El suicidio de Lluvia ✔️

By jonathanescritor1

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Si lo tenía todo... ¿por qué lo hizo? ••• Massachusetts, 1998. En el instituto católico Brookline dicen que... More

🌧DEDICATORIA🌧
🌧CAPÍTULO 1: El ave vuelve a la jaula🌧
🌧CAPÍTULO 2: Una caja a mi nombre🌧
🌧CAPÍTULO 3: El hombre desconocido🌧
🌧CAPÍTULO 4: El chico de ojos azules🌧
🌧CAPÍTULO 5: No me toques, por favor🌧
🌧CAPÍTULO 6: ¿Dónde está Blair?🌧
🌧CAPÍTULO 7: Aarón🌧
🌧CAPÍTULO 8: Camino a casa🌧
🌧CAPÍTULO 9: Los sueños de Blair🌧
🌧CAPÍTULO 10: La conexión🌧
🌧CAPÍTULO 11: El caso de Amber Paige🌧
🌧CAPÍTULO 12: Hay algo debajo de mi cama🌧
🌧CAPÍTULO 13: El dibujo de Amber Paige🌧
🌧CAPÍTULO 14: El instituto católico Brookline🌧
🌧CAPÍTULO 15: Juego de letras🌧
🌧CAPÍTULO 16: Una mariposa atrapada🌧
🌧CAPÍTULO 18: Impulso🌧
🌧CAPÍTULO 19: Alucinación🌧
🌧CAPÍTULO 20: Fugitivos🌧
🌧CAPÍTULO 21: Desaparecida🌧
🌧CAPÍTULO 22: La telepatía de los gemelos🌧
🌧CAPÍTULO 23: El reloj va hacia atrás🌧
🌧CAPÍTULO 24: Un grito en la oscuridad🌧
🌧CAPÍTULO 25: El rostro de la sombra🌧

🌧CAPÍTULO 17: La persecución🌧

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By jonathanescritor1

El nombre de Blair estaba ahí.

Ella es la siguiente.

Siento las palmas de las manos sudadas, un extraño escalofrío me eriza los vellos de la nuca. No puedo imaginar que algo le pase a mi hermana menor, a la única hermana que me queda y por la que regresé.

Cierro los ojos y respiro profundo.

—Aarón —lo llamo. Él me mira—. ¿Recuerdas que cuando el sacerdote se estaba azotando había tres velas en el altar?

—Sí. ¿Por qué?

—Es que, con todo lo que me dice Alice y con lo que vi, mi mente me aclaró la imagen que no pude distinguir en ese momento —hago una pausa para que mis dientes no empiecen a temblar—. En cada vela había escrito un nombre. Amber. Lluvia. Y Blair.

Aarón se queda callado como si la información le hubiera golpeado tan fuerte que le dejó la mente en blanco. Al igual que yo, sabe lo que significa, el problema real y perverso en el que Blair está metida por culpa de alguien que la eligió al azar para hacerle daño.

—¿Estás segura? —me pregunta dubitativo.

Muevo mi cabeza para confirmarle lo que dije.

—Entonces... lo que dice Alice es verdad. Las tres fueron elegidas para ser sacrificadas.

Trago fuerte al escucharlo.

Sacrificadas. Como si fueran tres corderos del campo.

—¿Tu hermana vino con ustedes? —la mirada de Alice se posa en mí.

—No. Pensé que estaría segura donde la dejé.

—¿Has presenciado algo extraño?

Levanto la mirada y abro más los ojos. Recuerdo la presencia entraña que he visto en tres oportunidades desde que regresé. La sombra detrás de Blair el día que la vi por primera vez en la ventana de la casa de mi padre. Entonces, eso fue lo malo que la está persiguiendo.

—Sí. En tres oportunidades.

—La está siguiendo —susurra.

—¿Qué la está siguiendo? —pregunto.

Alice agarra otro libro y busca entre las páginas hasta que se detiene en una. Lo coloca en la mesa y señala algo con el dedo. Aarón y yo nos acercamos para ver. En una página hay un texto largo cuyo título dice:

LOS SACERDOTES: VÍNCULOS FRÁGILES

—El texto habla de cómo la fe de los sacerdotes tienen una grieta al no creer en su totalidad en lo divino. Hay una duda de forma natural, muy pero muy pequeña en ellos que los convierte en los vínculos idóneos por donde pueden transitar entes. ¿Por qué creen que la iglesia católica no reconoce los exorcismos? Porque en la mayoría de casos que han participado, los sacerdotes que tenían la tarea de liberar el mal, terminaban poseídos y asesinados por esos entes —pasa otra página en la que se muestra un ilustración en blanco y negro de varios sacerdotes en el suelo siendo devorados por una sombra de ojos grandes y feroces—. Lo que quiero decir, es que tal vez el sacerdote que ustedes han visto es quien está haciendo todo esto para tener las tres almas por medio del suicidio.

—Si Amber, Lluvia y Blair estudiaban en el mismo instituto, ¿por qué no les hizo daño ahí? Estaban a su merced —dice Aarón.

—Porque cuando morimos, Dios es quien cuida nuestra alma, pero cuando una persona se suicida, es una acto hereje que Dios no aprueba, por lo tanto tu alma está deambulando y es ahí donde el mal la toma.

—Ellas nunca se suicidaron, fueron obligadas a hacerlo —comento.

—Lo sé —dice—, pero obligadas o no, murieron por mano propia.

Suelto un suspiro de dolor. Me agarro el pecho y recuerdo a Lluvia. Siempre fue muy feliz, su autoestima era la mejor, tenía el don de que las personas la amaran con tan solo verla, a comparación de mí. Era fácil darse cuenta de quién era quién, pues solo hacía falta ver su entusiasmo con la que vivía, su sonrisa que me recordaba a la puesta del sol, el brillo en sus ojos cuando miraba la naturaleza que le rodeaba.

Y lo mismo pasa con Blair.

—No entiendo por qué la eligieron si Lluvia amaba la vida —susurro.

—Por su energía.

Ladeo la cabeza a un lado y frunzo el ceño.

—¿Su energía?

—Así es —explica—. Según los antecedentes de Amber, era una buena hija, excelente alumna, querida amiga. No había razón por la cuál desearía acabar con su vida. Y Lluvia, por lo que me cuentas, era similar. Ambas tenían una energía positiva, una energía salvaje. Justo la energía que se busca para alimentar estos entes.

Quito la mirada y me agarro los cabellos mientras camino hacia una de las ventanas. Siento que el oxígeno cada vez es más escaso aquí. Sé que el problema soy yo, pues estoy rodeada de miles y miles de árboles. Miro hacia afuera a través del vidrio. Los árboles llenan todo el espacio, la hierba se confunde con varias hojas y ramas secas, mientras veo caer algunas gotas de una llovizna.

Miro hacia el cielo por medio del espacio que hacen las copas de los árboles. El cielo tiene un color azabache.

—¿Qué debemos de hacer para salvar a Blair? —escucho preguntar a Aarón.

Creo que es la primera vez que alguien pasa regular tiempo conmigo desde que me escapé de mi casa. Escucharlo, me da una pequeña calma y me libera un poco del peso que cargo en los hombros desde que volví. Sé que no estoy sola como siempre.

—Como les dije, lo primero que deben hacer es averiguar quién es el sacerdote que unió a las tres para que ese ente pueda tener sus almas.

—Creo que sabemos quien es. Ya lo hemos visto. ¿Luego?

—Eso es lo complicado —dice.

Me vuelvo y la miro sobre mi hombro.

—¿Por qué? ¿Qué tenemos que hacer? —pregunto.

Alice alterna la mirada entre Aarón y yo.

—Las almas de Amber y Lluvia están deambulando hasta que Blair se suicide —Veo como Aarón me mira con el rabillo del ojo—. Cuando las tres almas estén listas, el ente se podrá alimentar de ellas. Pero, para que eso no ocurra, no deben dejar pasarlo, y para ello, deben romper el vínculo frágil.

—¿Quieres decir que debemos matar al sacerdote? —la voz de Aarón tiene un ligero temblor.

Confieso que yo también tengo miedo de hacer algo incorrecto, pero en mi vida la mayoría de personas me han hecho daño, hasta las personas que deberían haberme amado y cuidado, me rompieron. Si quiero salvar a Blair, debo hacer lo que sea necesario.

Es lo único que tengo y lo más parecido a un hogar.

—Lo voy a hacer —susurro. Aarón me mira levantando las cejas—. No es necesario que te involucres, Aarón. Ya hiciste suficiente.

Él baja la mirada. Sé que su formación moral y lo buen ser humano que es, no le permite hacer cosas como las que yo estoy dispuesta a hacer. Tal vez, debe ser porque estamos hechos de diferente madera o simplemente porque estoy cansada de que la vida me trate peor que un animal. Supongo que llega un día en el que ya no eres quien corre, sino quien persigue.

—Sol...

Aarón es interrumpido por un sonido extraño que viene de afuera. Quizás puede ser un animal grande el que está cerca, así que Alice agarra con ferocidad su escopeta al instante y se pone en posición de caza.

—No hagan ruido —murmura.

—¿Es un animal? —pregunto.

Alice se mueve entre las sombras sigilosa y silenciosa. Se apoya en la pared que está cerca a la ventana y nos hace un gesto con la cabeza para que la sigamos.

—No —dice—. He aprendido a diferenciar entre los pasos de un animal y una persona. Además, en esta parte del bosque no hay osos cuyas pisadas son similares a las de una persona, solo uno que otro lobo. Y esas pisadas, son demasiado lentas, estudiadas. ¿Alguien los siguió?

—No —dice Aarón.

Trato de recordar si vi algo inusual durante el trayecto, pero no pude ver nada porque la mayor parte del viaje vine durmiendo o pensando en las cosas que estaban pasando. Me pone de mal humor saber que mi mente bloquea mi capacidad de estar alerta cada vez que pienso en lo que le puede pasar a Blair.

—No se muevan de aquí —dice—. Iré a investigar.

Pasa rápido por la ventana y se vuelve a esconder en la sombra de la pared. La forma en que se mueve me recuerda a una felina. Hay cierta belleza en la forma tan sutil en la que se mueve, en el cambio de la forma tan correcta de vestir y comportarse cuando era psiquiatra a la que ahora tiene. Supongo que su mismo instinto de supervivencia la convirtió en eso, como me convirtió a mí.

Sigue sigilosa hasta llegar a la puerta, luego la abre con cuidado, hasta salir. Mira a su alrededor apuntando con su escopeta y da unos pasos hacia las escalerillas que hay afuera.

Aarón y yo nos asomamos por la ventana.

Detrás de un árbol, un perro pastor alemán se asoma. Está oliendo el suelo a unos diez metros de la casa. Espera. ¿Un perro aquí en medio del bosque? Entonces, las alarmas se disparan en mi cabeza y en la cabeza de Alice también, porque cuando la miro, ella está corriendo hacia su casa otra vez. Puedo ver el terror en sus ojos.

En ese instante, veo una sombra correr por la ventana. Sale de improviso que Aaron y yo damos un respingo cuando la vemos. Al verlo, sé de quién se trata. Es el padre de Amber Paige, el comandante.

A Alice no le da tiempo de reaccionar, quizás por el mismo miedo que representa el comandante en la ciudad. Hay quienes dicen que ha matado a varios delincuentes. Les disparaba a traición y como quedaban heridos, los remataba en el suelo. Los colocaba mirando el cielo y les disparaba directo en el pecho para que las autoridades determinaran que su muerte fue durante un enfrentamiento, pues dispararle a alguien por la espalda, está penado con cárcel, incluso para aquellos que forman parte de las fuerzas del orden.

El comandante suelta un gruñido espantoso y toma del cabello a Alice, quien tiene la mitad del cuerpo dentro de su casa, pero la fuerza del hombre la hace retroceder. Suelta un grito, se agarra de la puerta, sin embargo el comandante tira de ella. Cae de espaldas en la madera y resbala por las escalerillas hasta el suelo, pero no suelta su escopeta.

Aún en el suelo, lo apunta con el arma. Producto de la caída se ha roto el labio inferior. Un hilo de sangre le llega hasta el mentón.

El hombre se pone erguido y la mira.

—¿Qué quiere? —le pregunta Alice.

Él no le contesta.

—¿Por qué me sigue buscando? Yo no le hice nada a su hija. ¡Déjeme en paz!

Alice se repone y apoya una rodilla en el suelo.

El comandante suelta un silbido.

El perro corre como un rayo y se abalanza sobre la espalda de Alice. Le muerde el hombro, luego el brazo, justo donde tiene la escopeta. Se le escapa un tiro, una parte del techo se destroza y una nube de polvo y astillas le cae al comandante.

Veo que saca algo de su cinturón. La hoja de metal brilla cuando la mueve. Corre hacia Alice con la mano en lo alto.

¡No puede ser!

Salgo corriendo y me abalanzo sobre él. Sus botas resbalan en la madera húmeda y nos vamos hacia adelante. Chocamos con el perro, suelta un quejido y se aparta, mientras yo me golpeo la cabeza y ruedo por el suelo. Al abrir los ojos, el hombre se levanta y me dirige una mirada extraña, como si me reconociera. Sus ojos plomos se endurecen como el metal, y se abalanza sobre mí con el cuchillo listo para clavarmelo en el pecho. Logro esquivarlo en el último momento, pero me empuja con sus hombros y trastabillo. Caigo encima de Alice, el golpe hace que suelte su escopeta. Entonces, nos embiste. Alice intenta pararlo, pero él es más rápido. Le clava el cuchillo en el brazo izquierdo. Corta la carne de lado a lado. Su atacante saca el cuchillo sin piedad. Alice suelta un grito aterrador y cae al suelo.

Cuando pienso que me atacará a mí también, Aaron le da un puñetazo en el estómago, luego una patada en la entrepierna. El comandante abre los como de par en par y cae de rodillas en el suelo.

—¡Vamos! ¡Vamos! —nos grita Aaron.

—¡Alice está herida! —lo pongo en aviso.

Su brazo está lleno de sangre.

—¡Debemos parar la sangre! —le vuelvo a decir.

—¡Ahora no! —grita—. ¡Debemos huir!

Detrás de Aaron, veo al comandante sacar su pistola con torpeza.

—¡Va a disparar! —grito.

Ayudamos a Alice a levantarse y corremos hacia los árboles, mientras los disparos impactan en el suelo y rozan por mis orejas.

—¡Los voy a encontrar! —grita el comandante mientras se levanta y nos persigue con determinación.

Si nos encuentra, va a matarnos como mata a los delincuentes de la ciudad.

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