquel horizonte. Más allá de las montañas se abría la vía del sur, diez días y diez noches como mínimo, a la máxima velocidad posible de un hacedor.

Veinte martilleadores.

El camino les llevaría mucho más lejos de las patrullas Harkonnen. Sabía cómo era: sus visiones con la preespecia se lo habían mostrado. Un día, mientras seguían avanzando hacia el sur, habría un leve cambio en el color del horizonte, algo casi imperceptible, casi una ilusión debida a la esperanza y entonces llegarían al nuevo sietch.

──¿Muad’Dib está de acuerdo con mi decisión?── el Naib preguntó. Había un levísimo toque de sarcasmo en su voz, pero los oídos Fremen a su alrededor, alertas a la menor variación en el grito de un pájaro o al mensaje desgranado por un ciélago, captaron el sarcasmo y miraron a Paul, esperando su reacción.

──Stilgar oyó mi juramento de lealtad cuando consagramos a los Fedaykin── respondió Paul──. Mis comandos de la muerte saben que hablo con honor. ¿Acaso Stilgar duda de ello?

──Nunca dudaré de Usul, el compañero de mi sietch── dijo──. Pero tú eres Paul-Muad’Dib, el Duque Atreides, y tú eres el Lisan al-Gaib, la Voz del Otro Mundo. A esos hombres no los conozco.

Kegavie mordió su labio, una forma de descargar la ansiedad del momento, ella conocía a Paul Muad'Dib, su compañero de vida, no obstante, desconocía al Duque en que se había convertido y a la Voz del Otro Mundo.

Paul, por su parte, solo conocía a Kiv, no a Zahida y menos a la heredera al Trono del León Dorado.

Una frustración mutua que los alejaba como pareja, que los desconocía.

Que por sobre todas las cosas, los asustaba y demasiado.

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