LUZ Y OSCURIDAD - METAMORFOSIS

Por salvador-escritor

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Tyler Bass tiene un trauma con su padre. Consecuencia de esto, se ha vuelto un tipo rudo, frio y calculador... Más

ADVERTENCIA
PRÓLOGO
CAPÍTULO 1
CAPÍTULO 3
CAPÍTULO 4
CAPÍTULO 5
CAPÍTULO 6
CAPÍTULO 7
CAPÍTULO 8
CAPÍTULO 9
CAPÍTULO 10
CAPÍTULO 11
CAPÍTULO 12
CAPÍTULO 13
CAPÍTULO 14
CAPÍTULO 15
CAPÍTULO 16
CAPÍTULO 17
CAPÍTULO 18
CAPÍTULO 19
CAPÍTULO 20
CAPÍTULO 21
CAPÍTULO 22
CAPÍTULO 23
CAPÍTULO 24
CAPÍTULO 25
CAPÍTULO 26
CAPÍTULO 27
CAPÍTULO 28
CAPÍTULO 29
CAPÍTULO 30
EPÍLOGO

CAPÍTULO 2

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Por salvador-escritor

     La Madriguera. Así llamaban Tyler y sus amigos al sótano ubicado debajo de un bar de juegos de billar. Todo el mundo que iba allí lo hacía con la finalidad de ocultarse o divertirse un rato con alguna cita clandestina o en compañía de amigos. Tyler entró sin mediar palabras con el guardia de la puerta principal, lo conocía pero no lo suficiente como para saber que él era el dueño; lo único que sabía era que Tyler era un simple "encargado". Prosiguió su caminó en medio del humo de cigarro y gritos de euforia por los aciertos en el hoyo de quienes jugaban al billar. Luego de pasar por un pasillo, que al final, chocaba con dos pasillos laterales, se dirigió al de la izquierda y condujo a la única puerta que mantenía pegado un anuncio que decía "Bodega de limpieza. Solo personal autorizado". Sacó una llave de su bolsillo y la introdujo en la cerradura.

    Empujó la puerta y se topó como de costumbre con la escalera que descendía hacia el sótano del establecimiento. La luz amarillenta del bombillo alentaba el ambiente para apreciar las maquinas de video juegos arcade que producían luces de colores y ruidos de los demos invitando a jugar.

    Un Husky Siberiano joven se acercó a Tyler con gran rapidez, colocando las patas sobre su ropa. Jadeaba con su lengua de felicidad, su cuerpo no podía permanecer quieto debido a la visita.

    —Aprovecha su cariño. Pronto te pedirá algo. —Dijo la voz de un chico con sudadera negra y audífonos acolchonados que alumbraban desde su cuello. Su cuerpo era de musculaturas definidas, un poco más delgado y un poco más alto que Tyler.

    —¿Qué me va a pedir? —Tyler bajó las escaleras.

    —Se lo decía al perro. —Se explicó Oliver.

    —Necesito un favor.

    —¡Rin din din! —Oliver chocó los puños con su amigo—. ¿Qué tal un... qué hay Oliver? ¿Has comido algo? ¿No te ha dado tétanos desde la última vez que le hiciste mantenimientos a las maquinas de juegos?

    —Te buscaré una hamburguesa.

    —Ahora si nos estamos entendiendo. ¿Identificación falsa? ¿Buscar a alguien?

    —Allison Sullivan.

    — ¿Tu nueva conquista?

    —Es una chica que se metió en problemas por mi culpa. Mandé a Rufián a que la rescatara y no hay señales de ninguno de los dos. Me he quedado sin celular.

    —No pasa nada —Dijo Oliver con voz alentadora —. Rufián hace muy bien su trabajo. Sabe esconder y movilizar personas.

    Oliver detalló la mirada de inconformidad sobre él.

    —Está bien, averiguaré todo sobre la chica. —Aceptó el chico de cabello castaño con corte de pelo al estilo messy pomp y se dirigió a buscar algo entre los cajones del escritorio. Se acercó a Tyler para entregarle el objeto. Era un celular provisional.

    —Siempre hay que estar preparado para lo mejor y también para lo peor. —Oliver miró a los ojos de Tyler mientras le entregaba el dispositivo.

    —Voy por tu hamburguesa.

    —Llévate a Patas contigo.

    El andar del perro era más acelerado, tanto, que lograba halar  los pasos de Tyler. Cruzaron algunas calles principales hasta llegar al frente de un establecimiento de comida. Pidió un par de hamburguesas, una se la dio a Patas y la otra para llevar. El olor de la comida empezó a molestarle un poco, cosa muy extraña ya que el acostumbraba a comer mucho por su rápido metabolismo. Minutos después, el olor de la hamburguesa aumentó sus nauseas, así que se dirigió a un callejón para intentar estabilizarse. Tenía ganas de vomitar. Se adentró entre las paredes, caminando entre el resto de basura y desperdicios podridos que descansaban en el suelo, sin embargo, esto no le molestaba en absoluto. Sintió su estomago lleno aun sin haber probado un bocado. Su atención al darse cuenta de ese pensamiento se vio interrumpida por unos pasos que se acercaron a él.

    —Amigo que bonito perrito —lo sorprendió una voz detrás de él. —¿Qué tal si nos das tu dinero? ¿O prefieres que nos lo llevemos para venderlo?

    Eran dos sujetos, ambos con camisetas anchas y sucias, el que le habló tenía en su mano un cuchillo de chef. El otro estaba al pendiente de alertar a su camarada por si alguien entraba al callejón. Tyler respiró profundamente. Su mirada era neutral. De improvisto... un recuerdo llegó a su mente.

    Los niños habían salido del salón, excepto él. Mantuvo la mirada en su cuaderno. Admirando los dibujos de los perros que había trazado con colores.

    —Mírenlo —Dijo una voz que lo tomó por sorpresa— está dibujando perritos. —Rió el niño que se encontraba acompañado de tres amigos más. Lo rodearon en su pupitre.

    Tyler alzó la mirada hacia un escritorio situado a su frente, la maestra no estaba. Sabía lo que significaba aquello. Su corazón batió la sangre con presura al sentirse que estaba solo y sin ninguna ventaja ante sus contrincantes.

    Empezó a respirar más rápido, el sentimiento de miedo se apoderó de él. Sus piernas temblaban, sentía como de a poco se le escapaba un poco de pis entre sus pantalones.

    —No sales a jugar a la pelota como los demás. ¿Eres una niñita o qué? ¿Tienes miedo a que te golpeen con un balonazo? —El niño soltó varias carcajadas.

    —¿Tu papá no te enseñó? —Se burló nuevamente en tono de lastima.

    —Su padre debe ser pobre para comprarle una. —Dijo uno de los niños mirándolo con desprecio.

    —Mi padre no... —Replicó Tyler. Pensando que si los trataba de enfrentar lo podrían dejar tranquilo.

    —¿Qué vas a decir? —El niño lo tomó por el cuello de su camisa y logró tumbarlo al suelo de una manera inesperada. Junto a él cayeron sus útiles escolares.

    —Pobre niño raro. ¿Qué hacemos? —Dijo uno de los niños.

    —Hay que pegarle para que deje el miedo. —Sentenció el primer agresor. Juntos, le propinaron varias patadas. Una de ellas le impacto en su nariz. Tyler, tumbado en el suelo, miró con atención varios colores que rodaban frente a él mientras sentía como terminaba de orinarse encima por completo.

    — ¿Crees que puedes amenazarme con un cuchillo? —Le cuestionó Tyler, de vuelta a la realidad.

    El sujeto se abalanzó un poco para intentar cortarle, pero el chico se echó para atrás justo a tiempo.

    —¡Patas! —Dijo el nombre del perro, a lo que el animal se puso atento a sus palabras —Abajo. —le ordenó Tyler. El canino hizo caso con una mirada preocupante. Tyler tomó distancia, pero su espalda ya tocaba la pared, cada segundo se acercaba el filoso cuchillo que deslizaba por el aire con intenciones de herirlo. Sin embargo, algo captó la atención del chico detrás de su agresor.

    —Ese tipo... mira—Mencionó Tyler atónito.

    —¿Crees que somos unos niños? ¿Crees que voy a voltear amigo? —Preguntó con disgusto el atacante, mientras, Patas comenzaba a ladrar deliberadamente hacia lo que veía al fondo. Tyler observó como el sujeto de atrás convulsionaba su cuerpo pegado a la pared. Segundos después, bajó la cabeza mirando el piso, y con pasos lentos y decisivos se acercaba a ellos, sus brazos estaban doblados hacia atrás y sus manos hacían referencia como si fueran garras imaginarias. El sonido de sus pisadas llamó la atención del malhechor que tenía acorralado a Tyler. Se volteó, y con mirada curiosa inspeccionó a su camarada.

    —¿Qué rayos te pasa? —Le preguntó entre una risita.

    Su acompañante de atraco tan solo se mantuvo de pie frente a él, sin mover un solo musculo, creando un ambiente de tensión e incertidumbre. Pero todo cambió al segundo en el que su rostro quitó la mirada del suelo para mirar fijamente a su amigo. Aquel hombre mencionó unas palabras en latín, al terminar, el malhechor que mantenía el cuchillo en la mano soltó el objeto punzante, dejándolo caer al suelo, acto seguido, sus ojos se pusieron en blanco, se dejo caer de rodillas y en un segundo, su cabeza se sacudió rápidamente de lado a lado mientras sacaba espuma de su boca. Tyler no entendía lo que estaba pasando, su corazón latía rápido. Se suponía que lo iban a robar pero al ver una escena tan extraña como esa cuestionó quienes parecían ser ladrones, tal vez eran dos personas con problemas mentales escapados de algún hospital psiquiátrico.

    El perro seguía ladrando. Tyler se acercó, lo tomó por la correa y sin quitarles la mirada de encima a los dos hombres los rodeó con cautela pegando su cuerpo a la pared. Cuando estuvo a punto de terminar de pasar al hombre de palabras extrañas, le tomó por sorpresa en el antebrazo.

    —¿De qué tipo de ángel era la pluma? —Preguntó sin mirarlo a la cara.

    —¿Qué? —se asombró Tyler, con dificultad para respirar. En ese momento recordó lo que le había sucedido la noche anterior. Una pelea a golpes tal vez era su mejor opción en el momento, pero se sentía tan confundido. Se preguntaba qué tanto era la conexión entre lo que le acababa de decir el hombre y la pluma que absorbió su cuerpo.

    —Te estás transformando Tyler. —Dijo aquel ser que al parecer poseía el cuerpo del sujeto. Terminada sus palabras se desplomó al suelo, como si lo hubiesen desconectado de alguna fuente de energía. Tyler revisó su abdomen alzándose la camiseta pero, para su asombro, no tenía ninguna herida. Solo la mancha de sangre en el orificio de su camiseta. Sin querer, su mente retomó el recuerdo...

    Entró a la habitación. Su padre estaba sentado en la cama con una mirada rígida que avisaba que lo que estaba por suceder no sería nada bueno. Tyler dio un par de pasos con mucha adrenalina en su cuerpo. Los segundos le parecían una eternidad.

    —Bájate el pantalón. —le ordenó su padre en tono dominante. Aquellas palabras fueron como una sentencia para él. Tyler obedeció con lentitud, pero al mismo tiempo deseando recibir su castigo lo más rápido posible con tal de terminar aquello que sabía que estaba a punto de resistir.

    —¿Por qué te orinaste los pantalones en la escuela? —La pregunta fue crucial. Al menos para Tyler, fue muy distinto el tono en el que se lo preguntó su maestra a como se lo estaba preguntando su padre, pero este guardó silencio. El movimiento del brazo fue rápido y la correa azotó a las piernas de Tyler unas tres veces.

    —A la próxima... no hagas que se me salga el ángel malo. —Concluyó su acto y salió de la habitación.

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