Inked Knockout

By SandyDayDreamer

170K 14.5K 19.5K

Una noche con amigas, un desvío, un callejón solitario. Un plan genial, ¿no? Por si fuera poco con la desastr... More

1.- Cavernícolas y Soju.
2.- Reina de corazones
3.- Adivinanzas
4.- Un pasito atrás
5.- X
6.- Abierto hasta... ¿el amanecer?
7.- Switch Stance
8.- Tíos malos; encuentros peores
9.- De boca en boca y tiro porque me toca
10.- Proposiciones (in)decentes.
11.- Sparring
12.- Juicio y Sentencia
13.- El poder de Rosita
14.- Promesas de tinta roja.
15.- Side Control.
16.- Ley de Gravitación Universal.
17.- Creciente menguante.
18.- Ensoñaciones.
19.- Jab
20.- Encuentros en la tercera clase.
21.- De treinta a cuatro mil ochenta.
23.- Takedown.
24.- Dos a dos.
25.- Muros, paredes y grietas.
26.- Déjame entrar.
27.- Half guard.
28.- ¿Pasado o presente?

22.- Rendición.

9.1K 563 534
By SandyDayDreamer

Intento comerme la galleta sin que esos ojos salvajes me provoquen punzadas de incomodidad en las sienes... La cosa está difícil de conseguir; ni mis galletas favoritas en el mundo ayudan a despejar el malestar.

Hoy hace bueno, y como soy básicamente un ficus que necesita solecito de vez en cuando para funcionar correctamente, se me ha ocurrido la brillante idea de salir a comerme mis galletas de dinosaurios aquí en el jardín. ¿A quién me he ido a encontrar? Pues al guardián de las puertas del inframundo, claro, que se me había olvidado que existía para mi grandísima desgracia. Me he visto obligada a refugiarme en el jardincito vallado donde Nam tiene las plantas de tomates, que crecen de la tierra por medio de ramas verdosas y gruesas, y se enrollan en las formaciones de palos que se reparten de tres en tres por doquier.

¿Cómo coño voy a salir de aquí con esa bestia maligna acechando tras la valla?

La posibilidad de intercambiar uno de los tomates de Namjoon en pos de salvar mi vida de ese terrible monstruo gigante se me ha pasado por la cabeza. Pero mi jefe tiene los tomates contados, los quiere más que a todos nosotros juntos, y me da mal rollo siquiera pensar lo que pasaría si se da cuenta que he sacrificado alguno, aunque sea para salir con vida de aquí... ¡Es un asunto serio! Seguro que Nam lo entiende si le explico la situación al detalle.

El bicho gimotea de repente, provocando que esconda la cabeza tras una de esas plantas en las que los tomates crecen ya de manera notoria; no sé con qué fertiliza mi jefe estas cosas, pero sea lo que sea, funciona.

—¿Qué quieres de mí, bestia sedienta de sangre? —cuestiono en un hilo de voz en dirección al "perro".

Y ese Cancerbero, ese esbirro de Satanás que parece un dientes de sable o un lobo salvaje más que un inocente y lindo perrito... se tira de repente al suelo, enseñándome su tripa al tiempo que vuelve a gimotear.

Ya tengo un tomate agarrado por si la cosa se pone fea y tengo que tirárselo al bicho gigante este antes de salir corriendo, pero, aun así, me acerco temerosa —teniendo cuidado de que la valla me proteja las piernas al menos— y estiro una mano más y más hacia la supuestamente dócil bestia.

Me tiemblan hasta los dedos de los pies cuando la punta de mis dedos roza su tupido pelaje negro, pero... para mi grandísima sorpresa, cuando le toco la barriga, la bestia mueve el rabo, saca la lengua, me mira y... deja de darme miedo de repente.



—¡Para! Para ya, tonto —carcajeo, tirada en el suelo.

Me estoy riendo más que en mi vida, y el culpable de esto no es otro que esta masita de pelo negro y ojos gigantes y puros. ¿Cómo me puede haber dado miedo esta bolita de pelo bonachona?

—¿Sonje? —Creo que es Jimin quien me nombra; compruebo que sí que es él una vez me incorporo y Gom le mira también, lanzándole un sonoro ladrido por molestarnos, creo entender—. ¡Llevo buscándote una hora!

—Es que he estado entretenida —me excuso, quitándome una ramita del pelo—. ¿Pasa algo?

—Joder, pues que no sabíamos dónde estabas, ¿te parece poco? —El rubio parece menos tenso una vez camina hacia nosotros y, a la que se acerca del todo, Gom le pega la cabeza a la pierna para que le acaricie—. Te he visto salir del estudio con el desayuno y ya... Hasta te he llamado, pero no lo has cogido.

—Creo que me he dejado el móvil dentro...

—Bueno, estás bien y no te has escapado del trabajo; Namjoonie va a estar aliviado por eso, desde luego —susurra tranquilamente, sentándose en el césped frente a mí justamente de la misma manera que yo lo hago: cruzando las piernas y relajando la espalda.

Parece desanimado mientras arranca las puntas verdes del césped y acaricia la cabeza gigante del esbirro, y sé por qué está así. Es, en parte, una de las razones por las cuales he salido al jardín hace un rato para que me diese el sol: mañana es el combate del coloso, y... supongo que el mismo pensamiento lúgubre que me invade a mí lo hace con su amigo; en su caso será aún peor, porque, pese a estar cabreados, Jungkook y él son como hermanos.

—¿Todo bien? —inquiero de forma relajada.

No pienso preguntarle directamente por el coloso (qué le den al coloso), pero espero que aquí su amigo pille que intento saber de él, porque desde esa pelea que tuvimos tras enterarnos de lo del combate, se largó para prepararse y todavía no ha vuelto.

—Seh... Solo había venido al jardín porque tengo que sacar a pasear a Gom.

—Si es por eso —suspiro desanimada—, ya lo saco yo. —El esbirro nota que estamos hablando de salir a pasearle, porque se pone eufórico de repente y comienza a hacer cabriolas por todo el terreno. Es grande y da miedo verle, pero es solo un bebé emocionado.

—¿Seguro que vas a poder sacarle tú sola? —se burla el rubio—. Tiene una fuerza increíble, te lo advierto; a Jungkook y a mí nos cuesta manejarle... y por esa regla de tres, tú lo vas a tener casi imposible.

—Puedo intentarlo, ¿no? —reto al chico, que alza las manos y me retira la mirada, en un gesto muy manido de "si es lo que quieres...".

El rubio es un poco imbécil, pero no es mal tío. Y comprendo que debe querer mucho a Jungkook, aunque normalmente esos dos parezcan un perro y un gato más que amigos del alma. Veo que sus ojos están muy apagados, y comprendo que no exageraba al pensar que lo del combate es una locura, porque el rubio parece opinar lo mismo. Parece muy jodido, muy preocupado... Y sin saberlo, hace que el nudo de nervios en mi estómago se vuelva más molesto. A este paso echo las galletas de tiranosaurios que me he zampado para desayunar.

Como si los dinosaurios no hubieran sufrido lo suficiente ya en la historia.

Jimin (con mucho esfuerzo y aún más paciencia) consigue atar la correa al collar de pinchos que rodea el cuello del esbirro y me pasa el asa negra para la mano sin mucha confianza. Gom parecía deseoso de empezar a tirar una vez llegamos a la entrada, pero basta que emita un pequeño quejido con la garganta para que el enorme bebé peludo me mire y se siente.

—¿Qué coño...?

—Cancerbero es muy listo —admito sonriente, agachándome para darle un beso encima de la cabeza, que el perro recibe moviendo el rabo a toda velocidad.

—No sé yo si a Jungookie le va a gustar mucho ese nuevo nombre —carcajea suavemente el chico. Cuando abro la valla y observo que Gom me espera pacientemente, Jimin se adelanta un par de pasos y nos mira desde fuera—. Tengo un rato libre... si no te importa os acompaño; por si acaso acaba tirando y no puedes con él, vaya. Soy muy considerado.

—Sí, un montón —me burlo al tiempo que ruedo los ojos.

Caminamos tranquilamente por las calles residenciales en dirección a un parque que Jimin me ha comentado que suelen llevar a Gom; la verdad es que debemos dar una imagen bastante curiosa los dos junto con el esbirro. Entre que Jimin y yo no pegamos ni con cola (él parece el día y yo la noche) y que encima llevamos a una bestia que se para a jugar con las mariposas y los pájaros que se va encontrando, debemos parecer un crossover barato entre la familia Adams y Gossip Girl.

—Qué pedazo de cabrón es este perro —masca con algo de resentimiento el rubio—. A Jungkook y a mí nos tira con la fuerza suficiente como para arrancarnos el brazo, y mírale contigo...

—Eso es porque nota la testosterona tóxica que emitís el coloso y tú y no le gusta —razono con sabiduría—. Está muy a gustito con mi energía femenina.

—Ah... ¿Qué tú tienes de eso?

—Gilipollas —masco resentida, dándole un golpetazo en el hombro que le hace carcajear hasta que sus párpados se encogen muchísimo; no sé cómo puede ver cuando sonríe así.

—No es por nada, Sonje, pero haríamos una pareja bastante buena, ¿o soy el único que lo ve?

—Eres el único, sí.

—Venga, admítelo: tenemos química. Esa reacción eléctrica y atrayente que invita a que nos restreguemos desnudos, ¿no la notas? Si es que puede hasta respirarse —teatraliza el rubio, esnifando el aire que le rodea para dar fe de su argumento.

—Lo que hueles es el polen, Jimin; nada de química, electricidad ni polladas de esas.

—Qué manera de cortarme el rollo, tía —murmura todavía sonriente—. Podríamos follar aunque sea para despejar la mente un poco...

Le miro de pasada al comprender que ese tono bromista e indiferente esconde mucha preocupación y malestar. Supongo que es de esa clase de personas que hace bromas para sobrellevar los malos sentimientos; soy experta en hacer eso, así que puedo comprenderlo bastante bien... Y aunque no quiero (porque no quiero ni un poquito), me atrevo a dar por finalizada esta lucha contra mi propio orgullo y lo suelto:

—¿Cómo está?

—Solo —contesta sencillamente, al segundo que termino de preguntarlo. El tema del coloso rondará su cabeza tanto como lo hace en la mía, porque no ha dudado un momento en saber acerca de quién le estaba preguntando—. Hobi se ha negado a entrenarle estos días... Dice que no piensa prestarse a una locura como un combate en las condiciones en las que está Jungookie. Y como el imbécil es terco como él solo, pues no quiere hablar conmigo tampoco; se cree que voy a intentar seguir convenciéndole de que no lo haga o algo...

—¿No lo harías?

—¡Claro! ¿No te das cuenta de cómo va a acabar? —bufa cabreado—. Pero estar completamente solo antes de un combate así... Es que no es normal, nada de esto lo es —añade con rabia—. Tú no sabes mucho de la liga, pero te juro que jamás había visto o escuchado lo de poner a un luchador a pelear tan solo una semana después de un combate; es una puta locura, a nadie en su sano juicio se le ocurriría hacer algo así. Lo de luchar después de dos semanas ya de por sí es arriesgado si hay alguna lesión grave de por medio, pero es que... siete días después...

—Jimin... ¿No podemos hacer nada para pararlo? —indago con algo de esperanza, la misma que se corta de raíz cuando Jimin niega solemne con la cabeza.

—Las apuestas están hechas, el combate organizado... Solo se puede parar si uno de los dos luchadores se retira —explica molesto—. Esto es raro, Sonje... y no me gusta un pelo.

—¿A qué te refieres con raro? —inquiero confusa.

—A nada —se retracta exasperado—; no lo sé en realidad... Supongo que solo es el hecho de lo mucho me molesta que todo esto esté pasando. Encima, pienso en que Jungookie está completamente solo, sin hablar con nadie desde hace tres días, preparándose sin entrenador... durmiendo en el gimnasio. Parecía muy deprimido cuando se fue...

Retorcido hijo de puta.

Si Jimin se cree que no entiendo para qué me está diciendo todo esto, encima con esa carita y ese tono desvalido, es que es más gilipollas de lo que parece, que ya es decir.

—Corta ya —escupo cabreada, a lo que me mira exagerando una mueca confusa—. Me estás diciendo todo esto para que me sienta mal —aseguro ceñuda. Y el rubio, lejos de negarlo, me da la razón con la siguiente frase que suelta.

—Es que no quiere verme, ni a mí ni a nadie. Pero si vas tú... sí que vas a poder hablar con él.

—¿Ah, eso crees? ¿Te pareció que tuviera muchas ganas de hablar conmigo cuando nos liamos a gritos? —espeto nerviosa. Joder, es que parece que no escuchó la que formamos el coloso y yo discutiendo...

—Eso es porque le dolió que pensaras que iba a perder —se excusa rápidamente.

—¡Es que va a perder!

—Pero eso a Jungookie le revienta por dentro, ¿entiendes? Y más si eres tú la que lo piensa.

—¡¿Qué tiene que ver que sea justamente yo la que lo piense?!

—¡Joder, Sonje, porque le vuelves loco! ¡¿De verdad no lo notas?! —El rubio se ha parado justo frente a mí y a Gom, que no parece gustarle que me haya gritado, porque gruñe levemente en su dirección—. Conociendo a Jungookie como le conozco, seguro que también está rayado por lo que pasó contigo.

—¿Conmigo? O sea... lo de la pelea y... lo que le dije de...

—Sonje, por todo eso, sí —ataja impaciente—. A ti va a querer verte, estoy seguro... Pero si no lo intentas antes de que luche, no podemos saber si le habría ayudado de algo que hablaseis para quitarse esa preocupación de los hombros. ¿De verdad estás dispuesta a llevar ese peso sobre su conciencia si le hacen daño de verdad porque no intentaste hacerle cambiar de idea?



Esta mañana hacía bastante buen tiempo, y esta tarde hacía calorcito, pues ahora que se ha hecho de noche corre un viento que me pone los vellos de punta. Mejor pensar que es eso lo que me tiene con la piel de gallina a creer que es por lo que he venido a hacer aquí.

¿De verdad soy tan fácil de manipular? Se ve que sí, lo soy. Puto Jimin, puto gimnasio, mierda de taxi que me ha costado una pasta...

Naver no ha arrojado ninguna ruta que pudiera cojer en bus para llegar a esta antigua agrupación de fábricas reconvertidas en otros negocios, por lo que mi única opción ha sido dejarme más de cuarenta mil wons en llegar aquí; espero que valga la pena haber pasado este periplo con tal de... ¿Con tal de qué? Es que no sé ni para qué coño he venido; ha sido por culpa del rubio, eso seguro, que me ha hecho sentir culpable al soltarme eso de que Jungkook estaba rayado por nuestra pelea. Es que encima seguro que es mentira, pero como soy bastante gilipollas me siento fatal. Noto la obligación moral de hablar con este imbécil que ha decidido reventarse la cara de forma voluntaria contra extraños como forma de vida.

Capulla eres, Song Sonje; el rubio saltarín te ha comido la cabeza y tú te has dejado.

Parándome frente a la puerta de chapa del gimnasio, un vistazo rápido al lateral en que se encuentra el parking me hace ver a Rosita aparcada de forma solitaria, lo que me da a entender que al menos Jimin no mintió con respecto a lo de que Jungkook se esté quedando aquí. Ya es algo, supongo.

La puerta no está cerrada, por lo que un ligero empujón a la derecha hace que se deslice por los raíles, dándome una visión panorámica estupenda de esta solitaria sala. Está más oscura de lo que recordaba, y eso se debe a que solo la mitad de los focos del techo están encendidos. El octágono está vacío, y da miedo al verlo entre esta penumbra; la grotesca jaula me resulta mucho más siniestra que de costumbre. Parecen las fauces de un monstruo gigante, listas para tragarte en cuanto te atrevas a posar un pie dentro.

—¿Jungkook? —murmuro cohibida, sin escuchar un alma a mi alrededor.

Su moto está fuera, por lo que el coloso debe estar aquí sí o sí. Por lo que le conozco, sé que no es la clase de tío que dejaría una posesión así de preciada demasiado lejos. Menos todavía si le pone nombre y todo. Se me escapa una sonrisa al acordarme de la primera vez que me habló de Rosita, y, más decidida y un poco menos cagada, sigo avanzando por las finas colchonetas que cubren el suelo.

Solo unos pasos más adelante, justo frente a la puerta del vestuario en la que pensaba entrar (una vez habiendo llamado antes, claro; que no soy ninguna pervertida), unas notas de piano agudas y deprimentes me llegan desde arriba. Suenan como un lamento caótico pero lento, y comprendo que ahí es donde debe estar el dramático de turno, por lo que me dirijo a las escaleras abandonando el piso principal.

No me equivocaba; a medida que subo los peldaños metálicos la música se vuelve más audible. Juraría que puedo incluso escuchar una voz acompañando la canción por encima, y mi sonrisa se vuelve más evidente cuando entiendo que esa debe ser la voz del coloso. Joder, y suena muy bien aunque parezca fuera del ritmo. La puerta desde la que me llega el lamento de la voz y la música es la misma en la que el coloso me metió cuando me trajó aquí: donde guarda sus dibujos y se dedica a vaciar la cabeza. Pensaba llamar antes de entrar, pero a lo mejor un sustito le viene bien para quitarle todos los pájaros que tiene en la cabeza. Si el ser gilipollas funciona como el hipo, a lo mejor le ayudo y todo, ¿quién sabe?

Como quien arranca una tirita, mi mano rueda el pomo y abro la puerta de una vez, con mucho ímpetu, dejando que el metal se escape de mi palma y el lado posterior choque contra la pared una vez se abre del todo. Y sí: el coloso se lleva un susto de muerte por mi repentina aparición.

—¡¿Q-qué...?! ¿Sonje? —murmura muy confuso.

Me lo he encontrado tirado en el suelo, rodeado de hojas de dibujo y con un aspecto de lo más miserable. No parece haber dormido demasiado estos últimos tres días, y creo que habrá dejado de entrenar hace bien poco, porque tiene pinta de haberse duchado hace menos de diez minutos, ya que su pelo está mojado y agrupado por mechones; además, la toalla que habrá usado está tirada sobre el único sillón que ocupa la pequeña salita. Obviamente, el aspecto patético al que me refería no es por nada de eso, se debe a la forma en que agarra una botella de alcohol con una de sus manos. La engancha con mucha fuerza, y que esté prácticamente vacía me da una pista muy clara de lo que el coloso ha estado haciendo estos tres días a parte de dejarse los nudillos entrenando.

Por otro lado, la música es de lo más deprimente también (sí, no me había equivocado), aunque no tanto como lo es toda esta escena.

—¿No se supone que tú no bebías? —Lo único que se me ocurre soltar primero es eso. Estoy nerviosa, ¿vale? Ni siquiera sé bien qué coño hago aquí todavía, y prefiero no mencionar la posibilidad de haber venido porque estuviera preocupada... Un poco preocupada en todo caso.

La sorpresa del dramitas este dura bien poco; se intenta recomponer del susto que se ha llevado al incorporarse y quedarse sentado sobre el suelo, todavía agarrando la botella como si fuera su bebé recién nacido. Ahora, cuando aparta la mirada de mí y arruga mucho el ceño, comprendo que la conversación que se viene no va a ser agradable ni pacífica.

Él está bebido, enfadado y, de seguro, asustado, y yo... quitando la embriaguez de la ecuación, estoy más o menos igual, así que no creo que lo que salga de aquí sea nada bueno; aun así, intentaré mantener la compostura lo más que pueda, lo juro por las tomateras de Nam.

—¿No decías que no iba a verte nunca más? —escupe lo más hostil que le deja el tono lastimero que entona.

—Si te molesto me piro ahora mismo —murmuro, acercándome como quien no quiere la cosa hasta quedarme sentada a su lado y quitarle la botella tras un forcejeo disimulado—. ¿Me voy? —Jungkook será un chulito, un cabezota y muchas cosas más, pero no parece tener un orgullo del tipo que te ciega, porque, a pesar de estar cabreado conmigo, niega un poco con la cabeza. Y, sin saberlo (porque no me mira), me hace sonreír.

Dejo unos segunditos para que mi voz no desvele innecesariamente que estoy bastante más contenta que cuando he llegado, y ese tiempo sirve de sobra para dejarme escuchar aún mejor esta melodía lúgubre que llena el cuartito y el pasillo que he dejado atrás. Me llevo la abertura de la botella de cristal a los labios y doy el primer sorbo... Gran error: esta mierda está malísima y sabe a aftershave.

—Vaya mierda de gusto tienes para la música —declaro resentida por el sabor de esta cosa que hace arder mi tráquea—, y para la bebida —añado con malicia.

—¿Qué sabrás tú lo que es buena música? —masca deprimido, dejándose caer sobre el suelo para volver a la postura que tenía cuando entré aquí.

—¿No deberías estar entrenando? —Decido cambiar de tema para no amargarle más innecesariamente, pero creo que el desvío de la temática le sienta peor todavía.

—¿Para qué? —musita en un quejido agudo—. Voy a perder igualmente.

—¡¿Cómo?! —exclamo, exagerando sorpresa—. ¡¿Qué Jeon Jungkook está diciendo abiertamente que va a perder?! ¿Qué pasa con eso de "soy el mejor, nena"? —bromeo de forma distendida, a ver si con suerte consigo sacarle la mierda que le llena la cabeza.

—Es mentira... Todo es mentira; soy un puto fraude.

Ay... esto va a estar difícil.

—No me parecías un fraude cuando te vi luchar. O sea, que puedo equivocarme y eso; al fin y al cabo, no tengo ni puta idea de lo que se supone que hacéis al daros pataditas y golpetazos, pero me pareciste muy bueno.

—Eso es porque, como tú bien has dicho, no tienes ni puta idea —suspira.

Si no fuera porque me da penita verle tan desanimado, le habría mandado a la mierda ahora mismo. Si no fuera porque veo la manera en que su mandíbula casi no se mueve para hablar, en que su pelo cae lánguido hasta arremolinarse en el suelo; sus manos llenas de heridas, su ceja todavía cortada y unida por los puntos... Si no fuera porque...

—Muy bien, ahógate en tu propia autocompasión —suspiro, dejando ver que me doy por vencida para levantarme del suelo y recoger algo de color rojo que descansa a un lado del sillón: sus guantes.

Son ligeros —y yo que creía que esto debía llevar placas de acero dentro para pegar con más fuerza—, aunque los deslizo con bastante más dificultad de la que esperaba. Es que se quedan como pegados a mi piel, no entiendo por qué... O no lo hago hasta que noto la humedad dentro de ellos.

—¡Coño, qué asco! —exclamo, luchando por quitármelos a toda velocidad—. ¡Qué están llenos de sudor! ¡Voy a vomitar, te lo juro! ¡Quítamelos! ¡Quítamelos! —pido con urgencia, sacudiendo las manos al comprobar que no puedo retirarlos por mi cuenta.

Jungkook se incorpora nuevamente, más lento de lo que a mí me gustaría, y extiende la mano para pedirme que me acerque a él con un gesto cansado e indiferente. Se queda esperando a que vaya con un codo sobre la rodilla y aspecto desidioso; como si le aburriese muchísimo mi sola presencia, y claro, eso me cabrea.

—¿Qué haces? —suelta en una queja infantil, con la que casi ni separa los labios, cuando impacto mi puño cubierto contra la mano que me ofrecía.

—Castigarte por ser un imbécil aburrido, dramático y autocompasivo. Das pena —le pincho justo antes de darle otro golpe, esta vez en el hombro. No le estoy pegando muy fuerte, pero tampoco creo que lo notase si me empleara a fondo.

—No tengo ánimo para esto, Sonje.

Paso de su queja y del rodar de ojos que la acompaña y vuelvo a pegarle un golpecito, esta vez en el pecho. Vale, esto se siente bien, es bastante satisfactorio. Debe ser mejor todavía si le diese con fuerza para desquitarme un poco por lo capullo que ha sido, pero no me atrevo: no quiero hacerle daño.

—Cobarde. El que una vez creí invencible, grande, fuerte, incomparable: El Coloso, es un cagado, señoras y señores —Mi interpretación se basa sobre todo en ese amigo suyo que presenta las peleas: Jin, y creo que me sale bastante bien, porque veo cómo la expresión del chico se relaja un poco.

Vuelvo a eso de darle puñetazos suaves, solo un par en cada hombro y bastante rápido. ¿Podría ser buena en esto o estoy alucinando? Creo que sí, qué cojones: podría serlo. Es divertido ver la mueca neutra de Jungkook mientras le sigo dando golpecitos e imito la exhalación que dan los boxeadores a cada uno, para, inmediatamente después, devolver el puño a su posición: protegiendo mi cara. También hago como si esquivara golpes imaginarios, y tras unos pocos segundos más haciendo de Rocky contra Apollo, considero (como única jueza del encuentro que soy) que he ganado el combate.

—¡Song Sonje es la ganadora, señoras y señores! —me autoproclamo, vitoreándome a mí misma al imitar el rugido que haría la multitud. Sonrío radiante, como si de verdad hubiera ganado algo mientras doy vueltas para saludar al público imaginario—. ¡¿Quién iba a esperar un combate tan bueno de esta preciosa debutante?! ¡Todos conmigo: Song Sonje! ¡Song Sonje!

Mi teatro sigue, y, una vez me da por apartar la mirada del palco inventado en el que me imagino a mi público celebrando la victoria, mis ojos caen en Jungkook; más concretamente, caen en la sonrisa que acabo de ver que esboza.

—¡Eh! ¡Lo he visto! —le señalo cuando, al verme, voltea la cara y recupera a su expresión de neutralidad absoluta.

—¿El qué?

—Estabas sonriendo, lo he visto —aseguro animada, dejándome caer de rodillas frente a él.

—No he sonreído; no sé de dónde te sacas eso... —niega cruzándose de brazos.

—¡De que te he visto! —aseguro con obstinación. No puede negarlo: conozco esa sonrisa bastante bien.

El coloso bufa y rueda los ojos, y como no quiere admitir que la gran Song Sonje, campeona imaginaria del mayor título de boxeo que exista en el mundo, le ha hecho sonreír, va a tener que volver a hacerlo.

—¿Otra vez con...? Ay, Sonie, para, para —me pide, cubriéndose de los golpes que le empiezan a caer por todas partes—. ¡Sonie! ¡Estate quieta!

—¡No quiero! ¡Pelea de una vez, gallina! —le pincho. Y creo que acabo por convencerle cuando hago como que le doy un golpetazo bajo la barbilla que le deja K.O. Ya estaba estirando otra vez los brazos para celebrar mi segunda victoria de la noche cuando noto que se levanta y se me queda mirando con una pose de superioridad.

—¿Quieres pelear? Bien: pelea —me pide, subiendo la guardia con las manos, que tapan su rostro.

—¿Tienes lo que hace falta para medirte con la campeona, Jeon "llorón" Jungkook?

—¿Qué campeona? Yo solo veo a una charlatana que no sabe ni cubrirse bien la cara —desmiente satisfecho.

—¡¿Cómo que no sé taparme la cara?!

—No sabes —reitera sobrado—. Esta mano va más arriba, cubriendo la mandíbula, pero dejándote ver... Y esta... cubre el pómulo —Sus manos dirigen las mías, que deja en la posición que explicaba—. Ahora ya estás lista, por lo menos para cubrirte...

—Pues venga: lucha —le pido, intentando no quedarme embobada por su gesto, su pose, su pelo, sus ojos; Dios, qué mala idea ha sido todo esto.

—No vamos a luchar así —niega, dándome la espalda para rebuscar en una bolsa de deporte que descansa en una esquina de la sala, de la que saca algo que me tiende al momento—. Cámbiate y nos vemos en cinco minutos abajo.

—¿Abajo? ¿Abajo dónde? ¿Para qué?

—Abajo en la jaula —aclara, echándome de la habitación sin darme tiempo a reaccionar—. Vamos a ver cómo se las gasta la campeona de la noche.



El coloso me ha dado unos pantaloncitos horribles para ponerme; son rojos, cortos y sueltos, y me hacen una bolsa extraña en la entrepierna —así sería tener pene, ¿no? Suficiente espacio para que mis pelotillas cuelguen cómodamente, qué gracia—. Arriba me he dejado la camiseta de tirantes interior que llevaba y me he quitado las botas para entrar al octágono, porque no creo que fuera el calzado más correcto para luchar. Me da miedo que si le doy al coloso una patada con el empeine me lo acabe partiendo, así que me limitaré a los puñetazos.

Además de mi atuendo de "Million dollar baby", Jungkook me ha ayudado a ponerme unas vendas que llevo ahora bajo otros guantes —los de Jimin—; como son más pequeños, me van mejor que los del coloso, que, en este mismo instante, termina de colocarse los suyos sin requerir mi ayuda para nada.

El atuendo de Jungkook no dista mucho del mío; en su caso, en vez de una camiseta de tirantas, lleva... pues... su piel y eso. Pero a parte de ese pequeño detalle (que digo pequeño por decir algo, porque el cabrón está gigante), parecemos una parejita de siameses con el mismo outfit horrendo.

—¿Lista? —pregunta socarrón, ajustándose los guantes.

—Tenías ganas de que esto acabase pasando, ¿eh? —le echo en cara al verle tan satisfecho.

—No estaba particularmente interesado, pero si te hace ilusión que diga que sí...

—¡Qué mentiroso! ¡Si siempre estás con lo de enseñarme a luchar!

—Bueno, pero eso era para darte una muestra de mi increíble técnica y habilidad —suelta sobrado, dando saltitos que hacen que sus pectorales se tensen y destensen al ritmo; botan de una forma hipnótica.

Me va a matar: si no de una hostia, de una apoplejía.

—Deja de vacilarme y vamos al lío —Mi confianza se ha ido; ni haber ganado dos combates imaginarios consecutivamente me ayuda ahora mismo. Me noto torpe y lenta, me noto temblando y sin confianza, y todo se debe, cómo no, a él.

Tiene algo (que no entiendo qué es) que me atrae como una polilla a la luz. Como a un náufrago tierra firme, como a un tuareg un oasis. Me llama como si fuera algo que mis instintos reclaman sin dejar que mi razón forme parte de la decisión. La idea se afianza cuando, tras un par de amagos de golpearme, termino dándole yo primero. Al menos lo he intentado, porque me ha esquivado con una facilidad pasmosa. Y, en un giro fluido e inesperado, ha enganchado mi muñeca con una mano, cruzando mis propios brazos sobre mi pecho y quedándose pegado tras de mí para mantenerme con las extremidades inutilizadas bajo su agarre.

—¿Por qué has venido aquí? —inquiere a mi oído. Noto su pecho a mi espalda, noto su boca en mi oreja, noto la fuerza de sus manos alrededor de mis muñecas, y mis instintos despiertan una vez más en reacción a él.

—Jimin m-me ha dicho dónde... estabas —confieso, forcejeando para escaparme del abrazo de oso al que me somete.

A la que creía que estaba consiguiendo que mis muñecas se escurriesen un poco de entre sus manos, me aprieta duramente. Se pega más, y yo no puedo evitar dejar caer la cabeza un poco al lado contrario para que su respiración agitada caiga sobre mi cuello. Es una de mis muchas debilidades, y espero que el coloso no lo note; no cómo yo empiezo a notar todo de su cuerpo tras el mío, al menos. Siento sus muslos pegados a mis piernas, su estómago en la curvatura de mi espalda baja. Siento que me puede matar con un solo movimiento... Y no tiene nada que ver con su fuerza, o con esto de pelear; se debe a que, si quiere, puede tenerme por completo aquí y ahora.

No soy lo suficientemente fuerte como para negarme, y no quiero serlo. A pesar de que no me quiera rendir a él de esta manera, soy consciente de que caería una y otra vez en lo que me hace sentir.

Su aliento ha dejado de caer contra la sensible piel de mi cuello; estaría aliviada de no ser porque ha dejado de soltar el aire solo para recogerlo muy pegado a mi piel... Me está olisqueando, porque noto su nariz pegándose, noto el frío de sus inspiraciones... Noto el gemido que estoy a punto de soltar por su culpa.

—¿Cómo puedo... s-soltarme? —pregunto jadeante e inquieta.

—No me conviene que lo hagas —confiesa, creo que esbozando una pequeña sonrisa—. ¿Quieres que te lo diga de todas formas? —Asiento, provocando que la parte trasera de mi cabeza choque contra su hombro... y la dejo ahí, porque creo que jamás he sentido un espacio tan perfecto en el que reposar—. Tendrías que darme un codazo directo a las costillas, justo... así —ilustra, apretando más el brazo al que se refiere para enseñarme el golpe—. También podrías agacharte de una vez, pero te arriesgas a una luxación de hombro...

—¿Y sin hacer nada de eso? —inquiero con la boca seca. Tengo que lamerme los labios todo el rato para no notarlos tan deshidratados. Creo que es por culpa de mi respiración, que sale muy rápido de entre mis labios, pero no puedo controlarla ahora mismo, no si el coloso me agarra tan fuerte contra su cuerpo.

—Sin hacer nada de eso... solo te queda someterte a mí, Sonie —susurra.

Someterme... Qué mal hubiera sonado esa palabra en cualquier otro momento, Dios, pero no ahora, no así, no con él. Porque va a hacer que me corra solo con seguir hablando; me tiene excitada a unos niveles insanos, y ni siquiera ha necesitado tocarme para eso.

Sin embargo, si Jungkook piensa que puede conseguir tenerme en la palma de su mano tan fácilmente (cosa que, en parte, ya ha conseguido), es que no me conoce tan bien como él se cree. Una pequeña estrategia se me viene a la cabeza gracias al rubio saltarín, al que le vi usarla no hace mucho en este mismo octágono; con eso en mente, flexiono la rodilla para dar un golpetazo certero tras la de Jungkook, consiguiendo que pierda el equilibrio un solo milisegundo de lo más valioso. Uno en el que su agarre se afloja por la sorpresa, en el que sus manos me dejan ir y en el que aprovecho para girarme sobre mí misma y verle arrodillado con una pierna en el suelo. Uno en el que deslizo mis manos por su pelo, agachándome a la altura de su cara.

—Mira quién se somete ahora —susurro satisfecha; y aunque debería sentirme victoriosa solo por el hecho de haber conseguido apartarle, la sonrisa que me lanza el coloso no es tranquilizadora, y no me deja pensar en victoria de ningún tipo.

Cuando mi espalda choca sonoramente contra la lona y su cuerpo se acopla al mío, entiendo que no hay conquista posible que yo pueda hacer en este octágono. No hay ni gloria ni honor para mí en cualquier sitio que no sean sus labios.

Jungkook me mira desde su posición de poder, encima de mí; sin embargo, no sonríe porque haya conseguido volver a inmovilizarme. Ha ganado, ¿no? ¿Qué sentido tiene seguir con esto si no puedo ni respirar? No puedo ni pensar. No puedo seguir fingiendo.

—Ya está... ¿no? —exhalo acelerada—. M-me has tumbado, así que... ¿hemos acabado ya? —gimoteo, centrada en morderme los labios. Le observo con la misma intensidad que recibo de sus ojos negros, que arden, juro que me queman.

—¿Acabar? No, nada de eso —repone, cabeceando una negativa rotunda—. Todavía te queda comprobar por ti misma que lo que te dije de follarte hasta con las costillas rotas iba completamente en serio.

El coloso gruñe de forma agresiva y vehemente contra mi boca, pero no baja lo suficientemente rápido, no llega a rozarme, no me toca todo lo que necesito. No aguanto. Mi instinto me habla de su sabor y su calor, por eso tenso el estómago de una vez y le alcanzo; llego a ese punto que deseo con cada célula que compone mi cuerpo. Le beso, recibiendo la misma desesperación de ese par de labios rojos. Rojos y dulces. Dolorosos y placenteros... Perfectos, joder, simplemente insuperables.

Sus manos dejan escapar una vez más mis muñecas, y no lo hacen por ningún golpe a traición; se despegan solo para tocarme como si quisiera partirme en mil pedazos. Sus grandes palmas enfundadas en los guantes recorren la piel de mi estómago cuando levanta mi camiseta, pero las mías se contentan con su mandíbula, que se endurece para que mi piel note su desesperación, sus ganas...

Ese par de labios resultan ser tan duros como las manos que acompañan el contacto más abajo sobre mi piel. Me devoran con una fogosidad que no admite pensamientos; su boca me muerde, me lame, me saborea como si fuera una extensión de la suya. La saliva del coloso empapa de mis labios y mi boca, que se abre más y más para emitir los gemidos que necesito soltar, y que se unen a los suyos. Jungkook gruñe, se aferra a mi cintura y se incorpora levemente; entiendo que lo hace para deshacerse de sus guantes, que tira a un lado de la jaula sin romper el contacto visual que mantenemos.

No me molesto en intentar quitar los míos, porque quiero que él lo haga. Y mi coloso, una vez más, me complace al darme exactamente lo que necesito, dejando que solo las vendas cubran mis manos; retira el velcro que une la cinta, pero creo que ese trabajo es demasiado laborioso para que su impaciencia le permita completarlo, porque vuelve a agacharse antes de tiempo para volver a atrapar mi boca en la suya.

—Sonie —exhala de forma peligrosa, y baja... su boca baja por mi barbilla y se interna en mi tráquea, que besa, chupetea y mordisquea a voluntad.

La cinta de mi venda sigue desatada, y aprovecho para deslizarla tras su cuello y mantenerle pegado por completo a mí... No quiero que se separe nunca de aquí. No necesito respirar, pensar o razonar; joder, le necesito a él.

Mi mano, la que todavía tiene la venda en perfectas condiciones, va reptando por su firme estómago hasta adentrarse bajo los pantalones cortos. La yema de mis dedos da con su erección, dura como una piedra a estas alturas, y con la misma envergadura que ya comprobé que tenía. Jungkook es un coloso en todos los sentidos de la palabra.

Su miembro me recibe con una sacudida, a la que acompaña un gemido medio ahogado de sus labios, que vuelven a subir para repetir el obsesivo marcar; esta vez, por mi mandíbula.

Casi no puedo sentir la suave y ardiente piel de su falo contra mi mano por culpa de las vendas, y a causa de eso, por supuesto, me sobran, por lo que las desenredo lo más rápido que me permiten las mordidas que ahora noto en pleno cuello.

—Coloso... Sí, ahí... ahí, sigue —le pido, tan satisfecha como impotente por no poder devolver el placer que me entrega tan gratuitamente.

Las vendas, tras un tortuoso trabajo que Jungkook no ha puesto fácil en absoluto, acaban por fin hechas un ovillo en el suelo; pero cuando pretendía volver a sentir esa gruesa erección entre mis dedos, Jungkook baja con sus mordidas por mis hombros, por mi brazo derecho, que sujeta en alto para servirse. Sus dientes son bruscos, pero también pacientes, porque parecen saborear cada mordisco antes de dar el siguiente... Cuando sus manos bajan a mi cintura nuevamente, no creo poder soportar este juego por más tiempo: le necesito ya.

El coloso sigue mi petición cuando enrosco los dedos en sus pantalones, que acaban cayendo en alguna parte de esta jaula, dejándome ver por fin esa erección en toda su gloria. El líquido que rezuma del pequeño agujero y que resbala por el ligamento tensado, la rojiza parte superior, las venas que le permiten endurecerla tanto como la tiene ahora. Los surcos marcados de cada una de ellas me gritan que me la meta en la boca, pero Jungkook parece tener otros planes, porque pasa de pelearse con cada trozo de mi carne a hacerlo con mi camiseta y, tras eso, con mi sujetador.

—Q-qué puta... visión —gruñe satisfecho, colocándose más recto para poder mirarme desde arriba con más claridad; aunque sus ojos caen en mis tetas... tampoco puedo reprochárselo, porque a mí se me van solos a esa puntiaguda erección que crece entre sus piernas—. Cómo me ponen tus piercings, Sonie...

¿Esa era la razón de la carita de ilusión que me puso cuando me tocó las tetas por primera vez?

La sonrisa que estaba esbozando hasta hace unos instantes por su culpa se desvanece en el alarido placentero que me provoca su boca, la cual se entierra con premura en mi pezón derecho, que empitona con succiones demasiado intensas; lo muerde, juega con la lengua por las pequeñas bolas metálicas del piercing, y vuelta a empezar con el contrario. El aspecto que presenta mi pecho, lleno de saliva y con el pezón más duro de lo que lo haya tenido jamás, parece llegarle al alma... o a la polla, según se mire, porque empieza a palpitar, lo noto perfectamente cuando se me pega al muslo... Tan cerca de esa zona todavía tapada que duele. Sin embargo, mis pantalones y mis braguitas de encaje vuelan de repente, y una vez perdidos en la inmensidad de lo que parece el infinito, Jungkook se separa... y, claro, nos miramos. Es la primera vez que nos vemos completamente desnudos, y no sé cómo tomarme lo que siento por todo el cuerpo al verle así.

Su piel se pega más a los numerosos músculos que se marcan cada vez que suelta aire, y me fijo, para mi grandísima desgracia, en esas venas que recorren su ingle, acompañadas a cada lado de sus caderas de unos músculos que sobresalen mucho, y que no creo haber visto nunca antes más que en él... No sé ni cómo se llaman, no sé si alguien más en el mundo los tiene, pero juro por mi vida que son perfectos.

—Ya no hay... vuelta atrás —me sincero agitada—. Nos hemos visto en pelotas, así que lo de ser buenos amigos queda descartado a estas alturas...

—Pues lo siento mucho, pero no me importa una mierda —confiesa con una sonrisilla torcida, acariciando el tatuaje del conejo blanco que tengo junto al hueso de la cadera.

—¿No quieres ser mi amigo? —pregunto con sorna, dejando que las inseguridades propias de estar completamente expuesta a otra persona se pierdan en la sonrisa que me devuelve, o en la manera que su nariz se arruga, o en cómo sus labios bajan una vez más a los míos...

Jungkook estaba a punto de responderme, aunque creo que nunca sabré qué iba a decir, porque en el momento que ha vuelto a bajar a mí y mis manos se han enroscado en su polla, solo escucho el gemido ahogado y satisfecho que suelta. Empiezo a bombear su erección con mucha fuerza, y temo estar pasándome hasta que gime otra vez, rodando los ojos y siseando ante mi tacto.

Podría correrme solo mirándole. De verdad de la buena... es que creo que me voy a correr así, tal cual estoy.

—N-no puedo, Sonie —susurra a centímetros de mis labios. Acelero la forma en que le masturbo, porque según noto no debe quedarle mucho más, aunque Jungkook me para antes de poder comprobarlo. Aparta mis manos y, con un tirón, me levanta del suelo y me deja de pie frente a él.

Mis pies sienten la lona bajo ellos durante un par de segundos como mucho, para pasar a sentir únicamente el aire que nos rodea, ya que el coloso me ha cogido en brazos y, sin dar una sola explicación, me lleva con paso firme hasta apoyar mi espalda contra la jaula. El metal está frío, pero ni lo siento a estas alturas con la temperatura que ha alcanzado mi cuerpo.

—¿Qué... se supone que haces? —pregunto confusa cuando le veo acercándose la bolsa de deporte con un pie hasta dejarla lo suficientemente pegada como para cogerla con una mano.

—Buscar el condón, Sonie —responde a prisa, trasteando por el interior.

—¿Te has traído los condones aquí abajo? —le reprocho divertida—. ¿Ya sabías que íbamos a acabar así o qué?

—Por... prevenir no perdía nada —confiesa, concentrado en dar con el paquete que busca—. Si no llego a traerlo no sé cómo hubiéramos acabado...

—Puedes soltarme para buscarlo más tranquilo sin tener que estar agarrándome, ¿sabes? —Acaricio sus hombros con el borde de las uñas, tratando de que el calor de su piel desnuda no me pida cometer ninguna locura a la espera de que encuentre el puto condón.

Ahora entiendo lo de "no sé cómo hubiéramos acabado". Menos mal que lo ha traído, sí.

—No quiero arriesgarme a alejarme de ti un milímetro ahora mismo —confiesa, y a mí me provoca una cascada de escalofríos que rematan por todos los nervios de mi espalda—. Aquí. Coño, por fin... Me va a reventar. No lo soporto más...

Con una mano le vale para, por el hueco que dejan mis piernas enroscadas a su cintura, estirar el látex por su polla. Y al momento que está protegido, su mirada sube y se encuentra con la mía. Sus caderas avanzan... y dejan que su punta avance entre mis pliegues hasta dar con la entrada; está muy mojada, está increíblemente lista para recibirle, y por más que espero, Jungkook no se me mete dentro.

—¿Qué haces? Venga... hazlo ya, que me vas a matar.

—No quiero hacerlo así —confiesa pensativo, agarrándome con más fuerza para que no me escurra de sus manos mientras baja conmigo encima hasta dejarme con la espalda sobre la lona nuevamente—. Así... creo que mejor para una primera vez, ¿no?

—¿Primera vez? —pregunto alarmada—. ¿Es tu...?

—¡No! N-no, no, claro que no... Me refería a nosotros; no por separado... Y a me imagino que tú tampoco eres...

—No, obviamente no soy virgen.

—Pues eso... aunque lo hayamos hecho antes, no lo hemos hecho entre nosotros, y prefiero que tomemos contacto de la mejor... manera posible, ¿no crees? —No sé qué coño dice, porque ha empezado a mover las caderas para rozarme toda la polla en medio de los labios mayores y se me ha ido la cabeza por completo al sentirle.

—Sí, s-sí, claro... De la mejor... —repito extasiada, agarrándome a sus hombros.

—Resbala mucho... Ufffff, estás chorreando... Y a lo mejor puedo... ¿L-lo intento?

Intenta lo que quieras, mi coloso.

Le noto... le noto posándose en la entrada, le noto entrando un poco en mí. Gimoteo desesperada, exhalo muerta de deseo. Abro más las piernas para que se cuele bien entre ellas y me agarro a sus hombros con tal de mentalizarme a no hacerlo en sus costillas.

Nuestros ojos vuelven a chocar en medio del calor y de la excitación. Está a punto de meterse. Su glande se desliza con fluidez en mí, y quiero que me siga mirando mientras lo hace; mientras se abre camino por primera vez en mi interior.

—Haz que me rinda —le reto, con el único propósito de mantener sus ojos en el punto en el que están ahora. No quiero que se muevan en ninguna otra dirección, los necesito sobre los míos todo el rato.

Sus dientes cobran el pago de la frustración que debe sentir al estar tan cerca pero tan lejos de mi interior al clavarse sobre su labio, y lo hacen con fuerza desmedida, sin mesura, sin arrepentimiento. Sus manos van a mis muñecas, que se posan de repente encima de mi cabeza... Y así, ahora, en este instante, un fuerte empuje de sus caderas hace que pase de desesperarme por sentirle, a notarme llena de él, de su carne dura y caliente.

Se ha metido de una vez, con una sola estocada fuerte, bestia y certera. Una que me hace retorcerme de pies a cabeza por puro gusto, la misma que me hace gemir como si acabase de partirme en dos.

El coloso, en este aspecto, es perfecto para mí; lo acabo de entender al sentirle. Acabo de comprender que nuestros gustos encajan tan bien como lo hacen nuestros cuerpos desnudos.

Una nueva embestida me quita la consciencia y el aire de los pulmones; se mete tanto que su pubis choca fuertemente contra mi clítoris. El sonido que emite la nueva penetración es húmedo, brusco y rápido, y se desvanece entre los jadeos de Jungkook y mis propios gemidos... Me mueve hacia arriba cuando se interna otra vez, y ahora entiendo el porqué del agarre de sus manos a mis muñecas, ya que, gracias a eso, mi cabeza no choca contra la jaula que tengo detrás.

—Co... lo... so —Intento advertirle, o canalizar todas estas ganas de correrme de alguna manera. Si por lo menos tuviera disponible una de mis manos, podría dar un par de caricias a mi clítoris que acabarían con esta agonía de manera rápida e indolora. Pero con las muñecas atrapadas no puedo liberarme en ningún sentido de la palabra, por lo que el placer crece más, y más, y más... Voy a enloquecer—. N-no pue... do. No... a... guanto.

—Por m-mí, Sonie, un poquito... más, por mí —me pide en la tregua que le dan las brutales embestidas que arremete contra mi centro, y entre los puñeteros siseos que salen de entre sus labios.

No tiene piedad. El muy descerebrado me va a hacer estallar demasiado intensamente, porque se mete demasiado fuerte, sale de mí con demasiada rapidez; solo sus caderas se mueven de repente, dejando el resto de su cuerpo estático sobre el mío. Intento mantenerle la mirada, pero elijo apretar los párpados para no observar la manera en que sus músculos se marcan hasta que parecen cincelados directamente sobre su piel.

—Por... favor —susurro sin fuerzas, pero es demasiado tarde para hacerlo. Noto que la siguiente penetración que sus caderas me obligan a sentir es lenta y muy profunda. No tengo manera de reprimirlo y... estallo.

Me rompo en los mil pedazos en los que trataban de deshacerme sus manos y sus embestidas. Mi estómago se encoge, y las pulsaciones de mis músculos internos son tan intensas que arrasan todo a su paso hasta enterrarse en mis sienes.

Es el orgasmo más salvaje que haya sentido nunca.

Descubro, en medio de los quejidos agudos que exhalo a toda velocidad, que Jungkook sí que tiene algo de piedad dentro, porque me deja disfrutar de la sensación al tiempo que besa mi cuello, que se mece suavemente en mi interior. Descubro también que mi coloso es un hombre bastante paciente, porque por más que note su polla palpitándome dentro, no acelera mi recuperación posorgasmo lo más mínimo. Se toma el tiempo necesario para que mi corazón no amenace con explotar y, una vez mis gemidos se transforman en suspiros satisfechos, su boca sube de mi cuello a mi oído.

—¿Te rindes ya, Sonie? —Capullo. Mira que darme este pedazo de orgasmo y cagarla por volver a retarme...

Estoy segura a un noventa por ciento de que voy a meter la pata haciendo esto; de que, seguramente, arruine la placentera sensación de paz que rebosa ahora por mi piel, pero si se piensa que solo por hacer que me corra como una cerda ha ganado, se equivoca.

—Ni en tus mejores sueños, coloso...

—Voy a ser bueno y te lo voy a preguntar un par de veces más para darte la oportunidad de pensártelo mejor... —ronronea contra mi mejilla al tiempo que sus labios buscan los míos—. ¿Te rindes?

—Ni de... ¡Ahhh! —El muy bestia acaba de enterrarse otra vez como antes: hasta el fondo, con un brío salvaje que hace que me estremezca.

Unas manchas blancas aparecen de repente en mi campo de visión, como molestas motitas de polvo que no se van de mi retina. Creo que estoy viendo al mismísimo creador ahora mismo.

—Venga, Sonie... —suspira en un gemido pegado a mi boca—. Ríndete... va a ser lo mejor para ti... —Esta vez me conformo con cabecear un poco, dándole a entender que, por mucho que me vea a las puertas del cielo, no voy a claudicar por las buenas—. S-sonie... —Otra embestida castiga mis músculos internos. Está ardiendo, la tiene durísima, ¿cómo cojones aguanta?—. Q-quieres que me corra antes que tú, ¿es eso?

Ya va tardísimo para correrse antes que yo. Supongo que se refiere a correrse antes de mi segunda vez; que al ritmo que lleva, no creo que sea dentro de mucho rato.

—S-si consigo que te corras antes que yo... ¿gano? —exhalo, observando su frente empapada en sudor y sus mejillas rojizas. El coloso parece pensárselo, me mira con curiosidad y, finalmente, asiente suavemente.

Le empujo a salir de mí una vez libera mis manos, las cuales dirijo a su vientre (que está tan duro como parece, sí). Se queda sentado sobre sus piernas por un momento, con la polla furiosamente hinchada y pegada directamente contra su estómago. Pero solo permanece de esa forma por un instante, ya que me encargo de que se eche por completo para, justo después, gatear hasta estar en medio de sus piernas y bajar mi culo lo suficiente como para poder metérmela como a mí me dé la gana.

—Ufff. N-no sé yo si... Esto, Sonie... N-no has dicho nada de montarme —se queja titubeante; parece nervioso de tenerme aquí arriba, y mentiría si dijese que eso no me resulta tierno. Más aún después de haberme dado esa brutal follada hace un par de minutos a más tardar.

—Agárrate y disfruta, tonto. —Conduzco sus manos (que estaban tiradas sobre la lona) hasta dejarlas en mi cintura, y alzo un poco las piernas para colar una mano entre nuestros cuerpos y alcanzar su polla.

Su mirada ahora es... mucho más penetrante. No intento hacer ningún juego de palabras, ni ningún chistecito, es que parece que sus ojos me van a atravesar, porque me llegan más profundo de lo que siento cualquier otra cosa; más que sus dedos clavándose en mi carne, mucho más de lo que su erección comienza a hacer entre mis labios menores... Está muerto de ganas, jodidísimo de placer. Y eso me fascina.

Siento un pellizco en uno de mis pobres pezones (que siguen empitonados al extremo) y veo que, para mi sorpresa, no les presta atención por más que los toquetee; me sigue mirando solo a mí.

Muy bien, coloso, justo así... Te lo has ganado.

Le monto con suavidad, trazando círculos imaginarios con las caderas que hacen que su glande se pegue a mis paredes internas y que sisee como si se estuviera quedando sin aire. Sus cejas se contraen con excesiva fuerza en una mueca de sufrimiento más que evidente y que, siendo honesta, me provoca un placer de lo más retorcido.

—Son-nie, el m-mejor... —masculla con dificultad—. E-el mejor coño de mi vida...

Exacto; vas genial. No pares de decirme esas cosas, no pares...

—¿M-más? —Jungkook asiente muy rápido, por lo que acelero el ritmo todo lo que mis piernas temblorosas me permiten. Pero resulta no ser suficiente; el placer crece demasiado a cada nuevo descenso de mis caderas sobre su longitud, y no consigo mantener un ritmo estable. Aunque, gracias a mi poca resistencia, el chico tumbado en el suelo vuelve a dar muestra de la potencia que alberga cada músculo de su cuerpo al embestir desde abajo.

Me deshago en gemidos cuando noto que sus manos se clavan en mis muslos, y las mías no se quedan atrás, porque se hunden en la piel de su estómago como si quisiera atravesarlo. Va con todo, está al borde... pero no voy a poder ganarle, porque me encuentro en la misma puta situación que él por más que me contenga.

—R-ríndete —me suplica en un gemido agudo.

—Solo... ¡Ahhh! C-cuando te rindas tú —chillo, amoldándome al ritmo con el que levanta las caderas para que nuestras pieles choquen en el mismo punto intermedio.

Esto se convierte de repente en una lucha sincronizada en la que tratamos de tumbar al contrario; ambos intentamos hacer que el otro reviente de puro placer primero, lo que lleva a que yo me esmere más en mis movimientos de caderas, y a que Jungkook entierre una de sus manos en mi hendidura para masturbarme, mientras que, con la otra, estruja uno de mis cachetes del culo con demasiado ímpetu.

Lo que me va a hacer caer no es nada de eso, porque le veo ahí: moribundo de placer, con los ojos brillantes y entrecerrados, la boca abierta, los labios rojos, y siento...

—M-me rindo a ti, Sonje —suspira antes de clavarse hasta el fondo y correrse bien profundo en mi interior.

El calor de su explosión (que siento abundante y ardiente) me hace volver a ver los fuegos artificiales centelleando por sistema nervioso, y tras gritar hasta quedarme sin una pizca de voz por la sensación, me derrumbo sobre su cuerpo.

De no ser porque nuestros pechos suben y bajan a todo trapo, cualquiera diría que estamos muertos, aunque no me quejo: ha sido el polvo más satisfactorio del puto universo. Ha sido salvaje, intenso, perfecto.

¿Dónde vivía yo? ¿Cómo era mi nombre? Ni una pista tengo. Lo único que sé es que la piel desnuda, sudorosa y que noto pegada a la mía es mi nuevo hogar. De aquí no me mueven ni con una grúa.

—Sonie... —Busco su cara con pesadez, moviéndome con lentitud hasta dejar mi rostro frente al suyo, pero no me encuentro con nada que no sean sus labios, que me besan al instante con una suavidad celestial.

No entiendo a qué viene esto, por gustoso que sea. Ya hemos acabado con el polvo, ¿no? ¿A qué vienen estos besitos? Porque son besitos en plural, sí; Jungkook no me mete ni la lengua, no va ni rápido. Se dedica a dar piquitos tiernos contra mis labios, y yo... intento seguirlos, aunque me confundan y no los entienda muy bien.

En serio: ¿qué es esto de besarse después de follar?

Creo que ya se ha dado por satisfecho con lo de besarme, y ahora me mira sonriente, lleno de paz. Está cansado y cubierto hasta la médula de sudor; no obstante, siento que su rostro no conserva ni pizca de la preocupación que le llenaba cuando llegué aquí... Y ojalá eso me pareciera algo que celebrar, pero no noto que nada haya cambiado realmente, cosa que me preocupa más de lo que me gustaría.

—Vas a combatir igual, ¿no? —pregunto sin esperanza. Jungkook traga saliva sonoramente y, entre los mechones alborotados de su pelo largo, sus ojos se apagan un poco antes de asentir.

—Tú no vas a venir, ¿verdad? —Sin pensarlo por un segundo, doy una sola negación con la cabeza.

El momento se apaga... y si no sintiera todavía su piel contra la mía, supongo que sería algo mucho más difícil de sobrellevar.



---

Hello once more my darlings.

Os traigo el mega esperadísimo (tampoco es pa' tanto) capítulo siguiente de I.K.O, y, como habréis podido comprobar por vosotras mismas, se ha venido bastante fuertecito. No sé si os esperábais este desenlace o si os ha sorprendido, o si, en otro orden de cosas, esperábais que fuera de alguna otra manera... Os leo atentamente para averiguarlo.

¿Creéis que estos dos han hecho bien? ¿Y qué opináis de la amistad de Sonje y aquí nuestro colega Cancerbero?

No me juzgéis por no saber qué preguntar, que llevo sin pasarme por aquí eones D:

En fin, queridas, os voy dejando hasta la próxima actualización. Espero que hayáis disfrutado mucho el capítulo y nos vemos ASAP.

Purple u lots <3

---


Continue Reading

You'll Also Like

11.6K 639 6
❀┃En edición (¿nueva versión?) (Recuerden que me ayudan un montón sí dejan sus like's y Comment's. Sí te gusta mi contenido, follow me para más) ❤️‍�...
7K 351 49
Cansado de la soledad, toma una decisión, pero no sabía que su vida iba a cambiar tanto.
211K 18.4K 27
𝗚𝗮𝗺𝗲𝘀 #𝟮 | La culpa por el deseo sexual les convierte en pecadores, sin saber que lo eran. ▪︎Historia narrada por la protagonista. ▪︎Historia c...
13.5K 854 15
Hola, me llamo Camila Lightborn. Soy la princesa de Camelot, el hada del rayo. Mis padres son Arturo Lightborn y Gwen Lifghtborn, tengo un hermano pe...