Sábado, 17 de Julio.
Lourdes realmente lo habia echado todo a perder. Al ver el dolor reflejado en el rostro de Martina, supo, con certeza, que si la quería, y se arrepentía una y otra vez por haberse dejado manipular por sus amigas, pero Lourdes siempre resultaba ser altanera y compulsivo, que malo que lo haya ido ahora. No habia ido más a casa de Martina porque quería darle su espacio, pero ahora estaba decidida a recuperarla.
Tocó la puerta de la casa de las Benza, y espero hasta ser atendida por Chivin, quien la abrazo con mucho amor, y la hizo pasar.
-¿Quieres algo, cariño?- Cuestionó, mientras se sentaba en el sofá.
-Solo ver a Marti- Dijo, con sinceridad, y la mujer sonrió dulcemente, asintiendo. No está del todo segura de que Martina quiera recibirla, pero ver a Lourdes le haría bien.
-Puedes subir, Lourdes.-
Lourdes sonrió, y corrió, literalmente, las escaleras. Suspiro al estar frente a la puerta de la habitación de Martina, y tocó. Pronto fue atendida por Martina, quien lucia realmente adorable con un suéter un poco más grande que ella y unos jeans que apenas ajustaban sus piernas.
-Mar...- Lourdes no soporto un segundo más y se fue sobre Martina, abrazándola como tanto había deseado hacerlo. -Perdóname, chiquita.- Susurro en su oído, y acaricio su espalda, mientras la pegaba a su pecho. -Fui una estúpida, me deje llevar por lo que decian las demás, te falle.-
Martina cerró sus ojos un momento, mientras recibía los apapachos de Lourdes con gusto. -Te perdono, Lu.-
La castaña separó un poco a Martina de ella, y la miró a los ojos sonriendo. La había extrañado tanto, joder. No tenía idea de que la tanto hasta que tuvo que pasar tiempo separada de ella.
-No quiero a Matias, ni siquiera me gustan los chicos. Que asco haberlo besado, iugh.- Lourdes hizo una mueca de desagrado, y Martina rio.
-No me vuelvas a dejar, Lu.- Martina lucho contra sus ganas de alejarse y callarse. Quería ser libre de expresar lo que sentía.
-Prometo no dejarte nunca más, chiquita.-